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<blockquote data-quote="Sebastian" data-source="post: 1418451" data-attributes="member: 8629"><p style="text-align: center"><span style="font-size: 22px"><strong>Obama asegura que la comunidad internacional se juega el crédito en Siria</strong></span></p><p></p><p><span style="font-size: 12px"><strong>"Los europeos saben cuáles son las consecuencias cuando la comunidad internacional no reacciona", afirma el mandatario estadounidense</strong></span></p><p><a href="http://internacional.elpais.com/autor/antonio_cano/a/">Antonio Caño</a> Washington <a href="http://internacional.elpais.com/tag/fecha/20130904">4 SEP 2013 - 20:49 CET</a><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/04/actualidad/1378303056_699222.html#bloque_comentarios">652</a></p><p><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/04/actualidad/1378303056_699222.html#bloque_comentarios"></a></p><p>Barack Obama empuja su causa por una intervención militar en Siria en dos frentes igualmente reacios y difíciles: el Congreso de Estados Unidos y la comunidad internacional. En ambos, no en él, recae la responsabilidad de responder adecuadamente <a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/21/actualidad/1377069192_104715.html">al supuesto uso de armas químicas por el régimen de Bachar el Asad</a>, sostuvo el presidente, que trata de romper su soledad actual con garantías de que no estamos ante un nuevo Irak y de que las pruebas de las que dispone para atacar merecen plena confianza.</p><p></p><p>“No fui yo quien trazó una línea roja, fue el mundo; no es mi credibilidad la que está en juego, es la de la comunidad internacional, la de EE UU y la del Congreso”, declaró este miércoles Obama en Suecia, donde se ha detenido antes de trasladarse a San Petesburgo para participar en la cumbre del G-20, donde la oposición de varios países a sus planes militares, seguramente, quedará patente.</p><p></p><p><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/31/actualidad/1377966613_603323.html">La situación tampoco es del todo favorable para Obama en el Congreso de su país</a>. Horas antes de procederse a la votación en el comité de Relaciones Exteriores del Senado, el ámbito que se anticipaba más favorable para el Gobierno, el senador John McCain, que un día antes había dicho que el rechazo al presidente sería “catastrófico”, anunció que no daría su respaldo a la resolución para el ataque en los términos restrictivos en que actualmente está redactada. McCain, que quiere una acción decisiva para derrocar a Asad, considera que la propuesta actual, que prohíbe el uso de fuerzas terrestres y limita la campaña militar a un máximo de 90 días, no servirá para cumplir los objetivos marcados.</p><p></p><p>Uno de los grandes obstáculos con los que Obama se encuentra para ganar apoyos a su iniciativa es la de la diversidad de la oposición a la que se enfrenta. Junto a críticas como las de McCain, que quiere más contundencia, existen en el Congreso otros que creen que la intervención militar prevista va demasiado lejos, que tiene demasiados riesgos o que no es necesario ninguna reacción en absoluto porque a EE UU no se le ha perdido nada en Siria.</p><p></p><p>La resistencia de la comunidad internacional, en cambio, está más claramente dominada por el recuerdo a la guerra de Irak. Obama así lo reconoció en Estocolmo. “Soy consciente”, dijo, “de que en el mundo, y aquí en Europa en particular, existe la memoria de Irak y de las acusaciones sobre las armas de destrucción masiva, y que la gente está preocupada sobre cómo de correcta es la información en esta ocasión”. “Tengan en cuenta”, añadió, “que yo soy alguien que se opuso a la guerra de Irak, y no estoy dispuesto a repetir esos errores basándome en falsos datos de inteligencia. Pero, después de haber procedido a una meticulosa evaluación de la información disponible, puedo decir con gran confianza que se usaron armas químicas y que partieron de Asad”.</p><p></p><p>El presidente ruso, Vladimir Putin, no le cree, y otros Gobiernos, como la propia Suecia, aunque le creen, no estiman correcto proceder a una acción militar sin autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, algo que Obama insistió en que había tratado de conseguir, sólo para estrellarse con lo que llamó “el muro” de Rusia.</p><p></p><p>Para contrarrestar a Rusia, el presidente norteamericano acude a la ayuda de la comunidad internacional en un momento particularmente desfavorable para él. Países como Alemania, Brasil o México, tres de los participantes en el G-20, están hoy más influidos por el escándalo de las escuchas reveladas por Edward Snowden que por la crisis humanitaria en Siria. Otros –John Kerry dijo en el Congreso que más de 30- le apoyan en privado, pero se resisten a hacerlo en público. Sólo Francia está determinada a poner sus barcos y sus aviones donde pone sus palabras. Llámese hipocresía o llámese realpolitik, pero lo cierto es que, así como existe una denuncia casi universal a los horrores presenciados en Siria, existe una escasa disposición a acompañar a Washington en una respuesta militar.</p><p></p><p>Mientras esto sucedía en Europa, en la colina del Capitolio la actividad era frenética y confusa. La declaración inicial de McCain obligó a consultas y negociaciones en busca de un acuerdo. Si la autorización para la intervención en Siria no consigue pasar el Senado, donde están representadas las fuerzas más centristas y prudentes, qué puede esperarse de la Cámara de Representantes, con decenas de miembros que no tienen escrúpulos en contradecir a sus líderes.</p><p></p><p>La Administración comenzó ayer a ablandar la posición de la Cámara con la comparecencia ante el comité de Relaciones Exteriores del mismo trío que un día antes había defendido el ataque a Siria en el Senado: el secretario de Estado, John Kerry, el secretario del Pentágono, Chuck Hagel, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Martin Dempsey. Los tres repitieron, más o menos, los argumentos esgrimidos ante la Cámara Alta: que esta no es una solicitud para llevar al pueblo norteamericano a la guerra, que se trata de una operación limitada en el tiempo y en los objetivos y que los riesgos de no responder son mucho mayores que los de hacerlo.</p><p></p><p>Todavía no es seguro que esos argumentos sirvan en el Congreso, pero de momento no han servido entre la opinión pública. En ninguna de las encuestas conocidas hasta ahora el respaldo a la decisión del presidente llega al 30%. Durante la comparecencia esta mañana de Kerry, Hagel y Dempsey, se vieron entre el público varias manos teñidas de rojo que ilustran esos datos.</p><p></p><p>En las últimos días, el Gobierno ha ido aportando discretamente otro elemento a su estrategia en Siria destinado a convencer a un sector de la oposición. Varios medios de comunicación citan fuentes oficiales que aseguran que se va a intensificar y, probablemente, poner en manos del Pentágono el entrenamiento de los rebeldes sirios con el propósito de hacerlos más eficaces y más fiables.</p><p><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/04/actualidad/1378303056_699222.html">http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/04/actualidad/1378303056_699222.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Sebastian, post: 1418451, member: 8629"] [CENTER][SIZE=6][B]Obama asegura que la comunidad internacional se juega el crédito en Siria[/B][/SIZE][/CENTER] [SIZE=5][B][/B][/SIZE] [SIZE=3][B]"Los europeos saben cuáles son las consecuencias cuando la comunidad internacional no reacciona", afirma el mandatario estadounidense[/B][/SIZE] [URL='http://internacional.elpais.com/autor/antonio_cano/a/']Antonio Caño[/URL] Washington [URL='http://internacional.elpais.com/tag/fecha/20130904']4 SEP 2013 - 20:49 CET[/URL][URL='http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/04/actualidad/1378303056_699222.html#bloque_comentarios']652 [/URL] Barack Obama empuja su causa por una intervención militar en Siria en dos frentes igualmente reacios y difíciles: el Congreso de Estados Unidos y la comunidad internacional. En ambos, no en él, recae la responsabilidad de responder adecuadamente [URL='http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/21/actualidad/1377069192_104715.html']al supuesto uso de armas químicas por el régimen de Bachar el Asad[/URL], sostuvo el presidente, que trata de romper su soledad actual con garantías de que no estamos ante un nuevo Irak y de que las pruebas de las que dispone para atacar merecen plena confianza. “No fui yo quien trazó una línea roja, fue el mundo; no es mi credibilidad la que está en juego, es la de la comunidad internacional, la de EE UU y la del Congreso”, declaró este miércoles Obama en Suecia, donde se ha detenido antes de trasladarse a San Petesburgo para participar en la cumbre del G-20, donde la oposición de varios países a sus planes militares, seguramente, quedará patente. [URL='http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/31/actualidad/1377966613_603323.html']La situación tampoco es del todo favorable para Obama en el Congreso de su país[/URL]. Horas antes de procederse a la votación en el comité de Relaciones Exteriores del Senado, el ámbito que se anticipaba más favorable para el Gobierno, el senador John McCain, que un día antes había dicho que el rechazo al presidente sería “catastrófico”, anunció que no daría su respaldo a la resolución para el ataque en los términos restrictivos en que actualmente está redactada. McCain, que quiere una acción decisiva para derrocar a Asad, considera que la propuesta actual, que prohíbe el uso de fuerzas terrestres y limita la campaña militar a un máximo de 90 días, no servirá para cumplir los objetivos marcados. Uno de los grandes obstáculos con los que Obama se encuentra para ganar apoyos a su iniciativa es la de la diversidad de la oposición a la que se enfrenta. Junto a críticas como las de McCain, que quiere más contundencia, existen en el Congreso otros que creen que la intervención militar prevista va demasiado lejos, que tiene demasiados riesgos o que no es necesario ninguna reacción en absoluto porque a EE UU no se le ha perdido nada en Siria. La resistencia de la comunidad internacional, en cambio, está más claramente dominada por el recuerdo a la guerra de Irak. Obama así lo reconoció en Estocolmo. “Soy consciente”, dijo, “de que en el mundo, y aquí en Europa en particular, existe la memoria de Irak y de las acusaciones sobre las armas de destrucción masiva, y que la gente está preocupada sobre cómo de correcta es la información en esta ocasión”. “Tengan en cuenta”, añadió, “que yo soy alguien que se opuso a la guerra de Irak, y no estoy dispuesto a repetir esos errores basándome en falsos datos de inteligencia. Pero, después de haber procedido a una meticulosa evaluación de la información disponible, puedo decir con gran confianza que se usaron armas químicas y que partieron de Asad”. El presidente ruso, Vladimir Putin, no le cree, y otros Gobiernos, como la propia Suecia, aunque le creen, no estiman correcto proceder a una acción militar sin autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, algo que Obama insistió en que había tratado de conseguir, sólo para estrellarse con lo que llamó “el muro” de Rusia. Para contrarrestar a Rusia, el presidente norteamericano acude a la ayuda de la comunidad internacional en un momento particularmente desfavorable para él. Países como Alemania, Brasil o México, tres de los participantes en el G-20, están hoy más influidos por el escándalo de las escuchas reveladas por Edward Snowden que por la crisis humanitaria en Siria. Otros –John Kerry dijo en el Congreso que más de 30- le apoyan en privado, pero se resisten a hacerlo en público. Sólo Francia está determinada a poner sus barcos y sus aviones donde pone sus palabras. Llámese hipocresía o llámese realpolitik, pero lo cierto es que, así como existe una denuncia casi universal a los horrores presenciados en Siria, existe una escasa disposición a acompañar a Washington en una respuesta militar. Mientras esto sucedía en Europa, en la colina del Capitolio la actividad era frenética y confusa. La declaración inicial de McCain obligó a consultas y negociaciones en busca de un acuerdo. Si la autorización para la intervención en Siria no consigue pasar el Senado, donde están representadas las fuerzas más centristas y prudentes, qué puede esperarse de la Cámara de Representantes, con decenas de miembros que no tienen escrúpulos en contradecir a sus líderes. La Administración comenzó ayer a ablandar la posición de la Cámara con la comparecencia ante el comité de Relaciones Exteriores del mismo trío que un día antes había defendido el ataque a Siria en el Senado: el secretario de Estado, John Kerry, el secretario del Pentágono, Chuck Hagel, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Martin Dempsey. Los tres repitieron, más o menos, los argumentos esgrimidos ante la Cámara Alta: que esta no es una solicitud para llevar al pueblo norteamericano a la guerra, que se trata de una operación limitada en el tiempo y en los objetivos y que los riesgos de no responder son mucho mayores que los de hacerlo. Todavía no es seguro que esos argumentos sirvan en el Congreso, pero de momento no han servido entre la opinión pública. En ninguna de las encuestas conocidas hasta ahora el respaldo a la decisión del presidente llega al 30%. Durante la comparecencia esta mañana de Kerry, Hagel y Dempsey, se vieron entre el público varias manos teñidas de rojo que ilustran esos datos. En las últimos días, el Gobierno ha ido aportando discretamente otro elemento a su estrategia en Siria destinado a convencer a un sector de la oposición. Varios medios de comunicación citan fuentes oficiales que aseguran que se va a intensificar y, probablemente, poner en manos del Pentágono el entrenamiento de los rebeldes sirios con el propósito de hacerlos más eficaces y más fiables. [url]http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/04/actualidad/1378303056_699222.html[/url] [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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