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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1420505" data-attributes="member: 50"><p><span style="font-size: 18px"><strong>La vida miserable de los sirios, en el mayor campo de refugiados del mundo</strong></span></p><p></p><p><strong>Son 580 mil personas en carpas. Una explosiva mezcla social, donde impera la mafia, el tráfico de armas y drogas.</strong></p><p>No es un campo de refugiados más. Con el viento del desierto volando y sobre un terreno pedregoso y desolado, Zaatari es hoy <strong>el campo de refugiados más grande del mundo</strong> y la cuarta ciudad jordana. En carpas para los que recién llegan y casillas prefabricadas para los que llevan más de 12 meses, viven <strong>580.000 sirios</strong> que han huido de la guerra civil sectaria que enfrenta al régimen alauita, con el apoyo de la guerrilla libanesa de Hezbollah y los peshmergas iraníes, con los rebeldes sunitas.</p><p>Ellos representan la enorme crisis humanitaria que el conflicto ha generado y tiene a 4 millones de personas desplazadas de sus casas en los países fronterizos a Siria. La tragedia solo va a agigantarse si hay una acción militar occidental y la presión presupuestaria explotará sobre los países que los alojan.</p><p><strong>Este campo solo cuesta medio millón de dólares diarios</strong>.</p><p>Bajo el control del gobierno jordano y con el apoyo logístico y de <em>management</em> del ACNUR y agencias humanitarias internacionales, Zaatari es diferente. Con sus ocho secciones parece <strong>una ciudad, miserable, tensa, militarizada</strong>, a 12 kilómetros de la frontera siria. Hasta tiene su propia avenida, que los residentes han bautizado Champs Elyssées, donde se alinean precarias verdulerías, boutiques de ropa en perchas, kiosco, un lugar donde venden <strong>un vestido de novia</strong> y televisores. Un shopping de la miseria, con un solo significado: los que allí viven <strong>saben que se van a quedar mucho tiempo</strong> y Jordania también. Por eso buscan organizarlo como una ciudad permanente y básica.</p><p>La clase media siria desamparada se codea en Zaatari con los que nunca imaginó: beduinos, albañiles, verduleros y camelleros. Los bombardeos, la violencia y los ataques químicos son los responsables de esta <strong>impensada y explosiva “melange” social</strong>, que ha dado al campo una connotación diferente. Hasta un refugiado construyó en esa desolación una precaria pileta de natación y cobra 1,40 dólar la media hora para que sus vecinos naden. Ni unos ni otros tienen dinero y aplican la imaginación para conseguirlo. Una buena parte de los refugiados tenían e imaginaban a su llegada otros estándares de vida. Un difícil desafío para la convivencia y para las agencias humanitarias que la organizan.</p><p>Fátima, una ama de casa de familia comerciante, descansa sobre el delgado colchón que le dio ACNUR, en una carpa limpia como ninguna. “Yo esperaba una casa, un salón y el baño”. Llegó de Ghuta, en el amanecer tras los ataques químicos, y <strong>todas sus pertenencias están guardadas en una bolsa de plástico</strong>. No consigue una familia jordana que la patrocine para alquilar una casa en algún lado.</p><p>Los recientes supuestos ataques químicos hicieron huir en masa a los que vivían en sus alrededores. La información les fue llegando boca a boca y nadie dudó en partir. Para ellos, ésa era también “la línea roja” que volvía a sus pueblos inhabitables.</p><p>Mohamed al Said lideró a 45 vecinos en la partida esa misma madrugada. Este granjero y camellero de Ghuta dejó tres hermanas detrás. “Nosotros estábamos a 20 kilómetros de los ataques químicos. Decían que era el ejército. Nos enteramos por los vecinos. Todos morían cuando dormían. Huimos al amanecer en taxis. Lo que pasa en Siria nadie lo ve en la TV. No diferencian entre mujeres, ancianos y chicos”, contó en su tienda.</p><p>“Teníamos mucho miedo a los aviones y había lugares a los que solo podíamos ir de noche. A buscar comida o agua. Era peligroso porque bombardeaban los tanques de agua”, relató.</p><p>Ahmad al Ahmad también llegó desde Ghuta, en los suburbios del este de Damasco. Este no es el verdadero nombre de este frutero sirio pero teme represalias contra los familiares que quedaron allí. Las teme porque las ha visto y conoce su brutalidad, incluidos sus dos sobrinos como víctimas. Su área fue rodeada por los soldados sirios y por Hezbollah, que ha conseguido para el régimen de Assad reconquistar un territorio que tenía perdido en el avance de la ofensiva rebelde.</p><p>Cubierto con su kukiyya colorada y blanca en la cabeza, hace un gesto universal para explicarlo: <strong>se pasa su mano por la garganta</strong>, como símbolo de degollamiento. “Yo vi actuar a Hezbollah en Siria. Ghuta está rodeada por ellos y bombardean todo el tiempo”, testimonió. “Nadie puede salir. La gente está sufriendo. Si la capturan, la matan o le cortan la lengua, las orejas. Hay desaparecidos. Nadie saben dónde están”, cuenta. Sus dichos no se pueden chequear pero <strong>es una historia idéntica a la que repiten todos</strong> los que llegan de esa área al campo de refugiados.</p><p>Haled Al Joseph, verdulero y padre de cinco hijos, entró por la frontera días atrás con Samid, un adolescente de 17 años. El chico sobrevivió el ataque químico en Ghuta. “No podía respirar. Lo conseguimos llevar al hospital y le dieron 2 inyecciones”, explicó Haled. “Cuando se repuso, juntamos lo que pudimos y nos fuimos. Mi país se ha transformado en un infierno. Nadie sabe qué pasa al día siguiente. Falta comida y agua.</p><p><strong>Bombardean las casas o las milicias las saquean</strong>. Desaparece la gente, especialmente los jóvenes, y nadie sabe dónde están” contó.</p><p>En el campo de Zaatari, la tensión es palpable. Pueden salir hasta las cinco de la tarde pero deben regresar a esa hora. La entrada está controlada militarmente.</p><p><strong>Una “mafia” siria controla la vida diaria del campo</strong>. Los sirios han atacado a los agentes humanitarios que distribuyen pañales o carpas o los preciados <em>containers</em> para vivir. Roban agua de los camiones. Se cuelgan de los cables de luz para poder conectar ventiladores en sus carpas cuando la temperatura llega a 40 grados. Quieren tener un baño en su carpa y no ir a los comunitarios, generando serios problemas sanitarios potencialmente alarmantes. Como nadie tiene dinero, <strong>hay prostitución, tráfico de drogas y de armas</strong> porque los rebeldes tienen allí sus familiares. Ante este cuadro, muchos refugiados prefieren regresar a Siria porque la convivencia con sus vecinos se les vuelve insoportable. En un solo día a veces hay más de 300 repatriados.</p><p>¿Una acción militar occidental punitiva? Los refugiados odian a Al Assad. Pero de acuerdo a su procedencia, tampoco aceptan el comportamiento de los rebeldes sunitas, especialmente extranjeros. Temen por igual a los “jihadistas”, que están liderando la batalla y usan métodos tan brutales como los del régimen.</p><p>Pero Sheima, una maestra que perdió a su hermano y su cuñado en los ataques químicos de marzo, tiene miedo a una sola cosa: que Bashar use a la gente como escudos humanos. “Está moviendo al ejército y a los soldados de las bases y va a poner gente que está en prisión”, alerta. “Esta es la gente que va a sufrir. Si Obama ataca los cuarteles, no va a haber soldados sino prisioneros de al Assad.</p><p>clarin</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1420505, member: 50"] [SIZE=5][B]La vida miserable de los sirios, en el mayor campo de refugiados del mundo[/B][/SIZE] [B]Son 580 mil personas en carpas. Una explosiva mezcla social, donde impera la mafia, el tráfico de armas y drogas.[/B] No es un campo de refugiados más. Con el viento del desierto volando y sobre un terreno pedregoso y desolado, Zaatari es hoy [B]el campo de refugiados más grande del mundo[/B] y la cuarta ciudad jordana. En carpas para los que recién llegan y casillas prefabricadas para los que llevan más de 12 meses, viven [B]580.000 sirios[/B] que han huido de la guerra civil sectaria que enfrenta al régimen alauita, con el apoyo de la guerrilla libanesa de Hezbollah y los peshmergas iraníes, con los rebeldes sunitas. Ellos representan la enorme crisis humanitaria que el conflicto ha generado y tiene a 4 millones de personas desplazadas de sus casas en los países fronterizos a Siria. La tragedia solo va a agigantarse si hay una acción militar occidental y la presión presupuestaria explotará sobre los países que los alojan. [B]Este campo solo cuesta medio millón de dólares diarios[/B]. Bajo el control del gobierno jordano y con el apoyo logístico y de [I]management[/I] del ACNUR y agencias humanitarias internacionales, Zaatari es diferente. Con sus ocho secciones parece [B]una ciudad, miserable, tensa, militarizada[/B], a 12 kilómetros de la frontera siria. Hasta tiene su propia avenida, que los residentes han bautizado Champs Elyssées, donde se alinean precarias verdulerías, boutiques de ropa en perchas, kiosco, un lugar donde venden [B]un vestido de novia[/B] y televisores. Un shopping de la miseria, con un solo significado: los que allí viven [B]saben que se van a quedar mucho tiempo[/B] y Jordania también. Por eso buscan organizarlo como una ciudad permanente y básica. La clase media siria desamparada se codea en Zaatari con los que nunca imaginó: beduinos, albañiles, verduleros y camelleros. Los bombardeos, la violencia y los ataques químicos son los responsables de esta [B]impensada y explosiva “melange” social[/B], que ha dado al campo una connotación diferente. Hasta un refugiado construyó en esa desolación una precaria pileta de natación y cobra 1,40 dólar la media hora para que sus vecinos naden. Ni unos ni otros tienen dinero y aplican la imaginación para conseguirlo. Una buena parte de los refugiados tenían e imaginaban a su llegada otros estándares de vida. Un difícil desafío para la convivencia y para las agencias humanitarias que la organizan. Fátima, una ama de casa de familia comerciante, descansa sobre el delgado colchón que le dio ACNUR, en una carpa limpia como ninguna. “Yo esperaba una casa, un salón y el baño”. Llegó de Ghuta, en el amanecer tras los ataques químicos, y [B]todas sus pertenencias están guardadas en una bolsa de plástico[/B]. No consigue una familia jordana que la patrocine para alquilar una casa en algún lado. Los recientes supuestos ataques químicos hicieron huir en masa a los que vivían en sus alrededores. La información les fue llegando boca a boca y nadie dudó en partir. Para ellos, ésa era también “la línea roja” que volvía a sus pueblos inhabitables. Mohamed al Said lideró a 45 vecinos en la partida esa misma madrugada. Este granjero y camellero de Ghuta dejó tres hermanas detrás. “Nosotros estábamos a 20 kilómetros de los ataques químicos. Decían que era el ejército. Nos enteramos por los vecinos. Todos morían cuando dormían. Huimos al amanecer en taxis. Lo que pasa en Siria nadie lo ve en la TV. No diferencian entre mujeres, ancianos y chicos”, contó en su tienda. “Teníamos mucho miedo a los aviones y había lugares a los que solo podíamos ir de noche. A buscar comida o agua. Era peligroso porque bombardeaban los tanques de agua”, relató. Ahmad al Ahmad también llegó desde Ghuta, en los suburbios del este de Damasco. Este no es el verdadero nombre de este frutero sirio pero teme represalias contra los familiares que quedaron allí. Las teme porque las ha visto y conoce su brutalidad, incluidos sus dos sobrinos como víctimas. Su área fue rodeada por los soldados sirios y por Hezbollah, que ha conseguido para el régimen de Assad reconquistar un territorio que tenía perdido en el avance de la ofensiva rebelde. Cubierto con su kukiyya colorada y blanca en la cabeza, hace un gesto universal para explicarlo: [B]se pasa su mano por la garganta[/B], como símbolo de degollamiento. “Yo vi actuar a Hezbollah en Siria. Ghuta está rodeada por ellos y bombardean todo el tiempo”, testimonió. “Nadie puede salir. La gente está sufriendo. Si la capturan, la matan o le cortan la lengua, las orejas. Hay desaparecidos. Nadie saben dónde están”, cuenta. Sus dichos no se pueden chequear pero [B]es una historia idéntica a la que repiten todos[/B] los que llegan de esa área al campo de refugiados. Haled Al Joseph, verdulero y padre de cinco hijos, entró por la frontera días atrás con Samid, un adolescente de 17 años. El chico sobrevivió el ataque químico en Ghuta. “No podía respirar. Lo conseguimos llevar al hospital y le dieron 2 inyecciones”, explicó Haled. “Cuando se repuso, juntamos lo que pudimos y nos fuimos. Mi país se ha transformado en un infierno. Nadie sabe qué pasa al día siguiente. Falta comida y agua. [B]Bombardean las casas o las milicias las saquean[/B]. Desaparece la gente, especialmente los jóvenes, y nadie sabe dónde están” contó. En el campo de Zaatari, la tensión es palpable. Pueden salir hasta las cinco de la tarde pero deben regresar a esa hora. La entrada está controlada militarmente. [B]Una “mafia” siria controla la vida diaria del campo[/B]. Los sirios han atacado a los agentes humanitarios que distribuyen pañales o carpas o los preciados [I]containers[/I] para vivir. Roban agua de los camiones. Se cuelgan de los cables de luz para poder conectar ventiladores en sus carpas cuando la temperatura llega a 40 grados. Quieren tener un baño en su carpa y no ir a los comunitarios, generando serios problemas sanitarios potencialmente alarmantes. Como nadie tiene dinero, [B]hay prostitución, tráfico de drogas y de armas[/B] porque los rebeldes tienen allí sus familiares. Ante este cuadro, muchos refugiados prefieren regresar a Siria porque la convivencia con sus vecinos se les vuelve insoportable. En un solo día a veces hay más de 300 repatriados. ¿Una acción militar occidental punitiva? Los refugiados odian a Al Assad. Pero de acuerdo a su procedencia, tampoco aceptan el comportamiento de los rebeldes sunitas, especialmente extranjeros. Temen por igual a los “jihadistas”, que están liderando la batalla y usan métodos tan brutales como los del régimen. Pero Sheima, una maestra que perdió a su hermano y su cuñado en los ataques químicos de marzo, tiene miedo a una sola cosa: que Bashar use a la gente como escudos humanos. “Está moviendo al ejército y a los soldados de las bases y va a poner gente que está en prisión”, alerta. “Esta es la gente que va a sufrir. Si Obama ataca los cuarteles, no va a haber soldados sino prisioneros de al Assad. clarin [/QUOTE]
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