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Area Militar General
Malvinas 1982
Vivencias día a día del conflicto por las Islas Malvinas
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<blockquote data-quote="El_francotirador" data-source="post: 732999" data-attributes="member: 10787"><p><strong>RELATO DE LAS VIVENCIAS UN ROA EN LA GUERRA DE MALVINAS</strong></p><p></p><p>Hola a todos…aquí les dejo el relato de lo vivido por un ROA durante la Guerra de Malvinas. Lo subo porque no recuerdo haber leído de ellos en este subforo y creo que vale la pena ya que ellos también supieron escribir su historia en el conflicto del Atlántico Sur.</p><p></p><p>El relato comienza a partir del 6 de Abril de 1982, donde soy convocado por la Fuerza Aérea Argentina, para cubrir tareas de escucha en el espectro radioeléctrico en la IX Brigada Aérea, Comodoro Rivadavia. Con el correr de los días, esta tarea se fue intensificando, a medida que la flota británica se desplazaba hacia las islas del Atlántico Sur. El día20 de Abril llega a la IX Brigada un contingente de radioaficionados, eran todos cordobeses, que fueron convocados para cubrir tareas como ROA en Islas Malvinas.</p><p>Todos ellos llegaron a la provincia de Chubut con un envidiable patriotismo y una dosis de aventura, cubiertos con algunos medios para las tareas que tendrían que realizar (prismáticos, cuchillos, etc.) y por supuesto con los equipos de radio propios para realizar las comunicaciones con el Centro de Filtraje en Puerto Argentino.</p><p>Recuerdo que en esa tarde lluviosa en que llegaron, y luego de las presentaciones, nos reunimos con ellos en una cena en el centro de Comodoro Rivadavia. Fue allí, donde conversando con ellos, el orgullo que transmitían, y la envidia que me producía, hizo que solicitara permiso a mi Jefe, el Vicecomodoro Zabala para cubrir un puesto en las Islas que había quedado vacante. Luego de mucho insistirle, me autorizó viajar con los colegas radioaficionados a Malvinas, donde tendría que posicionarme en el faro del aeropuerto; lugar que como me comentaban, era propicio para mí, ya que no contaba con implementos de supervivencia como los que traían los cordobeses, para pasar una semana en los puestos de campaña; solo tenía mi ropa personal, un uniforme de combate, y mis equipos de comunicaciones.</p><p>Finalmente arribamos al Aeropuerto de Islas Malvinas el día 22 de Abril, al atardecer. Fue suficiente el viaje para que dentro de la ruidosa bodega del C-130 Hércules, la sana camaradería de los cordobeses, hizo que me integrara como un amigo más; manteniendo hasta la fecha un estrecho vínculo afectivo con todos ellos, a partir de ese momento.</p><p>En ese atardecer soleado, y con las últimas luces del día fuimos recibidos en el Aeropuerto por el Gobernador de las Islas General Menéndez y por el Brigadier Castellanos, quien nos guió hasta el hangar que hasta pocos días antes fuera ocupado por los marines reales británicos. Este enorme galpón también lo compartíamos con los integrantes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Fuerza Aérea Argentina.</p><p>En los días que pasamos en este lugar, intercambiábamos experiencias con ellos, donde también colaborábamos con el ensamblaje de los helicópteros Bell 212, que llegaron parcialmente armados en los C-130 Hércules. Fue imposible para mí conciliar el sueño en esa primera noche en las Islas Malvinas. El clima de euforia, sorpresa y temor vencieron mi cansancio.</p><p>La noche del segundo día, ya más distendidos, me entregaba totalmente a un reparador sueño, hasta que el galpón fue sacudido por una fuerte explosión. Una sección del GOE, con rapidez se desplazó con cautela hacia el lugar donde se originó este acontecimiento, quedamos despierto a la llegada de este grupo, el que al arribar informó a sus superiores que se trató de una mina antipersonal que estalló, posiblemente por haber sido accionada por una de las aves que revoloteaba en las inmediaciones. Ya muy despiertos, y sin posibilidades de conciliar el sueño, nos quedamos tomando mate con ellos, mientras nos mostraban las ventajas de los visores nocturnos en lo cerrado de la noche.</p><p>El 24 de Abril comenzó el despliegue de los primeros grupos ROA, quienes eran llevados a sus puestos en los helicópteros, único medio posible para llegar a los lugares ya determinados. Los medios de transporte terrestre, todos 4 x 4 eran ineficaces para transitar fuera de los caminos, incluso los imparables Unimog.</p><p>El 25 de Abril nos toca a nosotros. Al atardecer abordamos el helicóptero para ser dejados al norte de Puerto Argentino, en la cima del cerro San Salvador, a 980 pies de altura. Ya anocheciendo, alrededor de las 17:00 hs. tuvimos que acelerar la tarea del armado de la carpa, para que no nos tome la noche a la intemperie. La sorpresa fue que al querer armar la carpa nos encontramos con que el sobretecho, era de color anaranjado. Decidimos por nuestra seguridad armar solo la primera parte, es decir sin él éste. Mi esperanza de estar operando mis propios equipos de comunicaciones desde el faro del aeropuerto se vieron frustradas, de la misma manera que mis limitadas posibilidades de hacer supervivencia durante un lardo tiempo. Eran mis compañeros en el POA (Puesto de Observador Aéreo), el Cabo de la Banda de Música Jorge Lanza, y el soldado Francisco Frontini.</p><p>Mi puesto, el M9 era el único puesto (POA) que no estaba formado por un grupo de radioaficionados, que generalmente eran dos, con la compañía de un soldado para defensa del puesto. El M9 estaba formado por dos soldados, ya que parte de las tareas ROA en informar al CIC (Centro de Información y Control) en Puerto Argentino, debíamos tener operativo un radar ELTA 2106, con su correspondiente batería y grupo electrógeno. Al amanecer del primer día en la cima del cerro hicimos los primeros aprestos del puesto, mientras Lanza y Frontini preparaban la puesta a punto del radar, yo instalaba la estación de radio dentro de la carpa, notando que debido a la altura que teníamos, era posible comunicarnos con Puerto Argentino con el Handy de VHF, sin utilizar la alta potencia del equipo de VHF base. Al otro día, alrededor de las 10 de la mañana, uno de los puestos ROA informa que que su lugar era fuertemente azotado por una violenta tormenta de lluvia, granizo y viento.</p><p>No lo podíamos creer, nos miramos perplejos, ya que nosotros disfrutábamos de un café, en una mañana soleada y sin viento.</p><p>La realidad de Malvinas no se hizo esperar, a poco estábamos dentro de la carpa sujetando los parantes para que no se doblaran ante el fuerte viento. Allí, y por primera vez notamos que en muchas otras oportunidades, cuando temblaba el piso de turba y césped, debajo de nuestra carpa era porque el viento superaba los 80 kilómetros por hora. Fue nuestra primera experiencia fuerte, cuando nuestra carpa de alta montaña de primera marca, y sin sobretecho quedó hecha jirones, con los parantes destruidos, y nosotros envueltos en las lonas para no mojarnos y luego, buscando refugio detrás de un montículo de piedras, caminando de espaldas al viento, agazapados, que era la mejor forma de avanzar, es decir, retrocediendo.</p><p>Recién al otro día con la llegada del Bell recibimos una nueva carpa especial, con sobretecho verde, que nos acompañó hasta el final de la campaña.</p><p>Los días transcurrieron sin demasiadas alternativas, todos eran preparativos, mejorar el enmascaramiento del puesto, y el rendimiento de los equipos de comunicaciones, hasta que llegó el 1º de Mayo. Allí nos vimos sacudidos a la madrugada por las 20 bombas de 1.000 libras lanzadas por los Vulcan en la zona del aeropuerto. Entraron por el sur, no siendo vistos desde nuestro puesto.</p><p>El tráfico radial se intensificó. En uno de esos mensajes nos enteraríamos que entre las primeras bajas se encontraba un soldado de Capital Federal que había integrado por unos días un puesto ROA, y que luego, por su pedido fue llevado nuevamente al aeropuerto. Era el soldado Guillermo Gracia. Ese largo día fue la bisagra que cambió nuestra experiencia, de una tranquila vida de campaña, donde lo único que nos afectaba eran las condiciones climáticas, a la fuerte experiencia de estar en el medio de un conflicto con una potencia fogueada de experiencia con muchos años en conflictos bélicos.</p><p>Ya casi no comíamos, no dormíamos, la noche era una terrorífica experiencia, donde nuestra carpa era un bocado para cualquiera comando inglés que nos quisiera tomar en nuestro vistoso puesto, con radar incluido en la calva cima de un alto cerro.</p><p>El 1º de Mayo fue un día de clima atípico, soleado y casi sin viento, con una visibilidad ilimitada desde nuestro puesto. Los partes de la ROA eran constantes desde varios puestos, los Sea Harrier ya eran vistos permanentemente por nosotros. Fue uno de los últimos días en que volarían bajo, ya que luego de las bajas sufridas por la artillería antiaérea, apenas los veríamos o escuchábamos muy alto, la mayoría de las veces estelando, y lanzando sus bombas sin precisión. Al atardecer de ese día, vemos sobre el horizonte hacia el noreste un grupo de grandes embarcaciones que se acercaban rápidamente hacia la costa que nuestro puesto cubría.</p><p>La velocidad de estas grandes embarcaciones era tal que en cuestión de media hora ya los teníamos tan cerca que podíamos divisar detalles más importantes. Nuestro parte ya había sido enviado al CIC, y lo que luego ocurrió fue cono estar presenciando un espectáculo desde las primeras filas. La artillería del Ejército, comenzó disparar sus obuses a estas embarcaciones, cabe destacar que nosotros estábamos en el cerro, sobre la vertical de la trayectoria de tiro, así que escuchábamos el silbido de estos proyectiles, y luego nos llegaba el ruido de los disparos.</p><p>El grupo de estos grandes barcos, se alejó rápidamente de la costa, todavía recuerdo el día soleado, que con esa excelente visibilidad nos permitió ver las naves ya alejadas, cuando sucedió el ataque de los aviones de la Fuerza Aérea Argentina, que parecían trozos de papel de aluminio suspendidos en el aire, flotando sobre algunos de los barcos. No se escuchaban ruidos, debido a la distancia, sí algunos destellos que iluminaban el atardecer.</p><p>Ya se había puesto el sol, y nos sorprendió un fuertísimo resplandor sobre el noreste, hecho que coincidió con la avería de varias fragatas inglesas.</p><p>Este largo día no iba a terminar. Los comentarios que hacíamos sobre experiencia, ya en la noche, nos tenía excitados, fue temible haber visto semejantes barcos tan cerca nuestros.</p><p>Terminamos todo el café que nos quedaba, y aprovechamos la bondad climática de esa noche para estar fuera de la carpa. Cerca de medianoche vemos movimientos raros sobre la costa sur. La misma estaba iluminada por los faros de varios Land Rover, todos ellos apuntando hacia el mar.</p><p>Nuevamente nuestro Parte de Observación comunica esta novedad, y luego de un tiempo, vemos como se ilumina toda la zona, por bengalas con paracaídas que hicieron de día el lugar. Los vehículos se dispersaron rápidamente, y decidimos que a partir de esa noche, reforzaríamos la guardia de nuestro puesto, ya que era evidente que se esperaba un desembarco de Comandos Ingleses.</p><p>Conciliar el sueño, era posible solo de a ratos, ya que la tensión aumentaba día a día, la radio no dejaba de escucharse, y el Elta funcionaba permanentemente, con el consiguiente ruido del grupo electrógeno. El clima cambió bruscamente a partir de ahí. Los vientos se acrecentaron, las lloviznas eran constante, el frío aumentaba, y había días enteros en que no se veía más de unos pocos metros debido a la niebla.</p><p>Esto impidió que durante largos días no recibiéramos el apoyo logístico del siempre esperado Bell, con combustible, provisiones y agua. Ya extrañábamos a estos oficiales, con los que con el tiempo mantendríamos una relación de amistad, en especial con los Mayores Kahiara y Pergolini.</p><p>El terror de las largas noches nos superaba. Un ventoso día, sin visibilidad nos confunde. Permanentemente se escuchan ruidos de motores, cerca de nuestra carpa, parecía que fuera un desembarco cerca de nuestra posición. Hasta pasamos esta novedad al Centro de Filtraje. Era como si estuviéramos emplazados cerca de una avenida. Cuando la niebla desaparece, nos damos cuenta de este hecho, El efecto del viento norte producía un fuerte oleaje, y éste, al romper sobre la costa de pedregullo producía ruidos de motores.</p><p>Los vuelos de Harriers eran a diario, descubrimos que la mejor forma de escucharlos en los días ventosos es dentro de la carpa, ya que el efecto acústico era más claro que en el exterior, donde el fuerte viento nos imposibilitaba conocer el rumbo de la aeronave.</p><p>El 4 de Mayo el Bell se acerca a nuestra posición, uno de nuestros partes de observación indicaba que habíamos visto un posible cazabombardero A-4, que volaba bajo, con posibles desperfectos, y aparentemente se estrelló al sudoeste del puesto M 9, Me subo al helicóptero, para guiarlos a la zona donde creíamos había caído la máquina, y encuentro a un grupo del GOE, dos de los cuales ya nos habíamos conocido en nuestra corta estancia en el hangar del aeropuerto. Recorremos loa suelos malvinenses a muy baja altura, copiando la geografía de la zona. Pasamos en vuelo rasante por dos establecimientos ingleses, de los que no s nota actividad de personal civil. Regresamos al M9, y finalizamos la tarea, sin haber encontrado al posible A-4 siniestrado.</p><p>Los días pasaban, el clima empeoraba, y el repliegue de varios puestos ROA se intensificó. La totalidad de mis compañeros cordobeses, pasaron toda su campaña con la misma ropa que trajeron desde Córdoba, es decir, camisa, jeans, camperas y zapatillas, dado que no se les pudo conseguir los uniformes que se les prometió. El factor tiempo nos afectaba a diario. Nuestra permanencia en las islas estaba programada por una semana, y ya llevábamos casi un mes sin relevos. El clima empeoraba día a día, y ya era necesario vestir permanentemente con los calzoncillos largos, y con los abrigos de matelacé que nos habían provisto en la IX Brigada. El contingente con los relevos para nuestros puestos tuvieron que regresar al continente al acercarse a las islas, al ser interceptados por la aviación inglesa.</p><p>Para mediados de Mayo ya eran pocos los POA originales que permanecen en sus lugares. Muchos fueron replegados a Puerto Argentino. En nuestro puesto nunca falto alimentos, hasta teníamos un cajón de uvas, que el frío mantuvo en buen estado. Las ametralladoras Halcón se oxidaron sólo de estar dentro de la carpa. El radar Elta resultó ser ineficaz debido a que el fuerte viento en la altura que nos encontrábamos afectaba la rotación de la antena, produciendo constantes ecos falsos.. A todo esto ya hacía tiempo que no nos quitábamos la ropa ni los botines a la noche, las alertas radiales sobre tropas en los distintos lugares de la isla hace que en cualquier momento del día o de la noche tengamos que abandonar la carpa y, en nuestro caso, refugiarnos en lugares predeterminados, por supuesto que a la intemperie. A pesar que contábamos con suficientes víveres, la falta de agua se hacía notar. A esa altura del cerro cuando levantábamos un panel de turba, al poco tiempo se formaba un piletón de agua. Lamentablemente no nos servía ni para lavarnos, su dureza hacía que no se formara espuma con el jabón, y era muy difícil de enjuagarse, ya que dejaba las manos pegoteadas.</p><p>Nuestra situación se agravó cuando el 7 de Mayo, cuando finalmente un Bell se acerca para proveernos de agua, y víveres. Al tenerlo casi a la vista, una rápida niebla se acercó desde el norte, y cubrió el cerro en pocos minutos. Escuchábamos el helicóptero orbitar sobre nuestra vertical a pocos metros, y luego de varios intentos, nos informan por radio que regresarán por no ver un sitio seguro para aterrizar. Pasaron los días, y los ataque aéreos ingleses se incrementaban. Dos días después un helicóptero logra aterrizaren el POA lo que me permitió abordarlo para poder estar un día en Puerto Argentino, para asearme y descansar.</p><p>En Puerto Argentino nos esperaba el Vicecomodoro Aranda, quien estaba a cargo de la ROA. Recorrimos distintos lugares, donde inspeccionamos los cráteres cubiertos de agua que producían las bombas inglesas. Nos favorecía el hecho que al ser esponjosa la turba, las bombas penetraban lo suficiente como para amortiguar los daños que podían producir en su periferia. El paisaje del aeropuerto había cambiado totalmente desde mi partida. La zona del aeropuerto se encontraba plagada de cráteres. El galpón que habíamos ocupado en los primeros días estaba destruido. El edificio del aeropuerto seriamente dañado pero todavía se encontraba ocupado, se hallaba rodeado de bolsas llenas de tierra, piedras o arena.</p><p>Mientras hacíamos esa recorrida suena la alarma aérea, y el movimiento de personal se agita para cubrirse o para ocupar sus puestos de combate. Escuchamos explosiones, y vemos volar montículos de tierra. El espectáculo que se presentaba ante nuestros ojos, movimiento de personal, helicópteros y aviones se transformó en un caos, gritos, órdenes y corridas. El ataque duró poco tiempo, y de inmediato se comenzó a auxiliar a las primeras víctimas. Luego, nos trasladamos al Instituto Ionosférico, en el centro de Puerto Argentino donde funcionaba nuestro Centro de Filtraje, en él se encontraba el suboficial Lezcano. Luego nos dirigimos a donde estaba emplazado el CIC. Fue grande mi sorpresa al llegar acompañado del Suboficial Mayor Alfredo Ocampo, ya que allí se encontraba la mayoría de los cordobeses que habían ocupado los distintos puestos. Luego de los saludos y comentarios sobre nuestras experiencias, mi debilidad por encontrar un poco de agua para higienizarme, superó mi paciencia entonces pregunté donde había un baño, cuando llegué a él vi sobre la puerta un cartel que decía “PARA OFICIALES SOLAMENTE”. No dude en entrar, la rapidez de mi decisión fue paralela a mi desengaño, ya que de las canillas no salía agua.</p><p>Pasado el mediodía nos llevaron, a Ocampo y a mí, a la cocina del edificio, que luego me enteraría era la casa del Gobernador inglés. Allí, y por primera vez luego de largas semanas sin interesarme por alimentarme, el olor a comida que salía de esa cocina me cautivó. Todavía recuerdo los dos platos de fideos calientes que comí en esa oportunidad. La actividad de esa tarde se limitó a recorrer algunos lugares del centro, ya que era para mí la primera vez que estaba en esa zona. Mi idea era comprar algún rollo de película para mi cámara fotográfica, ya que había agotado el único que tenía, entonces al no conseguirlo regreso al edificio y me encuentro con la novedad de que mis colegas cordobeses habían partido hacia el aeropuerto. Un Hércules había logrado burlar el bloqueo inglés, cosa que se repetía casi a diario, y la orden era que los ROA debían abordarlo. Me informan que tengo que estar con ellos en media hora, explico que mi situación es distinta y que mis pertenencias y mis equipos de radio habían quedado en el M9, pero la orden era de repliegue al continente de todo el contingente ROA. Un Unimog que estaba en la escuela, a metros de ese lugar, me lleva al aeropuerto. Al pasar por el Centro de Filtraje nos encontraos con el resto de mis compañeros. En ese lugar el Padre Pacheco, nos da la bendición antes de descontar el tramo final al aeropuerto. Ya en camino apreciamos con melancolía y por última vez el paisaje malvinense.</p><p>En el aeropuerto, colaboramos con la tarea de ayudar a cargar las camillas con heridos graves que llegan en distintas ambulancias. En ese preciso momento suena la alarma aérea y nuevamente todo el mundo desaparece, el Comandante del Hércules corta combustible de los cuatro motores, y antes de que las hélices dejaran de girar no queda nadie sobre la pista. Nos quedamos unos eternos minutos queriendo enterrarnos en la turba o desaparecer de ese lugar pero nada sucede…es falsa la alarma o el bombardeo fue abortado. El Comandante grita que en cuanto los motores estén en marcha nuevamente, dejarán el lugar. Mientras se completa la tarea de carga del avión, escucho que alguien me llamaba, me costó reconocerlo con la barba crecida y sucio como nosotros…era Nicolás Kazansew, que para la televisión argentina estaba como único periodista cubriendo el lugar acompañado del camarógrafo Lamela. El señor Kazansew me extiende su mano con un cassette de video, pidiéndome que lo lleve y que una vez que arribe al continente se lo entregue sólo al Brigadier Crespo.</p><p>Una vez asegurada la carga y las camillas de los heridos, el Hércules comienza a rodar, finalmente despega tomando altura tan rápidamente, que algunos heridos se quejaban del dolor.</p><p>Ya cuando el Hércules hace un giro sobre el aeropuerto, vemos a través de los vidrios, y por última vez, la pista rodeada de enormes cráteres. La mayor parte del viaje se realizó en completo silencio, era mucho lo que dejábamos, amigos, camaradas, recuerdos…una parte nuestra quedaba en las islas. El Hércules volaba tan cerca del agua que parecía que las crestas de las olas lo acariciaban. El vuelo a esa altura producía tanto movimiento, que yo creí no poder contener la cantidad de fideos que había saboreado pocas horas antes. Las dos horas de vuelo se hacían interminables, finalmente alguien grita que se veía la costa argentina. Con las últimas luces de ese día, aterrizamos en Comodoro Rivadavia, no hubo festejos…todos habíamos cambiado, nos sentíamos entre tristes y melancólicos, aunque por primera vez en mucho tiempo a salvo.</p><p>Finalmente el M9 fue destruido por un misil, y con él mis equipos y pertenencias. Uno de los integrantes falleció debido a las heridas recibidas. El Puesto (POA) M7 integrado por Julio Rotea y Terciano Sampieri, permaneció en su lugar hasta el fin del conflicto. Estos valientes ROA fueron capturados por los ingleses en Darwin y embarcados al continente junto con otros prisioneros. El hecho curioso de estos dos ROA, es que disimulados entre sus ropas pasaron un equipo de VHF desarmado, y que luego lo utilizaron para comunicarse con colegas del continente cuando la distancia se lo permitió, mientras permanecían prisioneros.</p><p>El componente de los POA que desplegó en las Islas Malvinas estaba integrado por el personal civil que a continuación se detalla:</p><p></p><p>M1: Lore, Carlos A.</p><p>M1: Font, Enrique</p><p></p><p>M2: Ramirez Abel V.</p><p>M2: Parets, Roberto Osvaldo</p><p>M3: Najera, Jorge</p><p>M3: Ridelnik, Sergio</p><p>M4: Escuti, Rafael</p><p>M4: Monti, Luis</p><p>M5: Del Pino, Manueñ E.</p><p>M5: Guevara, Enrique A.</p><p>M6: Botin, Raúl</p><p>M6: Díaz, Erio Omar</p><p>M7: Malen, Eduardo</p><p>M7: Rotea, Julio</p><p>M8: Mansilla, Julio</p><p>M8: Sampieri, Terciano</p><p>M9: Poletti, Norberto</p><p>M9: Cabo Lanza, Jorge</p><p>M9: Soldado Frontini, Francisco</p><p>M10: Consigli, José Ricardo</p><p>M10: Olivier, Juan Luis</p><p>CD S. Aux.: Portal, Álvaro</p><p>CD: Lescano, Gustavo A.</p><p>RO S. Aux.: Biasotto, Carlos</p><p>RO S. Mayor: Ocampo, Alfredo</p><p>TJ: Fernandez, Ruben O.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="El_francotirador, post: 732999, member: 10787"] [b]RELATO DE LAS VIVENCIAS UN ROA EN LA GUERRA DE MALVINAS[/b] Hola a todos…aquí les dejo el relato de lo vivido por un ROA durante la Guerra de Malvinas. Lo subo porque no recuerdo haber leído de ellos en este subforo y creo que vale la pena ya que ellos también supieron escribir su historia en el conflicto del Atlántico Sur. El relato comienza a partir del 6 de Abril de 1982, donde soy convocado por la Fuerza Aérea Argentina, para cubrir tareas de escucha en el espectro radioeléctrico en la IX Brigada Aérea, Comodoro Rivadavia. Con el correr de los días, esta tarea se fue intensificando, a medida que la flota británica se desplazaba hacia las islas del Atlántico Sur. El día20 de Abril llega a la IX Brigada un contingente de radioaficionados, eran todos cordobeses, que fueron convocados para cubrir tareas como ROA en Islas Malvinas. Todos ellos llegaron a la provincia de Chubut con un envidiable patriotismo y una dosis de aventura, cubiertos con algunos medios para las tareas que tendrían que realizar (prismáticos, cuchillos, etc.) y por supuesto con los equipos de radio propios para realizar las comunicaciones con el Centro de Filtraje en Puerto Argentino. Recuerdo que en esa tarde lluviosa en que llegaron, y luego de las presentaciones, nos reunimos con ellos en una cena en el centro de Comodoro Rivadavia. Fue allí, donde conversando con ellos, el orgullo que transmitían, y la envidia que me producía, hizo que solicitara permiso a mi Jefe, el Vicecomodoro Zabala para cubrir un puesto en las Islas que había quedado vacante. Luego de mucho insistirle, me autorizó viajar con los colegas radioaficionados a Malvinas, donde tendría que posicionarme en el faro del aeropuerto; lugar que como me comentaban, era propicio para mí, ya que no contaba con implementos de supervivencia como los que traían los cordobeses, para pasar una semana en los puestos de campaña; solo tenía mi ropa personal, un uniforme de combate, y mis equipos de comunicaciones. Finalmente arribamos al Aeropuerto de Islas Malvinas el día 22 de Abril, al atardecer. Fue suficiente el viaje para que dentro de la ruidosa bodega del C-130 Hércules, la sana camaradería de los cordobeses, hizo que me integrara como un amigo más; manteniendo hasta la fecha un estrecho vínculo afectivo con todos ellos, a partir de ese momento. En ese atardecer soleado, y con las últimas luces del día fuimos recibidos en el Aeropuerto por el Gobernador de las Islas General Menéndez y por el Brigadier Castellanos, quien nos guió hasta el hangar que hasta pocos días antes fuera ocupado por los marines reales británicos. Este enorme galpón también lo compartíamos con los integrantes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Fuerza Aérea Argentina. En los días que pasamos en este lugar, intercambiábamos experiencias con ellos, donde también colaborábamos con el ensamblaje de los helicópteros Bell 212, que llegaron parcialmente armados en los C-130 Hércules. Fue imposible para mí conciliar el sueño en esa primera noche en las Islas Malvinas. El clima de euforia, sorpresa y temor vencieron mi cansancio. La noche del segundo día, ya más distendidos, me entregaba totalmente a un reparador sueño, hasta que el galpón fue sacudido por una fuerte explosión. Una sección del GOE, con rapidez se desplazó con cautela hacia el lugar donde se originó este acontecimiento, quedamos despierto a la llegada de este grupo, el que al arribar informó a sus superiores que se trató de una mina antipersonal que estalló, posiblemente por haber sido accionada por una de las aves que revoloteaba en las inmediaciones. Ya muy despiertos, y sin posibilidades de conciliar el sueño, nos quedamos tomando mate con ellos, mientras nos mostraban las ventajas de los visores nocturnos en lo cerrado de la noche. El 24 de Abril comenzó el despliegue de los primeros grupos ROA, quienes eran llevados a sus puestos en los helicópteros, único medio posible para llegar a los lugares ya determinados. Los medios de transporte terrestre, todos 4 x 4 eran ineficaces para transitar fuera de los caminos, incluso los imparables Unimog. El 25 de Abril nos toca a nosotros. Al atardecer abordamos el helicóptero para ser dejados al norte de Puerto Argentino, en la cima del cerro San Salvador, a 980 pies de altura. Ya anocheciendo, alrededor de las 17:00 hs. tuvimos que acelerar la tarea del armado de la carpa, para que no nos tome la noche a la intemperie. La sorpresa fue que al querer armar la carpa nos encontramos con que el sobretecho, era de color anaranjado. Decidimos por nuestra seguridad armar solo la primera parte, es decir sin él éste. Mi esperanza de estar operando mis propios equipos de comunicaciones desde el faro del aeropuerto se vieron frustradas, de la misma manera que mis limitadas posibilidades de hacer supervivencia durante un lardo tiempo. Eran mis compañeros en el POA (Puesto de Observador Aéreo), el Cabo de la Banda de Música Jorge Lanza, y el soldado Francisco Frontini. Mi puesto, el M9 era el único puesto (POA) que no estaba formado por un grupo de radioaficionados, que generalmente eran dos, con la compañía de un soldado para defensa del puesto. El M9 estaba formado por dos soldados, ya que parte de las tareas ROA en informar al CIC (Centro de Información y Control) en Puerto Argentino, debíamos tener operativo un radar ELTA 2106, con su correspondiente batería y grupo electrógeno. Al amanecer del primer día en la cima del cerro hicimos los primeros aprestos del puesto, mientras Lanza y Frontini preparaban la puesta a punto del radar, yo instalaba la estación de radio dentro de la carpa, notando que debido a la altura que teníamos, era posible comunicarnos con Puerto Argentino con el Handy de VHF, sin utilizar la alta potencia del equipo de VHF base. Al otro día, alrededor de las 10 de la mañana, uno de los puestos ROA informa que que su lugar era fuertemente azotado por una violenta tormenta de lluvia, granizo y viento. No lo podíamos creer, nos miramos perplejos, ya que nosotros disfrutábamos de un café, en una mañana soleada y sin viento. La realidad de Malvinas no se hizo esperar, a poco estábamos dentro de la carpa sujetando los parantes para que no se doblaran ante el fuerte viento. Allí, y por primera vez notamos que en muchas otras oportunidades, cuando temblaba el piso de turba y césped, debajo de nuestra carpa era porque el viento superaba los 80 kilómetros por hora. Fue nuestra primera experiencia fuerte, cuando nuestra carpa de alta montaña de primera marca, y sin sobretecho quedó hecha jirones, con los parantes destruidos, y nosotros envueltos en las lonas para no mojarnos y luego, buscando refugio detrás de un montículo de piedras, caminando de espaldas al viento, agazapados, que era la mejor forma de avanzar, es decir, retrocediendo. Recién al otro día con la llegada del Bell recibimos una nueva carpa especial, con sobretecho verde, que nos acompañó hasta el final de la campaña. Los días transcurrieron sin demasiadas alternativas, todos eran preparativos, mejorar el enmascaramiento del puesto, y el rendimiento de los equipos de comunicaciones, hasta que llegó el 1º de Mayo. Allí nos vimos sacudidos a la madrugada por las 20 bombas de 1.000 libras lanzadas por los Vulcan en la zona del aeropuerto. Entraron por el sur, no siendo vistos desde nuestro puesto. El tráfico radial se intensificó. En uno de esos mensajes nos enteraríamos que entre las primeras bajas se encontraba un soldado de Capital Federal que había integrado por unos días un puesto ROA, y que luego, por su pedido fue llevado nuevamente al aeropuerto. Era el soldado Guillermo Gracia. Ese largo día fue la bisagra que cambió nuestra experiencia, de una tranquila vida de campaña, donde lo único que nos afectaba eran las condiciones climáticas, a la fuerte experiencia de estar en el medio de un conflicto con una potencia fogueada de experiencia con muchos años en conflictos bélicos. Ya casi no comíamos, no dormíamos, la noche era una terrorífica experiencia, donde nuestra carpa era un bocado para cualquiera comando inglés que nos quisiera tomar en nuestro vistoso puesto, con radar incluido en la calva cima de un alto cerro. El 1º de Mayo fue un día de clima atípico, soleado y casi sin viento, con una visibilidad ilimitada desde nuestro puesto. Los partes de la ROA eran constantes desde varios puestos, los Sea Harrier ya eran vistos permanentemente por nosotros. Fue uno de los últimos días en que volarían bajo, ya que luego de las bajas sufridas por la artillería antiaérea, apenas los veríamos o escuchábamos muy alto, la mayoría de las veces estelando, y lanzando sus bombas sin precisión. Al atardecer de ese día, vemos sobre el horizonte hacia el noreste un grupo de grandes embarcaciones que se acercaban rápidamente hacia la costa que nuestro puesto cubría. La velocidad de estas grandes embarcaciones era tal que en cuestión de media hora ya los teníamos tan cerca que podíamos divisar detalles más importantes. Nuestro parte ya había sido enviado al CIC, y lo que luego ocurrió fue cono estar presenciando un espectáculo desde las primeras filas. La artillería del Ejército, comenzó disparar sus obuses a estas embarcaciones, cabe destacar que nosotros estábamos en el cerro, sobre la vertical de la trayectoria de tiro, así que escuchábamos el silbido de estos proyectiles, y luego nos llegaba el ruido de los disparos. El grupo de estos grandes barcos, se alejó rápidamente de la costa, todavía recuerdo el día soleado, que con esa excelente visibilidad nos permitió ver las naves ya alejadas, cuando sucedió el ataque de los aviones de la Fuerza Aérea Argentina, que parecían trozos de papel de aluminio suspendidos en el aire, flotando sobre algunos de los barcos. No se escuchaban ruidos, debido a la distancia, sí algunos destellos que iluminaban el atardecer. Ya se había puesto el sol, y nos sorprendió un fuertísimo resplandor sobre el noreste, hecho que coincidió con la avería de varias fragatas inglesas. Este largo día no iba a terminar. Los comentarios que hacíamos sobre experiencia, ya en la noche, nos tenía excitados, fue temible haber visto semejantes barcos tan cerca nuestros. Terminamos todo el café que nos quedaba, y aprovechamos la bondad climática de esa noche para estar fuera de la carpa. Cerca de medianoche vemos movimientos raros sobre la costa sur. La misma estaba iluminada por los faros de varios Land Rover, todos ellos apuntando hacia el mar. Nuevamente nuestro Parte de Observación comunica esta novedad, y luego de un tiempo, vemos como se ilumina toda la zona, por bengalas con paracaídas que hicieron de día el lugar. Los vehículos se dispersaron rápidamente, y decidimos que a partir de esa noche, reforzaríamos la guardia de nuestro puesto, ya que era evidente que se esperaba un desembarco de Comandos Ingleses. Conciliar el sueño, era posible solo de a ratos, ya que la tensión aumentaba día a día, la radio no dejaba de escucharse, y el Elta funcionaba permanentemente, con el consiguiente ruido del grupo electrógeno. El clima cambió bruscamente a partir de ahí. Los vientos se acrecentaron, las lloviznas eran constante, el frío aumentaba, y había días enteros en que no se veía más de unos pocos metros debido a la niebla. Esto impidió que durante largos días no recibiéramos el apoyo logístico del siempre esperado Bell, con combustible, provisiones y agua. Ya extrañábamos a estos oficiales, con los que con el tiempo mantendríamos una relación de amistad, en especial con los Mayores Kahiara y Pergolini. El terror de las largas noches nos superaba. Un ventoso día, sin visibilidad nos confunde. Permanentemente se escuchan ruidos de motores, cerca de nuestra carpa, parecía que fuera un desembarco cerca de nuestra posición. Hasta pasamos esta novedad al Centro de Filtraje. Era como si estuviéramos emplazados cerca de una avenida. Cuando la niebla desaparece, nos damos cuenta de este hecho, El efecto del viento norte producía un fuerte oleaje, y éste, al romper sobre la costa de pedregullo producía ruidos de motores. Los vuelos de Harriers eran a diario, descubrimos que la mejor forma de escucharlos en los días ventosos es dentro de la carpa, ya que el efecto acústico era más claro que en el exterior, donde el fuerte viento nos imposibilitaba conocer el rumbo de la aeronave. El 4 de Mayo el Bell se acerca a nuestra posición, uno de nuestros partes de observación indicaba que habíamos visto un posible cazabombardero A-4, que volaba bajo, con posibles desperfectos, y aparentemente se estrelló al sudoeste del puesto M 9, Me subo al helicóptero, para guiarlos a la zona donde creíamos había caído la máquina, y encuentro a un grupo del GOE, dos de los cuales ya nos habíamos conocido en nuestra corta estancia en el hangar del aeropuerto. Recorremos loa suelos malvinenses a muy baja altura, copiando la geografía de la zona. Pasamos en vuelo rasante por dos establecimientos ingleses, de los que no s nota actividad de personal civil. Regresamos al M9, y finalizamos la tarea, sin haber encontrado al posible A-4 siniestrado. Los días pasaban, el clima empeoraba, y el repliegue de varios puestos ROA se intensificó. La totalidad de mis compañeros cordobeses, pasaron toda su campaña con la misma ropa que trajeron desde Córdoba, es decir, camisa, jeans, camperas y zapatillas, dado que no se les pudo conseguir los uniformes que se les prometió. El factor tiempo nos afectaba a diario. Nuestra permanencia en las islas estaba programada por una semana, y ya llevábamos casi un mes sin relevos. El clima empeoraba día a día, y ya era necesario vestir permanentemente con los calzoncillos largos, y con los abrigos de matelacé que nos habían provisto en la IX Brigada. El contingente con los relevos para nuestros puestos tuvieron que regresar al continente al acercarse a las islas, al ser interceptados por la aviación inglesa. Para mediados de Mayo ya eran pocos los POA originales que permanecen en sus lugares. Muchos fueron replegados a Puerto Argentino. En nuestro puesto nunca falto alimentos, hasta teníamos un cajón de uvas, que el frío mantuvo en buen estado. Las ametralladoras Halcón se oxidaron sólo de estar dentro de la carpa. El radar Elta resultó ser ineficaz debido a que el fuerte viento en la altura que nos encontrábamos afectaba la rotación de la antena, produciendo constantes ecos falsos.. A todo esto ya hacía tiempo que no nos quitábamos la ropa ni los botines a la noche, las alertas radiales sobre tropas en los distintos lugares de la isla hace que en cualquier momento del día o de la noche tengamos que abandonar la carpa y, en nuestro caso, refugiarnos en lugares predeterminados, por supuesto que a la intemperie. A pesar que contábamos con suficientes víveres, la falta de agua se hacía notar. A esa altura del cerro cuando levantábamos un panel de turba, al poco tiempo se formaba un piletón de agua. Lamentablemente no nos servía ni para lavarnos, su dureza hacía que no se formara espuma con el jabón, y era muy difícil de enjuagarse, ya que dejaba las manos pegoteadas. Nuestra situación se agravó cuando el 7 de Mayo, cuando finalmente un Bell se acerca para proveernos de agua, y víveres. Al tenerlo casi a la vista, una rápida niebla se acercó desde el norte, y cubrió el cerro en pocos minutos. Escuchábamos el helicóptero orbitar sobre nuestra vertical a pocos metros, y luego de varios intentos, nos informan por radio que regresarán por no ver un sitio seguro para aterrizar. Pasaron los días, y los ataque aéreos ingleses se incrementaban. Dos días después un helicóptero logra aterrizaren el POA lo que me permitió abordarlo para poder estar un día en Puerto Argentino, para asearme y descansar. En Puerto Argentino nos esperaba el Vicecomodoro Aranda, quien estaba a cargo de la ROA. Recorrimos distintos lugares, donde inspeccionamos los cráteres cubiertos de agua que producían las bombas inglesas. Nos favorecía el hecho que al ser esponjosa la turba, las bombas penetraban lo suficiente como para amortiguar los daños que podían producir en su periferia. El paisaje del aeropuerto había cambiado totalmente desde mi partida. La zona del aeropuerto se encontraba plagada de cráteres. El galpón que habíamos ocupado en los primeros días estaba destruido. El edificio del aeropuerto seriamente dañado pero todavía se encontraba ocupado, se hallaba rodeado de bolsas llenas de tierra, piedras o arena. Mientras hacíamos esa recorrida suena la alarma aérea, y el movimiento de personal se agita para cubrirse o para ocupar sus puestos de combate. Escuchamos explosiones, y vemos volar montículos de tierra. El espectáculo que se presentaba ante nuestros ojos, movimiento de personal, helicópteros y aviones se transformó en un caos, gritos, órdenes y corridas. El ataque duró poco tiempo, y de inmediato se comenzó a auxiliar a las primeras víctimas. Luego, nos trasladamos al Instituto Ionosférico, en el centro de Puerto Argentino donde funcionaba nuestro Centro de Filtraje, en él se encontraba el suboficial Lezcano. Luego nos dirigimos a donde estaba emplazado el CIC. Fue grande mi sorpresa al llegar acompañado del Suboficial Mayor Alfredo Ocampo, ya que allí se encontraba la mayoría de los cordobeses que habían ocupado los distintos puestos. Luego de los saludos y comentarios sobre nuestras experiencias, mi debilidad por encontrar un poco de agua para higienizarme, superó mi paciencia entonces pregunté donde había un baño, cuando llegué a él vi sobre la puerta un cartel que decía “PARA OFICIALES SOLAMENTE”. No dude en entrar, la rapidez de mi decisión fue paralela a mi desengaño, ya que de las canillas no salía agua. Pasado el mediodía nos llevaron, a Ocampo y a mí, a la cocina del edificio, que luego me enteraría era la casa del Gobernador inglés. Allí, y por primera vez luego de largas semanas sin interesarme por alimentarme, el olor a comida que salía de esa cocina me cautivó. Todavía recuerdo los dos platos de fideos calientes que comí en esa oportunidad. La actividad de esa tarde se limitó a recorrer algunos lugares del centro, ya que era para mí la primera vez que estaba en esa zona. Mi idea era comprar algún rollo de película para mi cámara fotográfica, ya que había agotado el único que tenía, entonces al no conseguirlo regreso al edificio y me encuentro con la novedad de que mis colegas cordobeses habían partido hacia el aeropuerto. Un Hércules había logrado burlar el bloqueo inglés, cosa que se repetía casi a diario, y la orden era que los ROA debían abordarlo. Me informan que tengo que estar con ellos en media hora, explico que mi situación es distinta y que mis pertenencias y mis equipos de radio habían quedado en el M9, pero la orden era de repliegue al continente de todo el contingente ROA. Un Unimog que estaba en la escuela, a metros de ese lugar, me lleva al aeropuerto. Al pasar por el Centro de Filtraje nos encontraos con el resto de mis compañeros. En ese lugar el Padre Pacheco, nos da la bendición antes de descontar el tramo final al aeropuerto. Ya en camino apreciamos con melancolía y por última vez el paisaje malvinense. En el aeropuerto, colaboramos con la tarea de ayudar a cargar las camillas con heridos graves que llegan en distintas ambulancias. En ese preciso momento suena la alarma aérea y nuevamente todo el mundo desaparece, el Comandante del Hércules corta combustible de los cuatro motores, y antes de que las hélices dejaran de girar no queda nadie sobre la pista. Nos quedamos unos eternos minutos queriendo enterrarnos en la turba o desaparecer de ese lugar pero nada sucede…es falsa la alarma o el bombardeo fue abortado. El Comandante grita que en cuanto los motores estén en marcha nuevamente, dejarán el lugar. Mientras se completa la tarea de carga del avión, escucho que alguien me llamaba, me costó reconocerlo con la barba crecida y sucio como nosotros…era Nicolás Kazansew, que para la televisión argentina estaba como único periodista cubriendo el lugar acompañado del camarógrafo Lamela. El señor Kazansew me extiende su mano con un cassette de video, pidiéndome que lo lleve y que una vez que arribe al continente se lo entregue sólo al Brigadier Crespo. Una vez asegurada la carga y las camillas de los heridos, el Hércules comienza a rodar, finalmente despega tomando altura tan rápidamente, que algunos heridos se quejaban del dolor. Ya cuando el Hércules hace un giro sobre el aeropuerto, vemos a través de los vidrios, y por última vez, la pista rodeada de enormes cráteres. La mayor parte del viaje se realizó en completo silencio, era mucho lo que dejábamos, amigos, camaradas, recuerdos…una parte nuestra quedaba en las islas. El Hércules volaba tan cerca del agua que parecía que las crestas de las olas lo acariciaban. El vuelo a esa altura producía tanto movimiento, que yo creí no poder contener la cantidad de fideos que había saboreado pocas horas antes. Las dos horas de vuelo se hacían interminables, finalmente alguien grita que se veía la costa argentina. Con las últimas luces de ese día, aterrizamos en Comodoro Rivadavia, no hubo festejos…todos habíamos cambiado, nos sentíamos entre tristes y melancólicos, aunque por primera vez en mucho tiempo a salvo. Finalmente el M9 fue destruido por un misil, y con él mis equipos y pertenencias. Uno de los integrantes falleció debido a las heridas recibidas. El Puesto (POA) M7 integrado por Julio Rotea y Terciano Sampieri, permaneció en su lugar hasta el fin del conflicto. Estos valientes ROA fueron capturados por los ingleses en Darwin y embarcados al continente junto con otros prisioneros. El hecho curioso de estos dos ROA, es que disimulados entre sus ropas pasaron un equipo de VHF desarmado, y que luego lo utilizaron para comunicarse con colegas del continente cuando la distancia se lo permitió, mientras permanecían prisioneros. El componente de los POA que desplegó en las Islas Malvinas estaba integrado por el personal civil que a continuación se detalla: M1: Lore, Carlos A. M1: Font, Enrique M2: Ramirez Abel V. M2: Parets, Roberto Osvaldo M3: Najera, Jorge M3: Ridelnik, Sergio M4: Escuti, Rafael M4: Monti, Luis M5: Del Pino, Manueñ E. M5: Guevara, Enrique A. M6: Botin, Raúl M6: Díaz, Erio Omar M7: Malen, Eduardo M7: Rotea, Julio M8: Mansilla, Julio M8: Sampieri, Terciano M9: Poletti, Norberto M9: Cabo Lanza, Jorge M9: Soldado Frontini, Francisco M10: Consigli, José Ricardo M10: Olivier, Juan Luis CD S. Aux.: Portal, Álvaro CD: Lescano, Gustavo A. RO S. Aux.: Biasotto, Carlos RO S. Mayor: Ocampo, Alfredo TJ: Fernandez, Ruben O. [/QUOTE]
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