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<blockquote data-quote="FloSof" data-source="post: 746273" data-attributes="member: 5836"><p>SEGUNDA PARTE</p><p>Lo normal de los tratados, llegado el caso, es quebrantarlos a pesar de las firmas; de Ginebra se esperó angelicalmente que la dialéctica de Dulles cumplimentara en su momento lo que se esforzó en hacer zozobrar durante las conversaciones. Como se dice en francés, Ginebra fue una especie de <em>fuite en avant</em> y un avestrucismo generalizado por distintas razones.</p><p></p><p>Se contentaron con asegurarse un factor a cortísimo plazo, al contado: un alto el fuego, hecho más respetuoso con las promesas de un futuro, y ese futuro sería presente tan sólo dos años después, replanteando una situación más agudamente. </p><p>Y hay más. </p><p>Bastantes cláusulas comenzaron a ser violadas (por ambos lados) durante este bienio, sin que la Comisión tripartita de vigilancia — India, Polonia y Canadá—hiciera demasiado para denunciarlo. En definitiva, pues, la cuestión no era tanto la de devolver la vida a un pueblo como la de sacudirse un muerto. Luego Alá proveería. </p><p>Y en este sentido, franceses, ingleses y rusos actuaron a una contra los americanos.</p><p>Anthony Edén, entonces secretario del Foreign Office, nos cuenta cuan ansioso estaba de conseguir un acuerdo que estabilizase aquella zona y estableciese una «barrera efectiva tan al norte [de Malaya] como fuese posible» contra la amenaza comunista, y dice que Molotov, su colega soviético (ambos eran co-presidentes de la Conferencia) estaba «auténticamente ansioso de alcanzar un acuerdo». </p><p>El único impertérrito ante la situación era John Foster Dulles, nos dice Horowitz, que llegó a evitar a todo trance cruzar la mirada con Chu En Lai. Dulles abandonó la Conferencia a la mitad, e intentó boicotear el acuerdo final rehusándolo firmar. Ahí Washington fue desbordado por la acción conjunta anglo-rusa, que acordó que «con objeto de eliminar el problema de la firma, la declaración debería tener un encabezamiento en el que todos los países participantes serían incluidos», con lo que ipso facto se incluía Estados Unidos. Tan sólo un par de semanas antes de la Conferencia, Eisenhower había declarado sin subterfugios: «Yo no seré parte de un tratado que hace esclavos a todos; eso es todo lo que hay» </p><p></p><p>Tales eran los deseos norteamericanos de precipitar la derrota de los franceses que tan alegremente nos ha venido afirmando el autor.</p><p></p><p>Se podría llegar hasta la saciedad extrayendo declaraciones y artículos de aquellos momentos, que nos subrayarían la tesis de desconfianza, abdicación, escapismo y pseudotriunfalismo que ha sostenido. Así, por ejemplo, para demostrar hasta qué punto la situación era incierta, la misma víspera de los Acuerdos ginebrinos, el prestigioso Le Monde, escribía:</p><p></p><p>"<span style="font-family: 'Courier New'">El Vietminh se ha afirmado sin duda en el plano militar. Chu En Lai, todavía más en el plano diplomático. A pesar de todo, la URSS permanece el corazón del mundo comunista. En la lucha implacable que opone el Este y el Oeste ella sola posee la potencia industrial y militar que permite asegurar la seguridad de los países del bloque comunista y que pone al Vietminh en medida de proseguir en condiciones favorables un combate moderno cada vez más encarnizado." </span></p><p></p><p>"<span style="font-family: 'Courier New'">El Vietminh quiere ante todo elecciones generales en Vietnam, elecciones de las que espera un verdadero plebiscito en su favor; no ignora que un alto al fuego sin elecciones, conduciría a una partición de facto de Vietnam..." </span></p><p></p><p><span style="font-family: 'Courier New'">"Queda la Unión Soviética. No se ve, a primera vista, lo que esta tiene que ganar en un cese del combate. Por una parte la guerra reafirma su influencia sobre China comunista, mientras que por el contrario una "detente internationale" aproximaría a Pekín a Occidente, en el plano por lo menos de las relaciones económicas y comerciales; por otra parte debilitaría a Francia, que se vuelve en consecuencia más sensible al peligro de un renacimiento del militarismo alemán." </span></p><p></p><p><em>"También teme Moscú que una Francia derrotada se eche en brazos de Estados Unidos".</em> Le Monde del 20 de julio de 1954.</p><p>Tres días más tarde el mismo rotativo diría que <em>"de una manera general, el campo oriental ha hecho más concesiones que el occidental..."</em>, Le Monde del 23 de julio de 1954.</p><p>Esto coordina con las declaraciones del general Bedell Smíth ante los líderes del Congreso, que hablaban de Ginebra como un Munich extremo-oriental: </p><p><em>"...será bueno recordar que la diplomacia raramente ha sido capaz de ganar en la mesa de conferencias lo que no ha podido ganarse o mantenerse en el campo de batalla"</em>, The New York Herald Tribune del 24 de julio de 1954.</p><p></p><p>El sesudo Times londinense se hace eco de las reacciones comunistas:</p><p><span style="font-family: 'Courier New'">"...El punto que todos los comentarios comunistas subrayan con especial júbilo es que el acuerdo se ha alcanzado sin la participación de Estados Unidos; y contra su voluntad y a pesar de los "intentos americanos de torpedear la Conferencia" (...). Mr. Edén, a quien Mr. Molotov rindió un cálido cumplido en la reunión de despedida de Ginebra, hasta el momento no ha recibido la atención debida en la Prensa rusa...'</span> The Times del 24 de julio de 1954.</p><p></p><p>Anthony Edén declaraba en Ginebra: "<em>...Los acuerdos concluidos hoy no podían, por la naturaleza de las cosas, dar completa satisfacción a cada uno (...). Con objeto de conseguir un alto el fuego, hemos diseñado una serie de acuerdos. Son lo mejor que nuestras manos pudieron componer. Toda la voluntad depende ahora del espíritu con que estos acuerdos sean observados y aplicados..."</em>. The New York Times del 22 de julio de 1954.</p><p></p><p>Mendés-France exponía ante la Asamblea Nacional francesa:</p><p><em>"... ¿Cuál será el futuro de los elementos no comunistas en Indochina? Es sobre sus dirigentes que reposa el futuro.</em></p><p><em>Ellos deben demostrar, en el plazo que se les ha acordado, que un régimen liberal puede oponerse a un régimen comunista (...). Yo digo aquí que las elecciones pueden ser ganadas."</em></p><p>Le Soir del 24 de julio de 1954.</p><p></p><p>Ho Chi Minh se dirigía a su pueblo por radio: </p><p><span style="font-family: 'Georgia'">"... El reajuste de las zonas no significa una división del territorio por el Gobierno (...). Nuestro país será unificado, nuestros compatriotas de las tres zonas serán con toda seguridad liberados. Debemos respetar las cláusulas del tratado firmado con el Gobierno francés y exigir que este último cumpla los compromisos tomados".</span> Le Monde del 27 de julio de 1954.</p><p><strong>El círculo vicioso parece cerrado.</strong></p><p></p><p>El autor, que no se fía de los americanos, aunque digan que dos y dos son cuatro, asombra por la facilidad con que acepta la versión oficial del momento, sin sombra de espíritu crítico, acerca de los incidentes del Golfo de Tonkin (agosto de 1964), pese a los recientes rumores y declaraciones que en torno al caso han abido posteriormente, concretamente una a cargo de uno de los comandantes de los buques afectados. El autor se limita a mencionar «la aplicación de represalias por el ataque efectuado a los dos destructores que se encontraban en el Golfo de Tonkín, en aguas jurisdiccionales de la República Democrática de Vietnam...» Resultaría, según nuevos datos no tan recientes, que no habría habido ataque nordvietnamita, sino pura y simplemente ataque americano contra lanchas torpederas a la vista. No hubo, pues, «represalias». El autor, nunca jurista si puede, se agarra al clavo de la soberanía violada para justificar un ataque que no habría tenido lugar.</p><p>Pero el asunto traería cola, una gran cola político-militar</p><p></p><p></p><p>TERCERA PARTE</p><p>Tampoco es bastante decir que las Cámaras americanas autorizaron el «uso de represalias». Habría que decir que por dicho(s) incidente(s) Johnson se hizo otorgar plenos poderes indefinidamente, es decir, que consiguió politizar al máximo un expediente legalista concreto en apariencia de alcance limitado, con el agravante de que a su vez habría sido, motivado por una prefabricación. El autor encuentra más cómodo hablarnos un poquito del incidente del «U-2» o del «buque-espía Pueblo» (pp. 74 y 75) </p><p></p><p>Estados Unidos, «a partir del llamado incidente del Golfo de Tonkin, se lanzó a la agresión directa y no justificada: el bombardeo de las zonas civiles del Norte» (pp. 44 y 45). No fue «a partir de»; fue al cabo de seis meses.</p><p>Y las zonas bombardeadas no fueron ni son necesariamente «civiles». En cualquier caso, hay un yerro- aparatoso al precisar la fecha más sintomática del presente planteamiento vietnamita; «... el 7 de febrero de 1965, fuerzas también del Ejército de Liberación se lanzaban sobre la base americana de Pleiku.</p><p>La respuesta no se hizo esperar: el día 2 de marzo de 1965, ciento sesenta aviones norteamericanos bombardeaban el territorio de la República Democrática de Vietnam; es el paso definitivo en la estrategia de la escalada...» (p. 75). «Paso definitivo», en efecto, derivado de aquellos plenos poderes conseguidos fraudulentamente por Johnson medio año antes. </p><p>El (da respuesta no se hizo esperar» del autor es una espera de veintitrés días; la real fue de apenas doce horas, el mismo día de lo de Pleiku. </p><p>¿Fue, pues, represalia o pretexto? ; Pues los vuelos al norte del paralelo 17 ya no cesarían. Por eso, cuando se afirma que la Casa Blanca hizo pública una nota «cinco días más tarde, el 7 de marzo», lo que se quiere decir realmente <em>es también el mismo día</em>, 7 de febrero, pues el caso, como se comprenderá, tenía su urgencia, máxime considerando que acababa de llegar a Hanoi nada menos que Kosygin. </p><p>Este encadenamiento de equivocaciones es tanto más curioso porque la referencia de la nota de pie es exacta, salvando el detalle de situar la nota de la Casa Blanca diez años atrás. </p><p>En consecuencia, pues, cuando al final de la página se hablará del «mes de abril del mismo año, sólo un mes más tarde...», habrá que entender dos meses más tarde, a no ser que por abril se quiera indicar marzo. Y así sucesivamente. En fin... </p><p></p><p>Lo que debe remarcarse es que el 7 de febrero de 1965 en el conflicto de Vietnam es el equivalente, en importancia cronológica, de lo que 1492, 1789 ó 1917 suponen para la Historia universal. </p><p>Surgen imprecisiones cuando el autor entra en conflicto con la S. E. A. T. 0., cuyo Protocolo anexo dice: «Los Estados Unidos, signatarios del Pacto, reconocen que Laos, Camboya y Vietnam del Sur se beneficiarán de las ventajas ofrecidas por el artículo 4." del presente Tratado» (...). La inclusión de la zona Sur de Vietnam en tal Pacto está en franca violación del artículo 19 de los Acuerdos de Ginebra que prohíbe terminantemente «que las zonas que son atribuidas formen parte de una alianza militar»" (pp. 55 y 56). </p><p></p><p>Vietnam del Sur no forma parte de la S. E. A. T. O., sino que la Organización lo incluye en su área de defensa en caso de sufrir ataque o «subversión», como Vietnam del Norte entra implícitamente en la del campo socialista..., o cuando menos así se suponía antes de la escalada. Vietnam del Sur no es signatario del Tratado, como tampoco lo son Laos o Camboya. De todas maneras, el autor, siguiendo su costumbre, no indica fuente del extracto citado. Se limita a usar el entrecomillado. Desde luego, eso debería ser suficiente si mis fuentes no rezasen diferentemente. </p><p></p><p>El Protocolo al Tratado de la S. E. A. T. O. no dice nada de «Los Estados Unidos, signatarios del Pacto (...)», como indica el autor, sino que se habla de «Las Partes Contratantes (...) designan unánimemente (...)», etc..</p><p></p><p>La primera parte del libro termina con la liquidación del régimen Diem en noviembre de 1963, por lo que la segunda parte, «ideológica», no tiene más remedio que seguir siendo histórica..., o al menos histórica también, para acompañarnos en los acontecimientos de casi un lustro. Abarca, pues, el período llamado de «escalada», del que ya vimos algo. Pero la gradación de la escalada no se apreciará. «...con anterioridad a la firma de los citados Acuerdos [de Ginebra], Estados Unidos había ido ocupando modestas, pero seguras posiciones, mediante una sutil penetración de carácter económico» (p. 67). Lo que de hecho quiere decir es penetración a través de la ayuda económica; por «penetración económica» suele entenderse el progresivo control económico de un país (y por ello también político en determinados contextos) a través de inversiones estratégicas, por ejemplo, la acción estadounidense del sur de Río Grande para abajo. </p><p>Es posible que hoy Francia, a catorce años de su derrota, conserve más intereses económicos que los establecidos por los americanos. El Pentágono se lanzó a la aventura del Sudeste asiático por razones eminentemente estratégicas y sigue su derrotero allí por razones crecientemente psicológicas. Y para manipular mejor a las corruptas élites, EE. UU., las baña con una lluvia de dólares. Es lo que se admitirá en la página 91 cuando nos señala que «al Sudeste asiático no acude Estados Unidos, como en América Latina, por ejemplo, para salvar unos intereses económicos concretos puestos en peligro por la subversión interna. </p><p></p><p>Estados Unidos no cuenta con unas inversiones de magnitud en Vietnam». Perfecto. Aquí podría haberlo dejado, pero debe dejar a buen cubierto la línea de la ortodoxia, insistiendo: «Ello no quiere decir que el hecho económico se encuentre ausente del conflicto, cosa que en buena lógica es inviable en cualquier fenómeno de este tipo» (pp. 91 y 92). </p><p>La función gramatical de «inviable» dentro del recargado contexto no es demasiado clara, a no ser qué tengamos presente la intencionalidad del autor. (153)</p><p><u></u></p><p><u>Acerca del Pacto de Manila</u></p><p></p><p>El Pacto de Manila posiblemente fue el premio de consolación—o la carnaza—que los británicos regalaron a los americanos, prometiéndoles su presencia en la Organización a cambio de que se avinieran a no poner obstáculos insalvables para un punto final al problema indochino. </p><p>La realidad es que ningún Estado miembro se la tomó nunca demasiado en serio; ni siquiera la Francia <em>gaullista</em> se toma la molestia de darse de baja oficialmente, como ha hecho con la O. T. A. N. </p><p>El vínculo entre Ginebra y Manila lo estableció claramente el final de la declaración del presidente Eisenhower en la conferencia de Prensa que convocó con motivo de los Acuerdos de Ginebra: "Estados Unidos prosigue activamente las conversaciones con otras naciones libres con vistas a la rápida organización de una defensa colectiva en el Sudeste de Asia, destinada a impedir nuevas agresiones comunistas directas o indirectas en esta parte del mundo." The New York Times, 22 julio 1954. </p><p>El Tratado de la S. E. A. T. 0., se firmaba en septiembre. También los ingleses encontrarían la compensación haciendo apoyar por los reticentes Estados Unidos el Pacto de Bagdad, que se estaba construyendo por este período.</p><p><img src="http://img264.imageshack.us/img264/6357/dormir.png" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p><span style="font-family: 'Courier New'">Las promesas de Francia no interesan.Las publicaciones ya no atraen. ¡Temed cuando ésta juventud, despierte! - Saigón, julio de 1948</span></p><p></p><p>Me pareció una alegoria adecuada para el tema en cuestión. Tal vez todos en la Indochina Francesa durmieran una siesta muy larga...</p><p>Los combatientes de ambos lados, se desangraron por los principios que el guerrero mantiene como Ideales. Y como la Guerra es la continuación de la Politica, los resultados eran previsibles, más alla del valor y esfuerzo puestos de manifiesto.</p><p>Sigamos con las Ideas propias sin ofender. Surgen interesantes puntos de vista hacia "las Armas y los hombres", desde cada subforo de Politica y Secuelas. Incluso los Uniformes y Medallas, la Economia y sus trasfondos que no salen en el reporte de bajas.</p><p>Fuera de tiempo y motivo, quiero expresar el agradecimiento sin nombres a cada uno de los que aporta y construye.</p><p></p><p>publicado por monocone en <a href="http://guerradevietnam.foros.ws/post.php?p=9655#9655">http://guerradevietnam.foros.ws/post.php?p=9655#9655</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="FloSof, post: 746273, member: 5836"] SEGUNDA PARTE Lo normal de los tratados, llegado el caso, es quebrantarlos a pesar de las firmas; de Ginebra se esperó angelicalmente que la dialéctica de Dulles cumplimentara en su momento lo que se esforzó en hacer zozobrar durante las conversaciones. Como se dice en francés, Ginebra fue una especie de [i]fuite en avant[/i] y un avestrucismo generalizado por distintas razones. Se contentaron con asegurarse un factor a cortísimo plazo, al contado: un alto el fuego, hecho más respetuoso con las promesas de un futuro, y ese futuro sería presente tan sólo dos años después, replanteando una situación más agudamente. Y hay más. Bastantes cláusulas comenzaron a ser violadas (por ambos lados) durante este bienio, sin que la Comisión tripartita de vigilancia — India, Polonia y Canadá—hiciera demasiado para denunciarlo. En definitiva, pues, la cuestión no era tanto la de devolver la vida a un pueblo como la de sacudirse un muerto. Luego Alá proveería. Y en este sentido, franceses, ingleses y rusos actuaron a una contra los americanos. Anthony Edén, entonces secretario del Foreign Office, nos cuenta cuan ansioso estaba de conseguir un acuerdo que estabilizase aquella zona y estableciese una «barrera efectiva tan al norte [de Malaya] como fuese posible» contra la amenaza comunista, y dice que Molotov, su colega soviético (ambos eran co-presidentes de la Conferencia) estaba «auténticamente ansioso de alcanzar un acuerdo». El único impertérrito ante la situación era John Foster Dulles, nos dice Horowitz, que llegó a evitar a todo trance cruzar la mirada con Chu En Lai. Dulles abandonó la Conferencia a la mitad, e intentó boicotear el acuerdo final rehusándolo firmar. Ahí Washington fue desbordado por la acción conjunta anglo-rusa, que acordó que «con objeto de eliminar el problema de la firma, la declaración debería tener un encabezamiento en el que todos los países participantes serían incluidos», con lo que ipso facto se incluía Estados Unidos. Tan sólo un par de semanas antes de la Conferencia, Eisenhower había declarado sin subterfugios: «Yo no seré parte de un tratado que hace esclavos a todos; eso es todo lo que hay» Tales eran los deseos norteamericanos de precipitar la derrota de los franceses que tan alegremente nos ha venido afirmando el autor. Se podría llegar hasta la saciedad extrayendo declaraciones y artículos de aquellos momentos, que nos subrayarían la tesis de desconfianza, abdicación, escapismo y pseudotriunfalismo que ha sostenido. Así, por ejemplo, para demostrar hasta qué punto la situación era incierta, la misma víspera de los Acuerdos ginebrinos, el prestigioso Le Monde, escribía: "[font=Courier New]El Vietminh se ha afirmado sin duda en el plano militar. Chu En Lai, todavía más en el plano diplomático. A pesar de todo, la URSS permanece el corazón del mundo comunista. En la lucha implacable que opone el Este y el Oeste ella sola posee la potencia industrial y militar que permite asegurar la seguridad de los países del bloque comunista y que pone al Vietminh en medida de proseguir en condiciones favorables un combate moderno cada vez más encarnizado." [/font] "[font=Courier New]El Vietminh quiere ante todo elecciones generales en Vietnam, elecciones de las que espera un verdadero plebiscito en su favor; no ignora que un alto al fuego sin elecciones, conduciría a una partición de facto de Vietnam..." [/font] [font=Courier New]"Queda la Unión Soviética. No se ve, a primera vista, lo que esta tiene que ganar en un cese del combate. Por una parte la guerra reafirma su influencia sobre China comunista, mientras que por el contrario una "detente internationale" aproximaría a Pekín a Occidente, en el plano por lo menos de las relaciones económicas y comerciales; por otra parte debilitaría a Francia, que se vuelve en consecuencia más sensible al peligro de un renacimiento del militarismo alemán." [/font] [i]"También teme Moscú que una Francia derrotada se eche en brazos de Estados Unidos".[/i] Le Monde del 20 de julio de 1954. Tres días más tarde el mismo rotativo diría que [i]"de una manera general, el campo oriental ha hecho más concesiones que el occidental..."[/i], Le Monde del 23 de julio de 1954. Esto coordina con las declaraciones del general Bedell Smíth ante los líderes del Congreso, que hablaban de Ginebra como un Munich extremo-oriental: [i]"...será bueno recordar que la diplomacia raramente ha sido capaz de ganar en la mesa de conferencias lo que no ha podido ganarse o mantenerse en el campo de batalla"[/i], The New York Herald Tribune del 24 de julio de 1954. El sesudo Times londinense se hace eco de las reacciones comunistas: [font=Courier New]"...El punto que todos los comentarios comunistas subrayan con especial júbilo es que el acuerdo se ha alcanzado sin la participación de Estados Unidos; y contra su voluntad y a pesar de los "intentos americanos de torpedear la Conferencia" (...). Mr. Edén, a quien Mr. Molotov rindió un cálido cumplido en la reunión de despedida de Ginebra, hasta el momento no ha recibido la atención debida en la Prensa rusa...'[/font] The Times del 24 de julio de 1954. Anthony Edén declaraba en Ginebra: "[i]...Los acuerdos concluidos hoy no podían, por la naturaleza de las cosas, dar completa satisfacción a cada uno (...). Con objeto de conseguir un alto el fuego, hemos diseñado una serie de acuerdos. Son lo mejor que nuestras manos pudieron componer. Toda la voluntad depende ahora del espíritu con que estos acuerdos sean observados y aplicados..."[/i]. The New York Times del 22 de julio de 1954. Mendés-France exponía ante la Asamblea Nacional francesa: [i]"... ¿Cuál será el futuro de los elementos no comunistas en Indochina? Es sobre sus dirigentes que reposa el futuro. Ellos deben demostrar, en el plazo que se les ha acordado, que un régimen liberal puede oponerse a un régimen comunista (...). Yo digo aquí que las elecciones pueden ser ganadas."[/i] Le Soir del 24 de julio de 1954. Ho Chi Minh se dirigía a su pueblo por radio: [font=Georgia]"... El reajuste de las zonas no significa una división del territorio por el Gobierno (...). Nuestro país será unificado, nuestros compatriotas de las tres zonas serán con toda seguridad liberados. Debemos respetar las cláusulas del tratado firmado con el Gobierno francés y exigir que este último cumpla los compromisos tomados".[/font] Le Monde del 27 de julio de 1954. [b]El círculo vicioso parece cerrado.[/b] El autor, que no se fía de los americanos, aunque digan que dos y dos son cuatro, asombra por la facilidad con que acepta la versión oficial del momento, sin sombra de espíritu crítico, acerca de los incidentes del Golfo de Tonkin (agosto de 1964), pese a los recientes rumores y declaraciones que en torno al caso han abido posteriormente, concretamente una a cargo de uno de los comandantes de los buques afectados. El autor se limita a mencionar «la aplicación de represalias por el ataque efectuado a los dos destructores que se encontraban en el Golfo de Tonkín, en aguas jurisdiccionales de la República Democrática de Vietnam...» Resultaría, según nuevos datos no tan recientes, que no habría habido ataque nordvietnamita, sino pura y simplemente ataque americano contra lanchas torpederas a la vista. No hubo, pues, «represalias». El autor, nunca jurista si puede, se agarra al clavo de la soberanía violada para justificar un ataque que no habría tenido lugar. Pero el asunto traería cola, una gran cola político-militar TERCERA PARTE Tampoco es bastante decir que las Cámaras americanas autorizaron el «uso de represalias». Habría que decir que por dicho(s) incidente(s) Johnson se hizo otorgar plenos poderes indefinidamente, es decir, que consiguió politizar al máximo un expediente legalista concreto en apariencia de alcance limitado, con el agravante de que a su vez habría sido, motivado por una prefabricación. El autor encuentra más cómodo hablarnos un poquito del incidente del «U-2» o del «buque-espía Pueblo» (pp. 74 y 75) Estados Unidos, «a partir del llamado incidente del Golfo de Tonkin, se lanzó a la agresión directa y no justificada: el bombardeo de las zonas civiles del Norte» (pp. 44 y 45). No fue «a partir de»; fue al cabo de seis meses. Y las zonas bombardeadas no fueron ni son necesariamente «civiles». En cualquier caso, hay un yerro- aparatoso al precisar la fecha más sintomática del presente planteamiento vietnamita; «... el 7 de febrero de 1965, fuerzas también del Ejército de Liberación se lanzaban sobre la base americana de Pleiku. La respuesta no se hizo esperar: el día 2 de marzo de 1965, ciento sesenta aviones norteamericanos bombardeaban el territorio de la República Democrática de Vietnam; es el paso definitivo en la estrategia de la escalada...» (p. 75). «Paso definitivo», en efecto, derivado de aquellos plenos poderes conseguidos fraudulentamente por Johnson medio año antes. El (da respuesta no se hizo esperar» del autor es una espera de veintitrés días; la real fue de apenas doce horas, el mismo día de lo de Pleiku. ¿Fue, pues, represalia o pretexto? ; Pues los vuelos al norte del paralelo 17 ya no cesarían. Por eso, cuando se afirma que la Casa Blanca hizo pública una nota «cinco días más tarde, el 7 de marzo», lo que se quiere decir realmente [i]es también el mismo día[/i], 7 de febrero, pues el caso, como se comprenderá, tenía su urgencia, máxime considerando que acababa de llegar a Hanoi nada menos que Kosygin. Este encadenamiento de equivocaciones es tanto más curioso porque la referencia de la nota de pie es exacta, salvando el detalle de situar la nota de la Casa Blanca diez años atrás. En consecuencia, pues, cuando al final de la página se hablará del «mes de abril del mismo año, sólo un mes más tarde...», habrá que entender dos meses más tarde, a no ser que por abril se quiera indicar marzo. Y así sucesivamente. En fin... Lo que debe remarcarse es que el 7 de febrero de 1965 en el conflicto de Vietnam es el equivalente, en importancia cronológica, de lo que 1492, 1789 ó 1917 suponen para la Historia universal. Surgen imprecisiones cuando el autor entra en conflicto con la S. E. A. T. 0., cuyo Protocolo anexo dice: «Los Estados Unidos, signatarios del Pacto, reconocen que Laos, Camboya y Vietnam del Sur se beneficiarán de las ventajas ofrecidas por el artículo 4." del presente Tratado» (...). La inclusión de la zona Sur de Vietnam en tal Pacto está en franca violación del artículo 19 de los Acuerdos de Ginebra que prohíbe terminantemente «que las zonas que son atribuidas formen parte de una alianza militar»" (pp. 55 y 56). Vietnam del Sur no forma parte de la S. E. A. T. O., sino que la Organización lo incluye en su área de defensa en caso de sufrir ataque o «subversión», como Vietnam del Norte entra implícitamente en la del campo socialista..., o cuando menos así se suponía antes de la escalada. Vietnam del Sur no es signatario del Tratado, como tampoco lo son Laos o Camboya. De todas maneras, el autor, siguiendo su costumbre, no indica fuente del extracto citado. Se limita a usar el entrecomillado. Desde luego, eso debería ser suficiente si mis fuentes no rezasen diferentemente. El Protocolo al Tratado de la S. E. A. T. O. no dice nada de «Los Estados Unidos, signatarios del Pacto (...)», como indica el autor, sino que se habla de «Las Partes Contratantes (...) designan unánimemente (...)», etc.. La primera parte del libro termina con la liquidación del régimen Diem en noviembre de 1963, por lo que la segunda parte, «ideológica», no tiene más remedio que seguir siendo histórica..., o al menos histórica también, para acompañarnos en los acontecimientos de casi un lustro. Abarca, pues, el período llamado de «escalada», del que ya vimos algo. Pero la gradación de la escalada no se apreciará. «...con anterioridad a la firma de los citados Acuerdos [de Ginebra], Estados Unidos había ido ocupando modestas, pero seguras posiciones, mediante una sutil penetración de carácter económico» (p. 67). Lo que de hecho quiere decir es penetración a través de la ayuda económica; por «penetración económica» suele entenderse el progresivo control económico de un país (y por ello también político en determinados contextos) a través de inversiones estratégicas, por ejemplo, la acción estadounidense del sur de Río Grande para abajo. Es posible que hoy Francia, a catorce años de su derrota, conserve más intereses económicos que los establecidos por los americanos. El Pentágono se lanzó a la aventura del Sudeste asiático por razones eminentemente estratégicas y sigue su derrotero allí por razones crecientemente psicológicas. Y para manipular mejor a las corruptas élites, EE. UU., las baña con una lluvia de dólares. Es lo que se admitirá en la página 91 cuando nos señala que «al Sudeste asiático no acude Estados Unidos, como en América Latina, por ejemplo, para salvar unos intereses económicos concretos puestos en peligro por la subversión interna. Estados Unidos no cuenta con unas inversiones de magnitud en Vietnam». Perfecto. Aquí podría haberlo dejado, pero debe dejar a buen cubierto la línea de la ortodoxia, insistiendo: «Ello no quiere decir que el hecho económico se encuentre ausente del conflicto, cosa que en buena lógica es inviable en cualquier fenómeno de este tipo» (pp. 91 y 92). La función gramatical de «inviable» dentro del recargado contexto no es demasiado clara, a no ser qué tengamos presente la intencionalidad del autor. (153) [u] Acerca del Pacto de Manila[/u] El Pacto de Manila posiblemente fue el premio de consolación—o la carnaza—que los británicos regalaron a los americanos, prometiéndoles su presencia en la Organización a cambio de que se avinieran a no poner obstáculos insalvables para un punto final al problema indochino. La realidad es que ningún Estado miembro se la tomó nunca demasiado en serio; ni siquiera la Francia [i]gaullista[/i] se toma la molestia de darse de baja oficialmente, como ha hecho con la O. T. A. N. El vínculo entre Ginebra y Manila lo estableció claramente el final de la declaración del presidente Eisenhower en la conferencia de Prensa que convocó con motivo de los Acuerdos de Ginebra: "Estados Unidos prosigue activamente las conversaciones con otras naciones libres con vistas a la rápida organización de una defensa colectiva en el Sudeste de Asia, destinada a impedir nuevas agresiones comunistas directas o indirectas en esta parte del mundo." The New York Times, 22 julio 1954. El Tratado de la S. E. A. T. 0., se firmaba en septiembre. También los ingleses encontrarían la compensación haciendo apoyar por los reticentes Estados Unidos el Pacto de Bagdad, que se estaba construyendo por este período. [img]http://img264.imageshack.us/img264/6357/dormir.png[/img] [font=Courier New]Las promesas de Francia no interesan.Las publicaciones ya no atraen. ¡Temed cuando ésta juventud, despierte! - Saigón, julio de 1948[/font] Me pareció una alegoria adecuada para el tema en cuestión. Tal vez todos en la Indochina Francesa durmieran una siesta muy larga... Los combatientes de ambos lados, se desangraron por los principios que el guerrero mantiene como Ideales. Y como la Guerra es la continuación de la Politica, los resultados eran previsibles, más alla del valor y esfuerzo puestos de manifiesto. Sigamos con las Ideas propias sin ofender. Surgen interesantes puntos de vista hacia "las Armas y los hombres", desde cada subforo de Politica y Secuelas. Incluso los Uniformes y Medallas, la Economia y sus trasfondos que no salen en el reporte de bajas. Fuera de tiempo y motivo, quiero expresar el agradecimiento sin nombres a cada uno de los que aporta y construye. publicado por monocone en [url]http://guerradevietnam.foros.ws/post.php?p=9655#9655[/url] [/QUOTE]
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