Por qué Rusia rechaza recomendaciones de Europa
La sesión ordinaria de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE) provocó una nueva ola de polémicas entre Moscú y Estrasburgo, lo que no es de extrañar. Los conflictos se suceden desde el 1996, cuando Rusia ingresó en el Consejo de Europa.
Durante la segunda guerra chechena hubo incluso riesgo de que cesara la membresía de Rusia y en enero de 2000 la PACE le quitó a Rusia su derecho de voto. Moscú, por su parte, en los momentos más críticos amenazaba con abandonar la Asamblea retirando su contribución, una de las más considerables de las de todos los países miembros.
Estas relaciones ya se han convertido en algo habitual, y las personas y organizaciones involucradas ya aprendieron a romper lanzas en el público y luego, entre bastidores, encontrar compromisos políticos. Pero algo ha cambiado. Antes Moscú se esforzó por mostrar que era justo que formara parte de la principal organización dedicada a los problemas de democracia, pero ahora parece haber perdido interés en ello.
No hablo de la negativa del presidente de la Duma de Estado a intervenir ante la Asamblea, ni de la reacción negativa al informe sobre el cumplimiento de compromisos asumidos por parte de Rusia: los dos hechos encajan en el modelo existente. Lo que no encaja es la reacción del portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, quien comentó así las recomendaciones de PACE: “Calificamos como no apropiados los planteamientos y recomendaciones que nos hizo la PACE y, desde luego, no les haremos caso”.
Esto de “no hacer caso” es un enfoque nuevo: indiferente y despectivo. Antes Rusia siempre refutó la crítica contra ella, pero sin dejar de mostrar el deseo de colaborar con el Consejo de Europa con tal de encontrar fórmulas aceptables para el arreglo diplomático. Pero ahora Moscú da a entender que no está dispuesto a seguir esforzándose en ello. ¿Qué habrá pasado? Han coincidido varios procesos.
La situación del Consejo de Europa ha cambiado y ahora, en plena crisis global y europea, no puede permitirse el lujo de desdeñar a sus donantes así como ignorar el hecho de que en 2011 el 12% del presupuesto de la organización (más de 34 millones de euros) lo representó Rusia. En comparación con lo que pagó, por ejemplo, el club de fútbol ruso Zenit por contratar a Hulk del Porto portugués, no es nada. Pero para las organizaciones europeas es una cantidad considerable. Sobre todo en una época en la que el secretario general del Consejo de Europa , Thorbjorn Jagland, reconoce que por déficit de recursos el Consejo de Europa tendrá que apretarse el cinturón e incrementar su eficiencia.
En Moscú se dan cuenta de ello. Siendo uno de los pocos países que poseen recursos disponibles, Rusia se siente cada vez más segura en sus relaciones con el Consejo de Europa. No es casual que la única medida práctica (a diferencia de las recomendaciones) ofrecida en el informe no fuera adoptada: habría consistido en pasar a Rusia a la categoría de países del inferior nivel de confianza, sometidos a seguimiento por parte del Comité de ministros, el órgano ejecutivo del Consejo.
Pero aparte de estas razones mercantiles, hay otra de carácter más general. Rusia, tras sobrevivir al mundo postsoviético, empieza la búsqueda de su nueva identidad, para lo cual va a probar diferentes excentricidades. La primera resultó ser el tradicionalismo con acento en “moral y espiritualidad”, junto con un acentuado respeto a la iglesia, del que se hace ostentación especial. Para Europa, que ve garantías de su propia sostenibilidad en el rechazo a los dogmas tradicionales y mayor flexibilidad cultural y ética, Rusia representa un modelo alternativo.
El Consejo de Europa siempre exigió que Rusia fuera más fiel a los valores, reprochándole su pragmatismo, que limita con el cinismo. El sistema político ruso siempre fue el centro de atención. Lo calificaron de imperfecto, transitorio, pero al mismo tiempo se consideró que estaba acercándose al entendimiento de democracia al estilo europeo en general. La verdad es que Rusia nunca insistió en que la entendieran así. Pero ahora todos parecen cambiar de roles: Estrasburgo hace hincapié en política, mientras que Moscú lo hace en valores, pero no en los que suele promover el Consejo de Europa, sino en los tradicionales.
Tanto más si la tolerancia europea ya parece llegar a límites absurdos: la nominación del notorio punk grupo Pussy Riot por parte de la ciudad de Wittenberg al premio Martin Luther provocó indignación incluso en la avanzada iglesia Evangélica de Alemania. La existencia de estos conceptos falsos, cambio de ideas, son muy típicos para el contemporáneo ambiente mundial, en el que desaparecen principios precisos y se borran todos límites.
Y lo más importante: mentalmente Rusia todavía no ha superado la herencia de los noventa. Aquel periodo en el que tuvo que justificarse todo el tiempo se grabó en la memoria. Lo de ignorar al Consejo de Europa y cerrar en el territorio ruso la representación estadounidense de Agencia para el Desarrollo Internacional, que se asocia al periodo de mayor impotencia, es una revancha tardía. Así como la intención de abandonar el programa Nann-Lugar de eliminación de arsenal militar, que fue muy útil en el periodo del colapso, pero que ahora se ve como discriminatorio.
Rusia ya no es un país en vías de desarrollo que necesita consejos ajenos, dicen las autoridades rusas. Y es así. Pero el concepto “en vías de desarrollo” tiene dos significados. El político, cuando se trata de un país que está superando su atraso en desarrollo. Y el de uso común: alguien o algo que está desarrollándose, avanzando. Y al quitarse de encima el primer significado, mostrando orgullosamente que Rusia es una soberanía y que no es nada subdesarrollada, ahora lo más importante es conservar las características del segundo significado. Es decir, seguir dando pasos para adelante.
*Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20121011/155232678.html