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Conflictos Contemporáneos
Operación Soberanía 1978
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<blockquote data-quote="Willypicapiedra" data-source="post: 663025" data-attributes="member: 162"><p>.2 El Incidente en el Islote Snipe: El 12 de enero de 1958, la Marina de Chile, amparándose en la soberanía que gozaba sobre el islote Snipe, instaló en él una baliza, sin embargo, ésta fue destruida el 7 de mayo del mismo año a través de tiros de metralleta, provenientes del patrullero argentino Guaraní, que, posteriormente, desembarcó gente con el fin de instalar otra baliza con materiales de Ushuaia. </p><p></p><p>Después de la correspondiente nota de reclamo por semejante violación del territorio nacional, la Marina procedió, el 11 de mayo, a reponer la baliza y, por supuesto, desmontar la argentina.</p><p></p><p>La Cancillería argentina se limitó a emitir un comunicado que manifestaba que, “en honor a la tradicional amistad de ambos países”, sus buques de guerra se mantendrían sin intervenir.</p><p></p><p>Sin embargo, bastaron sólo tres meses para que Argentina rompiera su palabra y volviera a las agresiones, cuando, el 9 de agosto, el destructor argentino San Juan desembarcó gente en el islote Snipe que destruyó la segunda baliza chilena y, rápidamente se retiraron. A los dos días, volvió el San Juan y, esta vez, desembarcó ochenta hombres fuertemente armados, en una clara actitud bélica.</p><p></p><p>Después de la lógica nota de protesta entregada por la Embajada de Chile en Argentina a la Cancillería de ese país, llegó a la Moneda una nota de respuesta que respaldaba la agresión, invocando, curiosamente, los convenios de 1915 y 1938 y el acuerdo de 1954.</p><p></p><p>Craso error de la Casa Rosada, en vista de que ni los convenios ni el tratado habían llegado a ser sancionados, lo que le quitaba toda validez a la nota argentina y ponía en duda la competencia de la diplomacia trasandina.</p><p></p><p>Además, la nota manifestaba que “era innecesario insistir en los antecedentes jurídicos, geográficos e históricos” que habían a favor de los argentinos, pero no se especificaba cuál o cuáles de la infinidad de las teorías serían las adoptadas por la Casa Rosada con el fin de defender su “soberanía” en tierras australes.</p><p></p><p>El gobierno chileno decidió enviar una segunda nota a la Cancillería argentina, rebatiendo, punto por punto, todos los postulados argentinos. Fue tan buena la apelación que se hizo, que se decidió retrotraer de hecho y derecho la situación existente en el islote a la existente en él antes de que Chile instalara la primera baliza.</p><p></p><p>Sin embargo, si se hace un balance de lo acaecido, es posible determinar que el incidente resultó desfavorable para Chile, pues, tras la maniobra argentina, se puso en litigio un territorio, en el cual la soberanía chilena era indiscutida.</p><p></p><p>Ahora bien, para entender las razones que motivaron la agresión del gobierno de la Casa Rosada, es necesario volver a analizar la situación interna del país.</p><p></p><p>El presidente argentino por ese entonces era Arturo Frondizi, quien había llegado al poder por elección popular, pero sólo después de la caída del dictador Juan Domingo Perón, conocido en Chile por las razones ya expuestas. Frondizi era un presidente de tendencias izquierdistas y sentía debilidad por los peronistas, quienes le ayudaron a ser elegido presidente al darle sus votos. Estas características le hicieron merecedor de la estricta vigilancia de unas politizadas Fuerzas Armadas quienes se oponían a un eventual regreso del peronismo, al crecimiento político de los sindicatos y, en general, a todas las tendencias socialistas y comunistas.</p><p></p><p>Ayudaba a empeorar esta poco envidiable situación los malos momentos por los que atravesaba la economía argentina con una inflación creciente y una desvalorización continua de la moneda.</p><p></p><p>Además, el gobierno de Frondizi daba pie al descontento social, al dictar medidas poco populares.</p><p></p><p>En medio de todo lo anterior, la Marina argentina cumplió el viejo anhelo de contar con un portaaviones en su flota. Éste fue el Warrior.</p><p></p><p>¿Qué hechos se vienen a la memoria después de lo anterior?</p><p></p><p>La compra de los acorazados dreadnought. “El esquema utilizado por el gobierno argentino en 1915 con motivo de la adquisición de los dos acorazados, es el mismo que sirvió en 1958 con motivo de la compra del Warrior”.</p><p></p><p>Afortunadamente, el gobierno chileno de la época, presidido por don Carlos Ibáñez del Campo, entendió cuáles eran las verdaderas motivaciones del incidente en el islote, por lo que el hecho, que pudo haber llegado a tomar una beligerancia tremenda, no llegó a mayores.</p><p></p><p>Sin embargo, la disputa tocó profundamente la conciencia tanto de argentinos y chilenos y el 2 de febrero de 1959, los presidentes Frondizi y Jorge Alessandri Rodríguez, sucesor de Ibáñez, manifestaron su decisión de llegar lo más pronto posible a un acuerdo que llevase a una solución arbitral del tema.</p><p></p><p>Es así como, el 19 de marzo de 1960, se firmó un tratado que llevaba el diferendo a la Corte Internacional de Justicia de La Haya.</p><p></p><p>Las condiciones para lo anterior quedaron estipuladas en el protocolo del 12 de junio del mismo año.</p><p></p><p>Este protocolo fue duramente cuestionado por la opinión pública y la prensa chilena, lo que influyó para que el tratado y el protocolo no fueran sancionados por el Congreso de Chile y fuera posteriormente retirado por el sucesor de Alessandri, don Eduardo Frei Montalva.</p><p></p><p>Los aspectos más atacados fueron los siguientes:</p><p></p><p>Se reconocía la soberanía de Chile en la isla Lennox y la argentina en las dos islas Becasses. La Corte de La Haya determinaría a qué país pertenecían las islas Nueva y Picton y otros islotes</p><p></p><p>Se permitía el paso argentino por los canales fueguinos de barcos de guerra, siempre y cuando notificaran el paso a su debido tiempo, pero esta notificación podía ser omitida por causas de fuerza mayor.</p><p></p><p>Como ya se ha dicho el presidente Frei retiró definitivamente el Tratado y el Protocolo de 1960, debido a la impopularidad que alcanzaron dichos documentos y, en honor a la verdad, significaban un nuevo triunfo para los argentinos.</p><p></p><p>En todo caso, el democratacristiano también realizó gestiones para llevar el conflicto a una solución arbitral, de hecho, en 1965, su Ministro de RR.EE, Gabriel Valdés Subercaseaux, y su homólogo argentino, Miguel Ángel Zavala, se reunieron con el fin de materializar el sueño del arbitraje, pero las conversaciones tampoco llegaron a buen término.</p><p></p><p>Las agresiones a la Quidora: El 28 de noviembre de 1967, la torpedera Quidora, de bandera chilena, en un viaje de Puerto Williams a Caleta Wulaia, se acercó más de lo acostumbrado a la bahía argentina de Ushuaia, pero sin dejar de navegar por aguas chilenas.</p><p></p><p>Lo anterior fue explotado por los argentinos. Dos aviones argentino sobrevolaron a la Quidora e incluso le dispararon algunas ráfagas de ametralladora, a lo cual la torpedera no respondió y siguió su viaje como si nada hubiera pasado.</p><p></p><p>El asunto no terminó allí, ya que en el viaje de regreso, la Quidora fue sorprendida por el patrullero argentino Irigoyen que le disparó a la embarcación nacional desde la distancia, en la base de Ushuaia. La reacción de la Quidora fue la misma que tuvo en su primer viaje.</p><p></p><p>Con el paso del tiempo, se han analizado los acontecimientos y se ha llegado a la conclusión de que si la nave chilena hubiera decidido responder los injustificados ataques que sufrió en su contra, el impasse habría adquirido magnitudes extraordinarias, pudiendo llevar a Chile y Argentina a un enfrentamiento bélico sin precedentes en el siglo XX, sin embargo, la tripulación de la Quidora guardó la compostura y la serenidad, demostrando la inconfundible sangre fría de la instrucción marcial tan necesaria en momentos como esos.</p><p></p><p>En todo caso, si bien este último incidente no pasó a mayores, sí demostró la necesidad imperiosa de llegar a una solución definitiva al tema de la soberanía en tierras australes.</p><p></p><p>Chile tomó la iniciativa al respecto y decidió recurrir al Tratado General de Arbitraje de 1902, que obligaba a Chile y a Argentina a someter a arbitraje cualquier litigio que surgiera entre estos países, siempre y cuando esto no representara una violación a los principios constitucionales de cada país y las negociaciones directas se encontraran agotadas. El árbitro sería el gobierno de Su Majestad Británica, cuyo fallo era inapelable y su cumplimiento estaba confiado al honor de las naciones pleiteantes.</p><p></p><p>A primera vista puede parecer precipitada la decisión tomada por Chile al ser de carácter netamente unilateral, pero no es así. El artículo tercero del tratado mencionado en el párrafo anterior estipulaba que, en caso de no haber acuerdo en las naciones litigantes para presentar el conflicto al árbitro, cualquiera de las naciones, con o sin conocimiento de la otra, podía “solicitar la intervención del árbitro a quien corresponderá fijar el compromiso, la época, lugar y formalidades de procedimiento, así como resolver todas las dificultades procesales que pudieran surgir en el curso del debate”.</p><p></p><p>Es decir, la decisión chilena no era apresurada, sino todo lo contrario. Ésta obedecía a un serio estudio del tema que arrojó como conclusión que había que darle solución rápida al tema, antes de que nuevas agresiones argentinas terminaran por colmar la paciencia de los chilenos que hasta el momento se habían mostrado abiertos al diálogo y a las negociaciones directas(posición defendida por los argentinos hasta último momento), pero que no estaban dispuestos a que esa postura significara pérdidas territoriales.</p><p></p><p>Es así como, el 11 de diciembre de 1967, a menos de un mes de la agresión sufrida por la Quidora de parte los aviones argentinos y el Irigoyen, el gobierno de Chile, presidido por don Eduardo Frei Montalva, decidió dejar esa característica actitud defensiva y, hasta cierto punto, pasiva de los gobiernos de Chile con respecto a la controversia suscitada en torno al Beagle y dio por agotadas las conversaciones con los argentinos, debido a que en casi ochenta años de diálogo no se había podido llegar a una solución definitiva que dejara contenta a ambas naciones y consideró que la única salida que había era el arbitraje de Su Majestad Británica.</p><p></p><p>Sin embargo no fue fácil convencer a los argentinos de que ese era el camino correcto a seguir. Pero intensas reuniones y cumbres permitieron hacer que los trasandinos aceptaran que el asunto se llevara al arbitraje.</p><p></p><p>sigue...</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Willypicapiedra, post: 663025, member: 162"] .2 El Incidente en el Islote Snipe: El 12 de enero de 1958, la Marina de Chile, amparándose en la soberanía que gozaba sobre el islote Snipe, instaló en él una baliza, sin embargo, ésta fue destruida el 7 de mayo del mismo año a través de tiros de metralleta, provenientes del patrullero argentino Guaraní, que, posteriormente, desembarcó gente con el fin de instalar otra baliza con materiales de Ushuaia. Después de la correspondiente nota de reclamo por semejante violación del territorio nacional, la Marina procedió, el 11 de mayo, a reponer la baliza y, por supuesto, desmontar la argentina. La Cancillería argentina se limitó a emitir un comunicado que manifestaba que, “en honor a la tradicional amistad de ambos países”, sus buques de guerra se mantendrían sin intervenir. Sin embargo, bastaron sólo tres meses para que Argentina rompiera su palabra y volviera a las agresiones, cuando, el 9 de agosto, el destructor argentino San Juan desembarcó gente en el islote Snipe que destruyó la segunda baliza chilena y, rápidamente se retiraron. A los dos días, volvió el San Juan y, esta vez, desembarcó ochenta hombres fuertemente armados, en una clara actitud bélica. Después de la lógica nota de protesta entregada por la Embajada de Chile en Argentina a la Cancillería de ese país, llegó a la Moneda una nota de respuesta que respaldaba la agresión, invocando, curiosamente, los convenios de 1915 y 1938 y el acuerdo de 1954. Craso error de la Casa Rosada, en vista de que ni los convenios ni el tratado habían llegado a ser sancionados, lo que le quitaba toda validez a la nota argentina y ponía en duda la competencia de la diplomacia trasandina. Además, la nota manifestaba que “era innecesario insistir en los antecedentes jurídicos, geográficos e históricos” que habían a favor de los argentinos, pero no se especificaba cuál o cuáles de la infinidad de las teorías serían las adoptadas por la Casa Rosada con el fin de defender su “soberanía” en tierras australes. El gobierno chileno decidió enviar una segunda nota a la Cancillería argentina, rebatiendo, punto por punto, todos los postulados argentinos. Fue tan buena la apelación que se hizo, que se decidió retrotraer de hecho y derecho la situación existente en el islote a la existente en él antes de que Chile instalara la primera baliza. Sin embargo, si se hace un balance de lo acaecido, es posible determinar que el incidente resultó desfavorable para Chile, pues, tras la maniobra argentina, se puso en litigio un territorio, en el cual la soberanía chilena era indiscutida. Ahora bien, para entender las razones que motivaron la agresión del gobierno de la Casa Rosada, es necesario volver a analizar la situación interna del país. El presidente argentino por ese entonces era Arturo Frondizi, quien había llegado al poder por elección popular, pero sólo después de la caída del dictador Juan Domingo Perón, conocido en Chile por las razones ya expuestas. Frondizi era un presidente de tendencias izquierdistas y sentía debilidad por los peronistas, quienes le ayudaron a ser elegido presidente al darle sus votos. Estas características le hicieron merecedor de la estricta vigilancia de unas politizadas Fuerzas Armadas quienes se oponían a un eventual regreso del peronismo, al crecimiento político de los sindicatos y, en general, a todas las tendencias socialistas y comunistas. Ayudaba a empeorar esta poco envidiable situación los malos momentos por los que atravesaba la economía argentina con una inflación creciente y una desvalorización continua de la moneda. Además, el gobierno de Frondizi daba pie al descontento social, al dictar medidas poco populares. En medio de todo lo anterior, la Marina argentina cumplió el viejo anhelo de contar con un portaaviones en su flota. Éste fue el Warrior. ¿Qué hechos se vienen a la memoria después de lo anterior? La compra de los acorazados dreadnought. “El esquema utilizado por el gobierno argentino en 1915 con motivo de la adquisición de los dos acorazados, es el mismo que sirvió en 1958 con motivo de la compra del Warrior”. Afortunadamente, el gobierno chileno de la época, presidido por don Carlos Ibáñez del Campo, entendió cuáles eran las verdaderas motivaciones del incidente en el islote, por lo que el hecho, que pudo haber llegado a tomar una beligerancia tremenda, no llegó a mayores. Sin embargo, la disputa tocó profundamente la conciencia tanto de argentinos y chilenos y el 2 de febrero de 1959, los presidentes Frondizi y Jorge Alessandri Rodríguez, sucesor de Ibáñez, manifestaron su decisión de llegar lo más pronto posible a un acuerdo que llevase a una solución arbitral del tema. Es así como, el 19 de marzo de 1960, se firmó un tratado que llevaba el diferendo a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Las condiciones para lo anterior quedaron estipuladas en el protocolo del 12 de junio del mismo año. Este protocolo fue duramente cuestionado por la opinión pública y la prensa chilena, lo que influyó para que el tratado y el protocolo no fueran sancionados por el Congreso de Chile y fuera posteriormente retirado por el sucesor de Alessandri, don Eduardo Frei Montalva. Los aspectos más atacados fueron los siguientes: Se reconocía la soberanía de Chile en la isla Lennox y la argentina en las dos islas Becasses. La Corte de La Haya determinaría a qué país pertenecían las islas Nueva y Picton y otros islotes Se permitía el paso argentino por los canales fueguinos de barcos de guerra, siempre y cuando notificaran el paso a su debido tiempo, pero esta notificación podía ser omitida por causas de fuerza mayor. Como ya se ha dicho el presidente Frei retiró definitivamente el Tratado y el Protocolo de 1960, debido a la impopularidad que alcanzaron dichos documentos y, en honor a la verdad, significaban un nuevo triunfo para los argentinos. En todo caso, el democratacristiano también realizó gestiones para llevar el conflicto a una solución arbitral, de hecho, en 1965, su Ministro de RR.EE, Gabriel Valdés Subercaseaux, y su homólogo argentino, Miguel Ángel Zavala, se reunieron con el fin de materializar el sueño del arbitraje, pero las conversaciones tampoco llegaron a buen término. Las agresiones a la Quidora: El 28 de noviembre de 1967, la torpedera Quidora, de bandera chilena, en un viaje de Puerto Williams a Caleta Wulaia, se acercó más de lo acostumbrado a la bahía argentina de Ushuaia, pero sin dejar de navegar por aguas chilenas. Lo anterior fue explotado por los argentinos. Dos aviones argentino sobrevolaron a la Quidora e incluso le dispararon algunas ráfagas de ametralladora, a lo cual la torpedera no respondió y siguió su viaje como si nada hubiera pasado. El asunto no terminó allí, ya que en el viaje de regreso, la Quidora fue sorprendida por el patrullero argentino Irigoyen que le disparó a la embarcación nacional desde la distancia, en la base de Ushuaia. La reacción de la Quidora fue la misma que tuvo en su primer viaje. Con el paso del tiempo, se han analizado los acontecimientos y se ha llegado a la conclusión de que si la nave chilena hubiera decidido responder los injustificados ataques que sufrió en su contra, el impasse habría adquirido magnitudes extraordinarias, pudiendo llevar a Chile y Argentina a un enfrentamiento bélico sin precedentes en el siglo XX, sin embargo, la tripulación de la Quidora guardó la compostura y la serenidad, demostrando la inconfundible sangre fría de la instrucción marcial tan necesaria en momentos como esos. En todo caso, si bien este último incidente no pasó a mayores, sí demostró la necesidad imperiosa de llegar a una solución definitiva al tema de la soberanía en tierras australes. Chile tomó la iniciativa al respecto y decidió recurrir al Tratado General de Arbitraje de 1902, que obligaba a Chile y a Argentina a someter a arbitraje cualquier litigio que surgiera entre estos países, siempre y cuando esto no representara una violación a los principios constitucionales de cada país y las negociaciones directas se encontraran agotadas. El árbitro sería el gobierno de Su Majestad Británica, cuyo fallo era inapelable y su cumplimiento estaba confiado al honor de las naciones pleiteantes. A primera vista puede parecer precipitada la decisión tomada por Chile al ser de carácter netamente unilateral, pero no es así. El artículo tercero del tratado mencionado en el párrafo anterior estipulaba que, en caso de no haber acuerdo en las naciones litigantes para presentar el conflicto al árbitro, cualquiera de las naciones, con o sin conocimiento de la otra, podía “solicitar la intervención del árbitro a quien corresponderá fijar el compromiso, la época, lugar y formalidades de procedimiento, así como resolver todas las dificultades procesales que pudieran surgir en el curso del debate”. Es decir, la decisión chilena no era apresurada, sino todo lo contrario. Ésta obedecía a un serio estudio del tema que arrojó como conclusión que había que darle solución rápida al tema, antes de que nuevas agresiones argentinas terminaran por colmar la paciencia de los chilenos que hasta el momento se habían mostrado abiertos al diálogo y a las negociaciones directas(posición defendida por los argentinos hasta último momento), pero que no estaban dispuestos a que esa postura significara pérdidas territoriales. Es así como, el 11 de diciembre de 1967, a menos de un mes de la agresión sufrida por la Quidora de parte los aviones argentinos y el Irigoyen, el gobierno de Chile, presidido por don Eduardo Frei Montalva, decidió dejar esa característica actitud defensiva y, hasta cierto punto, pasiva de los gobiernos de Chile con respecto a la controversia suscitada en torno al Beagle y dio por agotadas las conversaciones con los argentinos, debido a que en casi ochenta años de diálogo no se había podido llegar a una solución definitiva que dejara contenta a ambas naciones y consideró que la única salida que había era el arbitraje de Su Majestad Británica. Sin embargo no fue fácil convencer a los argentinos de que ese era el camino correcto a seguir. Pero intensas reuniones y cumbres permitieron hacer que los trasandinos aceptaran que el asunto se llevara al arbitraje. sigue... [/QUOTE]
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