Puerto Argentino por dentro
por JORGE LANATA
Hay, en este sitio, una verdad que se piensa con los labios cerrados: nada pudo servirle más a Malvinas que la guerra de 1982. Después del conflicto, Puerto Argentino/Stanley creció como nunca antes, acogió mayor población, duplicó sus viviendas, comenzó a distribuir cartas para el juego de la explotación pesquera, se ilusionó con el petróleo y se transformó en una corporación reluciente.
Los ocho miembros del CECIM (Centro de Ex Combatientes de La Plata) que viajaron en estos días a las islas coinciden en una teoría que, a estar de los acontecimientos posteriores a 1982, causa cierto escalofrío: ¿y si fueron los mismos ingleses quienes desinformaron a Galtieri para volver a tener control total sobre las islas y hacer retroceder cualquier negociación? La hipótesis, debe entenderse, no coloca Galtieri como agente inglés, sino como idiota útil. De hecho, nunca como en el verano de 1982 se estuvo tan cerca de recuperar las islas. Las gestiones llevadas a cabo entonces por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Enrique Ross, quedaron sepultadas por el conflicto bélico. Y casi nadie recuerda que a fines de febrero de aquel año se había logrado incluir en las discusiones con Inglaterra, por primera vez, el tema de la soberanía.
El pasado 1 de abril, en La Nación, el embajador Carlos Ortiz de Rosas lo dijo sin dudar: “Sin guerra, ya serían nuestras las Malvinas”. Ortiz de Rosas, entrevistado por Carmen María Ramos, recordó incluso una etapa anterior, la de la llamada ”política de comunicaciones”, a partir de un acuerdo bilateral firmado en 1971. Henry Hohler, subsecretario del Foreign Office, le dijo entonces que “las islas habían dejado de tener el valor estratégico que habían tenido para la marina británica en las dos guerras mundiales”.El acuerdo de comunicaciones incluyó becas para que los hijos de los isleños estudiaran en colegios ingleses de Argentina y la construcción de una pista de aterrizaje operada por LADE.En 1974, la embajada británica en Buenos Aires le propuso al gobierno argentino un condominio en las Malvinas, con el español e inglés como idiomas oficiales, doble nacionalidad de los isleños y supresión de los pasaportes; los gobernadores de las islas serían nombrados alternativamente por la Reina y por el presidente argentino y las dos banderas podrían flamear en las islas. “Perón, inteligentísimo –señalaba Ortiz de Rosas– le dió instrucciones a Vignes, su canciller, quien me dio una fotocopia de ese acuerdo. Le dijo: ‘Vignes, esto hay que aceptarlo de inmediato, una vez que pongamos el pie en las Malvinas no nos saca nadie y poco después vamos a tener la soberanía plena’. Pero el diablo metió la cola y dos semanas después murió Perón. Cuando el canciller insistió con la viuda, Isabel le dijo: “No tengo la fuerza política del general para venderle esto a la opinión pública’.”
Según recuerdan Andrés Cisneros y Carlos Escudé en su interesante Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, tomo XII, capítulo 57, en un documento presentado por el secretario Owen en la primera ronda de negociaciones de Roma en 1977 los ingleses sostenían que “las islas eran militarmente indefendibles, salvo que se hiciera un costoso, enorme e inaceptable desvío de recursos”.
Luego del triunfo electoral de Thatcher en 1979, Nicholas Ridley fue nombrado subsecretario del Foreign and Commonwealth Office. Entre el 22 y el 29 de noviembre de 1980, Ridley viajó a Malvinas y mantuvo una reunión con trescientos isleños en el Town Hall.
—No se puede mantener una negociación si ninguna de las partes está preparada para algunas concesiones –expresó Ridley en una conferencia de prensa posterior–. Puedes sentarte a una mesa y recorrer el terreno una y otra vez, y yo estoy preparado para eso, pero al final no se llega a un acuerdo.No se puede hacer un acuerdo a menos que ambas partes hagan concesiones. La naturaleza humana es tal que no puede hacerse esto eternamente.
Ridley presentó entonces a su auditorio una lista con cuatro alternativas:
1) Fórmula de arrendamiento.
2) Satisfacer la totalidad de las demandas argentinas y transferir la soberanía.
3) Congelar totalmente el tema de la soberanía por un período de 25 años.
4) Rechazar de plano cualquier discusión sobre la soberanía.
Al terminar su exposición, Ridley señaló que la primera opción era la preferida por el gobierno inglés. Los miembros del Malvinas Island Committee, el lobby de las islas, hicieron sonar su protesta en Londres y el 26 de noviembre, el Times publicó un artículo de portada señalando que “Gran Bretaña sugiere que la soberanía de las Islas Malvinas sea transferida a la Argentina”.
http://www.perfil.com/contenidos/2007/03/31/noticia_0029.html
por JORGE LANATA
Hay, en este sitio, una verdad que se piensa con los labios cerrados: nada pudo servirle más a Malvinas que la guerra de 1982. Después del conflicto, Puerto Argentino/Stanley creció como nunca antes, acogió mayor población, duplicó sus viviendas, comenzó a distribuir cartas para el juego de la explotación pesquera, se ilusionó con el petróleo y se transformó en una corporación reluciente.
Los ocho miembros del CECIM (Centro de Ex Combatientes de La Plata) que viajaron en estos días a las islas coinciden en una teoría que, a estar de los acontecimientos posteriores a 1982, causa cierto escalofrío: ¿y si fueron los mismos ingleses quienes desinformaron a Galtieri para volver a tener control total sobre las islas y hacer retroceder cualquier negociación? La hipótesis, debe entenderse, no coloca Galtieri como agente inglés, sino como idiota útil. De hecho, nunca como en el verano de 1982 se estuvo tan cerca de recuperar las islas. Las gestiones llevadas a cabo entonces por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Enrique Ross, quedaron sepultadas por el conflicto bélico. Y casi nadie recuerda que a fines de febrero de aquel año se había logrado incluir en las discusiones con Inglaterra, por primera vez, el tema de la soberanía.
El pasado 1 de abril, en La Nación, el embajador Carlos Ortiz de Rosas lo dijo sin dudar: “Sin guerra, ya serían nuestras las Malvinas”. Ortiz de Rosas, entrevistado por Carmen María Ramos, recordó incluso una etapa anterior, la de la llamada ”política de comunicaciones”, a partir de un acuerdo bilateral firmado en 1971. Henry Hohler, subsecretario del Foreign Office, le dijo entonces que “las islas habían dejado de tener el valor estratégico que habían tenido para la marina británica en las dos guerras mundiales”.El acuerdo de comunicaciones incluyó becas para que los hijos de los isleños estudiaran en colegios ingleses de Argentina y la construcción de una pista de aterrizaje operada por LADE.En 1974, la embajada británica en Buenos Aires le propuso al gobierno argentino un condominio en las Malvinas, con el español e inglés como idiomas oficiales, doble nacionalidad de los isleños y supresión de los pasaportes; los gobernadores de las islas serían nombrados alternativamente por la Reina y por el presidente argentino y las dos banderas podrían flamear en las islas. “Perón, inteligentísimo –señalaba Ortiz de Rosas– le dió instrucciones a Vignes, su canciller, quien me dio una fotocopia de ese acuerdo. Le dijo: ‘Vignes, esto hay que aceptarlo de inmediato, una vez que pongamos el pie en las Malvinas no nos saca nadie y poco después vamos a tener la soberanía plena’. Pero el diablo metió la cola y dos semanas después murió Perón. Cuando el canciller insistió con la viuda, Isabel le dijo: “No tengo la fuerza política del general para venderle esto a la opinión pública’.”
Según recuerdan Andrés Cisneros y Carlos Escudé en su interesante Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, tomo XII, capítulo 57, en un documento presentado por el secretario Owen en la primera ronda de negociaciones de Roma en 1977 los ingleses sostenían que “las islas eran militarmente indefendibles, salvo que se hiciera un costoso, enorme e inaceptable desvío de recursos”.
Luego del triunfo electoral de Thatcher en 1979, Nicholas Ridley fue nombrado subsecretario del Foreign and Commonwealth Office. Entre el 22 y el 29 de noviembre de 1980, Ridley viajó a Malvinas y mantuvo una reunión con trescientos isleños en el Town Hall.
—No se puede mantener una negociación si ninguna de las partes está preparada para algunas concesiones –expresó Ridley en una conferencia de prensa posterior–. Puedes sentarte a una mesa y recorrer el terreno una y otra vez, y yo estoy preparado para eso, pero al final no se llega a un acuerdo.No se puede hacer un acuerdo a menos que ambas partes hagan concesiones. La naturaleza humana es tal que no puede hacerse esto eternamente.
Ridley presentó entonces a su auditorio una lista con cuatro alternativas:
1) Fórmula de arrendamiento.
2) Satisfacer la totalidad de las demandas argentinas y transferir la soberanía.
3) Congelar totalmente el tema de la soberanía por un período de 25 años.
4) Rechazar de plano cualquier discusión sobre la soberanía.
Al terminar su exposición, Ridley señaló que la primera opción era la preferida por el gobierno inglés. Los miembros del Malvinas Island Committee, el lobby de las islas, hicieron sonar su protesta en Londres y el 26 de noviembre, el Times publicó un artículo de portada señalando que “Gran Bretaña sugiere que la soberanía de las Islas Malvinas sea transferida a la Argentina”.
http://www.perfil.com/contenidos/2007/03/31/noticia_0029.html