Emol, Viernes 13 de diciembre de 2013
Sociedad y Ejército, una visión ante las nuevas demandas
"El Ejército no puede desagregarse de la sociedad; su historia lo sitúa reafirmando espacios de conciencia sobre el pasado común y voluntad de cooperar hacia el futuro, facilitando un proceso de solidaridad interna..."
Estudios de opinión pública de distintas organizaciones sociales y académicas de nivel nacional sitúan al Ejército dentro de las instituciones de mayor credibilidad, transparencia y confianza de los chilenos. Y esta percepción, notablemente, se ha gestado en una sociedad en que hay una creciente demanda por mayor igualdad de oportunidades; una defensa y exigencia expresas de los derechos inherentes a todo ciudadano; una búsqueda permanente de mayor transparencia de los actos públicos; un alto rechazo a la discriminación arbitraria, como también un mayor requerimiento en los estándares de eficiencia. El espacio de acción colectiva, donde se desarrolla la interacción entre la persona humana y el Estado, se colma de nuevas demandas, en un escenario globalizado e interdependiente, donde la población, en sí misma, ha venido adquiriendo una relevancia muy significativa, situándose posiblemente en el centro de este fenómeno.
Los ciudadanos han conquistado un mayor protagonismo y las sociedades tienden a ser más transparentes, buscando nuevas posibilidades de conocer, controlar y resolver asuntos de su interés, que antes estaban reservados a las instituciones y organismos del Estado. Así, las instituciones públicas; el sistema político; los medios de comunicación; las iglesias; la empresa privada, entre otras entidades, están siendo sistemáticamente puestos a prueba, determinando la realidad que ha traído consigo el siglo XXI. Ello, por cierto, incluye e interesa al Ejército de Chile, por cuanto la institución bien sabe, por su dilatada trayectoria, de qué manera su relación con la sociedad a la que pertenece le impone su muy particular carácter.
Si miramos las actuaciones del Ejército en la sociedad, en su pasado reciente, podemos advertir que este ha sido capaz de anticiparse a muchos de los cambios que esta ha venido experimentando.
El primero de ellos —y de gran sensibilidad— fue resolver la tensión provocada por la demanda de la sociedad en el tema de los derechos humanos. El Ejército, entonces, fue capaz de asumir la historia, haciéndose responsable institucionalmente por las graves violaciones a los DD.HH., en la confianza de que tal actitud era un paso necesario para la reconciliación nacional, dictando disposiciones y generando criterios muy definidos, desvinculándose de cualquier posición política que se le pudiera atribuir y que no correspondiera a su calidad de institución permanente del Estado y a su misión constitucional.
Esto llevó a un diagnóstico clave: el Ejército necesitaba entender mejor a la sociedad a la que servía. Comprender con mayor profundidad y amplitud sus cambios y, así, ser capaz de identificar, captar, prevenir y adelantarse a los desafíos y demandas de ella y poder innovar, para asumir, actuar y adaptarse a sus requerimientos, sin perder su esencia y sus valores profesionales permanentes, que son, en definitiva, los que lo fortalecen y le dan el rasgo de grandeza que los chilenos admiran en esta institución.
Las lecciones aprendidas de este período fueron aprovechadas integralmente. En particular, el tratamiento de la verdad en todas sus actuaciones ante la sociedad, por difíciles que fueran las circunstancias, se transformó en un principio rector ante cualquier interés de orden corporativo; la sociedad no aceptaría menos.
La capacidad de anticipación e innovación del Ejército muy pronto se hizo efectiva con definiciones de orden profesional, como fue su proceso de transformación, que le otorgó capacidades operacionales ampliamente reconocidas; su participación en operaciones internacionales de paz y, también, su colaboración y auxilio a la sociedad en situaciones de catástrofe, ratificando una cultura y tradición de apoyo a la comunidad. Junto con ello, el Ejército fue una de las primeras instituciones del país que reconocieron y entendieron que el vínculo con las comunidades en donde este sirve y guarnece es fundamental, lo que originó el primer reporte anual de responsabilidad social institucional.
Uno de los elementos más preciados por el Ejército, por su relación con la sociedad, es el Servicio Militar. Junto con recibir a miles de jóvenes que anualmente concurren a sus cuarteles, la institución desarrolló iniciativas para prepararlos de mejor forma para su futuro educacional y profesional, una vez finalizada esta experiencia, lo que originó, en la práctica, un ciento por ciento de voluntariedad para cumplir con esta necesidad de la Defensa Nacional.
Con todo, esta capacidad de anticipación se hace evidente en las últimas dos décadas si observamos, además, el alto sentido de la transparencia y rendición de cuentas de su gestión y actos administrativos (accountability); la política de puertas abiertas de sus cuarteles; la integración de la mujer en el Ejército; la reforma del currículum de formación de la Escuela Militar, incorporando a las universidades en este proceso; y, últimamente, una renovada política de colaboración para alcanzar una mayor soberanía efectiva en zonas aisladas y extremas, de alta sensibilidad para Chile.
En consecuencia, el Ejército no puede desagregarse de la sociedad; su historia lo sitúa reafirmando espacios de conciencia sobre el pasado común y voluntad de cooperar hacia el futuro, facilitando un proceso de solidaridad interna respecto de un destino asociativo. Recordemos que el Ejército nace, se vigoriza y desarrolla en íntima vinculación con el pueblo chileno. En todos los tiempos sus filas han sido integradas, sin discriminación alguna, por campesinos, obreros, mineros, pescadores, artesanos, profesionales y estudiantes, dando muestras de su inclusión social.
Creo que siempre se debe mantener posicionado al Ejército como una institución de todos, que respeta la institucionalidad y protege a los chilenos en sus necesidades; que su actuar —desde la Independencia— está unido a una vieja tradición militar, y esta señala que los integrantes del Ejército deben profesar un profundo amor a Chile como ideario de su vocación. Y aunque el amor a la Patria no es privativo de los militares, la sociedad confía en que este sentimiento sea la fortaleza de los soldados para su defensa.
Juan Miguel Fuente-Alba Poblete
General de Ejército
Comandante en Jefe
Doctrinarios saludos