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<blockquote data-quote="HernanF" data-source="post: 835573" data-attributes="member: 7964"><p><strong>Artículo de opinión con un poco de historia. Recomendable.</strong></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 15px">La próxima guerra.</span></strong></p><p></p><p><strong><em>La incapacidad del presidente Barack Obama para obtener la detención de la colonización en Cisjordania y en Jerusalén demuestra la parcialidad de Washington. Ella confirma la ausencia de una seria determinación de los Estados Unidos para imponer la paz en el conflicto israelí-palestino. El gran riesgo entonces es ver esta "no paz" transformarse en un conflicto abierto, la sola incertidumbre da lugar a pensar cual sería la próxima guerra: ¿Gaza, el Líbano o Irán?</em></strong></p><p></p><p>01 de marzo de 1973. El presidente norteamericano Richard Nixon recibe en Washington a la primer ministro israelí Golda Meir. Él le hace saber que el presidente egipcio Anwar el-Sadat está dispuesto a negociar un tratado global. Aspirando que su país quiere la paz, Meir responde que prefiere un acuerdo interino, que no hay que fiarse de las maniobras de El Cairo, que quiere primero una retirada israelí sobre las líneas del 4 de junio de 1967 para luego volver al plan de partición votado por las Naciones Unidas en noviembre de 1947, y una solución del problema palestino del que habrá que hablar con Yasser Arafat y "los terroristas".</p><p>Informando de esta conversación, a partir de los registros de las conversaciones luego de hacerse públicas, el periodista israelí Aluf Benn («Netanyahu le cuenta a Obama lo que Golda le dijo a Nixon», Haaretz, el 15 de diciembre de 2010) traza un paralelo entre la situación en la época en la que la negativa israelí desembocaría en la guerra de octubre de 1973 y el paso del canal de Suez por las tropas egipcias, y las respuestas dilatorias dadas por Benjamín Nétanyahou al presidente Barack Obama. Él recuerda que el primer ministro actual, que retorna precipitadamente de Boston para dirigirse al frente en octubre de 1973, debería «refrescar su memoria escuchando los registros de las conversaciones entre Meir y Nixon y preguntarse lo que puede hacer para no repetir los mismos errores y empujar a su país ciegamente hacia un segundo desastre de Yom Kippur», una guerra que le costaría 2.600 soldados al ejército israelí.</p><p>La negativa de Tel Aviv de aceptar la proposición del presidente Barack Obama de congelar por tres meses la colonización en Cisjordania (y no en Jerusalén Oriental) a cambio de promesas sin precedentes, que el comentarista político Thomás Friedman ("Reality Check" del New York Times, el 11 de diciembre de 2010), poco sospechado de simpatía hacia los árabes, compara con una tentativa de corrupción pura y simple, y confirmó no sólo la incapacidad del presidente Obama de ejercer una presión seria sobre Israel, sino el rechazo de Nétanyahou de aceptar un compromiso menor. Por supuesto, como sus predecesores, él pretende querer la paz, pero es la paz humillante impuesta por los vencedores, la paz fundada sobre la negación de los derechos elementales de los palestinos. </p><p>Durante las negociaciones secretas con los palestinos durante el año que acaba de terminar, Nétanyahou repitió que todo acuerdo necesitaba la aceptación por los palestinos del «concepto israelí de seguridad», lo que significa, entre otras cosas, el consentimiento de la presencia de tropas israelíes sobre el Jordán y a lo largo del «muro del apartheid» (del lado palestino por supuesto), y la continuidad de la ocupación de una parte no despreciable de Cisjordania (Dan Ephron, «16 hours in September», Newsweek, el 11 de diciembre de 2010). Él no fijó ninguna finalización a esta presencia israelí, sin duda considerada durar hasta que los palestinos se vuelvan "civilizados"…</p><p>Este bloqueo sobre el frente palestino empuja el ejército israelí que traza los planes de sus nuevas guerras, fundadas sobre este «concepto de seguridad» que quiere que todos los que nieguen la dominación de Tel Aviv sobre la región sean considerados "terroristas" a quienes hay que eliminar. Ningún otro país, inclusive los Estados Unidos, tiene una concepción de la seguridad tan extensiva, la concepción que hace de Israel un promotor de guerras permanentes. ¿Sobre quién va a abatirse el ejército israelí, sobre quien llevará sus próximos ataques?</p><p>¿Sobre Gaza? Hace dos años, los blindados y la aviación israelí reducían a cenizas cientos de edificios y mataban cientos de civiles, cometiendo lo que el informe Goldstone califica de «crímenes de guerra» y sin duda de «crímenes de lesa humanidad». Sin embargo, Hamas continúa sólidamente instalado en el poder. ¿Cuánto tiempo Tel Aviv puede resignarse a esta situación?</p><p>¿Sobre el Líbano? En julio-agosto de 2006, el ejército israelí fracasaba en su tentativa de reducir al Hezbollah, pero conseguía destruir el país, con desprecio del derecho internacional; tres años y medio más tarde, la organización es más poderosa que nunca y el estado-mayor no descarta una operación superior que conllevaría el peligro de tener que ocupar una parte del Líbano (leer Anshel Pfeffer, «Están preparándose las fuerzas armadas israelíes para una tercera guerra contra el Líbano?», Haaretz, el 19 de diciembre de 2010).</p><p>¿Sobre Irán? ¿A riesgo de provocar un conflicto mayor que se extendería de Irak al Líbano, y de Palestina hasta Afganistán?</p><p>Nadie puede decir que en Medio Oriente, la ausencia de paz desemboca forzosamente en la guerra… Contrariamente a 1973, es Israel quien tomará la iniciativa directa del conflicto, excepto que chocará no sólo contra enemigos mucho más eficaces, sino que, como lo señala el militante israelí de la paz Uri Avnery ("Ship of fools 2", Gush Shalom, el 18 de diciembre de 2010), se enfrentará a la creciente hostilidad de la opinión mundial, hostilidad que se testimonió con el reconocimiento del Estado de Palestina en las fronteras de 1967 por Brasil, Bolivia, Argentina, o con la carta de 26 antiguos dirigentes europeos (Chris Patten, Giuliano Amato, Felipe González, Lionel Jospin, Hubert Védrine, Romano Prodi, Javier Solana, etc) – todo excepto extremistas – pidiendo a la Unión Europea tomar sanciones si, desde hoy hasta la primavera, el gobierno israelí no cambia su política. La organización Human Rights Watch publicó el 19 de diciembre un informe («Israel / West Bank: Separate and Unequal») que subraya que los palestinos son víctimas de discriminaciones sistemáticas y llama al gobierno de los Estados Unidos a reducir en más de mil millones de dólares su ayuda anual a Israel (el equivalente a las inversiones israelíes a favor de los asentamientos).</p><p>En conclusión, Avnery hace notar que el apoyo norteamericano a Israel se equipara con la ayuda para cometer un suicidio. «En Israel, tal asistencia es un crimen. En cambio, el suicidio no lo es. </p><p>Aquello que los dioses quieren destruir, primero los transforman en locos. Esperemos que reencontremos nuestros espíritus antes de que sea demasiado tarde». </p><p></p><p><em>Fuente</em>: Le Monde diplomatique, diciembre de 2010, por Alain Gresh.</p><p>Traducción propia.</p><p></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 12px">La prochaine guerre.</span></strong></p><p></p><p><strong><em>L’incapacité du président Barack Obama à obtenir l’arrêt de la colonisation en Cisjordanie et à Jérusalem illustre la partialité de Washington. Elle confirme l’absence de détermination sérieuse des Etats-Unis à imposer la paix sur le front israélo-palestinien. Le risque est grand alors de voir cette «non-paix» se transformer en conflit ouvert, la seule incertitude tenant au lieu de la prochaine guerre: Gaza, le Liban ou l’Iran?</em></strong></p><p></p><p>1er mars 1973. Le président américain Richard Nixon reçoit à Washington la Première ministre israélienne Golda Meir. Il l’informe que le président égyptien Anouar Al-Sadate est prêt à négocier un traité global. Tout en prétendant que son pays veut la paix, Meir répond qu’elle préfère un accord intérimaire, qu’il ne faut pas se fier aux manœuvres du Caire, qui veut d’abord un retrait israélien sur les lignes du 4 juin 1967, ensuite un retour au plan de partage voté par les Nations unies en novembre 1947, et une solution du problème palestinien dont il faudra discuter avec Yasser Arafat et «les terroristes».</p><p>Rapportant cette conversation, à partir des enregistrements des conversations désormais rendus publics, le journaliste israélien Aluf Benn («Netanyahu is telling Obama what Golda told Nixon», Haaretz, 15 décembre 2010) dresse un parallèle entre la situation à l’époque où le refus israélien allait déboucher sur la guerre d’octobre 1973 et le franchissement du canal de Suez par les troupes égyptiennes, et les réponses dilatoires apportées par M. Benjamin Nétanyahou au président Barack Obama. Il rappelle que le Premier ministre actuel, rentré précipitamment de Boston pour monter au front en octobre 1973, devrait «rafraîchir sa mémoire en écoutant les enregistrements des conversations entre Meir et Nixon et se demander ce qu’il peut faire pour ne pas répéter les mêmes erreurs et pousser son pays aveuglément vers un seconde désastre de Yom Kippour», une guerre qui devait coûter 2 600 soldats à l’armée israélienne.</p><p>Le refus de Tel-Aviv d’accepter la proposition du président Barack Obama de geler pour trois mois la colonisation en Cisjordanie (et non à Jérusalem-Est) en échange de promesses sans précédent, que le commentateur Thomas Friedman («Reality Check», New York Times, 11 décembre 2010), peu suspect de sympathies pour les Arabes, compare à une tentative de corruption pure et simple, a confirmé non seulement l’incapacité du président Obama à exercer une pression sérieuse sur Israël, mais le rejet par M. Nétanyahou du moindre compromis. Bien sûr, comme ses prédécesseurs, il prétend vouloir la paix, mais c’est la paix humiliante imposée par les vainqueurs, une paix fondée sur la négation des droits élémentaires des Palestiniens.</p><p>Lors des négociations secrètes avec les Palestiniens durant l’année qui vient de s’écouler, M. Nétanyahou a répété que tout accord nécessitait l’acceptation par les Palestiniens du «concept de sécurité» israélien, ce qui signifiait, entre autres, l’acquiescement à la présence de troupes israéliennes sur le Jourdain et le long du «mur de l’apartheid» (du côté palestinien bien sûr), et la poursuite de l’occupation d’une partie non négligeable de la Cisjordanie (Dan Ephron, «16 hours in September», Newsweek, 11 décembre 2010). Il n’a fixé aucun terme à cette présence israélienne, sans doute censée durer jusqu’à ce que les Palestiniens deviennent «civilisés»…</p><p>Ce blocage sur le front palestinien pousse l’armée israélienne à échafauder les plans de ses nouvelles guerres, fondées sur ce «concept de sécurité» qui veut que tous ceux qui refusent la domination de Tel-Aviv sur la région soient des «terroristes» qu’il faut éliminer. Aucun autre pays, pas même les Etats-Unis, n’a une conception de la sécurité aussi extensive, une conception qui fait d’Israël un fauteur de guerres permanentes. Sur qui va fondre l’armée israélienne, contre qui portera-t-elle ses prochains coups?</p><p>Sur Gaza? Il y a deux ans, les blindés et l’aviation israélienne réduisaient en cendres des centaines de bâtiments et tuaient des centaines de civils, commettant ce que le rapport Goldstone qualifie de «crimes de guerres» et sans doute de «crimes contre l’humanité». Pourtant, le Hamas est toujours solidement installé au pouvoir. Combien de temps Tel-Aviv peut-il se résigner à cette situation?</p><p>Sur le Liban? En juillet-août 2006, l’armée israélienne échouait dans ses tentatives de réduire le Hezbollah, mais réussissait à détruire le pays, au mépris du droit international; trois ans et demi plus tard, l’organisation est plus puissante que jamais et l’état-major n’écarte pas une opération majeure qui risquerait de conduire à l’occupation d’une partie du Liban (lire Anshel Pfeffer, «Is the IDF prepping for a third war with Lebanon», Haaretz, 19 décembre 2010).</p><p>Sur l’Iran? Au risque de provoquer un conflit majeur qui s’étendrait de l’Irak au Liban, de la Palestine à l’Afghanistan?</p><p>Personne ne peut le dire, mais, au Proche-Orient, l’absence de paix débouche forcément sur la guerre… Contrairement à 1973, c’est Israël qui prendra l’initiative directe du conflit, sauf qu’il se heurtera non seulement à des ennemis bien plus efficaces, mais, comme le signale le militant de la paix israélien Uri Avnery («Ship of fools 2», Gush Shalom, 18 décembre 2010), à l’hostilité grandissante de l’opinion mondiale, hostilité dont a témoigné la reconnaissance de l’Etat de Palestine dans les frontières de 1967 par le Brésil, la Bolivie, l’Argentine, ou la lettre de 26 anciens dirigeants européens (Chris Patten, Giuliano Amato, Felipe González, Lionel Jospin, Hubert Védrine, Romano Prodi, Javier Solana, etc.) – tout sauf des extrémistes – appelant l’Union européenne à prendre des sanctions si, d’ici le printemps, le gouvernement israélien ne change pas de politique. L’organisation Human Rights Watch a publié le 19 décembre un rapport («Israel/West Bank: Separate and Unequal») qui souligne que les Palestiniens sont victimes de discriminations systématiques et appelle le gouvernement des Etats-Unis à réduire de plus de 1 milliard de dollars son aide annuelle à Israël (soit l’équivalent des investissements israéliens en faveur des colonies).</p><p>En conclusion, Avnery note que le soutien américain à Israël relève de l’assistance au suicide. «En Israël, une telle assistance est un crime. En revanche, le suicide ne l’est pas. Ceux que les dieux veulent détruire, ils les rendent d’abord fous. Espérons que nous retrouverons nos esprits avant qu’il ne soit trop tard».</p><p></p><p><strong>Le Monde diplomatique, décembre 2010, par Alain Gresh.</strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="HernanF, post: 835573, member: 7964"] [b]Artículo de opinión con un poco de historia. Recomendable.[/b] [B][SIZE="4"]La próxima guerra.[/SIZE][/B] [B][I]La incapacidad del presidente Barack Obama para obtener la detención de la colonización en Cisjordania y en Jerusalén demuestra la parcialidad de Washington. Ella confirma la ausencia de una seria determinación de los Estados Unidos para imponer la paz en el conflicto israelí-palestino. El gran riesgo entonces es ver esta "no paz" transformarse en un conflicto abierto, la sola incertidumbre da lugar a pensar cual sería la próxima guerra: ¿Gaza, el Líbano o Irán?[/I][/B] 01 de marzo de 1973. El presidente norteamericano Richard Nixon recibe en Washington a la primer ministro israelí Golda Meir. Él le hace saber que el presidente egipcio Anwar el-Sadat está dispuesto a negociar un tratado global. Aspirando que su país quiere la paz, Meir responde que prefiere un acuerdo interino, que no hay que fiarse de las maniobras de El Cairo, que quiere primero una retirada israelí sobre las líneas del 4 de junio de 1967 para luego volver al plan de partición votado por las Naciones Unidas en noviembre de 1947, y una solución del problema palestino del que habrá que hablar con Yasser Arafat y "los terroristas". Informando de esta conversación, a partir de los registros de las conversaciones luego de hacerse públicas, el periodista israelí Aluf Benn («Netanyahu le cuenta a Obama lo que Golda le dijo a Nixon», Haaretz, el 15 de diciembre de 2010) traza un paralelo entre la situación en la época en la que la negativa israelí desembocaría en la guerra de octubre de 1973 y el paso del canal de Suez por las tropas egipcias, y las respuestas dilatorias dadas por Benjamín Nétanyahou al presidente Barack Obama. Él recuerda que el primer ministro actual, que retorna precipitadamente de Boston para dirigirse al frente en octubre de 1973, debería «refrescar su memoria escuchando los registros de las conversaciones entre Meir y Nixon y preguntarse lo que puede hacer para no repetir los mismos errores y empujar a su país ciegamente hacia un segundo desastre de Yom Kippur», una guerra que le costaría 2.600 soldados al ejército israelí. La negativa de Tel Aviv de aceptar la proposición del presidente Barack Obama de congelar por tres meses la colonización en Cisjordania (y no en Jerusalén Oriental) a cambio de promesas sin precedentes, que el comentarista político Thomás Friedman ("Reality Check" del New York Times, el 11 de diciembre de 2010), poco sospechado de simpatía hacia los árabes, compara con una tentativa de corrupción pura y simple, y confirmó no sólo la incapacidad del presidente Obama de ejercer una presión seria sobre Israel, sino el rechazo de Nétanyahou de aceptar un compromiso menor. Por supuesto, como sus predecesores, él pretende querer la paz, pero es la paz humillante impuesta por los vencedores, la paz fundada sobre la negación de los derechos elementales de los palestinos. Durante las negociaciones secretas con los palestinos durante el año que acaba de terminar, Nétanyahou repitió que todo acuerdo necesitaba la aceptación por los palestinos del «concepto israelí de seguridad», lo que significa, entre otras cosas, el consentimiento de la presencia de tropas israelíes sobre el Jordán y a lo largo del «muro del apartheid» (del lado palestino por supuesto), y la continuidad de la ocupación de una parte no despreciable de Cisjordania (Dan Ephron, «16 hours in September», Newsweek, el 11 de diciembre de 2010). Él no fijó ninguna finalización a esta presencia israelí, sin duda considerada durar hasta que los palestinos se vuelvan "civilizados"… Este bloqueo sobre el frente palestino empuja el ejército israelí que traza los planes de sus nuevas guerras, fundadas sobre este «concepto de seguridad» que quiere que todos los que nieguen la dominación de Tel Aviv sobre la región sean considerados "terroristas" a quienes hay que eliminar. Ningún otro país, inclusive los Estados Unidos, tiene una concepción de la seguridad tan extensiva, la concepción que hace de Israel un promotor de guerras permanentes. ¿Sobre quién va a abatirse el ejército israelí, sobre quien llevará sus próximos ataques? ¿Sobre Gaza? Hace dos años, los blindados y la aviación israelí reducían a cenizas cientos de edificios y mataban cientos de civiles, cometiendo lo que el informe Goldstone califica de «crímenes de guerra» y sin duda de «crímenes de lesa humanidad». Sin embargo, Hamas continúa sólidamente instalado en el poder. ¿Cuánto tiempo Tel Aviv puede resignarse a esta situación? ¿Sobre el Líbano? En julio-agosto de 2006, el ejército israelí fracasaba en su tentativa de reducir al Hezbollah, pero conseguía destruir el país, con desprecio del derecho internacional; tres años y medio más tarde, la organización es más poderosa que nunca y el estado-mayor no descarta una operación superior que conllevaría el peligro de tener que ocupar una parte del Líbano (leer Anshel Pfeffer, «Están preparándose las fuerzas armadas israelíes para una tercera guerra contra el Líbano?», Haaretz, el 19 de diciembre de 2010). ¿Sobre Irán? ¿A riesgo de provocar un conflicto mayor que se extendería de Irak al Líbano, y de Palestina hasta Afganistán? Nadie puede decir que en Medio Oriente, la ausencia de paz desemboca forzosamente en la guerra… Contrariamente a 1973, es Israel quien tomará la iniciativa directa del conflicto, excepto que chocará no sólo contra enemigos mucho más eficaces, sino que, como lo señala el militante israelí de la paz Uri Avnery ("Ship of fools 2", Gush Shalom, el 18 de diciembre de 2010), se enfrentará a la creciente hostilidad de la opinión mundial, hostilidad que se testimonió con el reconocimiento del Estado de Palestina en las fronteras de 1967 por Brasil, Bolivia, Argentina, o con la carta de 26 antiguos dirigentes europeos (Chris Patten, Giuliano Amato, Felipe González, Lionel Jospin, Hubert Védrine, Romano Prodi, Javier Solana, etc) – todo excepto extremistas – pidiendo a la Unión Europea tomar sanciones si, desde hoy hasta la primavera, el gobierno israelí no cambia su política. La organización Human Rights Watch publicó el 19 de diciembre un informe («Israel / West Bank: Separate and Unequal») que subraya que los palestinos son víctimas de discriminaciones sistemáticas y llama al gobierno de los Estados Unidos a reducir en más de mil millones de dólares su ayuda anual a Israel (el equivalente a las inversiones israelíes a favor de los asentamientos). En conclusión, Avnery hace notar que el apoyo norteamericano a Israel se equipara con la ayuda para cometer un suicidio. «En Israel, tal asistencia es un crimen. En cambio, el suicidio no lo es. Aquello que los dioses quieren destruir, primero los transforman en locos. Esperemos que reencontremos nuestros espíritus antes de que sea demasiado tarde». [I]Fuente[/I]: Le Monde diplomatique, diciembre de 2010, por Alain Gresh. Traducción propia. [B][SIZE="3"]La prochaine guerre.[/SIZE][/B] [B][I]L’incapacité du président Barack Obama à obtenir l’arrêt de la colonisation en Cisjordanie et à Jérusalem illustre la partialité de Washington. Elle confirme l’absence de détermination sérieuse des Etats-Unis à imposer la paix sur le front israélo-palestinien. Le risque est grand alors de voir cette «non-paix» se transformer en conflit ouvert, la seule incertitude tenant au lieu de la prochaine guerre: Gaza, le Liban ou l’Iran?[/I][/B] 1er mars 1973. Le président américain Richard Nixon reçoit à Washington la Première ministre israélienne Golda Meir. Il l’informe que le président égyptien Anouar Al-Sadate est prêt à négocier un traité global. Tout en prétendant que son pays veut la paix, Meir répond qu’elle préfère un accord intérimaire, qu’il ne faut pas se fier aux manœuvres du Caire, qui veut d’abord un retrait israélien sur les lignes du 4 juin 1967, ensuite un retour au plan de partage voté par les Nations unies en novembre 1947, et une solution du problème palestinien dont il faudra discuter avec Yasser Arafat et «les terroristes». Rapportant cette conversation, à partir des enregistrements des conversations désormais rendus publics, le journaliste israélien Aluf Benn («Netanyahu is telling Obama what Golda told Nixon», Haaretz, 15 décembre 2010) dresse un parallèle entre la situation à l’époque où le refus israélien allait déboucher sur la guerre d’octobre 1973 et le franchissement du canal de Suez par les troupes égyptiennes, et les réponses dilatoires apportées par M. Benjamin Nétanyahou au président Barack Obama. Il rappelle que le Premier ministre actuel, rentré précipitamment de Boston pour monter au front en octobre 1973, devrait «rafraîchir sa mémoire en écoutant les enregistrements des conversations entre Meir et Nixon et se demander ce qu’il peut faire pour ne pas répéter les mêmes erreurs et pousser son pays aveuglément vers un seconde désastre de Yom Kippour», une guerre qui devait coûter 2 600 soldats à l’armée israélienne. Le refus de Tel-Aviv d’accepter la proposition du président Barack Obama de geler pour trois mois la colonisation en Cisjordanie (et non à Jérusalem-Est) en échange de promesses sans précédent, que le commentateur Thomas Friedman («Reality Check», New York Times, 11 décembre 2010), peu suspect de sympathies pour les Arabes, compare à une tentative de corruption pure et simple, a confirmé non seulement l’incapacité du président Obama à exercer une pression sérieuse sur Israël, mais le rejet par M. Nétanyahou du moindre compromis. Bien sûr, comme ses prédécesseurs, il prétend vouloir la paix, mais c’est la paix humiliante imposée par les vainqueurs, une paix fondée sur la négation des droits élémentaires des Palestiniens. Lors des négociations secrètes avec les Palestiniens durant l’année qui vient de s’écouler, M. Nétanyahou a répété que tout accord nécessitait l’acceptation par les Palestiniens du «concept de sécurité» israélien, ce qui signifiait, entre autres, l’acquiescement à la présence de troupes israéliennes sur le Jourdain et le long du «mur de l’apartheid» (du côté palestinien bien sûr), et la poursuite de l’occupation d’une partie non négligeable de la Cisjordanie (Dan Ephron, «16 hours in September», Newsweek, 11 décembre 2010). Il n’a fixé aucun terme à cette présence israélienne, sans doute censée durer jusqu’à ce que les Palestiniens deviennent «civilisés»… Ce blocage sur le front palestinien pousse l’armée israélienne à échafauder les plans de ses nouvelles guerres, fondées sur ce «concept de sécurité» qui veut que tous ceux qui refusent la domination de Tel-Aviv sur la région soient des «terroristes» qu’il faut éliminer. Aucun autre pays, pas même les Etats-Unis, n’a une conception de la sécurité aussi extensive, une conception qui fait d’Israël un fauteur de guerres permanentes. Sur qui va fondre l’armée israélienne, contre qui portera-t-elle ses prochains coups? Sur Gaza? Il y a deux ans, les blindés et l’aviation israélienne réduisaient en cendres des centaines de bâtiments et tuaient des centaines de civils, commettant ce que le rapport Goldstone qualifie de «crimes de guerres» et sans doute de «crimes contre l’humanité». Pourtant, le Hamas est toujours solidement installé au pouvoir. Combien de temps Tel-Aviv peut-il se résigner à cette situation? Sur le Liban? En juillet-août 2006, l’armée israélienne échouait dans ses tentatives de réduire le Hezbollah, mais réussissait à détruire le pays, au mépris du droit international; trois ans et demi plus tard, l’organisation est plus puissante que jamais et l’état-major n’écarte pas une opération majeure qui risquerait de conduire à l’occupation d’une partie du Liban (lire Anshel Pfeffer, «Is the IDF prepping for a third war with Lebanon», Haaretz, 19 décembre 2010). Sur l’Iran? Au risque de provoquer un conflit majeur qui s’étendrait de l’Irak au Liban, de la Palestine à l’Afghanistan? Personne ne peut le dire, mais, au Proche-Orient, l’absence de paix débouche forcément sur la guerre… Contrairement à 1973, c’est Israël qui prendra l’initiative directe du conflit, sauf qu’il se heurtera non seulement à des ennemis bien plus efficaces, mais, comme le signale le militant de la paix israélien Uri Avnery («Ship of fools 2», Gush Shalom, 18 décembre 2010), à l’hostilité grandissante de l’opinion mondiale, hostilité dont a témoigné la reconnaissance de l’Etat de Palestine dans les frontières de 1967 par le Brésil, la Bolivie, l’Argentine, ou la lettre de 26 anciens dirigeants européens (Chris Patten, Giuliano Amato, Felipe González, Lionel Jospin, Hubert Védrine, Romano Prodi, Javier Solana, etc.) – tout sauf des extrémistes – appelant l’Union européenne à prendre des sanctions si, d’ici le printemps, le gouvernement israélien ne change pas de politique. L’organisation Human Rights Watch a publié le 19 décembre un rapport («Israel/West Bank: Separate and Unequal») qui souligne que les Palestiniens sont victimes de discriminations systématiques et appelle le gouvernement des Etats-Unis à réduire de plus de 1 milliard de dollars son aide annuelle à Israël (soit l’équivalent des investissements israéliens en faveur des colonies). En conclusion, Avnery note que le soutien américain à Israël relève de l’assistance au suicide. «En Israël, une telle assistance est un crime. En revanche, le suicide ne l’est pas. Ceux que les dieux veulent détruire, ils les rendent d’abord fous. Espérons que nous retrouverons nos esprits avant qu’il ne soit trop tard». [B]Le Monde diplomatique, décembre 2010, par Alain Gresh.[/B] [/QUOTE]
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