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Relaciones: Libano - Israel
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<blockquote data-quote="fersar2006" data-source="post: 83456" data-attributes="member: 110"><p>PARTE 2: Ganando la guerra por tierra</p><p></p><p>La decisión de Israel de lanzar una guerra por tierra para lograr lo que su fuerza aérea no pudo conseguir, se desarrolló de forma vacilante y caótica. Mientras las unidades de las IDF llevaban a cabo incursiones en el sur de Líbano durante la segunda semana del conflicto, el mando militar israelí permaneció indeciso sobre cuándo y dónde –e incluso si- desplegar sus unidades terrestres.</p><p></p><p>En parte, la indecisión del ejército sobre cuándo, dónde y si desplegar sus unidades terrestres más importantes estaba en función de las posibilidades de la fuerza aérea para alcanzar la victoria. La IAF estuvo todo el tiempo declarando que tendría éxito desde el aire con sólo un día más, y después de éste, otro más. Esta indecisión se reflejó en la incertidumbre de los medios occidentales sobre cuándo se produciría una campaña terrestre o si, de hecho, se había producido ya.</p><p></p><p>Los altos oficiales israelíes continuaron diciendo a sus contactos en la prensa que el inicio de una ofensiva terrestre era un secreto tan celosamente guardado que ni ellos mismos lo sabían. Las vacilaciones también eran producto de la experiencia de las pequeñas unidades de las IDF que ya habían penetrado al otro lado de la frontera. Por lo menos desde el 18 de julio, las unidades especiales de las IDF que operaban en el sur del Líbano estaban informando a sus comandantes de que las unidades de Hezbolá estaban luchando con tenacidad para mantener sus posiciones en primera línea frente a Israel.</p><p></p><p>En ese momento, el Primer Ministro Ehud Olmert tomó una decisión política: desplegaría todo el potencial de las IDF para derrotar a Hezbolá al mismo tiempo que sus altos colaboradores daban a conocer la voluntad de Israel de aceptar un alto el fuego y el despliegue de una fuerza internacional. Olmert determinó que Israel no daría su brazo a torcer: aceptaría el despliegue de una fuerza de Naciones Unidas, pero sólo como último recurso.</p><p></p><p>En primer lugar decidió que Israel comunicaría que sí aceptaba fuerzas de la OTAN. El 21 de julio, de acuerdo con esta estrategia, llamaron a las fuerzas de reserva israelíes al frente. Ese llamamiento a filas por sorpresa (en principio, las IDF intentaban primero derrotar a Hezbolá por el aire, y después, si eso fallaba, usarían sus fuerzas regulares, pero sin llamar a filas a los reservistas) hizo que el despliegue inicial de los reservistas fuera apresurado y sin coordinación. (Es probable, repito, que Israel no pensara llamar a filas a sus reservistas durante el conflicto; de haberlo pensado los hubiera llamado mucho antes).</p><p></p><p>Además, la decisión de llamar a los reservistas cogió por sorpresa a los oficiales superiores de esas fuerzas, cuando normalmente son los primeros que conocen una llamada a filas. Ese llamamiento a la reserva se manejó de forma caótica, demorándose la "cola" de la reserva, el apoyo logístico, entre 24 y 48 horas tras el despliegue de esas fuerzas.</p><p></p><p>El llamamiento del 21 de julio fue un síntoma claro para los estrategas militares del Pentágono de que la guerra de Israel no iba bien. También ayuda a explicar por qué las tropas de reserva llegaron al frente sin el equipamiento necesario, sin un plan coherente de batalla y sin la munición necesaria para poder desenvolverse en combate. (Durante todo el conflicto, Israel se esforzó en proporcionar apoyo adecuado a sus fuerzas de reserva, pero los alimentos, la munición e incluso el suministro de agua llegaron a las unidades de 24 a 48 horas después de su aparición en las zonas asignadas para su despliegue en el norte).</p><p></p><p>Los observadores militares percibieron inmediatamente los efectos de esta situación: "las tropas israelíes parece que no están preparadas, actúan de forma chapucera y desmoralizada", indicó un ex alto comandante, "ésa no es la exultante IDF que vimos en guerras anteriores".</p><p></p><p>En concordancia con la estratagema política de Olmert, el objetivo de las IDF de destruir totalmente a Hezbolá iba mermando considerablemente. "Hay un espacio entre nuestros objetivos militares y nuestros objetivos políticos", dijo el General-Brigadier Ido Nehushtan, miembro del estado mayor de Israel, al día siguiente del llamamiento a los reservistas. "El objetivo no es necesariamente eliminar todos los cohetes de Hezbolá. Lo que tenemos que hacer es desbaratar la lógica militar de Hezbolá. Diría que esa meta no es cuestión de días".</p><p></p><p>Este fue un modo decididamente extraño de presentar una estrategia militar, de dirigir una guerra para "desbaratar la lógica militar" del enemigo. La declaración de Nehushtan fue un jarro de agua fría sobre los comandantes de las IDF terrestres, que se empezaron a preguntar cuáles eran exactamente las metas de la guerra. Pero otros comandantes de las IDF seguían siendo optimistas –aunque la IAF había fracasado a la hora de cortar los ataques con cohetes de Hezbolá sobre las ciudades israelíes-, al haberse disparado menos cohetes hacia Israel desde el 19 al 21 de julio que en cualquier otro momento (muy pocos el 19 de julio, alrededor de unos 40 el día 20 y 50 el día 22).</p><p></p><p>El 22 de julio marca también el primer momento en que EEUU respondió militarmente al conflicto. A última hora del 21 de julio, la Casa Blanca recibió una petición de Olmert y de las IDF para que les suministrara gran cantidad de munición guiada de precisión, otro indicador de que la IAF había fracasado en su misión de degradar los recursos militares de Hezbolá de manera significativa durante las etapas iniciales de la guerra.</p><p></p><p>La petición se aprobó con rapidez y el 22 de julio por la mañana se empezaron a enviar municiones a Israel. Los altos funcionarios del Pentágono estaban consternados por el envío, ya que significaba que Israel había gastado la mayor parte de sus municiones durante los primeros diez días de guerra: una previsión enorme de gasto que sugería que Israel había abandonado el bombardeo táctico de las posiciones de Hezbolá y se preparaba para una embestida violenta contra lo que quedaba de la infraestructura de Líbano, una estrategia que no había funcionado durante la II Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos y Gran Bretaña destruyeron los 66 centros de población más importantes de Alemania sin producir ningún efecto perceptible sobre las capacidades militares o la moral alemanas.</p><p></p><p>Pero hubo pocas quejas por parte del Pentágono, aunque un alto funcionario en activo observó que el despliegue de munición estadounidense hacia Israel recordaba una petición similar formulada en 1973 por Israel en el apogeo de la Guerra del Yom Kippur, "esto sólo puede significar una cosa", dijo ese funcionario en ese momento, "estamos contra las cuerdas".</p><p></p><p>A pesar de sus profundos recelos sobre la respuesta israelí (los recelos, aunque acallados, eran profundos e importantes y se extendieron hasta los estratos más altos de la Fuerza Aérea de EEUU), los altos oficiales militares estadounidenses se reservaron sus puntos de vista. Y por buenas razones: las críticas a Israel por pedir envíos de armas durante la guerra de 1973 provocaron la dimisión del entonces Jefe de la Junta de Estados Mayores (JCS, en sus siglas en inglés), el General George Brown. Brown se enfureció al ver que las armas y munición estadounidenses se enviaban a Israel mientras sus comandantes en Vietnam estaban protestando por la carencia de suministros en su guerra en el sureste Asiático.</p><p></p><p>El actual presidente de la JCS, Peter Pace, que permaneció notablemente silencioso durante la guerra entre Israel y Hezbolá, sabía historia, por lo tanto, se cuadró, saludó y se mantuvo callado. Pero la JCS y los altos comandantes militares no eran los únicos oficiales estadounidenses que estaban preocupados por la actuación de Israel. Aunque las nuevas municiones estadounidenses seguían su camino hacia Israel (vía Prestwick, Escocia), los funcionarios de la inteligencia hacían evaluaciones iniciales sobre los primeros días de guerra, incluyendo una indicación de que, a pesar de la sostenida ofensiva aérea israelí, Al-Manar seguía emitiendo en Beirut, aunque la IAF había destruido las frecuencias de emisión de otras cadenas importantes de Líbano. (Esto siguió siendo así durante toda la guerra, Al-Manar no dejó de emitir en ningún momento). ¿Cómo podía ser eficaz la campaña aérea israelí si no pudieron siquiera impedir las transmisiones de una cadena de televisión?</p><p></p><p>Se entendió que la llamada a filas de los reservistas de Israel suponía el refuerzo de las tropas que ya luchaban en el sur de Líbano y sumaría potencial para el asalto por tierra. El 22 de julio, las unidades de Hezbolá de la Brigada Nasr combatieron calle por calle contra las IDF en Maroun al-Ras. Aunque las IDF declararon al finalizar el día que habían tomado la ciudad, no fue así. La lucha había sido sangrienta, pero no desalojaron a los combatientes de Hezbolá. Muchos de los soldados de la Brigada Nasr habían pasado muchos días esperando el asalto israelí y, debido a la capacidad de Hezbolá para interceptar las comunicaciones militares de las IDF, los soldados israelíes chocaron contra unidades que estaban bien pertrechadas.</p><p></p><p>Los destacamentos de las IDF fracasaron continuamente al atacar los flancos de los defensores, encontrando contragolpes en el oeste de la ciudad. Equipos especiales de cazadores de asesinos, compuestos por tres hombres, de la Brigada Nasr destruyeron varios vehículos blindados israelíes durante el combate con misiles ligeros artificiales antitanques. "Sabíamos que iban a hacer eso", dijo en aquel tiempo Ilay Talmor, un agotado segundo teniente israelí. "Este es un territorio que saben que les pertenece. Haríamos lo mismo si alguien viniera a nuestro país".</p><p></p><p>Mientras las IDF continuaban insistiendo en que sus incursiones eran "de alcance limitado", a pesar del llamamiento a miles de reservistas, los batallones de las IDF empezaron a formarse al sur de la frontera. "No estamos haciendo preparativos para una invasión de Líbano", dijo Avi Pazner, un portavoz gubernamental de alto rango. Las IDF denominaron entonces a Maroun al-Ras su "primera avanzada" en el sur del Líbano. "Una combinación de ataques de la fuerza aérea, la artillería y la fuerza terrestre dejarán noqueado a Hezbolá sin tener que llegar al extremo de tener que invadir y ocupar", dijo Pazner. </p><p></p><p>Se estableció así la diferencia entre "echar" a una fuerza e invadir y ocupar una ciudad, otra clara señal para los expertos militares de EEUU de que las IDF podían entrar en una ciudad pero no podían ocuparla. Un oficial estadounidense experto en historia militar comparó las incursiones de las IDF por el sur de Líbano con el sangriento ataque de Robert E Lee contra las posiciones de la Unión en Gettysburg, Pensilvania, durante la Guerra Civil Estadounidense. "Oh, puedo llegar hasta allí, ¡genial!", dijo el teniente Lee durante aquella guerra, "el problema es mantenerme". </p><p></p><p>Los informes de los comandantes de Hezbolá posteriores a los combates confirman ahora que las tropas de las IDF nunca se aseguraron completamente la zona fronteriza y tampoco llegaron a tomar completamente Maroun al-Ras. Hezbolá ni siquiera sintió la necesidad de llamar a sus reservistas, como había hecho Israel. "Sólo una brigada de 3.000 soldados de Hezbolá fue la que luchó durante toda la guerra", dijo un experto militar en la región. "La Brigada Nasr combatió durante toda la guerra. Hezbolá nunca tuvo la necesidad de reforzarla".</p><p></p><p>Los informes desde Líbano ratifican este punto. Los comandantes de Hezbolá encontraron, con gran sorpresa, que las tropas israelíes estaban escasamente organizadas y disciplinadas. La única unidad israelí que alcanzó niveles adecuados fue la Brigada Golani, según los observadores libaneses. Las IDF constituían "un surtido variopinto", refirió un oficial con profundo conocimiento de la jerga estadounidense, "pero eso es lo que sucede cuando has pasado cuatro décadas disparando balas de goma contra mujeres y niños en Cisjordania y Gaza."</p><p></p><p>Los comandantes de las IDF se sentían también perturbados por la actuación de sus tropas, que mostraban signos de falta de disciplina incluso entre los soldados regulares mejor entrenados. Los reservistas funcionaron aún peor y los comandantes de las IDF dudaban si lanzarlos a la batalla.</p><p></p><p>El 25 de julio estaba en pleno apogeo la estrategia de Olmert de retroceder desde el objetivo declarado al principio de destruir a Hezbolá. El Ministro de Defensa israelí Amir Peretz fue el portador de esas corrientes, diciendo que el objetivo actual de Israel era crear una "zona de seguridad" en el sur de Líbano y acompañó sus palabras de una amenaza: "si no hay una fuerza internacional que entre para controlar las fronteras, continuaremos dirigiendo nuestra artillería hacia todo el que se acerque a la delimitada zona de seguridad y sabrán que se les puede alcanzar".</p><p></p><p>Irse muy de repente era una afirmación de que Israel destruiría a Hezbolá; irse era también una afirmación de que sólo la OTAN sería aceptada como unidad de paz en la frontera. El 25 de julio, Israel también informó de que Abu Yafar, un comandante del "sector central" de Hezbolá en la frontera libanesa, había muerto "en un intercambio de fuego" con las tropas israelíes cerca del pueblo fronterizo de Maroun al-Ras, que todavía no había sido tomado. La noticia no era verdad. Abu Yafar hizo comentarios públicos una vez terminada la guerra.</p><p></p><p>Posteriormente, el 25 de julio, durante la visita de la Secretaria de Estado de EEUU Condoleezza Rice a Jerusalén, los militares israelíes siguieron luchando en Bint Jbeil, llamándola la "capital del terrorismo de Hezbolá". La lucha por Bint Jbeil duró nueve días, pero siguió en manos de Hezbolá hasta el fin del conflicto. Para entonces, la ciudad estaba destruida aunque los combatientes de Hezbolá sobrevivieron a los repetidos bombardeos aéreos y de artillería, retirándose a sus búnker durante los peores momentos de la campaña y reapareciendo sólo cuando, en operaciones posteriores, las tropas de las IDF intentaban hacerse con la ciudad.</p><p></p><p>Las tácticas de Hezbolá recordaban a las seguidas por el ejército norvietnamita durante los días iniciales del conflicto de Vietnam, cuando los comandantes norvietnamitas decían a sus tropas que necesitaban "aguantar las bombas" y después luchar contra los estadounidenses mediante acciones de pequeñas unidades. "Debéis agarrarlos por las hebillas de sus cinturones", dijo un comandante vietnamita para describir esas tácticas.</p><p></p><p>El 24 de julio, dando otra señal de su inminente fracaso en Líbano, Israel lanzó los primeros miles de bombas de racimo contra lo que denominó "emplazamientos de Hezbolá" en el sur de Líbano. Las bombas de racimo son una eficaz, aunque indecente, arma de combate y aquellas naciones que las usan, incluido cada miembro individual de la OTAN (así como Rusia y China), han rechazado constantemente suscribir un acuerdo internacional que prohibe su uso.</p><p></p><p>Sin embargo, las naciones-estado más responsables que las usan "duplican los fusibles" de sus municiones para reducir la proporción de fallos de las "bombas pequeñas" una vez que han sido lanzadas. Durante la administración del presidente Bill Clinton, el secretario de defensa William Cohen estuvo de acuerdo con la doble fusión de las bombas de racimo estadounidenses y con retirar paulatinamente de las reservas de EEUU las municiones con "alta tasa de fallos", intentándose reducir la proporción de fallos de estas municiones del 14% (algunos estiman que es más alta) a menos del 3% (aunque algunos estiman que es más baja).</p><p></p><p>Aunque aún no están completas las investigaciones sobre el uso por Israel de esta munición, en la actualidad parece claro que las IDF lanzaron munición de fusión única. Informes recientes de la prensa israelí indican que los oficiales de artillería alfombraron docenas de pueblos libaneses de bombas pequeñas, de la forma más cercana que uno pueda imaginar a la definición de uso "indiscriminado" del potencial armamentístico.</p><p></p><p>La munición israelí bien pueden haberse adquirido de reservas desfasadas de EEUU que no tenían doble fusión, haciendo así cómplices a los EEUU de los objetivos indiscriminados. Tal conclusión parece encajar con la secuencia del reabastecimiento de munición a Israel del 22 de julio. Las IDF pueden haber sido capaces de descargar estas municiones y desplegarlas con la rapidez suficiente como para haber creado la catástrofe de munición de racimo que todavía asola a Líbano y que empezó el 24 de julio.</p><p></p><p>El 26 de julio, los oficiales de las IDF admitieron que las 24 horas anteriores a su lucha en Bint Jbail fue "el día más duro de los combates en el sur de Líbano". Tras fracasar por la mañana en la tentativa de arrebatarle la ciudad a Hezbolá, los comandantes de las IDF decidieron enviar a su Brigada de elite Golani. Por la tarde murieron 9 soldados de la Brigada Golani en dos horas y 22 resultaron heridos. A última hora de la tarde, las IDF desplegaron a su Brigada de Paracaidistas de elite hasta Maroun al-Ras, donde desde hacía tres días se combatía contra integrantes de la Brigada Nasr.</p><p></p><p>El 27 de julio, en respuesta al fracaso de sus unidades a la hora de tomar esas ciudades, el gobierno israelí acordó llamar a tres divisiones más de reservistas, en total 15.000 soldados. Sin embargo, el 28 de julio, el serio fracaso de la IAF en sus intentos de detener los ataques con cohetes de Hezbolá ya era incontestable. Ese día, Hezbolá lanzó un nuevo cohete, el Jaibar-1, que cayó sobre Afula.</p><p></p><p>El 28 de julio, la gravedad de los fallos de la inteligencia de Israel llegó a conocimiento del público israelí. Ese día los oficiales del Mossad filtraron la información de que, en su opinión, Hezbolá no había sufrido una reducción importante en sus capacidades militares y que la organización podría seguir en el conflicto durante varios meses más. Las IDF no estuvieron de acuerdo, declarando que Hezbolá había sufrido graves daños. Estaban apareciendo las primeras grietas en la comunidad de la inteligencia israelí.</p><p></p><p>Algunos expertos de EEUU también empezaron a cuestionar la estrategia y capacidad de Israel. La conservadora Brookings Institution publicó un comentario de Philip H Gordon (que culpó a Hezbolá por la crisis) aconsejando: "La cuestión no es si Hezbolá es responsable de esta crisis –que lo es- o si Israel tiene derecho a defenderse –que lo tiene- sino si esta estrategia particular (con una campaña aérea sostenida) funcionará. No funcionará. No conseguirá disminuir la potencia de Hezbolá, porque sencillamente es imposible eliminar mediante una campaña aérea miles de cohetes pequeños, móviles, ocultos y que se pueden reabastecer fácilmente".</p><p></p><p>El comentario de Gordan reflejaba los puntos de vista de un número cada vez mayor de oficiales militares que se precipitaban a quitar el polvo de sus propios planes aéreos en el caso de una orden de la Casa Blanca señalando como objetivos las zonas nucleares iraníes. "Hay una percepción general equivocada de que la Fuerza Aérea [de EEUU] se entusiasmó con la guerra israelí contra Líbano", nos dijo un experto en Oriente Próximo en contacto con altos funcionarios del Pentágono. "Estaban horrorizados. Conocen bien los límites de su poder y saben hasta dónde se puede llegar".</p><p></p><p>"Les parecía [a los oficiales de la Fuerza Aérea de EEUU] que Israel había desperdiciado el manual en Líbano. No fueron quirúrgicos, no fueron precisos y, ciertamente, no fueron elegantes. No puedes cubrir un país de hierro y confiar en ganar."</p><p></p><p>Las frías y duras cifras de la guerra pusieron de relieve la falacia de las campañas aérea y terrestre israelíes. Antes del conflicto, Hezbolá guardaba en arsenales secretos más de 18.000 cohetes. Esos sitios fueron reforzados contra los ataques israelíes y salieron indemnes de la campaña aérea. Los oficiales de Hezbolá calcularon que desde el momento en que disparaban sus cohetes hasta que la IAF podía identificar y desplegar combatientes para sacar sus cohetes móviles pasaban 90 segundos. A través de años de diligente entrenamiento, los equipos que manejaban los cohetes de Hezbolá habían aprendido a desplegar, disparar y camuflar con seguridad sus lanzaderas móviles en menos de 60 segundos, con el resultado de que los aviones y helicópteros de la IAF (que Israel tiene en cifras mucho menores de las que alardea) no podían parar el fuego continuo de cohetes hacia Israel ("Israel está a una distancia de unos tres helicópteros de un desastre total", comentó un oficial militar estadounidense).</p><p></p><p>Hezbolá disparó unos 4.000 cohetes hacia Israel (una cifra más precisa, aunque insegura, indica que dispararon unos 4.180 cohetes), reduciendo sus reservas a 14.000 cohetes, suficientes para poder proseguir guerra durante, al menos, tres meses más.</p><p></p><p>Por otra parte, y lo que es más importante, los combatientes de Hezbolá demostraron que eran entregados y disciplinados. Utilizando medios de inteligencia para detectar las penetraciones de la infantería israelí, demostraron ser tan buenos como los de las mejores unidades de combate israelíes. En algunos casos, las unidades israelíes fueron derrotadas en el campo de batalla, en otros, obligadas a repentinas retiradas o forzadas a confiar en la cobertura aérea para que sus elementos no fueran atrapados. El 9 de agosto, hacia el final de la guerra, las IDF anunciaron que habían muerto 15 de sus reservistas y 40 habían resultado heridos en los combates en los pueblos de Marjayoun, Jiam y Kila, una proporción de bajas sorprendente para un pedazo marginal de territorio.</p><p></p><p>La fuerte defensa de Hezbolá se cobró también su factura en los blindados israelíes. Cuando Israel accedió finalmente a llegar a un alto el fuego y empezó a retirarse de la zona fronteriza, se dejó atrás más de 40 vehículos blindados, casi todos ellos destruidos por los misiles antitanques AT-3 "Sagger", que fueron expertamente desplegados (Sagger es el nombre que la OTAN aplica al vehículo fabricado por Rusia, de manejo manual, guiado por cable, que es la segunda generación de los Malyutka 9M14 o "Little Baby").</p><p></p><p>Con un alcance de 3 kilómetros, los Sagger probaron ser enormemente certeros al impactar contra los tanques israelíes, un hecho que los comandantes de los blindados israelíes debían haber previsto, sobre todo porque los misiles Sagger desplegados por Hezbolá son la versión antigua (desarrollada y desplegada en 1973) de otra más moderna que se puede ocultar y desplegar más fácilmente y tienen un cabezal más grande. Si las IDF no pudieron proteger sus blindados contra la versión de "segunda generación" de los de 1973, sus comandantes deben de estar preguntándose como podrían protegerse contra un modelo más moderno, más sofisticado y más mortífero.</p><p></p><p>Antes de que se pusiera en práctica el alto el fuego, el establishment político israelí decidió lanzar a los paracaidistas israelíes en zonas clave a lo largo del Río Litani. La decisión se tomó, aparentemente, para convencer a la comunidad internacional de las normas de actuación para que una fuerza de Naciones Unidas se extendiera desde el sur del Litani. Una petición así no podía hacerse a menos que Israel afirmara de forma creíble que había evacuado esa zona del Líbano hasta el Litani.</p><p></p><p>Para conseguir ese objetivo, transportó a bastante fuerza aérea a zonas clave justo al sur del Litani. La decisión podía muy bien haber llevado al desastre. La mayoría de las fuerzas israelíes transportadas a esos sitios se vieron inmediatamente rodeadas por unidades de Hezbolá y podían haber sido destrozadas, con lo que el alto el fuego no habría surtido efecto. La decisión política enfureció a los oficiales retirados de las IDF, uno de los cuales acusó a Olmert de "despistar al ejército", utilizando a los militares para objetivos de relaciones públicas.</p><p></p><p>Quizá el signo más contundente del fracaso militar israelí se deduzca al contar los muertos y heridos. Israel afirma ahora que mató entre 400 y 500 combatientes de Hezbolá y que sus bajas eran significativamente menores. Pero un recuento más preciso muestra que las bajas israelíes y las de Hezbolá fueron casi iguales. Para los chiíes (y para Hezbolá) resulta imposible permitir un enterramiento de sus mártires que no sea honorable, por eso en esta ocasión es una mera cuestión de contar funerales. Se celebraron menos de 180 funerales para los combatientes de Hezbolá –casi igual al número de muertos del lado israelí-. Ese número puede revisarse al alza: la información más reciente con la que contamos, procedente de Líbano, nos dice que el número de funerales por los mártires chiíes en el sur puede ser ahora exactamente de 184.</p><p></p><p>Pero, de cualquier manera, ya sea en cohetes, vehículos blindados o cifras de muertos o heridos, la lucha de Hezbolá contra Israel se puede valorar como una victoria decisiva política y militar. Aunque hubiera sido de otra forma, y está claro que no fue así, el impacto total de la guerra de Israel contra Hezbolá durante el período de 34 días a lo largo de julio y agosto ha causado un terremoto político en la región.</p><p></p><p>La derrota militar de Israel por Hezbolá ha sido decisiva, pero la derrota política de Estados Unidos -que de forma incuestionable se alineó con Israel durante el conflicto y rechazó intervenir para ponerle fin- ha resultado catastrófica y tendrá un impacto duradero sobre el prestigio estadounidense en la región.</p><p></p><p><strong>continua </strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="fersar2006, post: 83456, member: 110"] PARTE 2: Ganando la guerra por tierra La decisión de Israel de lanzar una guerra por tierra para lograr lo que su fuerza aérea no pudo conseguir, se desarrolló de forma vacilante y caótica. Mientras las unidades de las IDF llevaban a cabo incursiones en el sur de Líbano durante la segunda semana del conflicto, el mando militar israelí permaneció indeciso sobre cuándo y dónde –e incluso si- desplegar sus unidades terrestres. En parte, la indecisión del ejército sobre cuándo, dónde y si desplegar sus unidades terrestres más importantes estaba en función de las posibilidades de la fuerza aérea para alcanzar la victoria. La IAF estuvo todo el tiempo declarando que tendría éxito desde el aire con sólo un día más, y después de éste, otro más. Esta indecisión se reflejó en la incertidumbre de los medios occidentales sobre cuándo se produciría una campaña terrestre o si, de hecho, se había producido ya. Los altos oficiales israelíes continuaron diciendo a sus contactos en la prensa que el inicio de una ofensiva terrestre era un secreto tan celosamente guardado que ni ellos mismos lo sabían. Las vacilaciones también eran producto de la experiencia de las pequeñas unidades de las IDF que ya habían penetrado al otro lado de la frontera. Por lo menos desde el 18 de julio, las unidades especiales de las IDF que operaban en el sur del Líbano estaban informando a sus comandantes de que las unidades de Hezbolá estaban luchando con tenacidad para mantener sus posiciones en primera línea frente a Israel. En ese momento, el Primer Ministro Ehud Olmert tomó una decisión política: desplegaría todo el potencial de las IDF para derrotar a Hezbolá al mismo tiempo que sus altos colaboradores daban a conocer la voluntad de Israel de aceptar un alto el fuego y el despliegue de una fuerza internacional. Olmert determinó que Israel no daría su brazo a torcer: aceptaría el despliegue de una fuerza de Naciones Unidas, pero sólo como último recurso. En primer lugar decidió que Israel comunicaría que sí aceptaba fuerzas de la OTAN. El 21 de julio, de acuerdo con esta estrategia, llamaron a las fuerzas de reserva israelíes al frente. Ese llamamiento a filas por sorpresa (en principio, las IDF intentaban primero derrotar a Hezbolá por el aire, y después, si eso fallaba, usarían sus fuerzas regulares, pero sin llamar a filas a los reservistas) hizo que el despliegue inicial de los reservistas fuera apresurado y sin coordinación. (Es probable, repito, que Israel no pensara llamar a filas a sus reservistas durante el conflicto; de haberlo pensado los hubiera llamado mucho antes). Además, la decisión de llamar a los reservistas cogió por sorpresa a los oficiales superiores de esas fuerzas, cuando normalmente son los primeros que conocen una llamada a filas. Ese llamamiento a la reserva se manejó de forma caótica, demorándose la "cola" de la reserva, el apoyo logístico, entre 24 y 48 horas tras el despliegue de esas fuerzas. El llamamiento del 21 de julio fue un síntoma claro para los estrategas militares del Pentágono de que la guerra de Israel no iba bien. También ayuda a explicar por qué las tropas de reserva llegaron al frente sin el equipamiento necesario, sin un plan coherente de batalla y sin la munición necesaria para poder desenvolverse en combate. (Durante todo el conflicto, Israel se esforzó en proporcionar apoyo adecuado a sus fuerzas de reserva, pero los alimentos, la munición e incluso el suministro de agua llegaron a las unidades de 24 a 48 horas después de su aparición en las zonas asignadas para su despliegue en el norte). Los observadores militares percibieron inmediatamente los efectos de esta situación: "las tropas israelíes parece que no están preparadas, actúan de forma chapucera y desmoralizada", indicó un ex alto comandante, "ésa no es la exultante IDF que vimos en guerras anteriores". En concordancia con la estratagema política de Olmert, el objetivo de las IDF de destruir totalmente a Hezbolá iba mermando considerablemente. "Hay un espacio entre nuestros objetivos militares y nuestros objetivos políticos", dijo el General-Brigadier Ido Nehushtan, miembro del estado mayor de Israel, al día siguiente del llamamiento a los reservistas. "El objetivo no es necesariamente eliminar todos los cohetes de Hezbolá. Lo que tenemos que hacer es desbaratar la lógica militar de Hezbolá. Diría que esa meta no es cuestión de días". Este fue un modo decididamente extraño de presentar una estrategia militar, de dirigir una guerra para "desbaratar la lógica militar" del enemigo. La declaración de Nehushtan fue un jarro de agua fría sobre los comandantes de las IDF terrestres, que se empezaron a preguntar cuáles eran exactamente las metas de la guerra. Pero otros comandantes de las IDF seguían siendo optimistas –aunque la IAF había fracasado a la hora de cortar los ataques con cohetes de Hezbolá sobre las ciudades israelíes-, al haberse disparado menos cohetes hacia Israel desde el 19 al 21 de julio que en cualquier otro momento (muy pocos el 19 de julio, alrededor de unos 40 el día 20 y 50 el día 22). El 22 de julio marca también el primer momento en que EEUU respondió militarmente al conflicto. A última hora del 21 de julio, la Casa Blanca recibió una petición de Olmert y de las IDF para que les suministrara gran cantidad de munición guiada de precisión, otro indicador de que la IAF había fracasado en su misión de degradar los recursos militares de Hezbolá de manera significativa durante las etapas iniciales de la guerra. La petición se aprobó con rapidez y el 22 de julio por la mañana se empezaron a enviar municiones a Israel. Los altos funcionarios del Pentágono estaban consternados por el envío, ya que significaba que Israel había gastado la mayor parte de sus municiones durante los primeros diez días de guerra: una previsión enorme de gasto que sugería que Israel había abandonado el bombardeo táctico de las posiciones de Hezbolá y se preparaba para una embestida violenta contra lo que quedaba de la infraestructura de Líbano, una estrategia que no había funcionado durante la II Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos y Gran Bretaña destruyeron los 66 centros de población más importantes de Alemania sin producir ningún efecto perceptible sobre las capacidades militares o la moral alemanas. Pero hubo pocas quejas por parte del Pentágono, aunque un alto funcionario en activo observó que el despliegue de munición estadounidense hacia Israel recordaba una petición similar formulada en 1973 por Israel en el apogeo de la Guerra del Yom Kippur, "esto sólo puede significar una cosa", dijo ese funcionario en ese momento, "estamos contra las cuerdas". A pesar de sus profundos recelos sobre la respuesta israelí (los recelos, aunque acallados, eran profundos e importantes y se extendieron hasta los estratos más altos de la Fuerza Aérea de EEUU), los altos oficiales militares estadounidenses se reservaron sus puntos de vista. Y por buenas razones: las críticas a Israel por pedir envíos de armas durante la guerra de 1973 provocaron la dimisión del entonces Jefe de la Junta de Estados Mayores (JCS, en sus siglas en inglés), el General George Brown. Brown se enfureció al ver que las armas y munición estadounidenses se enviaban a Israel mientras sus comandantes en Vietnam estaban protestando por la carencia de suministros en su guerra en el sureste Asiático. El actual presidente de la JCS, Peter Pace, que permaneció notablemente silencioso durante la guerra entre Israel y Hezbolá, sabía historia, por lo tanto, se cuadró, saludó y se mantuvo callado. Pero la JCS y los altos comandantes militares no eran los únicos oficiales estadounidenses que estaban preocupados por la actuación de Israel. Aunque las nuevas municiones estadounidenses seguían su camino hacia Israel (vía Prestwick, Escocia), los funcionarios de la inteligencia hacían evaluaciones iniciales sobre los primeros días de guerra, incluyendo una indicación de que, a pesar de la sostenida ofensiva aérea israelí, Al-Manar seguía emitiendo en Beirut, aunque la IAF había destruido las frecuencias de emisión de otras cadenas importantes de Líbano. (Esto siguió siendo así durante toda la guerra, Al-Manar no dejó de emitir en ningún momento). ¿Cómo podía ser eficaz la campaña aérea israelí si no pudieron siquiera impedir las transmisiones de una cadena de televisión? Se entendió que la llamada a filas de los reservistas de Israel suponía el refuerzo de las tropas que ya luchaban en el sur de Líbano y sumaría potencial para el asalto por tierra. El 22 de julio, las unidades de Hezbolá de la Brigada Nasr combatieron calle por calle contra las IDF en Maroun al-Ras. Aunque las IDF declararon al finalizar el día que habían tomado la ciudad, no fue así. La lucha había sido sangrienta, pero no desalojaron a los combatientes de Hezbolá. Muchos de los soldados de la Brigada Nasr habían pasado muchos días esperando el asalto israelí y, debido a la capacidad de Hezbolá para interceptar las comunicaciones militares de las IDF, los soldados israelíes chocaron contra unidades que estaban bien pertrechadas. Los destacamentos de las IDF fracasaron continuamente al atacar los flancos de los defensores, encontrando contragolpes en el oeste de la ciudad. Equipos especiales de cazadores de asesinos, compuestos por tres hombres, de la Brigada Nasr destruyeron varios vehículos blindados israelíes durante el combate con misiles ligeros artificiales antitanques. "Sabíamos que iban a hacer eso", dijo en aquel tiempo Ilay Talmor, un agotado segundo teniente israelí. "Este es un territorio que saben que les pertenece. Haríamos lo mismo si alguien viniera a nuestro país". Mientras las IDF continuaban insistiendo en que sus incursiones eran "de alcance limitado", a pesar del llamamiento a miles de reservistas, los batallones de las IDF empezaron a formarse al sur de la frontera. "No estamos haciendo preparativos para una invasión de Líbano", dijo Avi Pazner, un portavoz gubernamental de alto rango. Las IDF denominaron entonces a Maroun al-Ras su "primera avanzada" en el sur del Líbano. "Una combinación de ataques de la fuerza aérea, la artillería y la fuerza terrestre dejarán noqueado a Hezbolá sin tener que llegar al extremo de tener que invadir y ocupar", dijo Pazner. Se estableció así la diferencia entre "echar" a una fuerza e invadir y ocupar una ciudad, otra clara señal para los expertos militares de EEUU de que las IDF podían entrar en una ciudad pero no podían ocuparla. Un oficial estadounidense experto en historia militar comparó las incursiones de las IDF por el sur de Líbano con el sangriento ataque de Robert E Lee contra las posiciones de la Unión en Gettysburg, Pensilvania, durante la Guerra Civil Estadounidense. "Oh, puedo llegar hasta allí, ¡genial!", dijo el teniente Lee durante aquella guerra, "el problema es mantenerme". Los informes de los comandantes de Hezbolá posteriores a los combates confirman ahora que las tropas de las IDF nunca se aseguraron completamente la zona fronteriza y tampoco llegaron a tomar completamente Maroun al-Ras. Hezbolá ni siquiera sintió la necesidad de llamar a sus reservistas, como había hecho Israel. "Sólo una brigada de 3.000 soldados de Hezbolá fue la que luchó durante toda la guerra", dijo un experto militar en la región. "La Brigada Nasr combatió durante toda la guerra. Hezbolá nunca tuvo la necesidad de reforzarla". Los informes desde Líbano ratifican este punto. Los comandantes de Hezbolá encontraron, con gran sorpresa, que las tropas israelíes estaban escasamente organizadas y disciplinadas. La única unidad israelí que alcanzó niveles adecuados fue la Brigada Golani, según los observadores libaneses. Las IDF constituían "un surtido variopinto", refirió un oficial con profundo conocimiento de la jerga estadounidense, "pero eso es lo que sucede cuando has pasado cuatro décadas disparando balas de goma contra mujeres y niños en Cisjordania y Gaza." Los comandantes de las IDF se sentían también perturbados por la actuación de sus tropas, que mostraban signos de falta de disciplina incluso entre los soldados regulares mejor entrenados. Los reservistas funcionaron aún peor y los comandantes de las IDF dudaban si lanzarlos a la batalla. El 25 de julio estaba en pleno apogeo la estrategia de Olmert de retroceder desde el objetivo declarado al principio de destruir a Hezbolá. El Ministro de Defensa israelí Amir Peretz fue el portador de esas corrientes, diciendo que el objetivo actual de Israel era crear una "zona de seguridad" en el sur de Líbano y acompañó sus palabras de una amenaza: "si no hay una fuerza internacional que entre para controlar las fronteras, continuaremos dirigiendo nuestra artillería hacia todo el que se acerque a la delimitada zona de seguridad y sabrán que se les puede alcanzar". Irse muy de repente era una afirmación de que Israel destruiría a Hezbolá; irse era también una afirmación de que sólo la OTAN sería aceptada como unidad de paz en la frontera. El 25 de julio, Israel también informó de que Abu Yafar, un comandante del "sector central" de Hezbolá en la frontera libanesa, había muerto "en un intercambio de fuego" con las tropas israelíes cerca del pueblo fronterizo de Maroun al-Ras, que todavía no había sido tomado. La noticia no era verdad. Abu Yafar hizo comentarios públicos una vez terminada la guerra. Posteriormente, el 25 de julio, durante la visita de la Secretaria de Estado de EEUU Condoleezza Rice a Jerusalén, los militares israelíes siguieron luchando en Bint Jbeil, llamándola la "capital del terrorismo de Hezbolá". La lucha por Bint Jbeil duró nueve días, pero siguió en manos de Hezbolá hasta el fin del conflicto. Para entonces, la ciudad estaba destruida aunque los combatientes de Hezbolá sobrevivieron a los repetidos bombardeos aéreos y de artillería, retirándose a sus búnker durante los peores momentos de la campaña y reapareciendo sólo cuando, en operaciones posteriores, las tropas de las IDF intentaban hacerse con la ciudad. Las tácticas de Hezbolá recordaban a las seguidas por el ejército norvietnamita durante los días iniciales del conflicto de Vietnam, cuando los comandantes norvietnamitas decían a sus tropas que necesitaban "aguantar las bombas" y después luchar contra los estadounidenses mediante acciones de pequeñas unidades. "Debéis agarrarlos por las hebillas de sus cinturones", dijo un comandante vietnamita para describir esas tácticas. El 24 de julio, dando otra señal de su inminente fracaso en Líbano, Israel lanzó los primeros miles de bombas de racimo contra lo que denominó "emplazamientos de Hezbolá" en el sur de Líbano. Las bombas de racimo son una eficaz, aunque indecente, arma de combate y aquellas naciones que las usan, incluido cada miembro individual de la OTAN (así como Rusia y China), han rechazado constantemente suscribir un acuerdo internacional que prohibe su uso. Sin embargo, las naciones-estado más responsables que las usan "duplican los fusibles" de sus municiones para reducir la proporción de fallos de las "bombas pequeñas" una vez que han sido lanzadas. Durante la administración del presidente Bill Clinton, el secretario de defensa William Cohen estuvo de acuerdo con la doble fusión de las bombas de racimo estadounidenses y con retirar paulatinamente de las reservas de EEUU las municiones con "alta tasa de fallos", intentándose reducir la proporción de fallos de estas municiones del 14% (algunos estiman que es más alta) a menos del 3% (aunque algunos estiman que es más baja). Aunque aún no están completas las investigaciones sobre el uso por Israel de esta munición, en la actualidad parece claro que las IDF lanzaron munición de fusión única. Informes recientes de la prensa israelí indican que los oficiales de artillería alfombraron docenas de pueblos libaneses de bombas pequeñas, de la forma más cercana que uno pueda imaginar a la definición de uso "indiscriminado" del potencial armamentístico. La munición israelí bien pueden haberse adquirido de reservas desfasadas de EEUU que no tenían doble fusión, haciendo así cómplices a los EEUU de los objetivos indiscriminados. Tal conclusión parece encajar con la secuencia del reabastecimiento de munición a Israel del 22 de julio. Las IDF pueden haber sido capaces de descargar estas municiones y desplegarlas con la rapidez suficiente como para haber creado la catástrofe de munición de racimo que todavía asola a Líbano y que empezó el 24 de julio. El 26 de julio, los oficiales de las IDF admitieron que las 24 horas anteriores a su lucha en Bint Jbail fue "el día más duro de los combates en el sur de Líbano". Tras fracasar por la mañana en la tentativa de arrebatarle la ciudad a Hezbolá, los comandantes de las IDF decidieron enviar a su Brigada de elite Golani. Por la tarde murieron 9 soldados de la Brigada Golani en dos horas y 22 resultaron heridos. A última hora de la tarde, las IDF desplegaron a su Brigada de Paracaidistas de elite hasta Maroun al-Ras, donde desde hacía tres días se combatía contra integrantes de la Brigada Nasr. El 27 de julio, en respuesta al fracaso de sus unidades a la hora de tomar esas ciudades, el gobierno israelí acordó llamar a tres divisiones más de reservistas, en total 15.000 soldados. Sin embargo, el 28 de julio, el serio fracaso de la IAF en sus intentos de detener los ataques con cohetes de Hezbolá ya era incontestable. Ese día, Hezbolá lanzó un nuevo cohete, el Jaibar-1, que cayó sobre Afula. El 28 de julio, la gravedad de los fallos de la inteligencia de Israel llegó a conocimiento del público israelí. Ese día los oficiales del Mossad filtraron la información de que, en su opinión, Hezbolá no había sufrido una reducción importante en sus capacidades militares y que la organización podría seguir en el conflicto durante varios meses más. Las IDF no estuvieron de acuerdo, declarando que Hezbolá había sufrido graves daños. Estaban apareciendo las primeras grietas en la comunidad de la inteligencia israelí. Algunos expertos de EEUU también empezaron a cuestionar la estrategia y capacidad de Israel. La conservadora Brookings Institution publicó un comentario de Philip H Gordon (que culpó a Hezbolá por la crisis) aconsejando: "La cuestión no es si Hezbolá es responsable de esta crisis –que lo es- o si Israel tiene derecho a defenderse –que lo tiene- sino si esta estrategia particular (con una campaña aérea sostenida) funcionará. No funcionará. No conseguirá disminuir la potencia de Hezbolá, porque sencillamente es imposible eliminar mediante una campaña aérea miles de cohetes pequeños, móviles, ocultos y que se pueden reabastecer fácilmente". El comentario de Gordan reflejaba los puntos de vista de un número cada vez mayor de oficiales militares que se precipitaban a quitar el polvo de sus propios planes aéreos en el caso de una orden de la Casa Blanca señalando como objetivos las zonas nucleares iraníes. "Hay una percepción general equivocada de que la Fuerza Aérea [de EEUU] se entusiasmó con la guerra israelí contra Líbano", nos dijo un experto en Oriente Próximo en contacto con altos funcionarios del Pentágono. "Estaban horrorizados. Conocen bien los límites de su poder y saben hasta dónde se puede llegar". "Les parecía [a los oficiales de la Fuerza Aérea de EEUU] que Israel había desperdiciado el manual en Líbano. No fueron quirúrgicos, no fueron precisos y, ciertamente, no fueron elegantes. No puedes cubrir un país de hierro y confiar en ganar." Las frías y duras cifras de la guerra pusieron de relieve la falacia de las campañas aérea y terrestre israelíes. Antes del conflicto, Hezbolá guardaba en arsenales secretos más de 18.000 cohetes. Esos sitios fueron reforzados contra los ataques israelíes y salieron indemnes de la campaña aérea. Los oficiales de Hezbolá calcularon que desde el momento en que disparaban sus cohetes hasta que la IAF podía identificar y desplegar combatientes para sacar sus cohetes móviles pasaban 90 segundos. A través de años de diligente entrenamiento, los equipos que manejaban los cohetes de Hezbolá habían aprendido a desplegar, disparar y camuflar con seguridad sus lanzaderas móviles en menos de 60 segundos, con el resultado de que los aviones y helicópteros de la IAF (que Israel tiene en cifras mucho menores de las que alardea) no podían parar el fuego continuo de cohetes hacia Israel ("Israel está a una distancia de unos tres helicópteros de un desastre total", comentó un oficial militar estadounidense). Hezbolá disparó unos 4.000 cohetes hacia Israel (una cifra más precisa, aunque insegura, indica que dispararon unos 4.180 cohetes), reduciendo sus reservas a 14.000 cohetes, suficientes para poder proseguir guerra durante, al menos, tres meses más. Por otra parte, y lo que es más importante, los combatientes de Hezbolá demostraron que eran entregados y disciplinados. Utilizando medios de inteligencia para detectar las penetraciones de la infantería israelí, demostraron ser tan buenos como los de las mejores unidades de combate israelíes. En algunos casos, las unidades israelíes fueron derrotadas en el campo de batalla, en otros, obligadas a repentinas retiradas o forzadas a confiar en la cobertura aérea para que sus elementos no fueran atrapados. El 9 de agosto, hacia el final de la guerra, las IDF anunciaron que habían muerto 15 de sus reservistas y 40 habían resultado heridos en los combates en los pueblos de Marjayoun, Jiam y Kila, una proporción de bajas sorprendente para un pedazo marginal de territorio. La fuerte defensa de Hezbolá se cobró también su factura en los blindados israelíes. Cuando Israel accedió finalmente a llegar a un alto el fuego y empezó a retirarse de la zona fronteriza, se dejó atrás más de 40 vehículos blindados, casi todos ellos destruidos por los misiles antitanques AT-3 "Sagger", que fueron expertamente desplegados (Sagger es el nombre que la OTAN aplica al vehículo fabricado por Rusia, de manejo manual, guiado por cable, que es la segunda generación de los Malyutka 9M14 o "Little Baby"). Con un alcance de 3 kilómetros, los Sagger probaron ser enormemente certeros al impactar contra los tanques israelíes, un hecho que los comandantes de los blindados israelíes debían haber previsto, sobre todo porque los misiles Sagger desplegados por Hezbolá son la versión antigua (desarrollada y desplegada en 1973) de otra más moderna que se puede ocultar y desplegar más fácilmente y tienen un cabezal más grande. Si las IDF no pudieron proteger sus blindados contra la versión de "segunda generación" de los de 1973, sus comandantes deben de estar preguntándose como podrían protegerse contra un modelo más moderno, más sofisticado y más mortífero. Antes de que se pusiera en práctica el alto el fuego, el establishment político israelí decidió lanzar a los paracaidistas israelíes en zonas clave a lo largo del Río Litani. La decisión se tomó, aparentemente, para convencer a la comunidad internacional de las normas de actuación para que una fuerza de Naciones Unidas se extendiera desde el sur del Litani. Una petición así no podía hacerse a menos que Israel afirmara de forma creíble que había evacuado esa zona del Líbano hasta el Litani. Para conseguir ese objetivo, transportó a bastante fuerza aérea a zonas clave justo al sur del Litani. La decisión podía muy bien haber llevado al desastre. La mayoría de las fuerzas israelíes transportadas a esos sitios se vieron inmediatamente rodeadas por unidades de Hezbolá y podían haber sido destrozadas, con lo que el alto el fuego no habría surtido efecto. La decisión política enfureció a los oficiales retirados de las IDF, uno de los cuales acusó a Olmert de "despistar al ejército", utilizando a los militares para objetivos de relaciones públicas. Quizá el signo más contundente del fracaso militar israelí se deduzca al contar los muertos y heridos. Israel afirma ahora que mató entre 400 y 500 combatientes de Hezbolá y que sus bajas eran significativamente menores. Pero un recuento más preciso muestra que las bajas israelíes y las de Hezbolá fueron casi iguales. Para los chiíes (y para Hezbolá) resulta imposible permitir un enterramiento de sus mártires que no sea honorable, por eso en esta ocasión es una mera cuestión de contar funerales. Se celebraron menos de 180 funerales para los combatientes de Hezbolá –casi igual al número de muertos del lado israelí-. Ese número puede revisarse al alza: la información más reciente con la que contamos, procedente de Líbano, nos dice que el número de funerales por los mártires chiíes en el sur puede ser ahora exactamente de 184. Pero, de cualquier manera, ya sea en cohetes, vehículos blindados o cifras de muertos o heridos, la lucha de Hezbolá contra Israel se puede valorar como una victoria decisiva política y militar. Aunque hubiera sido de otra forma, y está claro que no fue así, el impacto total de la guerra de Israel contra Hezbolá durante el período de 34 días a lo largo de julio y agosto ha causado un terremoto político en la región. La derrota militar de Israel por Hezbolá ha sido decisiva, pero la derrota política de Estados Unidos -que de forma incuestionable se alineó con Israel durante el conflicto y rechazó intervenir para ponerle fin- ha resultado catastrófica y tendrá un impacto duradero sobre el prestigio estadounidense en la región. [B]continua [/B] [/QUOTE]
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