Testimonios de combates/eyecciones en Malvinas obtenidos por la dra<o></o>
Rosana Guber (1/2)
(Ph.D. y M.A. en Antropología (Johns Hopkins University, Estados Unidos) y máster en Ciencias Sociales (FLACSO, Buenos Aires). Investigadora del CONICET-Argentina, directora del Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social IDES, Argentina, y coordinadora académica de la Maestría en Antropología Social IDES/IDAES, Universidad Nacional de General San Martín.)
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J.Piuma, Mayor en 1982, integraba como segundo numeral la escuadrilla de Dagger «Laucha», dirigida por Donadille el 21 de mayo. La misión acabó con la eyección de los tres aviadores, Donadille, Piuma y el Primer Teniente Senn, y también con su rescate. En su relato, Piuma anudó las cualidades del cazador, con la unidad hombre/aeronave, el carácter supremo de la tarea, el sentido de sus padecimientos y de la misión aérea en Malvinas.<o></o>
... yo era una persona de mediana edad, tenía 38 años. Y aparte con una vida plena. ¿Por qué plena? Porque el proyecto de vida que tiene uno, en mi caso es muy sencillo: había tenido una niñez muy feliz, una juventud muy feliz, haberme casado, tener hijos, haber llevado un matrimonio espléndido, tenía todas las cosas que uno en la vida lo atan.
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Cuando llega una situación límite en que uno decide vivir o morir, porque esa es la situación que yo viví internamente, ahí es donde empiezan una serie de cuestionamientos [...] Yo me había presentado de voluntario, no tenía obligación de volar. Y fue una decisión propia. O sea, no hubo ningún estímulo externo, compulsivo, que a mí me obligara a volar. Sí hubo estímulos externos en cuanto a lo que es el sentido del deber, el prestigio, la posición ante el resto de los hombres, ante mis subordinados [...]
(pero) hubo cosas mucho más importantes: eran mi formación, es decir, el sentido del honor, el sentido de Patria, de saber que se peleaba por una causa justa, a mi entender Malvinas era un pedazo de mi tierra, y sin haber recibido una educación sistemática sobre Malvinas en casa y en el colegio
[...] quizás puede haber sido algo subliminal que me haya entrado, pero no tuve ninguna duda que debía morir. Sí tuve muchas dudas de lo que iba a dejar [...] y lo que deja uno en definitiva es a sus hijos y a su mujer, y en esa prioridad [...] los hijos, porque son los más desamparados, son los que más necesitarían teóricamente el apoyo de su padre. [...] Y apoyado sin ninguna duda por una mujer con la que había sido inmensamente feliz [...] yo tenía mucho que perder, tenía chicos chiquitos, era muy feliz, y una mujer que había compartido plenamente mi vida, en estos casi 20 años de casados.<o> </o>
Primero los instintos y los lazos primarios; Malvinas es entrañable y sentida como propia, no por la «educación sistemática» sino por un proceso inexplicable, ¿«subliminal»? Piuma expresa más claramente que no fue la escuela la que lo hizo reconocer a Malvinas como una causa intrínseca de su persona. Tampoco los deberes institucionales, concebidos como «estímulos externos». Este «sentido» llega a contraponerse a los otros «sentidos» de padre y esposo, y plantean una disyuntiva: la defensa de uno puede redundar en la desprotección de otros.<o> </o>
[...] y después cuando usted está inmerso en la guerra está el otro conflicto: el por qué de la muerte. ¿Por qué voy a morir por esta causa? Bueno, macanudo: supera el problema de su mujer y de sus hijos, y después si la Patria se justifica. Y entro en otro conflicto. Es como si va escalando valores y empieza a pensar de que hay un motivo por el que se vive y se muere. Y que en mi caso yo paso por este mundo, yo soy un hombre de fe, digamos, católico practicante, y bueno, me sujeté sobre todo a Dios y si Dios me había puesto en esa situación creo que era el momento de entregar mi alma o sea que estaba decidido a pelear [...] yo creo que nadie le tiene miedo a la muerte o nadie le tiene miedo a nada en la medida que va conociendo el camino, […] había un camino que podía ser un camino de salvación y que todos … vamos a morir. Y ahora me tocaba a mí, en ese momento si es que Dios lo quería. […] la guerra para mí fue una experiencia espiritual por encima de la estrictamente profesional.<o></o>
La sujeción a Dios resuelve los dilemas familia-Malvinas, Patria o Vida, y se transforma en el supremo sentido de la vida y la muerte, convirtiendo al vivir y al morir en un mismo proceso de El. Dios da sentido al comienzo y el fin poniendo a quienes pasan con fe por este mundo ante una prueba divina.<o>
</o> Una vez entendido esto, el hombre se resigna a su destino porque sabe que a lo largo del camino y en su culminación está Dios. Por eso los pilotos tienen la costumbre de encomendarse a Dios y a la Virgen María al partir en sus misiones.<o>
</o> Piuma recuerda su situación de combate como cumplimiento de esta prueba y entrega superior.<o>
</o> […] a mí me derriban en una situación límite de mi avión: iba a casi 950 kilómetros por hora al borde de la velocidad del sonido y a muy baja altura en un Mirage. Entro en un combate aéreo con un Harrier, una PAC, y me alcanza un misil. El avión explota, por supuesto me doy cuenta que me voy a quemar vivo y salgo del avión y me eyecto,<o>
</o> [...] (entonces tuve el) grave problema de salir bastante malherido. Tuve traumatismo de torax, hundimiento de esternón, pérdida de conocimiento, pérdida de visión del ojo izquierdo, fractura de dos vértebras lumbares cuarta y quinta, tobillo derecho. Eso al caer. Caí en tierra.<o>
</o> Me despierto y en segundos mi primera reacción es tocarme la cara con las manos y veo que las tengo muy ensangrentadas: tenía sangre en la boca, el casco se había volado, la máscara también, [...] el paladar sangraba mucho y mi primer reacción es invocarlo a Dios. Digo: -Dios mío, Dios mío, ¿qué me ha pasado? Miro el sol, miro la naturaleza, el paisaje de Malvinas me pareció bárbaro y me sentí haber revivido. Y lo primero que hago es besar la tierra.<o>
</o> Y ahí paso minutos, horas, no sé, meditando, hasta que escucho ruido de unas aves. Caí en un cerro, había un arroyo abajo, estaban tomando agua unos patos salvajes. Entonces al ver el agua me da una desesperación por tomar y ahí me arrastro y llego; me anima mucho haber tomado agua, eso me permite a mí inclusive controlarme, estaba muy ansioso, estaba muy inquieto, quería buscar un refugio, quería vendarme, quería tomar agua, quería caminar [...] estaba bastante dolorido pero el dolor incluso lo supera […/] en la medida que tiene posibilidades de seguir viviendo. Yo quería seguir viviendo, yo rezaba mucho, le pedía a Dios que me diera otra oportunidad para seguir viviendo, que yo le iba a responder.<o>
</o> El reconocimiento de la jerarquía verdadera, la que rige sobre el piloto que tanto se acerca al cielo en su autosuficiencia técnica y cazadora, se pone a prueba en el...
Continua
Rosana Guber (1/2)
(Ph.D. y M.A. en Antropología (Johns Hopkins University, Estados Unidos) y máster en Ciencias Sociales (FLACSO, Buenos Aires). Investigadora del CONICET-Argentina, directora del Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social IDES, Argentina, y coordinadora académica de la Maestría en Antropología Social IDES/IDAES, Universidad Nacional de General San Martín.)
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J.Piuma, Mayor en 1982, integraba como segundo numeral la escuadrilla de Dagger «Laucha», dirigida por Donadille el 21 de mayo. La misión acabó con la eyección de los tres aviadores, Donadille, Piuma y el Primer Teniente Senn, y también con su rescate. En su relato, Piuma anudó las cualidades del cazador, con la unidad hombre/aeronave, el carácter supremo de la tarea, el sentido de sus padecimientos y de la misión aérea en Malvinas.<o></o>
... yo era una persona de mediana edad, tenía 38 años. Y aparte con una vida plena. ¿Por qué plena? Porque el proyecto de vida que tiene uno, en mi caso es muy sencillo: había tenido una niñez muy feliz, una juventud muy feliz, haberme casado, tener hijos, haber llevado un matrimonio espléndido, tenía todas las cosas que uno en la vida lo atan.
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Cuando llega una situación límite en que uno decide vivir o morir, porque esa es la situación que yo viví internamente, ahí es donde empiezan una serie de cuestionamientos [...] Yo me había presentado de voluntario, no tenía obligación de volar. Y fue una decisión propia. O sea, no hubo ningún estímulo externo, compulsivo, que a mí me obligara a volar. Sí hubo estímulos externos en cuanto a lo que es el sentido del deber, el prestigio, la posición ante el resto de los hombres, ante mis subordinados [...]
(pero) hubo cosas mucho más importantes: eran mi formación, es decir, el sentido del honor, el sentido de Patria, de saber que se peleaba por una causa justa, a mi entender Malvinas era un pedazo de mi tierra, y sin haber recibido una educación sistemática sobre Malvinas en casa y en el colegio
[...] quizás puede haber sido algo subliminal que me haya entrado, pero no tuve ninguna duda que debía morir. Sí tuve muchas dudas de lo que iba a dejar [...] y lo que deja uno en definitiva es a sus hijos y a su mujer, y en esa prioridad [...] los hijos, porque son los más desamparados, son los que más necesitarían teóricamente el apoyo de su padre. [...] Y apoyado sin ninguna duda por una mujer con la que había sido inmensamente feliz [...] yo tenía mucho que perder, tenía chicos chiquitos, era muy feliz, y una mujer que había compartido plenamente mi vida, en estos casi 20 años de casados.<o> </o>
Primero los instintos y los lazos primarios; Malvinas es entrañable y sentida como propia, no por la «educación sistemática» sino por un proceso inexplicable, ¿«subliminal»? Piuma expresa más claramente que no fue la escuela la que lo hizo reconocer a Malvinas como una causa intrínseca de su persona. Tampoco los deberes institucionales, concebidos como «estímulos externos». Este «sentido» llega a contraponerse a los otros «sentidos» de padre y esposo, y plantean una disyuntiva: la defensa de uno puede redundar en la desprotección de otros.<o> </o>
[...] y después cuando usted está inmerso en la guerra está el otro conflicto: el por qué de la muerte. ¿Por qué voy a morir por esta causa? Bueno, macanudo: supera el problema de su mujer y de sus hijos, y después si la Patria se justifica. Y entro en otro conflicto. Es como si va escalando valores y empieza a pensar de que hay un motivo por el que se vive y se muere. Y que en mi caso yo paso por este mundo, yo soy un hombre de fe, digamos, católico practicante, y bueno, me sujeté sobre todo a Dios y si Dios me había puesto en esa situación creo que era el momento de entregar mi alma o sea que estaba decidido a pelear [...] yo creo que nadie le tiene miedo a la muerte o nadie le tiene miedo a nada en la medida que va conociendo el camino, […] había un camino que podía ser un camino de salvación y que todos … vamos a morir. Y ahora me tocaba a mí, en ese momento si es que Dios lo quería. […] la guerra para mí fue una experiencia espiritual por encima de la estrictamente profesional.<o></o>
La sujeción a Dios resuelve los dilemas familia-Malvinas, Patria o Vida, y se transforma en el supremo sentido de la vida y la muerte, convirtiendo al vivir y al morir en un mismo proceso de El. Dios da sentido al comienzo y el fin poniendo a quienes pasan con fe por este mundo ante una prueba divina.<o>
</o> Una vez entendido esto, el hombre se resigna a su destino porque sabe que a lo largo del camino y en su culminación está Dios. Por eso los pilotos tienen la costumbre de encomendarse a Dios y a la Virgen María al partir en sus misiones.<o>
</o> Piuma recuerda su situación de combate como cumplimiento de esta prueba y entrega superior.<o>
</o> […] a mí me derriban en una situación límite de mi avión: iba a casi 950 kilómetros por hora al borde de la velocidad del sonido y a muy baja altura en un Mirage. Entro en un combate aéreo con un Harrier, una PAC, y me alcanza un misil. El avión explota, por supuesto me doy cuenta que me voy a quemar vivo y salgo del avión y me eyecto,<o>
</o> [...] (entonces tuve el) grave problema de salir bastante malherido. Tuve traumatismo de torax, hundimiento de esternón, pérdida de conocimiento, pérdida de visión del ojo izquierdo, fractura de dos vértebras lumbares cuarta y quinta, tobillo derecho. Eso al caer. Caí en tierra.<o>
</o> Me despierto y en segundos mi primera reacción es tocarme la cara con las manos y veo que las tengo muy ensangrentadas: tenía sangre en la boca, el casco se había volado, la máscara también, [...] el paladar sangraba mucho y mi primer reacción es invocarlo a Dios. Digo: -Dios mío, Dios mío, ¿qué me ha pasado? Miro el sol, miro la naturaleza, el paisaje de Malvinas me pareció bárbaro y me sentí haber revivido. Y lo primero que hago es besar la tierra.<o>
</o> Y ahí paso minutos, horas, no sé, meditando, hasta que escucho ruido de unas aves. Caí en un cerro, había un arroyo abajo, estaban tomando agua unos patos salvajes. Entonces al ver el agua me da una desesperación por tomar y ahí me arrastro y llego; me anima mucho haber tomado agua, eso me permite a mí inclusive controlarme, estaba muy ansioso, estaba muy inquieto, quería buscar un refugio, quería vendarme, quería tomar agua, quería caminar [...] estaba bastante dolorido pero el dolor incluso lo supera […/] en la medida que tiene posibilidades de seguir viviendo. Yo quería seguir viviendo, yo rezaba mucho, le pedía a Dios que me diera otra oportunidad para seguir viviendo, que yo le iba a responder.<o>
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