El suicidio de un soldado distinguido con la medalla de honor en Malvinas
Ignacio Bazán, catamarqueño, de 42 años, apareció ahorcado en su casa. Había sido distinguido por el Senado y la Armada por su actuación en combate.
Lo llamaban de muchas formas: "el Cacique", "el diaguita", "chispita", "Nacho". Con el suicidio de Romualdo Ignacio Bazán se perdió a uno de los más activos veteranos de Malvinas que luchaban por mantener viva la memoria de lo que ocurrió en la guerra angloargentina de 1982.
Bazán, que el 21 de agosto cumpliría 43 años, fue encontrado muerto el jueves pasado por un amigo. Se había colgado hacía días de la escalera que conducía a las habitaciones del primer piso de su casa de Lanús. Y en una nota que dejó a su gente manifestaba estar sintiéndose "muy solo". Hace medio año, tras una vida de trabajo y más de quince años en la Policía Federal, donde era sargento, pidió una licencia médica por problemas psiquiátricos.
Es curioso. El catamarqueño Bazán fue a pelear a las Malvinas a los 19 años siendo apenas un conscripto, pero convencido de la causa argentina. Al terminar el conflicto, fue condecorado con la medalla de honor al valor en combate, por la Armada y el Senado, la más alta distinción para un sobreviviente del conflicto. En su natal, Mutquin, un pueblito pequeño, ya casi pegado a las altas laderas de la Puna, hay una plaza con un busto que lleva su nombre.
El lunes, cuando lo enterraron en Mutquin, y gracias a que los veteranos de Lanús, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas y la Comisión de Cascos Blancos lograron reunir fondos para el traslado, el pueblo entero lo recibió con los brazos abiertos y hasta con promesas de que la calle principal pasará a llamarse Ignacio Bazán.
Rodeado de amigos, pero sumido en la depresión, que según sus amigos se agudizó tras el divorcio de su segunda mujer —deja dos niños con ella y una joven de su primer matrimonio— pasó a engrosar la lista de 350 sobrevivientes de Malvinas que se han suicidado.
En el centro de veteranos de Lanús y en la Comisión de Familiares hay muchas quejas porque Bazán había buscado sin éxito que en la Armada reconocieran sus problemas médicos (ver Un pedido...). Pero aclaran que lo que más lo entristecía no era la falta de sustento sino el olvido y el desinterés por quienes pelearon en Malvinas.
Bazán llevó una vida en el anonimato, pero su nombre figura discretamente en el libro Poker de Ases en Malvinas, epopeya de los barcos auxiliares, de Jorge Muñoz. Allí se lo incluye entre los once hombres de la Armda que, al mando del teniente de navío Jorge Gopcevich Canevari, se hicieron cargo del Monsunen, un barco inglés de carga, de las Malvinas Island Company, que los argentinos capturaron —y con el que espiaban a los ingleses— apenas el ex dictador Leopoldo Galtieri se lanzó en su cruzada de retomar las islas por las fuerzas, el 2 de abril del 82.
Bazán, que entonces cumplía el servicio militar obligatorio, fue asignado al Monsunen como marinero del Apostadero Naval Malvinas. Entrevistado recientemente para el filme "Locos por la Bandera", de Julio Cardoso, él mismo contó que una semana después del 2 de abril estaba en el escenario de guerra. "Es difícil explicar lo que se siente, sólo lo puede saber quien estuvo ahí", se lo oye decir en la entrevista.
Y fue arriba del barco donde la vida lo dejó decidir qué hacía. Cuando los ingleses bombardearon el Monsunen, el cabo primero Carlos Javier Rivero se cayó al mar. Bazán no lo dudó, y sin saber nadar pero sí flotar se lanzó al agua el helada del Atlántico Sur para rescatar a su compañero. Y ambos se salvaron. Los hombre combatieron luego en Pradera del Ganso (Goose Green), y tras la derrota argentina pasaron primero por San Carlos y luego fueron derivados a Montevideo.
Bazán recorrió el país para contar la guerra. También dirigió el programa "Malvinas en los Colegios" de la Fundación Generación Malvinas y los centros de veteranos de guerra de la provincia de Buenos Aires. Y como miembro de la Comisión Nacional de ex combatientes, era uno de los organizadores de los viajes de familiares de los caídos a las islas, hoy suspendidos.
Una verguenza la verdad sin palabras, lo que pasó y lo que sigue pasando con nuestros VGM. Tristes saludos
Dario Romero