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<blockquote data-quote="Sebastian" data-source="post: 1238357" data-attributes="member: 8629"><p style="text-align: center"><span style="font-size: 22px"><strong>El volcán sirio</strong></span></p><p><span style="font-size: 18px"><span style="font-size: 12px">Una intervención extranjera fragmentaría el país en pequeños cantones étnico-confesionales</span></span></p><p></p><p>La presión para intervenir en Siria se hace cada vez más fuerte. Los argumentos a favor de esta posición se pueden reducir a uno solo: el humanitario. De hecho, Bachar el Asad está destrozando a una parte de su pueblo, culpable de haber tomado las armas. Es de sobra conocido el desarrollo de esta siniestra historia. Ha habido un levantamiento democrático en el hilo de las revoluciones árabes, una represión violenta y una “confesionalización” del conflicto por parte del clan alauí de los Asad; una radicalización de la contienda con la intervención de Catar, Arabia Saudí y Turquía; y un apoyo contrario de Rusia e Irán al dictador sirio. Todo ello para desembocar en una intervención, ya evidente, en el terreno por parte de la CIA y de los servicios secretos de varios países occidentales, transmitiendo información y proporcionando armas y ayuda a los insurgentes. Estos últimos también se han radicalizado: los islamistas más rancios y reaccionarios dirigen ahora la batalla en el terreno, la oposición exterior no cuenta para nada, y algunos gobiernos occidentales están a la búsqueda de un Gobierno de transición para conseguir una llamada a la acción armada.</p><p></p><p>Los partidarios de la intervención intentan suavizar su punto de vista, arguyendo que se trataría tan solo de una “exclusión aérea” para proteger a la población civil e impedir a la aviación del dictador acabar con el levantamiento. En realidad, van a añadir a la guerra civil siria otra guerra regional.</p><p>Primero, la intervención va a provocar la destrucción del Estado laico sirio con su consiguiente transformación o en un protectorado de Estados Unidos y Arabia Saudí o, algo mucho más probable, en una fragmentación de pequeños cantones étnico-confesionales. ¡Otro Líbano!</p><p></p><p>Segundo, la victoria de un poder islamista ultraconservador llevará, inevitablemente, a una larga guerra civil, pues la secularización del sistema institucional es una necesidad inherente al mantenimiento de Siria como conjunto político nacional independiente, debido precisamente al equilibrio interconfesional. Éste ha sido siempre el único modelo que podía reunir a todos los sirios. Por no haberlo entendido, Francia perdió su influencia en Siria después de la Primera Guerra Mundial.</p><p></p><p>Tercero, todo ello supone el éxito de la intervención extranjera. Ahora bien, nada hay menos seguro. Bien es sabido, hoy por hoy, que el Ejército sirio no está totalmente comprometido con la batalla. Son las milicias del hermano de El Asad las que están plenamente metidas en la represión. Una intervención exterior puede arrebatar las riendas a El Asad y dar lugar a una verdadera guerra de liberación nacional con un Ejército fuerte, organizado y patriótico; a diferencia de Libia, donde el Ejército era mucho más débil. Además, la intervención aérea “limitada”, tal y como se había previsto en Libia con la resolución 1773 de la ONU, es un mito. El caso libio demuestra que, una vez puesta en marcha, la zona de exclusión desarrolla una dinámica interna propia que va más allá y que puede desembocar incluso en el bombardeo de Damasco por parte de la aviación occidental. ¡Eso sin pensar en las consecuencias simbólicas y políticas en el mundo árabe! Estados Unidos no quiere ahora entrar en esta aventura; tampoco los israelíes.</p><p></p><p>Cuarto, es imposible desvincular este conflicto interno sirio de sus ramificaciones geopolíticas. Rusia no aceptará la intervención: ¡Difícilmente se puede imaginar a un Vladímir Putin empezando su nuevo mandato con una capitulación frente a Occidente! Tampoco Irán lo aceptará, pues sabe a ciencia cierta que la desaparición del régimen sirio significaría su debilitamiento definitivo en Oriente Próximo. Ambos países reaccionarían inevitablemente. Misma consecuencia para Líbano. Entrará en la guerra civil y no saldrá de ella antes de que se haya encontrado una solución para Siria.</p><p></p><p>¿Significa todo esto que no se puede hacer nada? No. Hay que relanzar el plan de paz de Annan; proponer a Rusia y a China una interposición —incluso con soldados de ambos países— de los cascos azules de la ONU para proteger a los civiles. El nuevo enviado de la ONU para Siria, el argelino Lajdar Brahimi, lo ha dicho de forma clara: buscará una solución política frente a los que, desde las capitales occidentales, quieren añadir más sangre. Él, quien gestionó para Naciones Unidas el desastre provocado por la intervención americano-británica en Irak después de 2003, sabe de qué habla. La solución política es doble: salida negociada de El Asad y formación de un Gobierno de transición que represente no solo a los islamistas armados, sino a todas las fuerzas políticas sirias.</p><p><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/07/actualidad/1347035612_418506.html">http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/07/actualidad/1347035612_418506.html</a></p><p><span style="color: rgb(204,204,204)"><span style="font-size: 10px">--- merged: 10 Sep 2012 a las 01:31 ---</span></span></p><p></p><p style="text-align: center"><span style="font-size: 22px"><strong><span style="font-size: 22px"><strong>Intervenir en Siria</strong></span></strong></span></p> <p style="text-align: left"><span style="font-size: 18px"><strong><span style="font-size: 18px"><strong><span style="font-size: 12px">Las potencias occidentales temen involucrarse en un conflicto de perfiles caóticos y difusos</span></strong></span></strong></span></p><p>La intervención internacional en Siria puede haber empezado ya, aunque de forma desigual. Por una parte, se han detectado elementos yihadistas, próximos a Al Qaeda, entre las filas rebeldes. Al tiempo, EE UU acusa a Irán de lanzar ayuda militar al ejército sirio por medio de aviones que sobrevuelan Irak y le ha pedido al Gobierno de Bagdad, próximo a Teherán, que lo impida; como si ese devastado país dispusiera de los medios para controlar su espacio aéreo. Francia hace sonar los tambores de una intervención que sería inmediata si el régimen de El Asad llegara a usar armas químicas y sopesa armar a los rebeldes.</p><p></p><p>Intervenir en Siria sería una apuesta contra los elementos por parte de las potencias occidentales y de los regímenes árabes que pretenden debilitar a Irán en Siria. Los occidentales insisten, comprensiblemente, en actuar bajo la cobertura legal de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que Rusia y China, en defensa de sus propios intereses, vetan. Pero la ONU pierde peso en este conflicto. Tanto, que el nuevo mediador, el argelino Lakdhar Brahimi, ha calificado su tarea de “misión casi imposible”.</p><p></p><p>El caos político que reina en la oposición siria, con un abierto enfrentamiento entre el interior y el exterior, no facilita las cosas. Además, la geografía plantea un problema de enorme envergadura de cara a una posible intervención. Nunca le ha resultado fácil a Occidente intervenir en una guerra civil étnica. La de Siria lo es y no tiene buena solución. La elección bascula entre lo malo y lo peor</p><p>Armar a los rebeldes plantea el problema añadido de que no se sabe realmente a quién se está armando. Siria no es Libia. Pero en Libia, además de contar con la cobertura marítima y aérea, los occidentales también lograron poner orden entre las fuerzas rebeldes y convertirlas en algo parecido a un ejército. No cabe excluir acciones similares en Siria.</p><p></p><p>Lo único seguro de la dramática situación actual, que ya ha producido, según Naciones Unidas, más de 20.000 muertos, es que, como ha afirmado el presidente egipcio Mohamed Morsi, El Asad no va a durar. Pero nadie se atrave a vaticinar cuánto y qué reguero de sangre suplementario dejará. El caso es que mientras los occidentales no intervienen por aire, otros pueden estar haciéndolo por tierra en apoyo de una abyecta dictadura. ¿Se llegará tarde una vez más?</p><p><a href="http://elpais.com/elpais/2012/09/09/opinion/1347210110_346306.html">http://elpais.com/elpais/2012/09/09/opinion/1347210110_346306.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Sebastian, post: 1238357, member: 8629"] [CENTER][SIZE=6][B]El volcán sirio[/B][/SIZE][/CENTER] [SIZE=5][SIZE=3]Una intervención extranjera fragmentaría el país en pequeños cantones étnico-confesionales[/SIZE][/SIZE] La presión para intervenir en Siria se hace cada vez más fuerte. Los argumentos a favor de esta posición se pueden reducir a uno solo: el humanitario. De hecho, Bachar el Asad está destrozando a una parte de su pueblo, culpable de haber tomado las armas. Es de sobra conocido el desarrollo de esta siniestra historia. Ha habido un levantamiento democrático en el hilo de las revoluciones árabes, una represión violenta y una “confesionalización” del conflicto por parte del clan alauí de los Asad; una radicalización de la contienda con la intervención de Catar, Arabia Saudí y Turquía; y un apoyo contrario de Rusia e Irán al dictador sirio. Todo ello para desembocar en una intervención, ya evidente, en el terreno por parte de la CIA y de los servicios secretos de varios países occidentales, transmitiendo información y proporcionando armas y ayuda a los insurgentes. Estos últimos también se han radicalizado: los islamistas más rancios y reaccionarios dirigen ahora la batalla en el terreno, la oposición exterior no cuenta para nada, y algunos gobiernos occidentales están a la búsqueda de un Gobierno de transición para conseguir una llamada a la acción armada. Los partidarios de la intervención intentan suavizar su punto de vista, arguyendo que se trataría tan solo de una “exclusión aérea” para proteger a la población civil e impedir a la aviación del dictador acabar con el levantamiento. En realidad, van a añadir a la guerra civil siria otra guerra regional. Primero, la intervención va a provocar la destrucción del Estado laico sirio con su consiguiente transformación o en un protectorado de Estados Unidos y Arabia Saudí o, algo mucho más probable, en una fragmentación de pequeños cantones étnico-confesionales. ¡Otro Líbano! Segundo, la victoria de un poder islamista ultraconservador llevará, inevitablemente, a una larga guerra civil, pues la secularización del sistema institucional es una necesidad inherente al mantenimiento de Siria como conjunto político nacional independiente, debido precisamente al equilibrio interconfesional. Éste ha sido siempre el único modelo que podía reunir a todos los sirios. Por no haberlo entendido, Francia perdió su influencia en Siria después de la Primera Guerra Mundial. Tercero, todo ello supone el éxito de la intervención extranjera. Ahora bien, nada hay menos seguro. Bien es sabido, hoy por hoy, que el Ejército sirio no está totalmente comprometido con la batalla. Son las milicias del hermano de El Asad las que están plenamente metidas en la represión. Una intervención exterior puede arrebatar las riendas a El Asad y dar lugar a una verdadera guerra de liberación nacional con un Ejército fuerte, organizado y patriótico; a diferencia de Libia, donde el Ejército era mucho más débil. Además, la intervención aérea “limitada”, tal y como se había previsto en Libia con la resolución 1773 de la ONU, es un mito. El caso libio demuestra que, una vez puesta en marcha, la zona de exclusión desarrolla una dinámica interna propia que va más allá y que puede desembocar incluso en el bombardeo de Damasco por parte de la aviación occidental. ¡Eso sin pensar en las consecuencias simbólicas y políticas en el mundo árabe! Estados Unidos no quiere ahora entrar en esta aventura; tampoco los israelíes. Cuarto, es imposible desvincular este conflicto interno sirio de sus ramificaciones geopolíticas. Rusia no aceptará la intervención: ¡Difícilmente se puede imaginar a un Vladímir Putin empezando su nuevo mandato con una capitulación frente a Occidente! Tampoco Irán lo aceptará, pues sabe a ciencia cierta que la desaparición del régimen sirio significaría su debilitamiento definitivo en Oriente Próximo. Ambos países reaccionarían inevitablemente. Misma consecuencia para Líbano. Entrará en la guerra civil y no saldrá de ella antes de que se haya encontrado una solución para Siria. ¿Significa todo esto que no se puede hacer nada? No. Hay que relanzar el plan de paz de Annan; proponer a Rusia y a China una interposición —incluso con soldados de ambos países— de los cascos azules de la ONU para proteger a los civiles. El nuevo enviado de la ONU para Siria, el argelino Lajdar Brahimi, lo ha dicho de forma clara: buscará una solución política frente a los que, desde las capitales occidentales, quieren añadir más sangre. Él, quien gestionó para Naciones Unidas el desastre provocado por la intervención americano-británica en Irak después de 2003, sabe de qué habla. La solución política es doble: salida negociada de El Asad y formación de un Gobierno de transición que represente no solo a los islamistas armados, sino a todas las fuerzas políticas sirias. [url]http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/07/actualidad/1347035612_418506.html[/url] [COLOR=rgb(204,204,204)][SIZE=2]--- merged: 10 Sep 2012 a las 01:31 ---[/SIZE][/COLOR] [CENTER][SIZE=6][B][SIZE=6][B]Intervenir en Siria[/B][/SIZE][/B][/SIZE][/CENTER] [LEFT][SIZE=5][B][SIZE=5][B][SIZE=3]Las potencias occidentales temen involucrarse en un conflicto de perfiles caóticos y difusos[/SIZE][/B][/SIZE][/B][/SIZE][/LEFT] La intervención internacional en Siria puede haber empezado ya, aunque de forma desigual. Por una parte, se han detectado elementos yihadistas, próximos a Al Qaeda, entre las filas rebeldes. Al tiempo, EE UU acusa a Irán de lanzar ayuda militar al ejército sirio por medio de aviones que sobrevuelan Irak y le ha pedido al Gobierno de Bagdad, próximo a Teherán, que lo impida; como si ese devastado país dispusiera de los medios para controlar su espacio aéreo. Francia hace sonar los tambores de una intervención que sería inmediata si el régimen de El Asad llegara a usar armas químicas y sopesa armar a los rebeldes. Intervenir en Siria sería una apuesta contra los elementos por parte de las potencias occidentales y de los regímenes árabes que pretenden debilitar a Irán en Siria. Los occidentales insisten, comprensiblemente, en actuar bajo la cobertura legal de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que Rusia y China, en defensa de sus propios intereses, vetan. Pero la ONU pierde peso en este conflicto. Tanto, que el nuevo mediador, el argelino Lakdhar Brahimi, ha calificado su tarea de “misión casi imposible”. El caos político que reina en la oposición siria, con un abierto enfrentamiento entre el interior y el exterior, no facilita las cosas. Además, la geografía plantea un problema de enorme envergadura de cara a una posible intervención. Nunca le ha resultado fácil a Occidente intervenir en una guerra civil étnica. La de Siria lo es y no tiene buena solución. La elección bascula entre lo malo y lo peor Armar a los rebeldes plantea el problema añadido de que no se sabe realmente a quién se está armando. Siria no es Libia. Pero en Libia, además de contar con la cobertura marítima y aérea, los occidentales también lograron poner orden entre las fuerzas rebeldes y convertirlas en algo parecido a un ejército. No cabe excluir acciones similares en Siria. Lo único seguro de la dramática situación actual, que ya ha producido, según Naciones Unidas, más de 20.000 muertos, es que, como ha afirmado el presidente egipcio Mohamed Morsi, El Asad no va a durar. Pero nadie se atrave a vaticinar cuánto y qué reguero de sangre suplementario dejará. El caso es que mientras los occidentales no intervienen por aire, otros pueden estar haciéndolo por tierra en apoyo de una abyecta dictadura. ¿Se llegará tarde una vez más? [url]http://elpais.com/elpais/2012/09/09/opinion/1347210110_346306.html[/url] [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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