Top Malo House

RAsalAe601 dijo:
Hola.
Yo no creo que el libro de Italo Piaggi sea bueno. Además es un llorón que bien ternimó preso por déspota e inoperante.
Saludos


Antes que nada quiero aclarar que Piaggi no es santo de mi devocion, ni es mi intencion defenderlo, pero el regimiento estaba en situacion esqueletica en cuanto a equipamiento, en una palabra estaban en casi pelotas, con lo puesto solamente... Creo que hicieron mas de lo que se podia esperar de ello, ahora bien, evidentemente igual hubo grandes fallas a nivel conduccion en esta unidad, ya que las subunidades una vez que se replegaron al poblado, no hubo manera de volverlas a sacar, reodenarlas, y poder remontar una resistencia efectiva.

Saludos
Hernan
 

Eagle_

Colaborador
Colaborador
Lógicamente, se notaba que los efectivos del RI-12 estaba en peores condiciones operativas, así como morales, que los del RI-25. Esto lo corroboran ajenos a dichas unidades que estuvieron en Darwin y Pradera del Ganso durante la guerra, y observaron las operaciones de ambos regimientos en la zona.
 
Ademas un porcentaje imortante de los conscriptos del RI 12 eran Analfabetos,y ni siquiera ropa de invierno tenian (hubo que tirarselas en PAracaidas desde los Hercules).
una locura enfrentarse con lo mejor de lo mejor de la OTAN como los PAras y los MArines Ingleses.
Otra cosa fue el RI 25 y el BIM 5,que detuvieron y hicieron trastrabillar el avance ingles donde les toco combatir.
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Rottweiler, lo de analfabetos, tomalo en forma relativa. Poltronieri del RIMec 6, tambien lo era y fijate lo que hizo.
La pricipal diferencia con los correntinos es que este tipo tenia diez o doce años y andaba ordeñando vacas a las cuatro de la madrugada en patas con una manta por el lomo para protegerse algo de las heladas, asi que el frio muy poca mella le hizo sentir en la mision que le toco ejecutar y mas......

Willy
 
Willy ,yo lo visto con mis propios ojos,soy de Corrientes y muchos de los soldados de la tercer brigada era gente que toda su vida vivio en el campo y jamas fue a una escuela,lamentablemente.Esto complica muchisimo la instruccion y mas si tenes enfrente a lo mejor de lo mejor de la NATO.
Yo hice un secundario tecnico, y habia cuatro personas que estuvieron en MAlvinas,tres en el GA3 y uno con el BIM 5.
Tambien el Traumatologo que me curo una quebradura en el brazo,era estudiante de medicina y hacia el Servicio, y fue destinado al Hospital de Puerto Argentino donde estuvo toda la campaña.Lamentablemente se suicido de un disparo en la cabeza unos años despues.
Por todos estos factores,la Comision RAttenbach calculo que la capacidad del
RI 12 estaba disminuida en un 60% (le paso algo similar a la seccion del BIM3
que fue a Borbon).
Lo mismo hicieron un papel digno dentro de sus posibilidades,pero las guerras se hacen para ganar,no para hacer un papel digno.
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Es cierto, pero a mi criterio, ademas de lo que nombras, me parece que le jugo mas en contra el aislamiento junto con falta de equipo ideal.
Por supuesto que el cambio de clima es fundamental, pero fijate que el GA 3 tambien era de Corrientes y el RI 5, qur tuvo serios problemas por falta de viveres.

Salute
Willy
 
Segun el libro "Comandos en Accion" el armamento y equipaminto de las compañias de comando 601 y 602, era de lo mejor que poseia el Ejercito Argentino, mejor aun la de la 602, la cual fue abastecida desde Bariloche con
: M16 con mira telescopica (segun dice la preferida de todos), FAL Para, Mag, 10 carabinas .300 Magnum con mira telescopica, visores nocturnos, uniformes de nylon para nieve reversibles, blancos de un lado y verdes del otro,(aun asi ellos por "espiritu de cuerpo" conservaron su uniforme camuflado inadeacuado para esas zonas dle sur), pasamontañas, borceguies especiales, bolsas camas de douvet, todo totalmente nuevo.
El "armado" de esta compañia (602) se realizo a la carrera, haciendo un rejunte de comandos diseminados por el pais, muchos de ellos fuera de estado segun relatos del libro, por estar en actividades de oficina o pasados de edad, aunq trataron de paliar esto con un breve periodo de entrenamiento. Aun asi, se noto la falta de entrenamiento conjunto para ser calificados como comandos totalmente activos y entrenados, cosa que se contrarresto con el profesionalismo patriotismo y compañerismo de sus hombres.
Tal era el nivel de equipamiento utilizado, que muchas veces al volver de operaciones de exploracion en las islas, al entrar en las zonas de primera linea del dispositivo de defensa Argentino, en ocasiones se les disparo, y se les hizo arrojar las armas, hasta se llego a preguntarles varias cosas, ya que no les creian. todo esto causado por le extraño de sus uniformes y armamento.
Todo esto segun "comandos en Accion"

Vale aclarar que a pesar de todo ya habian pasado una noche terriblemente fira y se avecinaba otra peor, muchos de los comandos estaban mojados al resbalarse en el verdin del arroyo y caer al agua.

A pesar de todo, su actitud me hace sentir orgulloso de ser argentino.
 
Volviendo para atrás en el tema... según mi visión de todo lo que leí en referencia al combate de Top Malo House lo de pasar la noche o no en una casa no fue una decisión más. Dos de ellos eran "antàrticos" y fueron quienes dijeron que otra noche así no resistirían todos. Entonces la realidad es que:No les quedaba otra. De lo contrario o morían de frío o de todas maneras los ingleses los emboscaban o atacaban y en ese caso quizás estarían en condiciones lamentables para poder presentar resistencia. Me parece muy injusto juzgar el tema de la casa. Antes que ellos había estado ahí en esa misma casa otra patrulla, pero tuvieron la suerte de no haber sido detectados.
Realmente acá nadie sabe si hubo muertos ingleses realmente y no lo vamos a saber por ahora. Lo que si sabemos y también saben los gringos es los huevos que tuvieron éstos hombres que, lejos de levantar una bandera blanca, se defendieron y cumplieron con el deber como alguna vez juraron hacerlo.
Tanto ésta acción como todo lo que hicieron los comandos en Malvinas, por supuesto con errores (errores tuvieron todas las fuerzas de ambos países), es para esar orgullosos de haber tenido ésta clase de soldados combatiendo allá. Se preguntaron la cantidad de películas que habrian hecho los norteamericanos con éste episodio si el jefe de la patrulla en lugar de Vercesi se hubiese llamado "Smith" defendiendo, yo que sé, alguna isla del Pacífico...?
Con respecto al libro "Comandos en acción" a mí me gustó mucho, seguramente tenga errores como dice Oscar pero yo me quedo con las historias de todo ese puñado de valientes que fueron contra viento y marea a hacer diferentes misiones, aún luchando en muchos momentos contra la pasividad del alto mando...
601 y 602 hoy casi 2 de abril yo levanto una copa por ustedes. Salud!
 

Nicolas Kasanzew

Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
Me sumo! Gloria y honor a nuestros guerreros de élite! Los únicos que salían a buscar al enemigo de todas las tropas terrestres.
 
Claro que sí, una copa levantaré por los comandos, pero por supuesto que otra serán por los que están allá y otra por los que volvieron!! Me parece que va a haber resaca el sabado....
 
Levanto la copa, con estremecimiento y honor por todos los veteranos que supieron defendernos hace tantos años. Que sepan que una buena cantidad de argentinos los seguiremos reconociendo eternamente. Gracias muchachos por haber ido a Malvinas, por haber vuelto, por haber quedado. Gracias por el frìo y la bruma, gracias por la turba. Gracias por habernos enseñado a amar ese pequeño pedacito de tierra. Aunque (por desgracia) no conozco personalmente a ningun VGM, mi corazon esta con ustedes.
 
Un gran saludo a OSMAR! veterano de guerra. "CUANDO NUESTROS CUERPOS SEAN CENIZAS, NUESTROS NOMBRES SERAN HISTORIA"
Gracias. Muchas gracias.
 

Nicolas Kasanzew

Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
En conmemoración a 30 años del combate de ¨TOP MALO HOUSE¨.

Generalmente uno estudia a lo largo de su vida la historia de batallas épicas, comandadas por generales valientes que cabalgan en sus caballos al grito de ¡a la carga!

Batallas donde el vencedor es el reivindicado y cuyo recuerdo queda impreso en un lugar privilegiado del orgullo de una nación. Se relatan las heroicas proezas de los soldados victoriosos que en su sacrificio supieron entregarle a su patria un pedazo de historia, una cuota de honor y de gloria.

Cuantas veces escuchamos hablar de Cancha Rayada, San Lorenzo, Chacabuco y de las Invasiones Inglesas. Pero muy pocas veces oímos sobre Ayohuma y las hermosas palabras del General Belgrano que juró seguir sirviendo a la causa independentista aún en la clase de soldado; de Curupayti donde sangre brava argentina se derramó en suelo paraguayo.

Uno supone que la gloria está en la victoria. Que el valor se demuestra cuando uno derrota a su enemigo. Que los actos de arrojo sólo se dan en situaciones que permiten la victoria.

A veces nos olvidamos que para que una victoria épica sea de ese modo, se necesita indefectiblemente del otro lado un adversario digno de enaltecer los esfuerzos para lograr un triunfo.

Y eso es Top Malo House. Es la historia donde el valor se expresó en su manera más pura.
Donde el amor por los camaradas se manifestó en su máxima expresión.
Es una historia de sincera emoción, de entrega, de solidaridad, de espíritu de cuerpo.
Es la historia de un grupo de comandos que supo hacer de la derrota una victoria.

Top Malo House ocupa, a nuestra consideración, un capítulo dentro de las más destacadas batallas que viven en la memoria de nuestra historia.
Es que no podría ser de otra manera, ni le cabría otra dignificación, pues fue el combate más virulento que tuvo la Compañía de Comandos 602, y uno de los más cruentos de la guerra.
Sus integrantes pertenecientes a la 1era sección de dicha Compañía, dejaron en el suelo malvinense, para la eternidad, dos centinelas y la sangre de los heridos en combate.

La actuación valerosa de los comandos argentinos significó que la 1era sección de comandos sea una de las más condecoradas de toda la guerra, recibiendo las distinciones de la Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate[1] y al Mérito Militar[2], entre otras.
Por otra parte, existe el reconocimiento por parte de los ingleses que con sobria gallardía reconocen la valentía demostrada por esa 1era sección de comandos.

¨ Top Malo House¨ contiene todos los elementos que dignifica su recuerdo a 30 años de la GESTA DE MALVINAS, y pretendiendo a través de este trabajo acrecentar la mística de ese enfrentamiento, nos adentraremos sobre todo a plasmar en papel el desarrollo de hechos que resaltan los valores, virtudes y gestos que supieron demostrar aquellos 13 soldados, que confluyeron en un humilde puesto ovejero, una madrugada del 31 de mayo de 1982; día en que nacieron nuevos héroes para el altar de nuestra queridísima patria.
Recepción de la orden hasta la llegada a la escuela de Infantería.

El 2 de abril de 1982, se había hecho pública la noticia de la recuperación de las islas, mediante la operación Rosario, que fue una maniobra militar ejecutada a la perfección. Desde ese día en adelante los oficiales, suboficiales y muchos civiles vivieron un fervor único, que se manifestaba en sus claras intenciones de poder participar en dicha gesta.
El sentimiento lo podemos resumir en que “el abrazo común, la alegría inmensa sin distinción de jerarquía era indescriptible. También me embargaba un sentimiento de sana envidia porque solo un grupo de elegidos, fueron protagonistas de ese memorable e histórico momento… Día a día veíamos los acontecimientos de las Islas por los medios de comunicación, impotentes. Los preparativos, el 1ero de mayo el primer bombardeo, los combates aéreos, el desembarco inglés en San Carlos el 21 de mayo. Ya teníamos muertos, heridos, actos heroicos y nosotros mirando hacia el oeste, cuidando la frontera Argentina - Chilena”[3].

¿La impotencia de donde nace? ¿Por qué ese deseo de perseguir un destino que significa dolor, separación y hasta la muerte? “No es la guerra lo que moviliza, sino la defensa efectiva de la Patria de la manera en que mejor sabemos hacerlo”[4] es la respuesta que plasma el sentimiento patriótico que se tenía por esa gesta.

Cuando analizábamos el manuscrito pudimos leer una anécdota que merece ser contada. El entonces Teniente 1ero LOSITO recibió la orden de integrarse a la Compañía de Comandos 602. Con todo listo, salió de madrugada con su familia en su auto hacia Buenos Aires. En la puerta del Barrio Militar del Regimiento de Infantería con asiento en Tupungato lo esperaba el Teniente 1ero Verchellotti, con su boina roja de paracaidista, con la banda militar y su compañía formada. Le presentó la compañía, lo saludó y lo despidió diciéndole “Un paracaidista despide a un comando que se va a la guerra”.

La reunión de los comandos tuvo lugar en la Escuela de Infantería. Llegaron de todas partes del país y a las leguas se notaba la alegría en sus rostros. “Todo era vertiginoso. En 48 horas teníamos que concentrarnos, organizarnos, equiparnos y marchar a la guerra. De la nada a todo para lo máximo”[5]. Era el momento crucial donde ahora que marchaban para la guerra se iban a “probar de verdad” según las palabras del Sargento 1ero “el perro” CISNEROS, que manifestó mientras tomaba la ametralladora MAG que lo acompañó hasta su muerte en combate.

En esa acelerada preparación el Capitán DURÁN se adelantó en poner en situación a los comandos diciendo “cuanto antes nos conozcamos, más cerca de llegar a 52 hombres vamos a estar cuando termine la guerra”. Era un consejo necesario “para afianzar nuestro espíritu en común pero también que no íbamos a regresar los 52 que participamos. Fue la primera sensación de realidad que se aparecía en medio de esa nebulosa surrealista que estábamos viviendo”[6].

Cumplida esa primera etapa los comandos subieron a un Hércules C-130 rumbo a las islas “para insertarse en una guerra que se mostraba feroz”.

Desde el vuelo del Palomar a Malvinas hasta la recepción de la orden de operaciones.

Las Islas se encontraban cercadas por la flota y aviones ingleses. Los pilotos argentinos debían efectuar vuelos de alto riesgo y a muy baja altura para no ser detectados. El Hércules que trasladaba a los comandos argentinos tuvo tres intentos fallidos para arribar a la isla.
Sin embargo, la insistencia y abnegación de los pilotos dieron por fin con las costas malvinenses y allá a lo lejos se podía avistar Puerto Argentino.
“La rampa del Hércules se abre en pleno vuelo, nos daba la sensación de estar en un barco de poco calado” En ese instante se dio la orden a uno de los tripulantes de apostarse con su ametralladora en la rampa del avión. La apreciación de esa orden era más que nada un sentir de “algún tiro voy a tirar antes que me bajen”[7], pues la eficacia era nula.
“El auxiliar de abordo nos indicó que el aterrizaje iba a ser muy brusco, que tenía que aterrizar y frenar en pocos metros, que teníamos que bajar por una sola puerta frontal (muy chica), que el avión no iba a frenar, que la carga se tiraría a los costados de la pista, que en el trayecto antes de despegar tenían que cargar a los heridos”[8]. Ya comenzaba la primera vista de la velocidad, agilidad e inmediatez que exige una guerra. Era el primer acercamiento a un conflicto de gran magnitud.

La primera sección de la compañía de comandos 602 se conformó por el Capitán VERCESI (Jefe), Teniente 1ero LOSITO, Teniente 1ero BRUN, Teniente ESPINOSA, Teniente GATTI, Teniente MARTINEZ, Sargento 1ero CASTILLO, Sargento 1ero SBERT, Sargento 1ero HELGUERO, Sargento MEDINA, Sargento PEDROSO (enfermero), Cabo 1ero VALDIVIESO, Cabo DELGADILLO.
Algunos de ellos fueron destinados a esa sección sin tener la aptitud de comandos y “ese grupo heterogéneo tenía que transformarse en una amalgama con corazón de acero, en una máquina de guerra y todo ello en el campo de combate y no en el de instrucción como hubiera correspondido[9].

Sin lugar a dudas el encuentro de los comandos en el gimnasio que los conglomeraba habrá sido todo un espectáculo. Veteranos y novatos se entrelazaron en abrazos ruidosos, bromas, cargadas y una profunda alegría. “¡mierd@! Que me sentía entre los mejores soldados como indigno de tal honor” aparece en forma destacada en las memorias.

La primera noche fue recibida por cañoneo inglés. “Se escuchaban las piedras fragmentadas que caían sobre el techo, luego de cada explosión. Los “novatos” nos alistamos para ir a los refugios, mientras que los “veteranos”, algunos reían, otros nos calmaban y la mayoría dormía[10]. Era la adaptación de los recién llegados y el acostumbramiento de los que estaban desde el inicio de la guerra.

Llegó la madrugada del 28 de mayo, y el capitán VERCESI fue convocado por el comando de Puerto Argentino para recibir una orden.

Desde la recepción de la orden hasta la ocupación de Monte Simons.

Durante toda la guerra de Malvinas se vislumbró un alto grado de desconocimiento sobre el estado del enemigo. La primera sección de asalto no era ajena a dicha circunstancia.

Todo comenzó en la noche del viernes 28, cuando el capitán José Vercesi, Jefe de la 1ra sección, recibió la orden de ejecutar una exploración de 40 kilómetros, para informar sobre las actividades de los británicos que habían desembarcado el 21 de mayo, y de los cuales se sabía poco y nada. La realidad nos golpeó bruscamente cuando el mayor Mario Castagneto, Jefe de la Compañía 601, a las pocas horas de arribar a las islas, nos impuso acerca de la situación. Nada iba a ser fácil. Con un panorama contradictorio y confuso comenzamos a planificar la misión. Con un particular cansancio, producto de las tensiones vividas en los últimos días y con falta de sueño, los hombres de la 1ra Sección, reforzados con suboficiales apuntadores de misiles Blow-Pipe, un enfermero y el sargento 1ro Helguero de la Compañía de Comandos 601, nos alistamos para la salida[11].

La misión comenzó el 29 de mayo a las 5 de la mañana para finalizar el 31 de mayo, día en que nos recuperarían en helicópteros[12]
Ya estaba todo listo luego de una larga noche sin descansar. La primera misión de estos comandos se aproximaba, y para casi todos iba a ser su primera y última misión. “El ñato Rico luego de pasar revista y saludarnos nos arengó – y recuerden, que si tienen frío en los pies, el mejor lugar para calentarlos es en la vientre de un inglés[13]

Helicópteros Bell UH-1H esperaban a esos soldados que en cuestión de horas entrarían en combate y asimismo en la historia. “El piloto (Tte SÁNCHEZ MARIÑO) antes de despegar se persignó. El riesgo de la operación era altísimo. Al día siguiente un helicóptero que despegó del mismo lugar fue derribado al poco tiempo del despegue, muriendo varios gendarmes[14]Partimos a poco de amanecer en dos helicópteros ‘peinando’ las formas del terreno para evitar radares y armas, y tratando de familiarizarnos con el recorrido, en prevención de tener que volver a pie. Desembarcamos a pocos kilómetros del monte Simons, un cerro de gran altura[15].
¿Cuál habrá sido la sensación de adentrarse al corazón de la isla, sin saber con lo que se iban a encontrar? En el manuscrito se desprende una sensación de soledad. “Un silencio tajante contrastaba con el ruido ensordecedor de los motores. Estábamos en tierra de nadie, a mitad de camino entre la cabeza de playa de los británicos y nuestras posiciones, lejos de cualquier ayuda, confiando solamente en la propia capacidad y creyendo ciegamente en el camarada[16] Ellos estaban solos y dependían de su buena pericia ahora. Como había dicho el perro CISNEROS era el momento de probarse a ellos mismos.

El terreno no ayudaba a la marcha, ríos, piedras, viento ensordecedor y el equipamiento que portaban eran por el momento el enemigo que debían superar. “La gran cantidad de equipo que tuvimos que llevar para cumplir con todas las misiones jugaban en nuestra contra. Los equipos más pesados se iban rotando a mi orden, pero en realidad uno dejaba una ametralladora y recibía una radio, dejaba la radio y recibía un misil antiaéreo y así todo[17].

Hay que imaginar semejante marcha, sufriendo durante todo el camino las inclemencias del tiempo y un constante peso sobre sus hombros.

La expedición continuó el 30 de mayo en las mismas condiciones. Pronto avistaron un corredor aéreo inglés, con carga externa y con cañones de artillería colgando de los helicópteros que se dirigían hacia puerto argentino. Nada pudieron comunicar pues había interferencias continuas. Era la primera vez que se encontraban cerca del enemigo, pero no sería la última.

El grupo humano de la 1era sección compartía más que nada la aptitud de comandos. Algunos de ellos se conocían y eran buenos amigos como el caso del Capitán VERCESI y el Sargento 1ero SBERT. Otros eran quizá la primera vez que se veían, como fue el caso del Teniente 1ero LOSITO y el Teniente ESPINOSA. “La noche llegó temprano, con ella una fuerte nevada y luego una temperatura bajo cero. Recorrí el sistema de seguridad colocado en los 360 grados en parejas. Todo estaba bien, hasta que encontré al Teniente ESPINOSA solo en su puesto bajo una capaponcho lleno de nieve. Su pareja se había ido, no recuerdo a donde. Me quedé hablando con él para conocerlo un poco más y hacerle compañía hasta el regreso del otro. “Herni” - siempre con una sonrisa, jovial, entusiasta, apasionado de su fusil Malinger que lo cuidaba como una joya. Fue una charla donde destaqué su amor por su esposa e hijas y su convicción y alegría por estar ahí, en ese momento. Vi a un hombre lleno de valores y principios, que lo llevaron después a la máxima acción de un soldado, dar la vida para salvar a sus camaradas”[18].

Esa noche nadie durmió. El intenso frío había sido su desvelador intenso y constante. Los helicópteros ingleses continuaban su marcha cargados de armamento hacia Puerto Argentino y los comandos nada podían hacer para informar la situación. VERCESI decidió entonces dirigirse hacia el primer asiento argentino en Fitz Roy, que estaba a 20 km de su posición. Lo que significaba un día de marcha por ese terreno.

“Antes de partir le propongo a VERCESI, a sugerencia de BRUN, que ambos nos dirigiéramos hacia el corredor aéreo con dos misiles Blow – Pipe para emboscar a los helicópteros. El “tano” se negó porque esa acción escapaba a la misión de explorar. En ese momento íntimamente no acepté su resolución, pero obedecí su orden. Hoy digo que su resolución fue acertada. El tano que fue mi jefe y aún hoy se sigue comportando como tal. Pero ¿Cómo parar a perros de la guerra que tenían el enemigo a la vista? Fue frustrante, pero repito acertada.”[19].

Desde el repliegue de Monte Simons hasta el amanecer del día 31 de mayo en Top Malo House

El repliegue comenzó pasado el medio día del 30 de mayo. Debían llegar a Fitz Roy para dar la novedad de lo que estaban viendo, y que un ataque con un arsenal importante a Puerto Argentino era inminente. Entre las complicaciones propias que ya tenían se sumó un equipo adicional, que yacía en un depósito de armas que había dejado la Compañía de Comandos 601 y la cual debieron cargar. Desde ya que el sueño, el frío y sobre todo la fatiga comenzaban a hacer sus primeras manifestaciones intensas. “Los menos entrenados comenzaban a sentir la fatiga del esfuerzo y el rigor del clima. Nadie se quejaba, nadie protestaba, todo lo contrario, el que caía un poco era ayudado por el resto, desde una palabra de aliento hasta cargar el equipo pesado”[20].

La demostración de las condiciones personales de cada comando se manifestaba en aquellos gestos que denotaban un espíritu de cuerpo. Dónde la flaqueza de uno era con entusiasmo soportada por su camarada.
Es que todos estaban allí, en el medio de la isla. Todos sufrían lo mismo, en diferente magnitud, pero todos sufrían. Pero esas ganas, esa vocación que llama al militar y a todo hombre a defender con las armas la tierra de su nación, hizo que esas inclemencias no fueran tan fuertes para quebrar el espíritu que había nacido. Ellos conformaban un solo cuerpo y una sola mente destinados a un objetivo que pretendían cumplir.

Los comandos no se imaginaron que en las proximidades estaba el campamento del enemigo, situado en Caleta Trullo (Teal Inlet) Settlement, cuyo Jefe era el Brigadier Julian Thompson, según se relata en el libro Comandos en Acción. Y menos aún que ya habían sido detectados por las tropas inglesas. Dada la proximidad se temía que el blanco sea el Brigadier inglés, por lo tanto se había dispuesto todo para proceder a aniquilar a las tropas argentinas.

Llegó la noche. Esta vez más cruda que la anterior. El viento helado quebraba la cara los hombres. La nieve golpeaba como piedra. Sin embargo se mantenía la conducta inalterable de no quejarse y los actos de desprendimiento y de caridad comenzaron a surgir.
“SBERT tenía problemas en los pies, por el frío. Sólo me enteré el día siguiente de ello. Frente a nosotros un obstáculo, el arroyo Malo, con sus aguas heladas, poco profundas pero torrentosas. Lleno de piedras bolas con musgos resbaladizos. ¡Lo cruzamos! No sin antes caernos en más de una oportunidad. BRUN y HELGUERO recién llegados de realizar la campaña antártica asesoran que debíamos buscar refugio por problemas de congelamiento. Se resolvió ocupar un pequeño puesto ovejero. Asaltamos el lugar como para combatir, pero estaba vacío. Todos sentimos un ligero placer al refugiarnos del viento blanco y estar al reparo. Pero inmediatamente ocupamos los puestos de seguridad. Seis hombres ocuparon la habitación de arriba cubriendo las ventanas y el resto en la planta baja”[21].

Cuando llegaron a Puerto Argentino el Teniente Gonzalez Deibe había comentado a los comandos de la primera sección de un puesto ovejero. Que era muy peligroso y que habían dejado un cordero. Evidentemente era el lugar que se refería el comando, pues dentro de la casita de madera encontraron un cordero que se mantenía en perfecto estado por el frío que hacía.

El frío intenso impidió que haya centinelas custodiando la zona. Toda la seguridad se hacía desde el interior de la casa, con visores nocturnos.

“Durante mi turno de seguridad veía como en dirección a Puerto Argentino las granadas de artillería hacían desmanes. Recé por todos los que en ese momento estaban muriendo y siendo heridos, y hasta pasó por mi mente lo afortunado que era de estar en este lugar y no bajo fuego enemigo, sin saber que pocas horas más tarde se desataría un infierno, donde dos de mis hombres que en ese momento descansaban no verían más el sol, pero pasarían a engrosar la lista de nuestros legendarios héroes”[22]

Ya pronto a amanecer, los comandos comenzaron a alistarse. Se comía lo que se tenía y se lo compartía. Quizá el hambre no fue la peor adversidad, era el frío el monstruo que amenazaba la moral, “es ahí que veo los pies de SBERT, lastimados y algo ennegrecidos en la punta. Se disponía a colocarse un par de medias nuevas, secas y limpias que en ese momento era el símbolo del máximo confort. Carlos HELGUERO, pregunta si alguien tenía un par de medias de repuesto porque las de él estaban rotas. Veo al turco SBERT sacarse las medias nuevas, dárselas a HELGUERO, sin estridencias, ni ostentando ese momento de gran desprendimiento, para colocarse luego sus medias secas pero sucias y acartonadas. Ese pequeño gesto de gran abnegación, espíritu de sacrificio y camaradería. Poco minutos daría su vida para salvar la de MEDINA sin que nadie se lo pida”[23].

Desde el amanecer del 31 de mayo hasta la llegada al Hospital de Campaña Inglés.

Es el momento central de este trabajo. En este amanecer los comandos argentinos uno a uno irá demostrando para lo que fue. Es el relato donde se mezcla la entrega, el sacrificio, la abnegación y la voluntad de seguir combatiendo hasta quedar desmayado.

“¡Prepárense para continuar la marcha! Se ordenó. Los 13 hombres nos dispusimos antes del amanecer a preparar su equipo para llegar a Fitz – Roy.
El 31 de mayo era el día de nuestra recuperación aerotransportada.
El inconfundible ruido de los palas de los helicópteros, nos hizo suponer por algunos segundos que eran los nuestros. De ahí en adelante todo sucedió en forma vertiginosa sin solución de continuidad.
Alguien gritó ¡no tiene la franja amarilla! (franja que distinguía a nuestras aeronaves). ESPINOSA del puesto de guardia de la parte superior, gritó ¡Son Ingleses! Al mismo tiempo que abrió fuego con su fusil Malinger.
Los comandos ingleses (cuadros para la guerra en la montaña y el ártico) en un número entre 20 o 25 hombres abren una poderoso fuego con armas antitanques y ametralladoras con fuego cruzado sobre la casa. Todo era confusión pero una confusión “controlada” ya que cada uno en forma instantánea hizo lo que debía hacer. Romper claves secretas, responder el fuego, salir por las aberturas combatiendo, tomando una posición defensiva a orillas del arroyo que habíamos cruzado la noche anterior.
En el piso superior ESPINOSA respondió el fuego. La casa se estaba incendiando, el techo había volado. ¡Vamos ESPINOSA! Le dice BRUN, pero este prefirió proteger desde su lugar el repliegue del resto. De esa manera defendió su vida al estallarle una granada M -79 en el pecho que a la vez hiere en varias partes al cuerpo de BRUN.
¿Fue un acto deliberado el de ESPINOSA? ¿Héroe o temerario? ¿Qué lo llevó a hacer eso? Solo puedo responderme esas preguntas, estando convencido de que nadie realiza actos de esa naturaleza sin haber cultivado desde siempre las virtudes que hacen al hombre virtuoso, y “Herni” era así. Lo puedo afirmar porque lo conocí, y más aún después de la guerra a través de su familia. Cada uno responde en forma instantánea en acuerdo a lo que es, y eso es un trabajo de todos los días.
Yo fui el último. Un granada hiere mi cabeza y me arrojó al piso. Desorientado y aturdido, mucha sangre y adrenalina. ¿Puedo moverme? ¡Sí!. Me incorporé disparando contra una fracción de 4 o 5 ingleses que arrojaban granadas, y comencé el repliegue hacia el arroyo. Antes de llegar recibo un disparo en el muslo derecho. ¿Dónde están todos? ¿De dónde viene este tremendo volumen de fuego? ¿quedé yo solo?.
Desde mi posición pude ver como concentraban el fuego los ingleses sobre las posiciones del Sargento Medina y el Sargento 1ero SBERT. Veo al Turco hacer un largo salto o retaguardia y al llegar a la nueva posición vuelve sobre sus pasos a la posición que había dejado en donde se encontraba MEDINA. Al llegar abre fuego y una descarga de fusiles y explosiones callaron su fusil. MEDINA relató después que él había quedado aferrado por el fuego y con una herida en la pierna que le produjo una fractura expuesta. Al pedir auxilio el turco vuelve sobre sus pasos a socorrerlo y en esa acción muere heroicamente. ¡Dios te salve querido turco!”[24]

Es de una gran emoción poder leer estas palabras, que trasmiten un gran orgullo por las acciones heroicas, los actos de abnegación, sacrificio, solidaridad y de entrega máxima que demostraron los comandos. Por ello quisimos reproducirlas textualmente.

El combate continuó, pero el poder de fuego argentino disminuía en intensidad. La orden de capitulación había sido dada y por ello de a poco iba cesando el fuego. Desde una zanja, todavía se escuchaban disparos. Los ingleses dirigían el fuego hacia allí. Era LOSITO que herido continuaba tirando y combatiendo. Al escuchar que se habían rendido, manifestó su inquebrantable voluntad de vencer y de defender a la patria hasta perder la vida en un grito de bravío coraje “¡no se rindan carajo!”.
Había perdido ya mucha sangre, y casi sin fuerzas vio a dos ingleses acercarse. Abrió fuego sobre uno de ellos y cayó. El otro era uno chiquito, morocho, de bigotes.
“Había perdido toda la fuerza. Si bien estaba consiente no podía mover ni disparar mi fusil. Levanté la vista y vi a un hombre que vociferaba algo. Pensé que era el fin. Me despedí de mi señora y de mis hijos y esperé el disparo. Pero nunca llegó, solo me ordenaba ¡up your hands, up your hands!. Luego de un interrogatorio, me dijo “finish the war for you” Me puso morfina y una M en la frente.”[25]

Finalizado el combate, se dispuso colocar muertos y heridos al lado de la casa que se estaba terminando de quemar con el cuerpo de ESPINOSA adentro. El Teniente MARTINEZ era uno de los encargados de trasladar los cuerpos. Recién allí se dio cuenta que tenía una herida en el talón.

En otro sector el capitán VERCESI acongojado se encontraba al lado del cuerpo de SBERT diciendo “Turco que me hiciste” en clara mención a la amistad preexistente entre ellos. La vida es misteriosa y los caminos de Dios son inmensos. Quiso que la hija del Capitán se casase con el hijo del Sargento y formasen una familia, cuyo primer hijo lleva el nombre de Mateo en honor al abuelo héroe muerto en Malvinas.

El Sargento 1ero PEDROZO, era el enfermero. “Quizás el momento para el cual se preparó toda su vida, su razón de ser en el ejército y entre nosotros había arribado súbitamente, en forma inesperada. PEDROZO tenía 6 heridos de consideración que clamaban por alivio. Uno a uno fue atendiéndonos, especialmente parando las hemorragias y llevando palabras de aliento. Sí, él que había sufrido lo mismo que nosotros, nos daba fuerzas. Cuando llegó a mí, me puso una venda en la cabeza. Me abrió el pantalón y exclamó ¡Uh! Pero seguidamente me dijo, “no hay problema mi teniente 1ero ya lo vamos a curar”.
Comencé a temblar en forma descontrolada. El se sentó en la nieve y me cobijó con sus brazos haciéndome fricciones “vamos mi teniente primero no afloje”. Luego haciéndole señas a alguien le quitaron el dubet a SBERT y me lo colocó a mí - pese a que PEDROZO estaba mojado y con frío-. El turco aún después de muerto seguía prestando servicios a sus comandos. ¡Carajo, que honor haber combatido con esos centuriones!”[26].

Luego de ese infierno. Llegó la calma. Todo había terminado. La 1era sección había respondido a sangre y fuego el ataque sorpresivo del enemigo. Su saldo fue de 2 muertos y 6 heridos. Gracias al arrojo y valentía de los hombres argentinos la misión inglesa de aniquilación había fracasado. Nunca se habían esperado semejante reacción. En respuesta a una carta que el entonces Capitán LOSITO envió al jefe de la sección inglesa, Capitán Rod BOSWELL en el año 1986, el capitán inglés dadas la situación diplomática, aclaró en dicha misiva que solo contestaba por el valor demostrado en combate. En clara alusión que a pesar de no sentirse cómodo en entablar un intercambio epistolar lo hacía a los fines antedichos.

“Ya éramos prisioneros de guerra, los ingleses festejaban sin perder las medidas de extremas de seguridad. Rod BOSWELL se acercó a nosotros y nos ofreció cigarrillos Dunhill y lo único que dijo fue Never in a House. Llegaron los helicópteros Sea King, cargaron las tropas inglesas y a mí, que al parecer era el herido más grave. Nunca supe porque me hicieron viajar en el piso con los pies afuera, y cada vez que un auxiliar de vuelo pasaba me golpeaba con fuerza en la espalda. Aterrizamos y unos camilleros me llevaron al hospital de campaña. Nada sabía de mis hombres. Al tercer día me trasladaron a una heladera de 3 x 3 metros, luego de unas horas comenzaron a llegar los otros 5 heridos. ¡Otra vez juntos! Teníamos un estrecho acercamiento espiritual. Nos confundimos en un solo espíritu. ¡sólo teníamos que curar a nuestros heridas para seguir combatiendo juntos, como una banda de hermanos!”.[27]

Luego de estar dos días en ese hospital fueron embarcados en el buque Canberra. El capitán del buque los recibió diciendo “ustedes combatieron como valientes y como valientes los trataremos”. 20 días pasaron juntos los heridos en el buque. Para entretenerse hacían que cada uno recuerde una película que más le haya gustado y pasando al frente o desde su cama la debía contar. Eran las noches de cine.
“Junto a nosotros había dos suboficiales comandos anfibios, dos soldados y un subteniente de apellido DURÁN, que era uno que había egresado en abril del Colegio Militar. Es decir era un cadete de IV año que ya había participado de una guerra y volvía herido. Honor que muchos militares que alcanzaron las máximas jerarquías no pudieron disfrutar. Otro soldado que recuerdo es Americo Vallejos, correntino de pelo duro como el Sargento Cabral. Le faltaba una pierna, la otra tenía gangrena. Su rostro estaba desfigurado. Pasaba los días sufriendo terribles dolores silenciosamente, sólo se quejaba cuando no daba más. Como de noche yo dormía sentado por una neumonía que no me dejaba respirar y su cama estaba enfrente de la mía, sólo nos mirábamos sin decir palabra. Era conmovedor cer al correntino soportando con cristiana fortaleza su destino. Cuando me recuperé de la neumonía, pedí a los guardias hablar con VALLEJOS. Me acercaron a él, y traté de romper el hielo, pero Américo ni me miró. Quizá no me identificó como argentino hasta que me presenté y me ofrecí para ayudarlo. ¿Cómo te sentís Américo?; Mal - me contestó, sin necesidad de averiguar el porqué de su respuesta. Te vas a curar - le dije-. ¡No! - Me replicó – Me siento mal porque me sacaron a escobazos de las Islas y quiero mi revancha”.[28]

Vaya respuesta de coraje del soldado correntino. Respuesta que rara vez nos muestran en las películas o documentales.

Finalmente el 22 de junio vieron las costas de Puerto Madryn. La fragata Santísima Trinidad y un Hércules los escoltaban.

“Después de pasar varios días en el Hospital Militar, a fines de julio nos convocaron en la Escuela de Infantería. Por primera vez nos veíamos los unos con los otros. El intercambio de abrazo con ruido era ensordecedor. En los rostros se veían los rastros inconfundibles que dejaba la guerra en aquellos combatientes. Ya no éramos los 52 iniciales, cinco hermanos de sangre habían quedado en las islas para siempre”[29].

Conclusiones:

A lo largo del relato hemos querido resaltar las cualidades esenciales que se requieren para enfrentar momentos de gran intensidad y de dificultad extrema. El combate en sí mismo ha sido contado en más de una oportunidad, cosa que puede ser corroborado en diferentes libros sobre el tema. Pero creo que este documento muestra desde una óptica interna, los sentimientos y actitudes que tomaron los diferentes componentes de esa sección.
Como lo expresara el Capitán inglés Rick Jolly en una misiva enviada al hoy Coronel (R) Horacio LOSITO (detenido en la Prisión Federal U7 de Resistencia):
“Todos ellos eran estoicos y nunca se quejaron de su suerte, de alguna manera alegres en su comportamiento y cooperadores con sus acciones”. La 1era sección de comandos dejó gravada en la historia argentina una ejemplo de valentía y de honor en la derrota. Honor reconocido por el propio enemigo que cuando éste enaltece sus cualidades, la ponderación reviste un carácter más significante, como lo expresara el facultativo en la misma carta.

Por ello debemos recordar a los héroes que quedaron y a los que volvieron. Top Malo House es un ejemplo vivo de nuestro orgullo como nación y un combate que quedará inscripto en los anales de las generaciones venideras, como modelo a seguir en servicio, sacrificio, entrega, camaradería, obediencia, disciplina y valor. Dios tenga en la gloria a la gloriosa 1era sección de asalto de la Compañía de Comandos 602.

VIVA LA PATRIA!!!
ALEJANDRO LOSITO(h)
CNL (r) ¨VGM¨ HORACIO LOSITO

 
los brits aun siguen negando que tuvieron muertos en ese combate, o fue una ilusion optica colectiva de la seccion de Vercesi???

Estos brits son unos idolos....!!!. tienen una habilidad para dar vuelta resultados adversos...Los del Club San Lorenzo de Almagro deberian contratar un DT briton. Otra que derrotas, otra que descenso...Le estarian peleando a Boca la punta seguro....Mi Dios...
(Y hay "argies" que se hacen eco, festejan, avalan y refuerzan con tablas, fotos, dibujos, esquicios, cartas de las novias, etc, etc todos los "argumentos" del enemigo..."en aras de la verdad historica", del enemigo "of course"....).

“Cuando combatíamos contra unidades de conscriptos el asunto era relativamente fácil, pero cuando combatíamos contra soldados profesionales el asunto era difícil, y nos causaron serios problemas”
General Moore (Jefe Enemigo).


Mi Recuerdo, Homenaje y Oraciones para nuestros SEÑORES COMANDOS... los que volvieron al Continente y los que quedaron en nuestra Tierra Santa (como dice Don Bigua...). Cordial Saludo!!!
 

Nicolas Kasanzew

Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
SALUDO POR LOS·30 AÑOS DEL COMBATE DE TOP MALO HOUSE



A treinta años del legendario combate de TOP MALO HOUSE, en la guerra de Malvinas, quería transmitirles, queridos compatriotas, el profundo orgullo y altísimo honor que embarga por haber sido un partícipe, pero especialmente por haber tenido el privilegio de haber combatido junto a soldados de la talla de los hombres que integraron la 1ra Sección de la Compañía de Comandos 602.

¡ Que derroche de valor, abnegación, desprendimiento, amor al camarada!, ¡ que demostración de virtudes sanmartinianas en tan poco tiempo!.

Nada se improvisa en el combate, de cada uno sale a relucir en el momento extremo, lo que significó quizás toda una vida de preparación especialmente en el plano espiritual, que es la fuerza motora de las virtudes guerreras.

Un día como hoy hace treinta años, la Nación incorporaría a la lista de sus innumerables héroes, los nombres del Teniente Ernesto Espinoza y del Sargento 1ro Mateo Sbert, condecorados post mortem con la “CRUZ DE LA NACION ARGENTINA AL HEROICO VALOR EN COMBATE” por sus acciones de combate.

No podemos defraudar tanta noble sangre derramada por la Patria con divisiones, odios, enfrentamientos estériles que carcomen nuestro sentido de Nación. Construyamos juntos un futuro en unidad, en paz con justicia y concordia, inspirados en aquellos que dieron lo máximo que podían dar, sus vidas para el bien común.

¡No los defraudemos!.

¡Logremos con nuestro esfuerzo y renunciamiento a que sus muertes no hayan sido en vano!

¡VIVA LA PATRIA!

Coronel “VGM” ( R ) Horacio Losito
 
Relato del entonces Tte 1ro MEDICO Y COMANDO Ranieri sobre sus vivencias de combate y la post-guerra inmediata:

“Después del 2 de abril, tanto en el hospital como en casa escuchaba noticieros o leía revistas y pensaba por qué no me llamaban. Estaba muy nervioso y tenía problemas a nivel personal, inclusive con mi señora, con quien uno descarga un poco los nervios. Hasta que por fin llegó la orden. Me la adelantó por teléfono un primo mío también médico militar, que ya se había enterado.
A la noche fui al hospital a retirar equipo y regresé con mi bolsón portaequipo y todos los elementos que pude juntar. La orden decía en concreto que me presentara en la Escuela de Infantería: no sabía bien de qué se trataba pero me lo imaginaba: se formaba la Compañía de Comandos 602 a las órdenes del mayor A.R.
Llegué a las veinte horas a la Escuela y escuché una voz que me llamaba por mi nombre: era el teniente primero J.J.G., “Pepe”. Nos juntamos en un abrazo; me encontré con el otro “Pepe”, el teniente primero R.M., comando perteneciente al arma de Ingenieros, gran amigo de toda la vida. Nos preparamos juntos para ir al curso de comandos allá por el 66 o 67. Lamentablemente él fue de los que no volvieron de Malvinas; fue muerto en combate.
Llamé esa noche al mayor a la casa y me ordenó estar a primera hora del domingo en la Escuela para empezar a retirar equipo, hacer el plan de llamada; en fin, todos los elementos que hacen a la formación de una compañía.
Ese domingo me encontré con otros camaradas de la compañía; trabajamos todo el día e hicimos un descanso al atardecer. Seguimos así, el lunes nos dijeron que probablemente tuviéramos que salir el viernes o el sábado; y lo cierto es que el martes ya nos dijeron la orden para marchar a las Malvinas. Es decir, la compañía se formó en dos días y pico.
Los comandos somos todos cuadros –oficiales y suboficiales- y en este caso tuvimos además el agregado de unos suboficiales no comandos y un teniente primero más cuatro soldados –los únicos de nuestra compañía- que tenían a su cargo los Blow Pipe. Fuimos de la Escuela de Infantería a Palomar, de ahí a Comodoro e hicimos el primer intento de cruce a Malvinas, que fue interrumpido por problemas en Puerto Argentino. Esto era el 26 de mayo aproximadamente.
Al día siguiente intentamos por segunda vez el cruce. El Hércules se elevó a, creo, dos o tres mil metros y más o menos a una hora de vuelo se mantuvo estacionario a unos ocho metros sobre el nivel del mar, haciendo evasión de radares.
Hacia el final del viaje nos advirtieron sobre la manera en que se debía abandonar el avión. Se abrieron la puerta delantera hacia la izquierda, las puertas traseras y la rampa. De la primera salió un suboficial con una soga para hacer una pasarela de manera que nadie fuera hacia las hélices ya que era totalmente de noche y sin luces para evitar ser detectados por el enemigo.
Dejamos los bolsos y mochilas a un costado de la pista y comenzamos la tarea de bajar los elementos del avión. A las rampas del avión que estaban cargadas con munición, explosivos, comestibles, etcétera, simplemente se le soltaron las amarras y, como tienen rodillos, el avión hizo una pequeña aceleración y todo cayó hacia atrás por inercia. El avión, que nunca detuvo los motores, inició inmediatamente el despegue.
Nosotros quedamos entonces como perplejos. Luego besamos la pista, gritábamos ¡Viva la Patria!, se escuchaba en respuesta el griterío de la tropa que estaba en ese lugar, nos abrazábamos con algunos conocidos. Realmente una gran emoción un momento inolvidable.
Posteriormente, todos a colaborar para poder sacar rápidamente los elementos de ese lugar. La maniobra se hacía a oscuras y era muy complicado, inclusive algunos elementos se extraviaron. Era todo bastante confuso y no había mucho orden, pero a bordo de camiones llegamos a Puerto Argentino.
Nos alojamos en el gimnasio junto a los otros comandos, los de la 601, que estaban combatiendo ya desde antes. También en incertidumbre porque encontramos que mucha gente estaba faltando, muchos camaradas comandos que salieron en misiones y que no habían regresado. Los ingleses ya estaban en la isla y estaban haciendo de las suyas. No se sabía bien cómo estaba la cosa y nosotros habíamos llegado un poco como para bailar con la renga. En la peor parte, pero para eso habíamos ido.

Los primeros dos días nos sirvieron para aclimatarnos. Hicimos marchas forzadas, adiestramiento físico, probamos el equipo para saber si servía para marchar en temperaturas frías y bajo la lluvia. Y por supuesto, probamos el armamento, lo limpiamos y reglamos las miras. En definitiva nos preparamos para el combate.
Recibíamos mucha información y teníamos contactos con elementos de Puerto Argentino para apreciar la situación, hasta que comenzamos a salir en patrullas de combate.
La primera patrulla que salió fue la del capitán J.V. con trece hombres. Esta patrulla combatió detrás de las líneas enemigas y sólo volvimos a saber de ellos al final de la guerra, que –ya prisioneros- nos encontramos con los heridos de esta patrulla en el “Canberra”. Renncontrarlos fue una gran emoción. Prácticamente eran fantasmas para nosotros. Para colmo estaban vestidos con una especie de mameluco blanco dado por los ingleses y que era el uniforme de herido. Recibimos también la noticia de los que habían muerto.
Luego nos unimos las dos compañías de comandos y recibimos órdenes para marchar hacia la zona de monte Kent para hacer patrullas de combate, fundamentalmente emboscadas, y traer información.
Yo soy capitán y médico, y en la patrulla de comandos esta dualidad se soluciona de la siguiente forma. Si la misión lo permite, y de acuerdo con las circunstancias, actúo como médico; es decir si hay bajas, actúo como tal.
En la compañía fui S1, es decir oficial de personal, y tirador especial. Además hice el curso de buceo en el 74 y estuve tres o cuatro años en una unidad de ingenieros haciendo la parte de explosivos. Doy también “supervivencia” en el curso de comandos. Por supuesto doy también sanidad, pero tengo una gran afinidad con todo lo demás.
Cuando la patrulla tiene una misión, hay que cumplirla. Ante todo está la misión, y caiga quien caiga hay que cumplirla. Esto hay que tenerlo como norte siempre. Una vez cumplida la misión y si las circunstancias lo permiten, nos ocupamos del personal.
También debo capacitar a mi gente para que se autoabastezca en las necesidades de sanidad. Cada uno debe saber qué hacer ante un número de problemas al respecto: calmar el dolor, parar la hemorragia, reponer líquidos, evitar el shock. Estos son los pasos mínimos que todos en mi compañía sabían. A eso se dirige la instrucción de un médico en la compañía de comandos.
Debimos dejar muertos en territorio enemigo pero recuperamos siempre a los heridos. No se dio el caso extremo de tener que abandonar heridos para cumplir la misión. No sé qué hubiéramos sentido si se hubiera presentado el caso, dado que nosotros nos conocemos desde siempre. No somos muchos los comandos y se establece entre nosotros un vínculo muy particular; realmente estamos muy unidos. Debe costar tomar una decisión extrema así; pero en un caso de este tipo, mi jefe me hubiera pedido asesoramiento para decidir si alguien seguía o se quedaba, y yo tenía que estar preparado para contestar. O sea, éste lo dejamos o lo llevamos, que es igual a decir se salva o se muere...
Hay que tener en cuenta que actuamos aislados, moviéndonos a pie dentro del dispositivo del enemigo y contamos nada más que con nuestros medios. Tenemos una misión que cumplir sí o sí y llevar un herido implica en esas circunstancias un esfuerzo tremendo y la pérdida de la capacidad combativa en general. Resumiendo, puedo decir que en los comandos soy mas capitán-médico que médico-capitán.
Volviendo entonces a las órdenes de marchar al Kent y los cerros próximos, así lo hicimos. Salieron varias patrullas y dos de ellas apenas echaron pie a tierra desde los helicópteros, entraron en combate con el enemigo. Luego volvieron por propios medios, o sea a pie, a nuestras líneas. Algunos le pusieron hasta dos días con sus dos noches de marcha. Recuerdo que el primero que llegó fue el capitán F.T. Ahí tuvimos bajas como la del teniente primero R.M. (Pepe) que ya mencioné al principio y la del suboficial B.
Tuvimos también actos heroicos como el del teniente primero L., que se quedó cuidando durante dos días a un suboficial herido en el talón, esquivando al enemigo, sufriendo temperaturas bajo cero y enterrados entre las rocas porque estaban rodeados. Hasta que el segundo día se montó un operativo para rescatarlos. En Land Rover y motocross, se llegó a la zona donde suponíamos podían estar y logramos el rescate. Al suboficial hubo que amputarle el pie. Para esa época el capitán E.H.L., que había arribado en el buque hospital como piloto del helicóptero sanitario, nos trajo algunos regalos: dulce, un jamón cocido. Hay que ver lo que fue para nosotros en aquellas circunstancias que de repente llegara un jamón... Realmente nos dio una gran alegría. También nos trajo noticias del continente, de las que se estaba ávido; uno siempre quiere que le cuenten cosas...
Llevaba ya en la isla varios días, veía que nuestra gente salía y no volvía; se acercaban las misiones realmente de combate. Antes habían sido de exploración, de tanteo, inclusive de control de población o, por la noche, algún tipo de seguridad dentro de las instalaciones.
Un día se me ocurrió meter la mano en un bolsillo y tenía algunas de las fotos que me había puesto mi señora. Eran una docena de fotos de mi hija, de ella, de mis padres y alguna en que estaba toda la familia reunida en una fiesta. Tuve la intención de escribir la primera carta. Mi mujer me había dado hasta el sobre con la dirección escrita por ella.
No sabía qué escribirle, había tenido una comunicación telefónica con ella y le había dicho que estaba todo bien en Puerto Argentino. La realidad era otra; la situación, bastante fea; veíamos que estábamos ante riesgo inminente: los ingleses traían mucho, muchísimo equipo.
Bueno, me motivé un poco con esas fotos. Las puse arriba de una mesa debajo de la cual dormía para protegerme, si caía un bombazo en el techo del gimnasio. Las puse en semicírculo como mirándome. Empecé a escribir y me pasó algo, no sé si positivo o negativo: me emocioné y estuve a punto de ponerme a llorar, así que me dije que no me convenía mirar más las fotos. No quería volver a pasar por ese momento.
Tenía también un par de chocolates importados que me había dado mi mujer. Recordé que un capitán tenía guardada una botella para tomársela al final de la guerra, así que decidí guardarme uno de los chocolates para lo mismo. El otro lo compartí como hacíamos con casi la totalidad de lo que teníamos. En el lugar donde nos sorprendió el fin de la guerra me acordé del chocolate restante y nos lo comimos no más.
Por suerte los ingleses no me sacaron las fotos, el Rosario, una cruz de madera que me habían dado en el curso de comandos, ni unos pesos que tenía.
Unos días después de haber enviado esa carta recibí un telegrama de mi señora, en el cual me decía que estaba embarazada. Me enteré de esto cuando ya estábamos bastante metidos en la guerra.
Una noche tuvimos una misión de combate, sería el 2 o 3 de junio, en el monte Wall. Salimos desde el puesto del teniente primero C.A.A., jefe de la compañía “B” en el monte Harriet, de destacada actuación, un gran oficial, para tener en cuenta.
Habíamos comenzado por la tarde con el intento de reglar el fuego de nuestra artillería, maniobra ya de por sí delicada. Había dos baterías que tiraban en paralelo y se dieron órdenes para la segunda. Por un malentendido, ésta recibió la coordinación de la primera. Lo concreto es que nos cayó fuego de nuestra propia artillería, que casi nos barre a todos. Posteriormente se regló bien el tiro y fue lo que utilizamos para el ataque nocturno.
Los tiros cayeron muy, muy cerca de la carpa donde estaba el “rancho” de la compañía “B” del teniente primero C.A.A. Pero ellos estaban bastante acostumbrados a recibir cañonazos, porque los barcos les tiraban todas las noches. A las seis y media de la tarde, un soldado “ranchero” nos preparó la única carne roja que pude comer en los quince días que estuve en la isla. La comimos con la mano y con cuchillo, es decir, a diente y boca. También nos dieron dulce de batata como postre.
Tomamos el armamento, nos enmascaramos y salimos hacia el Wall. Debimos andar haciendo zigzag para atravesar varios campos minados. Se veía muy mal y el oficial que había reconocido el camino no encontraba las marcas que había hecho de manera que anduvimos en un momento arriba de campo minado y tuvimos que regresar sobre nuestra marcha rogando a Dios que no pasara nada. Por suerte así fue.
Habíamos coordinado fuego de artillería para las veintidós horas y teníamos que alcanzar un punto. A esa hora la primera batería empezó a batir el Wall. Cuando iba a hacer fuego la segunda batería, el mayor A.R. apreció que lo iba a hacer donde estábamos nosotros. Ordenó entonces milagrosamente adelantarnos como ciento cincuenta metros a una especie de zanjón. No habían pasado dos minutos cuando los cañonazos empezaron a caer donde habíamos estado.
El mayor no quiso perder más tiempo y ordenó el asalto al monte. Pasamos al ataque y nos encontramos con que los ingleses se habían retirado abandonando todo; supongo que por el fuego de artillería. Había mucho equipo: mochilas completas, bolsas cama, cascos, telémetros laséricos, radios, baterías de radio, linternas de señales, comida, varios dispositivos de antenas. Es decir, era todo un equipo para un puesto adelantado para pasar información hacia atrás. Con sofisticados elementos además para la detección de nuestras posiciones, tanto para apuntar como para reglar la artillería. Había también paños para señalamiento de aterrizaje de helicópteros.
Tenían una posición muy, muy sólida. Nos había costado mucho llegar esa noche a la cima de ese monte y pienso que si los ingleses hubiesen estado se hubiera hecho difícil tomarlo. Nosotros estábamos trepando muy de frente, pero por suerte se fueron.
Yo llevaba un fusil calibre 300 Magnum con mira telescópica, un arma muy fuerte. La noche era muy fría y con llovizna y la marcha se había hecho toda a pie. A todo esto hubo que agregarle la vuelta acarreando el equipo de los ingleses inclusive como 8 ó 9 mochilas.
Nos apropiamos de cualquier cantidad de material que habían abandonado; se veía que les sobraba. Lo bueno fue que también dejaron comida, que por supuesto probamos. Una vez que llegamos a la base abrimos las mochilas. En una en particular, que se veía que era de un oficial de Royal Marines encontramos una caja de cuero típicamente inglesa. Al abrirla nos encontramos betún para zapatos, el cepillo correspondiente y una gamuza, todo muy bien colocadito. Así que este hombre se recorrió 14.000 kilómetros para estar en el medio de un monte perdido en las Malvinas, en un barrial infernal ¡pero sin dejar su betún! Yo diría que en las Malvinas llueve siempre y eventualmente sale el sol. Además el terreno es esponjoso. Esa turba maldita es como una esponja en la que uno se entierra y se llena siempre de barro. También tenía su afeitadora a pilas, otro objeto muy importante en combate, en el medio de un cerro. Nosotros, apenas llegamos nos habíamos dejado barba pues sistemáticamente todas las noches debíamos enmascararnos la cara con betún, con los pasamontañas negros o simplemente con barro. Al otro día le obsequiamos la afeitadora al suboficial que más se había destacado en la patrulla a criterio del jefe de sección. Todas estas cosas fueron registradas en notas con Nicolás Kasansew, con la gente del periodismo que estaba allá y estaba ansiosa por recibir información. Y parece que no era mucha. (Continúa...)

--- merged: May 31, 2012 12:55 PM ---
".... Salíamos prácticamente todas las noches. Las misiones eran todas nocturnas, esta guerra estaba planteada así. Una vez salimos con una patrulla bastante fuerte a montar una emboscada en las últimas estribaciones del Dos Hermanas (Dos Hermanas (Two Sisters)) bastante cerca del Kent. La primera noche que la montamos recibimos la alarma de un ala de la emboscada que nos indicaba que se aproximaban alrededor de veinte ingleses. La cuestión es que pasaron a algo así como cuatrocientos metros; solamente los podíamos ver con los anteojos de luz residual –los visores nocturnos- y no pudimos entrar en combate. Hubo una gran tensión dado que los veíamos ahí y no les podíamos tirar para no perderlos, pues podía ser que se aproximaran para nuestro lado y cayeran en la emboscada. Pero no fue así. Decidimos entonces volver a la noche siguiente, teníamos firmes intenciones de agarrarlos.
Para montar una emboscada se procedía así: se salía temprano, a las dos o tres de la tarde, para hacer el traslado en Land Rover o Unimog hasta las últimas líneas nuestras. A partir de allí había que empezar a visualizar todo lo que se movía hacia el otro lado, que obviamente era la tierra de nadie. Esto se hacía para tratar de tener con las últimas luces la línea de marcha; es decir, por donde uno se moverá. Ya de noche, se salía hacia las líneas del enemigo. Se salía, entonces, a las seis o siete para llegar a montar la emboscada más o menos a la una de la mañana. Es decir, caminábamos bastante metiéndonos por donde el enemigo se movía, para tratar de sorprenderlo.
Se montaba todo muy sigilosamente, con mucha precaución, para que realmente fuera una emboscada y tomar al enemigo de sorpresa.
A partir de que uno tomaba su posición ya no había más comunicación entre los miembros de la patrulla; tampoco movimiento. Simplemente se tenía vista a derecha e izquierda a los compañeros y se esperaba al enemigo. Todos, por otra parte, sabíamos lo que teníamos que hacer.
La noche de esta emboscada hacía un frío terrible, muchísimo frío. Como debíamos estar en el puesto sin movernos nos escarchábamos y nos íbamos poniendo blancos, cosa que era habitual en esas misiones; pero esa noche era especialmente fría.
Nos topamos allí con un enemigo realmente muy capaz, con muy buenos elementos de apoyo, armamento y visores. Lo cierto que es que ellos sorprendieron a un ala de nuestra emboscada. Entramos en un combate muy violento, con mucho fuego por parte del enemigo. Muchas bengalas que obligaban a agachar la cabeza un poco, hasta que pasaran. Debíamos también detectar de dónde venían los fogonazos. Esos primeros momentos son para organizarse un poco y ver de dónde viene la cosa. Había muchos gritos por parte del enemigo, dado que daban las órdenes en voz alta. Nosotros ya teníamos a todo esto dos muertos y dos heridos. El enemigo realmente estaba haciendo las cosas muy bien. El combate fue muy duro. El sargento M.C. cayó muerto a su lado el teniente primero V. Fue herido en sus posiciones, más abajo hacia la izquierda. Lo que sucedió con V. Es muy notable. Una granada o un mortero descartable de esos que tenían los ingleses hirió al teniente primero que quedó tendido boca abajo. Tenía varias esquirlas en el cráneo y quedó atontado por la explosión. Se arrimó el enemigo e intentó rematarlo con un tiro de FAL: esto le produjo una herida en el medio de la espalda en oblicuo ascendente hacia la izquierda. Fue un trazo de unos catorce centímetros de largo y unos siete u ocho centímetros de ancho, no muy profundo. Al hacer la bala un deslizamiento por debajo de la carne, ésta se abrió es toda la longitud sin penetrar profundo, de ahí el ancho de la herida.
Tenía orificio de salida en el cuello, y como era trazante luminoso le produjo una gran quemadura pues el fósforo que lo hace luminoso se seguía quemando. Cuando le hice la curación me encontré con el proyectil que asomaba por el cuello y se lo saqué con la mano: el calor del mismo había fundido una cuenta del Rosario que el teniente primero llevaba al cuello y ésta había quedado como pegada.
Un tiro de FAL disparado a dos metros es imposible que se detenga por atravesar quince centímetros de carne humana. El FAL rompe hueso, todo, y sigue de largo; es un proyectil muy fuerte. Sin embargo, éste se detuvo y quedó fundido con una cuenta del Rosario del teniente primero.
Los ingleses lo dieron vuelta de una patada y él se hizo el muerto. En ese momento, estos ingleses se replegaron debido al fuego. El teniente primero, que –ahora boca arriba- los había visto, intentó manotear la MAG que tenía el sargento M.C. muerto a su lado. La ametralladora estaba partida por la mitad pero encontró su FAL y le vació un cargador a la columna enemiga que se movilizaba, matando a tres ingleses. Lo orientamos a gritos y subió a mi posición. A todo esto, yo estaba haciendo fuego de apoyo con un fusil calibre 300 Magnum con mira telescópica junto a un comando de gendarmería de los que operaron con nosotros. Estábamos en la posición más elevada con respecto al resto y se dominaba muy bien el combate, pero también recibíamos mucho fuego del enemigo. Atrás de una roca lo revisé y ya relaté sus heridas así como lo milagroso de la bala como detenida por el Rosario. Estaba semishoqueado pero entero y con mucha agresividad. Diría que estaba con bronca. Me pidió la habilitación para seguir el combate y luego tomó su fusil, cambió el cargador y siguió haciendo fuego. Continuó el combate dándonos con todo por ambas partes. Duró esto entre veinte y treinta minutos o sea que fue un combate bastante largo. Hasta que culminó con la retirada del enemigo. En concreto, diría que les ganamos.
Como nosotros teníamos coordinado el fuego de artillería, el mayor A.R. ordenó la apertura del fuego y éste comenzó a caer sobre el enemigo en retirada. Nosotros indicamos que alargaran el tiro a medida que se iban, o sea los íbamos corriendo a cañonazos. Aprecio que esa noche tienen que haber muerto muchos ingleses porque el fuego de nuestra artillería era tremendo.
Nosotros también estábamos recibiendo fuego de cañones y morteros, inclusive bastante detrás de nosotros. Tiraban a la retirada nuestra sin tener en cuenta que nosotros seguíamos ahí. Teníamos atrás, a unos setecientos metros, a un pequeño grupo al que llamamos de recibimiento y su artillería lo habrá confundido con el grupo principal. Pero lo real era que nosotros, desde el lugar, continuábamos tirándoles con todo lo que teníamos.
El combate terminó y el mayor ordenó el repliegue. Comenzamos una marcha de kilómetros y kilómetros por las serranías que duró ocho horas, hasta llegar a un lugar donde por fin había camino y fuimos recogidos en vehículos.
Llegamos hasta el Hospital Militar con nuestros comandos heridos que se habían valido por sus propios medios durante la marcha. El teniente primero V. Siendo las nueve de la mañana se desmayó cuando lo puse sobre la camilla, como si se hubiera relajado recién en ese momento. Habíamos salido el día anterior a las tres de la tarde y regresábamos a las nueve de la mañana después de combatir, sin dormir ni comer.
A las once lo operaron y no había forma de convencerlo de que fuera evacuado. Pero dos o tres días mas tarde llegó el buque hospital y prácticamente lo echaron de Puerto Argentino. Faltó poco para que se agarrara de la pata de la cama. (Continúa...)


--- merged: May 31, 2012 12:57 PM ---

".... Seguimos recibiendo y cumpliendo misiones hasta que la noche anterior a la rendición nos ordenaron dirigirnos a la península que, bahía por medio, está al norte de Puerto Argentino. Al parecer, había desembarcado –en botes de asalto- un grupo comando enemigo en esa zona donde se encontraba tropa de nuestra Infantería de Marina con algunas piezas de artillería. Nos ordenaron ir a buscarlos.
Salimos de noche, serían las once. Era una noche muy oscura y esa península estaba minada y llena de trampas explosivas. Intentamos hacer algunas maniobras pero si hubiéramos salido a buscar al enemigo nuestra tropa se hubiera visto inhibida de hace fuego por el riesgo de abatirnos a nosotros. Entonces concretamente se decidió reforzar la seguridad: todo lo que se moviera invariablemente era enemigo. O sea que reforzamos algunas piezas y algunas posiciones importantes.
Antes del amanecer nos ordenaron marchar a la zona al norte de Moody Brook siempre por la península, para reforzar la línea oeste-este que era la dirección de marcha del enemigo.
Llegamos entonces jutno con esta unidad de Infantería de Marina a una posición –diría- “privilegiada”. Estábamos en las últimas montañas ya de frente al enemigo. Empezamos a recibir fuerte fuego de artillería. Nos encontrábamos viendo desde esa altura, bahía por medio, lo que ocurría del otro lado. Es decir, en la zona del Hospital Militar, helipuerto, hipódromo, ya al final de la guerra. Se veía el intersísimo fuego de artillería enemigo que caía sobre las primeras casas de Puerto Argentino y sobre la zona del helipuerto, hipódromo, Hospital Militar y el hospital civil. Prácticamente barrieron todo eso. Milagrosamente no cayó ningún proyectil arriba del Hospital con lo que hubiera muerto mucha gente. Veíamos todo el repliegue argentino. Nuestras tropas se replegaban recibiendo intensísimo fuego de artillería; unos doscientos o trescientos metros atrás avanzaban las primeras líneas inglesas. Su artillería –magistralmente dirigida por los sofisticados elementos con que contaban- caía cien metros delante de ellos, protegiéndolos. Lo podría relatar con lujo de detalles pues esta escena me quedó grabada. Veía las boinas rojas de ellos avanzando detrás de los nuestros que recibían el fuego de artillería.
Una retirada es una cosa desgraciada, realmente problemática. Se va abandonando equipo, no hay parque, no hay munición. Nadie puede buscar en esas circunstancias una posición para tirar al enemigo. Es una cosa muy confusa y desgraciada. Yo me imagino a nuestros soldados pasando un momento muy feo, realmente debe de haber sido muy duro.
Bueno, nosotros veíamos eso desde nuestra posición, a la vez que también sufríamos intenso fuego de artillería.
Terminó el fuego y vino una impasse en la cual recibimos la que sería nuestra última misión. Debíamos cubrir el repliegue de esta compañía de Infantería de Marina en el “Forrest” y en una lanchita de Prefectura. El “Forrest” era un pequeño buque que estaba ahí anclado y con el cual habíamos cruzado por la noche. Entre esta península y el Puerto Argentino habrá creo unos setecientos metros de agua. El puerto se llamaba Camber o algo así.
Esos dos buques comenzaron a evacuar a los infantes y nosotros volvimos hacia el frente a tomar posiciones. En el frente vimos que el enemigo, lejos de quedarse quieto, avanzaba. Unos setecientos tipos, más o menos un batallón, avanzaban a pie hacia nosotros, con seis o siete helicópteros cubriéndolos.
Entonces en la última comunicación radial preguntamos: “¿Qué hacemos? ¿Combatimos o no combatimos? ¿Nos quedamos aquí hasta las últimas consecuencias?” Porque aparentemente existía un cese de fuego, pero el enemigo seguía avanzando. La respuesta fue cubrir hasta las últimas consecuencias, y una vez que se hubiesen replegado los infantes, replegamos nosotros. Todo esto ocurrió en minutos. El operativo de embarque fue de veras rápido y el “Forrest” repleto de gente cruzó rápidamente.
Los ingleses estaban ya a trescientos metros de nosotros, que estábamos listos para entrar en combate, pero no disparaban.
Vino entonces la lanchita de prefectura para buscarnos y se produjo una especie de comunicación por señas con nosotros. Alcanzamos a destruir armamentos y equipos de radio, y nos embarcamos y pudimos cruzar. La lanchita creo que era la “Iguazú”, la histórica lancha que derribó al Harrier.
Llegamos a Puerto Argentino y todo era bastante confuso. Nosotros ya no estábamos en el gimnasio sino en unas casas en la zona alta de Puerto Argentino y hacia allá fuimos.
Quedamos esperando los acontecimientos. Pasó el tiempo y se produjo una mezcla de efectivos nuestros e ingleses. Por ejemplo yo fui hacia el hospital un par de veces para ver heridos y me encontré con que estaban aterrizando gran cantidad de helicópteros enemigos mientras nuestras tropas evacuaban el hospital que era convertido en cuartel inglés. Nuestros heridos eran llevados hacia el “Comandante Irízar” o el “Bahía Paraíso”, no recuerdo de cuál de los dos se trataba.
Como dije, nos mezclamos: había soldados ingleses y nuestros por las calles. Inclusive recuerdo un par de conversaciones interesantes, con soldados de ellos, sobre sus tácticas, su artillería, qué elementos tenían, etcétera. Cosas que nos parecían de interés en ese momento. Y también comentarios tanto de ellos como de nosotros sobre el tremendo frío, el difícil terreno, la comida, en fin, sobre lo duro de la guerra. Evidentemente, ellos habían tenido tanto frío y dificultades para que les llegara la comida como nosotros. Pero lo entendían como consecuencia lógica de una guerra en ese lugar geográfico.
Recibimos finalmente la orden de marchar al campo de prisioneros en la zona del aeropuerto. Llovía, estaba haciendo mucho frío y viento y allí cada uno debía encontrar su refugio. Algunos lo hicimos con tambores de doscientos litros o paneles de la pista de aluminio. Le sacamos también el toldo completo con esqueleto a un Unimog que estaba por allí e hicimos una carpa. (Continúa...)

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"...El mayor A.R. se instaló en los que llamamos “el sarcófago del mayor”. Era una columna doble de alumbrado de sección cuadrada, tumbada sobre la tierra; quedaba una cavidad formada por los bordes de la columna y un travesaño. Sería de dos metros de longitud por setenta centímetros de separación entre columnas. Ahí durmió esa noche el mayor, tapándose con unas chapas. Es un hombre corpulento y entraba justo allí, pensé que no debía ser nada cómodo. Me lo confirmó el hecho de que a la segunda noche intentó hacerse una carpa en serio. Pero a poco de lograrlo, lo sacaron de la cama como a todos nosotros pues nos ordenaron marchar para ser embarcados en el “Canberra”.
En esos casi dos días tuvimos una sola comida por día que consistía en fideos fríos y crudos. Cuando uno está prisionero trata de pensar maniobras destinadas a pasarlo mejor. Es la incertidumbre total ya que no se sabe cuánto tiempo más se permanecerá en esa condición. Entonces, se trataba de hacer refugios confortables, tratar de cuidar la poca comida que teníamos.

La marcha hacia Puerto Argentino para embarcar se llevó a cabo alrededor de la una de la mañana, bajo una intensa lluvia y mucho frío.
Nosotros habíamos logrado pasar algunos fusiles por los controles. Los llevábamos desarmados adentro de las mochilas que también habíamos conservado. También algunas pistolas desarmadas y las diferentes partes escondidas en los borceguíes o distintas partes del cuerpo.
Pero fuimos revisados después de la marcha minuciosamente al punto de que hasta nos sacaron los cinturones y los cordones de los borceguíes. Así fue que no pudimos pasar nada.
La selección para subir al “Canberra” fue bastante extraña. Pasaban delante de nosotros gran cantidad de soldados. Entonces, un oficial de ellos en un castellano bastante raro nos dijo que hiciéramos una lista de nuestra unidad, que en realidad eran dos: las compañías de comandos 601 y 602. Nosotros éramos todos cuadros y ellos lo notaron. Así que cuando ordenaron que primero los soldados, nos empezamos a mirar. Hasta que uno se acordó de los cuatro soldados del teniente primero. Empezamos a gritar bastante hasta que aparecieron los cuatro soldados que, por supuesto, pasaron. Entonces el oficial inglés dijo: “¿Cómo, en tantas personas solamente cuatro soldados...? Hum, medio raro...” (Continúa...)

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"....Entonces empezaron a revisarnos e interrogarnos antes de darnos paso, previo hacerse dos filas con los mayores C. Y A.R. al frente. A sus preguntas sobre si teníamos algún curso hecho se le respondía que corte y confección, contabilidad o cualquier cosa por el estilo. Pero claro, nos veían con ropa diferente, insignias de paracaidistas, etc. y que todos éramos cuadros. Así que los primeros cuatro tuvimos suerte y pasamos. Aunque el caso mío fue sencillo pues lo hice como médico. Pero el inglés se puso nervioso y resolvió que no pasase nadie más. Yo fui el último de la compañía y cuando me alejaba el mayor me gritó: “¡Zafaste, Rana!”
Finalmente, el “Canberra” zarpó hacia Puerto Madryn. Nos dividieron entre oficiales, suboficiales y tropa, ocupando distintos niveles del buque. Nosotros éramos custodiados por oficiales y el trato fue muy bueno, realmente. Reinaba el orden y sucedieron cosas que se pueden llamar agradables. Recibimos una alimentación en caliente, aire acondicionado. Hay que recordar que se trata de un barco de lujo. Yo me bañé como seis o siete veces, lo mismo debieron hacer muchos porque el comandante pidió por los altavoces que economizáramos agua porque se estaba acabando. En Puerto Argentino me había bañado solamente dos veces en veinte días, a bordo de la lanchita de prefectura, así que me encantaba poder hacerlo.
Pudimos hacer también una recorrida por cubierta, aspirando aire de mar como si fuera un crucero de placer. Había música en dos bandas: de la BBC y grabada con el disc jockey del buque. Esta última era buena pero el tipo era pésimo porque entre disco y disco hablaba mucho. Nos habían puesto en un cuarto con camas sin colchón y sólo dos almohadas para cuatro. Pero a poco de descubrir dónde había almohadas terminamos durmiendo sobre las mismas.
Los cordones de los borceguíes que nos habían sacado fueron rápidamente reemplazados por los piolines para subir las persianas de los camarotes. A la media hora de estar a bordo no había uno que siguiese sin cordones.
Se hacía fila con una bandeja para recibir la comida. Empezamos a comerla rápido y colocarnos de nuevo en la fila antes de que se acabara. En fin, pequeñas trampas que hacíamos para alimentarnos mejor, pues la comida era buena pero escasa.
Un capitán había logrado pasar una brújula y una carta con lo que sacaba el derrotero del buque. Algo relativamente inocente. No era ningún misterio por dónde iba, además a la mitad del trayecto se la había acoplado un buque de guerra de nuestra Armada. Pero un inglés detectó que había una brújula y nos empezaron a perseguir. Nos revisaron como seis veces sacándonos al pasillo y colocándonos con las manos contra la pared y las piernas abiertas. Finalmente le encontraron la brújula y en el momento en que se la sacaron, apareció una persona de la Cruz Roja. Se le dijo que nos estaban robando la brújula, un elemento inofensivo que no implica peligro. Este hombre se la sacó al inglés y se la devolvió al capitán. (Continúa...)
 
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