El nuevo jefe del Ejército se propone usar los $333 millones de fondos reservados. Galería de imágenes
En una desesperada búsqueda para obtener una hipótesis de conflicto a la altura de su real estado operativo, el general César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani prepara un nuevo plan para involucrar a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico. El jefe del Ejército contaría con la venia presidencial y promete que no será necesario modificar ninguna ley.
Cuando Milani dijo el miércoles pasado en el Colegio Militar de la Nación, durante el acto de asunción de la nueva cúpula de las Fuerzas Armadas, que es un “momento histórico para caminar juntos hacia el futuro”, sólo un selecto grupo de oficiales sabía cuál era el encriptado significado de sus palabras. Antes había dicho que pretendía un Ejército que acompañe al “proyecto nacional, que se mantiene vivo en las mentes y memoria de los argentinos”.
Una fuente castrense, que conoce a Milani desde que hizo su curso de inteligencia como teniente primero, descifró el mensaje del general: “El ‘milanga’ ahora va por todo”. Otro militar, que conoce sus planes, adelantó que “el Ejército, en un futuro cercano, tendrá mayor presencia en los nuevos desafíos” y realizó un gesto de afirmación cuando PERFIL le preguntó específicamente sobre el control de las fronteras y la lucha contra el narcotráfico.
Milani ya había dado el primer paso a principios de 2011 cuando diseñó, en el blindado séptimo piso del Edificio Libertador, un ambicioso proyecto que tenía como objetivo la utilización de “material humano” y “elementos” del Ejército para combatir el “narcotráfico”. Con el apoyo de Nilda Garré, ex ministra de Defensa y en aquel momento jefa de la cartera de Seguridad, la iniciativa llegó a manos de la presidenta Cristina Kirchner.
En junio de ese año la Presidenta anunció la puesta en marcha del Plan Escudo Norte, bajo la órbita del Ministerio de Seguridad, “para combatir el delito y la violencia asociados al narcotráfico en el norte del país”. La estrategia era una versión light del proyecto que había diseñado el general de inteligencia. Después de estar relegados del antiguo operativo Fortín I, lanzado en 2007, el Ejército dio su primer paso en la lucha contra el tráfico de drogas con la puesta en marcha del Fortín II y del Plan Escudo Norte.
Es “un amplio convenio de cooperación” entre los ministerios de Seguridad y de Defensa para que las Fuerzas Armadas puedan brindar asistencia en la lucha contra el delito, no fue casual. Así fue como Milani sembró parte de la frontera con sus radares terrestres Rasit, pequeños aviones sin piloto que llevan cámaras, equipos de comunicación y guerra electrónica.
El Ejército sin hipótesis de conflicto cuenta con una caja de 332.963.472 pesos para “inteligencia estratégica”, es decir un presupuesto mayor a la sumatoria de lo que todas las Fuerzas Federales destinan a “inteligencia criminal” y más de la mitad de la partida que destinó el Poder Ejecutivo para la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE).
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En una desesperada búsqueda para obtener una hipótesis de conflicto a la altura de su real estado operativo, el general César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani prepara un nuevo plan para involucrar a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico. El jefe del Ejército contaría con la venia presidencial y promete que no será necesario modificar ninguna ley.
Cuando Milani dijo el miércoles pasado en el Colegio Militar de la Nación, durante el acto de asunción de la nueva cúpula de las Fuerzas Armadas, que es un “momento histórico para caminar juntos hacia el futuro”, sólo un selecto grupo de oficiales sabía cuál era el encriptado significado de sus palabras. Antes había dicho que pretendía un Ejército que acompañe al “proyecto nacional, que se mantiene vivo en las mentes y memoria de los argentinos”.
Una fuente castrense, que conoce a Milani desde que hizo su curso de inteligencia como teniente primero, descifró el mensaje del general: “El ‘milanga’ ahora va por todo”. Otro militar, que conoce sus planes, adelantó que “el Ejército, en un futuro cercano, tendrá mayor presencia en los nuevos desafíos” y realizó un gesto de afirmación cuando PERFIL le preguntó específicamente sobre el control de las fronteras y la lucha contra el narcotráfico.
Milani ya había dado el primer paso a principios de 2011 cuando diseñó, en el blindado séptimo piso del Edificio Libertador, un ambicioso proyecto que tenía como objetivo la utilización de “material humano” y “elementos” del Ejército para combatir el “narcotráfico”. Con el apoyo de Nilda Garré, ex ministra de Defensa y en aquel momento jefa de la cartera de Seguridad, la iniciativa llegó a manos de la presidenta Cristina Kirchner.
En junio de ese año la Presidenta anunció la puesta en marcha del Plan Escudo Norte, bajo la órbita del Ministerio de Seguridad, “para combatir el delito y la violencia asociados al narcotráfico en el norte del país”. La estrategia era una versión light del proyecto que había diseñado el general de inteligencia. Después de estar relegados del antiguo operativo Fortín I, lanzado en 2007, el Ejército dio su primer paso en la lucha contra el tráfico de drogas con la puesta en marcha del Fortín II y del Plan Escudo Norte.
Es “un amplio convenio de cooperación” entre los ministerios de Seguridad y de Defensa para que las Fuerzas Armadas puedan brindar asistencia en la lucha contra el delito, no fue casual. Así fue como Milani sembró parte de la frontera con sus radares terrestres Rasit, pequeños aviones sin piloto que llevan cámaras, equipos de comunicación y guerra electrónica.
El Ejército sin hipótesis de conflicto cuenta con una caja de 332.963.472 pesos para “inteligencia estratégica”, es decir un presupuesto mayor a la sumatoria de lo que todas las Fuerzas Federales destinan a “inteligencia criminal” y más de la mitad de la partida que destinó el Poder Ejecutivo para la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE).
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