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<blockquote data-quote="Derruido" data-source="post: 245239" data-attributes="member: 30"><p>Incorporar un portaaviones, cinco aeronaves de exploración embarcada y veinte aviones de caza y ataque. Costo 1.900</p><p>millones de dólares; equivalentes a 3,2 destructores, o</p><p>n Incorporar dos destructores y cinco helicópteros de exploración embarcada (uno a embarcar en otro buque). Costo 1.500</p><p>Millones de dólares; equivalentes a 2,5 destructores.</p><p>La primera opción, si bien más cara, tiene las siguientes ventajas. A la par de contribuir a solucionar los problemas mencionados,</p><p>las aeronaves que agrega reforzarían las capacidades de la fuerza para enfrentar a las amenazas analizadas y a</p><p>otras mayores o no contempladas. Al respecto, cabe destacar que un segundo portaaviones permitiría además: a) duplicar</p><p>el número de aviones enemigos neutralizados y destruidos durante un ataque aéreo y b) hasta triplicar la capacidad de ataque</p><p>aéreo de la fuerza, y evitar los combates de superficie, que conllevan pérdidas de buques y vidas. Todo esto permitiría</p><p>liberar a parte de los buques y aeronaves para satisfacer otras de las muchas tareas que suelen asignárseles durante las</p><p>operaciones; esos empleos paralelos serían hechos con mayor libertad de acción y eficacia, si se lograra previamente obtener</p><p>la superioridad naval y/o la aérea (ver 6.5.6.).</p><p>Sobre las demás importantes ventajas de los portaaviones se volverá más adelante pero éste es el momento de destacar</p><p>que hasta ahora se ha analizado el tema de los ataques aéreos y la defensa de los mismos, basados en el uso de la versión</p><p>aire-superficie de un típico misil antibuque (como el “Exocet”), cuestión de facilitar —mediante el uso de las ecuaciones de</p><p>salva— la comparación entre las unidades de superficie y las aéreas; o mejor dicho, demostrar la necesidad de contar también</p><p>con estas últimas. La realidad es que existe una gran variedad de armas inteligentes aire-superficie (como el “Popeye</p><p>Lite” que habría incorporado la Fuerza Aérea de Chile) (83), que son tanto o más difíciles de contrarrestar por las defensas</p><p>334 OTRA VISIÓN DEL POSIBLE DISEÑO OPERATIVO DE LA ARMADA ARGENTINA HASTA EL 2030</p><p>Tipo (*) Amenaza (**) Cantidad Costos (redondeados)</p><p>Millones de U$S Relativos a un destructor</p><p>Portaaviones Superficie y aérea 1 600 1</p><p>Aeronaves de exploración embarcada Superficie y aérea 5 300 O,5</p><p>Aviones de caza y ataque Superficie y aérea 20 1.000 1,7</p><p>Destructores Aérea y submarina 4 2,400 4</p><p>Fragatas Superficie y submarina 4 1.600 2,7</p><p>Helicópteros multipropósito de 10 toneladas Superficie y submarina 16 600 1</p><p>Costo total 6.500 10,8</p><p>(*) Las aeronaves serán distribuidas según su tipo, como resulte más conveniente o necesario a la situación.</p><p>(**) En principio, todos los buques y aeronaves pueden emplearse para enfrentar a todas las amenazas, excepto los aviones de caza y ataque contra la submarina</p><p>pero, con relación al grupo embarcado de un portaaviones, se debe tener presente que es un instrumento flexible que puede ser configurado según sea</p><p>la situación y la misión, luego es posible incorporar al mismo aeronaves antisubmarinas (o de otros tipos para otras tareas). En el cuadro se indican para</p><p>cada medio, las dos amenazas a las que deben enfrentar con mayor prioridad.</p><p>de los buques que los misiles hasta aquí considerados, y que casi siempre superan en sus alcances a los de la defensa</p><p>antiaérea de los buques tipo fragata y hasta el de muchos destructores de defensa aérea hoy en servicio.</p><p>Por no hacer al fondo de la cuestión, el empleo y la defensa de esas armas no serán analizadas en este trabajo, pero es</p><p>fácil deducir que sus capacidades enfatizan la necesidad de que las fuerzas navales cuenten con aviones de caza embarcados</p><p>y con destructores con capacidad antiaérea de área. Sobre los primeros, por ahora ya se ha dicho bastante; sobre</p><p>los destructores, es vital su aptitud para negar a largas distancias la ventaja de la altura a la aviación enemiga, obligándola</p><p>a aproximarse a ras de las olas, dificultándole así la detección y designación de blancos y/o el uso de las bombas inteligentes,</p><p>y facilitando su interceptación por los cazas propios.</p><p>Con relación ahora a las corbetas, aquí se les asignan poderes ofensivo y defensivo antisuperficie equivalentes al de una fragata</p><p>y un helicóptero multipropósito de 10 toneladas o dos helicópteros de 5 toneladas (costo U$S 18 M). Dadas sus menores tripulación</p><p>y costo (estimado en U$S 150 M cada una), las corbetas serán empleadas antes que las fragatas para el rechazo de</p><p>superficie de unidades navales convencionales y las propias de las amenazas asimétricas, así como para la investigación de contactos</p><p>de superficie, las operaciones muy próximas a una costa hostil, etc. Estos buques no fueron considerados en los análisis</p><p>previos —destinados a determinar la composición mínima de la fuerza de combate— pues, dadas sus menores capacidades antiaéreas</p><p>y antisubmarinas, no pueden reemplazar ni a los destructores y ni a las fragatas en el conjunto de sus funciones.</p><p>6.5.6. Previniendo los riesgos de una actitud defensiva ante las amenazas de superficie y aérea. De los análisis precedentes</p><p>sobre el rechazo de superficie surge evidente el riesgo de hacerlo sólo con buques de capacidades similares a los que atacan,</p><p>pues puede significar la pérdida de todas las unidades propias empeñadas. De manera análoga, esperar simplemente a que</p><p>el enemigo materialice sus ataques aéreos es muy peligroso; no es necesario explayarse para comprender que esos ataques</p><p>deben ser impedidos o degradados antes de que sean lanzados contra las fuerzas propias. Así las cosas, de resultar coherente</p><p>con la situación y la misión de la fuerza propia, ésta debería buscar reducir las magnitudes de las amenazas de superficie y aérea</p><p>que sobre ella se ciernan, actuando ofensiva antes que defensivamente.</p><p>Resulta obvio que salvo situaciones particulares, sería inaceptable o poco aceptable actuar ofensivamente para prevenir los ataques</p><p>enemigos usando sólo fragatas y/o destructores dotados únicamente del armamento que actualmente emplea la mayoría</p><p>de ellos. En cambio, sería aceptable si se lo intentara con aviación embarcada y submarinos contra los buques enemigos en el</p><p>mar, y con esa aviación y con buques armados con misiles mar-tierra de largo alcance, contra sus bases aéreas y navales, incluidas</p><p>las de sus submarinos. Esto sugiere la necesidad de que la mayor cantidad de unidades propias de todos los tipos estén</p><p>armadas con esos misiles (como el "Tomahawk" de los EE.UU.y el "Scalp" de Francia), que los misiles antibuque incluyan la capacidad</p><p>mar-tierra (como algunos modelos del "Exocet" y el "Harpoon") y que, explotando el alcance de esas armas y el de sus aviones</p><p>embarcados, la fuerza propia maniobre para proyectarse sobre sus objetivos desde posiciones seguras, ingresando dentro</p><p>del alcance del enemigo cuando las circunstancias le sean propicias.</p><p>Una consecuencia inmediata de adoptar una actitud ofensiva con los medios y las tácticas sugeridas puede ser disminuir la cantidad</p><p>de unidades necesarias para enfrentar a las amenazas; así podrían restarse algunos de los medios antes calculados para</p><p>tender a lo deseable. Por otra parte, una actitud ofensiva podría conducir directa y más rápidamente a obtener y mantener el control</p><p>de un área marítima, mientras que una actitud defensiva sólo lo hará de manera indirecta, confiando en que se podrá rechazar</p><p>y desgastar al enemigo cada vez que materialice sus amenazas, y a sabiendas de que esa actitud implica aceptar el desgaste</p><p>que también sufriría la fuerza propia, que puede ser mayor al de una actitud ofensiva dado que se ha cedido la iniciativa.</p><p>6.6. La fuerza de submarinos de la Flota de Mar</p><p>Hasta ahora se ha tratado de la fuerza de combate de la Flota de Mar y sólo de manera tangencial de su fuerza de submarinos,</p><p>componente imprescindible de la misma. Son conocidas las capacidades de esos buques para negar el mar al enemigo</p><p>y aferrarle unidades de superficie y aeronavales fuera de proporción con los submarinos empeñados, así como su aptitud</p><p>para otras tareas. Por otra parte, y hasta hace unas tres décadas, sólo excepcionalmente estos buques operaron integrados</p><p>a una fuerza de tareas de superficie, pero a partir de entonces se lo hace, tanto con propósitos defensivos —especialmente</p><p>con funciones antisubmarinas— como ofensivos en tareas antisuperficie.</p><p>Concurrentemente, con la aparición de los misiles crucero mar-tierra de largo alcance los submarinos han adquirido —y en</p><p>un nivel importante verificado a partir de la Guerra del Golfo— la capacidad de proyectar el poder naval a tierra; ella les permite:</p><p>a) lanzar ataques con mayor probabilidad de lograr sorpresa que cualquier otro medio naval, y/o b) cuando las unidades</p><p>de superficie y aéreas no pueden alcanzar posiciones relativas favorables debido a la oposición enemiga y/o porque</p><p>BCN 814 335</p><p>resulta poco aceptable arriesgarlos, o bien, c) para reforzar el ataque de las unidades de superficie y aéreas. Teniendo en</p><p>cuenta todo lo anterior, se aprecia que los submarinos de la Armada debieran conjugar las siguientes capacidades.</p><p>n Guerra submarina convencional con torpedos y misiles antibuque.</p><p>n Protección de una fuerza naval. Su participación será integrada mediante sus comunicaciones por satélite, red Link, y sensores</p><p>y armas de largo alcance, contribuyendo especialmente a la defensa antisuperficie y antisubmarina de la fuerza.</p><p>n Ataques selectivos a tierra con misiles crucero de gran alcance.</p><p>n Infiltración de fuerzas especiales; evacuación de no combatientes y rescate en ambientes hostiles.</p><p>n Minado ofensivo y detección de minas para su autodefensa.</p><p>n Apoyo de fuerzas desembarcadas en operaciones donde no se quiera arriesgar a unidades de superficie propias, debido</p><p>a la presencia de sistemas de defensa de costa, baterías costeras o aviación de ataque.</p><p>n Vigilancia, reconocimiento y alerta con sensores de distintas clases, para actuar tanto en la protección de una fuerza naval</p><p>o desembarcada, como en apoyo de otras fuerzas, así como en operaciones especiales de reconocimiento y en las que se</p><p>realizan en aguas jurisdiccionales y están destinadas a ayudar a las funciones de seguridad que desarrolla la Armada</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Derruido, post: 245239, member: 30"] Incorporar un portaaviones, cinco aeronaves de exploración embarcada y veinte aviones de caza y ataque. Costo 1.900 millones de dólares; equivalentes a 3,2 destructores, o n Incorporar dos destructores y cinco helicópteros de exploración embarcada (uno a embarcar en otro buque). Costo 1.500 Millones de dólares; equivalentes a 2,5 destructores. La primera opción, si bien más cara, tiene las siguientes ventajas. A la par de contribuir a solucionar los problemas mencionados, las aeronaves que agrega reforzarían las capacidades de la fuerza para enfrentar a las amenazas analizadas y a otras mayores o no contempladas. Al respecto, cabe destacar que un segundo portaaviones permitiría además: a) duplicar el número de aviones enemigos neutralizados y destruidos durante un ataque aéreo y b) hasta triplicar la capacidad de ataque aéreo de la fuerza, y evitar los combates de superficie, que conllevan pérdidas de buques y vidas. Todo esto permitiría liberar a parte de los buques y aeronaves para satisfacer otras de las muchas tareas que suelen asignárseles durante las operaciones; esos empleos paralelos serían hechos con mayor libertad de acción y eficacia, si se lograra previamente obtener la superioridad naval y/o la aérea (ver 6.5.6.). Sobre las demás importantes ventajas de los portaaviones se volverá más adelante pero éste es el momento de destacar que hasta ahora se ha analizado el tema de los ataques aéreos y la defensa de los mismos, basados en el uso de la versión aire-superficie de un típico misil antibuque (como el “Exocet”), cuestión de facilitar —mediante el uso de las ecuaciones de salva— la comparación entre las unidades de superficie y las aéreas; o mejor dicho, demostrar la necesidad de contar también con estas últimas. La realidad es que existe una gran variedad de armas inteligentes aire-superficie (como el “Popeye Lite” que habría incorporado la Fuerza Aérea de Chile) (83), que son tanto o más difíciles de contrarrestar por las defensas 334 OTRA VISIÓN DEL POSIBLE DISEÑO OPERATIVO DE LA ARMADA ARGENTINA HASTA EL 2030 Tipo (*) Amenaza (**) Cantidad Costos (redondeados) Millones de U$S Relativos a un destructor Portaaviones Superficie y aérea 1 600 1 Aeronaves de exploración embarcada Superficie y aérea 5 300 O,5 Aviones de caza y ataque Superficie y aérea 20 1.000 1,7 Destructores Aérea y submarina 4 2,400 4 Fragatas Superficie y submarina 4 1.600 2,7 Helicópteros multipropósito de 10 toneladas Superficie y submarina 16 600 1 Costo total 6.500 10,8 (*) Las aeronaves serán distribuidas según su tipo, como resulte más conveniente o necesario a la situación. (**) En principio, todos los buques y aeronaves pueden emplearse para enfrentar a todas las amenazas, excepto los aviones de caza y ataque contra la submarina pero, con relación al grupo embarcado de un portaaviones, se debe tener presente que es un instrumento flexible que puede ser configurado según sea la situación y la misión, luego es posible incorporar al mismo aeronaves antisubmarinas (o de otros tipos para otras tareas). En el cuadro se indican para cada medio, las dos amenazas a las que deben enfrentar con mayor prioridad. de los buques que los misiles hasta aquí considerados, y que casi siempre superan en sus alcances a los de la defensa antiaérea de los buques tipo fragata y hasta el de muchos destructores de defensa aérea hoy en servicio. Por no hacer al fondo de la cuestión, el empleo y la defensa de esas armas no serán analizadas en este trabajo, pero es fácil deducir que sus capacidades enfatizan la necesidad de que las fuerzas navales cuenten con aviones de caza embarcados y con destructores con capacidad antiaérea de área. Sobre los primeros, por ahora ya se ha dicho bastante; sobre los destructores, es vital su aptitud para negar a largas distancias la ventaja de la altura a la aviación enemiga, obligándola a aproximarse a ras de las olas, dificultándole así la detección y designación de blancos y/o el uso de las bombas inteligentes, y facilitando su interceptación por los cazas propios. Con relación ahora a las corbetas, aquí se les asignan poderes ofensivo y defensivo antisuperficie equivalentes al de una fragata y un helicóptero multipropósito de 10 toneladas o dos helicópteros de 5 toneladas (costo U$S 18 M). Dadas sus menores tripulación y costo (estimado en U$S 150 M cada una), las corbetas serán empleadas antes que las fragatas para el rechazo de superficie de unidades navales convencionales y las propias de las amenazas asimétricas, así como para la investigación de contactos de superficie, las operaciones muy próximas a una costa hostil, etc. Estos buques no fueron considerados en los análisis previos —destinados a determinar la composición mínima de la fuerza de combate— pues, dadas sus menores capacidades antiaéreas y antisubmarinas, no pueden reemplazar ni a los destructores y ni a las fragatas en el conjunto de sus funciones. 6.5.6. Previniendo los riesgos de una actitud defensiva ante las amenazas de superficie y aérea. De los análisis precedentes sobre el rechazo de superficie surge evidente el riesgo de hacerlo sólo con buques de capacidades similares a los que atacan, pues puede significar la pérdida de todas las unidades propias empeñadas. De manera análoga, esperar simplemente a que el enemigo materialice sus ataques aéreos es muy peligroso; no es necesario explayarse para comprender que esos ataques deben ser impedidos o degradados antes de que sean lanzados contra las fuerzas propias. Así las cosas, de resultar coherente con la situación y la misión de la fuerza propia, ésta debería buscar reducir las magnitudes de las amenazas de superficie y aérea que sobre ella se ciernan, actuando ofensiva antes que defensivamente. Resulta obvio que salvo situaciones particulares, sería inaceptable o poco aceptable actuar ofensivamente para prevenir los ataques enemigos usando sólo fragatas y/o destructores dotados únicamente del armamento que actualmente emplea la mayoría de ellos. En cambio, sería aceptable si se lo intentara con aviación embarcada y submarinos contra los buques enemigos en el mar, y con esa aviación y con buques armados con misiles mar-tierra de largo alcance, contra sus bases aéreas y navales, incluidas las de sus submarinos. Esto sugiere la necesidad de que la mayor cantidad de unidades propias de todos los tipos estén armadas con esos misiles (como el "Tomahawk" de los EE.UU.y el "Scalp" de Francia), que los misiles antibuque incluyan la capacidad mar-tierra (como algunos modelos del "Exocet" y el "Harpoon") y que, explotando el alcance de esas armas y el de sus aviones embarcados, la fuerza propia maniobre para proyectarse sobre sus objetivos desde posiciones seguras, ingresando dentro del alcance del enemigo cuando las circunstancias le sean propicias. Una consecuencia inmediata de adoptar una actitud ofensiva con los medios y las tácticas sugeridas puede ser disminuir la cantidad de unidades necesarias para enfrentar a las amenazas; así podrían restarse algunos de los medios antes calculados para tender a lo deseable. Por otra parte, una actitud ofensiva podría conducir directa y más rápidamente a obtener y mantener el control de un área marítima, mientras que una actitud defensiva sólo lo hará de manera indirecta, confiando en que se podrá rechazar y desgastar al enemigo cada vez que materialice sus amenazas, y a sabiendas de que esa actitud implica aceptar el desgaste que también sufriría la fuerza propia, que puede ser mayor al de una actitud ofensiva dado que se ha cedido la iniciativa. 6.6. La fuerza de submarinos de la Flota de Mar Hasta ahora se ha tratado de la fuerza de combate de la Flota de Mar y sólo de manera tangencial de su fuerza de submarinos, componente imprescindible de la misma. Son conocidas las capacidades de esos buques para negar el mar al enemigo y aferrarle unidades de superficie y aeronavales fuera de proporción con los submarinos empeñados, así como su aptitud para otras tareas. Por otra parte, y hasta hace unas tres décadas, sólo excepcionalmente estos buques operaron integrados a una fuerza de tareas de superficie, pero a partir de entonces se lo hace, tanto con propósitos defensivos —especialmente con funciones antisubmarinas— como ofensivos en tareas antisuperficie. Concurrentemente, con la aparición de los misiles crucero mar-tierra de largo alcance los submarinos han adquirido —y en un nivel importante verificado a partir de la Guerra del Golfo— la capacidad de proyectar el poder naval a tierra; ella les permite: a) lanzar ataques con mayor probabilidad de lograr sorpresa que cualquier otro medio naval, y/o b) cuando las unidades de superficie y aéreas no pueden alcanzar posiciones relativas favorables debido a la oposición enemiga y/o porque BCN 814 335 resulta poco aceptable arriesgarlos, o bien, c) para reforzar el ataque de las unidades de superficie y aéreas. Teniendo en cuenta todo lo anterior, se aprecia que los submarinos de la Armada debieran conjugar las siguientes capacidades. n Guerra submarina convencional con torpedos y misiles antibuque. n Protección de una fuerza naval. Su participación será integrada mediante sus comunicaciones por satélite, red Link, y sensores y armas de largo alcance, contribuyendo especialmente a la defensa antisuperficie y antisubmarina de la fuerza. n Ataques selectivos a tierra con misiles crucero de gran alcance. n Infiltración de fuerzas especiales; evacuación de no combatientes y rescate en ambientes hostiles. n Minado ofensivo y detección de minas para su autodefensa. n Apoyo de fuerzas desembarcadas en operaciones donde no se quiera arriesgar a unidades de superficie propias, debido a la presencia de sistemas de defensa de costa, baterías costeras o aviación de ataque. n Vigilancia, reconocimiento y alerta con sensores de distintas clases, para actuar tanto en la protección de una fuerza naval o desembarcada, como en apoyo de otras fuerzas, así como en operaciones especiales de reconocimiento y en las que se realizan en aguas jurisdiccionales y están destinadas a ayudar a las funciones de seguridad que desarrolla la Armada [/QUOTE]
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