Nicolas Kasanzew
Corresponsal Veterano Guerra de Malvinas
EL SUBTENIENTE
Por Nicolás Kasanzew
A OSCAR AUGUSTO SILVA
Replegarse! Y abandoné mi puesto.
Alto el fuego! Nuestro sector flaqueó.
Masticando impotencia y denuestos,
Mi unidad cedió y retrocedió.
Habia muchos heridos gravemente,
Ya el jefe quedó fuera de la acción,
Y un bisoño, imberbe subteniente,
Tomó el mando de nuestra fracción.
A su cargo estaba el estandarte
E imploraba el joven oficial
Que Dios le permita ofrendarse
Y la sagrada enseña resguardar.
Casi todos habían reculado,
Los ingleses venían en tropel,
Y al custodio del pendón inmaculado,
Sólo le cabía morir con él.
De repente, todas las miradas,
Registraron la insigne aparición:
El mismísimo Santo de la Espada
Junto al viejo estandarte se erguió.
Alto, enjuto, de rostro aceitunado,
Con bicornio y de casaca oscura,
Exclamó: ¡Seguidme, mis soldados!
¡Por la Patria, con tesón y con bravura!
Esa voz galvanizó a la tropa.
«¿Escucharon? ¡Es el Libertador!»
Y atacamos, tirando a quemarropa,
Decididos a arrollar al invasor.
Nuestra embestida vehemente
No la resistió el anglosajón,
Pero el impetuoso subteniente
Fue el primero en caer en esta acción.
Y sobre su cuerpo inanimado,
Gacha la cabeza, en gran pesar,
Se los juro, vimos azorados,
A José de San Martín llorar.
Por Nicolás Kasanzew
A OSCAR AUGUSTO SILVA
Replegarse! Y abandoné mi puesto.
Alto el fuego! Nuestro sector flaqueó.
Masticando impotencia y denuestos,
Mi unidad cedió y retrocedió.
Habia muchos heridos gravemente,
Ya el jefe quedó fuera de la acción,
Y un bisoño, imberbe subteniente,
Tomó el mando de nuestra fracción.
A su cargo estaba el estandarte
E imploraba el joven oficial
Que Dios le permita ofrendarse
Y la sagrada enseña resguardar.
Casi todos habían reculado,
Los ingleses venían en tropel,
Y al custodio del pendón inmaculado,
Sólo le cabía morir con él.
De repente, todas las miradas,
Registraron la insigne aparición:
El mismísimo Santo de la Espada
Junto al viejo estandarte se erguió.
Alto, enjuto, de rostro aceitunado,
Con bicornio y de casaca oscura,
Exclamó: ¡Seguidme, mis soldados!
¡Por la Patria, con tesón y con bravura!
Esa voz galvanizó a la tropa.
«¿Escucharon? ¡Es el Libertador!»
Y atacamos, tirando a quemarropa,
Decididos a arrollar al invasor.
Nuestra embestida vehemente
No la resistió el anglosajón,
Pero el impetuoso subteniente
Fue el primero en caer en esta acción.
Y sobre su cuerpo inanimado,
Gacha la cabeza, en gran pesar,
Se los juro, vimos azorados,
A José de San Martín llorar.