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Operación Soberanía 1978
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<blockquote data-quote="Willypicapiedra" data-source="post: 663024" data-attributes="member: 162"><p>.3 Posiciones argentinas en torno al Beagle: Ahora bien, los argentinos fueron incapaces de unificar criterios en torno al asunto del Beagle. A continuación se analizarán las principales posiciones adoptadas por los trasandinos.</p><p></p><p>La primera postura decía que el Canal Beagle llegaba sólo hasta el extremo de la isla Navarino, con lo que Picton, Nueva y Lennox quedaban al sur este del canal. De este modo las islas pasaban a ser argentinas y no chilenas. Sin embargo, esta teoría falla porque de haber sido cierta, el canal tendría sólo 100 millas de longitud y no 120, entonces el canal no tocaría el cabo San Pío ni saldría al Océano Atlántico, características señaladas con precisión por sus descubridores King, Fitz-Roy y Darwin.</p><p></p><p>Una segunda teoría hablaba de una bifurcación del canal. Un brazo pasaba por la costa sur de Tierra del Fuego, hasta el Cabo San Pío, mientras que el otro brazo hacía lo propio por la costa oriental de la isla Navarino, con lo que Picton, Nueva y Lennox quedaban entre los dos brazos del Beagle, como islas de desembocadura. Si lo anterior hubiera sido cierto, ciertamente lo habrían advertido los descubridores del canal, pero no fue así. Por el contrario, las descripciones señalan que “sus lados eran muy paralelos, que el ancho medio era de dos millas, que la desembocadura oriental era una sola en dirección este-sur-este(...)” y que el sentido general del Beagle era de este a oeste.</p><p></p><p>La tercera posición tomada por los argentinos fue la que indicaba que el Beagle, al llegar al extremo oriental de Navarino, dobla al sur, al oeste de Picton y Lennox, dejando a estas dos junto con Nueva en calidad de posesiones argentinas. Esta teoría también tropieza con las descripciones originales por lo que perdió peso rápidamente.</p><p></p><p>Hubo una cuarta teoría que pretendía establecer que el canal pasaba entre Picton y Navarino y desembocaba entre Nueva y Lennox. Una vez más, una teoría argentina no concordaba con las primeras descripciones del canal. Es por esta razón que sus autores pretendieron establecer el curso del canal a través de las máximas profundidades, en un procedimiento similar al de la línea del thalweg, cuya aplicación ha sido aprobada por el Derecho Internacional sólo en ríos, pero que ha sido rechazada de plano en canales marítimos, donde es más práctico establecer la línea media, equidistante de las orillas.</p><p></p><p>La quinta teoría es, sin duda, la más interesante, ya que no intentaba alterar la geografía fueguina, sino que, examinando el tratado de 1881 y su protocolo aclaratorio de 1893, buscaba darle nuevas posesiones a Argentina. Los creadores de esta teoría se centraron básicamente en una de las disposiciones del protocolo que dice, “La República Argentina conserva su dominio y soberanía sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadenamiento principal de los Andes, hasta las costas del Atlántico, como la República de Chile el territorio occidental hasta las costas del Pacífico; (...) de tal suerte que Chile no puede pretender punto alguno hacia el Atlántico, como la República de Argentina no puede pretenderlo hacia el Pacífico”.</p><p></p><p>Aquí es necesario plantear que, al momento de interpretar un tratado -o en este caso un protocolo-, lo importante es el espíritu que este tenga y no limitarse tan sólo a las letras. </p><p></p><p>La única intención del protocolo era aclarar problemas con que habían tropezado peritos argentinos y chilenos en la demarcación de la frontera. Estos problemas se concentraban en las cercanías del paralelo 52, específicamente al norte de este, donde la línea divisoria de aguas posibilitaba a Argentina la salida al Pacífico, entonces el citado fragmento del protocolo se refiere exclusivamente a este problema y no puede aplicarse como regla general para toda la frontera entre Chile y Argentina.</p><p></p><p>El artículo cuarto del protocolo se refiere a la manera de iniciar la demarcación de la frontera al sur del paralelo 52, pero no menciona solución para problema alguno en esta zona, de lo que se infiere que los contrayentes del protocolo estimaban que al sur del paralelo 52 debía aplicarse al pie de la letra el Tratado de 1881.</p><p></p><p>Además, el artículo décimo del protocolo establecía claramente que sus disposiciones “no menoscaban en lo más mínimo el espíritu del Tratado de 1881”.</p><p></p><p>En fin, tal ha sido el número de las contradictorias, irrisorias, inverosímiles e infundadas teorías argentinas, que por mucho tiempo no se supo a ciencia cierta cuál era el reclamo oficial de los argentinos, ni mucho menos sus fundamentos.</p><p></p><p>2.DESARROLLO DE LA CONTROVERSIA</p><p></p><p></p><p>2.1 La Primera Ofensiva Argentina: Después de firmado el Tratado de 1881, aunque no inmediatamente, el gobierno de Chile se preocupó de ejercer soberanía sobre las islas que el tratado le otorgaba, o sea, las que estuviesen al sur del canal Beagle, incluidas, por supuesto, Nueva, Picton y Lennox.</p><p></p><p>Estos actos que intentaban reafirmar la soberanía nacional en esos territorios consistieron básicamente en estimular el desarrollo económico y en cierto grado militar de la zona.</p><p></p><p>En este sentido destaca la obra de don Manuel Señoret, gobernador de Magallanes que llevó, en 1891, los primeros policías a las islas Lennox y Nueva, logró que se enviase un gran número de cabezas de vacuno a Picton, fundó Puerto Toro en Navarino e hizo infinidad de concesiones a privados para lograr el despegue económico de la zona. En este sentido contó con la ayuda del descubrimiento de oro en las islas fueguinas, ya referido en el capítulo anterior.</p><p></p><p>Como producto de las mencionadas concesiones surgió, entre otras, la sociedad Stuven-Edwards, formada por los señores Juan Stuven, Carlos Stuven y Mariano Edwards. La sociedad se sentó sobre la posesión de una estancia(instalaciones y cabezas de lanares, cabalgares y cabríos), concedida por Antonio Milicich. Posteriormente, la sociedad siguió adquiriendo bienes tanto muebles como inmuebles, con lo que las arcas de ella quedaron notablemente incrementadas.</p><p></p><p>Más adelante se disolvió la sociedad, quedando el señor Edwards en posesión de la totalidad de los bienes de esta.</p><p></p><p>En 1909, don Mariano, fue víctima de un error gubernativo, el cual fue compensado con una prórroga por quince años en el derecho a uso de las tierras que ocupaba su sociedad, que databan de la época de don Antonio Milicich. Eso sí, el gobierno puso como condición a esto la construcción de una carbonera para la Marina de Chile, lo cual se llevó a cabo en caleta Banner, al norte de Picton.</p><p></p><p>Así pasaban los días y nadie podía presagiar lo que se venía.</p><p></p><p>En 1915, treinta y cuatro años después de firmado el tratado de 1881, por primera vez el gobierno argentino alegó oficialmente a Chile por la ocupación que había hecho en las islas al sur del Beagle, tomando como pretexto el problema de don Mariano Edwards.</p><p></p><p>Lo anterior es considerado como consecuencia de “la campaña de errores sostenida desde hacía varios años por los geógrafos y escritores argentinos”.</p><p></p><p>La nota de reclamo entregada por la Embajada de la República Argentina en Chile alegaba que la prórroga otorgada a Edwards “lesionaba los derechos de la República Argentina”, pero sin especificar cuáles era los derechos lesionados, cuáles eran los territorios que se pretendían poner en litigio ni cuáles eran los argumentos en que se basaba tal alegato.</p><p></p><p>En este momento cabe plantear la siguiente interrogante: ¿Tenía una reclamación tan falta de peso como esta un fundamento sólido en que sustentarse? Ciertamente no. Es más, es posible concluir que el reclamo argentino no obedecía a una convicción, sino la necesidad de reclamar por algo, fuese lo que fuese.</p><p></p><p>Y es que era tan vergonzosa la posición argentina que no tardaron en aparecer las opiniones contrarias al reclamo, no sólo en Chile, sino también en Argentina. </p><p></p><p>De las últimas es necesario rescatar la de Francisco P. Moreno, importante geógrafo y naturalista, Director de la Oficina de Límites de Argentina y perito de límites con Chile.</p><p></p><p>Moreno es taxativo al explicar que el límite, de acuerdo al Tratado de 1881, deja en lado chileno todas las islas al sur del canal Beagle y de Tierra del Fuego. </p><p></p><p>Luego agrega: “No atino a explicarme por qué el gobierno argentino pretende hoy soberanía sobre las islas Nueva, Picton y Lennox, etc., fundándose en los tratados vigentes, es decir, en el de 1881 y en el Protocolo de 1893, cuando el primero de ellos lo invalida para tal pretensión y el segundo nada tiene que ver con la demarcación en el Beagle. Insisto, la mención en el Tratado de 1881, como excepción, de la Isla de los Estados le hará perder el pleito tan malamente planteado”. </p><p></p><p>Ahora bien, si el reclamo argentino fue definido como vergonzoso, las motivaciones del mismo no lo son menos.</p><p></p><p>Resulta que, en medio de una aguda crisis económica, el gobierno argentino decidió darle peso a su marina, adquiriendo dos acorazados del tipo dreadnought.</p><p></p><p>Como era de esperar, la opinión pública se volvió contraria al negocio, argumentando que esas embarcaciones eran ya obsoletas y que su compra, como la de cualquier tipo de armamento pesado, se justificaba en ese momento, dado el hecho de que no había problemas con ninguno de sus vecinos. Después de lo anterior, el Congreso argentino se mostró reticente a autorizar la compra de los dreadnought.</p><p></p><p>Luego, en vista de los problemas para la adquisición de las embarcaciones, el grupo de personas partidarias de los acorazados, engendró una maquinación para cambiar el parecer del Congreso, al inventar el hallazgo de un telegrama del Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Barón de Río Branco, que manifestaba la intención carioca de atacar a Argentina.</p><p></p><p>La maniobra dio resultado y el Congreso autorizó la compra de los dreadnought.</p><p></p><p>Sin embargo, como siempre, la verdad se abrió paso y se supo todo lo ocurrido. Así, al llegar a Argentina los acorazados a mediados de 1915, el gobierno y los partidarios se encontraban moralmente derrotados y con una muy mala imagen.</p><p></p><p>Esa imagen se deterioró aún más cuando, producto de los problemas bélicos que vivía Europa por esos días, Estados Unidos ofreció a Argentina la compra de los acorazados y, curiosamente, los trasandinos no aceptaron la oferta. Francamente, la situación en Argentina se ponía cada vez peor para el gobierno y los partidarios de las embarcaciones.</p><p></p><p>Cuando ya todos pensaban que nada podía empeorar las cosas, los argentinos repitieron la confabulación emprendida contra Brasil, pero, esta vez, contra Chile. Si bien la forma fue diferente, el fondo era el mismo.</p><p></p><p>Las columnas del diario La Prensa, en torno al cual giraba el círculo de amigos de los acorazados, se llenaron de artículos contra Chile, teorías sobre la soberanía argentina en las islas(principalmente de don Estanislao Zeballos), etc., todo enmarcado en una campaña de protesta por la prórroga del permiso concedido a don Mariano Edwards. Luego, como resultado de esta campaña, el gobierno se hizo partícipe de la demanda y estableció el reclamo oficial.</p><p></p><p>Es por esta razón que se le ha dado a la reclamación y sus fundamentos el adjetivo de vergonzosos. Resulta imposible darles otro.</p><p></p><p>Después de lo anterior, las Cancillerías buscaron darle rápidamente una solución pacífica al tema, hecho que se vio acentuado después de que se descubrieran los planes secretos del Agregado Militar de Argentina en Chile, don Juan Domingo Perón, y su sucesor, don Eduardo Leonardi, que pretendían obtener duplicados de los expedientes secretos de mayor importancia del Estado Mayor del Ejército de Chile, lo que significó un daño en las relaciones, pero no una detención en la búsqueda de solución al conflicto suscitado en tierras australes, sobre todo después de la visita a Chile del canciller argentino, don José María Cantilo, que pretendía borrar la mala imagen creada por los uniformados antes mencionados.</p><p></p><p>Es así como, después de las muestras conciliatorias de los argentinos se llegó al convenio de 1938, que establecía la decisión tomada por ambos países de recurrir a un arbitraje para dirimir el problema. También determinó el árbitro elegido para tales efectos, que fue el Procurador General de los Estados Unidos, Homer Cummings.</p><p></p><p>Sin embargo, el convenio no llegó a ser sancionado.</p><p></p><p>En 1954 se reanudaron las conversaciones para llegar a una solución al problema que ya perdía protagonismo en los quehaceres de cada país, pero las conversaciones no prosperaron y fue necesario que cuatro años después, en 1958, Argentina provocara un conflicto en el islote Snipe para que las relaciones se volvieran a poner tensas, con lo que el conflicto en tierras australes recobró actualidad.</p><p></p><p>sigue....</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Willypicapiedra, post: 663024, member: 162"] .3 Posiciones argentinas en torno al Beagle: Ahora bien, los argentinos fueron incapaces de unificar criterios en torno al asunto del Beagle. A continuación se analizarán las principales posiciones adoptadas por los trasandinos. La primera postura decía que el Canal Beagle llegaba sólo hasta el extremo de la isla Navarino, con lo que Picton, Nueva y Lennox quedaban al sur este del canal. De este modo las islas pasaban a ser argentinas y no chilenas. Sin embargo, esta teoría falla porque de haber sido cierta, el canal tendría sólo 100 millas de longitud y no 120, entonces el canal no tocaría el cabo San Pío ni saldría al Océano Atlántico, características señaladas con precisión por sus descubridores King, Fitz-Roy y Darwin. Una segunda teoría hablaba de una bifurcación del canal. Un brazo pasaba por la costa sur de Tierra del Fuego, hasta el Cabo San Pío, mientras que el otro brazo hacía lo propio por la costa oriental de la isla Navarino, con lo que Picton, Nueva y Lennox quedaban entre los dos brazos del Beagle, como islas de desembocadura. Si lo anterior hubiera sido cierto, ciertamente lo habrían advertido los descubridores del canal, pero no fue así. Por el contrario, las descripciones señalan que “sus lados eran muy paralelos, que el ancho medio era de dos millas, que la desembocadura oriental era una sola en dirección este-sur-este(...)” y que el sentido general del Beagle era de este a oeste. La tercera posición tomada por los argentinos fue la que indicaba que el Beagle, al llegar al extremo oriental de Navarino, dobla al sur, al oeste de Picton y Lennox, dejando a estas dos junto con Nueva en calidad de posesiones argentinas. Esta teoría también tropieza con las descripciones originales por lo que perdió peso rápidamente. Hubo una cuarta teoría que pretendía establecer que el canal pasaba entre Picton y Navarino y desembocaba entre Nueva y Lennox. Una vez más, una teoría argentina no concordaba con las primeras descripciones del canal. Es por esta razón que sus autores pretendieron establecer el curso del canal a través de las máximas profundidades, en un procedimiento similar al de la línea del thalweg, cuya aplicación ha sido aprobada por el Derecho Internacional sólo en ríos, pero que ha sido rechazada de plano en canales marítimos, donde es más práctico establecer la línea media, equidistante de las orillas. La quinta teoría es, sin duda, la más interesante, ya que no intentaba alterar la geografía fueguina, sino que, examinando el tratado de 1881 y su protocolo aclaratorio de 1893, buscaba darle nuevas posesiones a Argentina. Los creadores de esta teoría se centraron básicamente en una de las disposiciones del protocolo que dice, “La República Argentina conserva su dominio y soberanía sobre todo el territorio que se extiende al oriente del encadenamiento principal de los Andes, hasta las costas del Atlántico, como la República de Chile el territorio occidental hasta las costas del Pacífico; (...) de tal suerte que Chile no puede pretender punto alguno hacia el Atlántico, como la República de Argentina no puede pretenderlo hacia el Pacífico”. Aquí es necesario plantear que, al momento de interpretar un tratado -o en este caso un protocolo-, lo importante es el espíritu que este tenga y no limitarse tan sólo a las letras. La única intención del protocolo era aclarar problemas con que habían tropezado peritos argentinos y chilenos en la demarcación de la frontera. Estos problemas se concentraban en las cercanías del paralelo 52, específicamente al norte de este, donde la línea divisoria de aguas posibilitaba a Argentina la salida al Pacífico, entonces el citado fragmento del protocolo se refiere exclusivamente a este problema y no puede aplicarse como regla general para toda la frontera entre Chile y Argentina. El artículo cuarto del protocolo se refiere a la manera de iniciar la demarcación de la frontera al sur del paralelo 52, pero no menciona solución para problema alguno en esta zona, de lo que se infiere que los contrayentes del protocolo estimaban que al sur del paralelo 52 debía aplicarse al pie de la letra el Tratado de 1881. Además, el artículo décimo del protocolo establecía claramente que sus disposiciones “no menoscaban en lo más mínimo el espíritu del Tratado de 1881”. En fin, tal ha sido el número de las contradictorias, irrisorias, inverosímiles e infundadas teorías argentinas, que por mucho tiempo no se supo a ciencia cierta cuál era el reclamo oficial de los argentinos, ni mucho menos sus fundamentos. 2.DESARROLLO DE LA CONTROVERSIA 2.1 La Primera Ofensiva Argentina: Después de firmado el Tratado de 1881, aunque no inmediatamente, el gobierno de Chile se preocupó de ejercer soberanía sobre las islas que el tratado le otorgaba, o sea, las que estuviesen al sur del canal Beagle, incluidas, por supuesto, Nueva, Picton y Lennox. Estos actos que intentaban reafirmar la soberanía nacional en esos territorios consistieron básicamente en estimular el desarrollo económico y en cierto grado militar de la zona. En este sentido destaca la obra de don Manuel Señoret, gobernador de Magallanes que llevó, en 1891, los primeros policías a las islas Lennox y Nueva, logró que se enviase un gran número de cabezas de vacuno a Picton, fundó Puerto Toro en Navarino e hizo infinidad de concesiones a privados para lograr el despegue económico de la zona. En este sentido contó con la ayuda del descubrimiento de oro en las islas fueguinas, ya referido en el capítulo anterior. Como producto de las mencionadas concesiones surgió, entre otras, la sociedad Stuven-Edwards, formada por los señores Juan Stuven, Carlos Stuven y Mariano Edwards. La sociedad se sentó sobre la posesión de una estancia(instalaciones y cabezas de lanares, cabalgares y cabríos), concedida por Antonio Milicich. Posteriormente, la sociedad siguió adquiriendo bienes tanto muebles como inmuebles, con lo que las arcas de ella quedaron notablemente incrementadas. Más adelante se disolvió la sociedad, quedando el señor Edwards en posesión de la totalidad de los bienes de esta. En 1909, don Mariano, fue víctima de un error gubernativo, el cual fue compensado con una prórroga por quince años en el derecho a uso de las tierras que ocupaba su sociedad, que databan de la época de don Antonio Milicich. Eso sí, el gobierno puso como condición a esto la construcción de una carbonera para la Marina de Chile, lo cual se llevó a cabo en caleta Banner, al norte de Picton. Así pasaban los días y nadie podía presagiar lo que se venía. En 1915, treinta y cuatro años después de firmado el tratado de 1881, por primera vez el gobierno argentino alegó oficialmente a Chile por la ocupación que había hecho en las islas al sur del Beagle, tomando como pretexto el problema de don Mariano Edwards. Lo anterior es considerado como consecuencia de “la campaña de errores sostenida desde hacía varios años por los geógrafos y escritores argentinos”. La nota de reclamo entregada por la Embajada de la República Argentina en Chile alegaba que la prórroga otorgada a Edwards “lesionaba los derechos de la República Argentina”, pero sin especificar cuáles era los derechos lesionados, cuáles eran los territorios que se pretendían poner en litigio ni cuáles eran los argumentos en que se basaba tal alegato. En este momento cabe plantear la siguiente interrogante: ¿Tenía una reclamación tan falta de peso como esta un fundamento sólido en que sustentarse? Ciertamente no. Es más, es posible concluir que el reclamo argentino no obedecía a una convicción, sino la necesidad de reclamar por algo, fuese lo que fuese. Y es que era tan vergonzosa la posición argentina que no tardaron en aparecer las opiniones contrarias al reclamo, no sólo en Chile, sino también en Argentina. De las últimas es necesario rescatar la de Francisco P. Moreno, importante geógrafo y naturalista, Director de la Oficina de Límites de Argentina y perito de límites con Chile. Moreno es taxativo al explicar que el límite, de acuerdo al Tratado de 1881, deja en lado chileno todas las islas al sur del canal Beagle y de Tierra del Fuego. Luego agrega: “No atino a explicarme por qué el gobierno argentino pretende hoy soberanía sobre las islas Nueva, Picton y Lennox, etc., fundándose en los tratados vigentes, es decir, en el de 1881 y en el Protocolo de 1893, cuando el primero de ellos lo invalida para tal pretensión y el segundo nada tiene que ver con la demarcación en el Beagle. Insisto, la mención en el Tratado de 1881, como excepción, de la Isla de los Estados le hará perder el pleito tan malamente planteado”. Ahora bien, si el reclamo argentino fue definido como vergonzoso, las motivaciones del mismo no lo son menos. Resulta que, en medio de una aguda crisis económica, el gobierno argentino decidió darle peso a su marina, adquiriendo dos acorazados del tipo dreadnought. Como era de esperar, la opinión pública se volvió contraria al negocio, argumentando que esas embarcaciones eran ya obsoletas y que su compra, como la de cualquier tipo de armamento pesado, se justificaba en ese momento, dado el hecho de que no había problemas con ninguno de sus vecinos. Después de lo anterior, el Congreso argentino se mostró reticente a autorizar la compra de los dreadnought. Luego, en vista de los problemas para la adquisición de las embarcaciones, el grupo de personas partidarias de los acorazados, engendró una maquinación para cambiar el parecer del Congreso, al inventar el hallazgo de un telegrama del Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Barón de Río Branco, que manifestaba la intención carioca de atacar a Argentina. La maniobra dio resultado y el Congreso autorizó la compra de los dreadnought. Sin embargo, como siempre, la verdad se abrió paso y se supo todo lo ocurrido. Así, al llegar a Argentina los acorazados a mediados de 1915, el gobierno y los partidarios se encontraban moralmente derrotados y con una muy mala imagen. Esa imagen se deterioró aún más cuando, producto de los problemas bélicos que vivía Europa por esos días, Estados Unidos ofreció a Argentina la compra de los acorazados y, curiosamente, los trasandinos no aceptaron la oferta. Francamente, la situación en Argentina se ponía cada vez peor para el gobierno y los partidarios de las embarcaciones. Cuando ya todos pensaban que nada podía empeorar las cosas, los argentinos repitieron la confabulación emprendida contra Brasil, pero, esta vez, contra Chile. Si bien la forma fue diferente, el fondo era el mismo. Las columnas del diario La Prensa, en torno al cual giraba el círculo de amigos de los acorazados, se llenaron de artículos contra Chile, teorías sobre la soberanía argentina en las islas(principalmente de don Estanislao Zeballos), etc., todo enmarcado en una campaña de protesta por la prórroga del permiso concedido a don Mariano Edwards. Luego, como resultado de esta campaña, el gobierno se hizo partícipe de la demanda y estableció el reclamo oficial. Es por esta razón que se le ha dado a la reclamación y sus fundamentos el adjetivo de vergonzosos. Resulta imposible darles otro. Después de lo anterior, las Cancillerías buscaron darle rápidamente una solución pacífica al tema, hecho que se vio acentuado después de que se descubrieran los planes secretos del Agregado Militar de Argentina en Chile, don Juan Domingo Perón, y su sucesor, don Eduardo Leonardi, que pretendían obtener duplicados de los expedientes secretos de mayor importancia del Estado Mayor del Ejército de Chile, lo que significó un daño en las relaciones, pero no una detención en la búsqueda de solución al conflicto suscitado en tierras australes, sobre todo después de la visita a Chile del canciller argentino, don José María Cantilo, que pretendía borrar la mala imagen creada por los uniformados antes mencionados. Es así como, después de las muestras conciliatorias de los argentinos se llegó al convenio de 1938, que establecía la decisión tomada por ambos países de recurrir a un arbitraje para dirimir el problema. También determinó el árbitro elegido para tales efectos, que fue el Procurador General de los Estados Unidos, Homer Cummings. Sin embargo, el convenio no llegó a ser sancionado. En 1954 se reanudaron las conversaciones para llegar a una solución al problema que ya perdía protagonismo en los quehaceres de cada país, pero las conversaciones no prosperaron y fue necesario que cuatro años después, en 1958, Argentina provocara un conflicto en el islote Snipe para que las relaciones se volvieran a poner tensas, con lo que el conflicto en tierras australes recobró actualidad. sigue.... [/QUOTE]
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