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Area Militar General
Malvinas 1982
Vivencias día a día del conflicto por las Islas Malvinas
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<blockquote data-quote="berraondo" data-source="post: 2485951" data-attributes="member: 37689"><p>De entrada pido disculpas si falto a la épica, es lo que hay.</p><p></p><p>El 2 de abril del 82 me encontró haciendo la colimba (COrrer, LIMpiar, BArrer: aclaración para los más jóvenes), había entrado el 9 de marzo. Estábamos haciendo la instrucción básica, los jefes nos convocaron con solemnidad a informarnos, y vimos algo por la tele. Obviamente les preguntamos si iríamos, a lo que se nos respondió “donde van a ir TAGARNAS, si no saben agarrar ni un fusil”.</p><p></p><p>Desde ese día hasta el 8 de abril que salimos en el primer franco, tuvimos instrucción de tiro, navegación nocturna, y servicio a los cañones antiaéreos que tenía la unidad en la que estaba, el GADA 601 de Mar del Plata. El franco tenía carácter de despedida, pues ya sabíamos que el lunes viajábamos al sur, aunque nadie esperaba guerra – íbamos de paseo, decían los jefes-. Cabe aclarar que la operación de los modernos equipos del GADA 601 la hacían el personal de cuadros y los soldados C/62, los C/63 haciamos la seguridad.</p><p></p><p>A la puerta del cuartel fuí con mis viejos y mis hermanas, compañeros a la distancia de esta historia.</p><p></p><p>Subimos a un avión hasta Comodoro, donde aprestamos equipos y un grupo grande fuimos hasta Puerto Deseado a descargar el buque mercante (estatal) “Córdoba”, donde venían los cañones, radares, camiones, provisiones, etc. Pasamos varios días durmiendo en contenedores en el puerto. Un día de esos, estábamos en las bodegas del barco cargando montacargas con las municiones -que eran de origen inglés-, cuando subimos a cubierta, y vimos que los camiones, nuestros compañeros, y nuestros jefes, no estaban en el puerto.</p><p></p><p>¡Se habían ido! Así que nos quedamos sin jefes a cientos de Kms de Comodoro, en épocas en las que no había celular. Resolvimos esperar al día siguiente a que salieran los camiones civiles que llevaban parte de la carga.</p><p></p><p>Campamento en Puerto Argentino</p><p>(en ese momento no le conocíamos otro nombre, y fechar allí las cartas me valió el reto de una de mis hermanas menores, que estaban mejor informadas, luego por unos días se llamó Puerto Rivero, tengo cartas fechadas con ese domicilio)</p><p></p><p>El 16 de abril a la noche salimos a las islas en Hércules, lo que nos valió mejores condiciones de viaje que a los que iban solo tropa, ya que el peso de los cañones hacía que hubiera espacio mas o menos cómodo.</p><p></p><p>Por si hace falta aclararlo, era emocionante el momento de poder llegar a Malvinas que, independientemente de las motivaciones de la acción militar, son una causa nacional que aprendimos a querer desde chiquitos en la escuela.</p><p>Sobrevolando el aeropuerto -que aún se llamaba Puerto Argentino-, no había condiciones para aterrizar, por lo que el avión volvió a Comodoro. En la mañana siguiente volvimos a volar, esta vez pudiendo bajar. Estuvimos un par de días acampando junto a una playa de arenas blancas como nunca he visto. No se podía bajar porque estaba minada.</p><p></p><p><img src="http://www.malvinastreinta.com/wp-content/uploads/2012/03/campamento-cercano-a-puerto-argentino.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Luego nos destinaron a hacer la defensa aérea del Puerto, a pocos kilómetros, y pegados al pueblo, hacia el Este. Ahí nos dirigimos, armamos el campamento permanente para el grupo que atendía la pieza Nº5 (el cañón Oerlikon 35mm) de la Batería A. Eramos 11, dos Suboficiales y 9 soldados, a un centenar de metros estaba el radar director de tiro (Skyguard) con el Jefe de la sección, y otro tanto más allá, la pieza Nº6 (la de la foto famosa)</p><p></p><p><img src="http://i1187.photobucket.com/albums/z392/lbalbo55/14322688_10155251170256562_5361680412996345721_n.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p>Pasamos varios días de campamento. Armamos una tarima de madera para dormir porque el suelo era húmedo (despúes se indundó). Hicimos una estufa con medio tambor de 200 litros, cortado a pico (picador), con la otra mitad hice el asiento de la letrina, para no sacrificar ese momento tan importante. La estufa la abastecíamos con turba, que estaba cortada en los yacimientos o en galpones. Vivíamos el día tratando de pasarla lo menos mal posible. Ya extrañabamos los amores del continente: el cafecito, la birra, la cancha… El día que nos trajeron una manzana, en lugar de comerla rápidamente, la guardé para hacerla “al horno” en una latita de Nesquick que había visto tirada por ahí. Muy cerca de allí había un basurero con un montón de cosas útiles, sin materia orgánica. Otra actividad era ir a buscar cubos de turba a los galpones cercanos, para la estufa y, de paso, en las casas abandonadas, cosechabamos papitas en las huertas, qeu haciamos al rescoldo.</p><p></p><p>El primer bombardeo</p><p>El 1ro de mayo alrededor de las 4 de la mañana estaba haciendo guardia mirando hacia el Este, donde está el aeropuerto. Había girado el cañón (que tenia un joystick para manejarlo) para que me proteja del viento helado del Oeste, y vi unos resplandores que tardé unos segundos en decodificar: eran las bombas de 450Kg que cayeron sobre la pista del aeropuerto, dando comienzo a las acciones de ese primer día de combate.</p><p>Todos salimos a las trincheras y apuntamos hacia arriba del cañón. El ataque aéreo volvió con la salida del sol, alrededor de las 7, esta vez sobre el puerto, es decir, justo arriba nuestro. A esa hora sentimos un rugido sobre nuestras cabezas, era un Tigercat de infantería de marina, que salio esquivando antenas en persecusión de un SH. Pero los ataques de la aviación inglesa fueron infructuosos ese día, y esto nos valió a los grupos antiaéreos el aprecio de las demás armas. Las acciones aéreas sobre el puerto no se repitieron nunca más hasta los últimos días, lo que nos hizo estar algo más tranquilos. Sin embargo, los radares detectaban el movimiento de aviones que en segundos podían estar arriba nuestro y por eso estuvimos los 2 meses en alerta roja, durmiendo por turnos.</p><p></p><p><img src="http://www.malvinastreinta.com/wp-content/uploads/2012/03/radio-pto-argentino6-1024x768.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p>Impacto en la pared. Estaba cuando llegamos, el 17 de abril.</p><p></p><p>Una excepción a la tranquilidad eran los bombardeos navales nocturnos que primero eran cada tantos días y después todas las noches. Ya que en donde estábamos, había muchos puntos de interés estratégico: cañones y misiles antiaéreos, tanques, y 2 o 3 puestos de comando. A este efecto, nos habíamos hecho un refugio antibombas, bien protegido, que en el primer bombardeo vimos que se había inundado porque subió la napa de agua. Esa primera noche de bombardeo naval, yo había hecho la primera guardia y, como nos habíamos relajado, el primero dejaba el casco y el fusil en el cañón y el resto después se levantaba sin tanta cosa. Cuando nos despiertan al grito de alerta gris salimos todos corriendo al refugio, agarramos los cascos y el fusil, porque vestidos ya estábamos, pero ocurre que yo, recién despierto, no encontraba mi armamento, así que me quedé sólo donde dormíamos, mientras caían bombas a nuestro alrededor.</p><p>No puedo explicar la desesperación que tenía hasta que, creer o reventar, sentí una presencia física al lado mío que me llamó a la calma. Para mi era Jesús (sí, el de la Crush). Después de ahí prometí hacerme monje. No, no, era joda. Cuando paró la andanada, agarré el casco, el fusil, y me fuí al refugio, de ignorante no más. En ese entonces no sabíamos que las bombas tenían minas antipersonales adentro que explotaban al contacto – sí, están prohibidas por la Convención de ginebra, pero el referí no estaba- y era de noche. Llegué al refugio y estaban los otros arriba de piedras para no tener las patas en el agua y preocupados por mi ausencia. De ahí en más, el Cabo 1° Cardozo resolvió no volver a usarlo (quedó como vertiente de agua) y quedarnos en las bolsas de dormir, ya que el albergue estaba parcialmente bajo tierra. Nos tenía que caer una “pepa” justo arriba, lo que era mucha mala leche, o el destino, que le dicen</p><p></p><p>El buen desempeño de la artillería antiaérea, además de aportar al reciente balance bélico, tuvo una consecuencia positiva y concreta para nosotros: los camiones que llevaban comida a unidades alejadas iban y venían por la ruta que pasaba a unos 200 metros de nuestra posición, y cuando, por probar, los parábamos para ver si les quedaba comida, al decirles que éramos de la antiaérea nos daban lo que les había sobrado después de distribuir a su gente. Después de las primeras incursiones, armamos baldes con latas de aceite de 4 litros para ir puntualmente a parar los camiones, con la autorización de nuestro jefe inmediato, echando mano de las aptitudes adquiridas en la instrucción y recorrer esos metros cuerpo a tierra con los baldes, para evitar ser vistos por la camara del DT.</p><p></p><p>Dos veces nos llevaron al centro de la ciudad para ducharnos ¡con agua salada! a la mugre que teníamos, se le sumaba el jabón cortado con el agua salada.</p><p></p><p>Los últimos días, luego del desembarco inglés, fueron los más pesados, aunque nosotros nunca entramos en combate de infantería (gente contra gente), porque los “genios” de la estrategia pusieron miles de combatientes hacia el Este, esperando el desembarco por ese lado, y los gringos bajaron por el Oeste, donde había un par de cientos de hombres.</p><p></p><p>Desde la acción propia de la artillería antiaérea creemos que bajamos un helicóptero de noche, según los registros del radar.</p><p>Aunque el cañón tenía teléfono con el pueblo, la verdad es que no teníamos información. Nos enteramos de la venida del Papa porque hubo alto el fuego, y de la rendición, al levantarnos una mañana cuando vimos una columna de tropas caminando rumbo al aeropuerto. Le dijimos al jefe “mi cabo primero, se van todos”, a lo que respondió, “bueno , vamos”.</p><p></p><p>Cargamos nuestras pilchas en los bultos a las apuradas y desactivamos las armas. En mi bolso entró la mitad de lo que entraba ordenadamente, y un aún así no lo pude levantar, me caía. Días despúes ví que había perdido unos 15 kilos (normalmente pesaba 63 y volví con 48, una lágrima. Mi viejo, en Mar del Plata, a nervio y cigarrillo perdió otro tanto.</p><p></p><p>Así que cargaron mi bulto en un camión y fuimos al aeropuerto caminando, ahí nos evacuarían. En el camino nos sacaron las armas. A la noche nos despertaron diciendo que los aviones no venían, así que regresamos al pueblo caminando unos 8 Km para ser embarcados. Allí estuvimos prisioneros en galpones de lana que habían servido de depósitos de comida. Para nosotros era una especie de paraíso, aunque el agua era escasa.</p><p></p><p>Al cabo de dos días nos embarcaron en un buque portacontenedores, porque el Camberra, que se llevó a casi todos, se había llenado. Primero a Madryn, luego en avión a Campo de Mayo. Nos tuvieron dos días cebándonos y bañándonos. La ropa que traíamos apestaba de humo y mygre, así que nos dieron ropa nueva, nos recomendaron no hablar de la guerra como último servicio que la Patria nos pedía.</p><p></p><p>Nos cargaron en tren a Mar del Plata, en el camino paramos durante una hora con el expreso propósito de no llegar de día, porque había 5000 personas en la estación. No les funcionó, porque nadie se movió, y le dió tiempo a más gente a ir a recibirnos. Allí nos abrazo mucha gente que ni conocíamos. La llegada a casa, los amigos del barrio, el asado, el maldito mundial del 82 (perdimos la guerra y quedamos fuera en el Mundial)</p><p></p><p>Dos meses despúes nos dieron la baja, ¡¡claro que antes juramos la bandera!! No nos íbamos a ir sin jurarle a la Patria defenderla hasta morir. Sólo que antes, algunos se murieron en la guerra. Son cosas que pasan …</p><p></p><p>Durante los dos meses y dos días que estuve en Malvinas escribí más cartas en papel que en toda mi vida. Mi familia escribía constantemente, aunque muchas de sus cartas me las encontré al volver al continente. Las cartas hablaban de la vida , en un tácito esfuerzo mutuo por sostenernos.</p><p></p><p>Ninguno de mis compañeros inmediatos murió, a uno del otro cañón los estaquearon. Después los afectos y mimos de familia y amigos fueron el tutor que me permitió seguir en pie. Pude estudiar, me casé, me descasé, me volví a casar, y hoy abrazo a mi hijita.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="berraondo, post: 2485951, member: 37689"] De entrada pido disculpas si falto a la épica, es lo que hay. El 2 de abril del 82 me encontró haciendo la colimba (COrrer, LIMpiar, BArrer: aclaración para los más jóvenes), había entrado el 9 de marzo. Estábamos haciendo la instrucción básica, los jefes nos convocaron con solemnidad a informarnos, y vimos algo por la tele. Obviamente les preguntamos si iríamos, a lo que se nos respondió “donde van a ir TAGARNAS, si no saben agarrar ni un fusil”. Desde ese día hasta el 8 de abril que salimos en el primer franco, tuvimos instrucción de tiro, navegación nocturna, y servicio a los cañones antiaéreos que tenía la unidad en la que estaba, el GADA 601 de Mar del Plata. El franco tenía carácter de despedida, pues ya sabíamos que el lunes viajábamos al sur, aunque nadie esperaba guerra – íbamos de paseo, decían los jefes-. Cabe aclarar que la operación de los modernos equipos del GADA 601 la hacían el personal de cuadros y los soldados C/62, los C/63 haciamos la seguridad. A la puerta del cuartel fuí con mis viejos y mis hermanas, compañeros a la distancia de esta historia. Subimos a un avión hasta Comodoro, donde aprestamos equipos y un grupo grande fuimos hasta Puerto Deseado a descargar el buque mercante (estatal) “Córdoba”, donde venían los cañones, radares, camiones, provisiones, etc. Pasamos varios días durmiendo en contenedores en el puerto. Un día de esos, estábamos en las bodegas del barco cargando montacargas con las municiones -que eran de origen inglés-, cuando subimos a cubierta, y vimos que los camiones, nuestros compañeros, y nuestros jefes, no estaban en el puerto. ¡Se habían ido! Así que nos quedamos sin jefes a cientos de Kms de Comodoro, en épocas en las que no había celular. Resolvimos esperar al día siguiente a que salieran los camiones civiles que llevaban parte de la carga. Campamento en Puerto Argentino (en ese momento no le conocíamos otro nombre, y fechar allí las cartas me valió el reto de una de mis hermanas menores, que estaban mejor informadas, luego por unos días se llamó Puerto Rivero, tengo cartas fechadas con ese domicilio) El 16 de abril a la noche salimos a las islas en Hércules, lo que nos valió mejores condiciones de viaje que a los que iban solo tropa, ya que el peso de los cañones hacía que hubiera espacio mas o menos cómodo. Por si hace falta aclararlo, era emocionante el momento de poder llegar a Malvinas que, independientemente de las motivaciones de la acción militar, son una causa nacional que aprendimos a querer desde chiquitos en la escuela. Sobrevolando el aeropuerto -que aún se llamaba Puerto Argentino-, no había condiciones para aterrizar, por lo que el avión volvió a Comodoro. En la mañana siguiente volvimos a volar, esta vez pudiendo bajar. Estuvimos un par de días acampando junto a una playa de arenas blancas como nunca he visto. No se podía bajar porque estaba minada. [IMG]http://www.malvinastreinta.com/wp-content/uploads/2012/03/campamento-cercano-a-puerto-argentino.jpg[/IMG] Luego nos destinaron a hacer la defensa aérea del Puerto, a pocos kilómetros, y pegados al pueblo, hacia el Este. Ahí nos dirigimos, armamos el campamento permanente para el grupo que atendía la pieza Nº5 (el cañón Oerlikon 35mm) de la Batería A. Eramos 11, dos Suboficiales y 9 soldados, a un centenar de metros estaba el radar director de tiro (Skyguard) con el Jefe de la sección, y otro tanto más allá, la pieza Nº6 (la de la foto famosa) [IMG]http://i1187.photobucket.com/albums/z392/lbalbo55/14322688_10155251170256562_5361680412996345721_n.jpg[/IMG] Pasamos varios días de campamento. Armamos una tarima de madera para dormir porque el suelo era húmedo (despúes se indundó). Hicimos una estufa con medio tambor de 200 litros, cortado a pico (picador), con la otra mitad hice el asiento de la letrina, para no sacrificar ese momento tan importante. La estufa la abastecíamos con turba, que estaba cortada en los yacimientos o en galpones. Vivíamos el día tratando de pasarla lo menos mal posible. Ya extrañabamos los amores del continente: el cafecito, la birra, la cancha… El día que nos trajeron una manzana, en lugar de comerla rápidamente, la guardé para hacerla “al horno” en una latita de Nesquick que había visto tirada por ahí. Muy cerca de allí había un basurero con un montón de cosas útiles, sin materia orgánica. Otra actividad era ir a buscar cubos de turba a los galpones cercanos, para la estufa y, de paso, en las casas abandonadas, cosechabamos papitas en las huertas, qeu haciamos al rescoldo. El primer bombardeo El 1ro de mayo alrededor de las 4 de la mañana estaba haciendo guardia mirando hacia el Este, donde está el aeropuerto. Había girado el cañón (que tenia un joystick para manejarlo) para que me proteja del viento helado del Oeste, y vi unos resplandores que tardé unos segundos en decodificar: eran las bombas de 450Kg que cayeron sobre la pista del aeropuerto, dando comienzo a las acciones de ese primer día de combate. Todos salimos a las trincheras y apuntamos hacia arriba del cañón. El ataque aéreo volvió con la salida del sol, alrededor de las 7, esta vez sobre el puerto, es decir, justo arriba nuestro. A esa hora sentimos un rugido sobre nuestras cabezas, era un Tigercat de infantería de marina, que salio esquivando antenas en persecusión de un SH. Pero los ataques de la aviación inglesa fueron infructuosos ese día, y esto nos valió a los grupos antiaéreos el aprecio de las demás armas. Las acciones aéreas sobre el puerto no se repitieron nunca más hasta los últimos días, lo que nos hizo estar algo más tranquilos. Sin embargo, los radares detectaban el movimiento de aviones que en segundos podían estar arriba nuestro y por eso estuvimos los 2 meses en alerta roja, durmiendo por turnos. [IMG]http://www.malvinastreinta.com/wp-content/uploads/2012/03/radio-pto-argentino6-1024x768.jpg[/IMG] Impacto en la pared. Estaba cuando llegamos, el 17 de abril. Una excepción a la tranquilidad eran los bombardeos navales nocturnos que primero eran cada tantos días y después todas las noches. Ya que en donde estábamos, había muchos puntos de interés estratégico: cañones y misiles antiaéreos, tanques, y 2 o 3 puestos de comando. A este efecto, nos habíamos hecho un refugio antibombas, bien protegido, que en el primer bombardeo vimos que se había inundado porque subió la napa de agua. Esa primera noche de bombardeo naval, yo había hecho la primera guardia y, como nos habíamos relajado, el primero dejaba el casco y el fusil en el cañón y el resto después se levantaba sin tanta cosa. Cuando nos despiertan al grito de alerta gris salimos todos corriendo al refugio, agarramos los cascos y el fusil, porque vestidos ya estábamos, pero ocurre que yo, recién despierto, no encontraba mi armamento, así que me quedé sólo donde dormíamos, mientras caían bombas a nuestro alrededor. No puedo explicar la desesperación que tenía hasta que, creer o reventar, sentí una presencia física al lado mío que me llamó a la calma. Para mi era Jesús (sí, el de la Crush). Después de ahí prometí hacerme monje. No, no, era joda. Cuando paró la andanada, agarré el casco, el fusil, y me fuí al refugio, de ignorante no más. En ese entonces no sabíamos que las bombas tenían minas antipersonales adentro que explotaban al contacto – sí, están prohibidas por la Convención de ginebra, pero el referí no estaba- y era de noche. Llegué al refugio y estaban los otros arriba de piedras para no tener las patas en el agua y preocupados por mi ausencia. De ahí en más, el Cabo 1° Cardozo resolvió no volver a usarlo (quedó como vertiente de agua) y quedarnos en las bolsas de dormir, ya que el albergue estaba parcialmente bajo tierra. Nos tenía que caer una “pepa” justo arriba, lo que era mucha mala leche, o el destino, que le dicen El buen desempeño de la artillería antiaérea, además de aportar al reciente balance bélico, tuvo una consecuencia positiva y concreta para nosotros: los camiones que llevaban comida a unidades alejadas iban y venían por la ruta que pasaba a unos 200 metros de nuestra posición, y cuando, por probar, los parábamos para ver si les quedaba comida, al decirles que éramos de la antiaérea nos daban lo que les había sobrado después de distribuir a su gente. Después de las primeras incursiones, armamos baldes con latas de aceite de 4 litros para ir puntualmente a parar los camiones, con la autorización de nuestro jefe inmediato, echando mano de las aptitudes adquiridas en la instrucción y recorrer esos metros cuerpo a tierra con los baldes, para evitar ser vistos por la camara del DT. Dos veces nos llevaron al centro de la ciudad para ducharnos ¡con agua salada! a la mugre que teníamos, se le sumaba el jabón cortado con el agua salada. Los últimos días, luego del desembarco inglés, fueron los más pesados, aunque nosotros nunca entramos en combate de infantería (gente contra gente), porque los “genios” de la estrategia pusieron miles de combatientes hacia el Este, esperando el desembarco por ese lado, y los gringos bajaron por el Oeste, donde había un par de cientos de hombres. Desde la acción propia de la artillería antiaérea creemos que bajamos un helicóptero de noche, según los registros del radar. Aunque el cañón tenía teléfono con el pueblo, la verdad es que no teníamos información. Nos enteramos de la venida del Papa porque hubo alto el fuego, y de la rendición, al levantarnos una mañana cuando vimos una columna de tropas caminando rumbo al aeropuerto. Le dijimos al jefe “mi cabo primero, se van todos”, a lo que respondió, “bueno , vamos”. Cargamos nuestras pilchas en los bultos a las apuradas y desactivamos las armas. En mi bolso entró la mitad de lo que entraba ordenadamente, y un aún así no lo pude levantar, me caía. Días despúes ví que había perdido unos 15 kilos (normalmente pesaba 63 y volví con 48, una lágrima. Mi viejo, en Mar del Plata, a nervio y cigarrillo perdió otro tanto. Así que cargaron mi bulto en un camión y fuimos al aeropuerto caminando, ahí nos evacuarían. En el camino nos sacaron las armas. A la noche nos despertaron diciendo que los aviones no venían, así que regresamos al pueblo caminando unos 8 Km para ser embarcados. Allí estuvimos prisioneros en galpones de lana que habían servido de depósitos de comida. Para nosotros era una especie de paraíso, aunque el agua era escasa. Al cabo de dos días nos embarcaron en un buque portacontenedores, porque el Camberra, que se llevó a casi todos, se había llenado. Primero a Madryn, luego en avión a Campo de Mayo. Nos tuvieron dos días cebándonos y bañándonos. La ropa que traíamos apestaba de humo y mygre, así que nos dieron ropa nueva, nos recomendaron no hablar de la guerra como último servicio que la Patria nos pedía. Nos cargaron en tren a Mar del Plata, en el camino paramos durante una hora con el expreso propósito de no llegar de día, porque había 5000 personas en la estación. No les funcionó, porque nadie se movió, y le dió tiempo a más gente a ir a recibirnos. Allí nos abrazo mucha gente que ni conocíamos. La llegada a casa, los amigos del barrio, el asado, el maldito mundial del 82 (perdimos la guerra y quedamos fuera en el Mundial) Dos meses despúes nos dieron la baja, ¡¡claro que antes juramos la bandera!! No nos íbamos a ir sin jurarle a la Patria defenderla hasta morir. Sólo que antes, algunos se murieron en la guerra. Son cosas que pasan … Durante los dos meses y dos días que estuve en Malvinas escribí más cartas en papel que en toda mi vida. Mi familia escribía constantemente, aunque muchas de sus cartas me las encontré al volver al continente. Las cartas hablaban de la vida , en un tácito esfuerzo mutuo por sostenernos. Ninguno de mis compañeros inmediatos murió, a uno del otro cañón los estaquearon. Después los afectos y mimos de familia y amigos fueron el tutor que me permitió seguir en pie. Pude estudiar, me casé, me descasé, me volví a casar, y hoy abrazo a mi hijita. [/QUOTE]
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Verificación
Guerra desarrollada entre Argentina y el Reino Unido en 1982
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