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<blockquote data-quote="Derruido" data-source="post: 412456" data-attributes="member: 30"><p>Innovaciones en el vestuario y equipo del Ejército </p><p>Por el Mayor (R) Sergio Toyos </p><p>La Sastrería Militar, aspira en este año alcanzar una producción de 30.000 uniformes. Para ello, ha adoptado técnicas y diseños “aggiornados”, así como también materiales que posibilitan productos que se destacan por su calidad, resistencia, funcionalidad y prestancia. </p><p>En cuanto al calzado, el Batallón de Intendencia 601 montó un completo taller en el que se producen borceguíes para ser utilizados en los distintos ambientes geográficos particulares de nuestro país.</p><p></p><p>Un poco de historia</p><p></p><p>Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, el Ejército Argentino vivía una pujante transformación, que se operaba, en especial, a través de las órdenes y directivas emanadas del Ministerio de Guerra, dirigido enérgicamente por el Teniente General Pablo Riccheri. Entre las muchas medidas que manifestaban la decisión de construir un ejército moderno, tuvo lugar la creación de un organismo técnico particular: la Sastrería Militar, que venía trabajando como tal, en forma embrionaria, desde 1897.</p><p>En 1903, por decreto del 23 de marzo, se oficializó, en la ya existente Intendencia General de Guerra, la conformación de un taller de sastrería militar para la confección con cargo de uniformes para los jefes y oficiales del Ejército. Coincidía con esta ordenanza la aparición, un año antes, de uno de los primeros reglamentos de uniformes que contenía ya el espíritu de los actuales sobre el respeto escrupuloso de la vestimenta militar y de su uso.</p><p>Se habían hecho otros intentos semejantes con anterioridad; pero las continuas luchas por la organización definitiva del país y un extremo individualismo y falta de sistematización en el diseño, fabricación y uso del vestuario por parte del personal militar, para entonces recientemente organizado en forma nacional, llevaron a la conducción de la Fuerza, a adoptar medidas rigurosas para normativizar y uniformar el ser, hacer y parecer de todo el Ejército. </p><p>Hacia 1907, la Sastrería Militar fue separada de la Intendencia General de Guerra y se elaboró un reglamento para su régimen y funcionamiento, que establecía la disposición interna, el capital inicial y una conformación de tipo empresarial. Dieciséis años más tarde, se dispuso que, de acuerdo con la experiencia de trabajo hasta entonces, se constituyera un directorio. Este funcionó hasta 1933, año en que volvió a depender de la Dirección General de Administración. También, ese mismo año, se determinó la reorganización de la Intendencia de Guerra, a través de intendencias regionales, encargadas de fabricar, almacenar y distribuir vestuario y equipo para los elementos ubicados en las respectivas jurisdicciones del Ejército. </p><p>Con la gran reestructuración del Ejército, durante la década del ‘60, las intendencias militares fueron suplantadas por las compañías de intendencia, que se ocupaban ya no de producir, sino de recibir, almacenar y distribuir los efectos mencionados del escalón superior, corporizado en el Batallón de Intendencia (B Int). Este, creado hacia 1965 (BCSG Nº 349 de fecha 14 de diciembre de 1964), constituía, y constituye, un verdadero panal de producción, almacenamiento, recepción y distribución de todo lo necesario para vestir y equipar al Ejército y, a la vez contribuía, mediante equipos, instalaciones, talleres y laboratorios especiales, a fabricar elementos de consumo dietario para la Fuerza, incluyendo el ganado, en lo que hace a la recepción, fabricación de provisiones balanceadas y distribución de forraje.</p><p>Por su parte, en 1927, el ya muy crecido taller de la antigua Sastrería Militar, en virtud de su desarrollo, debió trasladarse a San Martín 975 y, en mayo de 1930, a las dependencias de la Dirección General de Administración, donde permaneció por tres años, hasta mudarse luego a Bernardo de Irigoyen 171. En abril de 1935 pasó a Chacabuco 146 y, hacia 1940, y durante cinco décadas, estuvo instalado en el señorial edificio de Carlos Pellegrini 877. </p><p>Hoy en día se ha trasladado a la calle Clay 3071, donde dispone de ajustadas instalaciones para su actividad productiva, administrativo-contable y de ventas. Cuenta, además, con talleres, depósitos y locales para el diseño, confección y venta de ropa, tanto militar como civil, así como también de armas, equipo militar diverso y artículos de necesidad para el personal de la Fuerza.</p><p>Debe agregarse que tiene sucursales en el Estado Mayor General del Ejército, en la Guarnición Militar “Campo de Mayo”, en las ciudades de Mendoza, Córdoba y Salta y, más recientemente, en la localidad de Comodoro Rivadavia.</p><p>Además, con equipos móviles y vehículos especiales que funcionan como locales de venta rodantes, recorre periódicamente todas las guarniciones del interior del país para vender no sólo prendas de uniforme, sino también, con un enfoque eminentemente práctico, prendas civiles, tanto masculinas como femeninas, y hasta enseres domésticos de todo tipo.</p><p>Para la compleja y minuciosa confección que demanda el vestuario militar, la sastrería posee un equipo de profesionales de primer nivel, siempre escogidos entre los sastres, costureras, bordadoras, cortadores y artesanos de las mejores sastrerías, quienes se disputan el honor de trabajar en el organismo. </p><p>De manos del numeroso personal de la Sastrería Militar, ha surgido una nutrida y multiforme producción, entre la cual se cuentan los bordados de las banderas nacionales de guerra de las unidades, el vestuario de uso reglamentario y los uniformes históricos, réplica de los que vistió el Ejército en diversas épocas. También produjo vistosos uniformes para el personal del Servicio Exterior de la Nación, vestuario de época para representaciones teatrales y cinematográficas, y hasta las bandas presidenciales y de los gobernadores provinciales, que han sido confeccionadas en forma ininterrumpida desde 1944. Actualmente, los trabajos muy especializados, tales como bordados, atributos y distintivos del vestuario militar, uniformes históricos, etc., están siendo tercerizados.</p><p></p><p></p><p>Desarrollos actuales</p><p></p><p>Tras muchos años de silenciosos y eficientes servicios, los empleados de antigua trayectoria que quedan en el plantel son pocos y, progresivamente, han sido reemplazados, a través de pasantías, por personal de aspirantes a suboficiales del escalafón sastres y, luego, por personal de jóvenes suboficiales sastres y soldados voluntarios operativos no operacionales que, instruidos en el arte y las técnicas del corte y la confección, se dedican a la producción industrial de casi toda la vestimenta del Ejército. Incluso, en forma reciente y con patrones unificados para los uniformes de combate de las tres Fuerzas Armadas, la Sastrería Militar confecciona los uniformes que emplean las tropas argentinas conjuntas que cumplen misiones de paz en el exterior, en el marco de las Naciones Unidas.</p><p>Habiendo incrementado su equipamiento y personal, aspira a alcanzar, en 2007, una producción de 30.000 uniformes anuales. Para ello, ha adoptado técnicas y diseños “aggiornados”, así como también materiales que posibilitan productos que compiten en calidad, resistencia, funcionalidad y prestancia con los empleados por los ejércitos más avanzados del mundo. Cabe destacar que, en este complejo campo de la actividad productiva, la Sastrería Militar cuenta con el apoyo técnico del B Int 601, que, a través de laboratorios especializados, verifica la calidad de los materiales que se usan en la fabricación para los diversos rubros que conciernen a estos dos elementos. </p><p>Como complemento de estas tareas, se confeccionan chalecos de protección balística en un taller dedicado a ese fin, bajo supervisión del RENAR. Allí, se utilizan técnicas y materiales modernos como el Kevlar, para una producción destinada, fundamentalmente, a las tropas que cumplen misiones de paz en el exterior y, además, a las Fuerzas de Seguridad y Policiales, en virtud del excelente resultado obtenido en la experiencia de su empleo.</p><p>Asimismo, se producen en los talleres los componentes del correaje y equipaje de campaña (bolsones porta equipo, porta cargadores, espalderas, cinturones, tahalíes, estuches, bolsas de completamiento, de primeros auxilios y una variada gama de accesorios para otros fines), sirviéndose también en este caso de modernos materiales sintéticos y de diseños semejantes a los de los ejércitos más importantes.</p><p></p><p></p><p>El calzado</p><p></p><p>En cuanto al calzado, el Ejército, después de muchos años de haber recurrido a talleres civiles, donde compraba las grandes cantidades necesarias para la Fuerza, ha optado por producir en talleres propios las botas, borceguíes y zapatos que provee para distintos empleos y zonas. A tal fin, el B Int 601 montó un completo taller en el que se producen borceguíes de excelente calidad y de confección diversa, para ser usados en la montaña, en la estepa patagónica, en la llanura y en el monte. En función de esto, se adquirió la maquinaria adecuada para cada paso del armado y se contrató a un grupo de artesanos experimentados en la fabricación de este especial tipo de calzado, que, rápidamente, ha dado respuesta a las misiones impuestas por el Comando de Intendencia en virtud de las órdenes impartidas por la más alta conducción de la Fuerza. Actualmente, el B Int 601 aspira a tener una producción diaria de 80 pares de borceguíes, el efecto de mayor demanda por el momento.</p><p>Por otra parte, este batallón está montando una planta de fabricación de carpas, que, en la modalidad de “pre-serie”, ya han sido confeccionadas en pequeñas cantidades para ser sometidas a pruebas de calidad y resistencia a la intemperie, con un novedoso y práctico diseño tomado de los sistemas y materiales de acampe más avanzados.</p><p>Luego de esta introducción histórica y de la descripción de las actividades de confección, almacenamiento y distribución del vestuario y el equipo, actividades propias de la especialidad de intendencia, es oportuno señalar el notable incremento de sus capacidades y posibilidades y, al mismo tiempo, advertir acerca de la necesidad del mantenimiento preventivo y correctivo que deben llevar a cabo los usuarios y los escalones de mantenimiento superiores, para dar una renovada orientación y vitalidad a escalafones de la especialidad de intendencia que casi habían llegado a desaparecer. Así, todo el personal, cumpliendo con el primer escalón, deberá observar prescripciones y recomendaciones acordes con los nuevos tipos de efectos y materiales provistos, al tiempo que el personal de suboficiales sastres y zapateros, así como de talabarteros, deberá actualizar sus conocimientos y experiencias para adaptarlos a las características de los nuevos equipos en producción.</p><p></p><p>Los nuevos uniformes </p><p>de combate</p><p></p><p>Hoy se fabrican en su totalidad en los talleres de la Sastrería Militar. Las telas adoptadas son las modernas, prácticas y efectivas tipo rip stop (antidesgarro), fabricadas en el país, con variantes según la región donde van a ser usadas las prendas que se confeccionan. Para las zonas frías (A y B), se emplean telas de satín rip stop de gran densidad de hilado de algodón y poliéster (50 + 50%), complementadas con el empleo de más ropa y accesorios de abrigo que en las zonas templadas (C y D), tales como tricotas, guantes, o gabanes desmontables. En estas otras zonas, se emplea un tipo de tela también de algodón y poliéster (50 + 50%), pero con menor densidad de hilado. Para fines especiales, como las actuales misiones de paz en Haití, se han diseñado y se confeccionan uniformes tropicales de 100% algodón, con pantalones cortos y camisas de manga corta, muy cómodos para el riguroso clima cálido de ese teatro de operaciones. Entre los accesorios que se proveen con estos uniformes, se cuentan los clásicos cubrecabeza celestes, del color de la ONU.</p><p>Con patrones y moldería muy semejantes a los que hasta hace poco usaba el ejército de los EE.UU., la confección abarca todos los pasos, desde el diseño computarizado hasta su traslado a la tela. Luego, realizadas las marcaciones sobre las telas, se procede al cortado preciso de cada una de las piezas de vista y componentes de cada prenda, con los confeccionistas organizados en forma de cadena de montaje. El progresivo armado de las prendas es muy veloz y las ruedas destinadas a pantalones, camisolas, casquetes, cubrecuellos, etc., logran un promedio de 220/240 prendas completas diarias, incluidos el control de calidad final, un lavado a máquina para quitar el apresto natural de las telas nuevas, el planchado en tintorería y el embalaje de juegos completos de uniformes (pantalón, camisola, casquete y cubrecuellos) en bolsas plásticas y éstas en cajas de cartón corrugado.</p><p></p><p></p><p>Cuidados que deben observarse con los </p><p>nuevos uniformes</p><p></p><p>La nueva vestimenta producida por la Fuerza y distribuida a sus integrantes significó un verdadero desafío, en cuanto supuso encarar una actividad de tipo industrial inédita. Si bien, años atrás, las intendencias regionales tenían talleres propios donde se hacían los entrañables uniformes marrón terroso que marcaron toda una época del Ejército, diversas razones administrativas y funcionales fueron desplazando y haciendo desaparecer la capacidad de producción propia, y se eclipsaron en forma progresiva los artesanos de los oficios relacionados con el corte y la confección. A la vez, el calzado provisto al personal, en todos sus tipos, había sido comprado siempre a proveedores que lo fabricaban y vendían por licitación. Con el tiempo, la provisión de calzados hechos con materiales sintéticos y suelas de goma fue limitando las posibilidades de reparación y, así, los zapateros de las unidades podían hacer poco y nada.</p><p>Los nuevos materiales, modernos, rústicos, resistentes y funcionales, han permitido fabricar una nueva generación de vestuario que, sin embargo, obliga a cuidados no menos metódicos que los ya conocidos y acostumbrados por los integrantes de la Fuerza. A pesar de contarse con telas antidesgarro y con equipamientos antiflama (estos últimos en forma limitada y experimental) para pilotos y tripulaciones de tanques, todavía debe subsistir la figura del primer escalón de mantenimiento, o sea, el que lleva a cabo el usuario. Este puede sufrir en la ropa de las cualidades descritas desteñido y empalidecido de los pigmentos empleados en los colores del mimetizado para llanura/monte o en el patagónico/desértico, roturas, desgaste, desgarros o descosidos. Del mismo modo, el lavado excesivo o inapropiado, el uso continuo en condiciones climáticas adversas y la falta de cuidados elementales atentan contra la vida útil de lo que se viste y calza. Es por esto que el clásico equipo de reparación de costura y mantenimiento debe continuar en uso y estar siempre a mano, junto con el material de campaña, como forma de prolongar la confiabilidad y presentación de la vestimenta. </p><p>En este sentido, todas las prendas tienen cosidos en lugares visibles, rótulos o etiquetas con las instrucciones para el lavado, secado y planchado, además de indicaciones sobre las técnicas de reparación que debe conocer el usuario. Especialmente en campaña o en actividades de instrucción, las reparaciones deben efectuarse lo antes posible a fin de evitar el avance del deterioro. A tal efecto, la Sastrería Militar recomienda algunas acciones preventivas y correctivas:</p><p></p><p>Primer escalón </p><p>de mantenimiento</p><p>Ante el desgarro de telas de tipo rip stop, se deben unir los bordes de la pieza cortada y, con hilo de coser, preferentemente untado con cera de abeja, atracar primero los extremos y luego coser con repetidas puntadas apretadas en forma de cruz hasta el final del corte, donde se efectúa un nuevo atraque o refuerzo (ver gráfico 1). La pérdida de botones por rotura, enganche o descosido debe controlarse ya que los bolsillos o presillas que sujetan, al quedar abiertos, aumentan los riesgos de enganches y desgarros. </p><p></p><p>Segundo escalón </p><p>de mantenimiento </p><p>Recibida en el taller de sastrería de la unidad la prenda ya reparada por el usuario, se procede a descoser lo arreglado para colocar debajo de la rotura un trozo de tela, preferiblemente del mismo tipo (en este caso rip stop). Luego se cose a máquina el parche, que colocado de esta forma queda invisible, y se lo refuerza con sucesivas y apretadas costuras (ver gráfico 2). En las “vistas” u otras partes del vestuario descosidas parcial o totalmente, se recosen y refuerzan los atraques en forma conveniente.</p><p></p><p></p><p>Cuidados que deben observarse con las </p><p>nuevas botas </p><p>de combate</p><p>Este tipo de calzado, en cualquiera de sus presentaciones, está confeccionado con cueros de diversos tipos, grosores y funciones (blandos para las cañas, badanas para lengüetas, plantillas y forros interiores, etc.), y suelas tipo London para las suelas y los tacos, así como para las virolas. En la fabricación del calzado, intervienen otros materiales que, en algunos casos, son invisibles para el usuario, tales como clavos, cartones especiales para la parte inferior de las plantillas, hilados sintéticos para las costuras de cada pieza, entre otros. Además, se han adoptado suelas de gomas sintéticas de gran resistencia a la abrasión y a la tracción, y, al mismo tiempo, de poco peso y fáciles de limpiar, teniendo en cuenta las adherencias de barro a las que se ven sujetas en forma permanente. Todos estos materiales reunidos, pegados, cosidos y claveteados funcionan al calzarse y someterlo a la actividad en campaña, con una cantidad de esfuerzos y fatigas difícil de imaginar: inmersión, tracción, adhesión, torción, abrasión, etc., que imponen, al igual que la ropa que se viste, una constante labor de mantenimiento. A tal efecto, el B Int 601 recomienda estas acciones preventivas y correctivas:</p><p></p><p>Primer escalón </p><p>de mantenimiento</p><p>A diferencia de lo que generalmente se piensa, el calzado militar de combate puede usarse en terrenos cálidos, secos y abrasivos, con el correspondiente desgaste y resecado, y también puede mojarse, sumergirse, embarrarse, o ser utilizado en terrenos húmedos o nevados. Por esto, al término de su uso en esas condiciones, debe ser lavado, con jabón de glicerina neutro, especial para cueros, y se lo debe escurrir completamente y, luego de quitarle todas las adherencias, dejar secar en lugar cálido, sin exponerlo nunca a temperaturas altas o aproximarlo al fuego. Una vez seco, es necesario untarlo con pomadas que nutran el cuero y le devuelvan la flexibilidad, los colores, la impermeabilidad, aplicando especialmente sobre las costuras abundante cantidad de pomada. Finalmente, se cepilla el calzado para obtener el brillo reglamentario. La observancia de estas medidas contribuirá a aumentar notablemente la vida útil del calzado. Sin embargo, los cortes profundos en la caña o capellada, el descosido de partes o el desclavado de suelas y tacos obligan a entregar el calzado al zapatero de la unidad.</p><p></p><p>Segundo escalón </p><p>de mantenimiento </p><p>Recibido en el taller de zapatería el calzado deteriorado, el especialista cose las partes desgarradas o cortadas en la capellada o la caña. El desclavado o rotura de las suelas de goma, aplicadas sobre suelas tipo London, obligan a reemplazarlas completa o parcialmente, previo control del estado de las costuras de la capellada a la suela. Revisada y reforzada ésta, se pone cemento de contacto sobre las superficies de las suelas de apoyo (cuero) y tracción (goma), se deja secar el tiempo necesario, se juntan y presionan ambas partes para asegurar la adhesión perfecta y luego, se cosen y clavetean las dos superficies, sin dejar de verificar que no queden puntas de clavos que asomen en el interior del calzado. Finalmente, se controla el estado de las plantillas, que eventualmente pueden ser reemplazadas, dado el fácil deterioro que sufren como consecuencia de los mencionados esfuerzos, a los que se suman los efectos de la transpiración.</p><p></p><p></p><p>Conclusiones</p><p></p><p>Estos nuevos emprendimientos de la Fuerza, realizados para limitar los gastos por compra de vestuario y de equipo a proveedores civiles, a través de la fabricación por medios propios no es una novedad. En otras épocas, con más recursos, el Ejército producía la mayor parte de los efectos que vestían, abrigaban, calzaban, protegían y apoyaban a las tropas en las multifacéticas tareas que se llevan a cabo en las unidades, ya sea en guarnición o en campaña, y aun en el desarrollo de operaciones.</p><p>La experiencia ha demostrado que el servicio de intendencia, haciendo permanentes esfuerzos para incrementar sus capacidades, conocimientos y rutinas, e investigando en otros ejércitos avanzados, está en condiciones exitosas de fabricar y proveer todo lo que el Ejército emplea en materia de vestuario y equipo, y de adaptar su aparato productivo a las exigencias más actuales y urgentes de un ejército que desea servir de la mejor forma posible en las misiones que le son impuestas.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Derruido, post: 412456, member: 30"] Innovaciones en el vestuario y equipo del Ejército Por el Mayor (R) Sergio Toyos La Sastrería Militar, aspira en este año alcanzar una producción de 30.000 uniformes. Para ello, ha adoptado técnicas y diseños “aggiornados”, así como también materiales que posibilitan productos que se destacan por su calidad, resistencia, funcionalidad y prestancia. En cuanto al calzado, el Batallón de Intendencia 601 montó un completo taller en el que se producen borceguíes para ser utilizados en los distintos ambientes geográficos particulares de nuestro país. Un poco de historia Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, el Ejército Argentino vivía una pujante transformación, que se operaba, en especial, a través de las órdenes y directivas emanadas del Ministerio de Guerra, dirigido enérgicamente por el Teniente General Pablo Riccheri. Entre las muchas medidas que manifestaban la decisión de construir un ejército moderno, tuvo lugar la creación de un organismo técnico particular: la Sastrería Militar, que venía trabajando como tal, en forma embrionaria, desde 1897. En 1903, por decreto del 23 de marzo, se oficializó, en la ya existente Intendencia General de Guerra, la conformación de un taller de sastrería militar para la confección con cargo de uniformes para los jefes y oficiales del Ejército. Coincidía con esta ordenanza la aparición, un año antes, de uno de los primeros reglamentos de uniformes que contenía ya el espíritu de los actuales sobre el respeto escrupuloso de la vestimenta militar y de su uso. Se habían hecho otros intentos semejantes con anterioridad; pero las continuas luchas por la organización definitiva del país y un extremo individualismo y falta de sistematización en el diseño, fabricación y uso del vestuario por parte del personal militar, para entonces recientemente organizado en forma nacional, llevaron a la conducción de la Fuerza, a adoptar medidas rigurosas para normativizar y uniformar el ser, hacer y parecer de todo el Ejército. Hacia 1907, la Sastrería Militar fue separada de la Intendencia General de Guerra y se elaboró un reglamento para su régimen y funcionamiento, que establecía la disposición interna, el capital inicial y una conformación de tipo empresarial. Dieciséis años más tarde, se dispuso que, de acuerdo con la experiencia de trabajo hasta entonces, se constituyera un directorio. Este funcionó hasta 1933, año en que volvió a depender de la Dirección General de Administración. También, ese mismo año, se determinó la reorganización de la Intendencia de Guerra, a través de intendencias regionales, encargadas de fabricar, almacenar y distribuir vestuario y equipo para los elementos ubicados en las respectivas jurisdicciones del Ejército. Con la gran reestructuración del Ejército, durante la década del ‘60, las intendencias militares fueron suplantadas por las compañías de intendencia, que se ocupaban ya no de producir, sino de recibir, almacenar y distribuir los efectos mencionados del escalón superior, corporizado en el Batallón de Intendencia (B Int). Este, creado hacia 1965 (BCSG Nº 349 de fecha 14 de diciembre de 1964), constituía, y constituye, un verdadero panal de producción, almacenamiento, recepción y distribución de todo lo necesario para vestir y equipar al Ejército y, a la vez contribuía, mediante equipos, instalaciones, talleres y laboratorios especiales, a fabricar elementos de consumo dietario para la Fuerza, incluyendo el ganado, en lo que hace a la recepción, fabricación de provisiones balanceadas y distribución de forraje. Por su parte, en 1927, el ya muy crecido taller de la antigua Sastrería Militar, en virtud de su desarrollo, debió trasladarse a San Martín 975 y, en mayo de 1930, a las dependencias de la Dirección General de Administración, donde permaneció por tres años, hasta mudarse luego a Bernardo de Irigoyen 171. En abril de 1935 pasó a Chacabuco 146 y, hacia 1940, y durante cinco décadas, estuvo instalado en el señorial edificio de Carlos Pellegrini 877. Hoy en día se ha trasladado a la calle Clay 3071, donde dispone de ajustadas instalaciones para su actividad productiva, administrativo-contable y de ventas. Cuenta, además, con talleres, depósitos y locales para el diseño, confección y venta de ropa, tanto militar como civil, así como también de armas, equipo militar diverso y artículos de necesidad para el personal de la Fuerza. Debe agregarse que tiene sucursales en el Estado Mayor General del Ejército, en la Guarnición Militar “Campo de Mayo”, en las ciudades de Mendoza, Córdoba y Salta y, más recientemente, en la localidad de Comodoro Rivadavia. Además, con equipos móviles y vehículos especiales que funcionan como locales de venta rodantes, recorre periódicamente todas las guarniciones del interior del país para vender no sólo prendas de uniforme, sino también, con un enfoque eminentemente práctico, prendas civiles, tanto masculinas como femeninas, y hasta enseres domésticos de todo tipo. Para la compleja y minuciosa confección que demanda el vestuario militar, la sastrería posee un equipo de profesionales de primer nivel, siempre escogidos entre los sastres, costureras, bordadoras, cortadores y artesanos de las mejores sastrerías, quienes se disputan el honor de trabajar en el organismo. De manos del numeroso personal de la Sastrería Militar, ha surgido una nutrida y multiforme producción, entre la cual se cuentan los bordados de las banderas nacionales de guerra de las unidades, el vestuario de uso reglamentario y los uniformes históricos, réplica de los que vistió el Ejército en diversas épocas. También produjo vistosos uniformes para el personal del Servicio Exterior de la Nación, vestuario de época para representaciones teatrales y cinematográficas, y hasta las bandas presidenciales y de los gobernadores provinciales, que han sido confeccionadas en forma ininterrumpida desde 1944. Actualmente, los trabajos muy especializados, tales como bordados, atributos y distintivos del vestuario militar, uniformes históricos, etc., están siendo tercerizados. Desarrollos actuales Tras muchos años de silenciosos y eficientes servicios, los empleados de antigua trayectoria que quedan en el plantel son pocos y, progresivamente, han sido reemplazados, a través de pasantías, por personal de aspirantes a suboficiales del escalafón sastres y, luego, por personal de jóvenes suboficiales sastres y soldados voluntarios operativos no operacionales que, instruidos en el arte y las técnicas del corte y la confección, se dedican a la producción industrial de casi toda la vestimenta del Ejército. Incluso, en forma reciente y con patrones unificados para los uniformes de combate de las tres Fuerzas Armadas, la Sastrería Militar confecciona los uniformes que emplean las tropas argentinas conjuntas que cumplen misiones de paz en el exterior, en el marco de las Naciones Unidas. Habiendo incrementado su equipamiento y personal, aspira a alcanzar, en 2007, una producción de 30.000 uniformes anuales. Para ello, ha adoptado técnicas y diseños “aggiornados”, así como también materiales que posibilitan productos que compiten en calidad, resistencia, funcionalidad y prestancia con los empleados por los ejércitos más avanzados del mundo. Cabe destacar que, en este complejo campo de la actividad productiva, la Sastrería Militar cuenta con el apoyo técnico del B Int 601, que, a través de laboratorios especializados, verifica la calidad de los materiales que se usan en la fabricación para los diversos rubros que conciernen a estos dos elementos. Como complemento de estas tareas, se confeccionan chalecos de protección balística en un taller dedicado a ese fin, bajo supervisión del RENAR. Allí, se utilizan técnicas y materiales modernos como el Kevlar, para una producción destinada, fundamentalmente, a las tropas que cumplen misiones de paz en el exterior y, además, a las Fuerzas de Seguridad y Policiales, en virtud del excelente resultado obtenido en la experiencia de su empleo. Asimismo, se producen en los talleres los componentes del correaje y equipaje de campaña (bolsones porta equipo, porta cargadores, espalderas, cinturones, tahalíes, estuches, bolsas de completamiento, de primeros auxilios y una variada gama de accesorios para otros fines), sirviéndose también en este caso de modernos materiales sintéticos y de diseños semejantes a los de los ejércitos más importantes. El calzado En cuanto al calzado, el Ejército, después de muchos años de haber recurrido a talleres civiles, donde compraba las grandes cantidades necesarias para la Fuerza, ha optado por producir en talleres propios las botas, borceguíes y zapatos que provee para distintos empleos y zonas. A tal fin, el B Int 601 montó un completo taller en el que se producen borceguíes de excelente calidad y de confección diversa, para ser usados en la montaña, en la estepa patagónica, en la llanura y en el monte. En función de esto, se adquirió la maquinaria adecuada para cada paso del armado y se contrató a un grupo de artesanos experimentados en la fabricación de este especial tipo de calzado, que, rápidamente, ha dado respuesta a las misiones impuestas por el Comando de Intendencia en virtud de las órdenes impartidas por la más alta conducción de la Fuerza. Actualmente, el B Int 601 aspira a tener una producción diaria de 80 pares de borceguíes, el efecto de mayor demanda por el momento. Por otra parte, este batallón está montando una planta de fabricación de carpas, que, en la modalidad de “pre-serie”, ya han sido confeccionadas en pequeñas cantidades para ser sometidas a pruebas de calidad y resistencia a la intemperie, con un novedoso y práctico diseño tomado de los sistemas y materiales de acampe más avanzados. Luego de esta introducción histórica y de la descripción de las actividades de confección, almacenamiento y distribución del vestuario y el equipo, actividades propias de la especialidad de intendencia, es oportuno señalar el notable incremento de sus capacidades y posibilidades y, al mismo tiempo, advertir acerca de la necesidad del mantenimiento preventivo y correctivo que deben llevar a cabo los usuarios y los escalones de mantenimiento superiores, para dar una renovada orientación y vitalidad a escalafones de la especialidad de intendencia que casi habían llegado a desaparecer. Así, todo el personal, cumpliendo con el primer escalón, deberá observar prescripciones y recomendaciones acordes con los nuevos tipos de efectos y materiales provistos, al tiempo que el personal de suboficiales sastres y zapateros, así como de talabarteros, deberá actualizar sus conocimientos y experiencias para adaptarlos a las características de los nuevos equipos en producción. Los nuevos uniformes de combate Hoy se fabrican en su totalidad en los talleres de la Sastrería Militar. Las telas adoptadas son las modernas, prácticas y efectivas tipo rip stop (antidesgarro), fabricadas en el país, con variantes según la región donde van a ser usadas las prendas que se confeccionan. Para las zonas frías (A y B), se emplean telas de satín rip stop de gran densidad de hilado de algodón y poliéster (50 + 50%), complementadas con el empleo de más ropa y accesorios de abrigo que en las zonas templadas (C y D), tales como tricotas, guantes, o gabanes desmontables. En estas otras zonas, se emplea un tipo de tela también de algodón y poliéster (50 + 50%), pero con menor densidad de hilado. Para fines especiales, como las actuales misiones de paz en Haití, se han diseñado y se confeccionan uniformes tropicales de 100% algodón, con pantalones cortos y camisas de manga corta, muy cómodos para el riguroso clima cálido de ese teatro de operaciones. Entre los accesorios que se proveen con estos uniformes, se cuentan los clásicos cubrecabeza celestes, del color de la ONU. Con patrones y moldería muy semejantes a los que hasta hace poco usaba el ejército de los EE.UU., la confección abarca todos los pasos, desde el diseño computarizado hasta su traslado a la tela. Luego, realizadas las marcaciones sobre las telas, se procede al cortado preciso de cada una de las piezas de vista y componentes de cada prenda, con los confeccionistas organizados en forma de cadena de montaje. El progresivo armado de las prendas es muy veloz y las ruedas destinadas a pantalones, camisolas, casquetes, cubrecuellos, etc., logran un promedio de 220/240 prendas completas diarias, incluidos el control de calidad final, un lavado a máquina para quitar el apresto natural de las telas nuevas, el planchado en tintorería y el embalaje de juegos completos de uniformes (pantalón, camisola, casquete y cubrecuellos) en bolsas plásticas y éstas en cajas de cartón corrugado. Cuidados que deben observarse con los nuevos uniformes La nueva vestimenta producida por la Fuerza y distribuida a sus integrantes significó un verdadero desafío, en cuanto supuso encarar una actividad de tipo industrial inédita. Si bien, años atrás, las intendencias regionales tenían talleres propios donde se hacían los entrañables uniformes marrón terroso que marcaron toda una época del Ejército, diversas razones administrativas y funcionales fueron desplazando y haciendo desaparecer la capacidad de producción propia, y se eclipsaron en forma progresiva los artesanos de los oficios relacionados con el corte y la confección. A la vez, el calzado provisto al personal, en todos sus tipos, había sido comprado siempre a proveedores que lo fabricaban y vendían por licitación. Con el tiempo, la provisión de calzados hechos con materiales sintéticos y suelas de goma fue limitando las posibilidades de reparación y, así, los zapateros de las unidades podían hacer poco y nada. Los nuevos materiales, modernos, rústicos, resistentes y funcionales, han permitido fabricar una nueva generación de vestuario que, sin embargo, obliga a cuidados no menos metódicos que los ya conocidos y acostumbrados por los integrantes de la Fuerza. A pesar de contarse con telas antidesgarro y con equipamientos antiflama (estos últimos en forma limitada y experimental) para pilotos y tripulaciones de tanques, todavía debe subsistir la figura del primer escalón de mantenimiento, o sea, el que lleva a cabo el usuario. Este puede sufrir en la ropa de las cualidades descritas desteñido y empalidecido de los pigmentos empleados en los colores del mimetizado para llanura/monte o en el patagónico/desértico, roturas, desgaste, desgarros o descosidos. Del mismo modo, el lavado excesivo o inapropiado, el uso continuo en condiciones climáticas adversas y la falta de cuidados elementales atentan contra la vida útil de lo que se viste y calza. Es por esto que el clásico equipo de reparación de costura y mantenimiento debe continuar en uso y estar siempre a mano, junto con el material de campaña, como forma de prolongar la confiabilidad y presentación de la vestimenta. En este sentido, todas las prendas tienen cosidos en lugares visibles, rótulos o etiquetas con las instrucciones para el lavado, secado y planchado, además de indicaciones sobre las técnicas de reparación que debe conocer el usuario. Especialmente en campaña o en actividades de instrucción, las reparaciones deben efectuarse lo antes posible a fin de evitar el avance del deterioro. A tal efecto, la Sastrería Militar recomienda algunas acciones preventivas y correctivas: Primer escalón de mantenimiento Ante el desgarro de telas de tipo rip stop, se deben unir los bordes de la pieza cortada y, con hilo de coser, preferentemente untado con cera de abeja, atracar primero los extremos y luego coser con repetidas puntadas apretadas en forma de cruz hasta el final del corte, donde se efectúa un nuevo atraque o refuerzo (ver gráfico 1). La pérdida de botones por rotura, enganche o descosido debe controlarse ya que los bolsillos o presillas que sujetan, al quedar abiertos, aumentan los riesgos de enganches y desgarros. Segundo escalón de mantenimiento Recibida en el taller de sastrería de la unidad la prenda ya reparada por el usuario, se procede a descoser lo arreglado para colocar debajo de la rotura un trozo de tela, preferiblemente del mismo tipo (en este caso rip stop). Luego se cose a máquina el parche, que colocado de esta forma queda invisible, y se lo refuerza con sucesivas y apretadas costuras (ver gráfico 2). En las “vistas” u otras partes del vestuario descosidas parcial o totalmente, se recosen y refuerzan los atraques en forma conveniente. Cuidados que deben observarse con las nuevas botas de combate Este tipo de calzado, en cualquiera de sus presentaciones, está confeccionado con cueros de diversos tipos, grosores y funciones (blandos para las cañas, badanas para lengüetas, plantillas y forros interiores, etc.), y suelas tipo London para las suelas y los tacos, así como para las virolas. En la fabricación del calzado, intervienen otros materiales que, en algunos casos, son invisibles para el usuario, tales como clavos, cartones especiales para la parte inferior de las plantillas, hilados sintéticos para las costuras de cada pieza, entre otros. Además, se han adoptado suelas de gomas sintéticas de gran resistencia a la abrasión y a la tracción, y, al mismo tiempo, de poco peso y fáciles de limpiar, teniendo en cuenta las adherencias de barro a las que se ven sujetas en forma permanente. Todos estos materiales reunidos, pegados, cosidos y claveteados funcionan al calzarse y someterlo a la actividad en campaña, con una cantidad de esfuerzos y fatigas difícil de imaginar: inmersión, tracción, adhesión, torción, abrasión, etc., que imponen, al igual que la ropa que se viste, una constante labor de mantenimiento. A tal efecto, el B Int 601 recomienda estas acciones preventivas y correctivas: Primer escalón de mantenimiento A diferencia de lo que generalmente se piensa, el calzado militar de combate puede usarse en terrenos cálidos, secos y abrasivos, con el correspondiente desgaste y resecado, y también puede mojarse, sumergirse, embarrarse, o ser utilizado en terrenos húmedos o nevados. Por esto, al término de su uso en esas condiciones, debe ser lavado, con jabón de glicerina neutro, especial para cueros, y se lo debe escurrir completamente y, luego de quitarle todas las adherencias, dejar secar en lugar cálido, sin exponerlo nunca a temperaturas altas o aproximarlo al fuego. Una vez seco, es necesario untarlo con pomadas que nutran el cuero y le devuelvan la flexibilidad, los colores, la impermeabilidad, aplicando especialmente sobre las costuras abundante cantidad de pomada. Finalmente, se cepilla el calzado para obtener el brillo reglamentario. La observancia de estas medidas contribuirá a aumentar notablemente la vida útil del calzado. Sin embargo, los cortes profundos en la caña o capellada, el descosido de partes o el desclavado de suelas y tacos obligan a entregar el calzado al zapatero de la unidad. Segundo escalón de mantenimiento Recibido en el taller de zapatería el calzado deteriorado, el especialista cose las partes desgarradas o cortadas en la capellada o la caña. El desclavado o rotura de las suelas de goma, aplicadas sobre suelas tipo London, obligan a reemplazarlas completa o parcialmente, previo control del estado de las costuras de la capellada a la suela. Revisada y reforzada ésta, se pone cemento de contacto sobre las superficies de las suelas de apoyo (cuero) y tracción (goma), se deja secar el tiempo necesario, se juntan y presionan ambas partes para asegurar la adhesión perfecta y luego, se cosen y clavetean las dos superficies, sin dejar de verificar que no queden puntas de clavos que asomen en el interior del calzado. Finalmente, se controla el estado de las plantillas, que eventualmente pueden ser reemplazadas, dado el fácil deterioro que sufren como consecuencia de los mencionados esfuerzos, a los que se suman los efectos de la transpiración. Conclusiones Estos nuevos emprendimientos de la Fuerza, realizados para limitar los gastos por compra de vestuario y de equipo a proveedores civiles, a través de la fabricación por medios propios no es una novedad. En otras épocas, con más recursos, el Ejército producía la mayor parte de los efectos que vestían, abrigaban, calzaban, protegían y apoyaban a las tropas en las multifacéticas tareas que se llevan a cabo en las unidades, ya sea en guarnición o en campaña, y aun en el desarrollo de operaciones. La experiencia ha demostrado que el servicio de intendencia, haciendo permanentes esfuerzos para incrementar sus capacidades, conocimientos y rutinas, e investigando en otros ejércitos avanzados, está en condiciones exitosas de fabricar y proveer todo lo que el Ejército emplea en materia de vestuario y equipo, y de adaptar su aparato productivo a las exigencias más actuales y urgentes de un ejército que desea servir de la mejor forma posible en las misiones que le son impuestas. 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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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