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<blockquote data-quote="Barbanegra" data-source="post: 2179253" data-attributes="member: 10064"><p style="text-align: center"><img src="http://e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/02/09/14866604210690.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p> <p style="text-align: center"><u><span style="font-size: 22px"><strong>Okinawa, de nuevo en la primera línea</strong></span></u></p><p>Los bombardeos norteamericanos fueron tan masivos que de los sólidos muros originales del castillo de Shuri sólo quedan algunos remanentes que se exhiben detrás de una cristalera. El resto fue arrasado "hasta los cimientos", como reza una de las placas que ilustra el recorrido por el emblemático edificio.</p><p></p><p>Los trazos de una de las confrontaciones más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial fueron sustituidos en 1992 por recreaciones florales y una detallada descripción de la época en la que este imponente complejo era sede del reino independiente de Ryukyu, un pueblo que por su perspicacia en los negocios y el comercio podría equipararse a los fenicios de Oriente Próximo.</p><p></p><p>Pero los responsables de la reconstrucción han decidido arrinconar la parte más truculenta de su historia. Esa que recuerda que este fue también el cuartel general de Mitsuru Ushijima, el oficial japonés que lideró la sangrienta batalla de Okinawa en 1945. Un bastión que sólo pudo ser conquistado después de que Ushijima se retirara hacia el sur de la isla, donde concluiría su feroz resistencia haciéndose el harakiri.</p><p></p><p style="text-align: center"><img src="http://e04-elmundo.uecdn.es/elmundo/2017/graficos/ene/oki660.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p><p></p><p>Las tropas que dejó en Shuri para cubrir su repliegue -atrincheradas en un profundo laberinto de túneles horadados bajo su estructura-, sólo fueron doblegadas con el uso de lanzallamas y aceite hirviendo.</p><p></p><p>La rehabilitación de Shuri puede haberse olvidado del conflicto de Okinawa pero el recuerdo de aquellas jornadas en las que murieron decenas de miles de civiles y concluyeron en un paroxismo de suicidios colectivos permanece anclado en la memoria de los nativos de esta isla.</p><p></p><p>"En la batalla de Okinawa murió un 25 por ciento de la población local. La guerra nunca terminó en la mente de los habitantes debido a la presencia de las bases norteamericanas", explica el historiador local Kurayoshi Takara.</p><p></p><p>A Sojan Taira, pese a que sólo tenía cinco años en aquellas fechas, no se le ha olvidado el sonido que hacían los obuses que lanzaban los navíos de EEUU. "Escuchabas el silbido y después '¡boom!'", dice. El profesor retirado se incorporó a las manifestaciones en contra de las bases norteamericanas instaladas en Okinawa hace 15 años precisamente por la huella imborrable de aquellos días traumáticos. "Estoy en contra porque yo sufrí la guerra y la odio", indica.</p><p></p><p>Ante la presencia de las 33 instalaciones militares que mantiene EEUU en esta isla, los conflictos nunca se alejaron del todo de Okinawa, que fue un elemento básico en las guerras que libró Washington en Corea y Vietnam, y continúa siendo el epicentro de su estrategia en Asia.</p><p></p><p>Ahora, en un nuevo guiño a la historia, la isla podría encontrarse de nuevo en la primera línea de la creciente disputa que mantiene Japón y China en torno a la soberanía del archipiélago de las Senkaku, que Pekín denomina Diaoyu.</p><p></p><p style="text-align: center"><img src="http://e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/02/09/14866653138945.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p> <p style="text-align: center"><span style="font-size: 12px"><em>Aviones F15 de la base de Naha, en Okinawa</em></span></p> <p style="text-align: center"></p><p>Durante su reciente visita a Japón, el secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, dejó claro que Washington secunda la posición de su aliado respecto a estos islotes y que recurriría a todo el potencial militar que tiene en el territorio nipón si Pekín intenta apoderarse de ellos emulando la política que ha adoptado en el cercano Mar de la China Meridional. El país vecino replicó acusando a los estadounidenses de poner "en riesgo la estabilidad de Asia".</p><p></p><p>Al contrario que Okinawa, Ishigaki casi no sufrió el azote más extremo del conflicto en el Pacífico. Plagado de palmeras y playas prístinas como la de Fusaki, el enclave situado a casi una hora en avión de Naha, la capital de Okinawa, es un destino paradisíaco frecuentado por cruceros y cientos de miles de turistas, muchos de ellos atraídos por sus encantos submarinos.</p><p></p><p>Hasta hace pocos años, las Senkaku/Diaoyu eran también uno de los caladeros preferidos por los pescadores locales como Namisato Manabu. Tanto él como el resto de sus compañeros de Ishigaki dejaron de ir tras los repetidos encontronazos que sufrieron con embarcaciones chinas.</p><p></p><p>"Nos da mucho miedo. Se acercan de forma muy agresiva y nos preocupa que se produzca una colisión", asevera el japonés de 53 años.</p><p></p><p>Hace cuatro años, el pequeño navío de Manabu, un barco de menos de 10 toneladas, avistó un buque chino de 1.500 que se dirigía a toda máquina en su dirección.</p><p></p><p>"Tuve que salir corriendo. Era como si un camión enorme pasa al lado de una bicicleta. Incluso si no la toca la hará volcar. Si no lo hubiéramos eludido no estaría hoy aquí contando esta historia", añade.</p><p></p><p>Pese a su carácter minúsculo -el mayor de los islotes sólo ocupa 3,8 kilómetros cuadrados- y al hecho de que los únicos ocupantes de los peñascos son decenas de cabras salvajes, las Senkaku/Diaoyu se han convertido en un motivo de orgullo nacional para Japón y China. Japón mantiene su control desde el siglo XIX pero la porfía se reavivó a partir de un estudio que realizó un organismo de la ONU en 1968 que preveía la existencia de reservas de petróleo en esa zona marítima.</p><p></p><p>La decisión de Tokio de nacionalizar varias de las islas en 2012 derivó en una crisis diplomática. Las manifestaciones anti-japonesas se multiplicaron por China y con ellas los ataques a negocios nipones. Los más exaltados pidieron abiertamente la "guerra" contra Japón. Esa fecha cambió por completo el escenario en el área de las Senkaku/Diaoyu. Pekín comenzó a intensificar el envío a los islotes de pesqueros y guardacostas que no cesan de realizar incursiones en lo que Japón considera sus aguas territoriales aumentando el riesgo de un encontronazo entre ambas flotillas.</p><p></p><p>Su aviación incrementó asimismo los sobrevuelos en la zona provocando una multiplicación en las alertas aéreas de la fuerza nipona, que el año pasado sumaron hasta 644 cuando una década antes no eran sino 22.</p><p></p><p>"China está intentando cambiar paso a paso la situación actual (el control que ejerce Japón sobre las Senkaku), quiere que las incursiones en nuestras aguas territoriales se conviertan en algo normal y eso es inaceptable", reconoce un oficial del ejército japonés en una de las bases militares de Naha.</p><p></p><p>La gesticulación china alcanzó su apogeo el año pasado cuando entre 200 y 300 navíos pesqueros escoltados por 15 guardacostas se presentaron frente a las Senkaku/Diaoyu provocando una movilización general de las fuerzas de sus homólogos japoneses. "Eso fue una escalada. Nos preocupa mucho un posible choque entre ambos ejércitos", reconoce Chiaki Muramoto, del departamento chino del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón.</p><p></p><p>Para el experto Akio Takahara, un futuro conflicto entre Tokio y Pekín es una hipótesis que ya contempla como cierta la mayoría de la población china.</p><p></p><p>"Hay un gran incremento del nacionalismo en China. El año pasado una encuesta indicaba que un 62,6 por ciento de los chinos pensaba que habría una guerra entre Japón y China", explica el politólogo de la Universidad de Tokio.</p><p></p><p style="text-align: center"><img src="http://e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/02/09/14866656883257.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p> <p style="text-align: center"><span style="font-size: 12px"><em>Base aérea de Naha, Okinawa</em></span></p><p></p><p>El desasosiego japonés no sólo es teórico. Basta con visitar la nueva base de los Guardacostas de Ishigaki para entender que el estado nipón se prepara para un incremento de la tensión en torno a las Senkaku/Diaoyu.</p><p></p><p>Las instalaciones portuarias se han expandido a la par que la dotación de esta unidad, que ahora comanda 16 navíos, lo que hace que Ishigaki sea ya la mayor base de los Guardacostas japoneses de todo el país. "Este es un cañón de 20 milímetros", aclara Kanagawa Kazushi, el 'número dos' de esta unidad costera en Ishigaki mientras recorre la cubierta de uno de nuevos buques incorporados a la flota oficial.</p><p></p><p>"Hemos reforzado nuestras capacidades especialmente para incrementar la vigilancia en las Senkaku", admite. "Los buques guardacostas chinos cada vez son más grandes. Han llegado a construir el mayor del mundo, de más de 10.000 toneladas. Las armas que les colocan también son más poderosas", afirma Hiroaki Ohdachi, portavoz de los guardacostas japoneses.</p><p></p><p>Las pautas que siguen los conflictos semejan inspirarse siempre en el mismo manual. En la disputa en torno al Mar de la China Meridional -mucho más notoria que la que se está generando en torno a las Senkaku/Diaoyu-, Pekín ha construido museos donde exhibe los supuestos documentos históricos en los que basa sus reclamos.</p><p></p><p>Ishigaki también dispone de una sala de exposiciones cuyo responsable recuerda que el único momento reciente en el que los islotes estuvieron habitados fue a finales del siglo XIX cuando un empresario nipón construyó allí una factoría donde se procesaba el bonito capturado en los alrededores.</p><p></p><p>Rodeado de viejas embarcaciones, conchas marinas y máscaras tribales, el conservador del museo, Kazuhiko Yosekawa, enseña hasta una presunta misiva del cónsul chino de 1920 en la que éste alude a las islas Senkaku -utiliza ese nombre y no Diaoyu- y reconoce su pertenencia al "imperio japonés". "Las Senkaku siempre han sido japonesas y el gobierno (de Tokio) tendría que hacer algo ahora o nos arriesgamos a que los chinos hagan lo mismo que han hecho en las Spratly", manifiesta el alcalde de Ishigaki, Yoshitaka Nakayama, en referencia a los atolones ocupados por la marina china en las inmediaciones de Filipinas.</p><p></p><p>El jefe de la municipalidad de esta isla de la que depende la administración de las Senkaku/Diaoyu es uno de los que apoya un incremento del potencial militar japonés en la zona para hacer frente a las demandas chinas. "Hay un plan para enviar 500 soldados a Ishigaki equipados con misiles tierra-aire, aunque no ocurrirá antes de dos años. No creo que Ishigaki se convierta en un campo de batalla pero es cierto que hay gente a la que le preocupa esa posibilidad", asevera Nakayama.</p><p></p><p>Algunos residentes como los que integran la llamada Asociación de Defensa Local no parecen temer una posible confrontación con China y de hecho critican lo que consideran que es una actitud demasiado pasiva por parte de Japón. "El gobierno japonés ha priorizado demasiado las relaciones con China, no ha sido lo suficientemente fuerte para dejar claro que las Senkaku son parte de nuestro territorio. No debemos ceder incluso si se genera un conflicto diplomático", indica Yoshiyuka Toita, el titular de esa Asociación.</p><p></p><p>La posición de Nakayama o de Yoshiyuka no es algo inusual en esta región. Fue la misma que mantuvo la población de la cercana isla de Yonaguni, que ratificó en un referéndum la construcción de una pequeña base del ejército japonés que está operativa desde el año pasado. En esas mismas fechas, la prensa nipona filtró un proyecto para instalar en estas islas -las más cercanas a las Senkaku/Diaoyu- un nuevo misil anti barco capaz de cubrir todo el archipiélago.</p><p></p><p>"Hay mucho riesgo de que se produzca un accidente, un cálculo erróneo. Las guerras son fáciles de empezar y muy difíciles de detener", precisa el profesor Akio Takahara.</p><p></p><p>La última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial se libró en Okinawa hace ya más de 70 años pero los militares nipones insisten en que limpiar el territorio de la isla de los proyectiles que dejó la contienda les llevará otras siete décadas. "Hasta ahora hemos desactivado 1.760 toneladas. Encontramos una media de 700 por año", revela un uniformado japonés en Naha.</p><p></p><p>Fue uno de esos artefactos abandonados el que mató a la prima de Kamiya. "Los niños los recogían para intentar vender el metal. La gente era muy pobre. Mi prima tenía 12 años. Le explotó en la cara", narra el japonés de 78 años.</p><p></p><p>Como muchos en Okinawa, Kamiya mantiene un especial resentimiento hacia Tokio por lo acaecido en la conflagración mundial. Acusa a los responsables de aquellos años de sacrificar a un enorme número de habitantes locales. La mera mención de otro posible conflicto en las Senkaku azuza esa antipatía.</p><p></p><p>"El gobierno japonés dice que los chinos van a venir pero lo hace porque piensa que Pekín quiere vengarse de los crímenes que cometió el ejército nipón en China. El SDF (las fuerzas armadas japonesas) quiere lanzarse otra vez a la guerra y lo que tenemos que hacer es mejorar nuestras relaciones con China", concluye.</p><p></p><p><a href="http://www.elmundo.es/internacional/2017/02/12/589c8b4722601d73148b45e6.html">http://www.elmundo.es/internacional/2017/02/12/589c8b4722601d73148b45e6.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Barbanegra, post: 2179253, member: 10064"] [CENTER][IMG]http://e02-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/02/09/14866604210690.jpg[/IMG] [U][SIZE=6][B]Okinawa, de nuevo en la primera línea[/B][/SIZE][/U][/CENTER] Los bombardeos norteamericanos fueron tan masivos que de los sólidos muros originales del castillo de Shuri sólo quedan algunos remanentes que se exhiben detrás de una cristalera. El resto fue arrasado "hasta los cimientos", como reza una de las placas que ilustra el recorrido por el emblemático edificio. Los trazos de una de las confrontaciones más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial fueron sustituidos en 1992 por recreaciones florales y una detallada descripción de la época en la que este imponente complejo era sede del reino independiente de Ryukyu, un pueblo que por su perspicacia en los negocios y el comercio podría equipararse a los fenicios de Oriente Próximo. Pero los responsables de la reconstrucción han decidido arrinconar la parte más truculenta de su historia. Esa que recuerda que este fue también el cuartel general de Mitsuru Ushijima, el oficial japonés que lideró la sangrienta batalla de Okinawa en 1945. Un bastión que sólo pudo ser conquistado después de que Ushijima se retirara hacia el sur de la isla, donde concluiría su feroz resistencia haciéndose el harakiri. [CENTER][IMG]http://e04-elmundo.uecdn.es/elmundo/2017/graficos/ene/oki660.jpg[/IMG] [/CENTER] Las tropas que dejó en Shuri para cubrir su repliegue -atrincheradas en un profundo laberinto de túneles horadados bajo su estructura-, sólo fueron doblegadas con el uso de lanzallamas y aceite hirviendo. La rehabilitación de Shuri puede haberse olvidado del conflicto de Okinawa pero el recuerdo de aquellas jornadas en las que murieron decenas de miles de civiles y concluyeron en un paroxismo de suicidios colectivos permanece anclado en la memoria de los nativos de esta isla. "En la batalla de Okinawa murió un 25 por ciento de la población local. La guerra nunca terminó en la mente de los habitantes debido a la presencia de las bases norteamericanas", explica el historiador local Kurayoshi Takara. A Sojan Taira, pese a que sólo tenía cinco años en aquellas fechas, no se le ha olvidado el sonido que hacían los obuses que lanzaban los navíos de EEUU. "Escuchabas el silbido y después '¡boom!'", dice. El profesor retirado se incorporó a las manifestaciones en contra de las bases norteamericanas instaladas en Okinawa hace 15 años precisamente por la huella imborrable de aquellos días traumáticos. "Estoy en contra porque yo sufrí la guerra y la odio", indica. Ante la presencia de las 33 instalaciones militares que mantiene EEUU en esta isla, los conflictos nunca se alejaron del todo de Okinawa, que fue un elemento básico en las guerras que libró Washington en Corea y Vietnam, y continúa siendo el epicentro de su estrategia en Asia. Ahora, en un nuevo guiño a la historia, la isla podría encontrarse de nuevo en la primera línea de la creciente disputa que mantiene Japón y China en torno a la soberanía del archipiélago de las Senkaku, que Pekín denomina Diaoyu. [CENTER][IMG]http://e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/02/09/14866653138945.jpg[/IMG] [SIZE=3][I]Aviones F15 de la base de Naha, en Okinawa[/I][/SIZE] [/CENTER] Durante su reciente visita a Japón, el secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, dejó claro que Washington secunda la posición de su aliado respecto a estos islotes y que recurriría a todo el potencial militar que tiene en el territorio nipón si Pekín intenta apoderarse de ellos emulando la política que ha adoptado en el cercano Mar de la China Meridional. El país vecino replicó acusando a los estadounidenses de poner "en riesgo la estabilidad de Asia". Al contrario que Okinawa, Ishigaki casi no sufrió el azote más extremo del conflicto en el Pacífico. Plagado de palmeras y playas prístinas como la de Fusaki, el enclave situado a casi una hora en avión de Naha, la capital de Okinawa, es un destino paradisíaco frecuentado por cruceros y cientos de miles de turistas, muchos de ellos atraídos por sus encantos submarinos. Hasta hace pocos años, las Senkaku/Diaoyu eran también uno de los caladeros preferidos por los pescadores locales como Namisato Manabu. Tanto él como el resto de sus compañeros de Ishigaki dejaron de ir tras los repetidos encontronazos que sufrieron con embarcaciones chinas. "Nos da mucho miedo. Se acercan de forma muy agresiva y nos preocupa que se produzca una colisión", asevera el japonés de 53 años. Hace cuatro años, el pequeño navío de Manabu, un barco de menos de 10 toneladas, avistó un buque chino de 1.500 que se dirigía a toda máquina en su dirección. "Tuve que salir corriendo. Era como si un camión enorme pasa al lado de una bicicleta. Incluso si no la toca la hará volcar. Si no lo hubiéramos eludido no estaría hoy aquí contando esta historia", añade. Pese a su carácter minúsculo -el mayor de los islotes sólo ocupa 3,8 kilómetros cuadrados- y al hecho de que los únicos ocupantes de los peñascos son decenas de cabras salvajes, las Senkaku/Diaoyu se han convertido en un motivo de orgullo nacional para Japón y China. Japón mantiene su control desde el siglo XIX pero la porfía se reavivó a partir de un estudio que realizó un organismo de la ONU en 1968 que preveía la existencia de reservas de petróleo en esa zona marítima. La decisión de Tokio de nacionalizar varias de las islas en 2012 derivó en una crisis diplomática. Las manifestaciones anti-japonesas se multiplicaron por China y con ellas los ataques a negocios nipones. Los más exaltados pidieron abiertamente la "guerra" contra Japón. Esa fecha cambió por completo el escenario en el área de las Senkaku/Diaoyu. Pekín comenzó a intensificar el envío a los islotes de pesqueros y guardacostas que no cesan de realizar incursiones en lo que Japón considera sus aguas territoriales aumentando el riesgo de un encontronazo entre ambas flotillas. Su aviación incrementó asimismo los sobrevuelos en la zona provocando una multiplicación en las alertas aéreas de la fuerza nipona, que el año pasado sumaron hasta 644 cuando una década antes no eran sino 22. "China está intentando cambiar paso a paso la situación actual (el control que ejerce Japón sobre las Senkaku), quiere que las incursiones en nuestras aguas territoriales se conviertan en algo normal y eso es inaceptable", reconoce un oficial del ejército japonés en una de las bases militares de Naha. La gesticulación china alcanzó su apogeo el año pasado cuando entre 200 y 300 navíos pesqueros escoltados por 15 guardacostas se presentaron frente a las Senkaku/Diaoyu provocando una movilización general de las fuerzas de sus homólogos japoneses. "Eso fue una escalada. Nos preocupa mucho un posible choque entre ambos ejércitos", reconoce Chiaki Muramoto, del departamento chino del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. Para el experto Akio Takahara, un futuro conflicto entre Tokio y Pekín es una hipótesis que ya contempla como cierta la mayoría de la población china. "Hay un gran incremento del nacionalismo en China. El año pasado una encuesta indicaba que un 62,6 por ciento de los chinos pensaba que habría una guerra entre Japón y China", explica el politólogo de la Universidad de Tokio. [CENTER][IMG]http://e04-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/02/09/14866656883257.jpg[/IMG] [SIZE=3][I]Base aérea de Naha, Okinawa[/I][/SIZE][/CENTER] El desasosiego japonés no sólo es teórico. Basta con visitar la nueva base de los Guardacostas de Ishigaki para entender que el estado nipón se prepara para un incremento de la tensión en torno a las Senkaku/Diaoyu. Las instalaciones portuarias se han expandido a la par que la dotación de esta unidad, que ahora comanda 16 navíos, lo que hace que Ishigaki sea ya la mayor base de los Guardacostas japoneses de todo el país. "Este es un cañón de 20 milímetros", aclara Kanagawa Kazushi, el 'número dos' de esta unidad costera en Ishigaki mientras recorre la cubierta de uno de nuevos buques incorporados a la flota oficial. "Hemos reforzado nuestras capacidades especialmente para incrementar la vigilancia en las Senkaku", admite. "Los buques guardacostas chinos cada vez son más grandes. Han llegado a construir el mayor del mundo, de más de 10.000 toneladas. Las armas que les colocan también son más poderosas", afirma Hiroaki Ohdachi, portavoz de los guardacostas japoneses. Las pautas que siguen los conflictos semejan inspirarse siempre en el mismo manual. En la disputa en torno al Mar de la China Meridional -mucho más notoria que la que se está generando en torno a las Senkaku/Diaoyu-, Pekín ha construido museos donde exhibe los supuestos documentos históricos en los que basa sus reclamos. Ishigaki también dispone de una sala de exposiciones cuyo responsable recuerda que el único momento reciente en el que los islotes estuvieron habitados fue a finales del siglo XIX cuando un empresario nipón construyó allí una factoría donde se procesaba el bonito capturado en los alrededores. Rodeado de viejas embarcaciones, conchas marinas y máscaras tribales, el conservador del museo, Kazuhiko Yosekawa, enseña hasta una presunta misiva del cónsul chino de 1920 en la que éste alude a las islas Senkaku -utiliza ese nombre y no Diaoyu- y reconoce su pertenencia al "imperio japonés". "Las Senkaku siempre han sido japonesas y el gobierno (de Tokio) tendría que hacer algo ahora o nos arriesgamos a que los chinos hagan lo mismo que han hecho en las Spratly", manifiesta el alcalde de Ishigaki, Yoshitaka Nakayama, en referencia a los atolones ocupados por la marina china en las inmediaciones de Filipinas. El jefe de la municipalidad de esta isla de la que depende la administración de las Senkaku/Diaoyu es uno de los que apoya un incremento del potencial militar japonés en la zona para hacer frente a las demandas chinas. "Hay un plan para enviar 500 soldados a Ishigaki equipados con misiles tierra-aire, aunque no ocurrirá antes de dos años. No creo que Ishigaki se convierta en un campo de batalla pero es cierto que hay gente a la que le preocupa esa posibilidad", asevera Nakayama. Algunos residentes como los que integran la llamada Asociación de Defensa Local no parecen temer una posible confrontación con China y de hecho critican lo que consideran que es una actitud demasiado pasiva por parte de Japón. "El gobierno japonés ha priorizado demasiado las relaciones con China, no ha sido lo suficientemente fuerte para dejar claro que las Senkaku son parte de nuestro territorio. No debemos ceder incluso si se genera un conflicto diplomático", indica Yoshiyuka Toita, el titular de esa Asociación. La posición de Nakayama o de Yoshiyuka no es algo inusual en esta región. Fue la misma que mantuvo la población de la cercana isla de Yonaguni, que ratificó en un referéndum la construcción de una pequeña base del ejército japonés que está operativa desde el año pasado. En esas mismas fechas, la prensa nipona filtró un proyecto para instalar en estas islas -las más cercanas a las Senkaku/Diaoyu- un nuevo misil anti barco capaz de cubrir todo el archipiélago. "Hay mucho riesgo de que se produzca un accidente, un cálculo erróneo. Las guerras son fáciles de empezar y muy difíciles de detener", precisa el profesor Akio Takahara. La última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial se libró en Okinawa hace ya más de 70 años pero los militares nipones insisten en que limpiar el territorio de la isla de los proyectiles que dejó la contienda les llevará otras siete décadas. "Hasta ahora hemos desactivado 1.760 toneladas. Encontramos una media de 700 por año", revela un uniformado japonés en Naha. Fue uno de esos artefactos abandonados el que mató a la prima de Kamiya. "Los niños los recogían para intentar vender el metal. La gente era muy pobre. Mi prima tenía 12 años. Le explotó en la cara", narra el japonés de 78 años. Como muchos en Okinawa, Kamiya mantiene un especial resentimiento hacia Tokio por lo acaecido en la conflagración mundial. Acusa a los responsables de aquellos años de sacrificar a un enorme número de habitantes locales. La mera mención de otro posible conflicto en las Senkaku azuza esa antipatía. "El gobierno japonés dice que los chinos van a venir pero lo hace porque piensa que Pekín quiere vengarse de los crímenes que cometió el ejército nipón en China. El SDF (las fuerzas armadas japonesas) quiere lanzarse otra vez a la guerra y lo que tenemos que hacer es mejorar nuestras relaciones con China", concluye. [URL]http://www.elmundo.es/internacional/2017/02/12/589c8b4722601d73148b45e6.html[/URL] [/QUOTE]
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