Otra mirada sobre la "Operación militar especial" Rusa
Invasión de Ucrania: ¿Un nuevo ejemplo de error por pensamiento grupal?
Ya es conocido por todos y hasta reconocido por el propio gobierno ruso el cambio militar realizado sobre la marcha en los primeros días de operaciones de invasión sobre Ucrania: las cosas no marcharon como estaban previstas inicialmente. Las primeras horas de aquel 24 febrero se prometían fáciles y ligeras para las fuerzas del Kremlin: los medios de combate terrestres avanzaban por amplias extensiones sin apenas problemas, y los medios logísticos se posicionaban en la zona para prestar apoyo en una operación militar rápida y efectiva. Los ataques aéreos se realizaban de una forma discreta, con fuego misilístico dirigido a objetivos estratégicos militares y con poca afección a la población civil. Pero el día 2 de operaciones, como todos saben, la situación comenzó a cambiar. Por un lado, la feroz resistencia ucraniana comenzó a retrasar el movimiento de las fuerzas rusas generando un impactante incremento de bajas en el bando invasor, por otro comenzaron a darse imágenes de descoordinación e ineficiencia, como el abandono de vehículos propios, el comportamiento confuso o poco profesional de los militares rusos y el estancamiento inexplicable de esa gran columna militar que inicialmente amenazaba con conseguir la rendición de Kiev en apenas un par de días.
Varios días después de esa paralización inicial de las operaciones- como no podía ser de otra manera-se observó una sustitución de la táctica de ataque rápido, quirúrgico y centrado en unos pocos objetivos estratégicos por una operación clásica rusa: uso de artillería indiscriminadamente y asedios seguidos por infantería.
La pregunta es: más allá de errores logísticos evidentes, ¿se podía decir que el Estado Mayor ruso habría caído inicialmente en el conocido error operativo llamado pensamiento grupal?
Qué es el pensamiento grupal
El pensamiento grupal es un comportamiento que lleva al error en la toma de decisiones de un equipo directivo debido a factores humanos. Irving Janis (1987) propone la teoría del pensamiento grupal tras estudiar diversas operaciones militares que fracasaron principalmente por errores de planificación. El caso de Bahía de Cochinos en 1961 fue clarificador para Janis: un gran equipo de profesionales bajo el liderazgo de JF Kennedy y formado por figuras relevantes en su especialidad (McGeorge Bundy, Robert McNamara, Dean Rusk, o Douglas Dillon, entre otros) formaron un equipo de trabajo aparentemente excepcional, pero las decisiones tomadas de forma conjunta produjeron unos errores estrepitosos. Como consecuencia de los errores de cálculo en sus decisiones, una fuerza militar de 1400 exiliados cubanos que participaron en la invasión fueron muertos o capturados por el ejército castrista. Otros errores como la operación “Market garden” en la Segunda Guerra Mundial (Houghton, 2015) o la invasión de Irak por el gobierno de G.W. Bush han sido explicados desde este modelo.
La causa principal del pensamiento grupal es un excesivo nivel de cohesión grupal. La cohesión es un factor muy positivo en el funcionamiento grupal y es perseguido habitualmente no solo en la instrucción y entrenamiento de militares, sino también de equipos directivos de empresas, equipos deportivos o incluso equipos sanitarios. Consiste en “el campo total de fuerzas que actúan sobre los miembros de un grupo para permanecer en él” (Festinger et al 1950, p 37) o «el proceso dinámico que se refleja en la tendencia grupal de mantenerse juntos y permanecer unidos en la persecución de sus objetivos y metas» (Carron, 1982). Son sinónimos de la cohesión la solidaridad, camaradería, empatía, “Esprit de corps” o conciencia de grupo. Se ha demostrado que, en condiciones óptimas, esta mejora el rendimiento grupal y genera unas relaciones sociolaborales sanas y satisfactorias. Sin embargo una fuerza de unión interna del equipo de decisores excesiva permitiría e incluso favorecería cometer errores de apreciación de la realidad que llevan a una toma de decisiones inadecuada. Entre las consecuencias de este exceso de cohesión se encuentran la ilusión de invencibilidad o invulnerabilidad, la visión estereotipada del enemigo o la autocensura, entre otras.
El contexto ruso de toma de decisiones
En primer lugar, es necesario realizar un brevísimo repaso al Estado Mayor ruso. Todas o casi todas las figuras que aparecen en su Ministerio de defensa, desde el ministro Sergey Shoigú, pasando por su segundo el renombrado jefe de Estado Mayor Valery Gerasimov, el viceministro Ruslan Tsalikov, el secretario de estado Nikolay Pankov o el viceministro encargado de logística y apoyo a las fuerzas armadas Dmitry Bulgakov, acreditan una gran formación y experiencia profesional desde diversos campos: algunos desde la carrera militar, otros desde la ingeniería o economía y otros desde los asuntos de gobierno, hecho que invalidaría la falta de conocimiento de sus componentes.
En segundo lugar, una interesante entrevista realizada al ministro Shoigú en 2019 muestra las relaciones que mantiene el presidente Vladimir Putin con su ministro y Estado Mayor. Por un lado, el ministro revela que las decisiones importantes dentro del Ministerio de Defensa las toma el “Comandante en jefe” Putin, quedando Shoigú como una especie de “Project manager” que facilita al líder la ejecución de las mismas. El ministro se jacta de su labor de gestión y de ejecuciones efectivas, no de la toma de decisiones. Por otro lado, Shoigú describe el papel del Jefe del Estado Mayor (Guerasimov) como otro gestor de proyectos subordinado a él donde el primero delega en el segundo a la hora de escoger las prácticas a seguir en las fuerzas armadas, pero probablemente con escaso o ningún papel en la toma de decisiones. Otro rasgo de las relaciones entre Shoigú y Putin es explicado por las declaraciones de gran admiración por las “decisiones fundamentales” tomadas por el comandante en jefe, como las reformas de las fuerzas armadas, o el refinamiento de algunas armas en concreto. Además Shoigú revela también una necesidad de fidelidad al líder debido a la confianza que considera depositada en él.
Conductas observables del pensamiento grupal
La “ilusión de invulnerabilidad” es aquella que conduce al grupo a asumir riesgos con más confianza de lo que cabría esperar de forma individual en torno a un objetivo compartido. Se trata de la creencia compartida de que si el líder y cada uno de los miembros del equipo deciden que el plan es correcto, nada podrá parar al equipo, la suerte correrá a favor del equipo y, consecuentemente, el plan será exitoso. Esta condescendencia con el propio grupo puede llevar a evitar la tarea de realizar un análisis crítico exhaustivo de la situación con modelos tipo DAFO, con modelos de matrices de decisión o con cálculo de pérdidas realistas en escenarios adversos, propios de los ambientes de análisis de inteligencia profesionales (Heuer y Pherson, 2015).
Dentro de esta euforia grupal, podemos entender que la excesiva confianza en las fuerzas propias pudieron no hacer ver o minusvalorar el problema de moral que han mostrado las tropas rusas en las primeras semanas, o la inexplicable incapacidad para aportar los suministros logísticos para una operación más duradera de lo previsto o incluso un uso de la aviación menos dominante del espacio aéreo de lo que se preveía.
Otra consecuencia del pensamiento grupal es la tendencia a la visión unánime del grupo de decisores frente al problema, la llamada ‘creencia de unanimidad’. Esto es, la cohesión anteriormente comentada, la admiración y compromiso profesados entre los miembros entre sí y/o hacia el líder y la determinación y unión hacia unos objetivos comunes facilita una tendencia a no provocar desavenencias entre los miembros del equipo de decisores y al mantenimiento del ambiente de cordialidad. Esto hace que el pensamiento crítico individual se sustituya por una creencia compartida de que todos piensan de forma similar, centrando la discusión en los puntos comunes de encuentro y obviando o minimizando los puntos de discrepancia.
Si retomamos la anteriormente citada entrevista de Shoigú, de esta se desprendía que la visión del ministro de Defensa acerca de la transición postsoviética y de las relaciones actuales de Rusia con Occidente es muy similar a la de Putin, facilitando, por tanto, unas hipótesis poco variadas o diversificadas en la toma de decisiones grupal. Las dudas personales, las discrepancias o las visiones separadas de la mayoritaria en el grupo son asumidas como una falta de lealtad al grupo, como un elemento de destrucción interna o como una actitud poco colaborativa para la consecución de los objetivos. Esta conducta de eliminación de la discrepancia pudo observarse hace poco en un vídeo ampliamente difundido por Youtube, en el que el propio presidente Putin preguntaba de forma inquisitoria e incluso desacreditaba ante el resto del Consejo de Seguridad ruso a su jefe de Inteligencia exterior (SVR) Serguéi Naryshkin exigiendo claridad hasta que finalmente el asesor respaldó la posición previa del presidente ruso de reconocer la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Lugansk y Donetsk.
Precisamente el término “guardianes de la mente” de Janis define a los individuos del propio grupo que coaccionan directa o indirectamente a los discrepantes para que o bien silencien sus opiniones, o bien acepten la visión única del resto de decisores. Resulta curioso en este ejemplo que sea el propio Vladimir Putin quien, a ojos de la prensa y del resto de miembros de la ejecutiva de seguridad, sin rubor y con demostrada sonrisa segura, muestra de forma evidente este control del debate y esta conducta supresora de la divergencia de opiniones.
El último sesgo que comentaremos es el de la visión estereotipada. Esta consiste en considerar al adversario o a las circunstancias como menos determinantes y graves para la consecución de la misión de lo que realmente son. De nuevo debido a esa euforia acerca de las propias capacidades del grupo se produce una valoración de los riesgos inadecuada. En este caso, la estimación de las posibles reacciones internacionales a la invasión de Ucrania, la determinación y valentía en la resistencia de las fuerzas armadas regulares y civiles del pueblo ucraniano frente a un ejército claramente superior en lo numérico y en lo cualitativo o la actitud carismática del presidente Zelenski han sido claramente un error de cálculo para el Estado Mayor ruso. Muy probablemente (lo sabremos en unos meses) muchas de estas variables habían sido tenidas en cuenta por los asesores de Putin, pues son conocedores de la cultura y sociedad del país, del armamento y capacidades tácticas ucranianas y de la capacidad de reacción económica y política. Sin embargo, y siempre desde la probabilidad, todas o muchas de ellas podrían haber sido minusvaloradas por los decisores rusos.
Conclusiones
Recientemente fuentes especializadas han informado de que el responsable del 5º Servicio del FSB -inteligencia extranjera- Sergey Beseda y su segundo, Anatoly Bolyukh, han sido arrestados por orden del presidente Putin debido a que este considera que se le ha facilitado información no real sobre los acontecimientos sociales y políticos en Ucrania en vísperas de la invasión. Las razones señalan un uso indebido de los fondos asignados a las operaciones, así como una producción de inteligencia deficiente. El periodista Andrei Soldatov de la web agentura.ru señala lo que considera la verdadera razón: “Y parece que después de dos semanas de guerra, Putin finalmente se dio cuenta de que simplemente lo habían engañado. El Quinto Servicio, temeroso de enojar al jefe, simplemente le proporcionó lo que Putin quería escuchar”. Se ponen aquí de manifiesto las teorías explicadas anteriormente sobre pensamiento grupal, creencia de unanimidad y tendencia a eliminar la discrepancia. Sin embargo, cabe pensar si esta reacción airada del presidente Putin es solamente una purga para esquivar su responsabilidad o realmente se produjo tal fallo debido a la voluntad de sus asesores de no informar.
Por tanto, nos quedaría, por último, pensar quién fue la fuente de dicho pensamiento grupal. ¿Fue el grupo de asesores el responsable del error y quien ejerce el rol de guardianes de la mente realmente, como dice Putin? ¿O fue el propio Vladimir Putin el responsable de esta relación? Es difícil establecer la responsabilidad con la información obtenida hasta la fecha aunque si seguimos la propuesta de Janis para evitar el pensamiento grupal vemos que el papel actual de Putin como líder del equipo directivo del Ministerio de Defensa dificulta enormemente la toma de decisiones sin sesgos. Siguiendo esta teoría es el líder quien debe dar ejemplo en asumir las críticas y las opiniones discrepantes y quien debe animar a los subordinados a expresar libremente su opinión. También formaría parte de los cometidos del líder animar a cuestionar la información obtenida y a evitar adoptar de forma sistemática soluciones del pasado. Esto resulta difícilmente compatible con los rasgos de conducta de líder autoritario que hemos encontrado en el presidente ruso: un líder que toma todas las decisiones importantes en solitario, que delega únicamente la gestión del problema (y no la definición de alternativas) y que soluciona las discrepancias entre sus asesores con sonrisas irónicas y exigencias públicas y notorias de ser apoyado de forma unánime.
Quizá la toma de decisiones sobre las operaciones iniciales en Ucrania que hemos comentado sea, como dice el presidente ruso, una acción incorrecta de sus colaboradores de inteligencia. O quizá Putin esté sufriendo las consecuencias del tipo de liderazgo autoritario que ha trabajado durante sus más de 30 años en la política. En cualquier caso, hemos podido observar cómo hasta uno de los ejércitos más poderosos del panorama internacional es capaz de disminuir su efectividad e incluso bloquearla si desatiende la parte más sensible del sistema en la toma de decisiones, el factor humano.