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Un año en la antartida
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<blockquote data-quote="cawan 5" data-source="post: 786739" data-attributes="member: 7736"><p>La acción Argentina en el Antártico</p><p></p><p></p><p>La acción de nuestra patria en esas latitudes a partir del siglo pasado no hace mas que confirmar lo que bien puede llamarse "vocación austral argentina" que, basándose en indudables títulos de soberanía de diversos caracteres, se afirma muy especialmente en los históricos.</p><p></p><p>En efecto, ya la España del siglo XV consideraba los territorios antárticos como propios, basada en los conocidos términos de la Bula "Inter Caetara" del año 1493; y en los del posterior tratado de Tordesillas, que fijaba los límites entre España y Portugal y que exacta y curiosamente establece: "...que signale... una raya o línea derecha de Polo a Polo, conviene a saber, del Polo Ártico al Polo Antártico".</p><p></p><p>Estas tierras integraron por lo tanto el Virreinato del Río de la Plata y fueron ocupadas hasta donde era posible y hasta donde podía exigirlos el derecho de gentes de la época.</p><p></p><p>En virtud de los principios generales que rigen la sucesión de los Estados, estas regiones pasaron a integrar el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que a lo largo del tiempo persistieron en perfeccionar el derecho que así habían recibido.</p><p></p><p>En tal sentido, las autoridades que se sucedieron a partir de 1810, tuvieron conciencia de la necesidad de continuar ocupando nuestro Sur.</p><p></p><p>Se inició de esta manera un proceso que duraría décadas con etapas de fundamental trascendencia, como la efectiva ocupación de nuestra descuidada Patagonia y el izamiento del Pabellón Nacional en la población más austral del mundo: Ushuaia.</p><p></p><p>Con esto, mucho se había hecho, pero faltaba aún llegar al confín más lejano de nuestro territorio.</p><p></p><p>Hasta el momento solo se había alcanzado el margen norte del pasaje de Drake o mar de Hoces, como fuera denominado primeramente por nuestros antepasados españoles.</p><p></p><p>Faltaba cumplir la última etapa: pasar a la otra margen, es decir, comenzar la ocupación de la Antártida.</p><p></p><p>Este trascendente paso tuvo principio de ejecución, cuando en 1904 el gobierno argentino ocupó las Islas Orcadas.</p><p></p><p>Fue éste el comienzo de la efectiva ocupación de lo que, por razones históricas, jurídicas, geográficas y geológicas hemos recibido en legítima herencia: la Antártida Argentina.</p><p></p><p>Los argentinos debemos recordar siempre que todas las etapas materializan la "marcha hacia el Sur" del país, y que esa "vocación austral" es empeño y propósito auténticamente argentino, no solo por el derecho que lo ampara, sino por el amor, la fe y el vigor con que se lo lleva a cabo.</p><p></p><p>Una epopeya rica en episodios de renunciamiento y heroísmo, de tenacidad y de grandeza, en la que algunos de sus hombres rindieron en holocausto sus vidas.</p><p></p><p>Una epopeya en la que todos, sin excepción, año tras año, ofrendan al país el sacrificio del riesgo permanente, el trabajo duro bajo condiciones climáticas y ambientales increíblemente rigurosas, en la soledad de esas inmensas vastedades y con la nostalgia de los seres queridos. </p><p></p><p>En ese blanco mundo fantasmagórico que no se ofrece mansamente a la conquista, sino que, por el contrario, solo se brinda a cambio de singular combate, es donde cada uno ha de arriesgar hasta su propia vida, dando de sí absolutamente todo, lejos de cualquier auxilio espiritual y material, sin la seguridad siquiera de que en su momento, como ha ocurrido tantas veces, los hielos implacables hagan posible el relevo de las dotaciones y con ello el anhelado retorno al hogar.</p><p></p><p>Así, desde hace años en una lucha constante con la violenta y sorpresiva acción de los elementos, los argentinos exploran y se adentran en el continente, dando término a cada misión con el parte lacónico y espartano de "misión cumplida", detrás del cual no pocas veces se esconden jornadas angustiosas e interminables de heroísmo.</p><p></p><p>Mas allá de expresión y ejercicio constante de la soberanía nacional en el Sector Antártico, los organismos competentes realizan durante todo el año en cada base antártica una intensa tarea científica, actividad programada y coordinada por la Dirección Nacional del Antártico, organismo creado con misión centralizadora del quehacer antártico argentino.</p><p></p><p>Todas estas tareas sirven no solo al país, sino también a la ciencia en general, y en consecuencia, a la humanidad. </p><p></p><p>Entre ellas cabe mencionar las exploraciones y reconocimientos aéreos, marítimos y terrestres, tendientes a penetrar cada vez mas en los secretos del área continental antártica, así como otra de singular valor, como relevamientos cartográficos, estudios hidrográficos y oceanográficos, glaciológicos y meteorológicos, observaciones ionosféricas y de geomagnetismo, estudios geológicos, geoquímicos y paleomagnéticos, de rayos cósmicos, investigaciones biológicas, estudios sobre fisiopatología del frío y, en general, sobre todos los aspectos de la naturaleza antártica.</p><p></p><p>Es una empresa constante, silenciosa y abnegada, digna por si sola de expresar con elocuencia la voluntad de grandeza, el impulso creador y la capacidad de proyección en el espacio y en el tiempo, de cualquier país de la Tierra. </p><p></p><p>De esta guerra pacífica, pero dura y sin cuartel, que se le libra para develar los misterios insondables del sexto continente, se beneficiará no solo la Argentina, sino la humanidad. Los argentinos podemos, entonces, sentirnos con justicia orgullosos de ello.<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 07:26 ---------- Previous post was at 07:22 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>QUIERO CONTAR UN SENTIMIENTO</p><p>por Edit Noemí Szteingolc de Rapisarda</p><p></p><p>Deseo expresar toda la emoción que viví en mi viaje tan ansiado a la Base Vicecomodoro Marambio de la Fuerza Aérea Argentina, efectuado entre el 3 y el 5 de enero de 2008. Quizás las personas que ya la conocen pueden entender un sentimiento antes y después de visitar y colaborar en la Base Marambio. En primera instancia yo no podía ir, porque solamente habían 7 plazas, pero gracias a la gentileza del “amigo” Comodoro Osvaldo Marchesini,- hoy podemos decirlo sinceramente con mi esposo- y a su gestión ahí estaba yo anotada dentro del grupo que viajaría para trabajar en el primer Simulacro en la historia de la Base. Se me asignó la tarea de efectuar fotografías para documentar el acontecimiento y espero haber cumplido bien la misma. La sorpresa fue viajar en un avión militar de gran porte y más grande cuando tuvimos que compartir el viaje con un invitado especial, un helicóptero. Así viajamos, primero hasta Río Gallegos, en la Provincia de Santa Cruz, como escala previa al cruce del océano para arribar a nuestro preciado destino. Toda una experiencia inolvidable, tanto como cuando llegamos a la Base Marambio, tan grande fue mi sorpresa, alegría y emoción a la vez, sí todo junto, algo que se siente sólo una sola vez en la vida. El recibimiento cálido del personal, como así también ver flamear nuestra bandera en ese lugar, rodeado de la inmensidad de los hielos y saber que es parte de nuestra Argentina, custodiada por argentinos. “Argentinos con mayúsculas”, porque se merecen todo el reconocimiento y el respeto de nuestra parte por la difícil tarea que realizan. Tuvimos una bienvenida a cargo del Jefe de la Base, Vicecomodoro Valladares que nos expresó su sentimiento y alegría en recibirnos para cumplir con nuestra misión. Una misión que nos hizo sentir más camaradas que nunca con la gente de la Base y médicos del Hospital Tornú a cargo del Dr. Rapisarda ( mi esposo, con quién comparto mi vida y sus aventuras con el único afán de enseñar y aprender con su segundo amor la medicina ), el Dr. Romero, Dr. Setton ( el anestesiólogo que ayudo a nacer a mi hija menor, amigo y compañero de locuras de mi esposo ), Dr. Alcalde y Dr. Etchenique, junto a los Bomberos de la Policía Federal, Diego Coria y Gustavo Varela Gómez, todos quienes trabajaron brazo a brazo con el personal de Fuerza Aérea durante toda la corta noche antártica para lograr su cometido, sellando a partir de esta experiencia un sólido lazo de amistad. Hoy quiero agradecer a todos los que anónimamente cuidan de nosotros y nuestra soberanía, que por un año dejan de ver a sus familias y siguen adelante. A todos los que hacen Patria, porque allí en medio de la inmensidad flamea una bandera argentina, y de esa manera nos hacen sentir orgullosos de pertenecer a este gran país y sentirme así más argentina que nunca. Gracias por su sacrificio, Soldados de la Patria.</p><p></p><p>Enero de 2008<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 07:27 ---------- Previous post was at 07:26 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>UN DÍA EN LAS ORCADAS</p><p>por el Sr. Carlos Guillermo CANOSA</p><p></p><p>El día 29 de enero de 2007, como integrante de la Dotación 2007 llegué a Orcadas junto a mis compañeros de la FAA, el Suboficial Principal Luis FRANCO (Geomagnetista) y el Suboficial Auxiliar Raúl AMAYA (Jefe de Estación Meteorológica).</p><p>No bien desembarcamos nos abocamos con los integrantes de la dotación anterior a las tareas específicas. Prácticamente a las dos semanas ya nos habíamos hecho cargo plenamente de las tareas inherentes a nuestra actividad. ¿Cómo es un día en la Base?</p><p></p><p>Todos los días aclara muy temprano (en verano), alrededor de las 3:30 de la mañana y las actividades empiezan a las 7:00 con un desayuno rápido, continuando las tareas de la especialidad (esas no se detienen nunca, ya que meteorología esta activa las 24 horas del día, los 365 días del año). Al mediodía almuerzo. Lo único que puede hacer variar la rutina es si tenés turno de guardia de base, que consiste en recorrer la misma por los generadores de la usina cada 3 horas para reponerles combustible y tomar nota de una serie de parámetros que sirven a su mantenimiento técnico, luego hay que recorrer el depósito de víveres y las cámaras frigoríficas y los depósitos de las calderas, todo esto cada tres horas.</p><p>A la noche cenamos, la verdad, se come muy bien. Los sábados a la tarde es día de limpieza general y cada uno de nosotros tiene asignado un sector de la casa principal, aparte de su lugar de trabajo diario. Además hay que mantener actualizados los papeles necesarios de nuestra actividad específica. En fin, como se verá, trabajo no falta, pero por lo que vislumbro hay que tratar de no caer en lo rutinario. No nos podemos quejar por que tenemos una muy buena biblioteca, televisión a través de DirecTV e Internet. Hay también para jugar al pool y al metegol. Y también está la posibilidad de caminar un poco, pero no hay mucho por donde hacerlo por el exterior de la base. Es un terreno bastante difícil, tapizado de piedras. Y lo que nunca pensé es lo mucho que se extraña la luz del sol, ya que si hemos tenido desde que llegamos el 29 de enero, cuatro o cinco horas de luz de sol es mucho. El resto de los días ha estado completamente nublado.</p><p></p><p>En lo personal, siento un gran orgullo por estar en esta base decana, la más antigua de la Argentina y del continente antártico. Uno aprecia el esfuerzo de todos nuestros antecesores que nos marcaron el camino, que se sacrificaron dejando algunos hasta su vida. A veces uno siente la tentación de quejarse, sea por lo que sea, pero debemos mirar cómo vivían ellos, nuestros antecesores. Omond House, construida totalmente en piedra (la primer casa antártica) no se puede comparar con las comodidades que gozamos hoy día.</p><p></p><p>Aquí todo se potencia, los sentimientos marchan a todo vapor por dentro de uno. Empecé a apreciar en toda su dimensión la importancia de la familia, que al tenerla siempre al lado nuestro damos por descontado muchas cosas, todo el cariño y contención que nos brinda, los amigos, su presencia en espíritu en estas islas tan agrestes pero hermosas. Se sienten raras sensaciones, orgullo como exprese antes y una gran carga, un escalofrío recorre también el cuerpo al tomar conciencia que de miles de millones de habitantes del planeta, formamos parte del grupo de esos miles de afortunados en conocer y trabajar en estas tierras. Luego, si todo sale bien, nuestros hombres quedarán grabados para siempre en los listados de las dotaciones permanentes que aquí invernaron.</p><p></p><p>Al caminar por la isla Laurie (lugar de asiento de la base) sobre todo en las noches, no me canso de admirar esta belleza tan extraña que posee, la paz que se siente al estar lejos de nuestro mundo tan globalizado que tenemos. Se toma conciencia real sobre como debe uno comportarse en sociedad; nuestra pequeña sociedad que integramos con los hombres de la Armada. Cada uno debe cumplir con su deber, pero también debe realizar tareas que hacen al bien común, como por ejemplo el "hacer agua", la limpieza, el apoyarse el uno en el otro y valorar fundamentalmente entre nosotros la tarea que cada uno realiza en función de aportar al funcionamiento común de esta, nuestra pequeña sociedad.</p><p></p><p>También al observar la fauna que es natural de la isla, no deja de asombrarme la cantidad de lobos marinos, pingüinos, etc. que se observan, sus comportamientos. Se siente la naturaleza a pleno, su fuerza y provoca en mi una sensación de paz y bienestar el grito de los lobos marinos y el efecto de eco causado por rebotar contra los cerros colindantes de esta base.</p><p></p><p>Con estas reflexiones he querido relatar, espero que medianamente bien, un día de vida en las islas Orcadas del Sur.</p><p></p><p>SPV I Guillermo CANOSA</p><p>Observador Meteorológico FAA<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 07:28 ---------- Previous post was at 07:27 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>SIMBA, EL INCREÍBLE DESTINO DE UN PERRO ANTÁRTICO</p><p>por Suboficial Principal (R) Expedicionario al Desierto Blanco Miguel Amado ACOSTA</p><p>Integrante de la tripulación de los aviones que alcanzaron el Polo Sur el 3 de noviembre de 1965)</p><p></p><p>Era medianoche de sábado a mediados del mes de noviembre del año 1962. Estábamos reunidos en el comedor la dotación de la Base Conjunta Teniente Matienzo y los tripulantes del Douglas DC-3 TA-33 a la cual yo pertenecía. Por motivos de las altas temperaturas reinantes, la nieve estaba blanda y nos impedía continuar viaje a la Base General Belgrano como lo teníamos previsto.</p><p></p><p>A esa hora ya había empezado el infaltable campeonato de truco y canasta, una repetida forma de compartir algunas horas en la aislada y lejana Antártida. Matienzo era en sus comienzos una precaria Base y una de sus falencias, la falta de baño en su interior. Los integrantes debían salir al exterior, a una letrina cercana a la casa habitación y montada sobre grietas, al costado del nunatak, que es una afloración de arenilla y lava volcánica en el medio de la gran barrera de hielo que bordea el oeste del mar de Weddell.</p><p></p><p>-Haceme un par de manos- dice Musso, jugador de una mesa de truco, se levanta rápido de su silla dirigiéndose a la puerta, agregando -voy al baño-. Salió al exterior y retornó al salón y a voz de cuello repetía ¡un perro!, ¡un perro que esta allí en la puerta! Si, respondía a los incrédulos, ¡es un animal grandote!</p><p></p><p>Nadie quedó en su lugar, algunos salieron como estaban, con ropas livianas, otros mas precavidos corrieron al dormitorio a buscar un abrigo, con ellos venían los que estaban ya acostados a esa hora, no queriendo perderse la novedad.</p><p></p><p>A metros de la puerta estaba parado el can, a cada integrante que salía lo miraba y hasta dejaba que lo acariciaran. Su pelo era de un negro azabache con pecho, patas, hocico y puntos blancos en su cabeza pequeña que brillaba al reflejo de la luz ubicada a la entrada de la casa. Hizo unos giros, y al no salir el humano que esperaba dio unos cortos pasos hacia atrás, se dio vuelta y busco la nieve blanda a un costado del taller, sitio en el cual se acostó mirando para la casa habitación. Adentro se hacían ya, todos los comentarios, -Si dijo Juan Carlos, es un perro de 4 años aproximadamente, de inmediato escuchamos a Julio que decía haber leído el hombre de Simba que estaba grabado en la chapita colgada del collar y agregaba que era de cuero y tenía una hebilla de metal inoxidable.</p><p></p><p>No hay dudas, es un perro de trineos aseguraba Bustamante, un sargento de nuestro Ejército que integró años antes dotaciones de la Base Esperanza; él nos contaba detalles de maromas y trineos totalmente desconocidos para los "aeronáuticos" allí reunidos.</p><p></p><p>Como decía al comienzo de este recuerdo canino, estábamos en esa Base haciendo escala para posteriormente ir a la lejana Belgrano y desde allí llegar al Polo Sur Geográfico.</p><p></p><p>Para apoyar nuestro vuelo los observadores meteorológicos de la península antártica daba un parte a horario del tiempo, posteriormente era transmitido desde Matienzo al Servicio Meteorológico Nacional, allí el doctor Hoffmann y el licenciado Komar entre otros calificados pronosticadores de esos tiempo, nos brindaban la información, que daba a las operaciones aéreas en esas latitudes, mucha confiabilidad.</p><p></p><p>Demás está decir, que en esos contactos a horario con todas las Bases, se les informaba la aparición de Simba, preguntándoles si era de su pertenencia. En los siguientes enlaces las contestaciones fueron NO, que no tenían perro o que en su dotación nunca tuvieron uno llamado así. Todos se sorprendían como nosotros y agregaban observaciones y preguntas cuyas respuestas no podíamos dar ni suponer.</p><p></p><p>Al día siguiente un hermoso día de sol, todos los integrantes se levantaron preguntando por el nuevo pensionista y la contestación de que por allí anda, los dejaba tranquilos; más de uno pensaba que Simba descansaría y seguiría su ruta, que Matienzo sólo era una escala.</p><p></p><p>No fue así, por suerte para todos se quedó y dio muestras de haber aceptado los mimos del cocinero, que empezó a separar su ración como si fuera un integrante más de la dotación.</p><p></p><p>A los días siguientes dos integrantes de la estación inglesa Hope Bay (Bahía Esperanza) vecina a nuestra Base Esperanza, vinieron como siempre lo hacían cuando pasaban hacia el sur, o recorrían la zona. Les hicieron la obligada pregunta sobre Simba. Visiblemente sorprendido John, un escocés con todas sus características y muy conocido por los argentinos, ya que llevaba en Antártida casi tres años, dijo que ese animal era de su dotación, agregando apurado, color y datos que no dejaban dudas a sus interlocutores de que se trataba del mismo animal. Continuó diciendo que en el mes de agosto en pleno invierno, realizaron una travesía desde su Base a la península de Jason. Se hacía de noche cuando su perro guía cayó en una grieta. Vanos fueron los intentos de rescate, porque el animal se desplazó hacia un costado del pozo y quedó encajado en los hielos que se entrecruzaban entre las dos paredes y no hubo más opción que cortar la cuerda de tiro que lo sostenía; un interminable alarido y sordos ruidos fue lo último que se escuchó del perro guía. También dijo que le costó mucho serenar a los otros canes y pronto tuvieron que buscar un lugar para pernoctar en las inmediaciones de cabo Longing. Al día siguiente volvieron a la zona del accidente y no encontraron ninguna señal de Simba.</p><p></p><p>Continuaron su ruta al suroeste en busca de un refugio instalado por nuestro Ejército años anteriores en las inmediaciones de cabo Desengaño, que les sirvió de apoyo.</p><p></p><p>Argentina, como miembro del Tratado Antártico, había aceptado instalar refugios, identificar su posición geográfica y comunicarlos al Tratado para que fuese utilizado en caso de emergencia por cualquier eventual visitante; en ese refugio, contó John, se instalaron hasta que pasó la tormenta que se abatió en la región por esos días.</p><p></p><p>Me imagino los momentos difíciles que pasó Simba a partir de que le cortaron la cuerda que lo sostenía. Seguramente rodó hacia la profundidad, con todo lo que se puede uno imaginar, nieve, oscuridad, puntas de hielo, golpes por todos lados y quizás no tan profundo, el balcón salvador que lo contuvo y le permitió permanecer allí el tiempo necesario para reponerse de las lastimaduras y magullones de la caída.</p><p></p><p>Durante el mes de agosto los días son muy cortitos; a Simba lo rodearon entonces muchas horas de total oscuridad, con ruidos de hielos quebrándose, dejando su intuición alterada por peligros existentes, que él vivía a partir de la rotura de ése frágil puente, que no pudo detectar como perro guía porque le escapaba a otras grietas que quedaban a su costado.</p><p></p><p>A los tiempos y apuro por salir de esa peligrosa posición, Simba los dominó totalmente, se quedó con su hambre y sed hasta los días siguientes en que por alguna hendija de la grieta se filtró un hilo de luz, que le regaló la esperanza de alcanzar la superficie que hacia ya varias días esperaba.</p><p></p><p>Seguramente a Simba lo acompañaba la suerte, esa que le proveyó el balcón que contuvo su caída, también le arrimó algún distraído pingüino o quizá, un pichón de foca que disparado de algún predador, se subió naturalmente al balcón permitiendo que, de esa manera, repusiera energías y le diera tiempo a explorar lugares para finalmente conseguir su auto liberación.</p><p></p><p>Pasaron bastantes días o quizás semanas para alcanzar la superficie y cuando lo hizo ya no había trineos ni maromas, corrió de un lado a otro, pero en esa solitaria llanura de nueve y hielo a nadie encontró.</p><p></p><p>Buscó con su instinto regresara al norte pero en esas, para él interminables semanas, los canales antárticos estaban descongelados y se quedó en las orillas. Allí no le faltó comida para disfrutar de su bien ganada libertad. Esas intenciones de ir al norte las terminó descartando y buscó en el sur signos de vida, que fueron los que lo llevaron finalmente a Matienzo en aquella madrugada de noviembre.</p><p></p><p>El primer día de diciembre (1962) por fin se dieron las condiciones y pudimos despegar rumbo a la Base Ellsworth, una vieja base antártica operada por el Instituto Antártico Argentino, vecina de la Base Belgrano.</p><p></p><p>La satisfacción de poder decolar y continuar con nuestro vuelo al Polo Sur iba acompañado de un eterno reconocimiento a la ayuda que nos brindaron los integrantes de la Base Matienzo con todos sus medios disponibles.</p><p></p><p>Tengo en la memoria una postal de los integrantes levantando los brazos despidiéndose, y a su costado el Simba ya convertido en mascota, mirando sorprendido, por los ruidos de los motores nunca antes escuchados.</p><p></p><p>De la forma más imprevista se interrumpió nuestro vuelo; en el despegue se nos incendió el avión; por suerte todos salimos con vida de ese infierno, las pérdidas fueron totales y, con esa desazón inexplicable del accidente, nos encontramos en lo más austral del mar de Weddell y a miles de kilómetros de nuestra Base El Palomar.</p><p></p><p>La Base Ellsworth donde estábamos se cerraba en forma definitiva en pocos días más; ya estaba navegando para allá el viejo rompehielos General San Martín Q4 a retirar su dotación; nos agregaron a la lista de pasajeros y a fin de año estábamos retornando en forma jamás pensada.</p><p></p><p>En una larga travesía, entre témpanos y aguas crespas, nos arrimó este noble (Sapo) como llamaban cariñosamente al rompehielos, a las inmediaciones de la Base Esperanza donde nos esperaba el buque de transporte Bahía Aguirre, estacionado y refugiado en una caleta de la zona, para llevarnos posteriormente a Ushuaia; en él compartí el camarote con Juan Carlos, recientemente reemplazado en la Base Matienzo; después de los saludos, la pregunta del accidente del Douglas y sus pormenores, fueron las primeras palabras y cuando le conté los detalles solo dejaba escapar de su boca: "Negro, tuvieron suerte, no lo puedo creer".</p><p></p><p>Casi de inmediato luego de recordar nuestras familias que pronto veríamos me contó lo ansioso que estaba por volver con los suyos y sobre todo ver a su querida novia; yo le decía que en pocos días atrás había nacido mi hijo Roberto Miguel y que estaba loco por conocerlo. Empezamos una ronda de mate y allí me contó su última tarea extra, ya que había sido él, el encargado de llevar a la costa y subir a cubierta al perro Simba y entregarlo en Esperanza a sus dueños. Fue para mí una sorpresa que me hacía vivir la Antártida que tanto había soñado conocer.</p><p></p><p>Digo sorpresa porque me contaba que los ingleses al enterarse de la aparición de su perro guía, pidieron que se lo devolvieran; los argentinos lo hicieron en la primera oportunidad que tuvieron. No fue fácil para Juan Carlos trasladar a Simba, necesitó construir con cuerdas de nylon un improvisado bozal, porque con tarascones y mordiscos pretendía defender su libertad.</p><p></p><p>Las personas que van a la Antártida por lo general vuelven a ella si se presenta la oportunidad. No fui la excepción, me propusieron integrar la dotación de Matienzo para el año 1965 y por supuesto acepté. Mi traslado se hizo en un vuelo del recordado Douglas TA-05 "El Montañés" visitante seguido de la Antártida en esos tiempos. Era septiembre de 1964 y al arribo a la conocida Base Matienzo, veo junto a las personas que nos recibían, parado, mi conocido Simba...¡no lo podía creer!</p><p></p><p>El post vuelo y pernocte tiene sus tareas, que compartí con los tripulantes del avión y mientras las realizaba pensaba y me preguntaba: ¿que hace aquí este perro?</p><p></p><p>Se sumó a las tareas un voluntario: Gerardo, fotógrafo de la Base y mientras enfundábamos los motores, contestó mi pregunta sobre Simba. -Hace unos meses vino una patrulla de ingleses que iba hacia el sur y nos trajo de regalo a su ex perro guía. Las explicaciones del porqué tomaron la decisión según dijeron, era que durante la ausencia para ellos definitiva, formaron a otro perro que lo reemplazaba precisamente en esos momento y les pareció que un destino mejor no tendrían para darle a "un joven perro jubilado", también agregaron que Simba tenía los vicios que le dio su odisea, no reconocía ni amos ni gritos y quizá por allí estaba la razón de llevarlo de regalo a Matienzo, indudablemente fue lo mejor que podían hacer con este hermoso animal.</p><p></p><p>A partir de su llegada fue totalmente independiente; dormía en el exterior, a la casa habitación entraba si lo obligaban, pero a los minutos pedía salir, porque no toleraba la calefacción. Al taller lo visitaba espaciadamente, no había calefacción, pero el ruido del motor diesel del generador eléctrico allí instalado le molestaba. Un promontorio de piedras pequeñas era su lugar preferido, desde el cual observaba el movimiento de las personas que entraban y salían de la casa habitación. Era acompañante obligado de cualquier integrante que realizaba trabajos en el exterior.</p><p></p><p>Todos nos sentíamos su mejor amigo, pero no había duda que Simba le regalaba su preferencia al cocinero y a él le brindaba sus mejores coletazos. Nunca lo escuché ladrar, aullar o quejarse y dudo que alguna vez lo hiciere.</p><p></p><p>Los temporales que son un clásico en la región, los pasaba echadito, con la cabeza casi escondida en sus blancas patas como su pechera; tuvimos ese año vientos huracanados que rondaron los 300 kilómetros por hora y él a la intemperie, por supuesto que cuando amainaba el viento, alguien salía a darle su comida que religiosamente Aderito, el cocinero, le preparaba, y de paso lo hacía mover para que no se le pegara la nieve a su cuerpo.</p><p></p><p>Dos aviones Beaver basados en Matienzo realizaban vuelos fotográficos y de avistajes de témpanos que habitualmente se desprenden de la gran barrera, entre otras misiones. Cuando los mecánicos y pilotos concurrían a la zona donde, para protegerlos de los fuertes vientos, se enterraban en la nieve los pequeños aviones, Simba salía tras ellos y se ubicaba en las inmediaciones presenciando los preparativos del vuelo.</p><p></p><p>Producido el despegue él se echaba sobre la nieve removida y permanecía allí mientras duraba el vuelo; los tiempos a veces eran prolongados y él se quedaba hasta el retorno de los aviones y cuando bajaba el último tripulante, se daba vuelta y volvía a la casa. Lo llamábamos varias veces, pero nunca retornó; agachaba la cabeza y daba la sensación que ya había cumplido su tarea y abandonaba la zona. Esa era su rutina, así vivió el año 1965. Al siguiente año cambiaron los hombres y continuó su forma de vida; otros cambios de hombres se sucedieron en 1967 y Simba fue perdiendo salud; la artrosis en las patas lo hacían caminar con dificultar, pero sus hábitos no cambiaban demasiado.</p><p></p><p>Se había agregado a la casa habitación una ampliación para que los integrantes dejaran los abrigos y las botas impregnadas de nieve y hielo, allí no había calefacción y a ese lugar finalmente lo terminó aceptando para pernoctar.</p><p></p><p>A principios del año 1968 trajeron de la Base Esperanza una perrita que llamaron Zulma, y lo acompañó por un tiempo. Su condición de macho se vio frustrada porque sus patas no lo sostenían, cuando su compañera se puso en celo no pudo aparearse. Las intenciones para que quedaran descendientes no se dieron; eso lo contaba Jorge, integrante ese año de la dotación, además nos relató como fue su fin. Una mañana de ese año (1968) lo encontraron muerto; nadie escuchó ningún ruido ni queja; allí quedó dormido para siempre, lo enterraron en la zona alta del nunatak, donde él eligió vivir aquella noche de noviembre de 1962.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="cawan 5, post: 786739, member: 7736"] La acción Argentina en el Antártico La acción de nuestra patria en esas latitudes a partir del siglo pasado no hace mas que confirmar lo que bien puede llamarse "vocación austral argentina" que, basándose en indudables títulos de soberanía de diversos caracteres, se afirma muy especialmente en los históricos. En efecto, ya la España del siglo XV consideraba los territorios antárticos como propios, basada en los conocidos términos de la Bula "Inter Caetara" del año 1493; y en los del posterior tratado de Tordesillas, que fijaba los límites entre España y Portugal y que exacta y curiosamente establece: "...que signale... una raya o línea derecha de Polo a Polo, conviene a saber, del Polo Ártico al Polo Antártico". Estas tierras integraron por lo tanto el Virreinato del Río de la Plata y fueron ocupadas hasta donde era posible y hasta donde podía exigirlos el derecho de gentes de la época. En virtud de los principios generales que rigen la sucesión de los Estados, estas regiones pasaron a integrar el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que a lo largo del tiempo persistieron en perfeccionar el derecho que así habían recibido. En tal sentido, las autoridades que se sucedieron a partir de 1810, tuvieron conciencia de la necesidad de continuar ocupando nuestro Sur. Se inició de esta manera un proceso que duraría décadas con etapas de fundamental trascendencia, como la efectiva ocupación de nuestra descuidada Patagonia y el izamiento del Pabellón Nacional en la población más austral del mundo: Ushuaia. Con esto, mucho se había hecho, pero faltaba aún llegar al confín más lejano de nuestro territorio. Hasta el momento solo se había alcanzado el margen norte del pasaje de Drake o mar de Hoces, como fuera denominado primeramente por nuestros antepasados españoles. Faltaba cumplir la última etapa: pasar a la otra margen, es decir, comenzar la ocupación de la Antártida. Este trascendente paso tuvo principio de ejecución, cuando en 1904 el gobierno argentino ocupó las Islas Orcadas. Fue éste el comienzo de la efectiva ocupación de lo que, por razones históricas, jurídicas, geográficas y geológicas hemos recibido en legítima herencia: la Antártida Argentina. Los argentinos debemos recordar siempre que todas las etapas materializan la "marcha hacia el Sur" del país, y que esa "vocación austral" es empeño y propósito auténticamente argentino, no solo por el derecho que lo ampara, sino por el amor, la fe y el vigor con que se lo lleva a cabo. Una epopeya rica en episodios de renunciamiento y heroísmo, de tenacidad y de grandeza, en la que algunos de sus hombres rindieron en holocausto sus vidas. Una epopeya en la que todos, sin excepción, año tras año, ofrendan al país el sacrificio del riesgo permanente, el trabajo duro bajo condiciones climáticas y ambientales increíblemente rigurosas, en la soledad de esas inmensas vastedades y con la nostalgia de los seres queridos. En ese blanco mundo fantasmagórico que no se ofrece mansamente a la conquista, sino que, por el contrario, solo se brinda a cambio de singular combate, es donde cada uno ha de arriesgar hasta su propia vida, dando de sí absolutamente todo, lejos de cualquier auxilio espiritual y material, sin la seguridad siquiera de que en su momento, como ha ocurrido tantas veces, los hielos implacables hagan posible el relevo de las dotaciones y con ello el anhelado retorno al hogar. Así, desde hace años en una lucha constante con la violenta y sorpresiva acción de los elementos, los argentinos exploran y se adentran en el continente, dando término a cada misión con el parte lacónico y espartano de "misión cumplida", detrás del cual no pocas veces se esconden jornadas angustiosas e interminables de heroísmo. Mas allá de expresión y ejercicio constante de la soberanía nacional en el Sector Antártico, los organismos competentes realizan durante todo el año en cada base antártica una intensa tarea científica, actividad programada y coordinada por la Dirección Nacional del Antártico, organismo creado con misión centralizadora del quehacer antártico argentino. Todas estas tareas sirven no solo al país, sino también a la ciencia en general, y en consecuencia, a la humanidad. Entre ellas cabe mencionar las exploraciones y reconocimientos aéreos, marítimos y terrestres, tendientes a penetrar cada vez mas en los secretos del área continental antártica, así como otra de singular valor, como relevamientos cartográficos, estudios hidrográficos y oceanográficos, glaciológicos y meteorológicos, observaciones ionosféricas y de geomagnetismo, estudios geológicos, geoquímicos y paleomagnéticos, de rayos cósmicos, investigaciones biológicas, estudios sobre fisiopatología del frío y, en general, sobre todos los aspectos de la naturaleza antártica. Es una empresa constante, silenciosa y abnegada, digna por si sola de expresar con elocuencia la voluntad de grandeza, el impulso creador y la capacidad de proyección en el espacio y en el tiempo, de cualquier país de la Tierra. De esta guerra pacífica, pero dura y sin cuartel, que se le libra para develar los misterios insondables del sexto continente, se beneficiará no solo la Argentina, sino la humanidad. Los argentinos podemos, entonces, sentirnos con justicia orgullosos de ello.[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 07:26 ---------- Previous post was at 07:22 ----------[/SIZE] [/COLOR]QUIERO CONTAR UN SENTIMIENTO por Edit Noemí Szteingolc de Rapisarda Deseo expresar toda la emoción que viví en mi viaje tan ansiado a la Base Vicecomodoro Marambio de la Fuerza Aérea Argentina, efectuado entre el 3 y el 5 de enero de 2008. Quizás las personas que ya la conocen pueden entender un sentimiento antes y después de visitar y colaborar en la Base Marambio. En primera instancia yo no podía ir, porque solamente habían 7 plazas, pero gracias a la gentileza del “amigo” Comodoro Osvaldo Marchesini,- hoy podemos decirlo sinceramente con mi esposo- y a su gestión ahí estaba yo anotada dentro del grupo que viajaría para trabajar en el primer Simulacro en la historia de la Base. Se me asignó la tarea de efectuar fotografías para documentar el acontecimiento y espero haber cumplido bien la misma. La sorpresa fue viajar en un avión militar de gran porte y más grande cuando tuvimos que compartir el viaje con un invitado especial, un helicóptero. Así viajamos, primero hasta Río Gallegos, en la Provincia de Santa Cruz, como escala previa al cruce del océano para arribar a nuestro preciado destino. Toda una experiencia inolvidable, tanto como cuando llegamos a la Base Marambio, tan grande fue mi sorpresa, alegría y emoción a la vez, sí todo junto, algo que se siente sólo una sola vez en la vida. El recibimiento cálido del personal, como así también ver flamear nuestra bandera en ese lugar, rodeado de la inmensidad de los hielos y saber que es parte de nuestra Argentina, custodiada por argentinos. “Argentinos con mayúsculas”, porque se merecen todo el reconocimiento y el respeto de nuestra parte por la difícil tarea que realizan. Tuvimos una bienvenida a cargo del Jefe de la Base, Vicecomodoro Valladares que nos expresó su sentimiento y alegría en recibirnos para cumplir con nuestra misión. Una misión que nos hizo sentir más camaradas que nunca con la gente de la Base y médicos del Hospital Tornú a cargo del Dr. Rapisarda ( mi esposo, con quién comparto mi vida y sus aventuras con el único afán de enseñar y aprender con su segundo amor la medicina ), el Dr. Romero, Dr. Setton ( el anestesiólogo que ayudo a nacer a mi hija menor, amigo y compañero de locuras de mi esposo ), Dr. Alcalde y Dr. Etchenique, junto a los Bomberos de la Policía Federal, Diego Coria y Gustavo Varela Gómez, todos quienes trabajaron brazo a brazo con el personal de Fuerza Aérea durante toda la corta noche antártica para lograr su cometido, sellando a partir de esta experiencia un sólido lazo de amistad. Hoy quiero agradecer a todos los que anónimamente cuidan de nosotros y nuestra soberanía, que por un año dejan de ver a sus familias y siguen adelante. A todos los que hacen Patria, porque allí en medio de la inmensidad flamea una bandera argentina, y de esa manera nos hacen sentir orgullosos de pertenecer a este gran país y sentirme así más argentina que nunca. Gracias por su sacrificio, Soldados de la Patria. Enero de 2008[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 07:27 ---------- Previous post was at 07:26 ----------[/SIZE] [/COLOR]UN DÍA EN LAS ORCADAS por el Sr. Carlos Guillermo CANOSA El día 29 de enero de 2007, como integrante de la Dotación 2007 llegué a Orcadas junto a mis compañeros de la FAA, el Suboficial Principal Luis FRANCO (Geomagnetista) y el Suboficial Auxiliar Raúl AMAYA (Jefe de Estación Meteorológica). No bien desembarcamos nos abocamos con los integrantes de la dotación anterior a las tareas específicas. Prácticamente a las dos semanas ya nos habíamos hecho cargo plenamente de las tareas inherentes a nuestra actividad. ¿Cómo es un día en la Base? Todos los días aclara muy temprano (en verano), alrededor de las 3:30 de la mañana y las actividades empiezan a las 7:00 con un desayuno rápido, continuando las tareas de la especialidad (esas no se detienen nunca, ya que meteorología esta activa las 24 horas del día, los 365 días del año). Al mediodía almuerzo. Lo único que puede hacer variar la rutina es si tenés turno de guardia de base, que consiste en recorrer la misma por los generadores de la usina cada 3 horas para reponerles combustible y tomar nota de una serie de parámetros que sirven a su mantenimiento técnico, luego hay que recorrer el depósito de víveres y las cámaras frigoríficas y los depósitos de las calderas, todo esto cada tres horas. A la noche cenamos, la verdad, se come muy bien. Los sábados a la tarde es día de limpieza general y cada uno de nosotros tiene asignado un sector de la casa principal, aparte de su lugar de trabajo diario. Además hay que mantener actualizados los papeles necesarios de nuestra actividad específica. En fin, como se verá, trabajo no falta, pero por lo que vislumbro hay que tratar de no caer en lo rutinario. No nos podemos quejar por que tenemos una muy buena biblioteca, televisión a través de DirecTV e Internet. Hay también para jugar al pool y al metegol. Y también está la posibilidad de caminar un poco, pero no hay mucho por donde hacerlo por el exterior de la base. Es un terreno bastante difícil, tapizado de piedras. Y lo que nunca pensé es lo mucho que se extraña la luz del sol, ya que si hemos tenido desde que llegamos el 29 de enero, cuatro o cinco horas de luz de sol es mucho. El resto de los días ha estado completamente nublado. En lo personal, siento un gran orgullo por estar en esta base decana, la más antigua de la Argentina y del continente antártico. Uno aprecia el esfuerzo de todos nuestros antecesores que nos marcaron el camino, que se sacrificaron dejando algunos hasta su vida. A veces uno siente la tentación de quejarse, sea por lo que sea, pero debemos mirar cómo vivían ellos, nuestros antecesores. Omond House, construida totalmente en piedra (la primer casa antártica) no se puede comparar con las comodidades que gozamos hoy día. Aquí todo se potencia, los sentimientos marchan a todo vapor por dentro de uno. Empecé a apreciar en toda su dimensión la importancia de la familia, que al tenerla siempre al lado nuestro damos por descontado muchas cosas, todo el cariño y contención que nos brinda, los amigos, su presencia en espíritu en estas islas tan agrestes pero hermosas. Se sienten raras sensaciones, orgullo como exprese antes y una gran carga, un escalofrío recorre también el cuerpo al tomar conciencia que de miles de millones de habitantes del planeta, formamos parte del grupo de esos miles de afortunados en conocer y trabajar en estas tierras. Luego, si todo sale bien, nuestros hombres quedarán grabados para siempre en los listados de las dotaciones permanentes que aquí invernaron. Al caminar por la isla Laurie (lugar de asiento de la base) sobre todo en las noches, no me canso de admirar esta belleza tan extraña que posee, la paz que se siente al estar lejos de nuestro mundo tan globalizado que tenemos. Se toma conciencia real sobre como debe uno comportarse en sociedad; nuestra pequeña sociedad que integramos con los hombres de la Armada. Cada uno debe cumplir con su deber, pero también debe realizar tareas que hacen al bien común, como por ejemplo el "hacer agua", la limpieza, el apoyarse el uno en el otro y valorar fundamentalmente entre nosotros la tarea que cada uno realiza en función de aportar al funcionamiento común de esta, nuestra pequeña sociedad. También al observar la fauna que es natural de la isla, no deja de asombrarme la cantidad de lobos marinos, pingüinos, etc. que se observan, sus comportamientos. Se siente la naturaleza a pleno, su fuerza y provoca en mi una sensación de paz y bienestar el grito de los lobos marinos y el efecto de eco causado por rebotar contra los cerros colindantes de esta base. Con estas reflexiones he querido relatar, espero que medianamente bien, un día de vida en las islas Orcadas del Sur. SPV I Guillermo CANOSA Observador Meteorológico FAA[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 07:28 ---------- Previous post was at 07:27 ----------[/SIZE] [/COLOR]SIMBA, EL INCREÍBLE DESTINO DE UN PERRO ANTÁRTICO por Suboficial Principal (R) Expedicionario al Desierto Blanco Miguel Amado ACOSTA Integrante de la tripulación de los aviones que alcanzaron el Polo Sur el 3 de noviembre de 1965) Era medianoche de sábado a mediados del mes de noviembre del año 1962. Estábamos reunidos en el comedor la dotación de la Base Conjunta Teniente Matienzo y los tripulantes del Douglas DC-3 TA-33 a la cual yo pertenecía. Por motivos de las altas temperaturas reinantes, la nieve estaba blanda y nos impedía continuar viaje a la Base General Belgrano como lo teníamos previsto. A esa hora ya había empezado el infaltable campeonato de truco y canasta, una repetida forma de compartir algunas horas en la aislada y lejana Antártida. Matienzo era en sus comienzos una precaria Base y una de sus falencias, la falta de baño en su interior. Los integrantes debían salir al exterior, a una letrina cercana a la casa habitación y montada sobre grietas, al costado del nunatak, que es una afloración de arenilla y lava volcánica en el medio de la gran barrera de hielo que bordea el oeste del mar de Weddell. -Haceme un par de manos- dice Musso, jugador de una mesa de truco, se levanta rápido de su silla dirigiéndose a la puerta, agregando -voy al baño-. Salió al exterior y retornó al salón y a voz de cuello repetía ¡un perro!, ¡un perro que esta allí en la puerta! Si, respondía a los incrédulos, ¡es un animal grandote! Nadie quedó en su lugar, algunos salieron como estaban, con ropas livianas, otros mas precavidos corrieron al dormitorio a buscar un abrigo, con ellos venían los que estaban ya acostados a esa hora, no queriendo perderse la novedad. A metros de la puerta estaba parado el can, a cada integrante que salía lo miraba y hasta dejaba que lo acariciaran. Su pelo era de un negro azabache con pecho, patas, hocico y puntos blancos en su cabeza pequeña que brillaba al reflejo de la luz ubicada a la entrada de la casa. Hizo unos giros, y al no salir el humano que esperaba dio unos cortos pasos hacia atrás, se dio vuelta y busco la nieve blanda a un costado del taller, sitio en el cual se acostó mirando para la casa habitación. Adentro se hacían ya, todos los comentarios, -Si dijo Juan Carlos, es un perro de 4 años aproximadamente, de inmediato escuchamos a Julio que decía haber leído el hombre de Simba que estaba grabado en la chapita colgada del collar y agregaba que era de cuero y tenía una hebilla de metal inoxidable. No hay dudas, es un perro de trineos aseguraba Bustamante, un sargento de nuestro Ejército que integró años antes dotaciones de la Base Esperanza; él nos contaba detalles de maromas y trineos totalmente desconocidos para los "aeronáuticos" allí reunidos. Como decía al comienzo de este recuerdo canino, estábamos en esa Base haciendo escala para posteriormente ir a la lejana Belgrano y desde allí llegar al Polo Sur Geográfico. Para apoyar nuestro vuelo los observadores meteorológicos de la península antártica daba un parte a horario del tiempo, posteriormente era transmitido desde Matienzo al Servicio Meteorológico Nacional, allí el doctor Hoffmann y el licenciado Komar entre otros calificados pronosticadores de esos tiempo, nos brindaban la información, que daba a las operaciones aéreas en esas latitudes, mucha confiabilidad. Demás está decir, que en esos contactos a horario con todas las Bases, se les informaba la aparición de Simba, preguntándoles si era de su pertenencia. En los siguientes enlaces las contestaciones fueron NO, que no tenían perro o que en su dotación nunca tuvieron uno llamado así. Todos se sorprendían como nosotros y agregaban observaciones y preguntas cuyas respuestas no podíamos dar ni suponer. Al día siguiente un hermoso día de sol, todos los integrantes se levantaron preguntando por el nuevo pensionista y la contestación de que por allí anda, los dejaba tranquilos; más de uno pensaba que Simba descansaría y seguiría su ruta, que Matienzo sólo era una escala. No fue así, por suerte para todos se quedó y dio muestras de haber aceptado los mimos del cocinero, que empezó a separar su ración como si fuera un integrante más de la dotación. A los días siguientes dos integrantes de la estación inglesa Hope Bay (Bahía Esperanza) vecina a nuestra Base Esperanza, vinieron como siempre lo hacían cuando pasaban hacia el sur, o recorrían la zona. Les hicieron la obligada pregunta sobre Simba. Visiblemente sorprendido John, un escocés con todas sus características y muy conocido por los argentinos, ya que llevaba en Antártida casi tres años, dijo que ese animal era de su dotación, agregando apurado, color y datos que no dejaban dudas a sus interlocutores de que se trataba del mismo animal. Continuó diciendo que en el mes de agosto en pleno invierno, realizaron una travesía desde su Base a la península de Jason. Se hacía de noche cuando su perro guía cayó en una grieta. Vanos fueron los intentos de rescate, porque el animal se desplazó hacia un costado del pozo y quedó encajado en los hielos que se entrecruzaban entre las dos paredes y no hubo más opción que cortar la cuerda de tiro que lo sostenía; un interminable alarido y sordos ruidos fue lo último que se escuchó del perro guía. También dijo que le costó mucho serenar a los otros canes y pronto tuvieron que buscar un lugar para pernoctar en las inmediaciones de cabo Longing. Al día siguiente volvieron a la zona del accidente y no encontraron ninguna señal de Simba. Continuaron su ruta al suroeste en busca de un refugio instalado por nuestro Ejército años anteriores en las inmediaciones de cabo Desengaño, que les sirvió de apoyo. Argentina, como miembro del Tratado Antártico, había aceptado instalar refugios, identificar su posición geográfica y comunicarlos al Tratado para que fuese utilizado en caso de emergencia por cualquier eventual visitante; en ese refugio, contó John, se instalaron hasta que pasó la tormenta que se abatió en la región por esos días. Me imagino los momentos difíciles que pasó Simba a partir de que le cortaron la cuerda que lo sostenía. Seguramente rodó hacia la profundidad, con todo lo que se puede uno imaginar, nieve, oscuridad, puntas de hielo, golpes por todos lados y quizás no tan profundo, el balcón salvador que lo contuvo y le permitió permanecer allí el tiempo necesario para reponerse de las lastimaduras y magullones de la caída. Durante el mes de agosto los días son muy cortitos; a Simba lo rodearon entonces muchas horas de total oscuridad, con ruidos de hielos quebrándose, dejando su intuición alterada por peligros existentes, que él vivía a partir de la rotura de ése frágil puente, que no pudo detectar como perro guía porque le escapaba a otras grietas que quedaban a su costado. A los tiempos y apuro por salir de esa peligrosa posición, Simba los dominó totalmente, se quedó con su hambre y sed hasta los días siguientes en que por alguna hendija de la grieta se filtró un hilo de luz, que le regaló la esperanza de alcanzar la superficie que hacia ya varias días esperaba. Seguramente a Simba lo acompañaba la suerte, esa que le proveyó el balcón que contuvo su caída, también le arrimó algún distraído pingüino o quizá, un pichón de foca que disparado de algún predador, se subió naturalmente al balcón permitiendo que, de esa manera, repusiera energías y le diera tiempo a explorar lugares para finalmente conseguir su auto liberación. Pasaron bastantes días o quizás semanas para alcanzar la superficie y cuando lo hizo ya no había trineos ni maromas, corrió de un lado a otro, pero en esa solitaria llanura de nueve y hielo a nadie encontró. Buscó con su instinto regresara al norte pero en esas, para él interminables semanas, los canales antárticos estaban descongelados y se quedó en las orillas. Allí no le faltó comida para disfrutar de su bien ganada libertad. Esas intenciones de ir al norte las terminó descartando y buscó en el sur signos de vida, que fueron los que lo llevaron finalmente a Matienzo en aquella madrugada de noviembre. El primer día de diciembre (1962) por fin se dieron las condiciones y pudimos despegar rumbo a la Base Ellsworth, una vieja base antártica operada por el Instituto Antártico Argentino, vecina de la Base Belgrano. La satisfacción de poder decolar y continuar con nuestro vuelo al Polo Sur iba acompañado de un eterno reconocimiento a la ayuda que nos brindaron los integrantes de la Base Matienzo con todos sus medios disponibles. Tengo en la memoria una postal de los integrantes levantando los brazos despidiéndose, y a su costado el Simba ya convertido en mascota, mirando sorprendido, por los ruidos de los motores nunca antes escuchados. De la forma más imprevista se interrumpió nuestro vuelo; en el despegue se nos incendió el avión; por suerte todos salimos con vida de ese infierno, las pérdidas fueron totales y, con esa desazón inexplicable del accidente, nos encontramos en lo más austral del mar de Weddell y a miles de kilómetros de nuestra Base El Palomar. La Base Ellsworth donde estábamos se cerraba en forma definitiva en pocos días más; ya estaba navegando para allá el viejo rompehielos General San Martín Q4 a retirar su dotación; nos agregaron a la lista de pasajeros y a fin de año estábamos retornando en forma jamás pensada. En una larga travesía, entre témpanos y aguas crespas, nos arrimó este noble (Sapo) como llamaban cariñosamente al rompehielos, a las inmediaciones de la Base Esperanza donde nos esperaba el buque de transporte Bahía Aguirre, estacionado y refugiado en una caleta de la zona, para llevarnos posteriormente a Ushuaia; en él compartí el camarote con Juan Carlos, recientemente reemplazado en la Base Matienzo; después de los saludos, la pregunta del accidente del Douglas y sus pormenores, fueron las primeras palabras y cuando le conté los detalles solo dejaba escapar de su boca: "Negro, tuvieron suerte, no lo puedo creer". Casi de inmediato luego de recordar nuestras familias que pronto veríamos me contó lo ansioso que estaba por volver con los suyos y sobre todo ver a su querida novia; yo le decía que en pocos días atrás había nacido mi hijo Roberto Miguel y que estaba loco por conocerlo. Empezamos una ronda de mate y allí me contó su última tarea extra, ya que había sido él, el encargado de llevar a la costa y subir a cubierta al perro Simba y entregarlo en Esperanza a sus dueños. Fue para mí una sorpresa que me hacía vivir la Antártida que tanto había soñado conocer. Digo sorpresa porque me contaba que los ingleses al enterarse de la aparición de su perro guía, pidieron que se lo devolvieran; los argentinos lo hicieron en la primera oportunidad que tuvieron. No fue fácil para Juan Carlos trasladar a Simba, necesitó construir con cuerdas de nylon un improvisado bozal, porque con tarascones y mordiscos pretendía defender su libertad. Las personas que van a la Antártida por lo general vuelven a ella si se presenta la oportunidad. No fui la excepción, me propusieron integrar la dotación de Matienzo para el año 1965 y por supuesto acepté. Mi traslado se hizo en un vuelo del recordado Douglas TA-05 "El Montañés" visitante seguido de la Antártida en esos tiempos. Era septiembre de 1964 y al arribo a la conocida Base Matienzo, veo junto a las personas que nos recibían, parado, mi conocido Simba...¡no lo podía creer! El post vuelo y pernocte tiene sus tareas, que compartí con los tripulantes del avión y mientras las realizaba pensaba y me preguntaba: ¿que hace aquí este perro? Se sumó a las tareas un voluntario: Gerardo, fotógrafo de la Base y mientras enfundábamos los motores, contestó mi pregunta sobre Simba. -Hace unos meses vino una patrulla de ingleses que iba hacia el sur y nos trajo de regalo a su ex perro guía. Las explicaciones del porqué tomaron la decisión según dijeron, era que durante la ausencia para ellos definitiva, formaron a otro perro que lo reemplazaba precisamente en esos momento y les pareció que un destino mejor no tendrían para darle a "un joven perro jubilado", también agregaron que Simba tenía los vicios que le dio su odisea, no reconocía ni amos ni gritos y quizá por allí estaba la razón de llevarlo de regalo a Matienzo, indudablemente fue lo mejor que podían hacer con este hermoso animal. A partir de su llegada fue totalmente independiente; dormía en el exterior, a la casa habitación entraba si lo obligaban, pero a los minutos pedía salir, porque no toleraba la calefacción. Al taller lo visitaba espaciadamente, no había calefacción, pero el ruido del motor diesel del generador eléctrico allí instalado le molestaba. Un promontorio de piedras pequeñas era su lugar preferido, desde el cual observaba el movimiento de las personas que entraban y salían de la casa habitación. Era acompañante obligado de cualquier integrante que realizaba trabajos en el exterior. Todos nos sentíamos su mejor amigo, pero no había duda que Simba le regalaba su preferencia al cocinero y a él le brindaba sus mejores coletazos. Nunca lo escuché ladrar, aullar o quejarse y dudo que alguna vez lo hiciere. Los temporales que son un clásico en la región, los pasaba echadito, con la cabeza casi escondida en sus blancas patas como su pechera; tuvimos ese año vientos huracanados que rondaron los 300 kilómetros por hora y él a la intemperie, por supuesto que cuando amainaba el viento, alguien salía a darle su comida que religiosamente Aderito, el cocinero, le preparaba, y de paso lo hacía mover para que no se le pegara la nieve a su cuerpo. Dos aviones Beaver basados en Matienzo realizaban vuelos fotográficos y de avistajes de témpanos que habitualmente se desprenden de la gran barrera, entre otras misiones. Cuando los mecánicos y pilotos concurrían a la zona donde, para protegerlos de los fuertes vientos, se enterraban en la nieve los pequeños aviones, Simba salía tras ellos y se ubicaba en las inmediaciones presenciando los preparativos del vuelo. Producido el despegue él se echaba sobre la nieve removida y permanecía allí mientras duraba el vuelo; los tiempos a veces eran prolongados y él se quedaba hasta el retorno de los aviones y cuando bajaba el último tripulante, se daba vuelta y volvía a la casa. Lo llamábamos varias veces, pero nunca retornó; agachaba la cabeza y daba la sensación que ya había cumplido su tarea y abandonaba la zona. Esa era su rutina, así vivió el año 1965. Al siguiente año cambiaron los hombres y continuó su forma de vida; otros cambios de hombres se sucedieron en 1967 y Simba fue perdiendo salud; la artrosis en las patas lo hacían caminar con dificultar, pero sus hábitos no cambiaban demasiado. Se había agregado a la casa habitación una ampliación para que los integrantes dejaran los abrigos y las botas impregnadas de nieve y hielo, allí no había calefacción y a ese lugar finalmente lo terminó aceptando para pernoctar. A principios del año 1968 trajeron de la Base Esperanza una perrita que llamaron Zulma, y lo acompañó por un tiempo. Su condición de macho se vio frustrada porque sus patas no lo sostenían, cuando su compañera se puso en celo no pudo aparearse. Las intenciones para que quedaran descendientes no se dieron; eso lo contaba Jorge, integrante ese año de la dotación, además nos relató como fue su fin. Una mañana de ese año (1968) lo encontraron muerto; nadie escuchó ningún ruido ni queja; allí quedó dormido para siempre, lo enterraron en la zona alta del nunatak, donde él eligió vivir aquella noche de noviembre de 1962. [/QUOTE]
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Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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