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Relaciones: Libano - Israel
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<blockquote data-quote="fersar2006" data-source="post: 82895" data-attributes="member: 110"><p>Líbano como nuevo objetivo </p><p>Los neoconservadores y la política del «caos constructor» </p><p>por Thierry Meyssan*</p><p></p><p>Washington y Tel Aviv se regocijan por las operaciones militares en marcha en el Medio Oriente. Según declaraciones de Condoleezza Rice, el dolor del Líbano es causado por las «contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente». Los teóricos del «caos constructor» estiman que tiene que correr la sangre para lograr imponer un nuevo orden en una región rica en hidrocarburos. Planificada desde hace mucho, la ofensiva del ejército israelí contra el Líbano está siendo supervisada desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos.</p><p></p><p>El término de «Gran Medio Oriente» es una frase que fue utilizada por George W. Bush para designar un control geopolítico de un vasto territorio horizontal, que va desde Marruecos hasta Afganistán.</p><p>Durante su encuentro del 21 de julio de 2006 con la prensa en el Departamento de Estado, Condoleezza Rice fue interrogada sobre las iniciativas que esperaba impulsar para restablecer la paz en el Líbano. Esta fue su respuesta: «No veo el interés en recurrir a la diplomacia si es para volver al status quo anterior entre Israel y el Líbano. Pienso que sería un error. Lo que estamos viendo es, de cierta manera, el comienzo de las contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente y tenemos que estar seguros de que todo lo que hagamos vaya en el sentido del nuevo Medio Oriente, no hacia el regreso al anterior» [1].</p><p></p><p>Visto desde Washington, lo que sucede actualmente en el Líbano no tiene nada que ver con el rescate de los soldados capturados por Hezbollah. En realidad se trata de la aplicación de la teoría, elaborada durante largo tiempo, del «caos constructor». Según los adeptos del filósofo Leo Strauss, cuya rama mediática es conocida bajo la denominación de «neoconservadores», el verdadero poder no se ejerce en una situación de inmovilidad sino, por el contrario, mediante la destrucción de toda forma de resistencia. Sólo arrojando las masas al caos pueden aspirar las élites a la estabilidad de su propia posición.</p><p></p><p></p><p>Léo StraussLos adeptos de Leo Strauss estiman también que únicamente en medio de esta violencia los intereses imperiales de Estados Unidos se confunden con los del Estado judío.</p><p></p><p>La voluntad israelí de desmantelar el Líbano, de crear allí un mini-Estado cristiano y de anexarse una parte del territorio libanés no es nueva. Ya fue enunciada, en 1957, por David Ben Gurion en una célebre carta publicada como documento anexo a sus memorias [2]. Lo más importante es que fue insertada en un amplio proyecto de colonización del Medio Oriente redactado en 1996 bajo el siguiente título: Una ruptura limpia: nueva estrategia para garantizar la seguridad del reino [de Israel] [3]. El documento estipulaba: </p><p>la anulación de los acuerdos de paz de Oslo </p><p>la eliminación de Yaser Arafat </p><p>la anexión de los territorios palestinos </p><p>el derrocamiento de Sadam Husein en Irak para desestabilizar en cadena a Siria y el Líbano </p><p>el desmembramiento de Irak y la creación de un Estado palestino en territorio iraquí </p><p>la utilización de Israel como base complementaria del programa estadounidense de guerra de las galaxias. </p><p>Este documento sirvió de inspiración al discurso pronunciado al día siguiente por Benjamin Netanyahu ante el Congreso estadounidense [4]. En él encontramos todos los ingredientes de la situación actual: amenazas contra Irán, Siria y el Hezbollah y, para rematar, el reclamo de anexión del este de Jerusalén.</p><p></p><p>Ese punto de vista es similar al de la administración estadounidense. El control de las zonas ricas en hidrocarburos que Zbignew Brzezinki y Bernard Lewis llamaban «el arco crítico», o sea el arco que va del Golfo de Guinea al Mar Caspio pasando por el Golfo Pérsico, supone una redefinición de fronteras, de Estados y de regímenes políticos, en otras palabras: una «remodelación del Gran Medio Oriente», según la fórmula empleada por George W. Bush. </p><p>Ese es el nuevo Medio Oriente del que Condoleezza Rice pretende ser la comadrona mirándolo nacer en medio del dolor.</p><p></p><p>La idea es sencilla: reemplazar los Estados heredados del derrumbe del Imperio Otomano por entidades más pequeñas de carácter monoétnico y neutralizar esos mini-Estados lanzándolos constantemente unos con otros. Dicho de otra forma, se trata de volver a los acuerdos a los que llegaron en secreto, en 1916, el imperio francés y el británico (los llamados Acuerdos Sykes-Picot [5]) y de consagrar el dominio total de los anglosajones sobre la región. Pero, para establecer nuevos Estados lo primero es destruir los que ya existen. Y eso es lo que la administración Bush y sus aliados están haciendo desde hace cinco años con entusiasmo digno de un aprendiz de mago. Si no están convencidos, veamos los resultados: </p><p>A la Palestina ocupada se le amputó el 7% de su territorio; la franja de Gaza y Cisjordania están separadas físicamente por la construcción de un muro; la Autoridad Nacional Palestina fue reducida a ruinas y sus ministros y diputados han sido secuestrados y encarcelados. </p><p>La ONU conminó al Líbano a desarmarse expulsando a las fuerzas sirias y disolviendo el Hezbollah; el antiguo primer ministro Rafic Hariri fue asesinado y con él desapareció la influencia de Francia; la infraestructura económica del país fue devastada; más de 500 000 nuevos refugiados vagan por la región. </p><p>En Irak, la dictadura de Sadam Husein fue reemplazada por un régimen todavía más cruel que deja más de 3 000 muertos al mes; sumido en la anarquía, el país está listo para su desmembramiento en tres entidades separadas. </p><p>El seudoemirato talibán fue reemplazado por una seudodemocracia que sigue imponiendo la interpretación más oscurantista de la sharia, a la que se agregó como nuevo elemento el cultivo de la adormidera. De hecho, Afganistán ya se encuentra dividido entre los llamados «señores de la guerra» y los combates se generalizan. El gobierno central renunció a imponer su autoridad, incluso en la capital.</p><p></p><p>En Washington, los discípulos de Leo Strauss, cada vez más impacientes, sueñan con extender el caos a Sudán, Siria e Irán. Para ese período de transición no se habla ni siquiera de «democracia de mercado» sino únicamente de sangre y lágrimas.</p><p></p><p>Jacques Chirac, que tenía la intención de intervenir en el Líbano para defender los últimos intereses de Francia en ese país y que envió allí a su primer ministro Dominique de Villepin, tuvo que despertar de su sueño. Durante la cumbre del G8, en San Petersburgo, George W. Bush le prohibió hacerlo diciéndole que no se trataba de una operación israelí que goza del apoyo de Estados Unidos sino de una operación estadounidense ejecutada por Israel. </p><p>Después de eso, a Dominique de Villepin no le quedó más remedio que limitarse a servirles a sus interlocutores de Beirut unas cuantas declaraciones verbales y expresar su impotencia.</p><p></p><p>Para ser más precisos aún, el plan de destrucción del Líbano fue sometido por el ejército israelí a la administración Bush hace ya poco más de un año, como reveló el San Francisco Chronicle [6]. Ese plan fue objeto de discusiones políticas, el 17 y el 18 de junio de 2006 en Beaver Creek, durante el Foro Mundial que el American Enterprise Institute organiza todos los años. Benjamin Netanyahu y Dick Cheney lo discutieron ampliamente junto a Richard Perle y Nathan Sharansky. La Casa Blanca le dio luz verde en los días subsiguientes. </p><p>Las operaciones militares del ejército israelí son supervisadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Este último determina los aspectos estratégicos esenciales y escoge los blancos. El papel principal lo desempeña el general Bantz Craddock como comandante del South Command. Craddock es un especialista en movimiento de fuerzas blindadas, como lo demostró durante la operación Tormenta del Desierto y sobre todo como comandante de las fuerzas terrestres de la OTAN en Kosovo. Es un hombre de confianza de Donald Rumsfeld, cuyo estado mayor personal dirigió y por orden de quien desarrolló el campo de concentración de Guantánamo. En noviembre próximo, el general Craddock será nombrado comandante del European Command de la OTAN, cargo que le permitirá dirigir la fuerza de interposición que la OTAN podría desplegar en el sur del Líbano, además de las fuerzas de la OTAN que ya se encuentran en Afganistán y Sudán.</p><p></p><p>Los generales israelíes y estadounidenses se conocen mutuamente, desde hace una treintena de años, gracias a los intercambios que organiza entre ellos el Instituto Judío para los Asuntos de Seguridad Nacional (Jewish Institute for National Security Affairs - JINSA), asociación que impone a sus cuadros la participación en seminarios de estudio sobre el pensamiento de Leo Strauss.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="fersar2006, post: 82895, member: 110"] Líbano como nuevo objetivo Los neoconservadores y la política del «caos constructor» por Thierry Meyssan* Washington y Tel Aviv se regocijan por las operaciones militares en marcha en el Medio Oriente. Según declaraciones de Condoleezza Rice, el dolor del Líbano es causado por las «contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente». Los teóricos del «caos constructor» estiman que tiene que correr la sangre para lograr imponer un nuevo orden en una región rica en hidrocarburos. Planificada desde hace mucho, la ofensiva del ejército israelí contra el Líbano está siendo supervisada desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos. El término de «Gran Medio Oriente» es una frase que fue utilizada por George W. Bush para designar un control geopolítico de un vasto territorio horizontal, que va desde Marruecos hasta Afganistán. Durante su encuentro del 21 de julio de 2006 con la prensa en el Departamento de Estado, Condoleezza Rice fue interrogada sobre las iniciativas que esperaba impulsar para restablecer la paz en el Líbano. Esta fue su respuesta: «No veo el interés en recurrir a la diplomacia si es para volver al status quo anterior entre Israel y el Líbano. Pienso que sería un error. Lo que estamos viendo es, de cierta manera, el comienzo de las contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente y tenemos que estar seguros de que todo lo que hagamos vaya en el sentido del nuevo Medio Oriente, no hacia el regreso al anterior» [1]. Visto desde Washington, lo que sucede actualmente en el Líbano no tiene nada que ver con el rescate de los soldados capturados por Hezbollah. En realidad se trata de la aplicación de la teoría, elaborada durante largo tiempo, del «caos constructor». Según los adeptos del filósofo Leo Strauss, cuya rama mediática es conocida bajo la denominación de «neoconservadores», el verdadero poder no se ejerce en una situación de inmovilidad sino, por el contrario, mediante la destrucción de toda forma de resistencia. Sólo arrojando las masas al caos pueden aspirar las élites a la estabilidad de su propia posición. Léo StraussLos adeptos de Leo Strauss estiman también que únicamente en medio de esta violencia los intereses imperiales de Estados Unidos se confunden con los del Estado judío. La voluntad israelí de desmantelar el Líbano, de crear allí un mini-Estado cristiano y de anexarse una parte del territorio libanés no es nueva. Ya fue enunciada, en 1957, por David Ben Gurion en una célebre carta publicada como documento anexo a sus memorias [2]. Lo más importante es que fue insertada en un amplio proyecto de colonización del Medio Oriente redactado en 1996 bajo el siguiente título: Una ruptura limpia: nueva estrategia para garantizar la seguridad del reino [de Israel] [3]. El documento estipulaba: la anulación de los acuerdos de paz de Oslo la eliminación de Yaser Arafat la anexión de los territorios palestinos el derrocamiento de Sadam Husein en Irak para desestabilizar en cadena a Siria y el Líbano el desmembramiento de Irak y la creación de un Estado palestino en territorio iraquí la utilización de Israel como base complementaria del programa estadounidense de guerra de las galaxias. Este documento sirvió de inspiración al discurso pronunciado al día siguiente por Benjamin Netanyahu ante el Congreso estadounidense [4]. En él encontramos todos los ingredientes de la situación actual: amenazas contra Irán, Siria y el Hezbollah y, para rematar, el reclamo de anexión del este de Jerusalén. Ese punto de vista es similar al de la administración estadounidense. El control de las zonas ricas en hidrocarburos que Zbignew Brzezinki y Bernard Lewis llamaban «el arco crítico», o sea el arco que va del Golfo de Guinea al Mar Caspio pasando por el Golfo Pérsico, supone una redefinición de fronteras, de Estados y de regímenes políticos, en otras palabras: una «remodelación del Gran Medio Oriente», según la fórmula empleada por George W. Bush. Ese es el nuevo Medio Oriente del que Condoleezza Rice pretende ser la comadrona mirándolo nacer en medio del dolor. La idea es sencilla: reemplazar los Estados heredados del derrumbe del Imperio Otomano por entidades más pequeñas de carácter monoétnico y neutralizar esos mini-Estados lanzándolos constantemente unos con otros. Dicho de otra forma, se trata de volver a los acuerdos a los que llegaron en secreto, en 1916, el imperio francés y el británico (los llamados Acuerdos Sykes-Picot [5]) y de consagrar el dominio total de los anglosajones sobre la región. Pero, para establecer nuevos Estados lo primero es destruir los que ya existen. Y eso es lo que la administración Bush y sus aliados están haciendo desde hace cinco años con entusiasmo digno de un aprendiz de mago. Si no están convencidos, veamos los resultados: A la Palestina ocupada se le amputó el 7% de su territorio; la franja de Gaza y Cisjordania están separadas físicamente por la construcción de un muro; la Autoridad Nacional Palestina fue reducida a ruinas y sus ministros y diputados han sido secuestrados y encarcelados. La ONU conminó al Líbano a desarmarse expulsando a las fuerzas sirias y disolviendo el Hezbollah; el antiguo primer ministro Rafic Hariri fue asesinado y con él desapareció la influencia de Francia; la infraestructura económica del país fue devastada; más de 500 000 nuevos refugiados vagan por la región. En Irak, la dictadura de Sadam Husein fue reemplazada por un régimen todavía más cruel que deja más de 3 000 muertos al mes; sumido en la anarquía, el país está listo para su desmembramiento en tres entidades separadas. El seudoemirato talibán fue reemplazado por una seudodemocracia que sigue imponiendo la interpretación más oscurantista de la sharia, a la que se agregó como nuevo elemento el cultivo de la adormidera. De hecho, Afganistán ya se encuentra dividido entre los llamados «señores de la guerra» y los combates se generalizan. El gobierno central renunció a imponer su autoridad, incluso en la capital. En Washington, los discípulos de Leo Strauss, cada vez más impacientes, sueñan con extender el caos a Sudán, Siria e Irán. Para ese período de transición no se habla ni siquiera de «democracia de mercado» sino únicamente de sangre y lágrimas. Jacques Chirac, que tenía la intención de intervenir en el Líbano para defender los últimos intereses de Francia en ese país y que envió allí a su primer ministro Dominique de Villepin, tuvo que despertar de su sueño. Durante la cumbre del G8, en San Petersburgo, George W. Bush le prohibió hacerlo diciéndole que no se trataba de una operación israelí que goza del apoyo de Estados Unidos sino de una operación estadounidense ejecutada por Israel. Después de eso, a Dominique de Villepin no le quedó más remedio que limitarse a servirles a sus interlocutores de Beirut unas cuantas declaraciones verbales y expresar su impotencia. Para ser más precisos aún, el plan de destrucción del Líbano fue sometido por el ejército israelí a la administración Bush hace ya poco más de un año, como reveló el San Francisco Chronicle [6]. Ese plan fue objeto de discusiones políticas, el 17 y el 18 de junio de 2006 en Beaver Creek, durante el Foro Mundial que el American Enterprise Institute organiza todos los años. Benjamin Netanyahu y Dick Cheney lo discutieron ampliamente junto a Richard Perle y Nathan Sharansky. La Casa Blanca le dio luz verde en los días subsiguientes. Las operaciones militares del ejército israelí son supervisadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Este último determina los aspectos estratégicos esenciales y escoge los blancos. El papel principal lo desempeña el general Bantz Craddock como comandante del South Command. Craddock es un especialista en movimiento de fuerzas blindadas, como lo demostró durante la operación Tormenta del Desierto y sobre todo como comandante de las fuerzas terrestres de la OTAN en Kosovo. Es un hombre de confianza de Donald Rumsfeld, cuyo estado mayor personal dirigió y por orden de quien desarrolló el campo de concentración de Guantánamo. En noviembre próximo, el general Craddock será nombrado comandante del European Command de la OTAN, cargo que le permitirá dirigir la fuerza de interposición que la OTAN podría desplegar en el sur del Líbano, además de las fuerzas de la OTAN que ya se encuentran en Afganistán y Sudán. Los generales israelíes y estadounidenses se conocen mutuamente, desde hace una treintena de años, gracias a los intercambios que organiza entre ellos el Instituto Judío para los Asuntos de Seguridad Nacional (Jewish Institute for National Security Affairs - JINSA), asociación que impone a sus cuadros la participación en seminarios de estudio sobre el pensamiento de Leo Strauss. [/QUOTE]
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