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Malvinas 1982
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<blockquote data-quote="BIGUA82" data-source="post: 2207410" data-attributes="member: 14958"><p>A 35 años de Malvinas</p><p></p><p><span style="font-size: 22px"><strong>Dos caras unidas por una costura</strong></span></p><p>La historia cruzada del Altieri y Bramley, un conscripto argentino y un soldado inglés, es parte del reportaje de Adriana Groisman.</p><p></p><p><img src="http://images.clarin.com/2017/04/01/BJufFKT3g_930x525.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>A Altieri y Bramley, un conscripto argentino y un soldado inglés, primero los unió la guerra; después, haber luchado en el mismo campo de batalla, Monte Longdon; y finalmente, la propuesta de Adriana Groisman de unir, ellos mismos, sus fotos con una costura, de modo de intentar cerrar alguna herida, pensar en una posible reconciliación. Después de décadas de haber estado en bandos enemigos, se eligieron para quedar unidos en la imagen que ilustra este suplemento especial del Tema del domingo en su tapa y contratapa, y en el libro Voces de la tempestad. Ellos se eligieron por la vivencia de esa noche oscura del 11 de junio de 1982, cuando sus vidas cambiaron para siempre .</p><p></p><p><strong>Jorge Altieri</strong></p><p></p><p><u>Conscripto argentino, Monte Longdon</u></p><p></p><p>"Para el resto de la sociedad, la Guerra de Malvinas ya terminó. Pero para mí está todos los días latiendo. Me levanto, me pongo los pantalones, me ato las zapatillas con una sola mano, me tengo que vestir con una sola mano, tengo que ir al baño y mirarme en el espejo con un ojo solo -el otro lo tengo cerrado porque tiene una prótesis-. Tengo que limpiarme ese ojo para tener más o menos los dos párpados a un mismo nivel. Entonces, para mí, la guerra nunca puede terminar, la Guerra de Malvinas continúa.</p><p></p><p>"Para mí, un día como hoy -nublado, feo- me recuerda a Malvinas. Me gusta salir a caminar bajo la lluvia porque siento que las gotas de agua son como las lágrimas de mis compañeros, que me limpian toda la bronca que tengo en el cuerpo por todo lo que nos sucedió. Tengo a Malvinas todos los días en la cabeza, tengo que buscar la forma de distraerme, de sacarme ese fantasma de la noche del 11 de junio en que sentí a Orozco y a Quintana morir.</p><p></p><p>"Tengo que sacarlo de mi cabeza. ¿De qué forma? Hubo un momento el 11 de junio -el día en que empezó el combate- en que el subteniente Baldini miraba la pantalla del radar para detectar si había movimiento de gente. Él pasaba la información al puesto de combate en Puerto Argentino, y de allá le decían que eran ovejas que caminaban por ahí, pero el subteniente reiteraba y reiteraba, y ellos insistían en que no era así. Entonces apagaron el radar, y entre los militares que estaban ahí, dijeron: “Esto lo sabemos solamente nosotros, no podemos informarles a los soldados que existe la posibilidad de entrar en combate porque vamos a tener una gran deserción”.</p><p></p><p>"En los días anteriores había habido problemas con soldados que se pegaron tiros. En la primera sección, donde estaba yo, a tres soldados conscriptos y a un sargento se les escaparon disparos en el pie. Es por eso que el subteniente pensó que si decía que íbamos a entrar en combate iban a huir todos.</p><p></p><p>"Pero no fue así. Si nos hubieran informado de lo que estaba por pasar creo que hubiera sido más drástica la pelea. Hubiera habido más bajas por parte de ellos que las que tuvimos nosotros. Es que algunos soldados estaban adentro de la carpa durmiendo, como estábamos Sánchez y yo. Nos podrían haber matado ahí, dormidos. Hubiéramos muerto por la negligencia de nuestras Fuerzas Armadas, que no nos advirtieron lo que estaba por suceder".</p><p></p><p><strong>Vincent Bramley</strong></p><p></p><p><u>Regimiento de paracaidistas, Monte Longdon</u></p><p></p><p>"La gente pelea cuerpo a cuerpo, literalmente a un metro de distancia. Estás ahí, viendo cómo a algunos los estrangulan hasta que mueren; a otros los pasaron a bayoneta o les dispararon. Todo esto ocurre en un espacio menor al de cuatro canchas de tenis.</p><p></p><p>"Te sorprendería saber lo que algunas personas son capaces de hacer en circunstancias como estas. Vi a algunos soldados muy pero muy experimentados, a quienes yo tenía en alta estima, que no quisieron meterse en lo peor del combate y, a la vez, a un chico de 17 o 18 años transformarse en un personaje realmente feroz, capaz de eliminar a un enemigo casi a mano limpia. En un campo de batalla te volvés un animal, o un ladrón. O un carroñero.</p><p></p><p>"Es la única manera de mantenerte cuerdo. Comenzás a actuar de manera inhumana, como si estuvieras desconectado de tu manera de ser normal. Vi a algunos saqueando los cadáveres o escarbando dentro de los búnkeres. Yo mismo lo hice. Es como si hubiese sido lo más normal del mundo hurgarle los bolsillo a alguien y llevarte sus cartas.</p><p></p><p>"Por Dios, ¿para qué quería esas cartas? Al mirar los cuerpos tirados ahí, para mí no eran siquiera humanos. No me afectaba para nada -ni siquiera el estado en el que estaban-. Lo que sí me afectó fue ver muertos a algunos de mis propios colegas, que habían sido mis amigos desde hacía muchos años.</p><p></p><p>"Cuando ves el Monte Longdon desde lejos parece un monte pequeño que podría estar en Escocia o en Gales. A medida que te vas acercando, te das cuenta de su fuerza y su potencia. La subida por la ladera oeste tiene doscientos metros y es muy empinada. Cuando vas subiendo, sobre todo en horas de oscuridad, te das cuenta de lo grande que es y por eso, en muchos casos, nos pasaron de largo algunos argentinos que después aparecieron de repente. Es como un laberinto de riscos y rocas con pequeños lugares para esconderse.</p><p></p><p>"Recuerdo que cuando aclaró, la artillería comenzó a disparar y un proyectil impactó en el suelo, explotó en la forma de una lluvia de metal fundido. Eran millones de esquirlas que volaban en todas las direcciones. Podían verse cuerpos destrozados de quienes hasta hace apenas unas horas habían sido mis amigos.</p><p></p><p>"Ese fue un golpe enorme que me dio en el estómago: me di cuenta de que estaba en el infierno y que no podía salir".</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="BIGUA82, post: 2207410, member: 14958"] A 35 años de Malvinas [SIZE=6][B]Dos caras unidas por una costura[/B][/SIZE] La historia cruzada del Altieri y Bramley, un conscripto argentino y un soldado inglés, es parte del reportaje de Adriana Groisman. [IMG]http://images.clarin.com/2017/04/01/BJufFKT3g_930x525.jpg[/IMG] A Altieri y Bramley, un conscripto argentino y un soldado inglés, primero los unió la guerra; después, haber luchado en el mismo campo de batalla, Monte Longdon; y finalmente, la propuesta de Adriana Groisman de unir, ellos mismos, sus fotos con una costura, de modo de intentar cerrar alguna herida, pensar en una posible reconciliación. Después de décadas de haber estado en bandos enemigos, se eligieron para quedar unidos en la imagen que ilustra este suplemento especial del Tema del domingo en su tapa y contratapa, y en el libro Voces de la tempestad. Ellos se eligieron por la vivencia de esa noche oscura del 11 de junio de 1982, cuando sus vidas cambiaron para siempre . [B]Jorge Altieri[/B] [U]Conscripto argentino, Monte Longdon[/U] "Para el resto de la sociedad, la Guerra de Malvinas ya terminó. Pero para mí está todos los días latiendo. Me levanto, me pongo los pantalones, me ato las zapatillas con una sola mano, me tengo que vestir con una sola mano, tengo que ir al baño y mirarme en el espejo con un ojo solo -el otro lo tengo cerrado porque tiene una prótesis-. Tengo que limpiarme ese ojo para tener más o menos los dos párpados a un mismo nivel. Entonces, para mí, la guerra nunca puede terminar, la Guerra de Malvinas continúa. "Para mí, un día como hoy -nublado, feo- me recuerda a Malvinas. Me gusta salir a caminar bajo la lluvia porque siento que las gotas de agua son como las lágrimas de mis compañeros, que me limpian toda la bronca que tengo en el cuerpo por todo lo que nos sucedió. Tengo a Malvinas todos los días en la cabeza, tengo que buscar la forma de distraerme, de sacarme ese fantasma de la noche del 11 de junio en que sentí a Orozco y a Quintana morir. "Tengo que sacarlo de mi cabeza. ¿De qué forma? Hubo un momento el 11 de junio -el día en que empezó el combate- en que el subteniente Baldini miraba la pantalla del radar para detectar si había movimiento de gente. Él pasaba la información al puesto de combate en Puerto Argentino, y de allá le decían que eran ovejas que caminaban por ahí, pero el subteniente reiteraba y reiteraba, y ellos insistían en que no era así. Entonces apagaron el radar, y entre los militares que estaban ahí, dijeron: “Esto lo sabemos solamente nosotros, no podemos informarles a los soldados que existe la posibilidad de entrar en combate porque vamos a tener una gran deserción”. "En los días anteriores había habido problemas con soldados que se pegaron tiros. En la primera sección, donde estaba yo, a tres soldados conscriptos y a un sargento se les escaparon disparos en el pie. Es por eso que el subteniente pensó que si decía que íbamos a entrar en combate iban a huir todos. "Pero no fue así. Si nos hubieran informado de lo que estaba por pasar creo que hubiera sido más drástica la pelea. Hubiera habido más bajas por parte de ellos que las que tuvimos nosotros. Es que algunos soldados estaban adentro de la carpa durmiendo, como estábamos Sánchez y yo. Nos podrían haber matado ahí, dormidos. Hubiéramos muerto por la negligencia de nuestras Fuerzas Armadas, que no nos advirtieron lo que estaba por suceder". [B]Vincent Bramley[/B] [U]Regimiento de paracaidistas, Monte Longdon[/U] "La gente pelea cuerpo a cuerpo, literalmente a un metro de distancia. Estás ahí, viendo cómo a algunos los estrangulan hasta que mueren; a otros los pasaron a bayoneta o les dispararon. Todo esto ocurre en un espacio menor al de cuatro canchas de tenis. "Te sorprendería saber lo que algunas personas son capaces de hacer en circunstancias como estas. Vi a algunos soldados muy pero muy experimentados, a quienes yo tenía en alta estima, que no quisieron meterse en lo peor del combate y, a la vez, a un chico de 17 o 18 años transformarse en un personaje realmente feroz, capaz de eliminar a un enemigo casi a mano limpia. En un campo de batalla te volvés un animal, o un ladrón. O un carroñero. "Es la única manera de mantenerte cuerdo. Comenzás a actuar de manera inhumana, como si estuvieras desconectado de tu manera de ser normal. Vi a algunos saqueando los cadáveres o escarbando dentro de los búnkeres. Yo mismo lo hice. Es como si hubiese sido lo más normal del mundo hurgarle los bolsillo a alguien y llevarte sus cartas. "Por Dios, ¿para qué quería esas cartas? Al mirar los cuerpos tirados ahí, para mí no eran siquiera humanos. No me afectaba para nada -ni siquiera el estado en el que estaban-. Lo que sí me afectó fue ver muertos a algunos de mis propios colegas, que habían sido mis amigos desde hacía muchos años. "Cuando ves el Monte Longdon desde lejos parece un monte pequeño que podría estar en Escocia o en Gales. A medida que te vas acercando, te das cuenta de su fuerza y su potencia. La subida por la ladera oeste tiene doscientos metros y es muy empinada. Cuando vas subiendo, sobre todo en horas de oscuridad, te das cuenta de lo grande que es y por eso, en muchos casos, nos pasaron de largo algunos argentinos que después aparecieron de repente. Es como un laberinto de riscos y rocas con pequeños lugares para esconderse. "Recuerdo que cuando aclaró, la artillería comenzó a disparar y un proyectil impactó en el suelo, explotó en la forma de una lluvia de metal fundido. Eran millones de esquirlas que volaban en todas las direcciones. Podían verse cuerpos destrozados de quienes hasta hace apenas unas horas habían sido mis amigos. "Ese fue un golpe enorme que me dio en el estómago: me di cuenta de que estaba en el infierno y que no podía salir". [/QUOTE]
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