Día de la Aviación Naval Argentina
4 de MAYO de 1982 – Esperanza en la Victoria
Por: Rafael Luis SGUEGLIA (*)
La fría mañana no despejaba la niebla que impedía ver el mar, en un pozo de zorro un joven soldado estaba atento a su alrededor, sabía que su vida y la de sus compañeros dependían de él. En su mente se agolpaban muchos pensamientos, en pocos meses su vida se había transformado drásticamente.
De su Catamarca natal a la Gran Malvina había pasado poco tiempo, tan poco que el frío que endurecía sus días era el mismo que sentía de chango en las serranías de su provincia. Cuando decía que era de Londres nadie le creía, en ese pueblo se había enrolado, su vida había transcurrido a la vera de de un camino de montaña que lo llevaba a la ruta 40, en un caserío sin nombre, cuidando de cabras, haciendo changas.
Su casa era un rancho de abobe que en sus desnudas paredes colgaban pocas cosas, tan pocas como sus pertenecías, una estampa de la Virgen del Valle y la única foto de su padre como conscripto del Ejército. Su padre que un día partió a la zafra en Tucumán y nunca más supieron de él, así a los ocho años se dedicó a ayudar a su madre y hermanos, era el mayor, y así la Escuela fue un recuerdo.
Su vida fue de sacrificio sabiendo que debía seguir el ejemplo de su Padre de servir a la Patria, así un día de enero de 1982 donde se recibía la correspondencia para su casa llegó un telegrama se lo tuvieron que leer porque no lo hacía bien, debía prestar el Servicio Militar. Así partió con pocas cosas, un poco de comida en una bolsa de arpillera y la imagen de la Virgen que su madre le entregó luego de darle un beso.
De ahí todo transcurrió muy rápido, Instrucción, anotarse en la Escuela Primaria, conocer un sargento de Londres, Provincia de Catamarca, como él, que fue como el padre que vio partir y que nunca más volvió, ponerse zapatos por primera vez y tantas y tantas cosas. Pocos días después escucha que se recuperaron unas islas, las Malvinas, ni siquiera sabía que existían, pero cuando supo que la Patria lo necesitaba se presentó Voluntario, con “su” Sargento.
Así vió por primera vez un avión que lo llevó al sur, luego embarcó en otro y llegó a Puerto Argentino, ahí un helicóptero lo llevó a la Gran Malvina sobrevolando el mar que nunca había visto, cuantas cosas para contar, pero como y a quién, él no sabía escribir y en su casa nadie leía.
El duro clima malvinense no era muy diferente a los inviernos en sus sierras, un frío que dolía, un viento que aullaba, la turba le era hostil pero supo vencerla, en poco tiempo fue el mejor soldado, el más adaptado de su Sección. A él, como a tantos, palabras como Fox, Darwin, Howard sonaban extrañas y en un idioma que no conocía. ”Su” Sargento a la vez de cuidar sus hombres los tenía informados de lo que iba pasando en relación al conflicto que vivían.
En su pozo de zorro se enteró que las cuatro Guarniciones argentinas habían sido objeto de ataques aéreos y navales, que el Crucero Belgrano había sido hundido y su ánimo no fue el mismo cuando una bomba inglesa de 500 libras cayó cerca de su posición, fue como que en su interior hubiese surgido un desánimo desconocido para él, pese estar acostumbrado a superar las diarias penurias de su vida. Las noticias que escuchaba de la radio de un Compañero los primeros días de mayo no fueron las mejores.
A poco más de 700 kilómetros de su posición en la Base Aeronaval de Rio Grande, despegaba un avión explorador Neptune de la Armada a realizar un vuelo de rutina para control del mar en aguas próximas a las Malvinas. Obtiene una serie de blancos radar que informa a su Base de asiento y se dispone que dos aviones Super Etendar de la Aviación Naval, armados con misiles Exocet AM-39 batan alguno de los blancos obtenidos por el Neptune que se mantiene en contacto con el enemigo, a riesgo de ser derribado. A ello se sumaba el vuelo de un avión C-130 Hércules de nuestra Fuerza Aérea que reaprovisionaría los aviones de ataque navales.
En la soledad de su cabina, los dos pilotos de los Super Etendar, vuelan en pos de su objetivo, revisan su combustible, su navegación que los llevará a un avión reabastecedor, todo es silencio, un silencio que no acalla la ansiedad ni disminuye el riesgo de la misión.
Un emisión radar propia les confirma el blanco del Neptune, se cumple con el procedimiento estudiado en tierra una y mil veces y cada avión lanza su misil, pocos minutos después un joven oficial inglés de guardia en el Puente de un destructor ve un humo en el horizonte y sólo atina a gritar _Cuerpo a Tierra!!!, los misiles hicieron impacto y dañan mortalmente al buque.
La fría tarde iba dejando su lugar a la helada noche cuando la noticia fue pública, Inglaterra informaba al Mundo que el destructor HMS “Shefield” había sido seriamente dañado por el impacto de dos misiles.
Esa noche mientras el Sargento recorría su posición y fue a ver a su comprovinciano, Este le dijo: “ - Vio “mi” Sargento hundimos un buque inglés”, no dijo hundieron, dijo hundimos, él era parte del doloroso espectáculo de la guerra que era suyo porque así empezaba a sentirlo, fue así que desde ese día empezó a tener esperanza en la victoria.
Luego vinieron combates, la triste hora de la rendición cuando nada quedaba para hacer, e l retorno en un buque su primer viaje en el mar, su regreso a su casa donde se confundió en un callado abrazo con su madre y hermanos, que nada sabían de él.
Hoy le rancho de abobe fue reemplazado por una humilde casa de material, a la foto de su padre sumó la de “su” Sargento que quedó para siempre en las islas, el hoy viejo Soldado recuerda vívidamente que fue un 4 de mayo el día en que recuperó la esperanza en la victoria, el día de la Aviación Naval.
(*) Presidente del Instituto Aeronaval
Instituto Aeronaval