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Area Militar General
Malvinas 1982
Personal Argentino en zona de combate
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<blockquote data-quote="nippur_1967" data-source="post: 792246" data-attributes="member: 1952"><p><strong>HUGO ALBERTO MAIORANO (Mayor- Jefe de la Artillería Antiaérea de la Fuerza Aérea)</strong> </p><p></p><p></p><p>Telefónicamente, ya habíamos acordado una entrevista con el Com. Para dialogar sobre la Guerra de Malvinas, en la que participó activamente.</p><p>Me sumerjo en la frescura de la tarde y me dirijo hacia su departamento. Maiorano me recibe con la mano tendida de la bienvenida. Luego Marta, su esposa, me invita a compartir un café.</p><p>El Com. me muestra varias fotografías que guarda en su computadora y otras que mantiene en un álbum. Ellas denotan su estadía en la guerra. Sentí un temblor involuntario al ver imágenes verdaderamente escalofriantes.</p><p>Mi entrevistado es un hombre aplomado, seguro de sí mismo. En el verdor de su mirada se le trasluce su bonhomía. Está intacto. No escapa ni tampoco salta encima del recuerdo.</p><p>Lentamente lo va envolviendo la nostalgia y su boca se llena de palabras que le va dictando su corazón.</p><p>Presto atención a su relato como si tuviera que aprenderlo de memoria y para siempre.</p><p></p><p>Estoy destinado a la Base Aérea Militar Mar del Plata. Soy jefe del Escuadrón Antiaéreo de tres Unidades Antiaéreas llamadas Baterías. Dos de ellas están equipadas con radar-director de tiro y cañones y la restante con cañones. <span style="color: Red">Mi dotación está constituida por sesenta hombres entre oficiales, suboficiales y soldados.</span></p><p><span style="color: Red">Me ordenan que una de las Baterías debe dirigirse a Malvinas y las dos restantes actuarán como defensas antiaéreas en las Bases Aéreas del continente.</span></p><p>Al quedarme sin Escuadrón, la única tarea que puedo llevar a cabo es la de prepararlos para el despliegue.</p><p>Como tengo experiencia en todo lo referente a material antiaéreo, debido a que en años anteriores viajé a Suiza para aprender a usar dicho material que la Fuerza Aérea había comprado a ese país, le rogué a mi jefe que me permitiera ir a Malvinas.</p><p>Siento que me empuja mi sentido del deber y el amor a mi Patria, olvidando que dejaría sumidas en la más profunda tristeza a mi esposa Marta y a mis tres hijas: Silvina, Constanza y Luciana de doce, diez y dos años respectivamente. Mis dos hijas mayores, pese a su corta edad, comprenden la peligrosidad de mi misión.</p><p>Marta, además de buscar consuelo para las niñas, deberá encargarse de organizar nuestro nuevo hogar dado a que acabamos de llegar de otro destino.</p><p>5 de abril. Son las cuatro de la madrugada. Pasan a buscarme para abordar el avión que me llevará a destino. En él transportamos no sólo al personal sino también el material que necesitaremos.</p><p>Tardamos tres horas y media en llegar. Mientras sobrevolamos a las islas siento un aleteo inusitado en mi corazón. Mi ansiedad, curiosidad y nerviosismo se masifican en un sólo deseo: defender a mi Patria.</p><p>Aterrizamos en una pista de 1000 mts. de largo. Allí se había organizado la Base Militar Malvinas, un pequeño hangar y una torre de vuelo.</p><p>Este aeródromo será el único medio de contacto que tendremos con el continente. Servirá para evacuar heridos, aprovisionarnos de medios logísticos y alimentos.</p><p>Ni bien desembarcamos, ubicamos el radar mientras esperamos a otro avión que traerá dos cañones de 35 mm. de calibre y generadores.</p><p>En el posible lugar de emplazamiento de la Batería, instalamos una gran carpa para alojarnos.</p><p>Oscurece. El viento y el frío me calan hasta los huesos.</p><p>Buscamos las raciones de alimentos en la cocina de la Base y luego de cenar nos entregamos al descanso.</p><p>Me tapo hasta las orejas con una manta. Trato de apartar de mi mente el lamento quejumbroso de mis chiquillas. Finalmente me vence el cansancio y caigo en profundo sopor.</p><p>Todo es distinto ahora.</p><p>Los días se nos presentan en incontables tonos de grises. Preparamos alojamientos, alistamos el radar, los cañones…</p><p>El racionamiento lo provee la Base. Como nunca disfruto de las sabrosas polentas y guisos con carne y fideos. Mientras paladeo chocolates y alfajores que me mandó mi familia, oigo con atención la opinión de un artillero que nos pone en sobre-aviso del peligro que corremos si nos quedamos en la carpa. “Cualquier bombazo nos hará volar en mil pedazos”- nos dice.</p><p>Esto me hace recordar que en el barco en el que viajó con anterioridad a nosotros mi hermano, My. Raùl Maiorano, hay una topadora que sirve para ampliar la pista y plataforma para los aviones. Con ella, con los “durmientes”y chapas de zinc que encontramos podremos construir un refugio. Mis camaradas tomaron a bien mi idea y pusimos manos a la obra. Una vez que lo terminamos tapamos con tierra el techo y con bolsas de arena armamos parapetos.</p><p><span style="color: red">Desde Río Gallegos ya habían enviado una Unidad Antiaérea con personal, un radar de corto alcance y nueve cañones antiaéreos de calibre 20 Mm. a los que llamamos “fierros”, numerándolas desde el 1 al 9.</span></p><p>Este personal había distribuido a los nueve cañones cercanos a la pista de aterrizaje en donde cada Unidad Antiaérea había construido refugios para el personal de cada “pieza”.</p><p>Junto a esta Batería constituimos un Escuadrón Antiaéreo.</p><p>Tengo cuarenta años y soy el más antiguo, ésta es la causa por la cual soy el jefe.</p><p>Durante varios días practicamos tiro, mejoramos refugios, acopiamos combustible para los generadores y víveres.</p><p>Estamos a mediados de abril. Mis superiores me dan una noticia que me hunde en el más profundo quebranto: Debo dejar el Escuadrón ubicado en el aeropuerto. ¡No puede ser!. Me cuesta aceptarlo y pido seguir en mi cargo. Me deniegan esa posibilidad. La desilusión me corroe el alma pero mi obligación es obedecer las órdenes. En adelante deberé trabajar con desconocidos.</p><p>Junto a dos oficiales, uno del Ejército y otro de Infantería de Marina, seremos los responsables de toda la defensa antiaérea de la isla.</p><p>Con dos excelentes camaradas, el Teniente Coronel Arias y el Capitán de Corbeta, Silva, implementamos en la ciudad el Comando Conjunto de Defensa Antiaérea. Nos repartimos los sectores de defensa.</p><p>Establecemos la comunicación con el Centro de Información y Control de la Fuerza Aérea y con los radares de vigilancia de ambas Fuerzas. Ellos nos darán la información sobre incursiones aéreas y marítimas debido a que tienen mayor alcance de detección.</p><p>En estos días nos enteramos, a través de la radio, que una flota numerosa de la ROYAL NAVY viene rumbo a Malvinas y con ella dos portaviones de cuyas plataformas decolarán los aviones SEA HARRIERS.</p><p>Sé, por haber leído libros especializados en armamentos, que estamos en inferioridad de condiciones. ¡Nos atacarán con un poderoso arsenal de armas modernas, misiles antirradar y bombas antipersonales de fragmentación ( Belugas )!.El miedo se apodera de mí, pero debo disimular. Soy el que debe dar coraje, no el que atemorice a mis hombres.</p><p>Es 26 de abril y puedo constatar que no me equivoqué en mis deducciones. Los ingleses nos atacan con una tecnología que nos supera ampliamente.</p><p>En la pantalla de nuestro radar aparecen numerosos “ecos”, pequeños puntos blancos que indican que hay barcos aproximándose a Malvinas.</p><p>Inmediatamente pasamos la alarma roja a toda la Isla pero, a 16 Km. de distancia, desaparecieron todas las señales.</p><p>¡Hijos de perra!... Los ingleses no sólo están en condiciones de emitir señales erróneas sino que, además, pueden detectar y localizar cualquier onda electromagnética que emitamos.</p><p>Siento que la adrenalina me sube a mil…</p><p>Pasaron cuatro días. Voy al aeropuerto para pedirle al Capitán Savoia, a cargo del Escuadrón, que se traslade a la ciudad durante un día y me deje en su lugar.</p><p>Una vez ubicado, reúno a toda la gente para transmitirle tranquilidad (que en realidad no tengo).¡No ocurrirá nada!- digo. Es inútil tratar de disfrazar a la realidad. Caemos en una trampa casi mortal. </p><p>Es 1ero. de mayo. En el aeropuerto sufrimos el ataque más violento que podíamos imaginar.</p><p>Mientras comparto el puesto de Comando del Escuadrón con el Capitán del Ejército, Reyes, éste ordena poner en funcionamiento la Batería del Ejército que está desplegada a un costado de la pista. Esto nos permitirá cambiar el turno con nuestra Unidad.</p><p>Son las cuatro de la madrugada. Pasaron cuarenta minutos y el Jefe de Batería informa que en la pantalla del radar ve “ecos” a una distancia de 20 Km. Inmediatamente entramos en contacto con el radar de la Fuerza Aérea. No tienen novedades.</p><p>Pienso en que ésta es una oportunidad para disparar contra el avión enemigo cuando esté a nuestro alcance. La duda me corroe. Me atemoriza que podamos confundir al enemigo con uno de nuestros aviones que sirven de transporte durante la noche. No podemos esperar… El Capitán ordena “:¡Abran fuego sobre el incursor!.”</p><p>Ya es tarde. Un VULCAN (bombardero pesado de los ingleses) que viene desde la isla Ascensión y que se abasteció de combustible en el aire para volver a destino, acaba de descargar bombas de 500 KS. sobre el aeropuerto.</p><p>El ruido es atronador. El aeropuerto se convierte en un verdadero aquelarre. Las bombas explotan cada cinco minutos. La última estalló a las ocho de la mañana.</p><p>Todo se me presenta como un grotesco ballet. Es la coreografía de un demente sobre un enorme escenario.</p><p>Los que estamos en el puesto de Comando tenemos suerte. Una bomba estalló a 50 mts. de nuestro refugio, sobre un montículo de tierra que sobrepasa la altura del techo del mismo. Sentimos los golpes de los enormes pedazos de tierra que caen sobre el techo pero nada se destruye.</p><p>En medio de la punzante oscuridad oímos gritos desgarradores que provienen de un grupo de hombres que alcanzamos a ver a lo lejos como si fueran verdaderos fantasmas de calzoncillos largos y camisetas blancas. Nos acercamos. Están aturdidos, desorientados, choqueados.</p><p>Con linternas los orientamos hasta nuestro refugio. Una bomba cayó cerca de la carpa que ocupaban, destruyéndola. El soldado de Infantería Romero muere en el acto mientras que al El Sub-oficial Gómez se le cae la carpa encima, una piedra lo golpea, un caño le abre la cabeza cuando la tierra se levanta para luego semienterrarlo.</p><p>Gómez reza y grita pidiendo ayuda. El Cabo Oliva oye el pedido de auxilio y con esfuerzo sobrehumano logra arrancarlo de la tierra que se lo había tragado.</p><p>El Suboficial respira con gran dificultad. El dolor que tiene en el pecho es punzante. Con rapidez pedimos una ambulancia a la ciudad. Tardó cuatro horas en llegar. Son las ocho y llevamos a Gómez hasta la ambulancia que está esperándonos a unos ciento cincuenta metros del refugio en la entrada del aeropuerto. </p><p>En el momento en que se retira, escucho en mi equipo de comunicaciones el aviso de un nuevo ataque. Con el oficial que me ayudó a llevar a Gómez, lo único que atinamos es a correr hasta la pieza de artillería más próxima (fierro 9) y vemos cuando un HARRIER se acerca hacia el cañón y nos dispara con sus cañones, pasando muy cerca de nosotros una ráfaga que deja su estela en la tierra.</p><p>Son unos diez aviones que se acercan desde el norte y en vuelo rasante. El cielo malvinense se convierte en un verdadero festival de luces trazantes dado a que todos los cañones disparan a destajo.</p><p></p><p>"Artillería Antiaérea Fierro 3" (P. Argentino, 01/5/1982) - Exequiel Martínez</p><p>Al enemigo, esta incursión les costó cara. ¡Derribamos a un par de aviones! Estoy eufórico pero, sin quererlo, pienso en las familias que llorarán la pérdida de un marido, padre o hijo. No obstante me comunico con las “piezas” y emocional y desaforadamente grito:¡VIVA LA PATRIA, CARAJO!. Con toda vehemencia me responden casi al unísono .¡VIVA LA PATRIA!. Nuestros artilleros demostraron una gran habilidad.</p><p>Después de este ataque, el aeropuerto tiene un aspecto devastador: cráteres provocados por las bombas, edificios dañados, y el suelo bañado por trozos de hierro que quedaron de las BELUGAS (bombas que explotan en el aire y, antes de caer, se divide en 238 bombas más chicas) que nos tiraron los enemigos.</p><p>La tranquilidad nos dura poco. Después del medio día se acerca un barco inglés para bombardear el aeropuerto. Dos de nuestros aviones MIRAGE no tardan en hacerlo alejar. Una gran cortina de humo tapa todo el horizonte. Es de noche, otra vez se acercan barcos que nos tiran cañonazos. El refugio nos cobija. ¡Zafamos!. Los mismos que vinieron a matarnos se retiran en la madrugada.</p><p>Desvelados y aún con temblor en nuestras entrañas, nos sorprende la mañana. El Capitán Savoia viene a relevarme para que pueda ocupar mi puesto, nuevamente, en la ciudad.</p><p>¡Qué locura!, no tenemos ni siquiera un vehículo para transportar heridos ni alimentos. No puedo quedarme de brazos cruzados. Sé que voy a actuar incorrectamente pero debo pensar en mis hombres. Me acerco hasta el Supermercado “The Penguin” y le pido a su dueño que me entregue el vehículo de su propiedad (Land Rover) y que se dirija a la gobernación con un formulario que acabo de firmar para que le paguen el alquiler del auto. ¡Cómo no entender su indignación!.Aunque no es lo lógico es la única manera que tengo para salir de esta situación. Toda la guarnición militar comprende que ésta no es una “maniobra” ni es un juego de guerra. Es LA GUERRA. Sentimos que en cualquier momento podemos morir. Nuestra única defensa es armarnos. En el aeropuerto asignamos un sector como puerta de entrada para nuestros aviones.</p><p>Nuestro MIRAGE, piloteado por el Cap. García Cuerva, viene desde el continente pero calcula que no puede regresar al mismo, entonces decide aterrizar en nuestro aeropuerto sin respetar la zona acordada. Además eyecta, frente a Puerto Argentino, sus tanques suplementarios que se encienden en su caída. Nuestra tropa lo confunde con el enemigo y le dispara a destajo. El avión cae del otro lado de la isla. Sentimos un gran dolor al derribar a uno de los nuestros.</p><p>Abatimos a tres aviones enemigos a pesar de que ellos lo nieguen. Esto los hace repensar y cambian su táctica: Ya no nos atacan a baja altura sino que lo hacen por encima del alcance de nuestro armamento. Vuelan a 5000 metros. No dejan de hostilizarnos pero no logran su objetivo de rompernos la pista debido a que no pueden ser efectivos desde tanta altura. No dejan de tirarle a nuestros cañones y al radar. Así lo demuestran los cráteres de bombas que nos arrojaron de 250 y 500 Kg.; algunas de ellas no explotaron. Nos carcomen los nervios porque no sabemos si hay espoletas de retardo.</p><p>Ya es 4 de mayo. Recibimos el ataque en altura de un HARRIER que lanzó siete bombas sobre el aeropuerto que después de dos horas siguen explotando.</p><p><span style="color: red">En estos días reforzamos la defensa antiaérea con misiles portátiles SAM 7, parecidos a las Bazookas pero para tirar a los aviones. Poseen un buscador de temperatura. Argentina los había adquirido al libanés Kadafi. También llega el personal que debe operarlos a cargo de los Tenientes Ugarte y Garay.</span></p><p>Recién comienza la mañana. Consigo un helicóptero del Ejército (Ten. Anaya Ej.) para trasladarme a la cima del monte Low equipado con los SAM. El Cabo Canessini, aún sabiendo lo riesgosa que es esta tarea, porque por allí pueden pasar los aviones enemigos, se ofrece voluntariamente a acompañarme. Llevamos un radar portátil para que forme parte de la Red de Observadores adelantados que había creado la Fuerza Aérea en el lugar.</p><p>El Ten. Ugarte y los Cabos Bivilacqua y Peirone, también se prestan para ir a un parque entre dos cerros, bajo las mismas condiciones. </p><p>El helicóptero que traslada a Ugarte y a su personal desciende casi a la vista del enemigo. Transcurren los días y quedan tras la línea del enemigo y son capturados. Tiempo después me enteré de que gracias a un oficial inglés no fueron degollados por los GURKHAS. A medida que pasan los días, las bombas explotan cada vez más cerca de las piezas de artillería, especialmente cerca del radar y los cañones de 35 Mm. Entonces decidimos trasladar a los cañones cerca de la cabecera oeste de la pista, dejando el radar que había quedado fuera de servicio en el mismo lugar, llevando otro de reemplazo que nos enviaron desde el continente. Además agregamos otro cañón con su respectivo generador.</p><p>¿Cómo lograr mover semejante cañón de cinco toneladas con un vehículo que, encima, se empantana?. La única manera es trasladarlo con el helicóptero. Le pido a mi compañero de promoción. Mayor Posse, que con su CHINNOOK saque al cañón del lugar. Acepta, pero con la condición de que se realice al atardecer para evitar a los aviones que orbitan sobre nuestras cabezas .y que lo acompañe para indicarle el lugar preciso en donde debe colocarlo.</p><p>Por vía terrestre enviamos a los responsables de izar el cañón.</p><p>Al crepúsculo iniciamos el primer intento. Cuando estamos en el aire escuchamos alarma roja y aterrizamos. Al terminar la alarma nos dirigimos hacia donde nos están esperando. Estamos a 50 metros de altura y con el cañón colgando del helicóptero cuando volvemos a oír la alarma roja. Totalmente desesperado, mi compañero me pide que le indique el lugar justo donde debemos bajarlo. Ya casi es de noche.</p><p>A mí también me carcomen los nervios. Le indico que debe dejarlo cercano a uno de los dos generadores que ya habíamos dejado con anterioridad. Allí lo puso. Cuando estamos por aterrizar veo una luz muy intensa desde la escotilla de popa. Creo que nos están atacando pero sólo se trata de una bengala que arrojaron desde tierra.</p><p>Ya de mañana voy al aeropuerto para colaborar en la instalación de la Batería en una nueva posición. Recibo la peor de las noticias, el suboficial Cardozo (encargado del cañón), me dice que lo habíamos colocado en un campo minado. ¡Maldición!. Volvemos al lugar. El cañón debe ser sacado de allí…Se me paraliza la respiración cuando veo que a centímetros de una de sus ruedas hay un cable que, supuestamente, pertenece a una mina. Pero tenemos un Dios aparte… Logramos sacarlo.</p><p>Durante el atardecer voy al depósito de víveres y saco varias botellitas de ginebra Bols para repartir entre el personal. Además de calentarnos por dentro nos dará más ánimo.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="nippur_1967, post: 792246, member: 1952"] [B]HUGO ALBERTO MAIORANO (Mayor- Jefe de la Artillería Antiaérea de la Fuerza Aérea)[/B] Telefónicamente, ya habíamos acordado una entrevista con el Com. Para dialogar sobre la Guerra de Malvinas, en la que participó activamente. Me sumerjo en la frescura de la tarde y me dirijo hacia su departamento. Maiorano me recibe con la mano tendida de la bienvenida. Luego Marta, su esposa, me invita a compartir un café. El Com. me muestra varias fotografías que guarda en su computadora y otras que mantiene en un álbum. Ellas denotan su estadía en la guerra. Sentí un temblor involuntario al ver imágenes verdaderamente escalofriantes. Mi entrevistado es un hombre aplomado, seguro de sí mismo. En el verdor de su mirada se le trasluce su bonhomía. Está intacto. No escapa ni tampoco salta encima del recuerdo. Lentamente lo va envolviendo la nostalgia y su boca se llena de palabras que le va dictando su corazón. Presto atención a su relato como si tuviera que aprenderlo de memoria y para siempre. Estoy destinado a la Base Aérea Militar Mar del Plata. Soy jefe del Escuadrón Antiaéreo de tres Unidades Antiaéreas llamadas Baterías. Dos de ellas están equipadas con radar-director de tiro y cañones y la restante con cañones. [COLOR="Red"]Mi dotación está constituida por sesenta hombres entre oficiales, suboficiales y soldados. Me ordenan que una de las Baterías debe dirigirse a Malvinas y las dos restantes actuarán como defensas antiaéreas en las Bases Aéreas del continente.[/COLOR] Al quedarme sin Escuadrón, la única tarea que puedo llevar a cabo es la de prepararlos para el despliegue. Como tengo experiencia en todo lo referente a material antiaéreo, debido a que en años anteriores viajé a Suiza para aprender a usar dicho material que la Fuerza Aérea había comprado a ese país, le rogué a mi jefe que me permitiera ir a Malvinas. Siento que me empuja mi sentido del deber y el amor a mi Patria, olvidando que dejaría sumidas en la más profunda tristeza a mi esposa Marta y a mis tres hijas: Silvina, Constanza y Luciana de doce, diez y dos años respectivamente. Mis dos hijas mayores, pese a su corta edad, comprenden la peligrosidad de mi misión. Marta, además de buscar consuelo para las niñas, deberá encargarse de organizar nuestro nuevo hogar dado a que acabamos de llegar de otro destino. 5 de abril. Son las cuatro de la madrugada. Pasan a buscarme para abordar el avión que me llevará a destino. En él transportamos no sólo al personal sino también el material que necesitaremos. Tardamos tres horas y media en llegar. Mientras sobrevolamos a las islas siento un aleteo inusitado en mi corazón. Mi ansiedad, curiosidad y nerviosismo se masifican en un sólo deseo: defender a mi Patria. Aterrizamos en una pista de 1000 mts. de largo. Allí se había organizado la Base Militar Malvinas, un pequeño hangar y una torre de vuelo. Este aeródromo será el único medio de contacto que tendremos con el continente. Servirá para evacuar heridos, aprovisionarnos de medios logísticos y alimentos. Ni bien desembarcamos, ubicamos el radar mientras esperamos a otro avión que traerá dos cañones de 35 mm. de calibre y generadores. En el posible lugar de emplazamiento de la Batería, instalamos una gran carpa para alojarnos. Oscurece. El viento y el frío me calan hasta los huesos. Buscamos las raciones de alimentos en la cocina de la Base y luego de cenar nos entregamos al descanso. Me tapo hasta las orejas con una manta. Trato de apartar de mi mente el lamento quejumbroso de mis chiquillas. Finalmente me vence el cansancio y caigo en profundo sopor. Todo es distinto ahora. Los días se nos presentan en incontables tonos de grises. Preparamos alojamientos, alistamos el radar, los cañones… El racionamiento lo provee la Base. Como nunca disfruto de las sabrosas polentas y guisos con carne y fideos. Mientras paladeo chocolates y alfajores que me mandó mi familia, oigo con atención la opinión de un artillero que nos pone en sobre-aviso del peligro que corremos si nos quedamos en la carpa. “Cualquier bombazo nos hará volar en mil pedazos”- nos dice. Esto me hace recordar que en el barco en el que viajó con anterioridad a nosotros mi hermano, My. Raùl Maiorano, hay una topadora que sirve para ampliar la pista y plataforma para los aviones. Con ella, con los “durmientes”y chapas de zinc que encontramos podremos construir un refugio. Mis camaradas tomaron a bien mi idea y pusimos manos a la obra. Una vez que lo terminamos tapamos con tierra el techo y con bolsas de arena armamos parapetos. [COLOR="red"]Desde Río Gallegos ya habían enviado una Unidad Antiaérea con personal, un radar de corto alcance y nueve cañones antiaéreos de calibre 20 Mm. a los que llamamos “fierros”, numerándolas desde el 1 al 9.[/COLOR] Este personal había distribuido a los nueve cañones cercanos a la pista de aterrizaje en donde cada Unidad Antiaérea había construido refugios para el personal de cada “pieza”. Junto a esta Batería constituimos un Escuadrón Antiaéreo. Tengo cuarenta años y soy el más antiguo, ésta es la causa por la cual soy el jefe. Durante varios días practicamos tiro, mejoramos refugios, acopiamos combustible para los generadores y víveres. Estamos a mediados de abril. Mis superiores me dan una noticia que me hunde en el más profundo quebranto: Debo dejar el Escuadrón ubicado en el aeropuerto. ¡No puede ser!. Me cuesta aceptarlo y pido seguir en mi cargo. Me deniegan esa posibilidad. La desilusión me corroe el alma pero mi obligación es obedecer las órdenes. En adelante deberé trabajar con desconocidos. Junto a dos oficiales, uno del Ejército y otro de Infantería de Marina, seremos los responsables de toda la defensa antiaérea de la isla. Con dos excelentes camaradas, el Teniente Coronel Arias y el Capitán de Corbeta, Silva, implementamos en la ciudad el Comando Conjunto de Defensa Antiaérea. Nos repartimos los sectores de defensa. Establecemos la comunicación con el Centro de Información y Control de la Fuerza Aérea y con los radares de vigilancia de ambas Fuerzas. Ellos nos darán la información sobre incursiones aéreas y marítimas debido a que tienen mayor alcance de detección. En estos días nos enteramos, a través de la radio, que una flota numerosa de la ROYAL NAVY viene rumbo a Malvinas y con ella dos portaviones de cuyas plataformas decolarán los aviones SEA HARRIERS. Sé, por haber leído libros especializados en armamentos, que estamos en inferioridad de condiciones. ¡Nos atacarán con un poderoso arsenal de armas modernas, misiles antirradar y bombas antipersonales de fragmentación ( Belugas )!.El miedo se apodera de mí, pero debo disimular. Soy el que debe dar coraje, no el que atemorice a mis hombres. Es 26 de abril y puedo constatar que no me equivoqué en mis deducciones. Los ingleses nos atacan con una tecnología que nos supera ampliamente. En la pantalla de nuestro radar aparecen numerosos “ecos”, pequeños puntos blancos que indican que hay barcos aproximándose a Malvinas. Inmediatamente pasamos la alarma roja a toda la Isla pero, a 16 Km. de distancia, desaparecieron todas las señales. ¡Hijos de perra!... Los ingleses no sólo están en condiciones de emitir señales erróneas sino que, además, pueden detectar y localizar cualquier onda electromagnética que emitamos. Siento que la adrenalina me sube a mil… Pasaron cuatro días. Voy al aeropuerto para pedirle al Capitán Savoia, a cargo del Escuadrón, que se traslade a la ciudad durante un día y me deje en su lugar. Una vez ubicado, reúno a toda la gente para transmitirle tranquilidad (que en realidad no tengo).¡No ocurrirá nada!- digo. Es inútil tratar de disfrazar a la realidad. Caemos en una trampa casi mortal. Es 1ero. de mayo. En el aeropuerto sufrimos el ataque más violento que podíamos imaginar. Mientras comparto el puesto de Comando del Escuadrón con el Capitán del Ejército, Reyes, éste ordena poner en funcionamiento la Batería del Ejército que está desplegada a un costado de la pista. Esto nos permitirá cambiar el turno con nuestra Unidad. Son las cuatro de la madrugada. Pasaron cuarenta minutos y el Jefe de Batería informa que en la pantalla del radar ve “ecos” a una distancia de 20 Km. Inmediatamente entramos en contacto con el radar de la Fuerza Aérea. No tienen novedades. Pienso en que ésta es una oportunidad para disparar contra el avión enemigo cuando esté a nuestro alcance. La duda me corroe. Me atemoriza que podamos confundir al enemigo con uno de nuestros aviones que sirven de transporte durante la noche. No podemos esperar… El Capitán ordena “:¡Abran fuego sobre el incursor!.” Ya es tarde. Un VULCAN (bombardero pesado de los ingleses) que viene desde la isla Ascensión y que se abasteció de combustible en el aire para volver a destino, acaba de descargar bombas de 500 KS. sobre el aeropuerto. El ruido es atronador. El aeropuerto se convierte en un verdadero aquelarre. Las bombas explotan cada cinco minutos. La última estalló a las ocho de la mañana. Todo se me presenta como un grotesco ballet. Es la coreografía de un demente sobre un enorme escenario. Los que estamos en el puesto de Comando tenemos suerte. Una bomba estalló a 50 mts. de nuestro refugio, sobre un montículo de tierra que sobrepasa la altura del techo del mismo. Sentimos los golpes de los enormes pedazos de tierra que caen sobre el techo pero nada se destruye. En medio de la punzante oscuridad oímos gritos desgarradores que provienen de un grupo de hombres que alcanzamos a ver a lo lejos como si fueran verdaderos fantasmas de calzoncillos largos y camisetas blancas. Nos acercamos. Están aturdidos, desorientados, choqueados. Con linternas los orientamos hasta nuestro refugio. Una bomba cayó cerca de la carpa que ocupaban, destruyéndola. El soldado de Infantería Romero muere en el acto mientras que al El Sub-oficial Gómez se le cae la carpa encima, una piedra lo golpea, un caño le abre la cabeza cuando la tierra se levanta para luego semienterrarlo. Gómez reza y grita pidiendo ayuda. El Cabo Oliva oye el pedido de auxilio y con esfuerzo sobrehumano logra arrancarlo de la tierra que se lo había tragado. El Suboficial respira con gran dificultad. El dolor que tiene en el pecho es punzante. Con rapidez pedimos una ambulancia a la ciudad. Tardó cuatro horas en llegar. Son las ocho y llevamos a Gómez hasta la ambulancia que está esperándonos a unos ciento cincuenta metros del refugio en la entrada del aeropuerto. En el momento en que se retira, escucho en mi equipo de comunicaciones el aviso de un nuevo ataque. Con el oficial que me ayudó a llevar a Gómez, lo único que atinamos es a correr hasta la pieza de artillería más próxima (fierro 9) y vemos cuando un HARRIER se acerca hacia el cañón y nos dispara con sus cañones, pasando muy cerca de nosotros una ráfaga que deja su estela en la tierra. Son unos diez aviones que se acercan desde el norte y en vuelo rasante. El cielo malvinense se convierte en un verdadero festival de luces trazantes dado a que todos los cañones disparan a destajo. "Artillería Antiaérea Fierro 3" (P. Argentino, 01/5/1982) - Exequiel Martínez Al enemigo, esta incursión les costó cara. ¡Derribamos a un par de aviones! Estoy eufórico pero, sin quererlo, pienso en las familias que llorarán la pérdida de un marido, padre o hijo. No obstante me comunico con las “piezas” y emocional y desaforadamente grito:¡VIVA LA PATRIA, CARAJO!. Con toda vehemencia me responden casi al unísono .¡VIVA LA PATRIA!. Nuestros artilleros demostraron una gran habilidad. Después de este ataque, el aeropuerto tiene un aspecto devastador: cráteres provocados por las bombas, edificios dañados, y el suelo bañado por trozos de hierro que quedaron de las BELUGAS (bombas que explotan en el aire y, antes de caer, se divide en 238 bombas más chicas) que nos tiraron los enemigos. La tranquilidad nos dura poco. Después del medio día se acerca un barco inglés para bombardear el aeropuerto. Dos de nuestros aviones MIRAGE no tardan en hacerlo alejar. Una gran cortina de humo tapa todo el horizonte. Es de noche, otra vez se acercan barcos que nos tiran cañonazos. El refugio nos cobija. ¡Zafamos!. Los mismos que vinieron a matarnos se retiran en la madrugada. Desvelados y aún con temblor en nuestras entrañas, nos sorprende la mañana. El Capitán Savoia viene a relevarme para que pueda ocupar mi puesto, nuevamente, en la ciudad. ¡Qué locura!, no tenemos ni siquiera un vehículo para transportar heridos ni alimentos. No puedo quedarme de brazos cruzados. Sé que voy a actuar incorrectamente pero debo pensar en mis hombres. Me acerco hasta el Supermercado “The Penguin” y le pido a su dueño que me entregue el vehículo de su propiedad (Land Rover) y que se dirija a la gobernación con un formulario que acabo de firmar para que le paguen el alquiler del auto. ¡Cómo no entender su indignación!.Aunque no es lo lógico es la única manera que tengo para salir de esta situación. Toda la guarnición militar comprende que ésta no es una “maniobra” ni es un juego de guerra. Es LA GUERRA. Sentimos que en cualquier momento podemos morir. Nuestra única defensa es armarnos. En el aeropuerto asignamos un sector como puerta de entrada para nuestros aviones. Nuestro MIRAGE, piloteado por el Cap. García Cuerva, viene desde el continente pero calcula que no puede regresar al mismo, entonces decide aterrizar en nuestro aeropuerto sin respetar la zona acordada. Además eyecta, frente a Puerto Argentino, sus tanques suplementarios que se encienden en su caída. Nuestra tropa lo confunde con el enemigo y le dispara a destajo. El avión cae del otro lado de la isla. Sentimos un gran dolor al derribar a uno de los nuestros. Abatimos a tres aviones enemigos a pesar de que ellos lo nieguen. Esto los hace repensar y cambian su táctica: Ya no nos atacan a baja altura sino que lo hacen por encima del alcance de nuestro armamento. Vuelan a 5000 metros. No dejan de hostilizarnos pero no logran su objetivo de rompernos la pista debido a que no pueden ser efectivos desde tanta altura. No dejan de tirarle a nuestros cañones y al radar. Así lo demuestran los cráteres de bombas que nos arrojaron de 250 y 500 Kg.; algunas de ellas no explotaron. Nos carcomen los nervios porque no sabemos si hay espoletas de retardo. Ya es 4 de mayo. Recibimos el ataque en altura de un HARRIER que lanzó siete bombas sobre el aeropuerto que después de dos horas siguen explotando. [COLOR="red"]En estos días reforzamos la defensa antiaérea con misiles portátiles SAM 7, parecidos a las Bazookas pero para tirar a los aviones. Poseen un buscador de temperatura. Argentina los había adquirido al libanés Kadafi. También llega el personal que debe operarlos a cargo de los Tenientes Ugarte y Garay.[/COLOR] Recién comienza la mañana. Consigo un helicóptero del Ejército (Ten. Anaya Ej.) para trasladarme a la cima del monte Low equipado con los SAM. El Cabo Canessini, aún sabiendo lo riesgosa que es esta tarea, porque por allí pueden pasar los aviones enemigos, se ofrece voluntariamente a acompañarme. Llevamos un radar portátil para que forme parte de la Red de Observadores adelantados que había creado la Fuerza Aérea en el lugar. El Ten. Ugarte y los Cabos Bivilacqua y Peirone, también se prestan para ir a un parque entre dos cerros, bajo las mismas condiciones. El helicóptero que traslada a Ugarte y a su personal desciende casi a la vista del enemigo. Transcurren los días y quedan tras la línea del enemigo y son capturados. Tiempo después me enteré de que gracias a un oficial inglés no fueron degollados por los GURKHAS. A medida que pasan los días, las bombas explotan cada vez más cerca de las piezas de artillería, especialmente cerca del radar y los cañones de 35 Mm. Entonces decidimos trasladar a los cañones cerca de la cabecera oeste de la pista, dejando el radar que había quedado fuera de servicio en el mismo lugar, llevando otro de reemplazo que nos enviaron desde el continente. Además agregamos otro cañón con su respectivo generador. ¿Cómo lograr mover semejante cañón de cinco toneladas con un vehículo que, encima, se empantana?. La única manera es trasladarlo con el helicóptero. Le pido a mi compañero de promoción. Mayor Posse, que con su CHINNOOK saque al cañón del lugar. Acepta, pero con la condición de que se realice al atardecer para evitar a los aviones que orbitan sobre nuestras cabezas .y que lo acompañe para indicarle el lugar preciso en donde debe colocarlo. Por vía terrestre enviamos a los responsables de izar el cañón. Al crepúsculo iniciamos el primer intento. Cuando estamos en el aire escuchamos alarma roja y aterrizamos. Al terminar la alarma nos dirigimos hacia donde nos están esperando. Estamos a 50 metros de altura y con el cañón colgando del helicóptero cuando volvemos a oír la alarma roja. Totalmente desesperado, mi compañero me pide que le indique el lugar justo donde debemos bajarlo. Ya casi es de noche. A mí también me carcomen los nervios. Le indico que debe dejarlo cercano a uno de los dos generadores que ya habíamos dejado con anterioridad. Allí lo puso. Cuando estamos por aterrizar veo una luz muy intensa desde la escotilla de popa. Creo que nos están atacando pero sólo se trata de una bengala que arrojaron desde tierra. Ya de mañana voy al aeropuerto para colaborar en la instalación de la Batería en una nueva posición. Recibo la peor de las noticias, el suboficial Cardozo (encargado del cañón), me dice que lo habíamos colocado en un campo minado. ¡Maldición!. Volvemos al lugar. El cañón debe ser sacado de allí…Se me paraliza la respiración cuando veo que a centímetros de una de sus ruedas hay un cable que, supuestamente, pertenece a una mina. Pero tenemos un Dios aparte… Logramos sacarlo. Durante el atardecer voy al depósito de víveres y saco varias botellitas de ginebra Bols para repartir entre el personal. Además de calentarnos por dentro nos dará más ánimo. [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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