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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 2073507" data-attributes="member: 1952"><p>Me fui desmoralizado a la estación, pero allí pude comprobar que en las Bases Antárticas estaban de fiesta, “los primos habían llegado”. Comprobé que la información que tenían algunas autoridades de la Isla era totalmente falsa. Recuerdo como llorábamos de impotencia junto al receptor cuando escuchábamos que enviaban un C-130 a hacer reconocimiento sobre la Gritviken.</p><p></p><p>Gracias a Dios no les sucedió nada. Cuarenta y ocho horas desde el momento que había dado la novedad sobre la rendición, las evidencias eran tantas que ya nadie creía en los Lagartos. Nunca nadie me informo que pasó con mi Consejo de Guerra. Esa amargura me duró toda la Guerra.</p><p></p><p></p><p><em>Nicolás Kasanzew</em> BAM Malvinas</p><p></p><p>Nuestras tareas continuaron con mayor empeño, cada vez venían más personas a hablar por teléfonos con sus familiares. Muchos de ellos ya estaban viviendo experiencias muy especiales como derribar algún Harrier con su sistema de artillería, haber sido heridos por esquirlas del bombardeo naval enemigo, o haber sufrido algún accidente con armamento.</p><p></p><p>Estas permanentes visitas nos permitían conocer como evolucionaba el conflicto y cuales eran los principales problemas.</p><p></p><p>Algo que me asombró durante ese periodo fue la entereza del personal militar de todas las jerarquías cuando hablaba con algún familiar, nosotros escuchábamos las comunicaciones, ya que nuestros auriculares y micrófonos estaban en paralelo.</p><p></p><p>Escuchamos personas que estaban heridas de gravedad, que habían sufrido mutilaciones de miembros o quemaduras muy importantes que se sentían orgullosos por haber podido combatir. Llamaba poderosamente la atención la tranquilidad de espíritu de todos ellos, sin ninguna duda se sentían como quijotes de tan digna causa.</p><p></p><p>Otro recuerdo muy interesante fue el día que lo comunique al Oficial de Gendarmería cuyos hombres habían tenido un grave accidente con un helicóptero y le explicaba a su Jefe los actos heroicos que se habían vivido, rescate de personal herido en medio del helicóptero en llama y próximo a explotar. Quienes lo habíamos vivido sabíamos lo que es un acto heroico, hecho que la persona que estaba en otra punta del teléfono no podría nunca entenderlo, esos momentos pueden ser evaluados solo por los participantes.</p><p></p><p>El bombardeo nos fue generando problemas en el campo de antenas de la planta transmisora, pero nuestra gente en forma diaria y heroica fue solucionando los problemas.</p><p></p><p>Entrado el mes de junio, la situación se fue complicando, los bombardeos navales eran diarios, el personal que venia a hablar por teléfono eran combatientes que habían tenido contacto con el enemigo en emboscadas, se habían eyectados o sus embarcaciones habían sufridos ataques aéreos. Pero el espíritu era muy alto y en general todos se sentían motivados.</p><p></p><p></p><p></p><p>Había un grupo importante de personas que no tenían un rol específico de combate, y que en forma permanente aparecían a hablar por teléfono. Daba la sensación que sobraban, nosotros los habíamos bautizado como “los mutantes”. Como tratábamos de facilitarle las comunicaciones a aquellos que venían de lugares muy distantes, las escasas dos líneas que poseíamos las encontraban ocupadas. Para evitar que eso suceda a los asiduos concurrentes le empezamos a pedir autorización de sus jefes, pero eso no fue obstáculo, se conseguían autorización escrita para hablar por teléfono.</p><p></p><p><strong>Los últimos días</strong></p><p></p><p>Uno de las personas que venia a hablar por teléfono era el periodista Kasansew, el vio que el lugar mas importante para saber como estaba realmente la situación era la estación de comunicaciones. Muchas de las anécdotas de su libro fueron sacadas de ese recinto.</p><p></p><p>Un día nos enteramos que a fines de mayo era el cumpleaños de Kasansew, lo invitamos a nuestra casa a cenar, si mal no recuerdo el cocinero era el Vicemomodoro Mendiberri quien había hecho unas milanesas utilizando como pan rallado las galletitas Criollitas, fue una velada agradable. Recuerdo que en ese momento Mendiberri que es un hombre con mucho conocimiento de inteligencia y un estudioso de la historia, profetizó con lujo de detalles como iba a terminar la guerra y hasta arriesgó un pronóstico de fecha de rendición. Kasansew estaba asombrado de lo que escuchaba. Los hechos le fueron dando la razón con precisión milimétrica.</p><p></p><p>Unos días antes de rendirnos me llamó por teléfono el Vicecomodoro Mendiberri, me pidió que observe por la ventana de la estación que daba hacia la costanera y le contara lo que veía. Para mi asombro, observé como una procesión de soldados en estado deplorable caminaba por la costanera e iba en dirección al centro de Puerto Argentino. Eran los soldados que huían de la artillería de los cerros Dos hermanas. Muchos de ellos llevaban arrastrando por medio de sogas o cintos a los compañeros heridos. Era un espectáculo muy triste.</p><p></p><p>La hora final estaba por llegar.</p><p>Con algunos soldados que tuve oportunidad de hablar me comentaban que en los puestos de artillería normalmente se cumplían turnos, y mientras sus compañeros estaban combatiendo en las alturas donde generalmente se ponen las piezas de artillería, ellos descansaban en los campamentos en la parte inferior de los cerros, muy cerca del único camino que venia del norte.</p><p>Esa noche, mientras estaban descansando, se infiltró una patrulla de Gurcas, muy bien equipados con anteojos de visión nocturnas, y aquellos que estaba durmiendo fueron sorprendidos. Nuestros soldados se despertaron sobresaltados y amenazados. Los dejaron correr por la noche despavoridos, lo que generó pánico al resto y como un efecto cascada los soldados encontraron como alivio el camino a Puerto Argentino, donde trataron de estar a salvo en el menor tiempo posible alertando al resto de sus compañeros. La confusión que se generó hizo que en breve plazo existiera una usina de rumores, desde que mutilaban a los soldados, los decapitaban, etc etc, esta transmisión oral de anécdotas fue muy favorable para los ingleses.</p><p></p><p>Nuestros soldados solo llevaban el casco, la mayoría del armamento personal lo habían dejado en sus campamentos. Los oficiales y los suboficiales siguieron combatiendo.</p><p></p><p>Cuando fui designado como Jefe de la Estación de Comunicaciones, pensé en mi fuero interno que iba a estar lejos de donde se iban a realizarían los combates, pero los últimos días fuimos blanco esquirlas de morteros, granadas y disparos de armas largas. Como el edificio era de madera, comenzamos a poner las fuentes de alimentación como barreras contra los proyectiles y las esquirlas. La estación terminó maltrecha, pero operativa hasta el último minuto.</p><p></p><p>Dos días antes de rendirnos la situación era insostenible, evacuamos en avión al personal civil de ENTEL que había trabajado con nosotros, fue un momento nostálgico, nos habíamos hecho amigos en el peligro.</p><p></p><p></p><p></p><p><strong>El fin de la contienda</strong></p><p></p><p>El día de la rendición estaba operando los equipos cuando apareció amablemente un oficial ingles quien me dijo que yo estaba en territorio ingles, que debería entregar la estación y dirigirme a la zona argentina. Me fui con cierta nostalgia, quise llegar a mi casa a retirar mis objetos personales, no me dejaron. Habían quedado pequeñas cosas, que para uno en ese momento tienen un valor incalculable. Fui obligado a ir caminando hacia el centro de la ciudad. Mis únicas pertenencias era lo que llevaba puesto.</p><p></p><p>Llegué hasta la oficina comercial de LADE que estaba a pocas cuadras de distancia y comencé a operar con los equipos de la empresa utilizando la red de radioconversación. Sentía que el estar comunicado con alguien me daba tranquilidad.</p><p></p><p></p><p></p><p>Esa noche mientras estábamos alojados en la oficina en el segundo piso, vimos como comenzaba a quemarse un aserradero o deposito que estaba en la parte de atrás del edificio. El incendio tomo dimensiones muy grandes, la población civil (hombres y mujeres) dirigidas por personal de seguridad ingleses trabajaron en apagar el fuego, nosotros fuimos solamente espectadores. Siempre pensamos que era un incendio intencional producido por los Mutantes.</p><p></p><p>Al día siguiente nos llevaron al aeropuerto, que era la zona argentina, mientras íbamos podíamos observar como los soldados entregaban sus armamentos al costado del camino.</p><p></p><p>Se veían una infinidad increíble de fusiles FAL apilados en la ruta en las afuera de la ciudad.</p><p></p><p></p><p></p><p>Los oficiales argentinos mientras estaban los soldados no tuvimos que entregar las armas y en el caso particular mío continué con mi pistola provista.</p><p></p><p>En la zona del aeropuerto había aproximada unas 1000 personas, estaban prácticamente en los lugares donde habían estado combatiendo. Yo me sentí como un extraño.</p><p></p><p>El paisaje que se veía eran muy triste, había un número importante de aviones rotos entre los escombros de la zona bombardeada de la pista, una gran cantidad de fogatas dispersas, y personal militar con los uniformes embarrados y barbudos. Muchos caminaban sin rumbo entre el barro y los desperdicios. Algunos vehículos como topadoras a oruga y tractores seguían moviéndose por la zona.</p><p></p><p></p><p></p><p>Ese espectáculo desgarrante y desolador se veía también agravado por los días grises y lluviosos de esa época del año. Los mutantes en esta zona y a esta hora eran centenares.</p><p></p><p>Cada uno de ellos era un peligro en potencia, por lo que robaba, por lo que destruía y por lo que hacia, eran un mal endémico, operaban libremente durante el día y la noche.</p><p></p><p>Me acuerdo un ejemplo que nos dejó a todos con la boca abierta, uno de ellos se subió a uno de los aviones Pucará que se encontraban fuera de servicio. Se sentó, se ató e hizo funcionar el asiento eyectable, se vio como el asiento volaba por los aires y después el paracaídas se abría, salvando su vida de casualidad.</p><p></p><p>A pesar del caos imperante pude rápidamente ubicarme con los camaradas en el lugar donde funcionó la jefatura del aeropuerto. Al pasar por un sector del mismo, encontré un equipo de HF portátil, Marca Grinel que era de los que habíamos llevado nosotros a la Isla. Nos conseguimos una batería y nos comunicamos con el continente siempre por medio de la red de LADE, recuerdo que tuve en esa oportunidad de hablar con el Comodoro Crespo que estaba en Comodoro Rivadavia y también con mi familia. Cuando ya nos estábamos por ser trasladados con mucho dolor del alma rompimos nuestros fieles equipos.</p><p></p><p>Los ingleses fueron poco a poco llevando los prisioneros a los barcos y la zona se fue despoblando.</p><p></p><p><strong>Mi experiencia como prisionero de guerra</strong></p><p></p><p>Al día siguiente fuimos separados y en un grupo grande nos llevaron a la zona de administración del puerto. Nos alojamos en una habitación muy reducida donde pasamos la noche. En un momento pudimos por una ventana ingresar al segundo piso, donde estuvimos más cómodos, también encontramos algunos productos en lata y chocolate de origen ingles. Nos vino muy bien, por que ya comenzaba hacer mucho frío y uno tenia que tener sus provisiones, ya que éramos prisioneros autónomos, comíamos lo que podíamos conseguir.</p><p></p><p>Cerca de medio día nos llevaron hasta cerca del Town Hall donde había un terreno bastante amplio, desde allí fuimos embarcado en un helicóptero Chinook que nos llevo, pese al mal tiempo hasta un frigorífico abandonado en San Carlos que fue, a partir de allí, nuestra prisión.</p><p></p><p>Como ya tenia experiencia que en combate todo elemento que se ve es útil, antes de entrar al frío y triste local donde iba a ser nuestra celda colectiva, ya me había apropiado de una caja de cartón, que una vez desarmada, iba a ser mi colchón por varias semanas. Fue algo envidiados por varios y prestado en algunas horas a algunos amigos.</p><p></p><p>Por razones de afinidad y de amistad, nos juntamos en un sector aquellos que sin distinción de armas, ya teníamos unos cuantos días de haber vivido experiencias bélicas.</p><p></p><p></p><p></p><p>Mi primera comida caliente fue para mí una experiencia nueva, los ingleses no nos daban cubiertos y platos, y no todos teníamos bolsa de rancho. En la cola para servirse, nos correspondía un cucharón por persona. En el caso particular, utilicé como plato mis manos cubierta por un pequeño trozo de nylon, la comida estaba caliente lo que me quemaba las manos, pero sin perder tiempo me llevé las manos a la boca y me puse a comer como un perro. Para la segunda vez comenzamos a conseguir elementos como latas de conserva y maderas para hacer tenedores y cucharas. Por primera vez supe lo que significa en la vida militar “elemento de circunstancias”. Todo servía.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 2073507, member: 1952"] Me fui desmoralizado a la estación, pero allí pude comprobar que en las Bases Antárticas estaban de fiesta, “los primos habían llegado”. Comprobé que la información que tenían algunas autoridades de la Isla era totalmente falsa. Recuerdo como llorábamos de impotencia junto al receptor cuando escuchábamos que enviaban un C-130 a hacer reconocimiento sobre la Gritviken. Gracias a Dios no les sucedió nada. Cuarenta y ocho horas desde el momento que había dado la novedad sobre la rendición, las evidencias eran tantas que ya nadie creía en los Lagartos. Nunca nadie me informo que pasó con mi Consejo de Guerra. Esa amargura me duró toda la Guerra. [I]Nicolás Kasanzew[/I] BAM Malvinas Nuestras tareas continuaron con mayor empeño, cada vez venían más personas a hablar por teléfonos con sus familiares. Muchos de ellos ya estaban viviendo experiencias muy especiales como derribar algún Harrier con su sistema de artillería, haber sido heridos por esquirlas del bombardeo naval enemigo, o haber sufrido algún accidente con armamento. Estas permanentes visitas nos permitían conocer como evolucionaba el conflicto y cuales eran los principales problemas. Algo que me asombró durante ese periodo fue la entereza del personal militar de todas las jerarquías cuando hablaba con algún familiar, nosotros escuchábamos las comunicaciones, ya que nuestros auriculares y micrófonos estaban en paralelo. Escuchamos personas que estaban heridas de gravedad, que habían sufrido mutilaciones de miembros o quemaduras muy importantes que se sentían orgullosos por haber podido combatir. Llamaba poderosamente la atención la tranquilidad de espíritu de todos ellos, sin ninguna duda se sentían como quijotes de tan digna causa. Otro recuerdo muy interesante fue el día que lo comunique al Oficial de Gendarmería cuyos hombres habían tenido un grave accidente con un helicóptero y le explicaba a su Jefe los actos heroicos que se habían vivido, rescate de personal herido en medio del helicóptero en llama y próximo a explotar. Quienes lo habíamos vivido sabíamos lo que es un acto heroico, hecho que la persona que estaba en otra punta del teléfono no podría nunca entenderlo, esos momentos pueden ser evaluados solo por los participantes. El bombardeo nos fue generando problemas en el campo de antenas de la planta transmisora, pero nuestra gente en forma diaria y heroica fue solucionando los problemas. Entrado el mes de junio, la situación se fue complicando, los bombardeos navales eran diarios, el personal que venia a hablar por teléfono eran combatientes que habían tenido contacto con el enemigo en emboscadas, se habían eyectados o sus embarcaciones habían sufridos ataques aéreos. Pero el espíritu era muy alto y en general todos se sentían motivados. Había un grupo importante de personas que no tenían un rol específico de combate, y que en forma permanente aparecían a hablar por teléfono. Daba la sensación que sobraban, nosotros los habíamos bautizado como “los mutantes”. Como tratábamos de facilitarle las comunicaciones a aquellos que venían de lugares muy distantes, las escasas dos líneas que poseíamos las encontraban ocupadas. Para evitar que eso suceda a los asiduos concurrentes le empezamos a pedir autorización de sus jefes, pero eso no fue obstáculo, se conseguían autorización escrita para hablar por teléfono. [B]Los últimos días[/B] Uno de las personas que venia a hablar por teléfono era el periodista Kasansew, el vio que el lugar mas importante para saber como estaba realmente la situación era la estación de comunicaciones. Muchas de las anécdotas de su libro fueron sacadas de ese recinto. Un día nos enteramos que a fines de mayo era el cumpleaños de Kasansew, lo invitamos a nuestra casa a cenar, si mal no recuerdo el cocinero era el Vicemomodoro Mendiberri quien había hecho unas milanesas utilizando como pan rallado las galletitas Criollitas, fue una velada agradable. Recuerdo que en ese momento Mendiberri que es un hombre con mucho conocimiento de inteligencia y un estudioso de la historia, profetizó con lujo de detalles como iba a terminar la guerra y hasta arriesgó un pronóstico de fecha de rendición. Kasansew estaba asombrado de lo que escuchaba. Los hechos le fueron dando la razón con precisión milimétrica. Unos días antes de rendirnos me llamó por teléfono el Vicecomodoro Mendiberri, me pidió que observe por la ventana de la estación que daba hacia la costanera y le contara lo que veía. Para mi asombro, observé como una procesión de soldados en estado deplorable caminaba por la costanera e iba en dirección al centro de Puerto Argentino. Eran los soldados que huían de la artillería de los cerros Dos hermanas. Muchos de ellos llevaban arrastrando por medio de sogas o cintos a los compañeros heridos. Era un espectáculo muy triste. La hora final estaba por llegar. Con algunos soldados que tuve oportunidad de hablar me comentaban que en los puestos de artillería normalmente se cumplían turnos, y mientras sus compañeros estaban combatiendo en las alturas donde generalmente se ponen las piezas de artillería, ellos descansaban en los campamentos en la parte inferior de los cerros, muy cerca del único camino que venia del norte. Esa noche, mientras estaban descansando, se infiltró una patrulla de Gurcas, muy bien equipados con anteojos de visión nocturnas, y aquellos que estaba durmiendo fueron sorprendidos. Nuestros soldados se despertaron sobresaltados y amenazados. Los dejaron correr por la noche despavoridos, lo que generó pánico al resto y como un efecto cascada los soldados encontraron como alivio el camino a Puerto Argentino, donde trataron de estar a salvo en el menor tiempo posible alertando al resto de sus compañeros. La confusión que se generó hizo que en breve plazo existiera una usina de rumores, desde que mutilaban a los soldados, los decapitaban, etc etc, esta transmisión oral de anécdotas fue muy favorable para los ingleses. Nuestros soldados solo llevaban el casco, la mayoría del armamento personal lo habían dejado en sus campamentos. Los oficiales y los suboficiales siguieron combatiendo. Cuando fui designado como Jefe de la Estación de Comunicaciones, pensé en mi fuero interno que iba a estar lejos de donde se iban a realizarían los combates, pero los últimos días fuimos blanco esquirlas de morteros, granadas y disparos de armas largas. Como el edificio era de madera, comenzamos a poner las fuentes de alimentación como barreras contra los proyectiles y las esquirlas. La estación terminó maltrecha, pero operativa hasta el último minuto. Dos días antes de rendirnos la situación era insostenible, evacuamos en avión al personal civil de ENTEL que había trabajado con nosotros, fue un momento nostálgico, nos habíamos hecho amigos en el peligro. [B]El fin de la contienda[/B] El día de la rendición estaba operando los equipos cuando apareció amablemente un oficial ingles quien me dijo que yo estaba en territorio ingles, que debería entregar la estación y dirigirme a la zona argentina. Me fui con cierta nostalgia, quise llegar a mi casa a retirar mis objetos personales, no me dejaron. Habían quedado pequeñas cosas, que para uno en ese momento tienen un valor incalculable. Fui obligado a ir caminando hacia el centro de la ciudad. Mis únicas pertenencias era lo que llevaba puesto. Llegué hasta la oficina comercial de LADE que estaba a pocas cuadras de distancia y comencé a operar con los equipos de la empresa utilizando la red de radioconversación. Sentía que el estar comunicado con alguien me daba tranquilidad. Esa noche mientras estábamos alojados en la oficina en el segundo piso, vimos como comenzaba a quemarse un aserradero o deposito que estaba en la parte de atrás del edificio. El incendio tomo dimensiones muy grandes, la población civil (hombres y mujeres) dirigidas por personal de seguridad ingleses trabajaron en apagar el fuego, nosotros fuimos solamente espectadores. Siempre pensamos que era un incendio intencional producido por los Mutantes. Al día siguiente nos llevaron al aeropuerto, que era la zona argentina, mientras íbamos podíamos observar como los soldados entregaban sus armamentos al costado del camino. Se veían una infinidad increíble de fusiles FAL apilados en la ruta en las afuera de la ciudad. Los oficiales argentinos mientras estaban los soldados no tuvimos que entregar las armas y en el caso particular mío continué con mi pistola provista. En la zona del aeropuerto había aproximada unas 1000 personas, estaban prácticamente en los lugares donde habían estado combatiendo. Yo me sentí como un extraño. El paisaje que se veía eran muy triste, había un número importante de aviones rotos entre los escombros de la zona bombardeada de la pista, una gran cantidad de fogatas dispersas, y personal militar con los uniformes embarrados y barbudos. Muchos caminaban sin rumbo entre el barro y los desperdicios. Algunos vehículos como topadoras a oruga y tractores seguían moviéndose por la zona. Ese espectáculo desgarrante y desolador se veía también agravado por los días grises y lluviosos de esa época del año. Los mutantes en esta zona y a esta hora eran centenares. Cada uno de ellos era un peligro en potencia, por lo que robaba, por lo que destruía y por lo que hacia, eran un mal endémico, operaban libremente durante el día y la noche. Me acuerdo un ejemplo que nos dejó a todos con la boca abierta, uno de ellos se subió a uno de los aviones Pucará que se encontraban fuera de servicio. Se sentó, se ató e hizo funcionar el asiento eyectable, se vio como el asiento volaba por los aires y después el paracaídas se abría, salvando su vida de casualidad. A pesar del caos imperante pude rápidamente ubicarme con los camaradas en el lugar donde funcionó la jefatura del aeropuerto. Al pasar por un sector del mismo, encontré un equipo de HF portátil, Marca Grinel que era de los que habíamos llevado nosotros a la Isla. Nos conseguimos una batería y nos comunicamos con el continente siempre por medio de la red de LADE, recuerdo que tuve en esa oportunidad de hablar con el Comodoro Crespo que estaba en Comodoro Rivadavia y también con mi familia. Cuando ya nos estábamos por ser trasladados con mucho dolor del alma rompimos nuestros fieles equipos. Los ingleses fueron poco a poco llevando los prisioneros a los barcos y la zona se fue despoblando. [B]Mi experiencia como prisionero de guerra[/B] Al día siguiente fuimos separados y en un grupo grande nos llevaron a la zona de administración del puerto. Nos alojamos en una habitación muy reducida donde pasamos la noche. En un momento pudimos por una ventana ingresar al segundo piso, donde estuvimos más cómodos, también encontramos algunos productos en lata y chocolate de origen ingles. Nos vino muy bien, por que ya comenzaba hacer mucho frío y uno tenia que tener sus provisiones, ya que éramos prisioneros autónomos, comíamos lo que podíamos conseguir. Cerca de medio día nos llevaron hasta cerca del Town Hall donde había un terreno bastante amplio, desde allí fuimos embarcado en un helicóptero Chinook que nos llevo, pese al mal tiempo hasta un frigorífico abandonado en San Carlos que fue, a partir de allí, nuestra prisión. Como ya tenia experiencia que en combate todo elemento que se ve es útil, antes de entrar al frío y triste local donde iba a ser nuestra celda colectiva, ya me había apropiado de una caja de cartón, que una vez desarmada, iba a ser mi colchón por varias semanas. Fue algo envidiados por varios y prestado en algunas horas a algunos amigos. Por razones de afinidad y de amistad, nos juntamos en un sector aquellos que sin distinción de armas, ya teníamos unos cuantos días de haber vivido experiencias bélicas. Mi primera comida caliente fue para mí una experiencia nueva, los ingleses no nos daban cubiertos y platos, y no todos teníamos bolsa de rancho. En la cola para servirse, nos correspondía un cucharón por persona. En el caso particular, utilicé como plato mis manos cubierta por un pequeño trozo de nylon, la comida estaba caliente lo que me quemaba las manos, pero sin perder tiempo me llevé las manos a la boca y me puse a comer como un perro. Para la segunda vez comenzamos a conseguir elementos como latas de conserva y maderas para hacer tenedores y cucharas. Por primera vez supe lo que significa en la vida militar “elemento de circunstancias”. Todo servía. [/QUOTE]
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