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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 3189328" data-attributes="member: 1952"><p>INTELIENCIA EN MALVINAS</p><p></p><p>Relato del Coronel Abel Dal Bo- en 1982 tenia el grado de Mayor y dictaba clases en la Escuela Superior de Guerra.</p><p></p><p></p><p></p><p><strong>Fueron quince</strong> los hombres que se dedicaron durante la guerra a</p><p></p><p>obtener información del oponente. Integrada por Oficiales,</p><p></p><p>Suboficiales y PCI, la Sección de Inteligencia Malvinas operó en</p><p></p><p>Puerto Argentino. La llegada a Malvinas solo recuerdo que todo sucedió muy rápido. El entonces Mayor Abel Dal Bo daba</p><p></p><p>clases, como era habitual, en la Escuela Superior de Guerra. El</p><p></p><p>conflicto bélico del Atlántico Sur ya se había desatado unos días antes. Era 8 de abril cuando le ordenaron presentarse a media mañana en la Jefatura II. Cuando lo hizo, le informaron que había sido <strong>designado como Segundo Jefe del Destacamento de Inteligencia Malvinas</strong>, que luego se transformó en Sección. <strong>El 10 de abril ya estaba partiendo para las Islas</strong>. El actual Coronel recordó que el día anterior a la partida se reunió con el personal que lo</p><p></p><p>acompañaría, muchos de ellos pertenecientes al Batallón de Inteligencia. El Jefe sería el Teniente Coronel Raúl Héctor Montes. “Estábamos desbordados de entusiasmo. El tema de Malvinas se celebraba en las escuelas, nos enseñaron firmemente desde chiquitos que las Islas son argentinas. Ahora que lo pienso, quizás no era del todo consciente de lo que involucraba mi partida”, evaluó mientras comenzó a relatar su experiencia.</p><p></p><p>Arribaron luego de un extenso viaje y se dispuso que la sección operara en la casa del que era Jefe de la Policía en la Isla, quien la había abandonado dejando atrás muchas de sus pertenencias, como por ejemplo, su auto. <strong>Eran 15 hombres los que integraban la Sección: cuatro Oficiales – un Teniente Coronel, dos Mayores y un Capitán-; siete Suboficiales -dos Principales (uno de ellos retirado), un Sargento Ayudante, tres Sargentos 1ros y un Sargento- y</strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>cuatro PCI (Personal Civil de Inteligencia) especialistas en Comunicaciones.</strong></p><p></p><p>La casa del Jefe de policía, tenía anexada parte de la jefatura. Los calabozos estaban en el subsuelo de la casa. “De hecho, cuando entramos había un inglés que estaba ahí por borracho, cumpliendo un tiempo de 30 días. Hicimos que cumpliera esa condena”, recordó con cierto humor.</p><p></p><p>Se embarcaron de lleno en su labor que, en principio, consistió en buscar información sobre el oponente, el terreno y las condiciones meteorológicas.</p><p></p><p>Sobrevino el 1º de mayo y la noche anterior, una información peculiar había llegado a la gente de la Sección de Inteligencia Malvinas: “Recibimos del Destacamento de Inteligencia de Bahía Blanca un radiograma que decía que un vecino de aquella ciudad había llegado al Destacamento contando que cuando levantó el teléfono para hacer una llamada, escuchó una conversación donde una persona con acento extranjero le decía a otra que mañana, a alrededor de las 4 am, atacarían el aeropuerto de Malvinas. A las 4 am estábamos con Díaz mirando el cielo porque escuchamos una alarma. De pronto escuchamos un estruendo, la primera bomba y luego la defensa aérea. Vimos cómo un misil de defensa, un Roland, tocaba un avión inglés que explotaba en el aire”.Los días cercanos a la rendición se aproximaban. El 11 de junio, los integrantes de la Sección de Inteligencia fueron el blanco de un ataque. Un misil SS11 disparado desde un helicóptero atravesó parte de la casa. “Eran las 8 de la mañana y yo dormía, en esa alternancia de turnos que hacíamos con el Jefe, el Teniente Coronel Montes. Él estaba levantado, se encontraba en el living y después decidió ir a despertarme y para eso, tomó el casco y se lo puso.</p><p></p><p>Cuando se aferró al guardamano de la escalera, una explosión impactó en una habitación al lado de la que yo estaba durmiendo. En esa habitación dormía el Capitán Carlos Alberto Coronel, quien fue herido tras el impacto”. Se podría llegar a pensar que el Capitán Coronel se salvó de milagro, pero en realidad, hay una explicación lógica. Cuando los integrantes de la Sección de Inteligencia arribaron a aquella casa, notaron que había camas antiguas.</p><p></p><p>Coronel decidió apoyar el colchón sobre el piso: “No vaya a ser cosa de que nos ataquen y estemos a la altura de las ventanas”, había alegado. Entonces, ubicó la cama 30 cm más abajo de lo normal. El misil pasó por encima de Coronel y estalló en su habitación. El Teniente Coronel Montes también se salvó por una decisión previa, quizás tomada al azar en su momento: se</p><p></p><p>había puesto el casco cuando decidió subir.“Con el estruendo yo me desperté y pensé que se iniciaba el ataque a la ciudad. En la oscuridad buscaba mi ropa, y alguien me gritaba: ´Mi Mayor, ¿está bien?´ Era el Suboficial Principal Daniel Oscar Lobos. Me ayudó a quitar los escombros que tapaban la puerta y encontramos al Coronel herido. Lo evacuaron al buque hospital Almirante Irízar</p><p></p><p>que ya estaba anclado en la bahía”, relató.Finalmente, llegó la rendición el 14 de junio. Antes de que se confirmara, comenzaron a destruir todo el equipamiento. “Empezamos por las máquinas, los libros de clave y los equipos de comunicaciones, que nos dió</p><p></p><p>mucha lástima porque era de lo más nuevo que tenía el Ejército en ese entonces. Un equipo de 3 ó 4 oficiales ingleses entraron zumbando y buscaban en la basura las claves pero no encontraron nada”, aseguró. Los hombres de Inteligencia fueron tomados prisioneros y les ordenaron concurrir a la zona del aeropuerto. A las 3 de la mañana, apareció otro emisario que informó que hay que volver a la ciudad. Emprendieron la marcha. El frío era punzante.</p><p></p><p>Finalmente, fueron trasladados al puerto, en donde llevaron a algunos hombres hacia el buque que se embarcó con rumbo a Puerto Madryn. “A todos los de Inteligencia y a otros más nos dijeron que había que ir al hipódromo y desde ahí un helicóptero nos iba a llevar a un barco para trasladarnos al continente. Llegó el helicóptero y no veíamos ningún barco. Nos dejaron a San Carlos, en un frigorífico abandonado. Estuvimos en ese lugar un par de semanas, muy incómodos”. Sin embargo, a pesar de las inclemencias de la guerra, el Coronel Dal Bo rescata algunas actitudes del enemigo. “Un coronel inglés vino a dar explicaciones. Nos dijo que el hundimiento de uno de sus buques, el Atlantic Conveyor, contenía la logística. Y que iban a tratar de solucionar el tema”. Al día siguiente, aún en la condición de prisioneros de guerra, se embarcaron en el buque San Edmundo. Las</p><p></p><p>condiciones parecían repuntar: camarotes, posibilidades de higienizarse, lavar la ropa, comida –aunque bastante fuera de lo común para las costumbres argentinas, como un desayuno de café con leche y porotos– y cigarrillos para los que fumaban. La vuelta se había concretado. Llegaron a Puerto Madryn y fueron recibidos por personal naval y el mejor regalo: la comida que uno extrañaba. Montañas de medialunas y mucho café con leche para saciar el hambre y la nostalgia del apetito.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 3189328, member: 1952"] INTELIENCIA EN MALVINAS Relato del Coronel Abel Dal Bo- en 1982 tenia el grado de Mayor y dictaba clases en la Escuela Superior de Guerra. [B]Fueron quince[/B] los hombres que se dedicaron durante la guerra a obtener información del oponente. Integrada por Oficiales, Suboficiales y PCI, la Sección de Inteligencia Malvinas operó en Puerto Argentino. La llegada a Malvinas solo recuerdo que todo sucedió muy rápido. El entonces Mayor Abel Dal Bo daba clases, como era habitual, en la Escuela Superior de Guerra. El conflicto bélico del Atlántico Sur ya se había desatado unos días antes. Era 8 de abril cuando le ordenaron presentarse a media mañana en la Jefatura II. Cuando lo hizo, le informaron que había sido [B]designado como Segundo Jefe del Destacamento de Inteligencia Malvinas[/B], que luego se transformó en Sección. [B]El 10 de abril ya estaba partiendo para las Islas[/B]. El actual Coronel recordó que el día anterior a la partida se reunió con el personal que lo acompañaría, muchos de ellos pertenecientes al Batallón de Inteligencia. El Jefe sería el Teniente Coronel Raúl Héctor Montes. “Estábamos desbordados de entusiasmo. El tema de Malvinas se celebraba en las escuelas, nos enseñaron firmemente desde chiquitos que las Islas son argentinas. Ahora que lo pienso, quizás no era del todo consciente de lo que involucraba mi partida”, evaluó mientras comenzó a relatar su experiencia. Arribaron luego de un extenso viaje y se dispuso que la sección operara en la casa del que era Jefe de la Policía en la Isla, quien la había abandonado dejando atrás muchas de sus pertenencias, como por ejemplo, su auto. [B]Eran 15 hombres los que integraban la Sección: cuatro Oficiales – un Teniente Coronel, dos Mayores y un Capitán-; siete Suboficiales -dos Principales (uno de ellos retirado), un Sargento Ayudante, tres Sargentos 1ros y un Sargento- y cuatro PCI (Personal Civil de Inteligencia) especialistas en Comunicaciones.[/B] La casa del Jefe de policía, tenía anexada parte de la jefatura. Los calabozos estaban en el subsuelo de la casa. “De hecho, cuando entramos había un inglés que estaba ahí por borracho, cumpliendo un tiempo de 30 días. Hicimos que cumpliera esa condena”, recordó con cierto humor. Se embarcaron de lleno en su labor que, en principio, consistió en buscar información sobre el oponente, el terreno y las condiciones meteorológicas. Sobrevino el 1º de mayo y la noche anterior, una información peculiar había llegado a la gente de la Sección de Inteligencia Malvinas: “Recibimos del Destacamento de Inteligencia de Bahía Blanca un radiograma que decía que un vecino de aquella ciudad había llegado al Destacamento contando que cuando levantó el teléfono para hacer una llamada, escuchó una conversación donde una persona con acento extranjero le decía a otra que mañana, a alrededor de las 4 am, atacarían el aeropuerto de Malvinas. A las 4 am estábamos con Díaz mirando el cielo porque escuchamos una alarma. De pronto escuchamos un estruendo, la primera bomba y luego la defensa aérea. Vimos cómo un misil de defensa, un Roland, tocaba un avión inglés que explotaba en el aire”.Los días cercanos a la rendición se aproximaban. El 11 de junio, los integrantes de la Sección de Inteligencia fueron el blanco de un ataque. Un misil SS11 disparado desde un helicóptero atravesó parte de la casa. “Eran las 8 de la mañana y yo dormía, en esa alternancia de turnos que hacíamos con el Jefe, el Teniente Coronel Montes. Él estaba levantado, se encontraba en el living y después decidió ir a despertarme y para eso, tomó el casco y se lo puso. Cuando se aferró al guardamano de la escalera, una explosión impactó en una habitación al lado de la que yo estaba durmiendo. En esa habitación dormía el Capitán Carlos Alberto Coronel, quien fue herido tras el impacto”. Se podría llegar a pensar que el Capitán Coronel se salvó de milagro, pero en realidad, hay una explicación lógica. Cuando los integrantes de la Sección de Inteligencia arribaron a aquella casa, notaron que había camas antiguas. Coronel decidió apoyar el colchón sobre el piso: “No vaya a ser cosa de que nos ataquen y estemos a la altura de las ventanas”, había alegado. Entonces, ubicó la cama 30 cm más abajo de lo normal. El misil pasó por encima de Coronel y estalló en su habitación. El Teniente Coronel Montes también se salvó por una decisión previa, quizás tomada al azar en su momento: se había puesto el casco cuando decidió subir.“Con el estruendo yo me desperté y pensé que se iniciaba el ataque a la ciudad. En la oscuridad buscaba mi ropa, y alguien me gritaba: ´Mi Mayor, ¿está bien?´ Era el Suboficial Principal Daniel Oscar Lobos. Me ayudó a quitar los escombros que tapaban la puerta y encontramos al Coronel herido. Lo evacuaron al buque hospital Almirante Irízar que ya estaba anclado en la bahía”, relató.Finalmente, llegó la rendición el 14 de junio. Antes de que se confirmara, comenzaron a destruir todo el equipamiento. “Empezamos por las máquinas, los libros de clave y los equipos de comunicaciones, que nos dió mucha lástima porque era de lo más nuevo que tenía el Ejército en ese entonces. Un equipo de 3 ó 4 oficiales ingleses entraron zumbando y buscaban en la basura las claves pero no encontraron nada”, aseguró. Los hombres de Inteligencia fueron tomados prisioneros y les ordenaron concurrir a la zona del aeropuerto. A las 3 de la mañana, apareció otro emisario que informó que hay que volver a la ciudad. Emprendieron la marcha. El frío era punzante. Finalmente, fueron trasladados al puerto, en donde llevaron a algunos hombres hacia el buque que se embarcó con rumbo a Puerto Madryn. “A todos los de Inteligencia y a otros más nos dijeron que había que ir al hipódromo y desde ahí un helicóptero nos iba a llevar a un barco para trasladarnos al continente. Llegó el helicóptero y no veíamos ningún barco. Nos dejaron a San Carlos, en un frigorífico abandonado. Estuvimos en ese lugar un par de semanas, muy incómodos”. Sin embargo, a pesar de las inclemencias de la guerra, el Coronel Dal Bo rescata algunas actitudes del enemigo. “Un coronel inglés vino a dar explicaciones. Nos dijo que el hundimiento de uno de sus buques, el Atlantic Conveyor, contenía la logística. Y que iban a tratar de solucionar el tema”. Al día siguiente, aún en la condición de prisioneros de guerra, se embarcaron en el buque San Edmundo. Las condiciones parecían repuntar: camarotes, posibilidades de higienizarse, lavar la ropa, comida –aunque bastante fuera de lo común para las costumbres argentinas, como un desayuno de café con leche y porotos– y cigarrillos para los que fumaban. La vuelta se había concretado. Llegaron a Puerto Madryn y fueron recibidos por personal naval y el mejor regalo: la comida que uno extrañaba. Montañas de medialunas y mucho café con leche para saciar el hambre y la nostalgia del apetito. [/QUOTE]
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