El día que le dieron al Sheffield - del libro los 100 días del Alm Sandy Woodward

Teseo

Colaborador
Hola amigos,

Por motivos que no van al caso he realizado casi completa (faltaban tres páginas) la traducción del primer capítulo del libro "cien días, las memorias del comandante del grupo de batalla de las malvinas", memorias del Almirante Sandy Woodward, comandante del grupo de batalla inglés en la operación "Corporate", el tema en particular es el ataque al Sheffield, visto desde el lado inglés. No he visto esa información acá, y creo que el libro no es muy común en la Argentina (la IPN lo editó en castellano pero el tiraje ya fué vendido)

La traducción es mía, disculpen cualquier error, me encantaría escuchar sus comentarios.

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Volaban en silencio de radio, ascendiendo a cinco mil pies sobre los blancos bancos de nubes y niebla que cubrían, parcialmente, la rocosa y casi sin árboles línea de costa que estaban dejando atrás. Los motores jet de las dos aeronaves de ataque naval monoplaza fueron regulados a una velocidad de 400 nudos para conservar combustible. Volaban en formación cerrada, en dirección al este, con los radares encendidos pero sin transmitir.
Desapareciendo súbitamente con la estela fue su último contacto con la patria Argentina, el oficial de control aéreo en la Base Aérea de Río Grande en la legendaria isla de “Tierra del Fuego” que se encuentra al sur del Estrecho de Magallanes. Hogar de la Segunda Escuadrilla de Caza y Ataque Naval del Capitán de Fragata Jorge Colombo.

Los dos pilotos, el Capitán de Corbeta Augusto Bedecarratz y el Teniente de Navío Armando Mayora, eran miembros de un grupo de aviadores navales élites especialmente preparados para llevar a cabo estas misiones críticamente importantes, usando el sistema Super Etendard/Exocet, un sistema considerado como la amenaza más seria e inmediata a mis portaviones. Ahora, después de una serie de problemas técnicos, estaban en el aire y en camino.
Los aviones que volaban eran Dassault Super Etendard de construcción francesa, y bajo el ala de babor colgaban depósitos de combustible auxiliares, cada litro de los cuales requerirían si deseaban completar el viaje redondo de 860 millas. Bajo el ala de estribor de cada aeronave colgaba el misil anti-buque roza-olas de guiado radar y construcción también francesa AM-39 “Exocet”, pesando media tonelada, con una cabeza de guerra de 364 libras. Su velocidad de impacto de 650 nudos podría causar daños mayores, quizás terminales a cualquier buque.

Eran las diez en punto de la mañana, del martes, 4 de Mayo de 1982. Gran Bretaña estaba en guerra en el Atlántico Sur.

La hora del día sin embargo era diferente en ambos lados de la línea de batalla: eran las diez en punto de la mañana para Bedecarratz y Mayora, pero para nosotros, en el Grupo de Batalla Británico, era oficialmente la una de la tarde en punto. Esto podría sonar extraño en primer lugar, pero las guerras pueden ganarse o perderse por motivo del tiempo. El Grupo de Batalla Británico estaba fijado deliberadamente para coincidir con la “Hora Zulú” de nuestro Alto Mando en el Reino Unido.

“Hora Zulú” es el código de horario normalmente usado para identificar los mensajes militares británicos. Aseguraba que todos estuviésemos en el mismo slot horario sin importar donde trabajáramos – Gran Bretaña, isla Ascensión o las Malvinas. ¿Para qué, en el nombre de Dios?, usted podría preguntar. ¿Quién quiere levantarse a las cuatro de la mañana e irse a dormir a las siete de la noche? Simplemente estaba pretendido para minimizar los errores de programación que podían fácilmente ser causado por conversaciones entre planificadores a grandes distancias y en diferentes husos horarios domésticos. Puede que no haya sido una gran idea, pero se convirtió en una ventaja mayor: significaba que habíamos completado tres horas de preparativos de batalla antes del inicio del día argentino. Así cuando Bedecarratz y Mayora se elevaban a través de la niebla desde Río Grande temprano en esa mañana, eran las 1000 tiempo local para ellos, pero para nosotros eran las 1300Z, y varios miles de marineros británicos, residenciados temporalmente a 400 millas de América del Sur, ya habían almorzado.
Nuestros buques estaban dispuestos en una formación bastante estándar para combatir ataques aéreos. Nuestros objetivos del día eran relativamente simples. Yo quería que estuviésemos bien adentro del sector sur-oriental de la Zona de Exclusión Total (ZET). No tenía un apuro particular puesto que no necesitaba que estuviésemos en posición hasta la última luz para las actividades principales de la tarde – insertar equipos de reconocimiento del Servicio Aéreo Especial (SAS) y del Servicio de Botes Especiales (SBS) por helicóptero hacia las islas. Para esto necesitábamos la cubierta de la oscuridad y los buques debían estar tan cerca de la costa como fuese posible para minimizar el tiempo de tránsito de los helicópteros. Estábamos “sondeando” hacia adelante, sintiendo nuestro trayecto hacia el enemigo.
Así que continuamos en curso, inconscientes de la posición de la flota de superficie enemiga – la cual había sido curiosamente evasiva desde los tumultuosos eventos del domingo pasado y el hundimiento del crucero argentino “General Belgrano”. Estábamos particularmente observantes de los cielos occidentales, los cuales con solo un anuncio de cuatro minutos, podrían revelar la efectividad de la combinación argentina “Etendard/Exocet”. En privado, todavía teníamos la esperanza de que no tuviesen listo este complicado sistema de armas para servicio en la línea de frente.
Pero incluso para ganar unos críticos, quizás salvadores, cuatro minutos, necesitábamos que todos los radares y sistemas de inter-comunicación de buques estuviesen activos, para proporcionarnos con la mejor imagen posible de lo que estaba sucediendo en los cielos, y en el mar alrededor de nosotros. Aunque el enemigo no tenía equipos de goniometría particularmente buenos, había un serio hueco en nuestra defensa aérea. Carecíamos de Alerta Aérea Aerotransportada. Por lo tanto yo evalué el balance de ventajas que yacían con las comprehensivas comunicaciones entre buques y aeronaves británicas, a pesar del riesgo de que los argentinos pudieran conocer nuestro paradero a partir de ellos.

Los oficiales comandantes del Grupo de Batalla Británico estaban completamente conscientes de nuestra situación. Todos ellos acordaron que los ataques aéreos en nuestra contra eran inminentes, dado que el hundimiento del crucero argentino estaba probablemente siendo visto en Buenos Aires con un poco de vergüenza, particularmente en la ausencia de buena noticia alguna para el público argentino.
Esa mañana había hablado con tres de mis cuatro capitanes en la “radio de voz encriptada UHF”. Este circuito recibió el nombre apropiado en código de “Cackle” –cacareo (de tal manera que sería “Capitán, señor, el Almirante quiere hablarle en el cacareador”). Nuestro sentimiento de expectativa de ataque no era específico – más un asunto de alerta total para lo que fuese que el siguiente minuto trajera. Este era tan solo el cuarto día de guerra para nosotros, y la Armada Real no había experimentado un conflicto en el mar en esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial.
Básicamente, todos pensábamos lo que podíamos encarar hasta un ataque de Etendard, cada uno armada con un Exocet. “Aún”, anoté en mi diario, “ellos solo tienen unos cinco de ellos en total. Vamos a tener esperanzas de que uno no funcione, dos de ellos fallen, y los otros no impacten nada vital”. Esto es lo que se conoce en mi negocio como “Reducción de Amenazas”, un proceso mental que usualmente te hace sentir mejor. En términos generales evaluamos que los pilotos argentinos se aproximarían a baja cota, harían un ascenso “pop-up” (ascender desde los 50 pies a los 200 pies), harían una rápida exploración con el radar, y entonces, si no obtienen nada, descenderían de nuevo debajo de nuestro radar de nuevo. Esto nos daría la alerta de cuatro minutos que necesitábamos para el despliegue de nuestros señuelos defensivos de radar, llamados “Chaff”.

El problema con el escenario completo es, sin embargo, que en un día como este, cuando todos esperábamos activamente un ataque, cualquier cosa que apareciera en nuestras pantallas de radar, una bandada de gaviotas, un albatros, incluso una ballena soplando, podría lucir como el inicio de un lanzamiento de mísiles a un operador de radar ansioso. Dos simples bandadas de aves marinas, completamente separadas, vistas en barridos diferentes, podían lucir como una traza aérea en aproximación a ti a 500 nudos. Y cada raqueta de radar interceptada en una marcación inesperada podía sonar como aquella que temes. En la guerra, no puedes darte el lujo de ignorar tales cosas en caso de que sea realmente un misil.
Y durante toda esa mañana, desde las primeras luces del día, tuvimos una corriente de reportes de contacto de varias clases. En el “Invincible”, los cerebros que tratan con nuestro sistema de Defensa Aérea de la Fuerza se estaban volviendo, entendiblemente, escépticos de dichas alertas de ataques que no se materializaban. “Confirme”, “Repita nuevamente”, “Verifique”, “Descarte”. Era el lenguaje de la incertidumbre.

Cada par de minutos, algo. Cada media hora, algo de preocupación. Cada hora, algo que hacía al dedo que apretaba el botón de lanzamiento de chaff temblar. La guerra, particularmente en las etapas iníciales, tiene este efecto en sus participantes. Pero nada, absolutamente nada sucedió en toda la mañana en la forma de acciones enemigas. Tanto como podemos decir, los cielos brillaban y el sol brillando sobre la mar calma, también estaba libre de amenazas.

Bedecarratz y Mayora ascendieron a una cota de crucero de quince mil pes para su primer encuentro. Este era con el avión tanquero Hercules KC-130, una aeronave de transporte convertida, para reabastecerlos a 150 millas de su base. Todavía en silencio de radio entre ellos, fueron indicados a tomar posición por radio desde el navegador del un viejo avión de patrullaje marítimo Neptune de la Aviación Naval argentina, el cual estaba tratando de localizar la flota inglesa.

Sin mucha práctica, el reabastecimiento aire-aire es una maniobra difícil, mientras los aviones tratan de equiparar su velocidad precisamente y mantener posición cercanamente mientras las largas líneas de combustible se enganchan sobre ellos. La última misión argentina de largo alcance, dos días antes, había sido abortada precisamente en esta etapa del procedimiento. Pero hoy fue exitosa.

Bedecarratz y Mayora se dirigieron hacia el este, hacia el “HMS Hermes”, el portaviones británico de 29.000 toneladas, desde el cual yo trataba de conducir la guerra local, y que consideraba como indispensable. Ya se había acordado entre Northwood (cuartel general de la Armada Real) y mi persona que un daño mayor al Hermes o al Invincible (nuestra segunda cubierta vital) probablemente causaría que tuviésemos que abandonar por entero la operación de las Islas Malvinas.
Los dos argentinos comenzaron su descenso gradual para la aproximación final y el ataque. Estaban a doscientas ochenta millas del Grupo de Batalla británico y cada cinco minutos los acercaba treinta y tres millas a nuestra cubierta radar. Estaban como se dice en el circuito de golf, “allí para nada” con tanques de combustible completos y todavía en formación cerrada, en dirección a las nubes y lluvia, tratando de la mejor manera de nivelarse a tan solo cincuenta pies sobre el agua. Allí ellos podrían ganar protección de la curvatura de la tierra de los barridos en línea de visión de nuestros radares adelantados. A esa velocidad y cota, casi toda su concentración estaba devota a evitar estrellarse en el mar, mientras tratan de mantener algún indicio de formación el uno con el otro, aunque en la mayoría de los casos estaban fuera de contacto, nunca atreviéndose a comunicarse por sus radios. No tengo dudas de que se trataba de un vuelo desgarrador para los nervios, duro y solitario.

Existe otra clase de soledad, sin embargo, y una particular conocida solo para el comandante de un buque de guerra y esa es la del comandante de un buque “piquete radar”, uno de los tres o cuatro buques que formaban la primera línea de defensa, bien adelante hacia el eje de la amenaza desde la fuerza principal. Allí afuera, tú estás en verdad a tu riesgo. Es silencioso: engañosamente pacífico. No estás cubierto por los sistemas de armas principales del resto de la fuerza. Eres suertudo si cubres a otro. Y consigues mucho más tiempo para contemplar el destino de tu buque, tu tripulación y tus amigos. Nadie a disfrutado mucho la tarea de piquete, principalmente porque la historia dice que ellos tienden a ser los primeros en ser hundidos por la oposición, debido a que están ubicados deliberadamente a mitad de camino de la amenaza. La clásica táctica anti-portaviones es la de golpear primero a los piquetes con unos pocos aviones y entonces empujar la incursión principal a través del hueco que has hecho en las defensas. Y si el ataque debe venir desde el mar, cualquier piquete es un pato en el estanque para un submarino bien tripulado. Los buques individuales usualmente son vulnerables.. Grupos de dos o tres son mucho más efectivos en el peso y variedad de los sistemas defensivos y particularmente en contra-ataques subsecuentes. Todo comandante de submarino conoce esto. Sin importar su nacionalidad o entrenamiento, ellos están pre condicionados a preferir el ataque a blancos individuales.

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En nuestro caso, en aquella mañana, desplegamos una línea de piquetes de tres destructores misilísticos del Tipo 42, buques muy pequeños cada uno desplazando poco más de 4.000 toneladas. Lejos a mi derecha se encontraba el “HMS Coventry” comandado por el Capitán de Navío David Hart-Dyke, una persona alta casi patricia. Hacia mi izquierda estaba el “HMS Sheffield” comandado por el Capitán de Navío Sam Salt, que con una estatura de cinco pies y cuatro pulgadas, era el físico opuesto al de Hart-Dyke, pero era otro oficial experimentado a quien conocía, apreciaba y respetaba desde hace muchos años. En el centro se encontraba el “HMS Glasgow”, ubicado para asegurar un amplio frente defensivo de mísiles superficie-aire. Glasgow estaba comandado por el Capitán de Navío Paul Hoddinot, el antiguo comandante de cuarenta años de edad, del submarino Polaris “HMS Revenge” y un hombre que probablemente cometería tan pocos errores como cualquier otro.

Confiaba en ellos tres implícitamente. Los conocía personalmente y profesionalmente y sabía lo que estaba involucrado en su tarea poco envidiable a partir de mi tiempo como comandante del Sheffield, cinco años atrás. Hablé con cada uno de ellos, individualmente, y ahora cada cierto tiempo en el “Cackle”. Paul subsecuentemente me comentó con alegría, que le daba mucho confort al personal de su Sala de Operaciones (CIC) el ver que su comandante tenía línea directa con el jefe. Ellos incluso dibujaban caricaturas mostrándolo en la línea en conferencia conmigo: ¡Hable señor!” alguien está llamando, y los oídos de todo su equipo de Sala de Operaciones están dibujados cuatro veces el tamaño natural, dos hombres colgando boca abajo del cableado eléctrico encima del escritorio de Paul.
De hecho, hablaba a varios de mis comandantes con una regularidad diaria, particularmente aquellos en posiciones muy vulnerables, y mientras, no se me ocurría que al hacer eso estaría de alguna forma, aumentando la moral en varios buques, siempre aumentaba mi moral al escuchar su confiado y quebradizo tono en el otro lado del receptor. Quebradizo y confiado – cualquiera sea el sentimiento que en realidad estaba sintiendo.

Paul Hoddinot era típico de ellos. En cierta forma, era un verdadero perro de mar, viniendo atrás de generaciones, teniendo él la creencia de que alguien de su familia había servido en la Armada que combatió a la Armada Invencible española de Trafalgar. Hasta este día, uno de sus posesiones mas atesoradas es un reloj de su abuelo que todavía muestra las horas de marea baja y alta en Plymouth Hoe. Su padre era un comandante de ingeniería en destructores en el Mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial. Uno de sus abuelos había sido un teniente en la Primera Guerra Mundial, y el otro, Teniente Navío Kent DSC, RNR, un oficial submarinista, desapareció en el mar en 1917 cuando el transporte de tropas Otranto se hundió en un vendaval afueras de Islay al oeste de Escocia.

Sabía que raramente, si alguna vez, abandonaría su Sala de Operaciones si nuestro grupo estaba bajo cualquier forma de amenaza de tipo alguno. Yo le había hablado temprano esa mañana, y era su opinión de los argentinos atacarían desde el aire, con Exocet, en este día. No podía estar en desacuerdo con él aunque era solo una opción entre varias. Pero fue visto que él tomó el problema de grabar en su diario aquella misma mañana “…podemos esperar un ataque total vengativo hoy. El más preocupante desde nuestro punto de vista y el más atractivo para ellos es un Super Etendar con Exocet”. Paul, con típico cuidado, escribió posteriormente: “Las palabras de arriba fueron escritas antes del amanecer del 4 de mayo de 1982 a las 1055Z”. Él había ya prohibido el uso del sistema de comunicaciones por satélite (SCOT) el cual bloquearía su detección del radar del Super Etendard.

Todos los tres comandantes de piquetes conocían los riesgos que debían tomar. Sabían que si la aeronave enemiga en aproximación hacía un “pop-up” y obtenía un contacto, las posibilidades eran de que los pilotos argentinos lanzarían sus mísiles al primer contacto que capturaran en sus pantallas de radar. Coventry, Glasgow y Sheffield habían sido cuidadosamente ubicados y esperados a confiar en sus sistemas de auto-defensa de mísiles únicamente. La única comodidad en dicha situación es la de seguir diciéndote a ti mismo que la Chaff funcionaría o que si no, que hay otros dos buques en la misma posición y que sería uno de ellos quien lo pararía (al mísil)
Pero ellos sabían, todos ellos tres, Hart-Dyke, Hoddinott y Salt, que en cualquier situación estaban muy expuestos. Debía ser visto que tan efectivo era el destructor Tipo 42 ante esta situación. Mantenerse alerta, era todo lo que ellos podían hacer y yo podía pedir.

Unas dieciocho millas al este de los piquetes, estaba mi segunda línea de defensa; las fragatas Arrow, Yarmouth y Alacrity y el grande pero viejo destructor Glamorgan. Detrás de ellos se encontraban tres buques de la Flota Auxiliar Real, Olmeda, Resource y Fort Austin – así ubicados como un factor de confusión adicional para cualquier radar enemigo. Sólo tras ellos los Super Etendar podrían esperar encontrar a sus blancos propios, los portaviones Hermes e Invencible cada uno de ellos con su propio “portero”, en la forma de una fragata Tipo 22. Invincible tenía cerca a la Brilliant, comandada por el dinámico y voluble Capitán de Navío John Coward; Hermes tenía a la Broadsword con el Capitán de Navío Bill Cunning, un viejo y confiable amigo al comando. Estos dos buques de guerra de 4.400 toneladas, principalmente designados para el trabajo antisubmarino, tenían el remarcable sistema anti-misil Sea Wolf equipado. Este era nuevo en servicio y su reputación era elevada. Había logrado durante pruebas, en verdad impactar una ronda de cañón de 4,5 pulgadas siendo usada como blanco. Era un sistema de corto alcance, pero con este desempeño, esperábamos que pudiese encontrar un blanco más grande y lento como el Exocet de manera más fácil.
Todo eso podría parecer una complicada, y cuidadosamente preparada línea de batalla para un grupo de portaviones bajo amenaza. Y así era (entresacada de la práctica aceptada en la Armada Real y ahora modificado para acoger los requerimientos de la ocasión en el Atlántico Sur). Era una clásica formación anti-ataque aéreo que cualquier buen oficial de staff podía dibujar en una servilleta de bar en cinco minutos. Pero esta tenía un par de refinamientos que yo esperaba que podrían compensar por la carencia de alerta aérea aerotransportada. La gran diferencia es que ahora esto era real. Todos los ojos estaban abiertos. Cada ítem de sensores estaba encendido y observando a través del grupo, en espera por algún ataque la mayoría de nosotros pensaba era inevitable, hoy, mañana, cuando sea.

Los dos Super Etendard argentinos estaba a unas 150 millas al oeste de nosotros cuando dejé la Sala de Operaciones de Insignia (Sala de Operaciones de EM de la Operación) en el Hermes para un rápido almuerzo. Bedecarratz y Mayora esteban justo entrando el aire libre rodeándonos y no encontraban difícil volar al ras de las olas. Unos cuantos cientos de pies más arriba, los haces barriendo de los radares de búsqueda aérea británica estaban ciegos a la aproximación de alta velocidad de los Super Etendard.

El propio radar de búsqueda de los argentinos que equipaba a los Super Etendard era de construcción francesa, como los aviones, y era denominado en código por nosotros “Handbrake”. Si éramos lo suficientemente rápidos, podíamos localizarlos y reconocerlos. Podríamos entonces también tratar con los misiles subsecuentes. “Si” éramos lo suficientemente rápidos.

Los Super Etendard ahora habían dejado al viejo Neptune bien atrás, pero su último curso había sido decidido. Ellos sabían que si tomaban una oportunidad y hacían “pop-up” hasta los 110 pies, cien millas de nosotros, su propio radar podría casi certeramente obtener un gran contacto significando un gran buque dentro del rango de los Exocet. Ellos podrían estar también razonablemente seguros Ellos podrían estar razonablemente seguros de que se trataba de un buque británico. Pero tampoco tendrían tiempo para ninguna identificación positiva antes del lanzamiento de sus mísiles, si querían sobrevivir.

Para las 1350, estaba de regreso en mi Sala de Operaciones. En el Glasgow, todavía el más adelantado de nuestros piquetes, el Capitán de Navío Hoddinott estaba sentado en su silla giratoria elevada en el centro. Como el resto de su equipo, vestía sus guantes y traje de algodón amarillento anti-llamas, para prevenir serias quemaduras por explosiones en la cara, y manos, si un misil llega atravesar y explotar. El Grupo de Batalla en este momento, estaba en “Alerta de Incursión Aérea Blanca” – que era efectivamente la condición “Todo Despejado” de los días de la Segunda Guerra Mundial. La siguiente alerta es “Alerta Incursión Aérea Amarilla” que significa que tenemos indicaciones que una incursión se está desarrollando. “Rojo” significa “Estaciones de Acción, está sucediendo”.

La Sala de Operaciones de un buque de guerra moderno, con todos en sus computadoras y controles, es para cualquier visitante extraño, uno de los lugares más extraños en el planeta. El sol no brilla allí. En realidad existen muy pocas luces en total, solo el curioso y surrealista brillo ámbar de las pantallas, los puntos rojos de los muchos indicadores principales y teclados y el ocasional trasfondo amarillento en las pizarras de información. La habitación de alguna manera trae silencio y respeto, dando una atmósfera de concentración intensa, como una biblioteca, pero cada figura está encapuchada, solo con los ojos mostrándose, carentes de expresión y bajo las sombras. Cada hombre tiene un auricular de comunicaciones como un piloto de aerolínea civil, con un micrófono en frente de sus labios ocultos. Cada operador está conectado en algún lugar, el quieto murmullo de sus reportes yendo quizás al área de navegación o a sus compañeros en el equipo abordo o a otro buque y su Sala de Operaciones.
 
Tengo el libro tambien, y seria mas que entretenido poder ir comparando

Ojo, que en el sitio del MoD estan los documentos de los sumarios realizados ex post, que sirven para contrastar y enriquecer las traducciones con algunos datillos, como la baja fiabilidad del ejemplar del radar 992R o de los problemas antes del deployment con el ESM, etc.

Quedo a la espera.

Saludos,

Sut
 

Teseo

Colaborador
En las redes internas, el Capitán puede intercomunicarse con el Oficial de la Guerra Principal hablando al Controlador de Sonar o el Operador de Link dando un resumen al Compilador de Imagen de Superficie, o al Director de Mísiles/Cañón hablando al Director de Superficie, quizás al Jefe de Señales hablándole a su joven señalero en el puente. Puede incluso escuchar a Su Oficial de la Guardia en el puente, levantando la voz, diciendo, “Aeronave, Rojo nueve-cero, bajo, no identificado”. Nunca se para en el extraño mundo inferior de la Sala de Operaciones. Las redes de comunicaciones son una clase de torre de Babel “subterránea”, una masa de palabras y auriculares, micrófonos y extraño lenguaje jargón. La habitación en si misma es un caleidoscopio de información iluminada, un dispersor de dedos en teclas y botones: un lugar en las trincheras de lunáticos, donde usted no ve labios moverse, pero donde voces incorporales no parecen nunca descansar.

Y cerca del centro de todo yace el Oficial de Guerra Antiaérea (o Avanzada), asistido por el Oficial Principal de la Guerra. Es su trabajo el de coordinar toda la información y de actuar apropiadamente sobre ella. Decidir si dejar un conjunto de circunstancias llevar a llamar “Estaciones de Acción”, que posee una propia vida en sí misma, con una sucesión de personas automáticamente tomando pasos cuidadosamente ensayados. Cada uno de los cuales solo puede ser detenido por una súbita orden del comandante.
Es ahora las 1356. Los dos Super Etendard han hecho el pop up hasta los 120 pies por encima del mar. Nivelan y Bedecarratz observa a su pantalla de radar y ve un blip. Sus manos enguantadas se mueven menos de un pie al botón de activación del Exocet. Mayora hace lo mismo.

La Sala de Operaciones del Glasgow, como cualquier otra en la fuerza, está empacada con gente sudando debajo de sus trajes. Son las 1356 y 30 segundos. El aire está caliente y la oscuridad parece sumarse. El Grupo de Batalla está todavía solo en “Alerta Blanca” cuando el joven marinero Rose levantó su auricular y pronunció las palabras que luego Paul Hoddinott diría “causaron que el pelo de mi nuca se levantara”.

“¡Radar Agave!” bofetea Rose.

El AWO del Glasgow, Capitán de Corbeta Nick Hawkyard reacciona instantáneamente:

“¿NIVEL DE CONFIANZA?”

“¡CERTERO!” dice Rose. “Tengo tres barridos, seguidos por un corto enganche. Marcación…dos-tres-ocho. Modo de búsqueda”

Hoddinot se desliza hacia el armario donde se encuentra la gran consola del sistema MAE UAA-1. Él y Hawkyard pueden ver la línea de marcación en la pantalla de Rose, correlacionándose con dos contactos en el radar de Alerta Aérea de Largo Alcance a cuarenta y cinco millas náuticas en la presentación del AWO.

“La transmisión ha cesado” reporta Rose.

Hawkyard llama en la Línea de Comando Abierta: “AWO al Oficial de Guardia – ir a las Estaciones de Acción, ¡ahora mismo!”.

Y arriba en el Puente, el Teniente Navío David Goddard aprieta el botón del sistema intercomunicador transmitiendo “ESTACIONES DE ACCIÓN” a través del buque.
Hawkyard, en frente de la imagen de su grande y plana pantalla, cabia al circuito de radio UHF anunciando a todos los buques: “¡FLASH!, Este es el Glasgow, Agave…marcación dos-tres-ocho…correlaciona con traza uno-dos-tres-cuatro…rumbo dos-tres-ocho….rango cuatro-cero…Invencible, fuera”

Invencible: “Roger, fuera”

Entonces Rose llama nuevamente: “Agave reganado – marcación dos-tres-ocho”
Su Supervisor de Guerra Electrónica sentándose delante de él, confirma la segunda detección. Los operadores de radar del buque, observando sus pantallas de alerta de radar aérea y de superficie, también confirman el contacto: “Dos bogeys. Rumbo dos-tres-ocho. Distancia tres-ocho millas. Traqueando cero-siete-cero. Cuatro-cincuenta nudos”.

Hawkyard a Hoddinot: “Esos son los dos Super E. Han hecho el Pop-Up seguramente. Pueden estar a punto de lanzar mísiles”. Y ahora en verdad la Sala de Operaciones del Glasgow en verdad vuelve a la vida. Están ciento por ciento preparados para este evento. Después de todo, precisamente para eso estaban allí.

“¡CHAFF!” llama Hawkyard, y a través de la habitación la figura encapuchada del Suboficial Jefe Jan Ames aprieta su dedo contra el botón de lanzamiento de chaff diseñado para activación en caso de rápida emergencia.

Hawkyard de nuevo transmite en el circuito de radio al Grupo de Batalla entero: “Este es el Glasgow…” y mientras continúa hablando, súbitamente recuerda que debió decir “Handbrake” nuestro nombre código para el radar Agave. Hawkyard se corrige así mismo rápidamente. “HANDBRAKE” exclama, “MARCACIÓN DOS-TRES-OCHO”.

Simultáneamente los dedos del Supervisor de Imagen Aérea, marinero Nevin están tecleando intentando liberar la imagen completa de la incursión entrante, trazas 1234 y 1235 en su circuito de computador inter-buque, Link-10. Entonces, girando para ver su relevo detrás de él listo para el cambio de guardia , el Supervisor de Guerra Electrónica, marinero Hewitt, rápidamente entrega la guardia y acude arriba para ayudar a la recarga de los lanzadores de cohetes chaff. “Nunca”, admitió luego “me había movido a esa velocidad en toda mi vida”.

Mientras el marinero se movía, Hawkyard pasó de regresó al UHF e intentó convencer al Comandante de Guerra Anti-Aérea de la Fuerza en el Invincible que esto era de verdad. Pero no estaba teniendo éxito. Hoddinott escuchaba con alarma, como la voz de Hawkyard empezaba a elevarse en frustración, desesperadamente intentando convencer al FWAAC que esto era muy serio y no solo otro “fantasma” nervioso.

De nuevo llama “Este es el Glasgow, Traza 1234 – rumbo dos-tres-ocho – distancia tres-cinco – fuerza dos – aproximándose rápido. Traza 1234 correlaciona marcación HANDBRAKE. Invincible, fuera”.

FAAWC, quien debe tratar con tres o cuatro “pánicos” similares esa misma mañana, quiere más evidencia. Tanto como le concierne, el llanto “HANDBRAKE” ha sido escuchado más a menudo que el “buenos días” hoy, y no va a comprometer las disminuidas reservas completas de Chaff del Grupo sin una razón sólida.
Invincible responde: “Roger, fuera”.
Pero al menos debe saber que el Glasgow estaba seguro de su propia alerta. Cualquiera escuchando la red de Guerra Anti-aérea podía oír los lanzamientos de chaff del Glasgow con su característico “WHOOSH”, el cual se convertiría frecuente en los próximos días.
Abajo en la cónsola de GE del Glasgow, Rose de nuevo alerta: “HANDBRAKE en modo de enganche”.

Bedacarratz en este punto estaba lanzando su misil y Paul Hoddinott siente el pavor de frialdad que te golpea cuando tienes la evidencia certera de que un gran misil está en camino hacia ti. Por los próximos minutos, la técnica es para el Glasgow el ubicarse así mismo cuidadosamente entre las cuatro nubes de Chaff que están estallando encime de él, y que debían engañar al misil fuera de curso para errar a su buque. Pero la chaff deriva con el viento. Y tu debes estar en el patrón. Velocidad y posición debe ser corregida cuidadosamente.

Comandante al Oficial de la Guardia en el Puente: Timón fuerte a la izquierda a cero-dos-cinco. Ajustar velocidad para cero relativo al viento”.

A las 1402, los pilotos dispararon sus mísiles y giraron a la izquierda. Los Exocet cayeron y se engancharon en sus blancos. Ninguno de los pilotos tenía idea de a que blanco apuntaban sus mísiles ni tampoco deseaban averiguarlo. Solo sabían que un contacto radar había aparecido en sus pantallas en la parte del océano indicado. Y se fueron rápido, descendiendo hacia el océano, en dirección al oeste.
Nunca los volvimos a detectar.

Casi simultáneamente, los dos puntos ámbar, tan pequeños que solo podían ser vistos intermitentemente, aparecieron en el radar del Glasgow, traqueando su camino rápido a través de la pantalla.

“¡ZIPPO UNO! ¡BOXEADORES!. En aproximación. Rumbo dos-tres-ocho. Distancia doce millas”.

Hoddinott ordenó su sistema de mísiles superficie-aire Sea Dart en acción para derribarlos.

Hawkyard llamó de nuevo al Suboficial Jefe Ames, su Director de Mísiles y Cañón. “Tome trazas 1234 y 1235 con Sea Dart”. Pero no funcionó. Sin éxito, el radar de control de fuego no pudo engancharse en los pequeños blancos efímeros a esa distancia. Siguen intentando, pero los puntos siguen desapareciendo. La frustración aumenta y el comandante se enfurece. Hawkyard llama de nuevo al Invincible asesorándoles liberar dos Sea Harrier de la línea de fuego. Pero la Sala de Operaciones en el pequeño portaviones responde que ellos creen que la incursión es falsa.

El AWO del Glasgow ahora desesperado, casi escupe en el circuito de radio: “¡NEGATIVO LA FUERZA ESTÁ BAJO ATAQUE!” RAID 1234 Y 1235 MARCACIÓN Y DISTANCIA CORRELACIONAN CON HANDBRAKE”.

Invincible todavía no está de acuerdo.

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El suboficial jefe Ames, todavía furioso tratando de enganchar al Exocet con el Sea Dart, no puede ayudar a pensar cuanto tomaría al misil impactar su buque, pensando que impactaría al Glasgow a medianía justo donde se encuentra la Sala de Operaciones. Como muchos otros, comenzó a resignarse a su destino.

Es el Capitán de Navío Hoddinott quien se da cuenta primero, con enorme alivio que el Glasgow está a salvo. Uno de los mísiles está dirigiéndose hacia el Sheffield y el otro se está perdiendo.

Sheffield, con el Capitán de Navío Salt fuera de la Sala de Operaciones, no había, por alguna razón, desplegado sus chaff todavía. Hoddinott luego recordó que le decía a Hawkyard, con preocupación: “¿Qué demonios está pasando en el Sheffield?”.
La única respuesta que el recibió era de su propio operador que decía que no podía darle respuesta.

Veinte millas más lejos, las cosas se estaban moviendo a una conclusión trágica en el pequeño destructor llamado por una ciudad británica de acero destemplado. El problema número uno fue que habían estado transmitiendo con su sistema de comunicaciones satelitales SCOT en un momento crítico cuando los radares de los Super Etendard estaban siendo usados. Esto los borró del Sheffield.

La ausencia del Capitán, por coincidencia en su cabina, no fue mal manejo, sino mala suerte. Él estaba perfectamente habilitado para estar en su cabina. El capitán no debe tratar de estar alerta y en la guardia indefinidamente si desea permanecer con efectividad. Debe estar en paz consigo mismo y aprender a confiar en su personal de la guardia.

El segundo problema era que la significación de los reportes desde el Glasgow no fue apreciada. Había algún tipo de hueco en su Sala de Operaciones y ninguna acción fue tomada, tampoco fueron las aeronaves o los mísiles detectados en el radar del Sheffield.. Es tentador concluir que si la advertencia del Glasgow hubiese sido aceptada en la Sala de Operaciones del Sheffield, las chaff hubiesen sido disparadas y hubiesen sido efectivas; o que los radares propios del Sheffield hubiesen podido detectar tanto a los aviones Super Etendard como a los mísiles entrantes. Estaban después de todo, cuatro millas más cerca aunque presentando un eco radar más débil al Sheffield que al Glasgow y el Sheffield se había mostrado en excelentes condiciones en dicho procedimiento solo unas pocas semanas atrás durante pruebas de lanzamiento de mísiles en Gibraltar. Ahora en guerra, ¿Cómo podría ser su desempeño menor?.

Por la razón que fuese, a las 1403, las Chaff del Sheffield no fueron lanzadas. Arriba en su Puente, el Teniente Navío Peter Walpole y el Teniente Navío Brian Layshon, observando hacia la amura de estribor, detectaron una estela de humo seis pies por encima del mar, casi una milla y viniendo directo a su buque. Solo quedaban segundos. Uno de ellos usó el micrófono de intercomunicación y balbuceó “¡ATAQUE DE MÍSILES, IMPACTO EN LA CUBIERTA!”.

El Exocet los impactó a las 1404. A medianía. En el lado de estribor. Unos pies por encima de la línea de agua. Había algunas dudas si su cabeza de guerra no había explotado pero varios hombres murieron instantáneamente. Un incendio mayor se inició lanzando grandes cantidades de calor y humo que causarían que muchos otros también murieran, muchos de ellos en circunstancias heroicas. Sheffield fue el primer buque británico en ser alcanzado por un misil desde la Segunda Guerra Mundial. Hace casi cuarenta años.

El hueco en el costado del Sheffield medía cuatro pies por casi quince pies de largo – desde los espacios de máquinas auxiliares a la sala de motores delantera. EL daño de la explosión había ido tan lejos como la estructura baja del puente y el centro del buque se estaba llenando con un humo negro, grueso y sofocante. Los incendios se estaban alimentando del combustible que filtraba y la presión de la bomba anti-incendios principal cayó a cero. Los controles se perdieron pero las grandes turbinas de gas Olympus todavía estaban, milagrosamente, funcionando.

Más de veinte millas atrás en la Sala de Operaciones de la Fuerza en el Hermes, estábamos todavía en Alerta de Incursión Aérea Blanca- FAAWC en el Invencible estaba todavía insuficientemente convencido para cambiarla. No estaba escuchando nada de este drama. En realidad estaba parado en la Sala de Operaciones teniendo una conversación con un oficial de staff sobre los planes de la noche de hoy. Cuando, unos pocos minutos después de que el Sheffield fuese impactado, recibimos nuestro primer reporte, faltante tanto en detalles como en impacto inmediato.

“Sheffield sufrió una explosión”. Nada más definitivo o descriptivo que eso. Tomé nota, pero permití que el negocio continuara como era usual, todo moviéndose adelante. Eran las 1407Z.

¿Explosión? Podía ser todavía cualquier cosa desde donde me encontraba – el inicio de un incendio, una botella de gas explotando, un arma funcionando mal en una prueba. Las posibilidades no tenían fin. Podía ser un torpedo, pero era poco probable que fuese una mina en esta profundidad de las aguas. Podía ser incluso un misil. Los pensamientos pasaban a gran velocidad por mi mente ¿Pero dónde estaban las alertas que debíamos haber recibido en la nave insignia?

Esperé pacientemente, diciendo solamente: “¿Todavía estamos en comunicación con el Sheffield?”.

Alguien respondió: “Si, señor”. Eso al menos es una buena señal. Con nada sin embargo viniendo de ella, estaba escuchando y observando cuidadosamente las reacciones de los buques y aeronaves cercanas a la escena.
Arrow y Yarmouth comenzaron a moverse hacia el Sheffield en ayuda. Me parecía sensible: déjalos correr. Y hay un mensaje desde el Glasgow. Está dejando su estación de piquete y dirigiéndose a toda velocidad hacia el Sheffield. Ahora sabemos que algo había pasado. Todavía no exactamente qué. Pero algo serio.

Podemos ver a los helicópteros desplazándose a través para ayudar. La imagen se estaba volviendo más clara – y la única cosa en mi cabeza era que fue un misil, la siguiente es que podía suceder de nuevo en cualquier momento ahora. Le di la señal al Glasgow: “No vayas en asistencia del Sheffield. Deja eso para los otros. Ajuste su posición para cubrir al Sheffield”. Es probable innecesario para mi decírselo. Le di otra a la Arrow: “Está a cargo de la escena de acción. Tiene a la Yarmouth y helicópteros para asistencia”.

No tenía intención de tomar el cargo en detalles. Y debía mantener al margen de cualquier tentación de hacerlo a menos de que las cosas se hicieran en verdad mal. Después de unos cuantos minutos, finalmente recibimos un mensaje desde el golpeado destructor que había sido impactado por un misil enemigo. Y ahora, desde el Invincible, viene el mensaje para todos los demás: “Hemos sufrido un ataque Etendard. Confirmo, un ataque Etendard. Probablemente usando Exocet”.

La información continúa filtrándose aunque lenta y metódicamente. Nada en la variedad “Mantenga la primera página”. Y aunque podía ver a la Arrow y a la Yarmouth y los helicópteros aproximándose a la Sheffield, había una tensión creciente en la Sala de Operaciones de la Insignia en el Hermes. Todos lo podían sentir, como si de alguna manera estuviésemos desamparados y debíamos hacer más. Uno de mis oficiales de staff comentó: “Almirante, ¡debe hacer algo!”. Lo cual es precisamente lo que no debo hacer, reconozco.

Le respondí con suficiente gentileza: “No…déjelo así.”

No tenía la intención de emitir una corriente de órdenes detalladas, veinte millas del lugar donde se desencadenaba un furioso incendio que si alcanzaba la santabárbara de mísiles Sea Dart haría volar al destructor entero así como a su gente y cualquier otro buque o aeronave cercana. Primero que todo, no sabía precisamente que estaba sucediendo, en segundo lugar, no quería empantanar las comunicaciones de radio y en tercer lugar, mi política era dejar que las comunicaciones fluyeran, para dejar a los hombres altamente adiestrados en el lugar, correr la operación y llamar en caso de cualquier cosa necesaria. Lo que no necesitaban era un cúmulo de preguntas mal informadas e ideas extrañas desde la Insignia. Aparte de ello, confiaba en ellos. En todos ellos, para hacer la cosa correcta, lo suficiente.

Habiendo sobrevivido a los primeros indicios de pánico emergentes en mi propia Sala de Operaciones, procedí a divorciarme de los detalles del trabajo de rescate y salvamento. Como cualquier militar, no estaba permitido que entrara en un ataque de pánico en esta clase de ocasiones. Nunca caer en pánico. Y estaba trabajando duro para traer a mi staff una atmósfera que esperaba traería calma y confianza.

Me dije a mi mismo en calma: “Ahora tenemos un problema. Hemos perdido probablemente un destructor desde nuestra línea de piquetes en el día cuatro de la guerra. Bueno, siempre esperé dicha pérdida por un tiempo, y también puede esperar que habrá más de lo mismo. No siento ninguna sensación real de shock, al menos no inmediatamente y no puedo permitirme nada emocionalmente primitivo como un deseo de venganza que nuble mi juicio. Solo voy a tratar con esto, como he sido entrenado. Tenemos ahora un “hueco” en nuestra cortina de mísiles, dos buques de la cortina interior se han movilizado. Hay tres de ellos trabajando en el campo izquierdo y ahora mi problema es como desplegar de la mejor manera el resto.

Quizás más que la mayoría, yo estaba muy consciente de que un enemigo bien coordinado, podía y debía atacarnos de nuevo, tan pronto como fuera posible mientras estábamos fuera de balance. En ese momento, creía que estábamos en la zona más externa del perímetro exterior de la distancia de ataque Etendard. Así que di instrucciones al Grupo de Batalla, sin apuros, de cambiar rumbo hacia el este, mientras atendíamos a los heridos y decidíamos el futuro del incendiado Sheffield.
El incendio parecía salirse de control , los hombres del Capitán Salt estaban luchando por agua y necesitaban bombas de achique las cuales les transportamos vía helicóptero. El personal de la Sala de Computadores se mantuvo mucho tiempo en sus puestos tratando de mantener los sistemas de defensa del buque trabajando. Todos ellos murieron. El suboficial jefe Briggs se mantuvo en la Base de Sección de Control de Daños Delantera para arrastrar equipos afuera. Finalmente superado por el humo, también murió.

Los helicópteros Sea King bajaron las bombas de agua de la turbina de gas en la cubierta, junto con equipos anti-incendios especiales y aparatos de respiración. Yarmouth roció con spray anti-incendio el costado de estribor del Sheffield y la Arrow el costado de babor con todas las mangueras anti-incendio disponibles. Más mangueras fueron pasadas pero era una batalla horrible y perdida, y el calor se movía inexorablemente hacia adelante, hacia la santabárbara de Sea Dart.

Entonces la Yarmouth pensó que oyeron un torpedo en el agua y rompieron para tratar de encontrar el submarino que lo había disparado. Entonces sucedió nuevamente, y de nuevo y de nuevo. En total reportaron creer haber detectado el lanzamiento de nueve torpedos esa tarde. Tiempo después deducimos que el sonido de las hélices que seguían escuchando en su sonar era el de los pequeños dinghis inflables que rodeaban al Sheffield ayudando a combatir las llamas. El comandante de la Yarmouth, Capitán de Fragata Toniy Morton no podía creer esto en ese momento; ¡probablemente todavía no lo cree!.

En el medio de la tarde, con el peligro aumentando de una explosión mayor, el Capitán Salt dio la orden de abandonar el buque, y el resto de la tripulación fue evacuado, por helicóptero, y a través de las fragatas.
Sam Salt llegó al Sheffield poco después. Pude ver, por cierto, que estaba tragado casi al borde del llanto, pero no era menos valiente para aquello, en este día tan terrible. Hicimos lo mejor para hablar en un tono cuestión-de-hechos, para mantenernos a cargo en la situación, pero temo que en mi preocupación, fui menos que simpático. Lo que recuerdo es que estuve consciente de que no podía permitir esta situación salirse de mis manos, mucho más de lo que él podía.

El hombre que gritó: “Almirante, usted debe hacer algo”, los nueve torpedos, la tensión de Sam Salt, la mía propia, todos fueron los síntomas del trauma de batalla. De hombres, que en formas diferentes, en sus maneras diferentes, estaban aprendiendo a copar con emociones elevadas. Bastante aparte de aquellos directamente involucrados, ese día fue, en reflexión, un poco de lucha para todos nosotros. Pánico, preocupación y tensión todos son extremadamente infecciosos. Pero la pérdida del destructor no debe ser permitido que domine mi vida.

La clave para la gerencia apropiada es control. En mi caso inmediato era el control continuo del Grupo de Batalla y dentro de ello, del control de la situación del Sheffield, el salvamento de vidas, la evasión de riesgos posteriores innecesarios para la vida y por sobre todo, auto control, poniendo de lado el pánico incipiente en todas sus formas. Debía aceptar que el Sheffield ya no era una unidad de línea de frente. Y no quería ver al equipo entero de bomberos a bordo del destructor cuando su santabárbara podía explotar en cualquier momento. Tampoco podía permitir que el enemigo lo encontrara ni tampoco podía permitirme remolcarlo, en caso de que explotara afectando otros buques alrededor.

Fueron, en un sentido, los propios argentinos quienes resolvieron el problema inmediato del Sheffield por mí. Obtuvimos indicios de que un submarino argentino podía estarse moviendo en el área cercana al Sheffield para atacar y destruir los buques cercanos en ayuda. No me importaba demasiado dicho tipo de comportamiento. Por lo tanto arreglé un caluroso comité de bienvenida en caso de que apareciera. El Sheffield súbitamente cesó de ser un problema, su nuevo rol era el de ser un “cebo dentado”, flotante y hecho de metal caliente.
 

thunder

Veterano Guerra de Malvinas
Miembro del Staff
Moderador
RECORDEMOS ORGULLOSAMENTE ESTE DÍA.

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bagre

2º inspector de sentina
estimado thunder, estimado theseo
gracias por la remembranza, gracias por el trabajo expuesto.
saludos
bagre
 

cosmiccomet74

Colaborador
Colaborador
Ya en las Tecnologia Militar que compraba en el '84 llendo a la colonia hasta las Fuerzas de Elite, se describia a estos hombres de la Armada Nacional como pilotos de Elite....aviadores como les gusta decir.

En una de estas publicaciones, la traduccion de la Guerra de las Malvinas que fue publicada en Argentina en fasiculos haya por el 86, luego de hacer toda una descripcion de las visicitudes que tuvieron que atravesar los Britanicos ese 4 de Mayo decia algo como...la verdadera razon del exito del ataque hay que buscarlo en estos pilotos...de elite.!!!
 

AleDucat

Colaborador
Alguien se fijó en la fecha del primer post? Habría que mandarle un privado a Teseo para preguntarle en qué quedo la traducción...

Excelente post... y Diego, hago mías sus palabras: A la Aviacion Naval Argentina, en el dia de su Bautismo de Fuego, Salud! Viva la Patria!
 
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