Crónica, Comodoro Rivadavia, Chubut, 3 de enero de 2012
“Sin perder esperanzas, nos dimos el tiempo que nos marca el destino…”
Otra historia que se cierra después de la guerra por Malvinas
Después de la guerra y una vez regresado de Malvinas, donde fue hecho prisionero, Juan Carlos tuvo varias ‘batallas personales’ para demostrar que eran quien decía ser porque, para el Estado nacional había muerto en Malvinas.
En el verdadero vía crucis que vivió en esa lucha por demostrar quién era sufrió duras acusaciones hasta de propios ex combatientes calificándolo de “soldado trucho”, vivió la tremenda lucha psicológica de saberse uno de los escasos 16 jovencitos que sobrevivieron de los 184 que integraban la Compañía de Infantería 3 de Curuzú Cuatiá y hasta la de ver su nombre impreso en las placas recordatorias de los caídos en el conflicto.
Pese a todo y dentro de la supervivencia a esas situaciones, entre las que no faltó que lo calificaran de ‘otro loco que quiere hacerse pasar por ex combatiente’, Juan Carlos formó una familia. “Me hice comodorense –dice-, me casé con Norma y tengo tres hijos ya grandes que son mi vida”. Y pasado el tiempo después de tantos trámites, finalmente en 1996 logró el reconocimiento del Ministerio de Defensa de la Nación como ex combatiente, “y comencé otra etapa, para quitar mi nombre de las placas que homenajeaba a los muertos en combate” recuerda.
29 años
Quizás inmerso en esa pelea personalísima y en una época en la que las comunicaciones no eran tan fluidas como las actuales, se sumó además que su hermana, la pequeña Norma Esther -de sólo 10 años- fue llevada de su pueblo natal a otra ciudad por una familia adoptiva. La cuestión es que los hermanos dejaron de verse durante casi tres décadas hasta que, conocida la posibilidad de que su hermana pudiera estar en una dirección determinada -que le llegó casi por casualidad- comenzó el intento por comunicarse, tarea bastante difícil porque “Juan Carlos, el ex combatiente, murió en Malvinas”, dice en alusión a la información que existía en el inconciente de la gente que lo conocía.
Después de mucho insistir, finalmente Juan Carlos logra comunicarse telefónicamente con su hermana y después de largas conversaciones recordando pequeñas y antiguas historias vividas juntos logra convencer a Norma Esther que era él y que quería verla, quería reencontrarse, quería un nuevo tiempo juntos para compartir lo que les queda por vivir.
Y así fue que Norma se animó finalmente a trasladarse a Comodoro y, después de más de 35 horas de viaje, se reencontró con su hermano de quien pensaba que había fallecido hacía casi 30 años.
Después del reencuentro, del llanto, de los abrazos entre hermanos, entre tíos y sobrinos, entre primos -porque también llegaron a la ciudad los hijos de Norma-, un sector del Cordón Forestal donde vive Juan Carlos se vistió de fiesta, una fiesta familiar tremendamente especial que sumó ingredientes a la emotividad de Navidad o de Año Nuevo, y dio inicio a una página más en la particular historia de dos hermanos que quizás demoraron su reencuentro pero que “sin perder esperanzas, nos dimos el tiempo que nos marca el destino para volver a ser familia”, señala Juan Carlos.
“Sin perder esperanzas, nos dimos el tiempo que nos marca el destino…”
Otra historia que se cierra después de la guerra por Malvinas
La guerra de Malvinas sigue ofreciendo historias que, por causa o efecto, quedaron suspendidas en el tiempo y casi sin que sus propios protagonistas se den cuenta van tomando destinos finales. En este caso feliz, logrando que Juan Carlos Rivero –un ex combatiente reconocido como tal después de varios años de presentar documentación demostrando que estaba vivo– pudo reencontrarse con Norma Esther Rivero, una de sus hermanas con quien dejó de verse en 1982 y quien creía que aquel impetuoso jovencito que dejó su Corrientes natal “para luchar por la Patria”, había fallecido en la contienda.Después de la guerra y una vez regresado de Malvinas, donde fue hecho prisionero, Juan Carlos tuvo varias ‘batallas personales’ para demostrar que eran quien decía ser porque, para el Estado nacional había muerto en Malvinas.
En el verdadero vía crucis que vivió en esa lucha por demostrar quién era sufrió duras acusaciones hasta de propios ex combatientes calificándolo de “soldado trucho”, vivió la tremenda lucha psicológica de saberse uno de los escasos 16 jovencitos que sobrevivieron de los 184 que integraban la Compañía de Infantería 3 de Curuzú Cuatiá y hasta la de ver su nombre impreso en las placas recordatorias de los caídos en el conflicto.
Pese a todo y dentro de la supervivencia a esas situaciones, entre las que no faltó que lo calificaran de ‘otro loco que quiere hacerse pasar por ex combatiente’, Juan Carlos formó una familia. “Me hice comodorense –dice-, me casé con Norma y tengo tres hijos ya grandes que son mi vida”. Y pasado el tiempo después de tantos trámites, finalmente en 1996 logró el reconocimiento del Ministerio de Defensa de la Nación como ex combatiente, “y comencé otra etapa, para quitar mi nombre de las placas que homenajeaba a los muertos en combate” recuerda.
29 años
Quizás inmerso en esa pelea personalísima y en una época en la que las comunicaciones no eran tan fluidas como las actuales, se sumó además que su hermana, la pequeña Norma Esther -de sólo 10 años- fue llevada de su pueblo natal a otra ciudad por una familia adoptiva. La cuestión es que los hermanos dejaron de verse durante casi tres décadas hasta que, conocida la posibilidad de que su hermana pudiera estar en una dirección determinada -que le llegó casi por casualidad- comenzó el intento por comunicarse, tarea bastante difícil porque “Juan Carlos, el ex combatiente, murió en Malvinas”, dice en alusión a la información que existía en el inconciente de la gente que lo conocía.
Después de mucho insistir, finalmente Juan Carlos logra comunicarse telefónicamente con su hermana y después de largas conversaciones recordando pequeñas y antiguas historias vividas juntos logra convencer a Norma Esther que era él y que quería verla, quería reencontrarse, quería un nuevo tiempo juntos para compartir lo que les queda por vivir.
Y así fue que Norma se animó finalmente a trasladarse a Comodoro y, después de más de 35 horas de viaje, se reencontró con su hermano de quien pensaba que había fallecido hacía casi 30 años.
Después del reencuentro, del llanto, de los abrazos entre hermanos, entre tíos y sobrinos, entre primos -porque también llegaron a la ciudad los hijos de Norma-, un sector del Cordón Forestal donde vive Juan Carlos se vistió de fiesta, una fiesta familiar tremendamente especial que sumó ingredientes a la emotividad de Navidad o de Año Nuevo, y dio inicio a una página más en la particular historia de dos hermanos que quizás demoraron su reencuentro pero que “sin perder esperanzas, nos dimos el tiempo que nos marca el destino para volver a ser familia”, señala Juan Carlos.