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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 2730250" data-attributes="member: 1952"><p>su piel se eriza, su voz se quiebra y, de a ratos, sus ojos se inundan de lágrimas. Al día de hoy, recordar su paso por <strong>Malvinas</strong> significa atravesar por una montaña rusa de emociones inexplicables. Es que aunque pasaron 38 años, a <strong>Alberto Gaffuri</strong> todavía le cuesta creer todo lo que vivió mientras luchaba por la soberanía de las islas en 1982.</p><p></p><p></p><p></p><p></p><p></p><p>“Mi prioridad siempre fue defender a la patria”, dice el vecino de <strong>Olivos</strong> que hoy conmemora otro aniversario con orgullo y honor.</p><p></p><p>Lo recuerda como si hubiese sido ayer. Alberto tenía 37 años y trabajaba como <strong>ingeniero civil </strong>cuando anunciaron el enfrentamiento con los ingleses. Apenas se enteró, no lo dudó ni un segundo: iba a postularse como<strong> voluntario</strong> para combatir. “Nunca tuve miedo. Sentía que me necesitaban y que tenía que ir a cumplir”, sostiene. Sin embargo, cuando fue a presentar su voluntad para participar de la guerra, se encontró con la sorpresa de que ya había sido convocado bajo la bandera del Comando de Ingenieros del Ejército Argentino.</p><p></p><p>12 de abril. En su primer día en las islas, el ingeniero visitó el Casino Royal Marine.</p><p>“Nos mandaron a entrenar a Campo de Mayo y ese fin de semana nos dieron los trajes y nos fuimos. El 12 de abril a las siete de la mañana pise por primera vez el suelo malvinero”, recuerda con exactitud quién volvería a su barrio 65 días después con la frente en alto pero el <strong>corazón desbordado de angustia.</strong></p><p></p><p>Bajo el cargo de Jefe de la Dirección Nacional de Vialidad, Alberto tenía la misión de <strong>preparar los caminos</strong> y helipuertos para la guerra. Como era el único ingeniero civil en su zona, debía cargarse los trabajos al hombro y resolverlos casi sin ayuda. Estas tareas las realizaba en la oscuridad -para evitar que ‘el enemigo’ los viera- y en tiempo récord: <strong>construyó una pista de aterrizaje en menos de dos días.</strong></p><p></p><p></p><p>Pero además de los numerosos encargos que Alberto debía realizar diariamente, también tenía que cuidar de sí mismo. Porque al fin y al cabo, esa guerra se trataba de sobrevivir. “Muchos de los civiles dormían en casas alquiladas, pero mi equipo y yo, que llegamos unos días después que la mayoría, siempre tuvimos que dormir en galpones abandonados o en la intemperie. Más de una vez he dormido solo en el medio de la nada”, cuenta transmitiendo cómo la profunda sensación de soledad se apoderaba de él.</p><p></p><p>Orgullo. Hoy, 38 años después, Alberto mantiene vivo el recuerdo de aquella época.</p><p>Los peligros lo atormentaban en el día a día. Las <strong>explosiones </strong>eran moneda corriente y los fuertes estruendos ensordecían las jornadas. Algo que luego se convertiría irreparable en la salud de los combatientes. “No puedo poner en palabras lo que es sentir eso. No hay ningún ruido que se asemeje a esa tortura. Al día de hoy, la audición me disminuyó mucho”, comenta. Y agrega: “Durmiendo en el descampado con balas que iban y venían todo el tiempo, la supervivencia era más difícil. Por eso empecé a construir refugios. Yo era el único capaz de hacer trincheras seguras. En el suelo de allá, apenas excavas un pozo, ya encontras agua. Había que estar muy seguro de cómo hacerlo”.</p><p></p><p></p><p>A pesar de las complicaciones, Alberto logró su cometido. Y es el día de hoy, que ex soldados le agradecen por su ayuda. “Me dan las gracias por haberles salvado la vida. Me genera mucho orgullo”, dice emocionado.</p><p></p><p>Hoy, a los 75 años, Gaffuri fue reconocido por el Municipio de Vicente López como ciudadno ilustre, preside el Centro de Civiles Veteranos de Guerra y cada 2 de abril se encarga de conmemorar a sus compañeros caídos en aquella batalla que marcó un antes y un después en la historia argentina. “Nunca volví a Malvinas y todavía no se si hacerlo. Es una herida aún abierta y significa pasar por una mezcla de emociones que no se si estoy dispuesto a soportar. Igualmente, no lo descarto”, cierra en su relato.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 2730250, member: 1952"] su piel se eriza, su voz se quiebra y, de a ratos, sus ojos se inundan de lágrimas. Al día de hoy, recordar su paso por [B]Malvinas[/B] significa atravesar por una montaña rusa de emociones inexplicables. Es que aunque pasaron 38 años, a [B]Alberto Gaffuri[/B] todavía le cuesta creer todo lo que vivió mientras luchaba por la soberanía de las islas en 1982. “Mi prioridad siempre fue defender a la patria”, dice el vecino de [B]Olivos[/B] que hoy conmemora otro aniversario con orgullo y honor. Lo recuerda como si hubiese sido ayer. Alberto tenía 37 años y trabajaba como [B]ingeniero civil [/B]cuando anunciaron el enfrentamiento con los ingleses. Apenas se enteró, no lo dudó ni un segundo: iba a postularse como[B] voluntario[/B] para combatir. “Nunca tuve miedo. Sentía que me necesitaban y que tenía que ir a cumplir”, sostiene. Sin embargo, cuando fue a presentar su voluntad para participar de la guerra, se encontró con la sorpresa de que ya había sido convocado bajo la bandera del Comando de Ingenieros del Ejército Argentino. 12 de abril. En su primer día en las islas, el ingeniero visitó el Casino Royal Marine. “Nos mandaron a entrenar a Campo de Mayo y ese fin de semana nos dieron los trajes y nos fuimos. El 12 de abril a las siete de la mañana pise por primera vez el suelo malvinero”, recuerda con exactitud quién volvería a su barrio 65 días después con la frente en alto pero el [B]corazón desbordado de angustia.[/B] Bajo el cargo de Jefe de la Dirección Nacional de Vialidad, Alberto tenía la misión de [B]preparar los caminos[/B] y helipuertos para la guerra. Como era el único ingeniero civil en su zona, debía cargarse los trabajos al hombro y resolverlos casi sin ayuda. Estas tareas las realizaba en la oscuridad -para evitar que ‘el enemigo’ los viera- y en tiempo récord: [B]construyó una pista de aterrizaje en menos de dos días.[/B] Pero además de los numerosos encargos que Alberto debía realizar diariamente, también tenía que cuidar de sí mismo. Porque al fin y al cabo, esa guerra se trataba de sobrevivir. “Muchos de los civiles dormían en casas alquiladas, pero mi equipo y yo, que llegamos unos días después que la mayoría, siempre tuvimos que dormir en galpones abandonados o en la intemperie. Más de una vez he dormido solo en el medio de la nada”, cuenta transmitiendo cómo la profunda sensación de soledad se apoderaba de él. Orgullo. Hoy, 38 años después, Alberto mantiene vivo el recuerdo de aquella época. Los peligros lo atormentaban en el día a día. Las [B]explosiones [/B]eran moneda corriente y los fuertes estruendos ensordecían las jornadas. Algo que luego se convertiría irreparable en la salud de los combatientes. “No puedo poner en palabras lo que es sentir eso. No hay ningún ruido que se asemeje a esa tortura. Al día de hoy, la audición me disminuyó mucho”, comenta. Y agrega: “Durmiendo en el descampado con balas que iban y venían todo el tiempo, la supervivencia era más difícil. Por eso empecé a construir refugios. Yo era el único capaz de hacer trincheras seguras. En el suelo de allá, apenas excavas un pozo, ya encontras agua. Había que estar muy seguro de cómo hacerlo”. A pesar de las complicaciones, Alberto logró su cometido. Y es el día de hoy, que ex soldados le agradecen por su ayuda. “Me dan las gracias por haberles salvado la vida. Me genera mucho orgullo”, dice emocionado. Hoy, a los 75 años, Gaffuri fue reconocido por el Municipio de Vicente López como ciudadno ilustre, preside el Centro de Civiles Veteranos de Guerra y cada 2 de abril se encarga de conmemorar a sus compañeros caídos en aquella batalla que marcó un antes y un después en la historia argentina. “Nunca volví a Malvinas y todavía no se si hacerlo. Es una herida aún abierta y significa pasar por una mezcla de emociones que no se si estoy dispuesto a soportar. Igualmente, no lo descarto”, cierra en su relato. [/QUOTE]
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