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<blockquote data-quote="TORDO79" data-source="post: 1532108" data-attributes="member: 3802"><p><strong>Continúa...</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>"..... <u>Dios lo quiso</u></strong></p><p><strong></strong></p><p></p><p><strong>Decir que mi historia militar comienza el 5 de enero de 1975 supondría, por razones obvias -en ese momento ya había sido ascendido a General de Brigada, desempeñándome como Director de Enseñanza Superior de Institutos Militares- olvidar, e incluso desconocer, los largos y esforzados años que transcurren desde mi ingreso, niño aún, al Colegio Militar de la Nación, hasta la esa fecha antes mencionada. Pero ese día, inolvidable por muchas razones, comenzó a ser realidad, a cobrar constancia, algo que al recibir el llamado telefónico más abajo referido, no era sino una simple expresión de deseo: Comandar al Ejército Argentino en Operaciones.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Pues bien, aquel 5 de enero, cuando promediaba la tarde, recibí en mi casa de Olivos el llamado de un periodista conocido, el cual, no exento de preocupación, me avisaba que en el norte del país -no precisaba el lugar- había desaparecido un avión del Arma donde viajaban dos Oficiales Superiores en actividad. De las averiguaciones practicadas de inmediato en el Comando en Jefe, tomé conocimiento que, efectivamente, el aparato en el cual recorrían la futura zona de operaciones los generales Salgado y Muñoz, Comandantes del III Cuerpo y de la Vta. Brigada, respectivamente, junto a los integrantes del Estado Mayor del primero de los nombrados -el Coronel Eduardo Wilfredo Cano; los Tenientes Coroneles Oscar Ruben Berione, Pedro Santiago Petreca y Pompillo Schilardi; los Mayores Roberto Dante Biscardi, Héctor Abel Sanchez y Pedro Antonio Zeloya; el Capitán Roberto Carlos Aguilera; el Tte. 1º Carlos Eduardo Correa y el Sgto. 1º Aldo Ramón Linares-, estaba perdido.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Un día después, el mismo periodista, pero esta vez con cierto lujo de detalles, me dijo que la máquina, salida del aeropuerto Benjamín Matienzo hacia la zona de Tafí del Valle, se había estrellado en la Quebrada del Aconquija. El suceso, trágico como era, se prestó a los más dispares y disparatados comentarios, pues no solo se especuló con la posibilidad de un atentado, sinó que el ERP, a través de su secretaría de propaganda, dejó deslizar una versión diferente. Según ésta, el avión había sido blanco de las dos ametralladoras antiaéreas que los irregulares marxistas, tras el copamiento del B Com141, llevaron consigo.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Hoy, la especie puede parecer descabellada, pero en esos días, recluído el Ejército en cuarteles de invierno por efecto de una política suicida, el mito de la invulnerabilidad subversiva crecía conforme se sucedían, sin contraofensiva ninguna, sus actos delictivos. Nada tenía de extraño, entonces, que se derribase un avión militar en Tucumán.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>La realidad respecto del desastre fue muy otra. El Comando General había planeado la iniciación de las operaciones desde meses atrás, correspondiéndole al General Salgado, como Jefe del III Cuerpo, y al General Muñoz, como titular de la Vta. Brigada, la puesta a punto del dispositivo militar con el cual comenzaría el OPERATIVO INDEPENDENCIA. Siendo así el 5 de enero por la mañana despegó de Córdoba el Tween Otter, arribando a la ciudad de Tucumán sobre las 10.15 horas. Luego del saludo de rigor, Muñoz y distintos auxiliares de su Brigada esperaron las órdenes del Cte. Fue entonces cuando Salgado le hizo saber a Muñoz que deseaba reconocer la zona de operaciones, y éste le informó que en jornadas anteriores él, personalmente, había inspeccionado, desde un helicóptero facilitado por la Gobernación, dicho sector selvático sin encontrar nada de interés, pues, lisa y llanamente, resultaba imposible divisar algo dada la tupida vegetación allí existente. Por eso mismo, el Comandante de la Brigada creyó conveniente adelantarle a su superior que la única forma posible de cumplir con el objetivo era adentrándose en el monte, lo cual, existiendo enclaves guerrilleros, resultaba peligroso si no se lo hacía con la debida seguridad.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>El General Salgado quiso salir de cualquier manera, partiendo nuevamente el Tween Otter a las 11 horas. Pasan Acheral y tomando la Quebrada del Aconquija, llegan hasta Tafí siguiendo el camino de la Ruta 236. Según testigos presenciales, la máquina cruza sin novedad la Quebrada, circunvala Tafí y decide regresar a Acheral a través del Aconquija. De allí en más, no se vuelven a tener noticias, de donde en el Aeropuerto Benjamín Matienzo comienza la preocupación, ya que se sabía el plazo previsto para el viaje de ida y vuelta, y no sólo el avión no aparecía sinó que ni siquiera daba señales de vida.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Encontrándome ya en Tucumán, la gente del lugar me refirió que era inconveniente volar sobre la Quebrada después de las 10.30 horas de la mañana debido a las espesas nubes que cubren sus picos. Si se tiene en cuenta que las alturas oscilan entre los 4.000 y 4.500 metros y que, además, la visibilidad es buena sobrepasando los 5.000 metros, la conclusión es una: o se decide volar desde el amanecer hasta las 09.30 horas, o, para no correr riesgos, hay que volar alto, volviéndose imposible cualquier tarea de reconocimiento. Por circunstancias antes explicadas, el Tween Otter despegó pasada la hora límite y si de ida no tuvo inconvenientes, ya que no bajó, en el viaje de vuelta, con la intención de detectar campamentos del enemigo, tuvo necesariamente que descender, encontrándose allí con la fatal ladera del Ñuñorco chico.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Puestos a rastrear los restos de la máquina, los hombres al mando del General Cánepa topáronse con el mismo inconveniente del avión. El día del accidente no pudo detectarse nada, considerando Cánepa que se debería esperar a la mañana siguiente para aprovechar las horas en que la Quebrada no estuviese tapada por las nubes. Y así fue. En un reconocimiento aéreo efectuado entre las 6 y las 9.30 del día siguiente, se alcanzó a reconocer, por los reflejos, un ala del Tween Otter. Sin perder un minuto, se organiza una patrulla que, guiada por un Sargento Ayudante retirado de la Policía de la Provincia, el General Cánepa y varios efectivos, recorre la ruta 236, llegando, en su periplo, a las proximidades del Ñuñorco Chico . Por el camino hacen unos 2.000 metros y luego deben escalar otros mil, hasta arribar al lugar del accidente. De acuerdo a la pesquisa efectuada, el avión había chocado contra una de las laderas del mencionado cerro, perdiendo un ala y estrellándose, poco después, a unos 2.000 metros más adelante. Al clavarse, se incendió, muriendo, carbonizados, todos sus pasajeros.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Tamañas circunstancias obligaron a reemplazar a los dos Jefes fallecidos en el accidente. Fue entonces cuando Carlos Delia Larroca, hoy Embajador, se hizo cargo del IIIer. Cuerpo, y yo, merced a una orden que ya intuía, pasé a comandar la Vta. Brigada. Digo intuía, pues recuerdo que estando en Olivos les comenté a unos amigos que siendo yo el único General recién ascendido sin mando de tropa, me parecía lógico el nombramiento. El primer día hábil después de la festividad de Reyes, es decir el miércoles 7, fuí llamado al Edificio Libertador donde se me impuso de mi nueva designación. Pregunté si podía viajar hacia mi destino de inmediato y se me contestó que recién pasado el sábado se tendría firmado el Decreto del Poder Ejecutivo nacional. Mientras esperaba la substanciación del trámite, visité, en el Estado Mayor, la Jefatura II -Inteligencia- y la Jefatura III -Operaciones-, a los efectos de tomar conocimiento, en detalle, de la escalada subversiva en el país. Entre el jueves y el sábado traté de sacar mis conclusiones del caso, sabiendo que debía llegar a Tucumán con un plan general que me orientase respecto de las medidas a tomar.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Para mí el problema subversivo no era nuevo. No sólo me había interesado su estudio -intenté hacerlo hasta donde me lo permitiesen mis obligaciones castrenses- sinó que el jueves 6 de Set. de 1973, siendo Jefe de Operaciones del 1er. Cuerpo de Ejército, había podido comprobar la indolencia de distintos oficiales superiores y la complicidad del Gobierno con las bandas marxistas. (Copamiento del Cdo San).</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Esta experiencia, pasajera pero fructífera, quedó grabada para siempre en mi conciencia. Tal es así que, cuando en el Comando me informaron la novedad acerca de mi reciente nombramiento, la imagen de aquella noche y el heroico sacrificio del Coronel Duarte Ardoy me acompañaron durante el resto del día. Antes, durante y después del 25 de mayo, los argentinos -salvo honrosísimas excepciones- absorbidos como estaban por los problemas anexos al comité y la partidocracia, pero siempre ajenos al interés nacional, dieron en la fácil y suicida política de soslayar el brote subversivo, o bien optaron por la cómoda e infantil teoría de la "violencia de arriba y abajo", tan de moda en vísperas de la irrupción peronista al poder. En plena euforia electoral, convencidos los políticos y -¿por qué negarlo?- ciertos militares, que la subversión era, en el peor de los casos, un epifenómeno de la miseria -al fin y al cabo no era otra cosa, sostuvo el General Carcagno en Caracas- unos y otros, políticos y militares, sostuvieron que el ERP y Montoneros se desintegrarían, casi por arte de birle birloque, de la misma forma en que habían surgido. Esto es, ni bien el país retornase al cauce democrático. Ni que decir tiene que sucedió exactamente lo contrario pues mientras Cámpora y sus acólitos cerraban filas en torno a las banderas marxistas, sus taifas habían tomado las Universidades y desde allí, después de muchos años de concientización, comenzó a irradiarse a lo largo y a lo ancho de la República un mensaje sobre cuyas características principales no es necesario volver.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Una conspiración internacional, planeada desde centros de poder, estaba en marcha y contra ella nada podían las remanidas pócimas que centraban su estrategia en el diálogo con los delincuentes o en la bondad de unas urnas incapaces de solucionar -chatas y cuadradas como son- ninguno de los grandes y trascendentes problemas nacionales. De hecho, ni la miseria era causa -cuando mucho podía ser- ni la subversión engrosaba sus filas con obreros. Eso resultaba materia propagandística, útil desde el punto de vista táctico. La subversión decíase proletaria para consumo de bienpensantes e idiotas útiles, deseosos de explicar sociológica, psicológica o psicoanalíticamente las razones por las cuales, en determinadas circunstancias, las masas subyugadas de los países coloniales encuentran en los "movimientos de liberación nacional" el instrumento para sacudirse de encima la dominación imperialista...</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Esta era la cruda realidad, ante la cual el Congreso de la Nación, los partidos políticos, los comités electorales y el aparato regiminoso en general aparecían empachados de frases sonoras, actitudes grandielocuentes e intereses equívocos, contrarios, todos, a la Patria. Pero nada hubiese sido si esta miopía o complicidad -como prefiera llamársela- hubiese anidado, tan solo, en las fuerzas democráticas; lo verdaderamente grave fue que las fuerzas armadas resultaron incapaces de preservarse del derrotismo que las ganó en los últimos meses del gobierno de Lanusse. Merced a distintas circunstancias, entre las que deben mencionarse los desaciertos del presidente, unidos a la impudicia y grosería de determinados funcionarios de su gobierno y, claro es, la apostasía de muchos jefes, creídos que de nada valía montar una contraofensiva pues la guerrilla desaparecería en el momento que el último entorchado desapareciese del ámbito oficial; el Ejército, la Armada y la Aeronáutica permitieron, improvidas, la toma del poder por parte de la subversión.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Mi principal preocupación residía, pues en saber que debería enfrentarme al poder político que sólo a regañadientes había aceptado dejar en el camino la tesis de Perón conforme a la cual la guerra de guerrillas resultaba un problema policial, y al poder judicial, siempre celoso de preservar su independencia, aunque incapaz, la más de las veces de tomar el rábano por las hojas y condenar como correspondía a los asesinos ideológicos. Claro que, en todo caso, la culpa no era de los jueces sino de un sistema donde la intimidación manejada por el marxismo resultaba más poderosa que cualquier juramento hecho al momento de recibirse.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Durante los días jueves y viernes mi vida transcurrió entre informes de inteligencia, clásicos de la guerrilla y las reflexiones de orden personal expuestas más arriba. El sábado, en Punta Mogotes, donde estaba pasando breves días de descanso -aún cuando, según las informaciones ambientes, pudo descansar bien poco- la Presidente María Estela Martínez de Perón, firmó el decreto nombrándome Comandante de la Vta. Brigada de Infantería en Tucumán.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>PODER EJECUTIVO NACIONAL - Decreto 265 - Buenos Aires.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Visto que las actividades que elementos subversivos desarrollan en la Provincia de Tucumán y las necesidades de adoptar medidas adecuadas para la erradicación: la Presidente de la Nación Argentina en acuerdo general de Ministros, DECRETA:</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 1o.) El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones Militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos Subversivos que actúan en la Provincia de Tucumán.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 2o.) El Ministerio del Interior pondrá a disposición y bajo control operacional del Comando General del Ejército los efectivos y medios de la Policía Federal que le sean requeridos a través del Ministerio de Defensa, para su empleo en las Operaciones a que se hace referencia en el artículo 1o.</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 3o.) El Ministerio del Interior requerirá al Poder Ejecutivo de la Provincia de Tucumán que proporcione y coloque bajo Control Operacional el personal y los medios Policiales que le sean solicitados por el Ministerio de Defensa (Comando General del Ejército), para su empleo en las Operaciones pre-citadas.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 4o.) El Ministerio de Defensa adoptará las medidas pertinentes a efectos de que los Comandos Generales de la Armada y la Fuerza Aérea presten al requerimiento del Comando general del Ejército el apoyo necesario de empleo de medios para las Operaciones.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 5o.) El Ministerio de Bienestar Social desarrollará en coordinación con el Ministerio de Defensa (Comando general del Ejército), las operaciones y la acción cívica que sean necesarias sobre la población afectada por las Operaciones Militares.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 6o.) La Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación desarrollará a indicación del Ministerio de Defensa (Comando general del Ejército), las Operaciones de acción Psicológicas concurrentes que le sean requeridas.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 7o.) El gasto que demande el cumplimiento de la misión encomendada por el presente Decreto hasta la suma de pesos Cuarenta Millones ($ 40.000.000), será incorporado a la Jurisdicción 46, Comando General del Ejército, correspondiente al presupuesto del año 1975.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 8o.) La disposición del presente Decreto rige a partir de la fecha.-</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Artículo 9o.) Comuníquese, dése a la Dirección Nacional del Registro Oficial y archivese.-</strong></p><p><strong></strong></p><p></p><p><strong>El Decreto es Número Secreto (261) del 5 de Febrero de 1975.--</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>El lunes 12, tomaba un avión de Austral, cuyo destino, sin escalas, era el jardín de la República. En Buenos Aires quedaban mi mujer y mis dos hijos a la espera de noticias.</strong></p><p><strong>Mientras volaba, acercándome, cada vez más, al que sería por espacio de casi un año mi trinchera de combate, repensaba las palabras que un especialista del glorioso ejército francés en Argelia escribió en su libro -que lo fue de cabecera durante mi andatura tucumana- que era, "Subversión y Revolución": "Esclavo de sus tradiciones y de su formación, el Ejército se adapta mal a una guerra que las escuelas militares se niegan a enseñarle. Contra un adversario fluído, inatrapable, que se obstina, por lo general, en montar sus operativos según esquemas clásicos. Como una masa gigantesca que quisiera aplastar a una mosca, golpea, casi siempre, en el vacío, derrochando medios considerables. Un acrecentamiento, incluso considerable, de sus recursos no tendría ningún efecto si antes no adaptara su organización y su táctica a la guerra revolucionaria. El Ejército deberá abordar los problemas complejos que plantea la guerra revolucionaria con un espíritu nuevo, desprendido de todo prejuicio y con la firme voluntad de resolverlo".</strong></p><p><strong>En las medulosas consideraciones del oficial galo se encontraban resumidas mis propias ideas y preocupaciones respecto de las operaciones que a corto plazo, y luego de un siglo de paz, iniciaría la brigada contra el más peligroso y mortal de los enemigos del país: el marxismo. Cien años de preparar juegos de guerra en las mesas del Estado Mayor, de prepararlas con arreglo o formas clásicas, donde bien podría decirse que después de un buen amigo lo mejor era un buen enemigo, no era precisamente la mejor preparación para enfrentar a mercenarios fanatizados que no reparaban en medio alguno con tal de conseguir sus propósitos.</strong></p><p><strong>El desafío estaba allí, esperando que alguien lo tomara. Dios quiso que fuera yo quien tuviera la responsabilidad de llevar a las armas argentinas al triunfo...o al fracaso....."</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>Continuará...</strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="TORDO79, post: 1532108, member: 3802"] [B]Continúa... "..... [U]Dios lo quiso[/U] [/B] [B]Decir que mi historia militar comienza el 5 de enero de 1975 supondría, por razones obvias -en ese momento ya había sido ascendido a General de Brigada, desempeñándome como Director de Enseñanza Superior de Institutos Militares- olvidar, e incluso desconocer, los largos y esforzados años que transcurren desde mi ingreso, niño aún, al Colegio Militar de la Nación, hasta la esa fecha antes mencionada. Pero ese día, inolvidable por muchas razones, comenzó a ser realidad, a cobrar constancia, algo que al recibir el llamado telefónico más abajo referido, no era sino una simple expresión de deseo: Comandar al Ejército Argentino en Operaciones. Pues bien, aquel 5 de enero, cuando promediaba la tarde, recibí en mi casa de Olivos el llamado de un periodista conocido, el cual, no exento de preocupación, me avisaba que en el norte del país -no precisaba el lugar- había desaparecido un avión del Arma donde viajaban dos Oficiales Superiores en actividad. De las averiguaciones practicadas de inmediato en el Comando en Jefe, tomé conocimiento que, efectivamente, el aparato en el cual recorrían la futura zona de operaciones los generales Salgado y Muñoz, Comandantes del III Cuerpo y de la Vta. Brigada, respectivamente, junto a los integrantes del Estado Mayor del primero de los nombrados -el Coronel Eduardo Wilfredo Cano; los Tenientes Coroneles Oscar Ruben Berione, Pedro Santiago Petreca y Pompillo Schilardi; los Mayores Roberto Dante Biscardi, Héctor Abel Sanchez y Pedro Antonio Zeloya; el Capitán Roberto Carlos Aguilera; el Tte. 1º Carlos Eduardo Correa y el Sgto. 1º Aldo Ramón Linares-, estaba perdido. Un día después, el mismo periodista, pero esta vez con cierto lujo de detalles, me dijo que la máquina, salida del aeropuerto Benjamín Matienzo hacia la zona de Tafí del Valle, se había estrellado en la Quebrada del Aconquija. El suceso, trágico como era, se prestó a los más dispares y disparatados comentarios, pues no solo se especuló con la posibilidad de un atentado, sinó que el ERP, a través de su secretaría de propaganda, dejó deslizar una versión diferente. Según ésta, el avión había sido blanco de las dos ametralladoras antiaéreas que los irregulares marxistas, tras el copamiento del B Com141, llevaron consigo. Hoy, la especie puede parecer descabellada, pero en esos días, recluído el Ejército en cuarteles de invierno por efecto de una política suicida, el mito de la invulnerabilidad subversiva crecía conforme se sucedían, sin contraofensiva ninguna, sus actos delictivos. Nada tenía de extraño, entonces, que se derribase un avión militar en Tucumán. La realidad respecto del desastre fue muy otra. El Comando General había planeado la iniciación de las operaciones desde meses atrás, correspondiéndole al General Salgado, como Jefe del III Cuerpo, y al General Muñoz, como titular de la Vta. Brigada, la puesta a punto del dispositivo militar con el cual comenzaría el OPERATIVO INDEPENDENCIA. Siendo así el 5 de enero por la mañana despegó de Córdoba el Tween Otter, arribando a la ciudad de Tucumán sobre las 10.15 horas. Luego del saludo de rigor, Muñoz y distintos auxiliares de su Brigada esperaron las órdenes del Cte. Fue entonces cuando Salgado le hizo saber a Muñoz que deseaba reconocer la zona de operaciones, y éste le informó que en jornadas anteriores él, personalmente, había inspeccionado, desde un helicóptero facilitado por la Gobernación, dicho sector selvático sin encontrar nada de interés, pues, lisa y llanamente, resultaba imposible divisar algo dada la tupida vegetación allí existente. Por eso mismo, el Comandante de la Brigada creyó conveniente adelantarle a su superior que la única forma posible de cumplir con el objetivo era adentrándose en el monte, lo cual, existiendo enclaves guerrilleros, resultaba peligroso si no se lo hacía con la debida seguridad. El General Salgado quiso salir de cualquier manera, partiendo nuevamente el Tween Otter a las 11 horas. Pasan Acheral y tomando la Quebrada del Aconquija, llegan hasta Tafí siguiendo el camino de la Ruta 236. Según testigos presenciales, la máquina cruza sin novedad la Quebrada, circunvala Tafí y decide regresar a Acheral a través del Aconquija. De allí en más, no se vuelven a tener noticias, de donde en el Aeropuerto Benjamín Matienzo comienza la preocupación, ya que se sabía el plazo previsto para el viaje de ida y vuelta, y no sólo el avión no aparecía sinó que ni siquiera daba señales de vida. Encontrándome ya en Tucumán, la gente del lugar me refirió que era inconveniente volar sobre la Quebrada después de las 10.30 horas de la mañana debido a las espesas nubes que cubren sus picos. Si se tiene en cuenta que las alturas oscilan entre los 4.000 y 4.500 metros y que, además, la visibilidad es buena sobrepasando los 5.000 metros, la conclusión es una: o se decide volar desde el amanecer hasta las 09.30 horas, o, para no correr riesgos, hay que volar alto, volviéndose imposible cualquier tarea de reconocimiento. Por circunstancias antes explicadas, el Tween Otter despegó pasada la hora límite y si de ida no tuvo inconvenientes, ya que no bajó, en el viaje de vuelta, con la intención de detectar campamentos del enemigo, tuvo necesariamente que descender, encontrándose allí con la fatal ladera del Ñuñorco chico. Puestos a rastrear los restos de la máquina, los hombres al mando del General Cánepa topáronse con el mismo inconveniente del avión. El día del accidente no pudo detectarse nada, considerando Cánepa que se debería esperar a la mañana siguiente para aprovechar las horas en que la Quebrada no estuviese tapada por las nubes. Y así fue. En un reconocimiento aéreo efectuado entre las 6 y las 9.30 del día siguiente, se alcanzó a reconocer, por los reflejos, un ala del Tween Otter. Sin perder un minuto, se organiza una patrulla que, guiada por un Sargento Ayudante retirado de la Policía de la Provincia, el General Cánepa y varios efectivos, recorre la ruta 236, llegando, en su periplo, a las proximidades del Ñuñorco Chico . Por el camino hacen unos 2.000 metros y luego deben escalar otros mil, hasta arribar al lugar del accidente. De acuerdo a la pesquisa efectuada, el avión había chocado contra una de las laderas del mencionado cerro, perdiendo un ala y estrellándose, poco después, a unos 2.000 metros más adelante. Al clavarse, se incendió, muriendo, carbonizados, todos sus pasajeros. Tamañas circunstancias obligaron a reemplazar a los dos Jefes fallecidos en el accidente. Fue entonces cuando Carlos Delia Larroca, hoy Embajador, se hizo cargo del IIIer. Cuerpo, y yo, merced a una orden que ya intuía, pasé a comandar la Vta. Brigada. Digo intuía, pues recuerdo que estando en Olivos les comenté a unos amigos que siendo yo el único General recién ascendido sin mando de tropa, me parecía lógico el nombramiento. El primer día hábil después de la festividad de Reyes, es decir el miércoles 7, fuí llamado al Edificio Libertador donde se me impuso de mi nueva designación. Pregunté si podía viajar hacia mi destino de inmediato y se me contestó que recién pasado el sábado se tendría firmado el Decreto del Poder Ejecutivo nacional. Mientras esperaba la substanciación del trámite, visité, en el Estado Mayor, la Jefatura II -Inteligencia- y la Jefatura III -Operaciones-, a los efectos de tomar conocimiento, en detalle, de la escalada subversiva en el país. Entre el jueves y el sábado traté de sacar mis conclusiones del caso, sabiendo que debía llegar a Tucumán con un plan general que me orientase respecto de las medidas a tomar. Para mí el problema subversivo no era nuevo. No sólo me había interesado su estudio -intenté hacerlo hasta donde me lo permitiesen mis obligaciones castrenses- sinó que el jueves 6 de Set. de 1973, siendo Jefe de Operaciones del 1er. Cuerpo de Ejército, había podido comprobar la indolencia de distintos oficiales superiores y la complicidad del Gobierno con las bandas marxistas. (Copamiento del Cdo San). Esta experiencia, pasajera pero fructífera, quedó grabada para siempre en mi conciencia. Tal es así que, cuando en el Comando me informaron la novedad acerca de mi reciente nombramiento, la imagen de aquella noche y el heroico sacrificio del Coronel Duarte Ardoy me acompañaron durante el resto del día. Antes, durante y después del 25 de mayo, los argentinos -salvo honrosísimas excepciones- absorbidos como estaban por los problemas anexos al comité y la partidocracia, pero siempre ajenos al interés nacional, dieron en la fácil y suicida política de soslayar el brote subversivo, o bien optaron por la cómoda e infantil teoría de la "violencia de arriba y abajo", tan de moda en vísperas de la irrupción peronista al poder. En plena euforia electoral, convencidos los políticos y -¿por qué negarlo?- ciertos militares, que la subversión era, en el peor de los casos, un epifenómeno de la miseria -al fin y al cabo no era otra cosa, sostuvo el General Carcagno en Caracas- unos y otros, políticos y militares, sostuvieron que el ERP y Montoneros se desintegrarían, casi por arte de birle birloque, de la misma forma en que habían surgido. Esto es, ni bien el país retornase al cauce democrático. Ni que decir tiene que sucedió exactamente lo contrario pues mientras Cámpora y sus acólitos cerraban filas en torno a las banderas marxistas, sus taifas habían tomado las Universidades y desde allí, después de muchos años de concientización, comenzó a irradiarse a lo largo y a lo ancho de la República un mensaje sobre cuyas características principales no es necesario volver. Una conspiración internacional, planeada desde centros de poder, estaba en marcha y contra ella nada podían las remanidas pócimas que centraban su estrategia en el diálogo con los delincuentes o en la bondad de unas urnas incapaces de solucionar -chatas y cuadradas como son- ninguno de los grandes y trascendentes problemas nacionales. De hecho, ni la miseria era causa -cuando mucho podía ser- ni la subversión engrosaba sus filas con obreros. Eso resultaba materia propagandística, útil desde el punto de vista táctico. La subversión decíase proletaria para consumo de bienpensantes e idiotas útiles, deseosos de explicar sociológica, psicológica o psicoanalíticamente las razones por las cuales, en determinadas circunstancias, las masas subyugadas de los países coloniales encuentran en los "movimientos de liberación nacional" el instrumento para sacudirse de encima la dominación imperialista... Esta era la cruda realidad, ante la cual el Congreso de la Nación, los partidos políticos, los comités electorales y el aparato regiminoso en general aparecían empachados de frases sonoras, actitudes grandielocuentes e intereses equívocos, contrarios, todos, a la Patria. Pero nada hubiese sido si esta miopía o complicidad -como prefiera llamársela- hubiese anidado, tan solo, en las fuerzas democráticas; lo verdaderamente grave fue que las fuerzas armadas resultaron incapaces de preservarse del derrotismo que las ganó en los últimos meses del gobierno de Lanusse. Merced a distintas circunstancias, entre las que deben mencionarse los desaciertos del presidente, unidos a la impudicia y grosería de determinados funcionarios de su gobierno y, claro es, la apostasía de muchos jefes, creídos que de nada valía montar una contraofensiva pues la guerrilla desaparecería en el momento que el último entorchado desapareciese del ámbito oficial; el Ejército, la Armada y la Aeronáutica permitieron, improvidas, la toma del poder por parte de la subversión. Mi principal preocupación residía, pues en saber que debería enfrentarme al poder político que sólo a regañadientes había aceptado dejar en el camino la tesis de Perón conforme a la cual la guerra de guerrillas resultaba un problema policial, y al poder judicial, siempre celoso de preservar su independencia, aunque incapaz, la más de las veces de tomar el rábano por las hojas y condenar como correspondía a los asesinos ideológicos. Claro que, en todo caso, la culpa no era de los jueces sino de un sistema donde la intimidación manejada por el marxismo resultaba más poderosa que cualquier juramento hecho al momento de recibirse. Durante los días jueves y viernes mi vida transcurrió entre informes de inteligencia, clásicos de la guerrilla y las reflexiones de orden personal expuestas más arriba. El sábado, en Punta Mogotes, donde estaba pasando breves días de descanso -aún cuando, según las informaciones ambientes, pudo descansar bien poco- la Presidente María Estela Martínez de Perón, firmó el decreto nombrándome Comandante de la Vta. Brigada de Infantería en Tucumán. PODER EJECUTIVO NACIONAL - Decreto 265 - Buenos Aires. Visto que las actividades que elementos subversivos desarrollan en la Provincia de Tucumán y las necesidades de adoptar medidas adecuadas para la erradicación: la Presidente de la Nación Argentina en acuerdo general de Ministros, DECRETA: Artículo 1o.) El Comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones Militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos Subversivos que actúan en la Provincia de Tucumán.- Artículo 2o.) El Ministerio del Interior pondrá a disposición y bajo control operacional del Comando General del Ejército los efectivos y medios de la Policía Federal que le sean requeridos a través del Ministerio de Defensa, para su empleo en las Operaciones a que se hace referencia en el artículo 1o. Artículo 3o.) El Ministerio del Interior requerirá al Poder Ejecutivo de la Provincia de Tucumán que proporcione y coloque bajo Control Operacional el personal y los medios Policiales que le sean solicitados por el Ministerio de Defensa (Comando General del Ejército), para su empleo en las Operaciones pre-citadas.- Artículo 4o.) El Ministerio de Defensa adoptará las medidas pertinentes a efectos de que los Comandos Generales de la Armada y la Fuerza Aérea presten al requerimiento del Comando general del Ejército el apoyo necesario de empleo de medios para las Operaciones.- Artículo 5o.) El Ministerio de Bienestar Social desarrollará en coordinación con el Ministerio de Defensa (Comando general del Ejército), las operaciones y la acción cívica que sean necesarias sobre la población afectada por las Operaciones Militares.- Artículo 6o.) La Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación desarrollará a indicación del Ministerio de Defensa (Comando general del Ejército), las Operaciones de acción Psicológicas concurrentes que le sean requeridas.- Artículo 7o.) El gasto que demande el cumplimiento de la misión encomendada por el presente Decreto hasta la suma de pesos Cuarenta Millones ($ 40.000.000), será incorporado a la Jurisdicción 46, Comando General del Ejército, correspondiente al presupuesto del año 1975.- Artículo 8o.) La disposición del presente Decreto rige a partir de la fecha.- Artículo 9o.) Comuníquese, dése a la Dirección Nacional del Registro Oficial y archivese.- [/B] [B]El Decreto es Número Secreto (261) del 5 de Febrero de 1975.-- El lunes 12, tomaba un avión de Austral, cuyo destino, sin escalas, era el jardín de la República. En Buenos Aires quedaban mi mujer y mis dos hijos a la espera de noticias. Mientras volaba, acercándome, cada vez más, al que sería por espacio de casi un año mi trinchera de combate, repensaba las palabras que un especialista del glorioso ejército francés en Argelia escribió en su libro -que lo fue de cabecera durante mi andatura tucumana- que era, "Subversión y Revolución": "Esclavo de sus tradiciones y de su formación, el Ejército se adapta mal a una guerra que las escuelas militares se niegan a enseñarle. Contra un adversario fluído, inatrapable, que se obstina, por lo general, en montar sus operativos según esquemas clásicos. Como una masa gigantesca que quisiera aplastar a una mosca, golpea, casi siempre, en el vacío, derrochando medios considerables. Un acrecentamiento, incluso considerable, de sus recursos no tendría ningún efecto si antes no adaptara su organización y su táctica a la guerra revolucionaria. El Ejército deberá abordar los problemas complejos que plantea la guerra revolucionaria con un espíritu nuevo, desprendido de todo prejuicio y con la firme voluntad de resolverlo". En las medulosas consideraciones del oficial galo se encontraban resumidas mis propias ideas y preocupaciones respecto de las operaciones que a corto plazo, y luego de un siglo de paz, iniciaría la brigada contra el más peligroso y mortal de los enemigos del país: el marxismo. Cien años de preparar juegos de guerra en las mesas del Estado Mayor, de prepararlas con arreglo o formas clásicas, donde bien podría decirse que después de un buen amigo lo mejor era un buen enemigo, no era precisamente la mejor preparación para enfrentar a mercenarios fanatizados que no reparaban en medio alguno con tal de conseguir sus propósitos. El desafío estaba allí, esperando que alguien lo tomara. Dios quiso que fuera yo quien tuviera la responsabilidad de llevar a las armas argentinas al triunfo...o al fracaso....." Continuará...[/B] [/QUOTE]
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