Que hipocresía!!
uke:
Reclaman a los 4 vientos el armamentismo chileno, mientras a oscuras están trazando una ley que permita a corto plazo equiparar y superar la balanza a su favor (canon minero), mientras acá la contraparte ley del cobre piensa ser reemplazada.:yonofui:
En fin que sigan ladrando, hay que hacer oídos sordos, total nuestro verdadero activo es la seriedad y el profesionalismo que día a día producimos para hacer de Chile una nación Desarrollada!!
Saludos,
do[/QUOTE]
Si pues la misma seriedad que demostraron negando haberle vendido armas al Ecuador, o sobre el caso de espionaje en punta arenas .......no se por que se rayan las vestiduras, acaso por que nuestra nación recurriera a una instancia pacifica ante la controversia marítima si tienen contundentes argumentos de que se preocupan....
Uds. no son provocadores de ninguna manera ahora recuerdo que nombrecillo le querían ponerle al ejercicio operación salitre
No se porque le dan tanta importancia a un pasquín como lo es la Razón y ocuparse de ello es poco serio lo único que acertaron es la pretensión peruana de Adquirir 20 sukhoi
Yendo al tema de este topic personalmente pienso que las relaciones entre nuestros países jamás será buena…..dejen de comentar sobre lo que se publica en la Razon
Mas o menos pienso igual que este periodista..Sobre las relaciones peruano chilenas
Una nueva relación con Chile
La verdad es que ya me aburre hablar de Chile. Durante estos años me he ocupado del asunto y, al lado de personajes de veras importantes, he tratado de advertir y recordar.
Al final, todo lo que uno puede decir de Chile es, en resumen, que nunca será un país amigo del Perú.
Con Chile, sin embargo, tenemos que entendernos.
Entendernos no como lo propone la diplomacia del doctor Alan García, desde luego.
Porque García sigue hablando de cuerdas separadas y diciendo que por un lado están los negocios y por el otro el asunto de fondo.
Es que García no entiende que para Chile los negocios son el asunto de fondo. Y los chilenos tienen razón.
El guano y el salitre fueron su negocio en el siglo XIX.
Comprar un Perú barato, de a trozos y sin tregua, es su negocio actual.
Y para defender esos negocios es que Chile se arma.
No es el asunto de La Haya lo que ha desatado la belicosidad de Chile.
Su armamentismo superlativo tiene veinte años de existencia y se ha reforzado, precisamente, en los últimos seis –mucho antes de que presentáramos nuestro expediente en la máxima instancia del arbitraje internacional-.
Nadie ha armado mejor y más ofensivamente a Chile que la señora Bachelet, que es una mezcla de Pasionaria con Patricio Lynch.
Porque a la hora de pensar en el Perú el socialismo de la Concertación pasa por el filtro de la historia y se impregna de esa enemistad rancia y pétrea que viene de lejos y que no terminará fácilmente.
Chile sólo nos mirará como interlocutores cuando nos mire como a iguales.
Y eso quiere decir un Perú digno, erguido, serio y dispuesto a hacerse respetar sin apelar a bravuconadas ni hurgar todos los días en el resentimiento.
Un Perú militarmente respetable y económicamente floreciente es la única manera de encarar la construcción de una nueva relación con Chile.
Un Perú económicamente floreciente y militarmente cachivachero es el sueño de Chile.
Claro que el civilismo inmortal de la derecha –aquel que nos condujo a la humillación del siglo XIX- no está de acuerdo con esto.
La derecha peruana, a diferencia de la chilena, no tiene patria. Tiene sólo bolsillos.
El señor Graña, por ejemplo, es tan peruano como los chocolates Costa. Tan peruano como las tiendas Wong.
Graña –no lo olvidemos- fue el socio de Chile en el allanamiento del Aeroclub Collique, vendido truhanescamente gracias a la cutra y a la desnacionalización de la agenda del desarrollo peruano.
Lo primero que hicieron en Collique fue sacar con comba el busto de José Abelardo Quiñones Arízola, el héroe de la Fuerza Aérea peruana.
El círculo se cierra: de Quiñones Arízola expulsado al suboficial Ariza bien pagado.
Víctor Ariza es un traidorzuelo.
Pero, ¿cómo llamar a quienes han permitido que Lan-Chile sea hegemónica en los vuelos domésticos del Perú, empleando a pilotos militares autorizados por el ministerio de Transportes de Lima?
¿Qué nombre les damos a los que destruyeron la flota mercante del Perú y le cedieron las naves y las rutas a Chile?
Y a quienes encubrieron la presencia del capital chileno en la pestífera operación del puerto de Paita, ¿qué nombre les ponemos?
Ariza es un traidorzuelo. Pero la verdad es que los datos que ha podido entregar en los cinco últimos años eran los datos de la bancarrota y del desarme involuntario.
No había muchos secretos, felizmente, que ofrecer desde una Fuerza Aérea públicamente inoperativa, achatarrada y necesitada de repuestos y antioxidantes.
Para decirlo con grosería: ¿Qué secretos puede esconder una Fuerza Aérea que casi no puede despegar?
Alguien podría decir, no sin cierto cinismo, que Ariza, que volaba en Lan y compraba en Saga y se remediaba en Fasa y cambiaba losetas en Sodimac, ha podido pensar que lo que estaba haciendo no era traicionar a su país sino colaborar con un hermano mayor y empoderado.
¿Será que, más que traición, lo de Ariza podría ser colaboracionismo de un nuevo Felipillo en un nuevo proceso de conquista?
A la derecha dizque peruana le aterroriza la idea de ponernos firmes con Chile.
Y es que la derecha dizque peruana no hizo a este país: apenas lo saqueó.
La derecha chilena, en cambio, construyó un país serio y a veces temible donde antes hubo una remota capitanía y, más tarde, la anarquía de los primeros años de su república.
La derecha chilena no se avergüenza de su bandera ni susurra su himno. La peruana carece de bandera y bailaba minués cuando al inmenso Grau le faltaba carbón de calidad en los calderos del Huáscar.
No proponemos el baño María eterno de la memoria herida. El pasado es inmodificable. Lo que tenemos que lograr es que también sea irrepetible.
Hablamos del presente.
Hablamos de empezar a revisar nuestra política hacia Chile.
Primero, poniendo restricciones al ingreso del capital chileno en áreas que pueden ser consideradas delicadas para nuestra seguridad. Eso es lo que ellos hacen y harán en relación al Perú. Si eso significa desbaratar el TLC firmado a espaldas del Congreso, pues habrá que hacerlo.
Segundo, comprando –a pesar de las rebietas “cosmopolitas” de la derecha- lo que nos falta para dejar de estar indefensos. Porque las armas, doctor García, son también una inversión. No le haga usted caso al civilismo, madrastra de todas las derrotas.
Tercero, cooperando con Chile en todo aquello en lo que podamos marchar juntos como los vecinos inexorables que somos.
Cuarto, afianzando nuestra relación con Ecuador, Colombia, Bolivia y Brasil –más allá de los discursos y entrando al terreno del desarrollo de fronteras, la inversión recíproca y la sinergia de empresas y proyectos-.
Chile es un país serio con el que tenemos que convivir. Es, en muchos sentidos, un país admirable.
Pero es también un país que ha pensado siempre que Bolivia es obviable y que el Perú es una suerte de hinterland, un súbdito comercial, una Araucanía del norte, un peldaño de esa escalera que lo llevará ser la mayor potencia del Pacífico sur.
Es hora de entender esta complejidad y de actuar como un país y no como un serrallo. Sin aspavientos pero con la férrea voluntad que merecen las buenas causas.
PUBLICADO POR CÉSAR HILDEBRANDT
Los fantasmas de Chile
La ministra de Gobierno chilena, Carolina Tohá, ha dicho que “espera recibir una explicación” de la cancillería peruana por la ausencia de funcionarios de alto nivel en la recepción de la embajada de Chile en Lima.
Estos chilenos no sé qué se creen. O qué se siguen creyendo.
¿Explicaciones de por qué su fiesta patria no estuvo muy concurrida?
¿Están cojudos?
¿Creen que es 1879? ¿Quieren volver a hablar con el traidor Mariano Ignacio Prado? ¿Van a volver a llamar a los ingleses pidiéndoles ayuda? ¿Desde qué islas guaneras llegan esas voces anacrónicas?
Que le pidan explicaciones a Piérola.
Y que le digan a la señorita Tohá que a su fiesta acudieron el señor Flores Aráoz, que va a cualquier sitio -incluido el ministerio de Defensa-, y el señor Luis Bedoya Reyes, que es como si dijéramos Jorge Alessandri pero mucho más momio y sin haber llegado nunca a la presidencia. O sea que se dé por bien servida.
Sabemos que el embajador del Perú en Santiago de Chile es un pelmazo, pero esperamos que haya recibido órdenes de Torre Tagle para que, en este caso, no nos represente.
Lo que le molesta a la señorita Tohá, que habla en nombre de la señora Bachelet (que habla, en este caso, en nombre de Pinochet), es que en aquella residencia medio vacía, donde sobraban los bocadillos y los mozos no sabían a quién servir el caviar ni a quién el escocés, empezaron a penar.
Penaban los fantasmas chamuscados de Chorrillos, los espectros blanqueados del morro, los repasados de San Juan de Miraflores. Y un vigoroso fantasma en cabalgadura galopó entre las viejas pellejas que hablaban de Piñera y de su próximo triunfo como presidente de Lan y de Chile.
Ese fantasma era el del mariscal Andrés Avelino Cáceres. Y olía agrio y tumbaba las copas y husmeaba en los escotes.
Porque con su histeria armamentista y su ira con pucheros ante La Haya –y la grosería de sus gestos cada vez más próximos a los de los asesinos de Allende- el gobierno de la Concertación (concertación con el pinochetismo sobreviviente) ha resucitado una memoria que no debía volver y un pasado que no termina de morir y unos fantasmas que trepan morros y otros que hunden monitores y otros, aún más indeseables, que entran a Lima y violan muchachas, roban libros y se llevan a Chile las estatuas de mármol que puedan jalar sus mulas.
Eso mientras Saga y Ripley siguen hundiendo a la industria textil peruana vendiendo como europeo lo que compran en China por toneladas. Y cobrando intereses de usura por la razón o por la fuerza.
Operación Condorito
Recuerdo cuando el presidente de la República del Perú preguntó a los peruanos: “¿Y si Chile se molesta?”
Eso fue el 6 de junio de este año y García hablaba de la posibilidad de no venderle gas a Chile, como lo exige la gran mayoría de los consultados por las encuestas.
Sentí vergüenza ajena y recordé vergüenzas mayores de la historia. Recordé, por ejemplo, a Mariano Ignacio Prado, el gran traidor. Y se me vino a la cabeza Piérola, el gran felón que tanto hizo por Chile antes y durante la guerra. Antes con sus revueltas y durante con su incompetencia militar de fanfarrón risible.
García tiene algunos problemas en relación a la historia del Perú: el primero es que no la ha leído.
Y García tiene todavía más problemas en relación a la historia de Chile. No sólo no la conoce sino que creyó siempre que Diego Portales –a quien debe de conocer por lo que le ha contado Hugo Otero- era un prócer muerto y no el doctrinero vigente de la política chilena frente al Perú.
Portales, cuyo bisabuelo paterno fue el peruano José de Portales Meneses y cuya bisabuela materna fue la peruana Petronila de Acevedo Borja, fue importante sin ocupar la presidencia, fundó el republicanismo autoritario y legó a la clase política de ese país la concepción de que Chile fue y será, por sus singularidades, una entidad predestinada a la victoria del orden y al orden de la victoria.
Por algo es que Pinochet gobernó desde el rebautizado Edificio Diego Portales.
Enemigo casi intrínseco del Perú, donde vivió y fracasó como comerciante en 1822, dijo del general Santa Cruz, arquitecto de la Confederación Perú-Bolivia de 1836: “Este cholo nos va a dar mucho que hacer”. Y vaya que así fue.
Portales, el estratega intelectual que destruyó la Confederación y contribuyó a unificar a su país alrededor de un ejército aliado a la oligarquía –la paradoja de haber muerto a manos de una sublevación militar en 1837 no cancela esos méritos- nunca terminó de morir. Es el fantasma desconfiado y brutal que puebla el alma tanto de un general de derechas como de una gobernante socialista.
Esa es, en todo caso, una virtud estimable de Chile: persistir en su identidad y crear una mirada común en asuntos de política exterior.
El problema es que el Perú no persiste sino que reincide en su verborrea andaluza: después de que Chile ha gastado 10,000 millones de dólares para armarse en los últimos ocho años, al doctor García no se le ocurre nada mejor que enviar delegaciones personales a varios países para hablar, tautológicamente, de los beneficios del desarme.
¿Quién puede estar en contra del desarme? Nadie. ¿Quién lo acataría de buena fe? Eso es otro asunto.
Es tan torpe la diplomacia peruana que plantea el desarme justo en el momento en que Chile podría firmarlo. Y podría hacerlo porque es tal la diferencia en equipamiento que una guerra entre ambos países –hipótesis indeseable para la razón pero no inverosímil desde el punto de vista de la historia- la ganaría Chile en menos de los seis días israelíes.
Y a pesar de poder decirle sí a la propuesta peruana, Chile le dice que no. Y responde al Perú pidiéndole autorización al Pentágono para comprar 665 millones de dólares en misiles portátiles Stinger, misiles aire-aire AIM y un sistema de radar avanzado (el Sentinel).
Con lo cual el Perú regresa al ridículo internacional que parece convocarlo cada vez que se trata de Chile.
Y mientras eso ocurre, se descubre un nuevo caso de espionaje financiado desde Santiago: un suboficial de la Fuerza Aérea Peruana, capturado en Lima después de un seguimiento, había estado, desde el 2003, pasándole información militar clasificada a la inteligencia chilena.
El mismo perfil del traidor suboficial FAP Julio Vargas Garayar, fusilado en enero de 1979 después de ser descubierto entregándole información a militares de Chile.
Y como si eso no bastara, Sebastián Piñera, el dueño de LAN y candidato a la presidencia con grandes opciones, se acaba de comprometer ante una organización de ultraderecha –“Chile, mi patria”- a parar los juicios a los militares que hubiesen violado los derechos humanos.
De modo que Piñera anuncia el sesgo uniformado de lo que sería un gobierno bajo su mando.
Torre Tagle podría ser acusada de ingenua si fuéramos benévolos. Como no lo somos cuando se trata de la política exterior peruana, diremos, con toda sencillez, que el aspecto de nuestra diplomacia hacia Chile es cada vez más anacefálico. Anancefálico y clueco.[/CENTER]