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<blockquote data-quote="goc" data-source="post: 615353" data-attributes="member: 7399"><p>Nota de La Nación: 15/08/2010</p><p>En este momento, hay sólo seis países o agencias internacionales en el mundo en condiciones de poner un satélite en el espacio: Ucrania/Rusia, Japón, China, Francia/la Unión Europea, la India y los Estados Unidos. Pero pronto, si todo marcha como está previsto, la Argentina se sumará a ese club de elite: con el aporte de varios cientos de investigadores e ingenieros del sistema científico, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) avanza a paso firme en el diseño de un vehículo que, por un lado, incluya las tecnologías más avanzadas que puedan imaginarse y, por otro, se ajuste a las necesidades y objetivos del Plan Espacial Nacional.</p><p>"Lo que tiene de fabuloso este tipo de proyecto es que estaremos en la "ultra frontera" del conocimiento -se entusiasma el doctor Conrado Varotto, director ejecutivo de la Conae-. Y lo hacemos no tanto por la capacidad de lanzamiento en sí, sino por una nueva concepción que tenemos de cómo va a evolucionar la tecnología espacial."</p><p>En la actualidad, la Conae se centra en misiones de teleobservación de la Tierra con tres familias de satélites: la serie SAC (A, B, C, D y E, con instrumentos que funcionan en el rango óptico y/o microondas pasivos), la serie Saocom (con instrumentos en el rango de las microondas activos/radares) y la serie SARE, aparatos para determinadas aplicaciones muy propias de la Argentina. "Por ejemplo, que puedan colocarse en una órbita rara, que nos permitan pasar por un mismo lugar mucho más seguido a diferentes horas", detalla Varotto.</p><p>Pero hay algo más. Este tipo de satélites permitirían desarrollar un concepto absolutamente innovador en materia de actividad espacial: la arquitectura segmentada, que concibe cada aparato como una pieza específica de un conjunto ( cluster , en la jerga técnica) dinámico, en el que cada una cumple funciones específicas y en el que todos comparten servicios esenciales.</p><p>"Este nuevo concepto vendría a resolver problemas como éstos -explica Varotto-. Si ocurre algo en la Tierra que exige tener un instrumento arriba en semanas para poder observarlo, y eso depende de un satélite de los que se llaman clásicamente «monolíticos», como los que nosotros diseñamos, entre que lo concebimos y lo ponemos en órbita, pasan seis años como mínimo. Además, si uno tiene un desperfecto arriba, lo perdió. Y la tercera cuestión es que, en un aparato que ya está en órbita, si se producen avances tecnológicos, no se pueden reemplazar los dispositivos más atrasados. Son tres situaciones muy diferentes, pero que se resumen en el hecho de que lo ideal sería poder contar con «pedazos» de satélites o satélites chiquititos, cada uno con distintas tareas. Creo que este camino nos va a llevar a estar muy, muy avanzados en el espacio. Si contamos con los recursos, calculamos que en 2013 podríamos estar lanzando el primer vehículo."</p><p>Nora bär </p><p>LA NACION </p><p>La arquitectura segmentada podría revolucionar la actividad especial. Alberto Ridner, gerente de gestión tecnológica de la Conae, lo ilustra con una analogía: "En las nuevas computadoras, usted conecta algo, un pendrive , y la máquina lo reconoce automáticamente; es lo que se llama plug and play . Bueno, el de la arquitectura segmentada sería un sistema parecido. Llega un nuevo módulo y el sistema que ya está en órbita tiene que aceptarlo, reconocerlo y ver qué funciones cumple. La nueva pieza, a su vez, usa esa infraestructura. Por ejemplo: no es necesario que lleve sistemas de comunicaciones, porque el aparato «madre» ya los tiene. O, al revés, el sistema de comunicaciones falló, y usted manda otro. Ahora es imposible enviar una cámara en cuatro o cinco meses, porque tengo que hacer todo el satélite completo, como un traje a medida. La idea es que si todo eso ya está arriba, entonces uno puede acercar un instrumento que reciba esos servicios".</p><p>Para esto es indispensable desarrollar un sistema de navegación, guiado y con control de una exigencia extrema, tanto como para que permita inyectar un satélite a cincuenta o incluso treinta metros del otro.</p><p>La idea es fabulosa, pero ¿es posible? "Bueno, nosotros decimos que sí? si uno dispone de lanzadores propios, de modo tal que los pueda tener en el momento en que los necesita y a costos razonables", contesta el doctor Conrado Varotto, director ejecutivo de la Conae.</p><p>Entre las razones que alentaron este proyecto figuran el hecho de que la industria de lanzadores es muy limitada, que está condicionada por artilugios diplomáticos y comerciales, que alrededor del 70% del costo de estos dispositivos no surge de los "fierros", sino de las neuronas que aseguran un lanzamiento exitoso, y que éstas abundan en el país.</p><p>Prototipo de propulsión</p><p>"Nosotros calculamos que un vehículo como el que planeamos va a costar un cuarto de lo que costaría en cualquier otro lugar -dice Varotto-. Es obvio que conviene para el desarrollo del país, porque lo tengo cuando lo necesito y además abre una línea en la que uno puede seguir avanzando."</p><p>El lanzador argentino, entonces, debería poder colocar satélites de entre 250 y 400 kg por debajo de la órbita LEO (típicamente entre los 200 y los 1200 km de altura).</p><p>"Lo hemos encarado teniendo en cuenta que lo más crítico es la parte del sistema de navegación, guiado y controlado -dice Varotto-. Ya hicimos algunas pruebas en la altura, gracias a un acuerdo con Brasil, y anduvo muy bien. En lo que hace a la propulsión, en este momento, estamos muy avanzados en <span style="color: Red"><strong>el primer prototipo de un motor de 30.000 kilos de empuje</strong></span>. Es probable que el primer lanzador tenga una combinación de tres de éstos."</p><p>El combustible será líquido, como es usual en las misiones civiles, como ésta, y también desarrollado en el país. "El combustible se desarrolla en el país; los motores, y la estructura, también; el sistema de navegación, también? compramos afuera unos pequeños chips ", se enorgullece Varotto.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="goc, post: 615353, member: 7399"] Nota de La Nación: 15/08/2010 En este momento, hay sólo seis países o agencias internacionales en el mundo en condiciones de poner un satélite en el espacio: Ucrania/Rusia, Japón, China, Francia/la Unión Europea, la India y los Estados Unidos. Pero pronto, si todo marcha como está previsto, la Argentina se sumará a ese club de elite: con el aporte de varios cientos de investigadores e ingenieros del sistema científico, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) avanza a paso firme en el diseño de un vehículo que, por un lado, incluya las tecnologías más avanzadas que puedan imaginarse y, por otro, se ajuste a las necesidades y objetivos del Plan Espacial Nacional. "Lo que tiene de fabuloso este tipo de proyecto es que estaremos en la "ultra frontera" del conocimiento -se entusiasma el doctor Conrado Varotto, director ejecutivo de la Conae-. Y lo hacemos no tanto por la capacidad de lanzamiento en sí, sino por una nueva concepción que tenemos de cómo va a evolucionar la tecnología espacial." En la actualidad, la Conae se centra en misiones de teleobservación de la Tierra con tres familias de satélites: la serie SAC (A, B, C, D y E, con instrumentos que funcionan en el rango óptico y/o microondas pasivos), la serie Saocom (con instrumentos en el rango de las microondas activos/radares) y la serie SARE, aparatos para determinadas aplicaciones muy propias de la Argentina. "Por ejemplo, que puedan colocarse en una órbita rara, que nos permitan pasar por un mismo lugar mucho más seguido a diferentes horas", detalla Varotto. Pero hay algo más. Este tipo de satélites permitirían desarrollar un concepto absolutamente innovador en materia de actividad espacial: la arquitectura segmentada, que concibe cada aparato como una pieza específica de un conjunto ( cluster , en la jerga técnica) dinámico, en el que cada una cumple funciones específicas y en el que todos comparten servicios esenciales. "Este nuevo concepto vendría a resolver problemas como éstos -explica Varotto-. Si ocurre algo en la Tierra que exige tener un instrumento arriba en semanas para poder observarlo, y eso depende de un satélite de los que se llaman clásicamente «monolíticos», como los que nosotros diseñamos, entre que lo concebimos y lo ponemos en órbita, pasan seis años como mínimo. Además, si uno tiene un desperfecto arriba, lo perdió. Y la tercera cuestión es que, en un aparato que ya está en órbita, si se producen avances tecnológicos, no se pueden reemplazar los dispositivos más atrasados. Son tres situaciones muy diferentes, pero que se resumen en el hecho de que lo ideal sería poder contar con «pedazos» de satélites o satélites chiquititos, cada uno con distintas tareas. Creo que este camino nos va a llevar a estar muy, muy avanzados en el espacio. Si contamos con los recursos, calculamos que en 2013 podríamos estar lanzando el primer vehículo." Nora bär LA NACION La arquitectura segmentada podría revolucionar la actividad especial. Alberto Ridner, gerente de gestión tecnológica de la Conae, lo ilustra con una analogía: "En las nuevas computadoras, usted conecta algo, un pendrive , y la máquina lo reconoce automáticamente; es lo que se llama plug and play . Bueno, el de la arquitectura segmentada sería un sistema parecido. Llega un nuevo módulo y el sistema que ya está en órbita tiene que aceptarlo, reconocerlo y ver qué funciones cumple. La nueva pieza, a su vez, usa esa infraestructura. Por ejemplo: no es necesario que lleve sistemas de comunicaciones, porque el aparato «madre» ya los tiene. O, al revés, el sistema de comunicaciones falló, y usted manda otro. Ahora es imposible enviar una cámara en cuatro o cinco meses, porque tengo que hacer todo el satélite completo, como un traje a medida. La idea es que si todo eso ya está arriba, entonces uno puede acercar un instrumento que reciba esos servicios". Para esto es indispensable desarrollar un sistema de navegación, guiado y con control de una exigencia extrema, tanto como para que permita inyectar un satélite a cincuenta o incluso treinta metros del otro. La idea es fabulosa, pero ¿es posible? "Bueno, nosotros decimos que sí? si uno dispone de lanzadores propios, de modo tal que los pueda tener en el momento en que los necesita y a costos razonables", contesta el doctor Conrado Varotto, director ejecutivo de la Conae. Entre las razones que alentaron este proyecto figuran el hecho de que la industria de lanzadores es muy limitada, que está condicionada por artilugios diplomáticos y comerciales, que alrededor del 70% del costo de estos dispositivos no surge de los "fierros", sino de las neuronas que aseguran un lanzamiento exitoso, y que éstas abundan en el país. Prototipo de propulsión "Nosotros calculamos que un vehículo como el que planeamos va a costar un cuarto de lo que costaría en cualquier otro lugar -dice Varotto-. Es obvio que conviene para el desarrollo del país, porque lo tengo cuando lo necesito y además abre una línea en la que uno puede seguir avanzando." El lanzador argentino, entonces, debería poder colocar satélites de entre 250 y 400 kg por debajo de la órbita LEO (típicamente entre los 200 y los 1200 km de altura). "Lo hemos encarado teniendo en cuenta que lo más crítico es la parte del sistema de navegación, guiado y controlado -dice Varotto-. Ya hicimos algunas pruebas en la altura, gracias a un acuerdo con Brasil, y anduvo muy bien. En lo que hace a la propulsión, en este momento, estamos muy avanzados en [COLOR="Red"][B]el primer prototipo de un motor de 30.000 kilos de empuje[/B][/COLOR]. Es probable que el primer lanzador tenga una combinación de tres de éstos." El combustible será líquido, como es usual en las misiones civiles, como ésta, y también desarrollado en el país. "El combustible se desarrolla en el país; los motores, y la estructura, también; el sistema de navegación, también? compramos afuera unos pequeños chips ", se enorgullece Varotto. [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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