SUPERVIVIENTE ESPAÑOL. Marcelino Bilbao tiene 85 años. Durante seis semanas recibió inyecciones de benzeno en el barracón número 11 de Mauthausen a manos de Aribert Heim.
Mucho más lenta, renqueante, vieja. Como la mayor parte de sus miembros fundadores. Pero aún activa. La Organisation der Ehemaligen SS-Angehörigen -Organización de los Antiguos Miembros de las SS, en alemán-, Odessa, que ha tenido en España durante sus 60 años de historia una de sus principales bases operativas, ha mantenido oculto en nuestro país durante los últimos 20 años al doctor Aribert Heim, el Mengele de Mauthausen, convertido ahora a sus 91 años en el principal objetivo de los cazanazis.
Acusado de crímenes contra la humanidad por las atrocidades cometidas en las siete semanas que permaneció en Mauthausen, el antiguo capitán médico de las SS Aribert Heim ha logrado eludir la acción de la Justicia durante 43 años. Casi la mitad de esas más de cuatro décadas, ha transcurrido para este criminal de guerra plácidamente, en los distintos escondites que ha mantenido en la costa mediterránea española. La guarida del monstruo más duradera, según los investigadores que le siguen la pista, ha estado en la Costa Brava, cerca de Roses, en la urbanización de Empuriabrava, donde una colonia de jubilados alemanes, muchos con pasado nazi, le podría haber servido como cobertura. La policía sospecha que, al saberse localizado, Heim abandonara la zona de Roses en yate para recalar en el área de Marbella. ¿Cómo ha podido burlar a sus perseguidores durante tanto tiempo? Los diferentes cuerpos de policía españoles implicados en la operación de captura de Heim y los investigadores que trabajan en España sobre el terreno están convencidos de que ha contado con una doble red de protección: una constituida por los miembros de su familia; la otra por Odessa, que ha campado a sus anchas en España gracias a los buenos oficios del fallecido Otto Scorzeny, una de las piezas claves de la organización secreta y protegido por el régimen franquista hasta su fallecimiento en Madrid en 1975 a causa de un accidente de tráfico. Algunos de los hombres de Scorzeny han mantenido activa la organización, especialmente en la costa de Málaga y en la de Alicante, apuntan fuentes del Centro Wiesenthal.
Los responsables de la investigación señalan a dos refugiados que viven desde hace años en Benalmádena como encubridores de Heim: el alemán Herbert Schaefer, cuyo pasado nazi trascendió después de que uno de los cuadros de su colección expuesto en la Universidad de Yale fuera reclamado por un superviviente del Holocausto, y el austriaco Theodor Soucek, un revisionista vinculado a Skorzeny que refundó de forma clandestina el partido nazi en Austria y fue condenado a muerte por ayudar a antiguos SS a huir a España y Latinoamérica en 1948. La pena le fue conmutada y finalmente Soucek huyó a España, donde ha escrito buena parte de los manuales de doctrina neonazi publicados en los países europeos de lengua germánica.
Schaefer tiene fijada su residencia en la avenida del Mar de la pedanía de Arroyo de la Miel, en Benalmádena (Málaga). Soucek, vive en la misma zona, en la urbanización Xanadú.
La organización fundada por el célebre cazador de nazis Simon Wiesenthal -falleció el pasado 20 de septiembre tras lograr el procesamiento de 1.100 criminales de guerra, entre ellos Eichmann, arquitecto de la Solución Final del problema judío, capturado en Buenos Aires en 1960, y procesado y finalmente ejecutado por la horca en Jerusalén en 1962- venía denunciando desde los primeros años de la década de 1990 que Heim se ocultaba en España gracias a la cobertura de sus antiguos compañeros de armas de las SS.
Antes del verano, la policía del land alemán de Baden Burtemberg constató que el hijo mayor del Doctor Muerte, como han apodado a Heim los medios alemanes y anglosajones que se han interesado por su historia, Rolf Rüdiger, había estado enviando importantes sumas de dinero a España. El dinero estaba dirigido a una pareja de artistas radicada en Palafrugell (Girona) en plena Costa Brava, compuesta por el italiano Gaetano Tano Pisano y la francesa Blandine Pellet. La policía alemana requirió que se investigara a la pareja a través de una comisión rogatoria remitida al Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional.
BUCHENWALD Y MAUTHAUSEN
Pisano y Pellet se han desgañitado en las últimas semanas proclamando su inocencia y negando que supieran siquiera quién era el doctor Heim. Tanto la Policía Nacional como los Mossos d'Esquadra esperaban que Heim apareciera por Palafrugell a finales de junio para celebrar su 91 cumpleaños con miembros de su familia. Pero nadie apareció.
Aribert Ferdinand Heim nació en la localidad austriaca de Radkersburg el 28 de julio de 1914. Con 21 años ingresó en el ilegal Partido Nacional Sozialista austriaco. Según el historiador David Wingeate Pike, profesor emérito de la American University de París, autor de Españoles en el Holocausto, y cuya esposa es una activa colaboradora del Centro Wiesenthal, Heim se licenció en Medicina por la Universidad de Graz. En 1938, con el título recién obtenido, se alistó en las SS de Heinrich Himmler, la organización que administraba los campos de la muerte alemanes. Le fue asignado el número 367 744.
Tras prestar sus siniestros servicios en el campo de concentración de Buchenwald a las órdenes de otro médico criminal, Hannes Eisel, con el que coincidiría años más tarde, Heim llegó a Mauthausen el 8 de octubre de 1941, con 27 años. El campo ya albergaba a todos los republicanos españoles deportados a los campos de la muerte nazis. Heim se puso a las órdenes del jefe médico (Standortartz), el comandante SS Eduard Krebsbach, un pediatra de Colonia reconvertido en sádico asesino.
Los prisioneros aprendieron a no caer en el Revier (dispensario) de Mauthausen, «a menos que fueran absolutamente incapaces de sostenerse en pie, en cuyas circunstancias otros tomaban la decisión por ellos», afirma el profesor Pike. Y añade: «Los médicos SS que vigilaban el Revier elegían pacientes para su exterminio.Fueron liquidados tres de cada cuatro enfermos».
UN CRANEO DE PISAPAPELES
Heim abandonaría Mauthausen para incorporarse a las Waffen-SS -las unidades de combate de la organización de Himmler- el 29 de noviembre de 1941, siete semanas después de su llegada. Pero fueron suficientes para dejar una huella imborrable. Además de las inyecciones de benceno y las operaciones innecesarias, compartía una siniestra afición con su jefe, Kerbsbach. Un caso documentado concierne a dos judíos holandeses de 18 y 20 años, a los que eligió entre los recién llegados por sus dentaduras. Les sometió a apendicectomías innecesarias y les dejó morir tras larga agonía.Después, les decapitó personalmente, hirvió sus cabezas y limpió sus cráneos. Uno de ellos lo conservó como pisapapeles, el otro lo regaló a un colega. La mesa de Heim contaba con otro siniestro recuerdo: una lámpara cuya pantalla había elaborado con la piel tatuada de un judío asesinado por él mismo.
A pesar de esas atrocidades, cuando Heim fue capturado por los aliados sólo pudo ser procesado por su pertenencia a las Waffen-SS.Internado en un campo de prisioneros, fue puesto en libertad en 1948. Se mudó a Baden-Baden tras casarse con su esposa, Frieda, y ejerció como ginecólogo hasta que, en los procesos contra los médicos, salió a la luz su sádico historial. Pero logró fugarse en 1962. Para entonces tenía tres hijos: Waltraud, nacida de una relación anterior a su matrimonio, Rolf Rüdiger y Christian, que tendrían un papel activo en su larga fuga. Y había amasado una considerable fortuna.
Una condición indispensable para que Odessa se interesara por él. Los investigadores del Centro Wiesenthal sitúan a Heim en Egipto inmediatamente después de su fuga. El líder egipcio Gamal Abdel Nasser había reunido un nutrido grupo de asesores constituido por criminales de guerra nazis y liderado por Otto Scorzeny, que compatibilizaba su trabajo en Egipto con la condición de próspero hombre de negocios alemán afincado en España. El jefe médico del grupo era Hannes Eisel, el superior de Heim en Buchenwald, que no tardaría en encontrar trabajo al austriaco como responsable de los servicios sanitarios de la policía egipcia. También coincidió en Egipto con el general de las SS Otto Remer, ex jefe de seguridad de Hitler, que ejercía como asesor personal de Nasser. Falleció en Marbella en 1997.
En 1967, tras la derrota egipcia a manos de Israel durante la Guerra de los Seis Días, y la muerte de su protector Eisel, Heim abandonó El Cairo y recorrió varios países hasta recalar en Uruguay.En la provincia de Paysandú, fronteriza con Argentina -otra de las bases de Odessa-. Allí abrió una clínica especializada en psiquiatría y ginecología. Le acompañaba su hija Waltraud. La clínica permaneció abierta entre 1979 y 1983.
Dos años después de la clausura de la clínica, Heim recaló en España. Otros grandes nazis habían ido llegando antes que él.El caso más espectacular lo protagonizó, según explicó el profesor Collado Seidel a este diario, Léon Degrelle, líder del movimiento belga nazi Rex y jefe de la Legión valona de las Wafen-SS, que, a finales de 1944 aterrizó con un destartalado avión en la playa de La ****** en San Sebastián. Tras un tira y afloja con los aliados, Degrelle se instalaría definitivamente en Marbella bajo la protección del falangista José Antonio Girón de Velasco. No sería el único nazi destacado que acabaría en la Costa del Sol.El criminal de las SS Wolfgang Jugler, escolta personal de Hitler, sigue hoy viviendo en Marbella; en Dènia (Alicante), falleció en 1995 el comandante de las Waffen-SS, asesino de mujeres y niños, Anton Galler.
HABLAN ESPAÑOLES QUE SOBREVIVIERON A SUS AGUIJONAZOS
Sádico. Este es el adjetivo con el que coinciden en describir al doctor Aribert Heim los deportados al campo de Mauthausen que lo vieron o lo tuvieron cerca. No demasiado cerca porque sino era casi seguro que no lo contaban. Uno de los presos españoles que sobrevivió a las letales inyecciones del pequeño Mengele -se pueden contar con los dedos los que resistieron a la mesa de disección del Doctor Muerte- relata con detalle las sesiones de Heim. Los experimentos del nazi acababan por matar lentamente y no sólo eso, además provocaba a sus víctimas todo tipo de dolores y sufrimientos. A veces por placer, a veces por experimentar, sus tratamientos eran temidos por los deportados. No sólo porque sabían que significaba la muerte sino porque les aseguraba un tortuoso camino hacia ella. Un pinchazo de benceno en el pecho y el macabro doctor esperaba, semana tras semana, a ver cuánto tardaba en dejar de latir el corazón de su conejillo de indias.Debe existir un mecanismo en la mente humana o, quién sabe si en el corazón, que le lleva a comprender lo incomprensible, a perdonar lo imperdonable y que colma toda sed de venganza. Si no, no se explica por qué pueden hablar los que lo sufrieron casi con lástima de este despiadado ser.
Marcelino Bilbao
«Nunca hablaba. Sólo pinchaba». Es «claro» el recuerdo que tiene de Heim este vasco que permaneció cinco años en el campo de exterminio nazi de Mauthausen. Más de 55 años después, no ha olvidado su rostro. Mariano fue escogido para uno de sus macabros experimentos y durante seis sábados seguidos recibió sus letales aguijonazos. Le eligieron junto a 14 españoles más y le llevaron al barracón de Heim. El número 11. Allí estaba el Doctor Muerte con dos alemanes más. Si alguien se quejaba, «él mismo lo arreglaba a puñetazos». «Era un hombretón bien plantado». Cogía la jeringuilla y apuntaba a la altura del corazón. «Se me paralizaba el cuerpo, meaba rojo y me salía sangre de la cara». Sólo son algunos de los efectos que provocaba el benceno que inyectaba el doctor a sus víctimas. «No sabíamos lo que era, pero durante la semana había que evitar parecer enfermo para que no te enviaran al crematorio». El objetivo del experimento no era otro que el de calcular cuánto tiempo resistían. Marcelino aguantó las seis semanas y pudo ver cómo otra de las sádicas recetas del Mengele de Mauthausen segaba la vida de sus compañeros en un minuto. «Él se sentaba en una silla. Ni miraba. Y le iban pasando uno detrás de otro. Les pinchaba en el brazo y después venía la rigolada». Marcelino cuenta que en menos de un minuto un bulto azul subía hasta el cuello de los que recibían esta inyección. Después emitían dos carcajadas antes de desplomarse.«Su vida es increíble», asegura Etxaun, sobrino de Marcelino, con el que convive un mes al año cuando el anciano acude a visitarlos a San Sebastián. Este joven está recopilando todos los datos biográficos de Marcelino y de compañeros de Mauthausen. Cuando el anciano explica sus vivencias en el campo de exterminio tiñe el relato con pinceladas de humor. «Yo creo que es un mecanismo de autodefensa y por eso hace cachondeo», dice Etxaun, orgulloso de ser descendiente de un hombre que pudo sobrevivir después de mirar a los ojos del horror. Sus recuerdos siguen muy vivos.«Entré en el campo el 11 de diciembre de 1940. Éramos 810 españoles, 30 franceses y un ruso. No sé cuántos pudimos salir».
José María Aguirre
Se casó con la hermana de Marcelino poco después de salir de Mauthausen, donde resistió 54 meses. «Allí dentro me dedicaba a intentar no estar bajo el palo o el látigo».Sus vivencias son desgarradoras. Aunque el doctor Heim no le pasó visita, también recibió inyecciones de benceno. Después, le dejaron en un barracón junto a un cadáver durante día y medio, pero sobrevivió. La noticia de que el doctor muerte pueda estar vivo le ha ilusionado: aún puede verlo sentarse en el banquillo.
Mariano Constante
«Los médicos vivían apartados». Este hombre, que fue ordenanza de las SS, vivió los meses que permaneció en Mauthausen obsesionado por intentar ayudar a sus compatriotas más necesitados, racionando la escasa comida para repartirla entre «los que estaban peor». Los que estaban peor que peor.No llegó a ver al banderillero, pero sabía de su existencia y de sus mortíferas visitas al campo de exterminio. Este aragonés explica detrás de una aparente timidez que casi nadie hablaba en el campo del doctor Heim por una sencilla razón: «El que lo veía moría. Tardaba un día o una semana pero acababa muriendo».Mariano lo tiene claro. Cuando se le plantea la posibilidad de que el pequeño Mengele esté vivo se altera su estado de sosiego y casi se le atragantan las palabras. «Hay que hacer justicia con ellos. Con todos lo que queden».
Mucho más lenta, renqueante, vieja. Como la mayor parte de sus miembros fundadores. Pero aún activa. La Organisation der Ehemaligen SS-Angehörigen -Organización de los Antiguos Miembros de las SS, en alemán-, Odessa, que ha tenido en España durante sus 60 años de historia una de sus principales bases operativas, ha mantenido oculto en nuestro país durante los últimos 20 años al doctor Aribert Heim, el Mengele de Mauthausen, convertido ahora a sus 91 años en el principal objetivo de los cazanazis.
Acusado de crímenes contra la humanidad por las atrocidades cometidas en las siete semanas que permaneció en Mauthausen, el antiguo capitán médico de las SS Aribert Heim ha logrado eludir la acción de la Justicia durante 43 años. Casi la mitad de esas más de cuatro décadas, ha transcurrido para este criminal de guerra plácidamente, en los distintos escondites que ha mantenido en la costa mediterránea española. La guarida del monstruo más duradera, según los investigadores que le siguen la pista, ha estado en la Costa Brava, cerca de Roses, en la urbanización de Empuriabrava, donde una colonia de jubilados alemanes, muchos con pasado nazi, le podría haber servido como cobertura. La policía sospecha que, al saberse localizado, Heim abandonara la zona de Roses en yate para recalar en el área de Marbella. ¿Cómo ha podido burlar a sus perseguidores durante tanto tiempo? Los diferentes cuerpos de policía españoles implicados en la operación de captura de Heim y los investigadores que trabajan en España sobre el terreno están convencidos de que ha contado con una doble red de protección: una constituida por los miembros de su familia; la otra por Odessa, que ha campado a sus anchas en España gracias a los buenos oficios del fallecido Otto Scorzeny, una de las piezas claves de la organización secreta y protegido por el régimen franquista hasta su fallecimiento en Madrid en 1975 a causa de un accidente de tráfico. Algunos de los hombres de Scorzeny han mantenido activa la organización, especialmente en la costa de Málaga y en la de Alicante, apuntan fuentes del Centro Wiesenthal.
Los responsables de la investigación señalan a dos refugiados que viven desde hace años en Benalmádena como encubridores de Heim: el alemán Herbert Schaefer, cuyo pasado nazi trascendió después de que uno de los cuadros de su colección expuesto en la Universidad de Yale fuera reclamado por un superviviente del Holocausto, y el austriaco Theodor Soucek, un revisionista vinculado a Skorzeny que refundó de forma clandestina el partido nazi en Austria y fue condenado a muerte por ayudar a antiguos SS a huir a España y Latinoamérica en 1948. La pena le fue conmutada y finalmente Soucek huyó a España, donde ha escrito buena parte de los manuales de doctrina neonazi publicados en los países europeos de lengua germánica.
Schaefer tiene fijada su residencia en la avenida del Mar de la pedanía de Arroyo de la Miel, en Benalmádena (Málaga). Soucek, vive en la misma zona, en la urbanización Xanadú.
La organización fundada por el célebre cazador de nazis Simon Wiesenthal -falleció el pasado 20 de septiembre tras lograr el procesamiento de 1.100 criminales de guerra, entre ellos Eichmann, arquitecto de la Solución Final del problema judío, capturado en Buenos Aires en 1960, y procesado y finalmente ejecutado por la horca en Jerusalén en 1962- venía denunciando desde los primeros años de la década de 1990 que Heim se ocultaba en España gracias a la cobertura de sus antiguos compañeros de armas de las SS.
Antes del verano, la policía del land alemán de Baden Burtemberg constató que el hijo mayor del Doctor Muerte, como han apodado a Heim los medios alemanes y anglosajones que se han interesado por su historia, Rolf Rüdiger, había estado enviando importantes sumas de dinero a España. El dinero estaba dirigido a una pareja de artistas radicada en Palafrugell (Girona) en plena Costa Brava, compuesta por el italiano Gaetano Tano Pisano y la francesa Blandine Pellet. La policía alemana requirió que se investigara a la pareja a través de una comisión rogatoria remitida al Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional.
BUCHENWALD Y MAUTHAUSEN
Pisano y Pellet se han desgañitado en las últimas semanas proclamando su inocencia y negando que supieran siquiera quién era el doctor Heim. Tanto la Policía Nacional como los Mossos d'Esquadra esperaban que Heim apareciera por Palafrugell a finales de junio para celebrar su 91 cumpleaños con miembros de su familia. Pero nadie apareció.
Aribert Ferdinand Heim nació en la localidad austriaca de Radkersburg el 28 de julio de 1914. Con 21 años ingresó en el ilegal Partido Nacional Sozialista austriaco. Según el historiador David Wingeate Pike, profesor emérito de la American University de París, autor de Españoles en el Holocausto, y cuya esposa es una activa colaboradora del Centro Wiesenthal, Heim se licenció en Medicina por la Universidad de Graz. En 1938, con el título recién obtenido, se alistó en las SS de Heinrich Himmler, la organización que administraba los campos de la muerte alemanes. Le fue asignado el número 367 744.
Tras prestar sus siniestros servicios en el campo de concentración de Buchenwald a las órdenes de otro médico criminal, Hannes Eisel, con el que coincidiría años más tarde, Heim llegó a Mauthausen el 8 de octubre de 1941, con 27 años. El campo ya albergaba a todos los republicanos españoles deportados a los campos de la muerte nazis. Heim se puso a las órdenes del jefe médico (Standortartz), el comandante SS Eduard Krebsbach, un pediatra de Colonia reconvertido en sádico asesino.
Los prisioneros aprendieron a no caer en el Revier (dispensario) de Mauthausen, «a menos que fueran absolutamente incapaces de sostenerse en pie, en cuyas circunstancias otros tomaban la decisión por ellos», afirma el profesor Pike. Y añade: «Los médicos SS que vigilaban el Revier elegían pacientes para su exterminio.Fueron liquidados tres de cada cuatro enfermos».
UN CRANEO DE PISAPAPELES
Heim abandonaría Mauthausen para incorporarse a las Waffen-SS -las unidades de combate de la organización de Himmler- el 29 de noviembre de 1941, siete semanas después de su llegada. Pero fueron suficientes para dejar una huella imborrable. Además de las inyecciones de benceno y las operaciones innecesarias, compartía una siniestra afición con su jefe, Kerbsbach. Un caso documentado concierne a dos judíos holandeses de 18 y 20 años, a los que eligió entre los recién llegados por sus dentaduras. Les sometió a apendicectomías innecesarias y les dejó morir tras larga agonía.Después, les decapitó personalmente, hirvió sus cabezas y limpió sus cráneos. Uno de ellos lo conservó como pisapapeles, el otro lo regaló a un colega. La mesa de Heim contaba con otro siniestro recuerdo: una lámpara cuya pantalla había elaborado con la piel tatuada de un judío asesinado por él mismo.
A pesar de esas atrocidades, cuando Heim fue capturado por los aliados sólo pudo ser procesado por su pertenencia a las Waffen-SS.Internado en un campo de prisioneros, fue puesto en libertad en 1948. Se mudó a Baden-Baden tras casarse con su esposa, Frieda, y ejerció como ginecólogo hasta que, en los procesos contra los médicos, salió a la luz su sádico historial. Pero logró fugarse en 1962. Para entonces tenía tres hijos: Waltraud, nacida de una relación anterior a su matrimonio, Rolf Rüdiger y Christian, que tendrían un papel activo en su larga fuga. Y había amasado una considerable fortuna.
Una condición indispensable para que Odessa se interesara por él. Los investigadores del Centro Wiesenthal sitúan a Heim en Egipto inmediatamente después de su fuga. El líder egipcio Gamal Abdel Nasser había reunido un nutrido grupo de asesores constituido por criminales de guerra nazis y liderado por Otto Scorzeny, que compatibilizaba su trabajo en Egipto con la condición de próspero hombre de negocios alemán afincado en España. El jefe médico del grupo era Hannes Eisel, el superior de Heim en Buchenwald, que no tardaría en encontrar trabajo al austriaco como responsable de los servicios sanitarios de la policía egipcia. También coincidió en Egipto con el general de las SS Otto Remer, ex jefe de seguridad de Hitler, que ejercía como asesor personal de Nasser. Falleció en Marbella en 1997.
En 1967, tras la derrota egipcia a manos de Israel durante la Guerra de los Seis Días, y la muerte de su protector Eisel, Heim abandonó El Cairo y recorrió varios países hasta recalar en Uruguay.En la provincia de Paysandú, fronteriza con Argentina -otra de las bases de Odessa-. Allí abrió una clínica especializada en psiquiatría y ginecología. Le acompañaba su hija Waltraud. La clínica permaneció abierta entre 1979 y 1983.
Dos años después de la clausura de la clínica, Heim recaló en España. Otros grandes nazis habían ido llegando antes que él.El caso más espectacular lo protagonizó, según explicó el profesor Collado Seidel a este diario, Léon Degrelle, líder del movimiento belga nazi Rex y jefe de la Legión valona de las Wafen-SS, que, a finales de 1944 aterrizó con un destartalado avión en la playa de La ****** en San Sebastián. Tras un tira y afloja con los aliados, Degrelle se instalaría definitivamente en Marbella bajo la protección del falangista José Antonio Girón de Velasco. No sería el único nazi destacado que acabaría en la Costa del Sol.El criminal de las SS Wolfgang Jugler, escolta personal de Hitler, sigue hoy viviendo en Marbella; en Dènia (Alicante), falleció en 1995 el comandante de las Waffen-SS, asesino de mujeres y niños, Anton Galler.
HABLAN ESPAÑOLES QUE SOBREVIVIERON A SUS AGUIJONAZOS
Sádico. Este es el adjetivo con el que coinciden en describir al doctor Aribert Heim los deportados al campo de Mauthausen que lo vieron o lo tuvieron cerca. No demasiado cerca porque sino era casi seguro que no lo contaban. Uno de los presos españoles que sobrevivió a las letales inyecciones del pequeño Mengele -se pueden contar con los dedos los que resistieron a la mesa de disección del Doctor Muerte- relata con detalle las sesiones de Heim. Los experimentos del nazi acababan por matar lentamente y no sólo eso, además provocaba a sus víctimas todo tipo de dolores y sufrimientos. A veces por placer, a veces por experimentar, sus tratamientos eran temidos por los deportados. No sólo porque sabían que significaba la muerte sino porque les aseguraba un tortuoso camino hacia ella. Un pinchazo de benceno en el pecho y el macabro doctor esperaba, semana tras semana, a ver cuánto tardaba en dejar de latir el corazón de su conejillo de indias.Debe existir un mecanismo en la mente humana o, quién sabe si en el corazón, que le lleva a comprender lo incomprensible, a perdonar lo imperdonable y que colma toda sed de venganza. Si no, no se explica por qué pueden hablar los que lo sufrieron casi con lástima de este despiadado ser.
Marcelino Bilbao
«Nunca hablaba. Sólo pinchaba». Es «claro» el recuerdo que tiene de Heim este vasco que permaneció cinco años en el campo de exterminio nazi de Mauthausen. Más de 55 años después, no ha olvidado su rostro. Mariano fue escogido para uno de sus macabros experimentos y durante seis sábados seguidos recibió sus letales aguijonazos. Le eligieron junto a 14 españoles más y le llevaron al barracón de Heim. El número 11. Allí estaba el Doctor Muerte con dos alemanes más. Si alguien se quejaba, «él mismo lo arreglaba a puñetazos». «Era un hombretón bien plantado». Cogía la jeringuilla y apuntaba a la altura del corazón. «Se me paralizaba el cuerpo, meaba rojo y me salía sangre de la cara». Sólo son algunos de los efectos que provocaba el benceno que inyectaba el doctor a sus víctimas. «No sabíamos lo que era, pero durante la semana había que evitar parecer enfermo para que no te enviaran al crematorio». El objetivo del experimento no era otro que el de calcular cuánto tiempo resistían. Marcelino aguantó las seis semanas y pudo ver cómo otra de las sádicas recetas del Mengele de Mauthausen segaba la vida de sus compañeros en un minuto. «Él se sentaba en una silla. Ni miraba. Y le iban pasando uno detrás de otro. Les pinchaba en el brazo y después venía la rigolada». Marcelino cuenta que en menos de un minuto un bulto azul subía hasta el cuello de los que recibían esta inyección. Después emitían dos carcajadas antes de desplomarse.«Su vida es increíble», asegura Etxaun, sobrino de Marcelino, con el que convive un mes al año cuando el anciano acude a visitarlos a San Sebastián. Este joven está recopilando todos los datos biográficos de Marcelino y de compañeros de Mauthausen. Cuando el anciano explica sus vivencias en el campo de exterminio tiñe el relato con pinceladas de humor. «Yo creo que es un mecanismo de autodefensa y por eso hace cachondeo», dice Etxaun, orgulloso de ser descendiente de un hombre que pudo sobrevivir después de mirar a los ojos del horror. Sus recuerdos siguen muy vivos.«Entré en el campo el 11 de diciembre de 1940. Éramos 810 españoles, 30 franceses y un ruso. No sé cuántos pudimos salir».
José María Aguirre
Se casó con la hermana de Marcelino poco después de salir de Mauthausen, donde resistió 54 meses. «Allí dentro me dedicaba a intentar no estar bajo el palo o el látigo».Sus vivencias son desgarradoras. Aunque el doctor Heim no le pasó visita, también recibió inyecciones de benceno. Después, le dejaron en un barracón junto a un cadáver durante día y medio, pero sobrevivió. La noticia de que el doctor muerte pueda estar vivo le ha ilusionado: aún puede verlo sentarse en el banquillo.
Mariano Constante
«Los médicos vivían apartados». Este hombre, que fue ordenanza de las SS, vivió los meses que permaneció en Mauthausen obsesionado por intentar ayudar a sus compatriotas más necesitados, racionando la escasa comida para repartirla entre «los que estaban peor». Los que estaban peor que peor.No llegó a ver al banderillero, pero sabía de su existencia y de sus mortíferas visitas al campo de exterminio. Este aragonés explica detrás de una aparente timidez que casi nadie hablaba en el campo del doctor Heim por una sencilla razón: «El que lo veía moría. Tardaba un día o una semana pero acababa muriendo».Mariano lo tiene claro. Cuando se le plantea la posibilidad de que el pequeño Mengele esté vivo se altera su estado de sosiego y casi se le atragantan las palabras. «Hay que hacer justicia con ellos. Con todos lo que queden».