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Conflictos Contemporáneos
Relaciones: Israel - Palestina
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<blockquote data-quote="HernanF" data-source="post: 668105" data-attributes="member: 7964"><p><strong>Mitchell o la negación de lo imposible.</strong></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 15px">Mitchell o la negación de lo imposible. / Mitchell ou le refus de l'impossible.</span></strong></p><p></p><p><strong>Representante especial de Obama en Medio Oriente, el antiguo senador demócrata de Maine, nacido de padre irlandés y madre libanesa, no cree que en un conflicto no se pueda encontrar su solución.</strong></p><p></p><p>Su puesto había sido descrito como el "menos envidiable" de todos. Un año después del nombramiento por Obama como su representante especial en Medio Oriente, George Mitchell no desmintió esta predicción sombría. Un año de esfuerzos, decenas de viajes a todas las capitales de la región, horas de entrevistas con todos los jefes de estado y de gobierno del Próximo Oriente no produjeron hasta ahora gran cosa. El conflicto israelí-palestino parece más insoluble que nunca.</p><p>Pero Mitchell no se desanima. El antiguo senador demócrata de Maine, heredero por padre irlandés y madre libanesa de dos de las guerras civiles más largas del siglo XX, está convencido de que ningún conflicto es insoluble. «Las guerras son creadas, conducidas y alimentadas por seres humanos, repite este hombre infatigable de 77 años, y son terminadas por seres humanos. Una guerra sin solución sencillamente no existe.» A fuerza de esta certeza, George Mitchell continúa con sus esfuerzos. En Paris el lunes, en Bruselas el martes, el antiguo senador de Maine está de vuelta en un Medio Oriente desgarrado por una guerra de cien años cuya solución nunca pareció tan lejana.</p><p>¿Por qué él todavía cree en eso? «Porque esta administración es la primera que se consagra desde el principio a la cuestión israelí-palestina», explicaba la última semana en una entrevista a la cadena americana PBS. «Obama me convocó dos días después de ponerse en funciones. Él quería que me fuera esa misma tarde».</p><p>Si existe un método Mitchell, puede resumirse en una palabra: perseverancia. «La paz ha sido hecha en Irlanda del Norte ochocientos años después de que los británicos se instalaran allí. Los que creen que se puede resolver una cuestión todavía más antigua en unos meses se equivocan.» Cuando es nombrado por Bill Clinton en 1995 como enviado especial en Irlanda del Norte, el último conflicto europeo parecía prácticamente insoluble. Todas las tentativas precedentes para poner fin a los treinta años de "convulsiones" sangrientas entre protestantes y católicos fracasaron, eran muy profundos la desconfianza y el odio.</p><p></p><p><strong>Posibilidad de recurrir a medidas coercitivas.</strong></p><p></p><p>El método utilizado por George Mitchell en Irlanda del Norte fue progresivo. Escuchar atentamente las reivindicaciones de ambas partes, luego implicar a los adversarios en el establecimiento de reglas básicas, luego, antes de fijar una fecha tope, establecer un documento único que destine a servir de base para un futuro tratado, todo en la discreción más grande, limitando al máximo las intervenciones en los medios.</p><p>Gozando del apoyo total de Bill Clinton, y de un acceso directo al presidente americano, Mitchell consigue, contra toda previsión, hacer firmar el Viernes Santo de 1998 un acuerdo que pone fin al conflicto. «Una cosa que aprendí en Irlanda del Norte es que nunca hay que tomar el primer no como definitivo, ni el segundo, ni el centésimo, explica él.»</p><p>Mitchell es enviado a Medio Oriente en el 2000 por un Bill Clinton finalizando su mandato, mientras que la segunda intifada hace volar en pedazos el proceso de paz iniciado por los acuerdos de Oslo. Su informe ya subraya el problema de la colonización israelí en los territorios palestinos. Nueve años más tarde, Mitchell reencuentra la situación agravada. Las colonias israelíes se extendieron aún más en Cisjordania, los palestinos se dividieron en dos entidades hostiles, la Autoridad palestina en Ramallah y Hamas en Gaza, y el nuevo gobierno israelí de Nétanyahou parece todavía menos propenso que sus predecesores a concesiones territoriales.</p><p>Los esfuerzos de Mitchell para volver a lanzar el diálogo chocan hasta ahora contra desestimaciones de algunas de las demandas, cada lado culpa al otro y lo hace responsable del callejón sin salida. Peor aún, exigiendo a Israel un congelamiento total de la colonización, los americanos parecen haber complicado un poco más el problema. Las largas vacilaciones de Nétanyahou, seguidas por una moratoria parcial sobre las nuevas construcciones anunciado en diciembre pasado, no satisficieron a nadie. Mahmoud Abbas continúa reclamando un congelamiento total antes de volver a la mesa de las negociaciones, mientras que Nétanyahou repite que hizo lo máximo posible.</p><p>Pero Mitchell es de los que siempre ven el vaso medio lleno. «Obtuvimos una moratoria de diez meses, menos que lo que esperábamos, pero más que lo que ningún gobierno israelí nunca hizo.» «Es generalmente más difícil comenzar negociaciones que terminarlas», subraya George Mitchell, que quiere ahora sacar provecho de esta moratoria para avanzar en marcha forzada hacia un acuerdo sobre las fronteras de un futuro Estado palestino. Convencido de que es para interés de los israelíes como de los palestinos el alcanzar una solución negociada, Mitchell, por primera vez, mencionó la posibilidad de recurrir a medidas coercitivas. «Tenemos zanahorias y palos», dijo Mitchell, invocando las garantías bancarias concedidas por los Estados Unidos a Israel, reconociendo que «debían ser utilizadas con prudencia». El mensaje es claro. Los Estados Unidos están decididos a todo para arreglar el más espinoso expediente de las relaciones internacionales contemporáneas. El senador tardó cinco años en conseguir la paz en Irlanda del Norte. Él se da dos años para traerla al Próximo Oriente. La apuesta es arriesgada, pero Mitchell está convencido de que una solución es posible. «Difícil, pero no imposible.»</p><p></p><p><em>Fuente</em>: Adrien Jaulmes desde Jerusalén para Le Figaro.</p><p>Traducción propia.</p><p></p><p></p><p></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 12px">Mitchell ou le refus de l'impossible.</span></strong></p><p></p><p><strong><em>Représentant spécial d'Obama au Moyen-Orient, l'ancien sénateur démocrate du Maine, né d'un père irlandais et d'une mère libanaise, ne croit pas qu'un conflit ne puisse trouver sa solution.</em></strong></p><p></p><p>Son poste avait été décrit comme le «moins enviable» de tous. Un an après sa nomination par Obama comme son représentant spécial au Moyen-Orient, George Mitchell n'a pas démenti cette sombre prédiction. Une année d'efforts, des dizaines de voyages dans toutes les capitales de la région, des heures d'entretiens avec tous les chefs d'État et de gouvernement du Proche-Orient n'ont jusqu'à présent pas produit grand-chose. Le conflit israélo-palestinien semble plus insoluble que jamais.</p><p>Mais Mitchell ne se décourage pas. L'ancien sénateur démocrate du Maine, héritier par son père ¬irlandais et sa mère libanaise de deux des plus longues guerres civiles du XXe siècle, reste convaincu qu'aucun conflit n'est insoluble. «Les guerres sont créées, conduites et alimentées par des êtres humains, répète cet homme infatigable de 77 ans, et elles sont terminées par des êtres humains. Une guerre sans solution n'existe tout simplement pas.» Fort de cette certitude, George Mitchell continue ses efforts. À ¬Paris lundi, à Bruxelles mardi, l'ancien sénateur du Maine est de retour dans un Proche-Orient déchiré par une guerre de cent ans dont la solution n'a jamais semblé aussi lointaine.</p><p>Pourquoi y croit-il encore ? «Parce que cette Administration est la première à se consacrer dès le début à la question israélo-palestinienne», expliquait-il la semaine dernière dans une rare interview à la chaîne américaine PBS. «Obama m'a convoqué deux jours après son entrée en fonction. Il voulait que je parte le soir même», raconte-t-il.</p><p>S'il existe une méthode Mitchell, elle peut se résumer en un mot : persévérance. «La paix a été faite en Irlande du Nord 800 ans après que les Britanniques s'y sont installés. Ceux qui croient que l'on peut résoudre une question encore plus ancienne en quelques mois se trompent.» Lorsqu'il est nommé par Bill Clinton en 1995 envoyé spécial en Irlande du Nord, le dernier conflit européen semble pratiquement insoluble. Toutes les tentatives précédentes pour mettre fin aux trente ans de «troubles» sanglants entre protestants et catholiques ont échoué, tant sont profondes la méfiance et la haine.</p><p></p><p><strong>Possibilité de recourirà des mesures coercitives.</strong></p><p></p><p>La méthode utilisée par George Mitchell en Irlande du Nord est progressive. Écouter attentivement les revendications des deux parties, puis impliquer les adversaires dans l'établissement de règles de base, avant de fixer ensuite une date butoir et établir un document unique destiné à servir de base à un futur traité, le tout dans la plus grande discrétion, en limitant au maximum les interventions dans les médias.</p><p>Bénéficiant du soutien total de Bill Clinton, et d'un accès direct au président américain, Mitchell réussit, contre toute attente, à faire signer le vendredi saint 1998 un accord qui met fin au conflit. «Une chose que j'ai apprise en Irlande du Nord est qu'il ne faut jamais prendre le premier non comme définitif, explique-t-il, ni le deuxième non, ni le centième.»</p><p>Mitchell est dépêché au Proche-Orient en 2000 par un Bill Clinton en fin de mandat, alors que la seconde intifada fait voler en éclats le processus de paix initié par les accords d'Oslo. Son rapport souligne déjà le problème de la colonisation israélienne dans les Territoires palestiniens. Neuf ans plus tard, ¬Mitchell retrouve une situation aggravée. Les colonies israéliennes se sont encore étendues en Cisjordanie, les Palestiniens se sont divisés en deux entités hostiles, l'Autorité palestinienne à Ramallah et le Hamas à Gaza, et le nouveau gouvernement israélien de Nétanyahou semble encore moins enclin que ses prédécesseurs à des concessions territoriales.</p><p>Les efforts de Mitchell pour relancer le dialogue se sont heurtés jusqu'à présent à des fins de non-recevoir, chaque camp rendant l'autre responsable de l'impasse. Pis, en exigeant d'Israël un gel total de la colonisation, les Américains semblent avoir compliqué encore un peu le problème. Les longues tergiversations de Nétanyahou, suivies par un moratoire partiel sur les nouvelles constructions annoncé en décembre dernier n'ont satisfait personne. ¬Mahmoud Abbas continue de réclamer un gel total avant de revenir à la table des négociations, alors que Nétanyahou répète qu'il a fait le maximum.</p><p>Mais Mitchell est de ceux qui voient toujours la bouteille à moitié pleine. «Nous avons obtenu un moratoire de dix mois, moins que ce que nous espérions, mais plus que ce qu'aucun gouvernement israélien n'a jamais fait.» «Il est généralement plus difficile de commencer des négociations que de les terminer», souligne George Mitchell, qui veut à présent profiter de ce moratoire pour avancer à marche forcée vers un accord sur les frontières d'un futur État palestinien. Convaincu qu'il est de l'intérêt des Israéliens comme des Palestiniens de parvenir à une solution négociée, Mitchell a cependant pour la première fois évoqué la possibilité de recourir à des mesures coercitives. «Nous avons des carottes et des bâtons», a dit Mitchell, évoquant les garanties bancaires accordées par les États-Unis à Israël, reconnaissant qu'elles «devaient être utilisées avec prudence». Le message est clair. Les États-Unis sont décidés à tout faire pour régler le plus épineux dossier des relations internationales contemporaines. Le sénateur a mis cinq ans à faire la paix en Irlande du Nord. Il se donne deux ans pour l'amener au Proche-Orient. Le pari est risqué, mais Mitchell est convaincu qu'une solution est possible. «Difficile, mais pas impossible.»</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="HernanF, post: 668105, member: 7964"] [b]Mitchell o la negación de lo imposible.[/b] [B][SIZE="4"]Mitchell o la negación de lo imposible. / Mitchell ou le refus de l'impossible.[/SIZE][/B] [B]Representante especial de Obama en Medio Oriente, el antiguo senador demócrata de Maine, nacido de padre irlandés y madre libanesa, no cree que en un conflicto no se pueda encontrar su solución.[/B] Su puesto había sido descrito como el "menos envidiable" de todos. Un año después del nombramiento por Obama como su representante especial en Medio Oriente, George Mitchell no desmintió esta predicción sombría. Un año de esfuerzos, decenas de viajes a todas las capitales de la región, horas de entrevistas con todos los jefes de estado y de gobierno del Próximo Oriente no produjeron hasta ahora gran cosa. El conflicto israelí-palestino parece más insoluble que nunca. Pero Mitchell no se desanima. El antiguo senador demócrata de Maine, heredero por padre irlandés y madre libanesa de dos de las guerras civiles más largas del siglo XX, está convencido de que ningún conflicto es insoluble. «Las guerras son creadas, conducidas y alimentadas por seres humanos, repite este hombre infatigable de 77 años, y son terminadas por seres humanos. Una guerra sin solución sencillamente no existe.» A fuerza de esta certeza, George Mitchell continúa con sus esfuerzos. En Paris el lunes, en Bruselas el martes, el antiguo senador de Maine está de vuelta en un Medio Oriente desgarrado por una guerra de cien años cuya solución nunca pareció tan lejana. ¿Por qué él todavía cree en eso? «Porque esta administración es la primera que se consagra desde el principio a la cuestión israelí-palestina», explicaba la última semana en una entrevista a la cadena americana PBS. «Obama me convocó dos días después de ponerse en funciones. Él quería que me fuera esa misma tarde». Si existe un método Mitchell, puede resumirse en una palabra: perseverancia. «La paz ha sido hecha en Irlanda del Norte ochocientos años después de que los británicos se instalaran allí. Los que creen que se puede resolver una cuestión todavía más antigua en unos meses se equivocan.» Cuando es nombrado por Bill Clinton en 1995 como enviado especial en Irlanda del Norte, el último conflicto europeo parecía prácticamente insoluble. Todas las tentativas precedentes para poner fin a los treinta años de "convulsiones" sangrientas entre protestantes y católicos fracasaron, eran muy profundos la desconfianza y el odio. [B]Posibilidad de recurrir a medidas coercitivas.[/B] El método utilizado por George Mitchell en Irlanda del Norte fue progresivo. Escuchar atentamente las reivindicaciones de ambas partes, luego implicar a los adversarios en el establecimiento de reglas básicas, luego, antes de fijar una fecha tope, establecer un documento único que destine a servir de base para un futuro tratado, todo en la discreción más grande, limitando al máximo las intervenciones en los medios. Gozando del apoyo total de Bill Clinton, y de un acceso directo al presidente americano, Mitchell consigue, contra toda previsión, hacer firmar el Viernes Santo de 1998 un acuerdo que pone fin al conflicto. «Una cosa que aprendí en Irlanda del Norte es que nunca hay que tomar el primer no como definitivo, ni el segundo, ni el centésimo, explica él.» Mitchell es enviado a Medio Oriente en el 2000 por un Bill Clinton finalizando su mandato, mientras que la segunda intifada hace volar en pedazos el proceso de paz iniciado por los acuerdos de Oslo. Su informe ya subraya el problema de la colonización israelí en los territorios palestinos. Nueve años más tarde, Mitchell reencuentra la situación agravada. Las colonias israelíes se extendieron aún más en Cisjordania, los palestinos se dividieron en dos entidades hostiles, la Autoridad palestina en Ramallah y Hamas en Gaza, y el nuevo gobierno israelí de Nétanyahou parece todavía menos propenso que sus predecesores a concesiones territoriales. Los esfuerzos de Mitchell para volver a lanzar el diálogo chocan hasta ahora contra desestimaciones de algunas de las demandas, cada lado culpa al otro y lo hace responsable del callejón sin salida. Peor aún, exigiendo a Israel un congelamiento total de la colonización, los americanos parecen haber complicado un poco más el problema. Las largas vacilaciones de Nétanyahou, seguidas por una moratoria parcial sobre las nuevas construcciones anunciado en diciembre pasado, no satisficieron a nadie. Mahmoud Abbas continúa reclamando un congelamiento total antes de volver a la mesa de las negociaciones, mientras que Nétanyahou repite que hizo lo máximo posible. Pero Mitchell es de los que siempre ven el vaso medio lleno. «Obtuvimos una moratoria de diez meses, menos que lo que esperábamos, pero más que lo que ningún gobierno israelí nunca hizo.» «Es generalmente más difícil comenzar negociaciones que terminarlas», subraya George Mitchell, que quiere ahora sacar provecho de esta moratoria para avanzar en marcha forzada hacia un acuerdo sobre las fronteras de un futuro Estado palestino. Convencido de que es para interés de los israelíes como de los palestinos el alcanzar una solución negociada, Mitchell, por primera vez, mencionó la posibilidad de recurrir a medidas coercitivas. «Tenemos zanahorias y palos», dijo Mitchell, invocando las garantías bancarias concedidas por los Estados Unidos a Israel, reconociendo que «debían ser utilizadas con prudencia». El mensaje es claro. Los Estados Unidos están decididos a todo para arreglar el más espinoso expediente de las relaciones internacionales contemporáneas. El senador tardó cinco años en conseguir la paz en Irlanda del Norte. Él se da dos años para traerla al Próximo Oriente. La apuesta es arriesgada, pero Mitchell está convencido de que una solución es posible. «Difícil, pero no imposible.» [I]Fuente[/I]: Adrien Jaulmes desde Jerusalén para Le Figaro. Traducción propia. [B][SIZE="3"]Mitchell ou le refus de l'impossible.[/SIZE][/B] [B][I]Représentant spécial d'Obama au Moyen-Orient, l'ancien sénateur démocrate du Maine, né d'un père irlandais et d'une mère libanaise, ne croit pas qu'un conflit ne puisse trouver sa solution.[/I][/B] Son poste avait été décrit comme le «moins enviable» de tous. Un an après sa nomination par Obama comme son représentant spécial au Moyen-Orient, George Mitchell n'a pas démenti cette sombre prédiction. Une année d'efforts, des dizaines de voyages dans toutes les capitales de la région, des heures d'entretiens avec tous les chefs d'État et de gouvernement du Proche-Orient n'ont jusqu'à présent pas produit grand-chose. Le conflit israélo-palestinien semble plus insoluble que jamais. Mais Mitchell ne se décourage pas. L'ancien sénateur démocrate du Maine, héritier par son père ¬irlandais et sa mère libanaise de deux des plus longues guerres civiles du XXe siècle, reste convaincu qu'aucun conflit n'est insoluble. «Les guerres sont créées, conduites et alimentées par des êtres humains, répète cet homme infatigable de 77 ans, et elles sont terminées par des êtres humains. Une guerre sans solution n'existe tout simplement pas.» Fort de cette certitude, George Mitchell continue ses efforts. À ¬Paris lundi, à Bruxelles mardi, l'ancien sénateur du Maine est de retour dans un Proche-Orient déchiré par une guerre de cent ans dont la solution n'a jamais semblé aussi lointaine. Pourquoi y croit-il encore ? «Parce que cette Administration est la première à se consacrer dès le début à la question israélo-palestinienne», expliquait-il la semaine dernière dans une rare interview à la chaîne américaine PBS. «Obama m'a convoqué deux jours après son entrée en fonction. Il voulait que je parte le soir même», raconte-t-il. S'il existe une méthode Mitchell, elle peut se résumer en un mot : persévérance. «La paix a été faite en Irlande du Nord 800 ans après que les Britanniques s'y sont installés. Ceux qui croient que l'on peut résoudre une question encore plus ancienne en quelques mois se trompent.» Lorsqu'il est nommé par Bill Clinton en 1995 envoyé spécial en Irlande du Nord, le dernier conflit européen semble pratiquement insoluble. Toutes les tentatives précédentes pour mettre fin aux trente ans de «troubles» sanglants entre protestants et catholiques ont échoué, tant sont profondes la méfiance et la haine. [B]Possibilité de recourirà des mesures coercitives.[/B] La méthode utilisée par George Mitchell en Irlande du Nord est progressive. Écouter attentivement les revendications des deux parties, puis impliquer les adversaires dans l'établissement de règles de base, avant de fixer ensuite une date butoir et établir un document unique destiné à servir de base à un futur traité, le tout dans la plus grande discrétion, en limitant au maximum les interventions dans les médias. Bénéficiant du soutien total de Bill Clinton, et d'un accès direct au président américain, Mitchell réussit, contre toute attente, à faire signer le vendredi saint 1998 un accord qui met fin au conflit. «Une chose que j'ai apprise en Irlande du Nord est qu'il ne faut jamais prendre le premier non comme définitif, explique-t-il, ni le deuxième non, ni le centième.» Mitchell est dépêché au Proche-Orient en 2000 par un Bill Clinton en fin de mandat, alors que la seconde intifada fait voler en éclats le processus de paix initié par les accords d'Oslo. Son rapport souligne déjà le problème de la colonisation israélienne dans les Territoires palestiniens. Neuf ans plus tard, ¬Mitchell retrouve une situation aggravée. Les colonies israéliennes se sont encore étendues en Cisjordanie, les Palestiniens se sont divisés en deux entités hostiles, l'Autorité palestinienne à Ramallah et le Hamas à Gaza, et le nouveau gouvernement israélien de Nétanyahou semble encore moins enclin que ses prédécesseurs à des concessions territoriales. Les efforts de Mitchell pour relancer le dialogue se sont heurtés jusqu'à présent à des fins de non-recevoir, chaque camp rendant l'autre responsable de l'impasse. Pis, en exigeant d'Israël un gel total de la colonisation, les Américains semblent avoir compliqué encore un peu le problème. Les longues tergiversations de Nétanyahou, suivies par un moratoire partiel sur les nouvelles constructions annoncé en décembre dernier n'ont satisfait personne. ¬Mahmoud Abbas continue de réclamer un gel total avant de revenir à la table des négociations, alors que Nétanyahou répète qu'il a fait le maximum. Mais Mitchell est de ceux qui voient toujours la bouteille à moitié pleine. «Nous avons obtenu un moratoire de dix mois, moins que ce que nous espérions, mais plus que ce qu'aucun gouvernement israélien n'a jamais fait.» «Il est généralement plus difficile de commencer des négociations que de les terminer», souligne George Mitchell, qui veut à présent profiter de ce moratoire pour avancer à marche forcée vers un accord sur les frontières d'un futur État palestinien. Convaincu qu'il est de l'intérêt des Israéliens comme des Palestiniens de parvenir à une solution négociée, Mitchell a cependant pour la première fois évoqué la possibilité de recourir à des mesures coercitives. «Nous avons des carottes et des bâtons», a dit Mitchell, évoquant les garanties bancaires accordées par les États-Unis à Israël, reconnaissant qu'elles «devaient être utilisées avec prudence». Le message est clair. Les États-Unis sont décidés à tout faire pour régler le plus épineux dossier des relations internationales contemporaines. Le sénateur a mis cinq ans à faire la paix en Irlande du Nord. Il se donne deux ans pour l'amener au Proche-Orient. Le pari est risqué, mais Mitchell est convaincu qu'une solution est possible. «Difficile, mais pas impossible.» [/QUOTE]
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