Will Kiev’s backers wake up to the reality of its neo-Nazi problem?
Ukraine’s hyper-nationalists and extremists are supposedly not really there and yet they are strong enough to force the government’s hand
La extrema derecha fantasma: ¿Se darán cuenta los partidarios de Kiev de la realidad de su problema neonazi?
En Ucrania, los hipernacionalistas y extremistas supuestamente no están realmente allí y, sin embargo, son lo suficientemente fuertes como para forzar la mano del gobierno.Ucrania, bajo el régimen de Zelenski, es un lugar difícil de comprender. Tiene una “democracia”, pero no una oposición funcional. Tiene la típica “vibrante sociedad civil” con la que a todo corresponsal occidental monolingüe le encanta pasar el rato en los modernos cafés, pero no tiene medios de comunicación independientes.
Por último, pero no por ello menos importante, su extrema derecha o bien simplemente no existe o bien es marginal e irrelevante, como nos han asegurado numerosos “expertos” occidentales , pero también tiene derecho a veto sobre una cuestión esencial, literalmente vital, de política exterior: si se debe hacer la paz para poner fin a una guerra devastadora y cómo hacerlo.
Ese peculiar poder de la extrema derecha ucraniana es el tema central de un largo artículo publicado recientemente por France 24. Según nos han informado, el jefe de la comisión de asuntos exteriores del parlamento ucraniano, Aleksandr Merezhko, también miembro del partido Siervo del Pueblo de Zelenski, ha provocado a algunos de sus compatriotas con unas declaraciones que hizo en el Financial Times.
Allí admitió que la sociedad ucraniana está “agotada”. Otro “alto funcionario” (presumiblemente) anónimo sacó la conclusión lógica, a saber, que “la mayoría de los actores quieren una desescalada aquí”. Ese es un código transparente para admitir la derrota de facto y buscar una paz de compromiso con Rusia. Por supuesto, esto requeriría concesiones sustanciales de Kiev, ya que Moscú está ganando la guerra contra Ucrania y sus partidarios occidentales.
Además, Merezhko denunció abiertamente el “error” de permitir que los demócratas estadounidenses utilizaran la visita de Zelenski a Estados Unidos con fines de campaña, lo que, obviamente, le hizo enemistarse a los republicanos y, en especial, a su candidato Donald Trump, ya muy cansado de Ucrania. Casi parece como si el líder ucraniano estuviera perdiendo el control incluso dentro de su propio partido.
Pero, según France 24, esas declaraciones de Merezhko no son lo que entusiasma a la esfera pública ucraniana. En cambio, ha provocado revuelo al afirmar que los “ultranacionalistas”, es decir, los “elementos” de extrema derecha, son una “amenaza muy real para el gobierno” y podrían, en particular, torpedear los intentos de negociar una paz de compromiso.
Según Merezhko, “siempre habrá un sector radical de la sociedad ucraniana que considerará que cualquier negociación es una capitulación”. De hecho, la situación es aún peor, porque ese “segmento” está creciendo: “La extrema derecha en Ucrania está creciendo” y constituye “un peligro para la democracia”.
Sería fácil ridiculizar las ideas tardías y limitadas de Merezhko. Por un lado, no hay ninguna “democracia” que esté en peligro en Ucrania. Su jefe Zelenski, que actualmente se queda más tiempo del que le corresponde en el mandato presidencial por motivos dudosos, se ha encargado de ello a fondo. Y no, no fue la guerra la que obligó al pobre Zelenski a convertirse en un tirano. Los pronunciados impulsos autoritarios tanto del ex comediante como de su partido, que es, en realidad, un híbrido entre una secta y una máquina política despiadada, se remontan al menos a 2021, mucho antes de la escalada a gran escala de febrero de 2022.
En segundo lugar, para quienes no están sometidos a un lavado de cerebro por la absurda propaganda ucraniana y occidental, siempre ha sido obvio que la extrema derecha ucraniana es real, poderosa y muy peligrosa. Bienvenido al club, Aleksandr.
Sin embargo, hay aspectos del momento de la verdad de Merezhko que merecen una atención seria, aunque tal vez no de maneras que a él le resulten agradables. En primer lugar, desde que Occidente cometió el grave error de adoptar a Ucrania como su representante contra Rusia, los medios de comunicación ucranianos y occidentales y los llamados expertos han llevado a cabo lo que ha equivalido a una campaña de negación de la extrema derecha de Ucrania. Durante más de dos años, ese burdo esfuerzo de guerra de información ha logrado presentar erróneamente a las formaciones ucranianas que lucen orgullosamente ruedas solares, cruces de la Wehrmacht y runas de las SS como si fueran nada más que patriotas muy comprometidos que tal vez tengan un gusto lamentablemente malo al elegir sus tatuajes.
De hecho, uno de los peores efectos de la guerra de Occidente contra Rusia a través de Ucrania y en Ucrania ha sido una “normalización” masiva y exitosa de la extrema derecha en general. El acuerdo que subyace a esta abismal operación es simple: si odias a Rusia y a los rusos lo suficiente, puedes volver a lucir una esvástica o alguna otra runa idiota, seguir hablando de salvar a la “raza blanca” y, por supuesto, matar por Occidente. Y, punto extra, Occidente se asegurará de que todos comprendan que, en realidad, eres un patriota, un demócrata y un miembro de la sociedad civil muy apasionado. En resumen, un excelente ejemplo de todos esos valores de los que Occidente está tan extraordinariamente orgulloso, mientras reparte guerra y genocidio al “resto”.
Obviamente, las cosas se volvieron más elaboradas. Había todo un menú de narrativas inverosímiles e inconsistentes de negación, higienización y minimización para elegir. “La extrema derecha ucraniana existe, pero es tan marginal que bien podría no existir”; “solía haber una extrema derecha ucraniana –como ayer, en realidad– pero todos se han despolitizado mágicamente”; “no se puede mencionar a la extrema derecha ucraniana, porque cada país tiene una extrema derecha”; “debes entender que aman los símbolos nazis porque solo pretenden irritar a los rusos”; “esos símbolos parecen realmente nazis, pero no lo son porque eso es solo una runa de las Eddas o, tal vez, incluso de El Señor de los Anillos”; “su saludo es literalmente el de un movimiento nacionalista fascista y genocida de la Segunda Guerra Mundial, pero cuando lo usan ahora, solo quieren decir '¡Salud!'”; “No pueden dejar de renombrar calles y plazas con los nombres de asesinos en masa, antisemitas y colaboradores nazis de la Segunda Guerra Mundial, pero lo único que tienen en mente es un patriotismo limpio y bueno para toda la familia”; “su gran ídolo Stepan Bandera no era un asesino fascista (spoiler: lo era), sino un luchador por la libertad” o, para los más sofisticados, “sí, Stepan Bandera era un fascista, pero eso no importa, porque piensan en él como un cruce entre Gandhi y Bambi”. Y, por supuesto, “todo es simplemente propaganda rusa”.
Y ahora, de repente, resulta que la extrema derecha es real, fuerte y capaz de impedir la paz. De hecho, los comandantes militares de extrema derecha no perdieron tiempo en demostrar lo que decía Merezhko: uno de ellos, de la Tercera Brigada de Asalto (es decir, la unidad ultraderechista “Azov” con otro nombre), llamó públicamente al parlamentario “un cobarde de extrema izquierda”. Otro oficial furioso confirmó que para él, las negociaciones “sobre las condiciones de Rusia” equivalen a una capitulación, mientras que la derecha “son la base de la seguridad del país”.
¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo terminó Ucrania con una extrema derecha fuertemente armada, extremadamente vocal y políticamente mandona? Además de Occidente, sus políticos, “expertos” y los medios de comunicación dominantes, fue, por supuesto, el propio régimen de Zelensky el que fomentó esta fuerza Frankenstein. Y nuevamente, como el autoritarismo de Zelensky, esta construcción de alianzas entre su régimen y la extrema derecha es claramente anterior a la escalada militar de 2022. Desde el encubrimiento de la masacre de la Casa Sindical de Odessa en 2014, pasando por la normalización de “Azov”, hasta el despliegue de neonazis que tuvieron que huir de Rusia como auxiliares, Zelensky tiene un excelente historial de colaboración proactiva con la extrema derecha. La colaboración es tan intensa que es imposible decir dónde termina el régimen y comienzan sus aliados de extrema derecha.
Esa es la amarga ironía de la queja de Merezhko: son su jefe y su régimen quienes han vendido Ucrania no sólo a amigos del infierno en Occidente, sino también a una extrema derecha local que ya era bastante mala antes de Zelenski, pero que se ha convertido en un verdadero monstruo de ambiciones y capacidades bajo su mando. Hemos escuchado muchas críticas al objetivo bélico de Rusia de “desnazificar” Ucrania. Pero ¿y si el verdadero problema al que deberíamos haber prestado atención es cómo el régimen de Zelenski ha hecho todo lo posible por nazificarla ?
Ahora que la guerra está a punto de perderse, esta extrema derecha no desaparecerá sin más. Una de sus unidades se ha llamado desde hace tiempo Freikorps. Los Freikorps originales eran, por supuesto, protonazis alemanes cuyo terror fue una respuesta de posguerra a la derrota del país en la Primera Guerra Mundial. Si la posguerra de Ucrania también se verá arruinada, entre otras cosas, por una extrema derecha en busca de revancha, los ucranianos deberían culpar a su propio régimen en tiempos de guerra y a sus patrocinadores occidentales.
