GESTA DE MALVINAS
Durante la tarde del 12 de junio de 1982 el TC-66, indicativo “Lanza”, logró efectivizar un riesgoso cruce. Viajaban a bordo, además de médicos y enfermeras, el capitán Benítez y el primer teniente Micheloud, dos aviadores errantes que eran trasladados de regreso al continente.
Partió desde Río Gallegos a las 16:30, arribando a Malvinas a las 19:10. Al despegar nuevamente hacia el continente a las 19:50 y siendo perseguido por un Harrier, el Control Radar de Puerto Argentino lo guió hasta perder al interceptor enemigo, a 30 millas náuticas.
Según el relato que plasmó el primer teniente Micheloud en un informe, esa noche, tras gran revuelo de personal y ambulancias, el C-130 aterrizó magistralmente en Malvinas en total oscuridad, sin más faros que el del rodaje ni más balizas que las reflectantes.
“En vuelo, sumidos en una oscuridad total y ayudando a los heridos, presentíamos el rasante que llevábamos por cuanto no hubo variaciones ni sensaciones de ascenso. Después comenzaron las maniobras con G (bruscas). Luego nos enteraríamos que éramos perseguidos por un Harrier. Interminable fue la travesía hasta llegar a Río Gallegos, donde, al pisar tierra descubrimos que habíamos llegado a un mundo distinto, después de haber estado en el infierno...”, apuntó el oficial.
Durante la tarde del 12 de junio de 1982 el TC-66, indicativo “Lanza”, logró efectivizar un riesgoso cruce. Viajaban a bordo, además de médicos y enfermeras, el capitán Benítez y el primer teniente Micheloud, dos aviadores errantes que eran trasladados de regreso al continente.
Partió desde Río Gallegos a las 16:30, arribando a Malvinas a las 19:10. Al despegar nuevamente hacia el continente a las 19:50 y siendo perseguido por un Harrier, el Control Radar de Puerto Argentino lo guió hasta perder al interceptor enemigo, a 30 millas náuticas.
Según el relato que plasmó el primer teniente Micheloud en un informe, esa noche, tras gran revuelo de personal y ambulancias, el C-130 aterrizó magistralmente en Malvinas en total oscuridad, sin más faros que el del rodaje ni más balizas que las reflectantes.
“En vuelo, sumidos en una oscuridad total y ayudando a los heridos, presentíamos el rasante que llevábamos por cuanto no hubo variaciones ni sensaciones de ascenso. Después comenzaron las maniobras con G (bruscas). Luego nos enteraríamos que éramos perseguidos por un Harrier. Interminable fue la travesía hasta llegar a Río Gallegos, donde, al pisar tierra descubrimos que habíamos llegado a un mundo distinto, después de haber estado en el infierno...”, apuntó el oficial.