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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 2489714" data-attributes="member: 1952"><p>RIO GRANDE.- En agosto de 1981 <span style="color: rgb(226, 80, 65)">Oscar Quinteros </span>se subió al tren en la estación de Arroyo Seco donde nació, con destino a Buenos Aires, para incorporarse al servicio militar obligatorio en el Centro de Instrucción y Formación de Infantes de Marina (Cifim) que funcionaba en el Parque Pereyra Iraola. Allí conoció a Sergio Márquez, otro santafesino de Venado Tuerto. “Al poco tiempo de llegar nos dijeron que había que mandar cartas a nuestras familias y como Sergio no sabía leer ni escribir, me pidió que le escribiera a su mamá. Pero además me hizo escribirle a los tíos, a los primos, a las primas y a toda la familia”. Así fue como Oscar se convirtió en el redactor oficial de Sergio. “Lo ayudé durante los dos meses de instrucción y luego nos dieron destino. A mí me tocó Río Grande”. </p><p></p><p>Llegó al <span style="color: rgb(65, 168, 95)"><strong>BIM 5</strong></span> sin conocer el destino de su amigo y gracias a que tenía un oficio, se le asignó tarea en la panadería del establecimiento. “A los pocos días de estar ahí, me lo encuentro a Márquez, que estaba en la compañía mar y como era de esperarse, no zafé. Tenés que escribirme una carta, me dijo”. </p><p></p><p>Escribía sus cartas y las de Márquez tratando de ser optimista, buscando llevar alegría y tranquilidad a los padres, amigos y hermanos. “Cuando necesitaba que le escribiese, Márquez me mandaba los datos con algún compañero o se acercaba él. Yo escribía en papel de vía aérea, finito y suave. No sé cuántas habrán sido, pero fueron muchas”. </p><p></p><p>Oscar recuerda que con Sergio y otros compañeros salían a recorrer Río Grande durante los francos. No había mucho para hacer, casi siempre iban al Roca o al cine. </p><p></p><p>“Cuando llegó el momento de ir a Malvinas, Márquez estaba internado y me mandó a pedir que hablara con su jefe, porque su compañía se iba y él no se quería quedar. Conseguimos que le dieran el alta y entonces me preguntó si yo iba también “Le dije, Márquez, yo no tengo idea de nada. Siempre estuve acá en la panadería. Qué voy a hacer yo allá. Él me contestó: Y quién me va a escribir las cartas”. </p><p></p><p>Lo cierto es que Oscar sólo tenía los conocimientos y las prácticas del Cifim, pero así todo se decidió a ir. Le dijo a su jefe Juan Salvador Pellegrino, que no quería quedarse en el Batallón mientras sus compañeros se iban todos a la guerra e inmediatamente lo equiparon, preparó sus cosas y subió al avión con sus compañeros. Fue el 8 de abril. </p><p></p><p>“En Malvinas, con Márquez no nos cruzamos, pero él me ubicó y se las ingeniaba para mandar alguien para que le hiciera las cartas. Yo tenía un dedo quebrado de cavar piedras en el bunker, pero me arreglaba igual. Pertenecía a la compañía de apoyo logístico que se conocía como “Tacotaco” y mi grupo estaba con el Teniente Waldemar Aquino. Cerca nuestro estaban las 1270 del suboficial Enrique. Más atrás de nosotros estaba Galluci con los morteros”. </p><p></p><p>Como todos, no tenía mucha conciencia de lo que podía suceder, hasta que el 1° de mayo lo encontró fuera de su posición mientras el enemigo comenzó a desplegar toda su fuerza. <strong>“A Puerto Argentino volví una sola vez, que fuimos al apostadero naval a buscar carne. Caminando por los pasillos del muelle, escuchamos a los perros aullar y supimos que algo iba a pasar. Entonces escuchamos pasar los aviones ingleses. Después se escucharon las alarmas. Y entonces pasaron Harrier, baterías antiaéreas, defensas antiaéreas. Me dije, nunca más. Me quedo allá, en mi posición y comeré ovejas, acá al pueblo no vuelvo más. Solo regresé durante el repliegue”. </strong></p><p></p><p>“Márquez estaba en la tercera sección de la compañía mar que estuvo muy complicada. Nosotros ya estábamos replegados en Sapper Hill y ellos seguían combatiendo. Le escribí mientras pude. Mi mamá me mostró una carta que yo le mandé los últimos días, donde le decía que esto no da para más, tal vez sea la última carta que reciban. Y esa parte estaba tachada con un fibrón negro porque nuestras cartas pasaban por una censura naval”. </p><p></p><p>No recuerda el día que volvió al continente, pero sí recuerda claramente lo que sentía. “Mi familia no sabía nada cuando me fui, se enteraron por carta, mientras estaba allá. Llegamos a Puerto Belgrano de madrugada, en medio de un clima desagradable, una tirantez en el trato como si fuéramos culpables de lo que pasó. Lo que yo escuché es que estábamos ahí para una revisación médica y que por la mañana volvíamos a Río Grande y así fue. No estaba Robacio, ni el segundo, ni algunos guardiamarinas que conocíamos mejor allá, que quedaron demorados. Nos dieron la baja, un pasaje y a casa, sin hablar. Llegamos a Buenos Aires, subimos a los trenes y en cada estación se bajaba alguno que nunca volvimos a ver”. </p><p></p><p>Entre las cosas que le devolvieron al regresar al BIM5, había infinidad de cartas, muchas de las cuales nunca leyó y hoy están guardadas en un tambor de plástico en el fondo de su casa. “Sólo conservo especialmente tres cartas encarpetadas que son de una escuela de Venado Tuerto de 7° grado”. </p><p></p><p><strong>“Cuando llegué a mi casa, me impactó ver a mis padres tan avejentados y sufridos que sentí culpa por la decisión que había tomado de haberme ido, bancando a un amigo”. </strong></p><p></p><p></p><p></p><p></p><p><a href="http://fdra-malvinas.blogspot.com/2018/11/oscar-quinteros-el-valiente-cocinero.html">http://fdra-malvinas.blogspot.com/2018/11/oscar-quinteros-el-valiente-cocinero.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 2489714, member: 1952"] RIO GRANDE.- En agosto de 1981 [COLOR=rgb(226, 80, 65)]Oscar Quinteros [/COLOR]se subió al tren en la estación de Arroyo Seco donde nació, con destino a Buenos Aires, para incorporarse al servicio militar obligatorio en el Centro de Instrucción y Formación de Infantes de Marina (Cifim) que funcionaba en el Parque Pereyra Iraola. Allí conoció a Sergio Márquez, otro santafesino de Venado Tuerto. “Al poco tiempo de llegar nos dijeron que había que mandar cartas a nuestras familias y como Sergio no sabía leer ni escribir, me pidió que le escribiera a su mamá. Pero además me hizo escribirle a los tíos, a los primos, a las primas y a toda la familia”. Así fue como Oscar se convirtió en el redactor oficial de Sergio. “Lo ayudé durante los dos meses de instrucción y luego nos dieron destino. A mí me tocó Río Grande”. Llegó al [COLOR=rgb(65, 168, 95)][B]BIM 5[/B][/COLOR] sin conocer el destino de su amigo y gracias a que tenía un oficio, se le asignó tarea en la panadería del establecimiento. “A los pocos días de estar ahí, me lo encuentro a Márquez, que estaba en la compañía mar y como era de esperarse, no zafé. Tenés que escribirme una carta, me dijo”. Escribía sus cartas y las de Márquez tratando de ser optimista, buscando llevar alegría y tranquilidad a los padres, amigos y hermanos. “Cuando necesitaba que le escribiese, Márquez me mandaba los datos con algún compañero o se acercaba él. Yo escribía en papel de vía aérea, finito y suave. No sé cuántas habrán sido, pero fueron muchas”. Oscar recuerda que con Sergio y otros compañeros salían a recorrer Río Grande durante los francos. No había mucho para hacer, casi siempre iban al Roca o al cine. “Cuando llegó el momento de ir a Malvinas, Márquez estaba internado y me mandó a pedir que hablara con su jefe, porque su compañía se iba y él no se quería quedar. Conseguimos que le dieran el alta y entonces me preguntó si yo iba también “Le dije, Márquez, yo no tengo idea de nada. Siempre estuve acá en la panadería. Qué voy a hacer yo allá. Él me contestó: Y quién me va a escribir las cartas”. Lo cierto es que Oscar sólo tenía los conocimientos y las prácticas del Cifim, pero así todo se decidió a ir. Le dijo a su jefe Juan Salvador Pellegrino, que no quería quedarse en el Batallón mientras sus compañeros se iban todos a la guerra e inmediatamente lo equiparon, preparó sus cosas y subió al avión con sus compañeros. Fue el 8 de abril. “En Malvinas, con Márquez no nos cruzamos, pero él me ubicó y se las ingeniaba para mandar alguien para que le hiciera las cartas. Yo tenía un dedo quebrado de cavar piedras en el bunker, pero me arreglaba igual. Pertenecía a la compañía de apoyo logístico que se conocía como “Tacotaco” y mi grupo estaba con el Teniente Waldemar Aquino. Cerca nuestro estaban las 1270 del suboficial Enrique. Más atrás de nosotros estaba Galluci con los morteros”. Como todos, no tenía mucha conciencia de lo que podía suceder, hasta que el 1° de mayo lo encontró fuera de su posición mientras el enemigo comenzó a desplegar toda su fuerza. [B]“A Puerto Argentino volví una sola vez, que fuimos al apostadero naval a buscar carne. Caminando por los pasillos del muelle, escuchamos a los perros aullar y supimos que algo iba a pasar. Entonces escuchamos pasar los aviones ingleses. Después se escucharon las alarmas. Y entonces pasaron Harrier, baterías antiaéreas, defensas antiaéreas. Me dije, nunca más. Me quedo allá, en mi posición y comeré ovejas, acá al pueblo no vuelvo más. Solo regresé durante el repliegue”. [/B] “Márquez estaba en la tercera sección de la compañía mar que estuvo muy complicada. Nosotros ya estábamos replegados en Sapper Hill y ellos seguían combatiendo. Le escribí mientras pude. Mi mamá me mostró una carta que yo le mandé los últimos días, donde le decía que esto no da para más, tal vez sea la última carta que reciban. Y esa parte estaba tachada con un fibrón negro porque nuestras cartas pasaban por una censura naval”. No recuerda el día que volvió al continente, pero sí recuerda claramente lo que sentía. “Mi familia no sabía nada cuando me fui, se enteraron por carta, mientras estaba allá. Llegamos a Puerto Belgrano de madrugada, en medio de un clima desagradable, una tirantez en el trato como si fuéramos culpables de lo que pasó. Lo que yo escuché es que estábamos ahí para una revisación médica y que por la mañana volvíamos a Río Grande y así fue. No estaba Robacio, ni el segundo, ni algunos guardiamarinas que conocíamos mejor allá, que quedaron demorados. Nos dieron la baja, un pasaje y a casa, sin hablar. Llegamos a Buenos Aires, subimos a los trenes y en cada estación se bajaba alguno que nunca volvimos a ver”. Entre las cosas que le devolvieron al regresar al BIM5, había infinidad de cartas, muchas de las cuales nunca leyó y hoy están guardadas en un tambor de plástico en el fondo de su casa. “Sólo conservo especialmente tres cartas encarpetadas que son de una escuela de Venado Tuerto de 7° grado”. [B]“Cuando llegué a mi casa, me impactó ver a mis padres tan avejentados y sufridos que sentí culpa por la decisión que había tomado de haberme ido, bancando a un amigo”. [/B] [URL]http://fdra-malvinas.blogspot.com/2018/11/oscar-quinteros-el-valiente-cocinero.html[/URL] [/QUOTE]
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