Relato de un conscripto sobre el hundimiento del ARA Gral. Belgrano

Si bien se hablo mucho del hundimiento del Belgrano, este caso sirve porque es desde el punto de vista de un conscripto y dice cosas poco leidas, al menos es muy interesante
Lo unico que sé, es que se llama Jorge y es de General Pico, La Pampa

"El martes 13 de abril yo me embarque en el crucero, ahí empezó un poco lo que fue andar y empezar a compartir las cosas con un montón de gente que no conocés.
Muchas veces en la actualidad nos cuesta aceptar a mucha gente. Pero bueno. Pero éramos mil noventa y tres, nos teníamos que aceptar porque sino te tiraban al agua. No te quedaba otra. Fueron unos cuantos días de navegación, tranquilos, no sabíamos nada. En realidad, como colimbas, no nos correspondía saber un montón de cosas, seguramente. Lo que íbamos sabiendo era por chusmerío. Y el primero de mayo yo estaba chocho, estaba feliz. Yo les juro que estaba feliz arriba del barco ese.

Era mi casa, tenía un montón de amigos. Estaba feliz realmente. Y el primero de Mayo un subofcial nos dice: "bueno muchachos, vamos a intentar detener un posible desembarco inglés". El Crucero Belgrano medía 200 metros.
Nosotros decíamos: "que bárbaro, vamos a entrar en guerra". "Sí. Vamos a intentar detener un posible desembarco inglés (decía el subofcial). No se con qué le vamos a tirar, con algo le vamos a tirar. Aunque sea con papas le vamos a tirar a los muchachos estos". Como ellos lo tomaban en joda, nosotros creímos que no iba a pasar nada.

Y el segundo de mayo, por consiguiente, nos levantamos temprano. Hicimos guardia hasta el mediodía, en que nos mandan a dormir porque entramos dentro de la zona de exclusión. Entramos custodiados por dos barcos que tenían sonares, que ellos podían detectar los submarinos. Nosotros no. Así que entramos bastante cubiertos, no parecía imposible que pudiera entrarnos un submarino. Aparte que no veíamos nada. Y el avión más cerca que pasó era un avión argentino en una maniobra que no estaba nadie enterado y nos hizo pegar un susto bárbaro. Estábamos todos bien cubiertos, así que dijimos "todo el mundo a dormir". Quedaba la guardia.


Me quedé dormido y a las cuatro y un minutos sentimos una gran explosión.
Me siento en la cama y veo pasar una bola bastante importante de fuego, sentía mucho calor, y empiezo a gritar a un compañero que me prenda la luz. Como en la colimba una de las primeras cosas que aprendés es a robar, mi hermano me dio un llavero que tenía una clave y me dijo: "con esta llave no te van a poder abrir nunca la taquilla y no te van a poder robar nunca". Pero en la oscuridad no pude sacar nada de la taquilla. Así que agarre la frazada y salí hacia cubierta. En el transcurso que íbamos a cubierta fuimos atacados de vuelta por el submarino y nos pega otro torpedo a la mitad del Crucero Belgrano. Ahí ya quedó torcido, mucho silencio, no se sentían ni gritos.Yo iba con mi frazada arriba y me encuentro con un suboficial Pérez, que casi siempre nos vemos, es de Buenos Aires, le entrego la frazada porque el estaba en cuero y en calzoncillos. Así que le doy mi frazada y me quedo en camiseta, calzoncillos y medias, y miraba a mis compañeros y estaban casi todos iguales, casi todos desnudos. Lo que no sabíamos lo que nos iba a tocar después con las temperaturas que teníamos que soportar.

Cuando nos dan la orden de abandonar el Crucero porque no había nada que hacer, había que largarse. Nos habían enseñado que teníamos que saltar sentaditos en la balsa. La balsa es media nuez. Y fui el primero que me lanzo en la balsa, había más o menos veinte por balsa. Había algunas que no se inflaron, otras que se rompieron. Así que venía bastante despareja el reparto de gente. El primero que se lanza a mi balsa soy yo. Me lanzo sentadito como decía el libro y me siento adentro. El segundo salta y me pega una patada acá. Entonces me acosté porque se largaban parados. Media nuez con dos aberturas, y embocaban al agujero con posibilidad de romperla. Gracias a Dios no se rompió. Veníamos dieciocho. En otras venían cuarenta, en otras cinco, seis. Lo primero que atinamos fue alejarnos del Crucero Belgrano. El viento nos traía al crucero que se hundía. Tratamos de alejarnos. Teníamos unos remitos cortitos que cuando quisimos remar hicieron crack y se rompieron. Entonces le dábamos con las manos. Ahí todos veníamos descompuestos. Vómitos. Entonces el guardiamarina dice: "muchachos prepárense porque si esto llega a ser succión hay que nadar". Vos decías "¿adonde vamos a nadar?". Cinco minutos durábamos en el agua. Menos. Si éramos jóvenes y bien comidos, diez minutos. Máximo. Después íbamos a quedar.

Cuando se termina de hundir el Crucero Belgrano... Ustedes saben que hay cosas, creo que fue la mano de Dios. Nos enseñaron que había que tirarse por la parte más baja, para tratar de caer en las balsas y alejarse lo más rápido posible. Hubo gente que se tiró desde la parte mas alta a las balsas que habían tirado del otro lado. Cuando se estaba hundiendo el Crucero Belgrano, que había Burbujas, iban pasando con las balsitas arriba. Yo los miraba y decía "se los lleva". Yo calculaba que se los llevaba. Pasaban las balsitas por arriba pero como nada. Gracias a Dios no se llevó a nadie más ahí. Y ahí empieza otro calvario. En el sur oscurece muy rápido. Cinco y treinta de la tarde: oscuro. Nos dormimos. Seguramente por los nervios, por el susto. Nos dormimos casi todos los dieciocho que veníamos en la balsa. El guardiamarina venía por allá porque era guardiamarina, el subofcial allá porque era subofcial, y los colimbas todos amontonaditos en el medio. Porque no se puede juntar la gente de grado con los colimbas.


La primer ola que nos agarró nos dobló al medio, nos amontonó a todos en el medio. Quedamos uno arriba del otro. Se acabó el guardiamarina, se acabó el suboficial; quedamos uno sentadito al lado del otro para darnos calor, porque si no nos despertábamos no nos íbamos a despertar jamás. Nos íbamos a morir. En el trayecto que hicimos hasta que oscureció intentamos pasar gente hacia las balsas que estaban más vacías. No se logró porque hacía mucho viento así que imposible acercarse. Después nos enteramos de la triste noticia de que las balsas en las que había cuatro o cinco tipos murieron de frío. Las que mejor venían, a pesar de que venían ocupadas eran las de cuarenta, treinta, que venían todos apretados. Nosotros éramos dieciocho así que veníamos peleándola. Veníamos bastante bien. Yo siempre recuerdo y le cuento a los chicos de las escuelas de que, a pesar de la tragedia, y de todo, y a pesar de la agitación que estábamos pasando, yo guardaba bastante optimismo. Quizá sería por mi juventud o porque no sabía lo que estábamos viviendo. Nosotros hacíamos pis en una jarrita. Éramos bastante ordenados en nuestra balsa. Vomitábamos en una jarrita y una jarrita para hacer pis. La manteníamos limpita, eso sí. Entonces cuando nos parábamos a tirar el orín afuera... Recuerdo que yo siempre que estaba los otros sentados abajo y yo me paraba con la jarrita y los otros "no, no". "Se me cae, se me cae", decía yo jodiendo. O sea que no tenía mucha idea de lo que me estaba pasando. En otras balsas, gente con más experiencia seguramente, el orín no lo tiraban. Se calentaban sus manos, se ponían en el cuerpo, en las piernas, para calentarse.


Así pasó un día. El lunes pasó un avión, nos encuentran. Habíamos recorrido desde la parte que se hunde el Crucero hasta que nos encuentran, cien kilómetros. Así que en treinta y seis horas, no, menos, doce horas, digo veinticuatro horas, cien kilómetros. En balsas a la deriva es increíble, en las aguas heladas de la Antártida. Luego pasa el avión, la euforia lógica. Yo después tuve la oportunidad de conocer al tipo que va en el avión y me dice: "realmente, cuando aterricé en las balsas donde estaban ustedes, tuve que esquivar todas las bengalas que me tiraron porque casi me bajaron". Le tiramos bengalas, parecía una fiesta. Ahí nos dimos cuenta de que todas las balsas donde estábamos, se hallaban a un radio de doscientos metros. No nos veíamos, el mar estaba feísimo. Había momentos en que estábamos arriba y otras en que estábamos abajo y el agua la teníamos arriba. Vinimos bailando treinta y seis horas. Martes a las dos de la mañana nos levantaron y en ese barco empezamos a buscar a nuestros amigos, a ver quién estaba, quién no estaba. Nos encontramos con gente herida, otra que estaba muy grave. Y tomamos la realidad de lo que había sido. Dijimos "pucha, la pasamos mal".
 
Si Diego Arg, salio en un diario (que no me acuerdo cual) del interior. Cuando varios VG dieron unas charlas por algunas universidades, muy buenas conferencias en un dialogo muy abierto, en el cual le preguntaron cosas bastante buenas y respondieron con mucha sinceridad

Saludos, Silvio
 
Relato de un conscripto sobreviviente del Crucero General Belgrano.

CRUCERO ARA GENERAL BELGRANO.

PRESENTACIÓN

Mi nombre es Marcelo Pozzo y era conscripto Clase '62. Mifunción inicial
cuando fui destinado luego de la instrucción era de "chafa", es decir,
marinería general. En Febrero de 1982 pasé ala División Máquinas, dpto. Control
de Averías, desarrollando funciones de furriel en tiempo de paz; cuando
fuimos para el sur, cumplía guardia de control del tablero de alarmas, pero
en zafarrancho de combate, era camillero/bombero en un grupo de control de
averías (se llamaban "trozos").

IMPACTO DE LOS TORPEDOS Y NAUFRAGIO

En mi caso particular, yendo de lleno a la experiencia vivida: a las 16:00hs
del 2 de mayo de l982, dejé la guardia que cumplía en (por suerte) el
interior del buque, en la central de Control de Averías, y me tiré a hacer
una siestita hasta la cena, ya que tomaría guardia nuevamente a las 00:00hs.
Me tiré vestido sobre la colcha de la cucheta y en el preciso momento que
cerré los ojos, sentí un impacto muy fuerte desde abajo que me hizo golpear
en la cucheta de arriba. Cuando caí, me envolvió una ola de calor, parecida
a cuando abrís el horno prendido de la cocina, y solo atine a cerrar los
ojos y gritar.
Esto habrá durado un par de segundos, y en ese momento vi pasar mi vida en
imágenes, como fotos (como en las películas!), impresionante. Cuando paso el
lío, me pare y escuche gritos y un silencio muy particular. Después me di
cuenta de que era el silencio del buque: en navegación todos los buques
mantienen un rumor (de las máquinas) que les da cierta vida. Llegué a la
salida a cubierta y vi que desde cubiertas más bajas subía gente, en forma
ordenada y tranquila!; lo que en ese momento no entendí era que todos me
cedían el paso y me alentaron a salir.
Así que accedí y cuando salí a cubierta esperaba ver algo destruido, pero
parecía que todo estaba en orden. El temor que corría entre colimbas eran
los Exocet; durante varias noches el tema de sobremesa era cómo reaccionaría
el barco ante un misil y las fantasías que corrían eran típicas de la edad.
Cuando me doy vuelta veo que por el tambucho (escotilla) por donde salí yo
salió un amigo mío, bastante quemado, y le pregunté qué había pasado a lo
que me respondió "nos torpedearon, bolu...". Después, cuando compartimos la
sala del hospital me contó su experiencia, y es un milagro que él también la
cuente... Volviendo a lo mío, miré el piso y vi un charco de sangre y me
dije "zas! alguien salió herido!" y cuando presté atención, el herido era
yo: me sangraban los pies por haber caminado descalzo sobre los vidrios
rotos hasta la escalera, me faltaban las media de nylon con las que me había
acostado (sólo quedaba el elástico) y tenía la piel hecha jirones desde la
rodilla hasta la planta del pie; tenía el antebrazo derecho hasta la mano
totalmente quemados y un ampollón desde la muñeca hasta el dedo meñique;
como me ví lastimado, y te aclaro que no sentí nada, creo que un poco por el
frío que hacía y otro poco, me dijeron después, por los gases de la
explosión, me fui para la enfermería. Te aclaro que hasta acá lo llamativo
era el orden que reinaba entre todos: la oficialidad daba las ordenes a viva
voz, porque como no había energía no había sistemas de comunicación, todo el
mundo obedeciendo: Control de Averías en su tarea, tratando de mantener el
buque a flote, los enfermeros atendiendo a los heridos y el resto entrando y
saliendo del interior del buque en busca de gente atrapada, con varios focos
de incendio que se anunciaban por un humo negro y espeso que salía del
interior. Pero lo más importante fue la sangre fría y el autocontrol que
teníamos todos: como yo era Control de Averías, cuando llamaron a cubrir
funciones salí corriendo a mi puesto, pero un suboficial me vió y me ordenó
ir a la enfermería.
Este es uno de las primeras enseñanzas de nuestra experiencia: sabemos que
cuesta mucho y cada uno responde de diferentes maneras ante la misma
situación, pero es fundamental mantener la calma y la claridad mental, no
dejarse llevar por el momento y asignar las prioridades debidas a cada
problema. Por otro lado es importante el entrenamiento: nadie quiere, ni
siquiera piensa, que su embarcación puede naufragar; es necesario estar
preparado, simulando en los ratos de ocio a bordo como sucedería y como
debería reaccionar; al menos, tener muy claro (memorizando si es necesario)
donde está cada elemento de supervivencia a bordo y transmitirlo a los
tripulantes / acompañantes. Sí es un plomo, pero nadie está exento. Mi
abuelo decía "nunca digas nunca...".

ABANDONO DEL BARCO

Acá vamos con el relato: cuando el zumbo me mandó a la enfermería hacia allá
me dirigí. En el camino encontré a los enfermeros, que llevaban en andas a
los internados (había 2 recién operados de apendicitis) acercándolos al
puesto de abandono, y me mandaron directo al mío. Hasta ahí, como si nada:
el único temor que tenía era clavarme alguna astilla de la teca de cubierta
por andar descalzo, cosa que obviamente no sucedió. Mi puesto de abandono y
la balsa a la que estaba asignado estaba "colgada" a estribor de la torre 5,
la torreta de cañones ubicada mas a popa. Mi balsa erala N° 63, así que
como en ese momento andaba por el medio del buque me encaminé hacia la popa.
En el camino seguí viendo a mis compañeros de Control de Averías tratando de
encender unas bombas de achique portátiles. En el camino me cruzó otro
colimba que venía con una montaña de mantas con un tajo al medio, tipo
poncho, que usaban los que hacían guardia en cubierta (para protegerse del
superfrío que hacía) y al verme desabrigado me ofreció una; qué rescatable!
el barco se hundía y a un tipo se le ocurrió repartir mantas entre los
compañeros desabrigados; a partir de eso estoy superconvencido que a la
gente uno llega a conocerla SOLO en los momentos límite.
Siguiendo el hilo, me puse el poncho y seguí caminando a popa. Para
ubicarte, te cuento que el "Belgrano" tenía 182m de eslora, así que todo
quedaba lejos, no? Cuando llego a mi puesto veo con sorpresa que la balsa 63
no estaba colgada; parece que con el sacudón del torpedo se saltó de la cama
y cayó al mar. Te imaginarás mi cara de sorpresa y la de mis compañeros de
balsa, así que disciplinadamente, pedimos autorización al jefe de la balsa
de al lado para embarcar en cuando se de la orden; en ese momento,
escuchamos el grito de "Abandonen el barco", feísimo! la escora era ya
bastante pronunciada y costaba un poco mantenerse en pie; pegué un último
vistazo a mi alrededor y ví varias imágenes impactantes: 1) había varias
balsas ya infladas y en el agua, 2) la borda de babor estaba en el agua y la
gente accedía a las balsas dando un pequeño saltito, 3) vi gente muy
quemada, totalmente negros, calcinados, 4) el grupo de buzos tácticos
armando un gomón con motor, 5) el 2° comandante parado en el puente,
gritando con las manos cerca de la boca (a modo de bocina) la orden de
abandono, 6) el orden y tranquilidad que reinaban.
El suboficial a cargo de mi nueva balsa me sacó de esa escena, algo
surrealista, y me indicó que por estar herido, me cedían el paso para
descender a la balsa. La cosa por estribor se puso algo más complicada, ya
que el buque escoraba a babor y el casco asomaba bastante por la banda
contraria.
Alguien colgó un cabo para descender, así que empecé a bajar (descalzo!)
tipo Batman, hasta que hice pie en un ojo de buey; como el resto venía
bajando conmigo, me apuraron a tirarme; el mar columpiaba la balsa en ondas
de unos 15m, de un lado a otro, así que calculé la trayectoria, me encomendé
a Dios, y me tiré; con suerte caí en el techo de la balsa y salté como
resorte para meterme adentro; me acurruqué y sentí como caían uno a uno mis
compañeros. Algunos le erraron (o va con hache?) y cayeron al agua y solo
pudimos rescatar con vida a 2 de ellos: los otros 3 murieron en poco tiempo,
por hipotermia: luego de chapotear algunos minutos quedaban duros, con el
chaleco salvavidas (qué ironía!) inflado, flotando. El petróleo que había en
el agua hacía muy difícil recuperar al que erraba a la balsa, se resbalaban
y no podíamos agarrarlos de ningún lado y como la balsa era casi redonda, el
movimiento y gobierno de la misma para ir a buscarlos se hacía muy difícil.
Cuando no vimos a nadie más en cubierta decidimos cortar el cabo de amarre;
en ese momento el buque estaba casi volcado sobre babor: veíamos
perfectamente el fondo, el eje de una de las hélice, los planos antirrolido,
las incrustaciones calcáreas. Como la porta de acceso a la balsa era muy
pequeña, me metí y dejé al resto que remara para separarnos del barco. En un
momento, comenzaron a gritar "Se hunde!" y estábamos a 5m del casco! El
silencio que se hizo confirmó que todos pensábamos en lo mismo: nos chupa la
succión y no contamos el cuento; un cabo primero que tenía a mi lado me
abrazó llorando, y lo imité. En ese momento ví nuevamente mi vida en
imágenes y algo más extraño: vi la situación desde otro ángulo de vista,
como si estuviera 15m por arriba. Muy extraño. Me sacudieron de esta
situación los gritos de mis camaradas: "viva la patria!", "viva el
Belgrano!" y todos comenzamos a rezar. Creo que Dios nos escuchó, porque en
ese momento aparecieron los buzos tácticos que con su gomón trataban de
separar las balsas una a una (otra actitud rescatable, no?); nos alejaron
unos metros pero igual sentimos el movimiento de la balsa hasta quedar sobre
el lugar donde se hundió. Sentimos algunas explosiones submarinas y nos
preparamos a pasar la noche. Ni nos imaginábamos por la que nos tocaría
pasar de ahí en adelante...

SUPERVIVENCIA EN LA BALSA

Como sabrás, el Belgrano terminó de hundirse a eso de las 17:00hs del
domingo 2 de mayo de 1982. Ya que en esas latitudes a las 18:00 hs ya es de
noche y si le sumas que casi siempre está nublado, no pintaba nada lindo
para el resto del día. Al poco tiempo se levantó una tormenta de aquellas:
había olas de casi 10m, con "carneritos" y viento de 100Km/h, que bajaba la
temperatura externa a varios grados bajo cero. El baile que nos pegaba el
mar era impresionante: de repente la balsa subía la ola hasta que el
"carnero" nos pegaba en las espaldas, haciéndonos volar hasta la otra banda
de la balsa, y luego caíamos interminablemente, con una sensación a montaña
rusa que te revolvía las tripas. El esfuerzo era doble cuando teníamos que
volver rápidamente a nuestra posición para mantener el equilibrio de la
balsa. Además, las portas no cerraban bien permitiendo el ingreso de agua
cuando rompía la ola; con esa situación, la balsa mantenía siempre un fondo
de3 cmde agua que a pesar de los esfuerzos por achicar, nunca podíamos
dejarla seca.
Como no me sentía muy bien (la deshidratación de las heridas empezaba a
notarse) me acurruqué cubriéndome con la manta que me dieron antes del
abandono y creo que legué a dormir un rato. No obstante, siempre me
despertaba ya sea por una ola o por los constantes vómitos. Cuando venían
las náuseas, el cabo primero que tenía a mi lado me sacaba el gorrito naval
de la cabeza y me lo ponía en la cara; cuando terminaba, lo pasaban hasta el
que estaba en la porta, lo enjuagaban y me volvía a la cabeza.
Algo parecido ocurría cuando incesantemente teníamos ganas de orinar; me voy
a extender un poco en esto porque creo que resulta kafkiano: cuando teníamos
ganas, debíamos sentarnos en el tubo lateral de la balsa y, haciendo más
fuerza que cuando vas de cuerpo, embocar el chorrito en el recipiente ad-hoc
(utilizábamos el envase de las bengalas, parecido al tubo de pelotas de
tenis); luego el cilindro se pasaba de mano en mano hasta la porta, dándole
el mismo tratamiento que a mi gorrito. Te aclaro, era una maniobra bastante
complicada ya que teníamos que erguirnos para sentarnos y aguantar las olas
directamente en el lomo, abrir la bragueta, ENCONTRAR AL AMIGO (nunca creí
que podría desaparecer como lo hizo), hacer el esfuerzo para orinar
(terrible) y embocar en el tubo derramando lo menos posible, todo en medio
de los sacudones que nos pegaba el mar. Te aclaro que esto le pasaba a
todos; al principio, los que estaban cerca de la puerta, de finolis, nomás,
orinaban hacia afuera pero en la segunda o tercera vez empezaron a desistir
ya en que la maniobra arriesgaban la vida del amigo, por la temperatura a la
que lo exponían. Se llegó a montar "guardia de porta", para mantener a mano
lo más cerrada posible las mismas; a pesar de que se usaban dos pares de
guantes, la temperatura no permitía que se aguante más de 10 o 15 min.
Siguiendo con el tema de las heridas, al poco de comenzar "la navegación en
balsa" protegí instintivamente mi mano / antebrazo lastimado contra mi pecho
pero como supuraba se me pegó a la camiseta y en un sacudón de la balsa se
me "despegó" y comenzó a sangrar. En ese momento pedí Pancutan o algo
parecido del botiquín para ponerme y me vacié el pomo en la zona quemada;
después me ayudaron con un vendaje que evitaría que se pegue a la ropa
nuevamente.
Como te dije, el piso de la balsa mantenía siempre un fondo de agua, que
estaba muy fría y que me hacía perder la sensación en la punta de los dedos
del pie, así que empecé a moverlos metódicamente, para evitar el famoso pie
de trinchera; por suerte, gracias a esto, zafé!
Hasta ahí pasábamos el tiempo en silencio, aunque el suboficial a cargo de
la balsa se esforzaba en mantenernos despiertos, cantando o rezando. El
sentimiento general que reinaba a bordo era de tranquilidad y esperanza, al
punto de que en los pocos comentarios que se hacían se relacionaban a cómo
nos avistarían o con qué medio nos rescatarían.

RESCATE

Por suerte, la mañana siguiente amaneció con mejor clima, permitiéndonos ver
el sol de a ratos y dándonos esperanzas en cuanto a la proximidad del
rescate. La mañana pasó sin novedad, creo que dormí un poco hasta que a eso
de las 13:00hs un avión Neptune pasó rasante saludando con sus alas al mejor
estilo película de Hollywood. Te imaginarás la desesperación que teníamos
por hacerle señales para que nos vea: tratamos de encender las bengalas (con
instrucciones EN INGLES!!!) y fallamos en las que disparan, pero tuvimos
éxito en las de mano. Desesperados, pensando que éramos los únicos
sobrevivientes ya que no veíamos a nadie cerca. Después nos dimos cuenta que
los vecinos más cercanos estaban a menos de 100m; el problema era que la
profundidad de las olas hacía que las balsas "desaparecieran" en sus senos y
cuando nosotros subíamos, apenas divisábamos una o dos balsa en la
lontananza.
Seguían los comentarios, algo más animados. Al poco tiempo, apareció otro
avión, creo que un F28 dela ARAy otra vez empezamos con los gritos,
aullidos, viva la patria y todas esas cosas que son en realidad más para
adentro que para afuera. El rescate no podía tardar. Lo extraño para mí en
toda esa situación era que no conocía a ninguno de los que me acompañaban. A
algunos era la primera vez que los veía, pero el sentimiento y la comunión
que había sobraban para nombrarlos "amigos de toda la vida".
Poco rato después se hizo de noche nuevamente y así pasó el lunes; nadie lo
expresaba, pero todos teníamos miedo de otra "nochecita" como la anterior,
así que las guardias en la porta eran permanentes y más con intención de ver
el rescate que de cumplir la función específica. A pesar de los avistajes
del mediodía, recién a medianoche empezamos a ver los reflectores de los
buques de rescate, que poco a poco se iban agrandando; recién a las 04:00hs
del martes un reflector se fijó en nuestra balsa y acompañó la maniobra
hasta que abarloamos y tomamos contacto. En nuestro caso, fue el Aviso
Gurruchaga el que nos rescató; maniobraba con dificultad, por el estado del
mar, bastante movido todavía y que tenía otro pronóstico de tormenta para
esa noche, que por suerte venía demorada.
Para abordar la instrucción fue que rompiéramos el techo de la balsa,
cortándolo con las navajas marineras que teníamos en nuestro poder. Cuando
mis compañeros lo hicieron pensé que sería un problema volver a usarla con
el techo así: pensé que ése era mi barco! algo loco, no? Siguiendo las
instrucciones, pidieron que subieran los heridos primero. Parece que yo era
el único a bordo, así que me paré y me prendí de la escala de desembarco que
colgaba de la banda de babor del Gurruchaga; subí un par de escalones hasta
que mirando para arriba les grité: "suban que no doy más!". Me subieron a
bordo y en el preciso instante en que dos marineros me abrazaron, mi cuerpo
se desconectó; literalmente, estaba conciente, podía ver la cubierta por
donde me arrastraban pero no podía mover un músculo, ni siquiera podía
mantener la cabeza erguida. De ahí me llevaron al interior, me desnudaron,
me hicieron las primeras curaciones y me cubrieron solo con una manta.
Todavía mis compañeros me cargan cuando nos vemos porque, cuando recuperé
las fuerzas, me paseaba en bolas por el barco, saludando a todos, hasta al
Capitán, que en ese momento me abrazó.

EN TIERRA

Bueno, la cosa siguió así: cuando llegamos a Ushuaia me llevaron al Hospital
Naval y me hicieron las curaciones correspondientes; me trataron bárbaro, la
gente te daba mucha fuerza, enfermeros, médicos, la gente de la ciudad venía
al hospital y nos atendían y te daban charla; ahi me junté con otros cuantos
que estaban quemados o sufrieron el frío. Se rescataron varios cadáveres de
gente que abandonó en balsas donde la cantidad no superaba los 5
tripulantes; se rescataron un par de balsas dadas vuelta, una con un par de
cadáveres, la otra vacía. El agua en el piso provocó varios "pie de
trinchera", pero todos estos casos se salvaron de mayores (amputaciones).
De ahí me llevaron en un avión sanitario al Hospital Naval de Puerto
Belgrano, junto con el comandante: nos daba mucha fuerza el viejo y nos
alentaba constantemente con frases como "fuerza, mis conscriptos!" o "vamos
marino!". Un kilo, se pasó!. No obstante, en la camilla arriba de la mía
estaba un cabo ppal. que no aguantó y falleció, así que todos rezamos por su
descanso en ese momento.
Cuando llegué al hospital me metieron en un sala de terapia intensiva. Vino
un capitán médico con una palangana y un cepillo de cerda, de esos para
lavar la ropa, y me dijo: "qué preferís: lavandina o jugo de limón?". No
entendía nada, pero por las dudas elegí lavandina, ya que me acordaba que de
chico, cuando te caía jugo de limón en alguna lastimadura te ardía mucho; el
tipo llenó la palangana con lavandina, cazó el cepillo y me dijo:"gritá todo
lo que quieras, pero si me tocás, te pongo un bollo!" y empezó a cepillarme
las heridas de las piernas; los gritos míos se escuchaban hasta en la
Antártida.
Después me explicó que para evitar que la herida se infecte, el método más
efectivo era ése. Cuando terminó con las piernas siguió con el antebrazo y
con la mano y hasta ahí llegue; cuando terminó me desmayé. De más está
decirte que las heridas por quemaduras son muy dolorosas, no solo por el
tratamiento, sino por la recuperación; zafé de los injertos, a pesar de
tener quemaduras de 1°, 2° y 3° grado en un 25% de mi cuerpo.
Lo más grande fue cuando un par de días después, el jueves, del lado de
afuera de la ventana de la habitación aparecieron mis viejos: mi mamá, como
todas las madres, se largó a llorar (y no paraba!) y mi viejo hacía algunos
chistes (malos, por cierto) aguantando las lágrimas. Ellos no tenían
noticias mías desde el hundimiento así que estaban desesperados; mi vieja se
coló en un pasillo y nos vimos justo cuando me llevaban a terapia para las
curaciones: ahí me dí cuenta de lo jodido que estaba! lo noté en su cara que
apenas alcanzó a darme fuerzas...
Bueno, saliendo de esto, que me estoy poniendo algo melancólico, pasé 30
días internado y después me redestinaron a Bs As, para seguir haciendo la
colimba! hasta octubre del 82. Por suerte cai en el Apostadero Naval de
Dársena Norte y fue bastante liviano, ya que en los 4 o 5 meses de colimba
que pase ahí hice una guardia de imaginaria y otra apostado. Claro! era el
furriel que confeccionaba las listas de guardias, así que te imaginarás,
todo el mundo venía al pie a la hora de los problemas...
A partir de ahí parece que todos los que vivimos esa situación tenemos un
mensaje común: existe un solo problema que no tiene solución y se trata de
la muerte. Todo lo demás es solucionable o pasajero.
Es algo así como que se necesita una vivencia tan profunda para entender la
verdadera escala de valores. Y todos coincidimos en lo mismo; salvo contadas
excepciones, la mayoría de nosotros, oficiales, suboficiales y colimbas
hemos salido adelante laboral y/o profesionalmente, formando nuestras
familias y creciendo humanamente. Pero nunca perdimos, más bien mantenemos y
reafirmamos el espíritu de cuerpo: seguimos viéndonos periódicamente, donde
nunca faltan las anécdotas de aquella época; pero el sentido más importante
que motiva estas reuniones es resaltar el honor y el orgullo de haber
pertenecido a aquella dotación del Crucero General Belgrano. Y como misión
nos hemos impuesto honrar a los 323 compañeros, héroes, que quedaron en el
sur dando su vida por una causa justa, porla Patria.

Marcelo Pozzo: [email protected]

(el subrayado es mío) saludos, Hernán
 
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