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<blockquote data-quote="FloSof" data-source="post: 746272" data-attributes="member: 5836"><p><strong><em><u><span style="color: Navy">Vietnam, Conflicto Ideológico</span></u></em></strong></p><p><em><u>Puntualizaciones a un libro español sobre Vietnam</u></em></p><p></p><p>He encontrado esta recensió bibliografica escrita por Tomas Mestre, a finales de 1968. Interesante ver el punto de vista desde el momento.</p><p></p><p>INTRODUCCION</p><p>«El neo-colonialismo está llevando a sus últimos extremos y consecuencias un planteamiento que en la actualidad se presenta bajo esta forma de ultimátum: exterminio o sumisión » </p><p>Generalizar sobre este fenómeno del neocolonialismo acarrea riesgos, pero se va a una catástrofe cierta con ese tipo de simplificaciones. Si descendemos a situaciones neocoloniales veremos una y otra vez cómo cada una viene a convertirse en un caso per se; en todo caso no podemos tomar por prototipo a Vietnam y aplicarlo a los países en cuestión.</p><p>Tampoco es partidario de usar la artillería gruesa del «genocidio cultural » que el autor toma prestada de Sartre, para tratar cualquier Situación Colonial. El filósofo francés dice que «<em>la colonización no es una simple conquista; es necesariamente un genocidio cultural; no se puede colonizar sin liquidar sistemáticamente los rasgos particulares de la sociedad indígena a la vez que se impide a sus miembros la posibilidad de integrarse a la metrópoli, de aprovechar sus ventajas...</em>» </p><p>La colonización inglesa no adoptó la fórmula francesa llamada de la <strong>assimilation</strong>, pero en modo alguno ha liquidado por sistema de sociedades tales como las Indias, (o los holandeses, las Indonesias). Incluso su sistema de <strong>indirect rule</strong> ha consistido en aprovechar en grado extremo lo aprovechable de los colonizados, yuxtaponiéndoles lo metropolitano. </p><p></p><p>«Tanto el antiguo Celeste Imperio como el resto de la zona geográfica continental, se repartiría entre los países europeos, las grandes potencias del momento— (...) Holanda, etc. —que acuñaría en Asia un nuevo molde colonial» . El Celeste Imperio no fue repartido (aparte de Hong-Kong, Macao, Port Arthur..., sino sometido a esferas de influencia nunca bien delimitadas, a lo que se oponía la política de la «puerta abierta» americana, aun a nivel de ejercicio intelectual. No dio tiempo al reparto efectivo. Tampoco Siam, Afganistán o Irán, ni por supuesto Turquía, fueron repartidos; si se libraron no fue por gusto de los europeos, sino por constituir Estados tapones en zonas neurálgicas de fricción. Holanda no pisó colonialmente de una manera decisiva el continente.</p><p>Por su parte, Japón, potencia no europea, se anexionó Corea, y más adelante Manchuria.</p><p>«No hay ilustración histórica demostrativa de que una metrópoli haya renunciado mansamente a una colonia» .</p><p>Si «mansamente» lo elevamos a la enésima potencia, probablemente; si lo aceptamos con mansa exigencia, las ilustraciones históricas son lo suficientemente numerosas como para quebrar el aserto. Concretamente tenemos la masa de las colonias francesas y británicas en África, algunas veces para desgracia de los países emancipados (por ejemplo, los ex-Territorios de la Alta Comisaría Británica en el sur de África, hoy verdaderos «rehenes» de la República del Apartheid). El Mau Mau o el trauma argelino fueron excepciones en el continente, descartando el conglomerado blanquista del África austral. Igualmente Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica (caso extremo de la permutación de vencedores por vencidos y viceversa), pertenecen al grupo de la mansa emancipación.</p><p>«En Francia (...) la IV República (...) en lo colonial no cambia para nada la conducta de la III República: intransigencia y ceguera, con un solo objetivo: el dominio territorial sin la más mínima concesión administrativa de autonomía» . </p><p>El autor no recuerda la Constitución de 1946, creando la Unión Francesa, cuyas líneas se habían ya esbozado dos años antes. Refiriéndose a portugueses y holandeses, dice un autor: "... en la India, esta expansión por tierra no se había producido: el arranque de unos y otros había sido detenido por los fracasos sufridos en Europa (...). Además, los holandeses habían consagrado una parte de sus esfuerzos a destruir los establecimientos portugueses. Así no había habido, en la India, sino raros establecimientos costeros, encaminados por lo demás a una rápida decadencia". Pierre Meile, Histoire de linde, París, 1965 (p. 63). </p><p>Esto se refiere sobre la primera mitad del siglo XVII, mientras Roberto Mesa parece referirse al siglo XIX en cualquier caso. </p><p>El título dedicado a la Unión Francesa—el VIII—es el más largo de la Constitución; es la novedad, porque la Constitución anterior no decía nada sobre las colonias. </p><p>"La solución francesa de 1946 aparece en su conjunto grandemente revolucionaria y asimiladora, en el espíritu de la Revolución de 1789. El hecho estrepitoso es que hay un buen número de negros y de otros no europeos en el Parlamento francés. No se ve esto ni en Londres ni la Conferencia de Brazzaville; surgen los Estados asociados (protectorados) y las asambleas locales para las colonias, otorgándose a todos los habitantes la ciudadanía francesa; y se promulga para África la <em>Loi cadre</em> de 1956. Las cosas cambiaron con respecto a la anteguerra, aunque no cambiaran en la medida de lo deseable. (Una constitución que en el mismo 1946 había propuesto el Gobierno, más liberal en cuestiones coloniales, fue rechazada en un referéndum).</p><p>Hay comprender más los sucesos no-militares..</p><p>Es importante, el leer entre líneas los sucesos políticos, desde sus comienzos. Cada país europeo o cada estado-monárquico, tuvo con sus Colonias formas distintas de gobernarlas y explotarlas. Francia, como el resto, tuvo actitudes diferentes acorde a la región geográfica, y aun en forma agravante, las dos Guerras Mundiales, afectaron su <em>modus operandi</em>; en especial hacia el fin de la 2ªGM.</p><p>Y la pérdida del rumbo o navegar a rumbos variados pero sin Objetivos Nacionales, provocó los errores militares estratégicos. </p><p>A mi entender, (opinion personal) la ausencia del Gral.C. de Gaulle fue aprovechada por el líder Ho Chi Minh y su Staff (por los que lo felicito)</p><p>Tal cual sugieres, y a pesar que Ho Chi Minh era un comunista irreversible, una política de dependencia económica y asistencia social y apoyo militar, tendría tal vez, al idioma francés hoy, como segunda lengua y no hubiese precipitado el desastre americano en el Sudeste Asiático. Recordemos que Francia y de Gaulle no eran pro-yanquis..</p><p>]PRIMERA PARTE</p><p>«Las conversaciones culminan el día 6 de marzo de 1946 con la firma de los Acuerdos Sainteny-Ho Chi Minh, por el (sic) que Francia reconoce la independencia de Vietnam». No hubo tal Independencia. </p><p>Ho Chi Minh la había proclamado tras la retirada japonesa. Los franceses sólo reconocerían la República Democrática de Vietnam como un Estado libre dentro de la federación indochina y de la Unión Francesa, aunque poseyendo su propio cuerpo legislativo, ejército y finanzas. La Convención debía ratificarse por referéndum, entre otras condiciones, que no llegó a realizarse.</p><p>Las diferencias acerca del estatuto de Cochinchina (colonia, donde se situaban las mejores inversiones francesas) en relación al nuevo Estado (Annam y Tonkín, protectorados), para formar conjuntamente el Estado de Vietnam (los llamados «tres Kys»), no se resolvieron. Es cierto que Bidault encabezaba por entonces el Gobierno, pero también es cierto que de él forman parte los comunistas, que asistirán desde el poder central (París) a la renovación de las hostilidades, a la guerra de Indochina. Sería en mayo de 1947 que el P. C. francés sería echado del carro burgués, no se iría por su cuenta, y menos como protesta por el conflicto colonial. «Son (...) los años duros de la guerra fría y Francia se alinea completamente tras la dureza de la administración Truman». </p><p>La guerra fría es un fenómeno del que comenzó a hablarse a causa de su persistencia e intensidad <em>in crescendo</em>, aunque nadie puede precisar cuándo realmente se inició aunque sí por qué. Lo que es cierto es que en 1946 no había alcanzado dureza alguna (la doctrina Truman sería en 1947, el bloqueo de Berlín en 1948, la NAT0 en 1949 y Corea en 1950). De haber sido de aquel modo, ¿cómo iban a estar sentados juntos burgueses y comunistas hasta 1947? La lógica cronológica no es lo fuerte del autor, como demuestra reiteradamente. Lo curioso es que casi a la vuelta de la esquina afirma tranquilamente:</p><p>«... la guerra fría que iniciada en Europa, con el bloqueo de Berlín...», con lo cual se equivoca doblemente: objetivamente y consigo mismo.</p><p></p><p>Tampoco parece impresionarse el autor por menudencias, admitiendo datos sin verificarlos. Así cita al excelente Bernard Fall, para quien la guerra costaría a Francia «cerca de cuarenta y nueve millones de nuevos francos», equivalente a menos de diez millones de dólares. Con una suma décuplo el señor Villar Palasí colocó la primera piedra para un milagro en la Universidad española. La guerra costó varios centenares "de veces más, pero sin alcanzar las mil, por lo que no caben componendas por omisión.</p><p></p><p>La visita a Washington de De Lattre de Tassigny, Comandante en Jefe de las Fuerzas Francesas y Vietnamitas que combaten en Indochina, en septiembre de 1951, en busca de ayuda económica, hace suponer, «en consecuencia, que Francia admitía ya con todos sus efectos la internacionalización del conflicto » pero en la página siguiente, refiriéndose a principios de 1954, nos encontramos que «en una actuación desesperada, el Gobierno francés se decide por lo que hasta entonces se había negado rotundamente a reconocer: la total internacionalización del conflicto». Transcurren dos años y medio entre ambas frases. Más adelante oiremos algo categórico: «Podría afirmarse que el esfuerzo central de la diplomacia norteamericana en los años de la guerra franco-vietnamita se había centrado en la aceleración de la derrota francesa, llegando incluso, como ya vimos, a negar la ayuda militar sustantiva para la metrópoli en desgracia». No vimos nada. EE.UU., rehusó intervenir directamente cuando el asedio de Dien Bien Phu degeneraba, lo único que habría podido salvarlo. Incluso cuando el general Navarre parecía todavía controlar la aventura, es decir, antes de los furiosos asaltos del Vietminh, los altos dirigentes americanos tuvieron diversas conferencias con objeto de proveer medios para la defensa de la fortaleza y animar a los franceses para «evitar una paz negociada». La atmósfera se puso más tensa cuando la situación francesa comenzó a oscurecerse a mediados de marzo.</p><p></p><p>Cuando Dien Bien Phu cayó, ya la Conferencia de Ginebra estaba en marcha, durante la cual, y como consecuencia del desastre, Mendés-France fue llevado al poder. En las últimas fases de la guerra U. S. A. aumentó progresivamente su financiación. El propio autor indica que en 1954 «Estados Unidos había corrido con el 60 % de los gastos franceses, unos 950 millones de dólares». ¿En qué quedamos? (Aprovéchese la ocasión para comparar con aquellos «cuarenta y nueve millones de nuevos francos» que le costó a Francia el conflicto entero). Así, pues, si hubo viraje americano, fue en los últimos momentos, días, no «años»: fue en el transcurso de la propia Conferencia de Ginebra, como veremos luego, y aun así el viraje fue forzado, impuesto, no libremente aceptado e ideado.</p><p>Al autor le atraen las operaciones militares: «Francia (...) intentaba a finales de 1953 el esfuerzo final (...). El general Navarre ocupaba Dien Bien Phu, y desde allí (énfasis añadido), decidía lanzar la Operación Atalante (sic) (...) y el día 24 (sic) de enero de 1954 la Operación Atalante (sic) se ponía en marcha...» . No nos dice dónde está ni por qué se eligió Dien Bien Phu; tampoco explícita lo de la Operación Atalante (léase Atlante).</p><p></p><p>Ocurrió que el Vietminh había penetrado en el reino de Laos por aquella zona, y Navarre decidió ocupar aquella posición-fortaleza entre colinas, junto a la frontera laosiana y a poco más de un centenar de kilómetros de China. Sus intenciones eran tanto amenazar las comunicaciones de los invasores como constituir un foco de atracción para los guerrilleros con objeto de inducirlos a combatir en campo abierto y derrotarlos. Pero China (y Rusia), que habían concluido sus obligaciones militares en Corea, realizaron envíos masivos de armas y municiones. </p><p>El Vietminh acudió a la cita más pertrechada y numerosa de lo previsto, y el Imperio francés de Indochina tuvo su puntilla en esta ratonera.</p><p>«Atlante» fue un desembarco de diversión en Tuy Hoa, a mil cien kilómetros de Dien Bien Phu, lo que muestra con qué obsesión se aplicaban reglas bélicas clásicas a una guerra eminentemente informal. Y la Operación empezó el 21, no el 24 como apunta el autor. Otras operaciones parciales—como la Atlante—fueron Ardéches, Juan-Jura... El conjunto de todo ello, entre otros factores, era el «Plan Navarre».</p><p>Hay una fijación que deviene pivote clave en el pensamiento del autor.</p><p></p><p>Especulando sobre la no intervención americana en Dien Bien Phu, se decide por esta tesis entre las varias enumeradas: «, en último extremo, como los hechos se encargaron de demostrar inmediatamente, el Gobierno estadounidense había ya decidido hacerse cargo directamente del conflicto vietnamita, considerando totalmente desautorizado por sus gestiones fallidas, políticas y militares, al Gobierno francés». </p><p>Primero, los «hechos» no se encargaron de demostrar nada; Segundo, Foster Dulles y parte del alto Estado Mayor americano llegaron a ponderar peligrosamente la posibilidad de intervenir atómicamente en el momento álgido del asedio, lo que era absurdo si entraba en sus cálculos sustituir a los franceses; </p><p>Tercero, es precisamente por este período (12 de enero de 1954) que Dulles había anunciado formalmente su política de massive retaliation como doctrina de Estados Unidos; </p><p>Cuarto, si querían precipitar la débdcle francesa no tenían sino que disminuir o suprimir la financiación de la guerra, que en los últimos años pagó en gran parte el contribuyente americano.</p><p></p><p>No, los americanos, y eso es lo único que podemos extraer si los hechos y fuentes respetables sirven de algo, intentaron salvar lo salvable (el futuro «Sur») a falta de satisfacer su maximalismo, pero aun así metieron la pata como nunca en su historia.</p><p></p><p>En febrero de 1954 los «Cuatro Grandes», reunidos en Berlín, «decidían la celebración de una Conferencia en la ciudad de Ginebra cuya finalidad sería el restablecimiento de la paz en Corea y en Indochina» . La «paz», aunque sin tratado de paz (como con Alemania veintitrés años después de su derrota), se había restablecido en Corea en julio anterior; ahora se trataba de llegar a una solución definitiva para el dividido país. Subsidiariamente la Conferencia debería tratar de Indochina, para la cual se consiguió la paz en forma de alto el fuego, es decir, algo al estilo, de momento, de lo logrado en Corea el año precedente.</p><p>El autor no alcanza a vislumbrar el porqué una Conferencia, prevista para unos pocos días, primariamente convocada para arreglar el impasse coreano, lo que concluye es un arreglo para el conflicto abierto indochino y dura, con interrupciones, cerca de tres meses. Observa que los rusos estaban «impulsando la marcha hacia el restablecimiento inmediato de la paz», mientras que Estados Unidos, con «postura obstruccionista (...) incluso llegó a amenazar con retirarse de la mesa de negociaciones» . ¿Entonces? No son datos ni pistas lo que le faltan al autor.</p><p>Ocurrió que Mendés-France entró en escena en plena Conferencia, reemplazando a Bidault, «el hombre de las causas perdidas» ; el nuevo y genial político no es objeto siquiera de una palabra laudatoria por parte del autor. El paso del entonces político radical por el poder dejó larga estela en la desgraciada política exterior de la IV República. Fue un izquierdista investido por un voto masivo en una Asamblea dominada por la derecha. Hasta los comunistas votaron «sí». </p><p>Mendés-France planteó una originalidad: conseguir un acuerdo en Indochina para todo el 20 de julio (poco más de un mes) o dimitir; pero hizo constar no tan veladamente la posibilidad de enviar antes el grueso del Ejército metropolitano al Teatro de Operaciones. Y pocos días después de llegar a Ginebra, el nuevo primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores francés se entrevistaba privadamente con Chu Lai sin el visto bueno de los americanos. Fue, si se quiere, un gran chantajista. Me extiendo en este punto porque aclarará más cosas que el autor no indica por las razones que sean, probablemente porque los árboles le impiden ver el bosque, es decir, que el Conflicto Indochino le camufla los desarrollos de la gran política mundial. Porque pretender resolver esta penuria diciendo que «guerra fría, pérdida del monopolio nuclear y Revolución china, son, por tanto, los ejes que van a dinamizar las Relaciones Internacionales de la época» y «aportarían los factores resolutorios de cambio en la marcha del conflicto vietnamita » , aparte de ser una perogrullada, es una perogrullada incompleta.</p><p>Estaba a punto de cuajar por aquel entonces la Comunidad Europea de Defensa (C. E. D.). Rusia no puede permanecer cruzada de brazos ante el progresivo debilitamiento de Francia mientras se trabaja para la creación de un «Ejército Europeo» sin ingleses ni americanos, pero con alemanes.</p><p>Era lógico pensar que la reconstruida Alemania, libre de todo lastre y compromiso, sería la que llevaría la voz cantante. Y sabemos cómo se le corta, incluso ahora, el aliento al Gobierno soviético cuando hay por en medio el factor germano. De ahí la entente profunda entre De Gaulle y el Kremlin, porque este punto esencial y básico les une más que implícitamente: Alemania no debe constituir nunca más un peligro. En compensación, Moscú soporta resignado una serie de movimientos diplomáticos del Elíseo, que a la larga dañan más directamente a los intereses rusos que a los americanos. </p><p>Para Rusia, Francia constituye el único centinela alerta del campo occidental contra un rearme nuclear alemán.</p><p>Por eso Rusia presionó al Vietminh imparablemente victorioso no sólo a aceptar un compromiso, sino hasta la partición «provisional», a la altura del paralelo 17 y no otro más meridional. Y Mendés-Frances, conseguidos los Acuerdos de Ginebra, y antes de ser inmolado por la rutina parlamentaria, consiguió torpedear la nonata C. E. D., una institución inventada por los franceses y que el Bundestag había ya ratificado. Para los herederos de Stalin, París también valía una misa; y pudo maniobrarse así porque China aún estaba en el tratamiento de <em>sí-camarada-hermano-mayor,</em> es decir, que Moscú decidía por todos, incluidos los triunfantes vietnamitas, Y por si quedan dudas, he aquí al más especial de los <em>specialassistants</em> del presidente Eisenhower, digna de tenerse en cuenta:</p><p>«Los franceses eran opuestos a la Comunidad Europea de Defensa, porque no podían dejar de lado su natural aversión de construir una vez más el poder militar de Alemania... Con el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional, Eisenhower incrementó la participación americana del coste de la guerra de Indochina de 400 millones a 785 millones de dólares, o virtualmente la totalidad de los gastos de la operación militar francesa. Detrás de esta decisión estaba la esperanza de que, hacerse cargo del cheque de Indochina, ayudaría a ganar la aprobación del Tratado de la Comunidad Europea de Defensa en París» </p><p>El autor dice que los Acuerdos de la Conferencia de Ginebra «no [los] firmaron ni los representantes del Sur de Vietnam ni tampoco Estados Unidos» </p><p>Este punto es vital.</p><p>Lo que ni Washington ni Saigón firmaron fue la Declaración Final de la Conferencia, cuyo punto principal, el 7, entre otras cosas preveía elecciones generales para julio de 1956, que reunificaría el Norte y el Sur. Estados Unidos, pues, dejaron claramente sentados sus propósitos, sin que ni siquiera pueda imputárseles mala fe, tan descaradamente en la superficie estaban sus intenciones, a pesar del endorso verbal del subsecretario de Estado Walter Bedell Smith, hablando por la delegación americana . «En este contexto, los acontecimientos post-Ginebra en Vietnam del Sur siguieron un modelo previsible», comenta un autor americano bien <em>á gauche</em>, perteneciente a la llamada «escuela revisionista» de la guerra fría.</p><p>Si las potencias reunidas hubiesen sido consecuentes, especialmente las comunistas, no se hubieran levantado de la mesa de negociaciones sin conseguir las dos firmas, sin ambages, es decir, la americana y la otra. Con ello no justifico la necia política de la que se harían esclavos. Me limito a constatar hechos, y estos hechos gritan que Ginebra fue un escapismo para todos, en primer lugar para Francia, en segundo posiblemente para Rusia y en último lugar (los demás eran comparsas) para EE. UU. El Vietminh podía esperar mucho militarmente, y Francia nada, pero, debe repetirse, ni Ho Chi Minh ni Mao Tse Tung podían influir demasiado por aquellas lejanas fechas en los designios del Kremlin (aparte de que las posiciones de ambos líderes tampoco coincidían). Y los designios se nutren de prioridades, y éstas, para Moscú, llegado el caso, estarán en Europa—una forma de decir Alemania en tales circunstancias—y sus obsesiones hacia ella. En este sentido debe entenderse lo de comparsas, con la particularidad de que los representantes comunistas lo fueron de Moscú, mientras que los occidentales no lo fueron de Washington, como veremos.</p><p>Dicho esto parece inútil seguir adelante con el estudio de la famosa Declaración Final, como hace el autor y tantos otros, porque de lo que el mundo debería haberse maravillado no es de que los americanos actuasen en consecuencia con su actitud en Ginebra, sino de que a pesar de ella (no haber firmado la Declaración entre otras cosas) hubiesen aceptado las elecciones era su momento.</p><p></p><p>De la inmoralidad americana, suponiendo que la política admita tratamientos éticos, fue cómplice una inmoralidad colectiva: el de largarse de Ginebra sin haber conseguido un compromiso sobre bases sólidas y duraderas.</p><p></p><p>La Conferencia consiguió el alto el fuego, pero fue una conferencia que, más que en Yalta o Potsdam, pocos podían llamarse a engaño sobre el futuro: tan sobrados eran los datos para que no admitiesen especulaciones. Váyase a saber si las especulaciones soviéticas consistían en dejar el asunto en <em>statu quo</em>, es decir, petrificado, como ocurrió con Corea, y como tantos existen por el mundo. Parece que su filosofía fue la de peor. Pero a fines de los cincuentas salió a flote la pugna Moscú-Pekín y Hanoi supo que pudo contar con este factor, ausente en 1954. En todo caso la lucha en el Sur no comenzó prácticamente hasta tres o cuatro años después de haber vencido el plazo para las escrituradas y nunca celebradas elecciones.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="FloSof, post: 746272, member: 5836"] [B][I][U][COLOR="Navy"]Vietnam, Conflicto Ideológico[/COLOR][/U][/I][/B] [I][U]Puntualizaciones a un libro español sobre Vietnam[/U][/I] He encontrado esta recensió bibliografica escrita por Tomas Mestre, a finales de 1968. Interesante ver el punto de vista desde el momento. INTRODUCCION «El neo-colonialismo está llevando a sus últimos extremos y consecuencias un planteamiento que en la actualidad se presenta bajo esta forma de ultimátum: exterminio o sumisión » Generalizar sobre este fenómeno del neocolonialismo acarrea riesgos, pero se va a una catástrofe cierta con ese tipo de simplificaciones. Si descendemos a situaciones neocoloniales veremos una y otra vez cómo cada una viene a convertirse en un caso per se; en todo caso no podemos tomar por prototipo a Vietnam y aplicarlo a los países en cuestión. Tampoco es partidario de usar la artillería gruesa del «genocidio cultural » que el autor toma prestada de Sartre, para tratar cualquier Situación Colonial. El filósofo francés dice que «[i]la colonización no es una simple conquista; es necesariamente un genocidio cultural; no se puede colonizar sin liquidar sistemáticamente los rasgos particulares de la sociedad indígena a la vez que se impide a sus miembros la posibilidad de integrarse a la metrópoli, de aprovechar sus ventajas...[/i]» La colonización inglesa no adoptó la fórmula francesa llamada de la [b]assimilation[/b], pero en modo alguno ha liquidado por sistema de sociedades tales como las Indias, (o los holandeses, las Indonesias). Incluso su sistema de [b]indirect rule[/b] ha consistido en aprovechar en grado extremo lo aprovechable de los colonizados, yuxtaponiéndoles lo metropolitano. «Tanto el antiguo Celeste Imperio como el resto de la zona geográfica continental, se repartiría entre los países europeos, las grandes potencias del momento— (...) Holanda, etc. —que acuñaría en Asia un nuevo molde colonial» . El Celeste Imperio no fue repartido (aparte de Hong-Kong, Macao, Port Arthur..., sino sometido a esferas de influencia nunca bien delimitadas, a lo que se oponía la política de la «puerta abierta» americana, aun a nivel de ejercicio intelectual. No dio tiempo al reparto efectivo. Tampoco Siam, Afganistán o Irán, ni por supuesto Turquía, fueron repartidos; si se libraron no fue por gusto de los europeos, sino por constituir Estados tapones en zonas neurálgicas de fricción. Holanda no pisó colonialmente de una manera decisiva el continente. Por su parte, Japón, potencia no europea, se anexionó Corea, y más adelante Manchuria. «No hay ilustración histórica demostrativa de que una metrópoli haya renunciado mansamente a una colonia» . Si «mansamente» lo elevamos a la enésima potencia, probablemente; si lo aceptamos con mansa exigencia, las ilustraciones históricas son lo suficientemente numerosas como para quebrar el aserto. Concretamente tenemos la masa de las colonias francesas y británicas en África, algunas veces para desgracia de los países emancipados (por ejemplo, los ex-Territorios de la Alta Comisaría Británica en el sur de África, hoy verdaderos «rehenes» de la República del Apartheid). El Mau Mau o el trauma argelino fueron excepciones en el continente, descartando el conglomerado blanquista del África austral. Igualmente Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica (caso extremo de la permutación de vencedores por vencidos y viceversa), pertenecen al grupo de la mansa emancipación. «En Francia (...) la IV República (...) en lo colonial no cambia para nada la conducta de la III República: intransigencia y ceguera, con un solo objetivo: el dominio territorial sin la más mínima concesión administrativa de autonomía» . El autor no recuerda la Constitución de 1946, creando la Unión Francesa, cuyas líneas se habían ya esbozado dos años antes. Refiriéndose a portugueses y holandeses, dice un autor: "... en la India, esta expansión por tierra no se había producido: el arranque de unos y otros había sido detenido por los fracasos sufridos en Europa (...). Además, los holandeses habían consagrado una parte de sus esfuerzos a destruir los establecimientos portugueses. Así no había habido, en la India, sino raros establecimientos costeros, encaminados por lo demás a una rápida decadencia". Pierre Meile, Histoire de linde, París, 1965 (p. 63). Esto se refiere sobre la primera mitad del siglo XVII, mientras Roberto Mesa parece referirse al siglo XIX en cualquier caso. El título dedicado a la Unión Francesa—el VIII—es el más largo de la Constitución; es la novedad, porque la Constitución anterior no decía nada sobre las colonias. "La solución francesa de 1946 aparece en su conjunto grandemente revolucionaria y asimiladora, en el espíritu de la Revolución de 1789. El hecho estrepitoso es que hay un buen número de negros y de otros no europeos en el Parlamento francés. No se ve esto ni en Londres ni la Conferencia de Brazzaville; surgen los Estados asociados (protectorados) y las asambleas locales para las colonias, otorgándose a todos los habitantes la ciudadanía francesa; y se promulga para África la [i]Loi cadre[/i] de 1956. Las cosas cambiaron con respecto a la anteguerra, aunque no cambiaran en la medida de lo deseable. (Una constitución que en el mismo 1946 había propuesto el Gobierno, más liberal en cuestiones coloniales, fue rechazada en un referéndum). Hay comprender más los sucesos no-militares.. Es importante, el leer entre líneas los sucesos políticos, desde sus comienzos. Cada país europeo o cada estado-monárquico, tuvo con sus Colonias formas distintas de gobernarlas y explotarlas. Francia, como el resto, tuvo actitudes diferentes acorde a la región geográfica, y aun en forma agravante, las dos Guerras Mundiales, afectaron su [i]modus operandi[/i]; en especial hacia el fin de la 2ªGM. Y la pérdida del rumbo o navegar a rumbos variados pero sin Objetivos Nacionales, provocó los errores militares estratégicos. A mi entender, (opinion personal) la ausencia del Gral.C. de Gaulle fue aprovechada por el líder Ho Chi Minh y su Staff (por los que lo felicito) Tal cual sugieres, y a pesar que Ho Chi Minh era un comunista irreversible, una política de dependencia económica y asistencia social y apoyo militar, tendría tal vez, al idioma francés hoy, como segunda lengua y no hubiese precipitado el desastre americano en el Sudeste Asiático. Recordemos que Francia y de Gaulle no eran pro-yanquis.. ]PRIMERA PARTE «Las conversaciones culminan el día 6 de marzo de 1946 con la firma de los Acuerdos Sainteny-Ho Chi Minh, por el (sic) que Francia reconoce la independencia de Vietnam». No hubo tal Independencia. Ho Chi Minh la había proclamado tras la retirada japonesa. Los franceses sólo reconocerían la República Democrática de Vietnam como un Estado libre dentro de la federación indochina y de la Unión Francesa, aunque poseyendo su propio cuerpo legislativo, ejército y finanzas. La Convención debía ratificarse por referéndum, entre otras condiciones, que no llegó a realizarse. Las diferencias acerca del estatuto de Cochinchina (colonia, donde se situaban las mejores inversiones francesas) en relación al nuevo Estado (Annam y Tonkín, protectorados), para formar conjuntamente el Estado de Vietnam (los llamados «tres Kys»), no se resolvieron. Es cierto que Bidault encabezaba por entonces el Gobierno, pero también es cierto que de él forman parte los comunistas, que asistirán desde el poder central (París) a la renovación de las hostilidades, a la guerra de Indochina. Sería en mayo de 1947 que el P. C. francés sería echado del carro burgués, no se iría por su cuenta, y menos como protesta por el conflicto colonial. «Son (...) los años duros de la guerra fría y Francia se alinea completamente tras la dureza de la administración Truman». La guerra fría es un fenómeno del que comenzó a hablarse a causa de su persistencia e intensidad [i]in crescendo[/i], aunque nadie puede precisar cuándo realmente se inició aunque sí por qué. Lo que es cierto es que en 1946 no había alcanzado dureza alguna (la doctrina Truman sería en 1947, el bloqueo de Berlín en 1948, la NAT0 en 1949 y Corea en 1950). De haber sido de aquel modo, ¿cómo iban a estar sentados juntos burgueses y comunistas hasta 1947? La lógica cronológica no es lo fuerte del autor, como demuestra reiteradamente. Lo curioso es que casi a la vuelta de la esquina afirma tranquilamente: «... la guerra fría que iniciada en Europa, con el bloqueo de Berlín...», con lo cual se equivoca doblemente: objetivamente y consigo mismo. Tampoco parece impresionarse el autor por menudencias, admitiendo datos sin verificarlos. Así cita al excelente Bernard Fall, para quien la guerra costaría a Francia «cerca de cuarenta y nueve millones de nuevos francos», equivalente a menos de diez millones de dólares. Con una suma décuplo el señor Villar Palasí colocó la primera piedra para un milagro en la Universidad española. La guerra costó varios centenares "de veces más, pero sin alcanzar las mil, por lo que no caben componendas por omisión. La visita a Washington de De Lattre de Tassigny, Comandante en Jefe de las Fuerzas Francesas y Vietnamitas que combaten en Indochina, en septiembre de 1951, en busca de ayuda económica, hace suponer, «en consecuencia, que Francia admitía ya con todos sus efectos la internacionalización del conflicto » pero en la página siguiente, refiriéndose a principios de 1954, nos encontramos que «en una actuación desesperada, el Gobierno francés se decide por lo que hasta entonces se había negado rotundamente a reconocer: la total internacionalización del conflicto». Transcurren dos años y medio entre ambas frases. Más adelante oiremos algo categórico: «Podría afirmarse que el esfuerzo central de la diplomacia norteamericana en los años de la guerra franco-vietnamita se había centrado en la aceleración de la derrota francesa, llegando incluso, como ya vimos, a negar la ayuda militar sustantiva para la metrópoli en desgracia». No vimos nada. EE.UU., rehusó intervenir directamente cuando el asedio de Dien Bien Phu degeneraba, lo único que habría podido salvarlo. Incluso cuando el general Navarre parecía todavía controlar la aventura, es decir, antes de los furiosos asaltos del Vietminh, los altos dirigentes americanos tuvieron diversas conferencias con objeto de proveer medios para la defensa de la fortaleza y animar a los franceses para «evitar una paz negociada». La atmósfera se puso más tensa cuando la situación francesa comenzó a oscurecerse a mediados de marzo. Cuando Dien Bien Phu cayó, ya la Conferencia de Ginebra estaba en marcha, durante la cual, y como consecuencia del desastre, Mendés-France fue llevado al poder. En las últimas fases de la guerra U. S. A. aumentó progresivamente su financiación. El propio autor indica que en 1954 «Estados Unidos había corrido con el 60 % de los gastos franceses, unos 950 millones de dólares». ¿En qué quedamos? (Aprovéchese la ocasión para comparar con aquellos «cuarenta y nueve millones de nuevos francos» que le costó a Francia el conflicto entero). Así, pues, si hubo viraje americano, fue en los últimos momentos, días, no «años»: fue en el transcurso de la propia Conferencia de Ginebra, como veremos luego, y aun así el viraje fue forzado, impuesto, no libremente aceptado e ideado. Al autor le atraen las operaciones militares: «Francia (...) intentaba a finales de 1953 el esfuerzo final (...). El general Navarre ocupaba Dien Bien Phu, y desde allí (énfasis añadido), decidía lanzar la Operación Atalante (sic) (...) y el día 24 (sic) de enero de 1954 la Operación Atalante (sic) se ponía en marcha...» . No nos dice dónde está ni por qué se eligió Dien Bien Phu; tampoco explícita lo de la Operación Atalante (léase Atlante). Ocurrió que el Vietminh había penetrado en el reino de Laos por aquella zona, y Navarre decidió ocupar aquella posición-fortaleza entre colinas, junto a la frontera laosiana y a poco más de un centenar de kilómetros de China. Sus intenciones eran tanto amenazar las comunicaciones de los invasores como constituir un foco de atracción para los guerrilleros con objeto de inducirlos a combatir en campo abierto y derrotarlos. Pero China (y Rusia), que habían concluido sus obligaciones militares en Corea, realizaron envíos masivos de armas y municiones. El Vietminh acudió a la cita más pertrechada y numerosa de lo previsto, y el Imperio francés de Indochina tuvo su puntilla en esta ratonera. «Atlante» fue un desembarco de diversión en Tuy Hoa, a mil cien kilómetros de Dien Bien Phu, lo que muestra con qué obsesión se aplicaban reglas bélicas clásicas a una guerra eminentemente informal. Y la Operación empezó el 21, no el 24 como apunta el autor. Otras operaciones parciales—como la Atlante—fueron Ardéches, Juan-Jura... El conjunto de todo ello, entre otros factores, era el «Plan Navarre». Hay una fijación que deviene pivote clave en el pensamiento del autor. Especulando sobre la no intervención americana en Dien Bien Phu, se decide por esta tesis entre las varias enumeradas: «, en último extremo, como los hechos se encargaron de demostrar inmediatamente, el Gobierno estadounidense había ya decidido hacerse cargo directamente del conflicto vietnamita, considerando totalmente desautorizado por sus gestiones fallidas, políticas y militares, al Gobierno francés». Primero, los «hechos» no se encargaron de demostrar nada; Segundo, Foster Dulles y parte del alto Estado Mayor americano llegaron a ponderar peligrosamente la posibilidad de intervenir atómicamente en el momento álgido del asedio, lo que era absurdo si entraba en sus cálculos sustituir a los franceses; Tercero, es precisamente por este período (12 de enero de 1954) que Dulles había anunciado formalmente su política de massive retaliation como doctrina de Estados Unidos; Cuarto, si querían precipitar la débdcle francesa no tenían sino que disminuir o suprimir la financiación de la guerra, que en los últimos años pagó en gran parte el contribuyente americano. No, los americanos, y eso es lo único que podemos extraer si los hechos y fuentes respetables sirven de algo, intentaron salvar lo salvable (el futuro «Sur») a falta de satisfacer su maximalismo, pero aun así metieron la pata como nunca en su historia. En febrero de 1954 los «Cuatro Grandes», reunidos en Berlín, «decidían la celebración de una Conferencia en la ciudad de Ginebra cuya finalidad sería el restablecimiento de la paz en Corea y en Indochina» . La «paz», aunque sin tratado de paz (como con Alemania veintitrés años después de su derrota), se había restablecido en Corea en julio anterior; ahora se trataba de llegar a una solución definitiva para el dividido país. Subsidiariamente la Conferencia debería tratar de Indochina, para la cual se consiguió la paz en forma de alto el fuego, es decir, algo al estilo, de momento, de lo logrado en Corea el año precedente. El autor no alcanza a vislumbrar el porqué una Conferencia, prevista para unos pocos días, primariamente convocada para arreglar el impasse coreano, lo que concluye es un arreglo para el conflicto abierto indochino y dura, con interrupciones, cerca de tres meses. Observa que los rusos estaban «impulsando la marcha hacia el restablecimiento inmediato de la paz», mientras que Estados Unidos, con «postura obstruccionista (...) incluso llegó a amenazar con retirarse de la mesa de negociaciones» . ¿Entonces? No son datos ni pistas lo que le faltan al autor. Ocurrió que Mendés-France entró en escena en plena Conferencia, reemplazando a Bidault, «el hombre de las causas perdidas» ; el nuevo y genial político no es objeto siquiera de una palabra laudatoria por parte del autor. El paso del entonces político radical por el poder dejó larga estela en la desgraciada política exterior de la IV República. Fue un izquierdista investido por un voto masivo en una Asamblea dominada por la derecha. Hasta los comunistas votaron «sí». Mendés-France planteó una originalidad: conseguir un acuerdo en Indochina para todo el 20 de julio (poco más de un mes) o dimitir; pero hizo constar no tan veladamente la posibilidad de enviar antes el grueso del Ejército metropolitano al Teatro de Operaciones. Y pocos días después de llegar a Ginebra, el nuevo primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores francés se entrevistaba privadamente con Chu Lai sin el visto bueno de los americanos. Fue, si se quiere, un gran chantajista. Me extiendo en este punto porque aclarará más cosas que el autor no indica por las razones que sean, probablemente porque los árboles le impiden ver el bosque, es decir, que el Conflicto Indochino le camufla los desarrollos de la gran política mundial. Porque pretender resolver esta penuria diciendo que «guerra fría, pérdida del monopolio nuclear y Revolución china, son, por tanto, los ejes que van a dinamizar las Relaciones Internacionales de la época» y «aportarían los factores resolutorios de cambio en la marcha del conflicto vietnamita » , aparte de ser una perogrullada, es una perogrullada incompleta. Estaba a punto de cuajar por aquel entonces la Comunidad Europea de Defensa (C. E. D.). Rusia no puede permanecer cruzada de brazos ante el progresivo debilitamiento de Francia mientras se trabaja para la creación de un «Ejército Europeo» sin ingleses ni americanos, pero con alemanes. Era lógico pensar que la reconstruida Alemania, libre de todo lastre y compromiso, sería la que llevaría la voz cantante. Y sabemos cómo se le corta, incluso ahora, el aliento al Gobierno soviético cuando hay por en medio el factor germano. De ahí la entente profunda entre De Gaulle y el Kremlin, porque este punto esencial y básico les une más que implícitamente: Alemania no debe constituir nunca más un peligro. En compensación, Moscú soporta resignado una serie de movimientos diplomáticos del Elíseo, que a la larga dañan más directamente a los intereses rusos que a los americanos. Para Rusia, Francia constituye el único centinela alerta del campo occidental contra un rearme nuclear alemán. Por eso Rusia presionó al Vietminh imparablemente victorioso no sólo a aceptar un compromiso, sino hasta la partición «provisional», a la altura del paralelo 17 y no otro más meridional. Y Mendés-Frances, conseguidos los Acuerdos de Ginebra, y antes de ser inmolado por la rutina parlamentaria, consiguió torpedear la nonata C. E. D., una institución inventada por los franceses y que el Bundestag había ya ratificado. Para los herederos de Stalin, París también valía una misa; y pudo maniobrarse así porque China aún estaba en el tratamiento de [i]sí-camarada-hermano-mayor,[/i] es decir, que Moscú decidía por todos, incluidos los triunfantes vietnamitas, Y por si quedan dudas, he aquí al más especial de los [i]specialassistants[/i] del presidente Eisenhower, digna de tenerse en cuenta: «Los franceses eran opuestos a la Comunidad Europea de Defensa, porque no podían dejar de lado su natural aversión de construir una vez más el poder militar de Alemania... Con el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional, Eisenhower incrementó la participación americana del coste de la guerra de Indochina de 400 millones a 785 millones de dólares, o virtualmente la totalidad de los gastos de la operación militar francesa. Detrás de esta decisión estaba la esperanza de que, hacerse cargo del cheque de Indochina, ayudaría a ganar la aprobación del Tratado de la Comunidad Europea de Defensa en París» El autor dice que los Acuerdos de la Conferencia de Ginebra «no [los] firmaron ni los representantes del Sur de Vietnam ni tampoco Estados Unidos» Este punto es vital. Lo que ni Washington ni Saigón firmaron fue la Declaración Final de la Conferencia, cuyo punto principal, el 7, entre otras cosas preveía elecciones generales para julio de 1956, que reunificaría el Norte y el Sur. Estados Unidos, pues, dejaron claramente sentados sus propósitos, sin que ni siquiera pueda imputárseles mala fe, tan descaradamente en la superficie estaban sus intenciones, a pesar del endorso verbal del subsecretario de Estado Walter Bedell Smith, hablando por la delegación americana . «En este contexto, los acontecimientos post-Ginebra en Vietnam del Sur siguieron un modelo previsible», comenta un autor americano bien [i]á gauche[/i], perteneciente a la llamada «escuela revisionista» de la guerra fría. Si las potencias reunidas hubiesen sido consecuentes, especialmente las comunistas, no se hubieran levantado de la mesa de negociaciones sin conseguir las dos firmas, sin ambages, es decir, la americana y la otra. Con ello no justifico la necia política de la que se harían esclavos. Me limito a constatar hechos, y estos hechos gritan que Ginebra fue un escapismo para todos, en primer lugar para Francia, en segundo posiblemente para Rusia y en último lugar (los demás eran comparsas) para EE. UU. El Vietminh podía esperar mucho militarmente, y Francia nada, pero, debe repetirse, ni Ho Chi Minh ni Mao Tse Tung podían influir demasiado por aquellas lejanas fechas en los designios del Kremlin (aparte de que las posiciones de ambos líderes tampoco coincidían). Y los designios se nutren de prioridades, y éstas, para Moscú, llegado el caso, estarán en Europa—una forma de decir Alemania en tales circunstancias—y sus obsesiones hacia ella. En este sentido debe entenderse lo de comparsas, con la particularidad de que los representantes comunistas lo fueron de Moscú, mientras que los occidentales no lo fueron de Washington, como veremos. Dicho esto parece inútil seguir adelante con el estudio de la famosa Declaración Final, como hace el autor y tantos otros, porque de lo que el mundo debería haberse maravillado no es de que los americanos actuasen en consecuencia con su actitud en Ginebra, sino de que a pesar de ella (no haber firmado la Declaración entre otras cosas) hubiesen aceptado las elecciones era su momento. De la inmoralidad americana, suponiendo que la política admita tratamientos éticos, fue cómplice una inmoralidad colectiva: el de largarse de Ginebra sin haber conseguido un compromiso sobre bases sólidas y duraderas. La Conferencia consiguió el alto el fuego, pero fue una conferencia que, más que en Yalta o Potsdam, pocos podían llamarse a engaño sobre el futuro: tan sobrados eran los datos para que no admitiesen especulaciones. Váyase a saber si las especulaciones soviéticas consistían en dejar el asunto en [i]statu quo[/i], es decir, petrificado, como ocurrió con Corea, y como tantos existen por el mundo. Parece que su filosofía fue la de peor. Pero a fines de los cincuentas salió a flote la pugna Moscú-Pekín y Hanoi supo que pudo contar con este factor, ausente en 1954. En todo caso la lucha en el Sur no comenzó prácticamente hasta tres o cuatro años después de haber vencido el plazo para las escrituradas y nunca celebradas elecciones. [/QUOTE]
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