Menú
Inicio
Visitar el Sitio Zona Militar
Foros
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Qué hay de nuevo
Nuevos mensajes
Última actividad
Miembros
Visitantes actuales
Entrar
Registrarse
Novedades
Buscar
Buscar
Buscar sólo en títulos
Por:
Nuevos mensajes
Buscar en los foros
Menú
Entrar
Registrarse
Inicio
Foros
Area Militar General
Temas de Defensa General
Noticias de Rusia
JavaScript is disabled. For a better experience, please enable JavaScript in your browser before proceeding.
Estás usando un navegador obsoleto. No se pueden mostrar estos u otros sitios web correctamente.
Se debe actualizar o usar un
navegador alternativo
.
Responder al tema
Mensaje
<blockquote data-quote="Sebastian" data-source="post: 1482668" data-attributes="member: 8629"><p style="text-align: center"><strong><span style="font-size: 22px">Viudas negras obligadas a inmolarse</span></strong></p> <ul> <li data-xf-list-type="ul"><span style="font-size: 18px"> <span style="font-size: 15px">La verdad oculta tras los atentados que sacuden Rusia </span><br /> </span></li> <li data-xf-list-type="ul"><span style="font-size: 15px"> La periodista que habló con una kamikaze rusa que sobrevivió a la explosión lo cuenta </span></li> <li data-xf-list-type="ul"><span style="font-size: 15px"> <br /> No lo hacen voluntariamente, las drogan, amenazan a sus familias... </span></li> </ul><p><img src="http://estaticos01.elmundo.es/assets/multimedia/imagenes/2014/01/04/13888310521008.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>JULIA JUSIK Moscú</p><p></p><p>Conocí a Zarema Inarkáieva, que había explosionado una comisaría en la ciudad de Grozny en febrero de 2002, cuatro meses después del atentado. El hecho de poder entrevistar a una viuda negra superviviente fue una gran suerte para mí como periodista.</p><p>Después del atentado fallido hubo una explosión, pero no fue suficientemente fuerte y la joven sobrevivió, pasando por una serie de intervenciones quirúrgicas. Zarema tuvo que vivir en una sección del ministerio del interior de Grozny bajo la protección policial de 24 horas. Lo que ella contó me ayudó a conocer la parte oculta del proceso de preparación de las mujeres kamikaze (se investiga si una de ellas, Oksana Aslánova, participó en el atentado del domingo pasado en Volgogrado --17 muertos--, colaborando con el terrorista Pável Pechonkin).</p><p></p><p>Zarema creció sin padre y vivía con su madre. Camino de su casa fue raptada por un joven al que conocía un poco y al que respondía con una sonrisa cuando él le sonreía a ella. Contrajo con éste un matrimonio islámico y empezó a convivir con su marido en un piso de alquiler, donde aparte de ellos vivían otros dos hombres con sus respectivas novias. </p><p>Así vivieron durante un tiempo hasta que en un momento dado empezaron a intercambiar parejas: dentro de su pequeña comunidad islámica empezó a prosperar la cohabitación poliamorosa. El marido de Zarema le explicó que sus amigos eran para él como hermanos y por lo tanto tenía que compartirlo todo con ellos. Poco tiempo después, los hombres decidieron deshacerse de las jóvenes utilizándolas en un atentado terrorista y cobrando dinero por ello. </p><p>Las otras dos chicas se negaron a «llevar una bolsa a la comisaría», y una mañana Zarema vio que éstas habían desaparecido del piso. Se quedó sola, custodiada las 24 horas por alguno de los hombres.</p><p></p><p>El piso estaba lleno de armas, había granadas, ametralladoras y pistolas. Su marido Shamil Garibékov dijo que era ella a la que le tocaba llevar la bolsa. Zarema se puso a llorar, pero le dijeron que si intentaba escaparse, la matarían a ella y también a su madre. Según contaba la joven, los hombres le añadían unas gotas al té y al agua. «Con ello me empezaba a sentir tranquila e indiferente. Todo me daba igual». Ella no tenía adónde escaparse, sospechaba que sus dos amigas habían sido asesinadas por haberse negado a cumplir la misión (fue cierto, más tarde los cuerpos de las dos chicas aparecieron en un distrito de Grozny llamado Chernorechiye).</p><p></p><p>--Shamil me dio una bolsa, me ordenó que la llevara en el hombro y que no me la quitara por nada del mundo. Salí del coche y empecé a caminar. Ellos no se iban sino que me seguían mirando. Entré en la comisaría y me quité inmediatamente la bolsa. La tenía así (ella alargó la mano). Caminaba y pensaba: «Ahora... Ahora va a ocurrir»... Fue una sensación terrible. Mientras pensaba eso, la bomba estalló.</p><p></p><p>Zarema, igual que casi todas las demás bombas vivientes, fue explosionada con la ayuda de un mando a distancia. Pero por mucha presión psicológica a la que son sometidos los futuros terroristas, por más fármacos que se utilicen para tranquilizarles, son muy pocas las personas que son capaces de cometer un suicidio de una manera tan sangrienta.</p><p></p><p>Una de ellas, Aiza Gazúieva explosionó al comandante militar que había matado a su esposo, fue su venganza personal contra una persona concreta. Pero dudo mucho que ella hubiera accedido a viajar a miles de kilómetros de distancia para matar a personas civiles. Para conseguir algo así, hacen falta tecnologías, un control permanente y un mando a distancia.</p><p></p><p>Llevo 10 años investigando este tema: Chechenia, Daguestán, Israel... Hoy en día los ataques de los terroristas kamikaze se cometen regularmente también en Irak y Afganistán, y su geografía se va ampliando. Pero por mucho que cambien los nombres de las terroristas y la geografía de los atentados cometidos con su participación, las bases del reclutamiento y de preparación siguen siendo las mismas para todas.</p><p></p><p>El principio básico y fundamental consiste en que la futura viuda negra, que de momento ni siquiera sospecha nada de su misión, tiene que perder el contacto con su familia y quedar aislada. La futura kamikaze es llevada a un domicilio nuevo, normalmente un piso clandestino de alquiler, donde vive controlada. Zarema Inarkáieva fue raptada de su casa, la primera mujer kamikaze chechena Java Baráieva creció sin madre y abandonó la casa de su padre para unirse a una comunidad religiosa, desde la que salió más tarde para cometer su atentado.</p><p style="text-align: center"></p> <p style="text-align: center">Zarema, como la mayoría de las viudas negras, fue explosionada con un mando a distancia. Ella sobrevivió.</p><p></p><p>Las terroristas que participaron en el secuestro de rehenes en el teatro Dubrovka, en 2002, habían abandonado sus hogares o fueron secuestradas a finales de septiembre, aproximadamente tres o cuatro semanas antes del atentado. Durante todo este tiempo vivieron en casas transformadas en bases terroristas en pueblos chechenos o en pisos alquilados en San Petersburgo. Yanet Abdurajmánova, que hizo explotar un tren de metro en 2010, llevaba un año viviendo fuera de su casa y sin mantener contacto con su familia.</p><p></p><p>Los expertos a los que he consultado mientras estaba escribiendo mi nuevo libro The Dark Nuptials: The Making of a Female Suicide Bomber (Las bodas oscuras: la preparación de mujeres terroristas suicidas), militares y médicos, especialistas en neurofisiología, consideran que basta con dos meses para reformatear un cerebro humano. </p><p>Es decir, cumpliendo una serie de requisitos, una persona normal, psicológicamente sana puede ser transformada en un ser privado de voluntad propia, que, como mínimo, cogerá una bolsa y la llevará obediente adonde le digan. Incluso estará de acuerdo con que matar a multitud de personas inocentes sea una buena acción que hay que cometer en nombre de Alá.</p><p></p><p>Convertir a una persona en un instrumento de asesinato es una tarea complicada, y para cumplirla se necesita una serie de medidas psicológicas, farmacológicas y técnicas. En algunos casos también se usará la violencia. Algunas células terroristas contemporáneas actúan a la manera de la secta medieval de Los Asesinos, solo que en vez de opio utilizan sustancias psicotrópicas elaboradas en laboratorios especiales. Para trabajar con las mujeres también hay que disponer de una mujer mediadora. También se necesita la exaltación religiosa, de la que últimamente se echa mano con cada vez más frecuencia para convencer a los futuros terroristas.</p><p></p><p>Una nueva ola de atentados terroristas llevados a cabo por viudas negras empezó en Rusia en 2010. En aquel momento descubrí que las nuevas kamikazes, que ocuparon el lugar de las chicas afectadas por la guerra, eran completamente diferentes. No habían perdido a ningún familiar en la guerra. No tenían a quien vengar.</p><p></p><p><span style="font-size: 18px">Cómo se transforman</span></p><p>Crecieron en tiempos de paz, con libertad y consumismo, pero al final se acabaron uniendo a grupos religiosos radicales. La kamikaze Naída Asiyálova, según la versión de la policía, habría explosionado un autobús en octubre de 2013 en Volgogrado, tal y como cuenta su madre, siempre había sido una chica laica, muy aficionada a la ropa bonita, los cosméticos y las joyas. «Cambió muchísimo aproximadamente hace un año, cuando apareció en casa con un hiyab. Yo estaba completamente contrariada, no podía creer que Naída pudiera llevar el velo islámico».</p><p></p><p>Para entender cómo una chica nada religiosa que sabía varios idiomas (aparte de su avar materno, tenía un buen nivel de ruso, inglés y turco) y había vivido en Turquía y en Moscú se convirtió de repente en una islamista acérrima y acabó en un autobús explosionado, fui a Daguestán y desde su capital hice un viaje de varias horas para llegar al pueblo de Gunib, en la montaña. Es un lugar muy pintoresco, parecido a Suiza. Fue aquí, en Gunib, entre sus rocas verticales, sus montes y sus prados alpinos donde tuvo lugar la última batalla de la guerra ruso-caucásica, en la que el jefe de los montañeros, el imam Shamil se rindió ante el ejército zarista.</p><p></p><p>La historia que me contaron allí fue muy esclarecedora. A principios de 1980 Ravzat, la madre de Naída, fue abandonada por su marido con tres hijas pequeñas. Para sobrevivir, Ravzat se vio obligada a trabajar día y noche, mientras que las tres niñas fueron acogidas por sus abuelos. Para evitar todo tipo de rumores en un pueblo muy patriarcal, el abuelo adoptó a las tres nietas como hijas suyas y se las llevó a vivir a su casa, mientras Ravzat trabajaba en varios sitios a la vez, pasando a sus padres una parte del dinero que ganaba.</p><p></p><p>«Las dos hijas mayores no la tenían tan asumido como Naída, la pequeña, que nunca llegó a perdonarme. Daba igual lo que le dijera, ella siempre me llevaba la contraria. Claro que aquellos salafistas con los que se había marchado no le recriminaban las cosas que le recriminaba yo. La última vez que la vi ella me dijo que yo no era familia suya, que a partir de ahora su familia sería su comunidad religiosa».</p><p></p><p>Se sabe que Naída, que residía en Moscú, donde la vida se hacía cada vez más cara, tenía que ganar mucho dinero para alquilar un piso y poder vivir en la capital. Cuando empezó a tener problemas con el trabajo, ya no tuvo dónde vivir y se acabó casando con el hijo de un militar ruso que había abrazado el islam.</p><p></p><p>Vivió con él en las afueras de Moscú, en una zona para militares, y más tarde alguien les propuso que fueran a vivir a Daguestán. Allí la comunidad religiosa alquiló un piso para ellos y les prestó todo su apoyo. Es verdad que las comunidades islamistas radicales se caracterizan por un espíritu fraternal y ayuda mutua, pero el precio de esta ayuda es muy alto: en un momento dado, al miembro de la comunidad se le puede exigir que participe en cualquier tipo de operación especial, y es imposible negarse, ya que uno se lo debe todo a la comunidad.</p><p></p><p style="text-align: center">Naís se inmoló en octubre. Antes era una chica laica, aficionada a la ropa bonita y los cosméticos y políglota.</p><p></p><p>Los hechos hablan por sí mismos: el último año de su vida Naída Asiyálova vivió con sus amigas en un piso de alquiler en la ciudad de Majachkalá, sin ir a ver nunca a su madre. Tan sólo en septiembre, un mes antes del atentado, fue al pueblo vecino, a la boda de una familiar. Naída llevaba un velo islámico azul oscuro. «Es por vosotros que no llevo el velo negro, como lo hago siempre», explicó ella a la madre.</p><p></p><p>Ravzat recuerda que a Naída la dejaron estar sola en casa de los familiares por unos 20 minutos. Después entraron dos hombres barbudos y una chica, que dijeron que era hora de marcharse. «Mis hermanos me quieren mucho y se preocupan por mí», explicó Naída a su madre. Estaba claro que se fiaba de aquella gente, y que se encontraba bajo su control total. Naída no tenía ninguna enfermedad, presentaba un aspecto muy saludable, y la madre no entiende en absoluto por qué motivos ella podía haber cometido el atentado. «¿A lo mejor simplemente la engañaron? ¿A lo mejor ni siquiera sabía qué llevaba en aquella bolsa?», me pregunta, pero la respuesta solo la sabría Naída.</p><p></p><p>Las amigas de Asiyálova desaparecieron del piso donde vivían. Después del atentado, en Daguestán se empezaron a revisar todos los pisos, a nivel masivo, pero la búsqueda no aportó resultados. ¡El siguiente atentado, más sangriento todavía, ocurrió en la estación de trenes de la misma ciudad, Volgogrado el pasado domingo! Al principio la instrucción del caso hizo público el nombre de una terrorista kamikaze, Oxana Aslánova, amiga de Naída Asiyálova, pero más tarde, para evitar conflictos interétnicos en el país, la policía cambió esta información asegurando que el kamikaze había sido un hombre eslavo.</p><p></p><p>Varios jóvenes, amigos de Asiýalova, siguen desaparecidos hasta hoy. La madre de Naída Asiyálova está viviendo el drama más terrible de su vida. La veo sentada delante de mí, tan bajita, una mujer de piernas doloridas que se niegan a caminar. «He vivido una vida tan dura, pasando tantas penas, tantas necesidades, todo ello para criar a mis hijas, y ahora tengo que pasar tanta vergüenza ante la gente», solloza. «Me he quedado paralítica después de que me llevaran a identificar el cadáver y comprobé que era Naída.»</p><p></p><p>En aquellas historias se repite incesantemente el mismo patrón: los padres que pierden a los hijos; los hijos, a los padres. Son pérdidas sufridas por ambas partes. Recuerdo a una joven que vi en el edificio del Escuadrón Policial para Propósitos Especiales (OMON), en 2004. Fue detenida en vísperas de un atentado, gracias a la eficacia del servicio de inteligencia. Cuando la detuvieron, estaba toda vestida de negro, se negaba a comer y a beber y solo pedía que le dejaran morir.</p><p></p><p>Se encontraba en estado crítico. Un amigo mío, que no la entregó a los servicios especiales rusos y la dejó con vida, le dijo: «¿Pero quién crees que va a criar a tu hijo?». El niño tenía cuatro años, pero la madre ni siquiera quería verle y solo repetía que tenía que morir. Pasados unos meses, después de haber vuelto a la vida normal y a la familia, como resucitada, ella se dedicó a su hijo y emigró a Bélgica. Creo que en estas historias de las kamikazes todos somos víctimas, tanto nosotros como estas mujeres vestidas de negro. Son un instrumento para amenazarnos a nosotros, a los civiles, mientras que los que las utilizan y las convierten en bombas, casi nunca son capturados ni castigados.</p><p></p><p><span style="font-size: 22px">El lavado de cerebro.</span></p><p>La periodista Julia Jusik ha investigado el fenómeno de las mujeres «kamikaze» en distintos escenarios como Chechenia, Daguestán o Israel. Sus indagaciones le han permitido derribar el mito de que se inmolan para vengar al marido muerto. Al contrario, en muchos casos, cuenta son obligadas o sometidas a un lavado de cerebro que comienza con el aislamineto de su familia. Algunas incluso han sido raptadas.</p><p><a href="http://www.elmundo.es/cronica/2014/01/05/52c7dffe22601d14098b456b.html">http://www.elmundo.es/cronica/2014/01/05/52c7dffe22601d14098b456b.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Sebastian, post: 1482668, member: 8629"] [CENTER][B][SIZE=6]Viudas negras obligadas a inmolarse[/SIZE][/B][/CENTER] [LIST] [*][SIZE=5] [SIZE=4]La verdad oculta tras los atentados que sacuden Rusia [/SIZE] [/SIZE] [*][SIZE=4] La periodista que habló con una kamikaze rusa que sobrevivió a la explosión lo cuenta [/SIZE] [*][SIZE=4] No lo hacen voluntariamente, las drogan, amenazan a sus familias... [/SIZE] [/LIST] [IMG]http://estaticos01.elmundo.es/assets/multimedia/imagenes/2014/01/04/13888310521008.jpg[/IMG] JULIA JUSIK Moscú Conocí a Zarema Inarkáieva, que había explosionado una comisaría en la ciudad de Grozny en febrero de 2002, cuatro meses después del atentado. El hecho de poder entrevistar a una viuda negra superviviente fue una gran suerte para mí como periodista. Después del atentado fallido hubo una explosión, pero no fue suficientemente fuerte y la joven sobrevivió, pasando por una serie de intervenciones quirúrgicas. Zarema tuvo que vivir en una sección del ministerio del interior de Grozny bajo la protección policial de 24 horas. Lo que ella contó me ayudó a conocer la parte oculta del proceso de preparación de las mujeres kamikaze (se investiga si una de ellas, Oksana Aslánova, participó en el atentado del domingo pasado en Volgogrado --17 muertos--, colaborando con el terrorista Pável Pechonkin). Zarema creció sin padre y vivía con su madre. Camino de su casa fue raptada por un joven al que conocía un poco y al que respondía con una sonrisa cuando él le sonreía a ella. Contrajo con éste un matrimonio islámico y empezó a convivir con su marido en un piso de alquiler, donde aparte de ellos vivían otros dos hombres con sus respectivas novias. Así vivieron durante un tiempo hasta que en un momento dado empezaron a intercambiar parejas: dentro de su pequeña comunidad islámica empezó a prosperar la cohabitación poliamorosa. El marido de Zarema le explicó que sus amigos eran para él como hermanos y por lo tanto tenía que compartirlo todo con ellos. Poco tiempo después, los hombres decidieron deshacerse de las jóvenes utilizándolas en un atentado terrorista y cobrando dinero por ello. Las otras dos chicas se negaron a «llevar una bolsa a la comisaría», y una mañana Zarema vio que éstas habían desaparecido del piso. Se quedó sola, custodiada las 24 horas por alguno de los hombres. El piso estaba lleno de armas, había granadas, ametralladoras y pistolas. Su marido Shamil Garibékov dijo que era ella a la que le tocaba llevar la bolsa. Zarema se puso a llorar, pero le dijeron que si intentaba escaparse, la matarían a ella y también a su madre. Según contaba la joven, los hombres le añadían unas gotas al té y al agua. «Con ello me empezaba a sentir tranquila e indiferente. Todo me daba igual». Ella no tenía adónde escaparse, sospechaba que sus dos amigas habían sido asesinadas por haberse negado a cumplir la misión (fue cierto, más tarde los cuerpos de las dos chicas aparecieron en un distrito de Grozny llamado Chernorechiye). --Shamil me dio una bolsa, me ordenó que la llevara en el hombro y que no me la quitara por nada del mundo. Salí del coche y empecé a caminar. Ellos no se iban sino que me seguían mirando. Entré en la comisaría y me quité inmediatamente la bolsa. La tenía así (ella alargó la mano). Caminaba y pensaba: «Ahora... Ahora va a ocurrir»... Fue una sensación terrible. Mientras pensaba eso, la bomba estalló. Zarema, igual que casi todas las demás bombas vivientes, fue explosionada con la ayuda de un mando a distancia. Pero por mucha presión psicológica a la que son sometidos los futuros terroristas, por más fármacos que se utilicen para tranquilizarles, son muy pocas las personas que son capaces de cometer un suicidio de una manera tan sangrienta. Una de ellas, Aiza Gazúieva explosionó al comandante militar que había matado a su esposo, fue su venganza personal contra una persona concreta. Pero dudo mucho que ella hubiera accedido a viajar a miles de kilómetros de distancia para matar a personas civiles. Para conseguir algo así, hacen falta tecnologías, un control permanente y un mando a distancia. Llevo 10 años investigando este tema: Chechenia, Daguestán, Israel... Hoy en día los ataques de los terroristas kamikaze se cometen regularmente también en Irak y Afganistán, y su geografía se va ampliando. Pero por mucho que cambien los nombres de las terroristas y la geografía de los atentados cometidos con su participación, las bases del reclutamiento y de preparación siguen siendo las mismas para todas. El principio básico y fundamental consiste en que la futura viuda negra, que de momento ni siquiera sospecha nada de su misión, tiene que perder el contacto con su familia y quedar aislada. La futura kamikaze es llevada a un domicilio nuevo, normalmente un piso clandestino de alquiler, donde vive controlada. Zarema Inarkáieva fue raptada de su casa, la primera mujer kamikaze chechena Java Baráieva creció sin madre y abandonó la casa de su padre para unirse a una comunidad religiosa, desde la que salió más tarde para cometer su atentado. [CENTER] Zarema, como la mayoría de las viudas negras, fue explosionada con un mando a distancia. Ella sobrevivió.[/CENTER] Las terroristas que participaron en el secuestro de rehenes en el teatro Dubrovka, en 2002, habían abandonado sus hogares o fueron secuestradas a finales de septiembre, aproximadamente tres o cuatro semanas antes del atentado. Durante todo este tiempo vivieron en casas transformadas en bases terroristas en pueblos chechenos o en pisos alquilados en San Petersburgo. Yanet Abdurajmánova, que hizo explotar un tren de metro en 2010, llevaba un año viviendo fuera de su casa y sin mantener contacto con su familia. Los expertos a los que he consultado mientras estaba escribiendo mi nuevo libro The Dark Nuptials: The Making of a Female Suicide Bomber (Las bodas oscuras: la preparación de mujeres terroristas suicidas), militares y médicos, especialistas en neurofisiología, consideran que basta con dos meses para reformatear un cerebro humano. Es decir, cumpliendo una serie de requisitos, una persona normal, psicológicamente sana puede ser transformada en un ser privado de voluntad propia, que, como mínimo, cogerá una bolsa y la llevará obediente adonde le digan. Incluso estará de acuerdo con que matar a multitud de personas inocentes sea una buena acción que hay que cometer en nombre de Alá. Convertir a una persona en un instrumento de asesinato es una tarea complicada, y para cumplirla se necesita una serie de medidas psicológicas, farmacológicas y técnicas. En algunos casos también se usará la violencia. Algunas células terroristas contemporáneas actúan a la manera de la secta medieval de Los Asesinos, solo que en vez de opio utilizan sustancias psicotrópicas elaboradas en laboratorios especiales. Para trabajar con las mujeres también hay que disponer de una mujer mediadora. También se necesita la exaltación religiosa, de la que últimamente se echa mano con cada vez más frecuencia para convencer a los futuros terroristas. Una nueva ola de atentados terroristas llevados a cabo por viudas negras empezó en Rusia en 2010. En aquel momento descubrí que las nuevas kamikazes, que ocuparon el lugar de las chicas afectadas por la guerra, eran completamente diferentes. No habían perdido a ningún familiar en la guerra. No tenían a quien vengar. [SIZE=5]Cómo se transforman[/SIZE] Crecieron en tiempos de paz, con libertad y consumismo, pero al final se acabaron uniendo a grupos religiosos radicales. La kamikaze Naída Asiyálova, según la versión de la policía, habría explosionado un autobús en octubre de 2013 en Volgogrado, tal y como cuenta su madre, siempre había sido una chica laica, muy aficionada a la ropa bonita, los cosméticos y las joyas. «Cambió muchísimo aproximadamente hace un año, cuando apareció en casa con un hiyab. Yo estaba completamente contrariada, no podía creer que Naída pudiera llevar el velo islámico». Para entender cómo una chica nada religiosa que sabía varios idiomas (aparte de su avar materno, tenía un buen nivel de ruso, inglés y turco) y había vivido en Turquía y en Moscú se convirtió de repente en una islamista acérrima y acabó en un autobús explosionado, fui a Daguestán y desde su capital hice un viaje de varias horas para llegar al pueblo de Gunib, en la montaña. Es un lugar muy pintoresco, parecido a Suiza. Fue aquí, en Gunib, entre sus rocas verticales, sus montes y sus prados alpinos donde tuvo lugar la última batalla de la guerra ruso-caucásica, en la que el jefe de los montañeros, el imam Shamil se rindió ante el ejército zarista. La historia que me contaron allí fue muy esclarecedora. A principios de 1980 Ravzat, la madre de Naída, fue abandonada por su marido con tres hijas pequeñas. Para sobrevivir, Ravzat se vio obligada a trabajar día y noche, mientras que las tres niñas fueron acogidas por sus abuelos. Para evitar todo tipo de rumores en un pueblo muy patriarcal, el abuelo adoptó a las tres nietas como hijas suyas y se las llevó a vivir a su casa, mientras Ravzat trabajaba en varios sitios a la vez, pasando a sus padres una parte del dinero que ganaba. «Las dos hijas mayores no la tenían tan asumido como Naída, la pequeña, que nunca llegó a perdonarme. Daba igual lo que le dijera, ella siempre me llevaba la contraria. Claro que aquellos salafistas con los que se había marchado no le recriminaban las cosas que le recriminaba yo. La última vez que la vi ella me dijo que yo no era familia suya, que a partir de ahora su familia sería su comunidad religiosa». Se sabe que Naída, que residía en Moscú, donde la vida se hacía cada vez más cara, tenía que ganar mucho dinero para alquilar un piso y poder vivir en la capital. Cuando empezó a tener problemas con el trabajo, ya no tuvo dónde vivir y se acabó casando con el hijo de un militar ruso que había abrazado el islam. Vivió con él en las afueras de Moscú, en una zona para militares, y más tarde alguien les propuso que fueran a vivir a Daguestán. Allí la comunidad religiosa alquiló un piso para ellos y les prestó todo su apoyo. Es verdad que las comunidades islamistas radicales se caracterizan por un espíritu fraternal y ayuda mutua, pero el precio de esta ayuda es muy alto: en un momento dado, al miembro de la comunidad se le puede exigir que participe en cualquier tipo de operación especial, y es imposible negarse, ya que uno se lo debe todo a la comunidad. [CENTER]Naís se inmoló en octubre. Antes era una chica laica, aficionada a la ropa bonita y los cosméticos y políglota.[/CENTER] Los hechos hablan por sí mismos: el último año de su vida Naída Asiyálova vivió con sus amigas en un piso de alquiler en la ciudad de Majachkalá, sin ir a ver nunca a su madre. Tan sólo en septiembre, un mes antes del atentado, fue al pueblo vecino, a la boda de una familiar. Naída llevaba un velo islámico azul oscuro. «Es por vosotros que no llevo el velo negro, como lo hago siempre», explicó ella a la madre. Ravzat recuerda que a Naída la dejaron estar sola en casa de los familiares por unos 20 minutos. Después entraron dos hombres barbudos y una chica, que dijeron que era hora de marcharse. «Mis hermanos me quieren mucho y se preocupan por mí», explicó Naída a su madre. Estaba claro que se fiaba de aquella gente, y que se encontraba bajo su control total. Naída no tenía ninguna enfermedad, presentaba un aspecto muy saludable, y la madre no entiende en absoluto por qué motivos ella podía haber cometido el atentado. «¿A lo mejor simplemente la engañaron? ¿A lo mejor ni siquiera sabía qué llevaba en aquella bolsa?», me pregunta, pero la respuesta solo la sabría Naída. Las amigas de Asiyálova desaparecieron del piso donde vivían. Después del atentado, en Daguestán se empezaron a revisar todos los pisos, a nivel masivo, pero la búsqueda no aportó resultados. ¡El siguiente atentado, más sangriento todavía, ocurrió en la estación de trenes de la misma ciudad, Volgogrado el pasado domingo! Al principio la instrucción del caso hizo público el nombre de una terrorista kamikaze, Oxana Aslánova, amiga de Naída Asiyálova, pero más tarde, para evitar conflictos interétnicos en el país, la policía cambió esta información asegurando que el kamikaze había sido un hombre eslavo. Varios jóvenes, amigos de Asiýalova, siguen desaparecidos hasta hoy. La madre de Naída Asiyálova está viviendo el drama más terrible de su vida. La veo sentada delante de mí, tan bajita, una mujer de piernas doloridas que se niegan a caminar. «He vivido una vida tan dura, pasando tantas penas, tantas necesidades, todo ello para criar a mis hijas, y ahora tengo que pasar tanta vergüenza ante la gente», solloza. «Me he quedado paralítica después de que me llevaran a identificar el cadáver y comprobé que era Naída.» En aquellas historias se repite incesantemente el mismo patrón: los padres que pierden a los hijos; los hijos, a los padres. Son pérdidas sufridas por ambas partes. Recuerdo a una joven que vi en el edificio del Escuadrón Policial para Propósitos Especiales (OMON), en 2004. Fue detenida en vísperas de un atentado, gracias a la eficacia del servicio de inteligencia. Cuando la detuvieron, estaba toda vestida de negro, se negaba a comer y a beber y solo pedía que le dejaran morir. Se encontraba en estado crítico. Un amigo mío, que no la entregó a los servicios especiales rusos y la dejó con vida, le dijo: «¿Pero quién crees que va a criar a tu hijo?». El niño tenía cuatro años, pero la madre ni siquiera quería verle y solo repetía que tenía que morir. Pasados unos meses, después de haber vuelto a la vida normal y a la familia, como resucitada, ella se dedicó a su hijo y emigró a Bélgica. Creo que en estas historias de las kamikazes todos somos víctimas, tanto nosotros como estas mujeres vestidas de negro. Son un instrumento para amenazarnos a nosotros, a los civiles, mientras que los que las utilizan y las convierten en bombas, casi nunca son capturados ni castigados. [SIZE=6]El lavado de cerebro.[/SIZE] La periodista Julia Jusik ha investigado el fenómeno de las mujeres «kamikaze» en distintos escenarios como Chechenia, Daguestán o Israel. Sus indagaciones le han permitido derribar el mito de que se inmolan para vengar al marido muerto. Al contrario, en muchos casos, cuenta son obligadas o sometidas a un lavado de cerebro que comienza con el aislamineto de su familia. Algunas incluso han sido raptadas. [url]http://www.elmundo.es/cronica/2014/01/05/52c7dffe22601d14098b456b.html[/url] [/QUOTE]
Insertar citas…
Verificación
¿Cuanto es 2 mas 6? (en letras)
Responder
Inicio
Foros
Area Militar General
Temas de Defensa General
Noticias de Rusia
Este sitio usa cookies. Para continuar usando este sitio, se debe aceptar nuestro uso de cookies.
Aceptar
Más información.…
Arriba