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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 2340092" data-attributes="member: 1952"><p>Se llamaba <strong>Néstor Miguel González</strong>, era el segundo de seis hermanos de una familia de Ensenada, aunque él nació en La Plata, y trabajaba en una compostura de calzados cuando en abril del 82 , a sus veinte años, salió del <strong>Regimiento 7</strong> hacia Malvinas junto a decenas de otros chicos que en ese momento estaban haciendo el servicio militar. Aquella tarde fue la última vez que lo vieron sus padres. Murió en las Islas a pocos días de que terminara la guerra. Su cuerpo, que durante 35 años estuvo enterrado en una tumba sin nombre, fue uno de los 88 identificados en el cementerio de Darwin gracias a un acuerdo bilateral entre el gobierno británico y nuestro país. Así lo supieron ayer sus familiares, quienes nunca lo dejaron de extrañar.</p><p></p><p>En la segunda jornada de reuniones con familias de soldados que reclamaban su localización, la secretaría de Derechos Humanos recibió ayer a Patricia, Juan Carlos y María Alejandra González para informarles que su hermano, conscripto de la clase 62, había sido uno de los caídos enterrados en el cementerio de Darwin en tumbas sin identificar. “Aunque la herida sigue abierta, para mí fue cerrar una historia”, cuenta Patricia, la mayor de las hermanas de Néstor, al explicar que ella siempre lo estuvo esperando y “esto fue una confirmación”.</p><p></p><p>Según el relato de ex combatientes -corroborado ahora por el equipo internacional de peritos forenses a cargo del proceso de identificación- Néstor murió a consecuencia de una explosión -posiblemente de un mortero- junto a otros compañeros en la zona de Wireless Ridge. Allí se encontraba asentada su Compañía del Regimiento 7, la “C”.</p><p></p><p>“Era el segundo de los seis hermanos y nunca dejamos de estar en comunicación con él. Durante la guerra nos escribía cartas y nosotros le escribíamos también. Nos contaba que hacía mucho frío y que estaban apostados en un lugar donde no pasaba nada todavía. De hecho en su posición -que se hallaba entre Monte Longdon y Puerto Argentino-, el conflicto recién estalló sobre el final de la guerra”, cuenta María Alejandra, quien viajó en dos ocasiones a Malvinas para visitar el cementerio y conocer ese lugar.</p><p></p><p>“Por lo que recabamos y nos confirmaron ahora, Néstor murió en los últimos días del combate a causa de una bomba. No sabemos bien si fue en su posición de origen o replegándose. Su cuerpo fue enterrado en Wireless Ridge y suponemos que lo trasladaron al Cementerio de Darwin con los demás caídos en febrero de 1983”.</p><p></p><p>A falta de una chapa identificatoria –de la que carecía el 80% de los soldados que salieron del Regimiento 7- u otra documentación, el cuerpo de Néstor fue enterrado en una de las 122 tumbas sin nombre del cementerio que al concluir la guerra construyeron los británicos para los caídos argentinos. Él de él fue exhumado a mediados de este año para su identificación como parte de un proceso coordinado por la Cruz Roja merced a un acuerdo entre los gobiernos del Reino Unido y nuestro país.</p><p></p><p>Entre el 20 de junio y el 7 de agosto de este año, un equipo de catorce especialistas forenses -provenientes de Argentina, Australia, Chile, España, México y Reino Unido- procedió a exhumar, analizar, obtener muestras para documentar cada uno de los restos mortales sin identificar enterrados en tumbas marcadas con la leyenda “Soldado argentino sólo conocido por Dios”.</p><p></p><p>Durante la reunión que mantuvieron ayer con funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos, los hermanos de Néstor -al igual que las otras nueve familias citadas para la fecha- fueron informados en detalle del proceso. “Nos explicaron que lo exhumaron y lo enterraron el mismo día después de tomar muestras de ADN; que se hallaba en buen estado de conservación y que en el proceso se tomaron fotografías y se hizo un video para documentar todo”, cuenta Patricia, la hermana mayor.</p><p></p><p>“También nos contaron que encontraron algunas pertenencias suyas -agrega María Alejandra-: Mi hermano tenía un rosario de plata en el cuello y uno de plástico entre la ropa, junto con un blister, posiblemente de chicles, y un carretel de hilo rojo. No sabemos de dónde vino ese crucifijo de plata; es posible que se lo haya mandado alguien en una encomienda. En cualquier caso, quedó ahí con él”.</p><p></p><p>“Para nosotros fue muy importante enterarnos el estado en que se lo halló -agrega-. La gente de la Cruz Roja y del Cuerpo de Antropología Forense nos dijo que quienes lo enterraron lo hicieron con mucho cuidado y que gracias a ese trabajo se pudo lograr su identificación. Porque si bien su tumba no tenía nombre, mi hermano estaba con sus huesos, su uniforme y su campera de duvet”.</p><p></p><p>“Néstor era una persona excepcional. A pesar de su edad era muy responsable. Ayudada económicamente a mi papá con lo que ganaba en la zapatería, que estaba en la cuadra de La Protectora; era muy cariñoso con las personas grandes y siempre se ocupaba de que sus hermanos más chicos estuviéramos bien. Cuando no trabajaba le gustaba ir a la asociación tradicionalista La Montonera. Al irse a Malvinas integraba su comisión directiva, creo que era vocal”, cuenta Alejandra, la más entera de los hermanos, quienes a lo largo de la entrevista permanecieron dominados por la emoción.</p><p></p><p>Al concluir ayer la entrevista, los funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos les preguntaron a los hermanos de Néstor si querían añadir algo para dejar asentado en un acta. Los tres coincidieron en el mismo deseo: que su tumba tuviera finalmente un nombre que la identifique y que no se demore un viaje de los familiares de los caídos a las Islas para honrar a los que todos los chicos que, como él, dejaron su vida allí.</p><p></p><p>Tal como está previsto, las reuniones con familiares que aportaron muestras de ADN para la identificación de los cuerpos continuarán durante los próximos días. En ese proceso cabe la posibilidad de que se localice a alguno de los otro cuatro conscriptos de la Región que se supone podrían haber sido enterrados en tumbas sin nombres: Carlos Alberto Hornos, Alfredo Gattoni, Ricardo Horacio Herrera y Pedro Horacio Vojkovic.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 2340092, member: 1952"] Se llamaba [B]Néstor Miguel González[/B], era el segundo de seis hermanos de una familia de Ensenada, aunque él nació en La Plata, y trabajaba en una compostura de calzados cuando en abril del 82 , a sus veinte años, salió del [B]Regimiento 7[/B] hacia Malvinas junto a decenas de otros chicos que en ese momento estaban haciendo el servicio militar. Aquella tarde fue la última vez que lo vieron sus padres. Murió en las Islas a pocos días de que terminara la guerra. Su cuerpo, que durante 35 años estuvo enterrado en una tumba sin nombre, fue uno de los 88 identificados en el cementerio de Darwin gracias a un acuerdo bilateral entre el gobierno británico y nuestro país. Así lo supieron ayer sus familiares, quienes nunca lo dejaron de extrañar. En la segunda jornada de reuniones con familias de soldados que reclamaban su localización, la secretaría de Derechos Humanos recibió ayer a Patricia, Juan Carlos y María Alejandra González para informarles que su hermano, conscripto de la clase 62, había sido uno de los caídos enterrados en el cementerio de Darwin en tumbas sin identificar. “Aunque la herida sigue abierta, para mí fue cerrar una historia”, cuenta Patricia, la mayor de las hermanas de Néstor, al explicar que ella siempre lo estuvo esperando y “esto fue una confirmación”. Según el relato de ex combatientes -corroborado ahora por el equipo internacional de peritos forenses a cargo del proceso de identificación- Néstor murió a consecuencia de una explosión -posiblemente de un mortero- junto a otros compañeros en la zona de Wireless Ridge. Allí se encontraba asentada su Compañía del Regimiento 7, la “C”. “Era el segundo de los seis hermanos y nunca dejamos de estar en comunicación con él. Durante la guerra nos escribía cartas y nosotros le escribíamos también. Nos contaba que hacía mucho frío y que estaban apostados en un lugar donde no pasaba nada todavía. De hecho en su posición -que se hallaba entre Monte Longdon y Puerto Argentino-, el conflicto recién estalló sobre el final de la guerra”, cuenta María Alejandra, quien viajó en dos ocasiones a Malvinas para visitar el cementerio y conocer ese lugar. “Por lo que recabamos y nos confirmaron ahora, Néstor murió en los últimos días del combate a causa de una bomba. No sabemos bien si fue en su posición de origen o replegándose. Su cuerpo fue enterrado en Wireless Ridge y suponemos que lo trasladaron al Cementerio de Darwin con los demás caídos en febrero de 1983”. A falta de una chapa identificatoria –de la que carecía el 80% de los soldados que salieron del Regimiento 7- u otra documentación, el cuerpo de Néstor fue enterrado en una de las 122 tumbas sin nombre del cementerio que al concluir la guerra construyeron los británicos para los caídos argentinos. Él de él fue exhumado a mediados de este año para su identificación como parte de un proceso coordinado por la Cruz Roja merced a un acuerdo entre los gobiernos del Reino Unido y nuestro país. Entre el 20 de junio y el 7 de agosto de este año, un equipo de catorce especialistas forenses -provenientes de Argentina, Australia, Chile, España, México y Reino Unido- procedió a exhumar, analizar, obtener muestras para documentar cada uno de los restos mortales sin identificar enterrados en tumbas marcadas con la leyenda “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Durante la reunión que mantuvieron ayer con funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos, los hermanos de Néstor -al igual que las otras nueve familias citadas para la fecha- fueron informados en detalle del proceso. “Nos explicaron que lo exhumaron y lo enterraron el mismo día después de tomar muestras de ADN; que se hallaba en buen estado de conservación y que en el proceso se tomaron fotografías y se hizo un video para documentar todo”, cuenta Patricia, la hermana mayor. “También nos contaron que encontraron algunas pertenencias suyas -agrega María Alejandra-: Mi hermano tenía un rosario de plata en el cuello y uno de plástico entre la ropa, junto con un blister, posiblemente de chicles, y un carretel de hilo rojo. No sabemos de dónde vino ese crucifijo de plata; es posible que se lo haya mandado alguien en una encomienda. En cualquier caso, quedó ahí con él”. “Para nosotros fue muy importante enterarnos el estado en que se lo halló -agrega-. La gente de la Cruz Roja y del Cuerpo de Antropología Forense nos dijo que quienes lo enterraron lo hicieron con mucho cuidado y que gracias a ese trabajo se pudo lograr su identificación. Porque si bien su tumba no tenía nombre, mi hermano estaba con sus huesos, su uniforme y su campera de duvet”. “Néstor era una persona excepcional. A pesar de su edad era muy responsable. Ayudada económicamente a mi papá con lo que ganaba en la zapatería, que estaba en la cuadra de La Protectora; era muy cariñoso con las personas grandes y siempre se ocupaba de que sus hermanos más chicos estuviéramos bien. Cuando no trabajaba le gustaba ir a la asociación tradicionalista La Montonera. Al irse a Malvinas integraba su comisión directiva, creo que era vocal”, cuenta Alejandra, la más entera de los hermanos, quienes a lo largo de la entrevista permanecieron dominados por la emoción. Al concluir ayer la entrevista, los funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos les preguntaron a los hermanos de Néstor si querían añadir algo para dejar asentado en un acta. Los tres coincidieron en el mismo deseo: que su tumba tuviera finalmente un nombre que la identifique y que no se demore un viaje de los familiares de los caídos a las Islas para honrar a los que todos los chicos que, como él, dejaron su vida allí. Tal como está previsto, las reuniones con familiares que aportaron muestras de ADN para la identificación de los cuerpos continuarán durante los próximos días. En ese proceso cabe la posibilidad de que se localice a alguno de los otro cuatro conscriptos de la Región que se supone podrían haber sido enterrados en tumbas sin nombres: Carlos Alberto Hornos, Alfredo Gattoni, Ricardo Horacio Herrera y Pedro Horacio Vojkovic. [/QUOTE]
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