Con amigos como estos… (malvinización)

nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
Todos quienes ingresamos desde Encarnacion (Paraguay) a la Ciudad de Posadas (Argentina), uno de los primeros carteles que se ven es este...




Saludos...

Nestor...
 

nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
Ante tanta remerita careta, está la versión gaucha



Además se pueden notar que tenemos un malvinero asegurado durante los próximos 80 años, y un pequeño escudito de mi querido Sarmiento de Junín como testigo.

aplausosmanosaplausosmanosaplausosmanos
 
¿Veremos esto el 2 de abril?
No creo que pase pero me agradaría bastante.




Mientras tanto, hoy pasé frente al cenotafio y si bien estaba la guardia de honor, no estaba la bandera izada, esperemos que antes de que sea tarde esté flameando.

 
En el partido de futbol entre River y Newell's Old Boys de Rosario que se jugó esta semana, me sorprendió ver al arquero de Newells, Nahuel Guzman, ya que tenía en su buzo estampada la imagen de las Islas Malvinas. En la nota que copio abajo, el mismo cuenta el porqué.



El arquero comprometido

El Patón Guzmán es un futbolista que sale de lo común. No tanto por sus acciones arriesgadas en el área de Newell’s, sino fundamentalmente por su compromiso con causas sociales y políticas. Su apertura mental y su particular visión de la famosa “burbuja” que rodea al fútbol.




Lalo Falcioni / Edición impresa


Sale de su hábitat natural. Desafía los lugares comunes. Arriesga. Pone el cuerpo. Se permite pensar y decir distinto. Vence al miedo. Todo eso trata de hacer Nahuel Guzmán en el arco de Newell’s pero también lejos del área chica, cuando se apagan las luces del estadio y de la fama y se queda solo con sus pensamientos. Entonces sale al estadio Nacional de Chile con una estampa de las islas Malvinas, se prende en un debate con los chicos de la pensión, pasa por los lugares de su infancia para preguntar qué se necesita, se mezcla entre los que recuerdan a los desaparecidos de la última dictadura militar y se atreve a cuestionar ciertos dogmas del ambiente del fútbol. El Patón rompe los moldes con sus manos y sus pies, pero también con su cabeza.


No se aísla


El 12 de marzo pasado, el Patón Guzmán salió al césped del histórico estadio Nacional de Santiago con una estampa de las islas Malvinas en el centro de su pecho. En las tribunas, miles de simpatizantes de la Universidad de Chile cantaban en tono hiriente “argentinos maricones, les quitaron las Malvinas por huevones…”. El arquero fue la gran figura del partido que terminó con victoria para la Lepra por 2 a 0. "La estampa de las Malvinas en la camiseta es algo que venía pensando desde hace bastante tiempo, pero no es por nada en especial. En realidad sí; es porque siempre me interesó la causa Malvinas y trato de informarme sobre lo que pasó y lo que pasa", le contó Guzmán a Cruz del Sur.


"Me hice estampar la imagen de las islas para el partido de ida con la U de Chile, el que perdimos en el Coloso. Pasa que en la revancha se notó porque atajé bien y me enfocaron mucho más las cámaras, ja", bromeó el Patón, que de a poco se fue ganando la confianza de los hinchas rojinegros ante la decisión del técnico Gerardo Martino de mandar al banco a Sebastián Peratta.


El club del parque de la Independencia tiene una fuerte identificación con la causa Malvinas. De hecho, así se llama el predio en el que entrenan y juegan las divisiones infantiles de Newell’s, en Zeballos y Vera Mujica. Allí dio Guzmán sus segundos pasos en el fútbol –los primeros los dio en Social Lux y como zaguero central- y exhibe su interés por el tema cada vez que puede. Como sucedió el jueves pasado en el partido con Deportivo Lara por Copa Libertadores, cuando salió al campo con una remera negra con la imagen de las islas en rojo con la leyenda “todos somos Malvinas”.


"En el viaje a Chile también me gustó escuchar la historia terrible que tiene el estadio Nacional de Santiago, ese lugar que dejaron sin reformar detrás de uno de los arcos como una especie de memorial para los torturados y desaparecidos de esa época tan terrible”, destacó el portero.


De palo a palo


"Me gusta comprometerme con cuestiones sociales, no le esquivo a la opinión, más allá de que a veces me cueste expresarlo”, confiesa Nahuel, el muchacho fanático del rock nacional que nació hace 27 años “entre Echesortu y Ludueña, por ahí”, según su particular orientación barrial de Rosario. Y traslada esta postura intelectual a los hechos. Por eso se lo suele ver en las plazas, mezclado en el anonimato de las masas en los actos, como en la concentración del último 24 de marzo para recordar los 37 años del último golpe de estado en el país.


“Me gusta pasar por la escuela donde hice la primaria, por mi secundaria, por el colegio de Newell's, por el club Social Lux, donde empecé a jugar. Me gusta preguntar cómo están los chicos, qué necesidades tienen, en qué puedo ayudarlos desde mi lugar", confió el arquero. También es común verlo en los eventos que organiza el departamento de Cultura de la entidad del Parque, como el ciclo de “Cine y Debate” en el que siempre se prende para analizar películas con los chicos de inferiores.


Pincha la burbuja


Nahuel Guzmán habla con naturalidad de ciertos temas que parecen tabú en el ambiente deportivo. "Yo me rebelo contra esa imagen del futbolista metido en una burbuja. Desde mi lugar, trato de dar otro mensaje cada vez que tengo la oportunidad", asegura con la misma autoridad con la que sale a cortar un centro venenoso. "En el vestuario a veces no es sencillo charlar de estos temas. Por ejemplo, el Gringo (Heinze), Lucas (Bernardi) o Maxi (Rodríguez) vivieron quince años en Europa y tienen otra cabeza, se desarrollaron en contacto con otra realidad", explicó.


"El otro día me quedé un día sin teléfono y me puse como loco. Entonces después me puse a pensar si valía la pena, si no era mejor bajar un cambio y tratar de vivir sin entrar en la locura que te impone el consumo. Acá cuando cobramos un premio parece que estás obligado a cambiar el auto, y yo a veces no tengo ganas de cambiarlo. Esas cosas me hacen reflexionar sobre lo que tengo y lo que quiero", describió el Patón.


Después de un paso por Independiente Rivadavia de Mendoza, Guzmán se apropió del arco rojinegro hace algunos meses, cuando arrancó el segundo campeonato de Martino en Newell’s. Sin embargo, Nahuel no se ve atajando hasta cerca de los cuarenta, como la mayoría de los arqueros: "No sé si voy a jugar mucho tiempo más al fútbol. Sé que recién me estoy afianzando y que el arquero tiene más vida útil que el jugador de campo, pero yo siempre me hice la idea de que voy a atajar hasta el mundial del año 2018. Creo que voy a llegar hasta ahí y después trataré de disfrutar otras cosas", apuntó.


Y se despidió con un pedido y un mensaje: "A mí me gustaría que alguien nos prepare para afrontar la vida después de que se termina el fútbol. Porque no todos tienen la vida resuelta cuando se retiran y el impacto puede ser muy fuerte", reflexionó. Para rubricar la personalidad fuera de lo común de Nahuel Guzmán, sirve una de sus frases preferidas en su cuenta de Twitter: “No quiero negociar con el olvido, ni hacerme el distraído”.

Fuente: http://www.diariocruzdelsur.com.ar/noticia/noticia/id/12303

A veces, la imagen se impregna y vale mas que mil palabras...
 

nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
Muy bueno; no muy difundido, lástima porque este es un lindo mensaje para todos y todas.

Hace no mucho, debido a una actuación descomunal que tuvo un periodista le dice que fue un HÉROE...

A lo cual respondió algo así:

Yo no soy un Héroe...
HÉROES FUERON LOS QUE ESTUVIERON EN MALVINAS...


Perdón por no disponer de la fuente de esto

.
 
Hace no mucho, debido a una actuación descomunal que tuvo un periodista le dice que fue un HÉROE...

A lo cual respondió algo así:

Yo no soy un Héroe...
HÉROES FUERON LOS QUE ESTUVIERON EN MALVINAS...


Perdón por no disponer de la fuente de esto

.

Lo busqué y es cierto (aunque dijo la palabra "chicos" y eso no me gustó ni medio). No me parece que lo haya dicho en sentido peyorativo, porque también reconoce que nuestros VGM son Héroes, pero siento que el mensaje le llegó o lo procesó "licuado" (Papa Francisco dixit) y eso tampoco es bueno.

Es claro que cuando se utiliza la palabra "chicos" para referirse a nuestros VGM, se los está ofendiendo. Nuestros guerreros de Malvinas eran hombres jóvenes en la edad, pero chicos: jamás !!!. Lo que demostraron nuestros VGM es que eran hombres íntegros y llenos de valores, en los que nuestra juventud actual tendría que inspirarse para ser mejor. Sobran ejemplos de solidaridad, amistad, honor, valor (solo por nombrar algunos).

Frente a este punto, prefiero quedarme con la imagen de nuestras Islas Malvinas estampadas en el buzo del arquero y que esa imagen sea un disparador positivo de búsqueda y lectura (y que quien vea la imagen y se interese por Malvinas, por ejemplo, llegue a este foro a leer a los VGM que aquí participan, y tienen la generosidad de contarnos sus vivencias).
 

nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
Estimados,

Hoy mirando al medio dia el resumen del futbol del Domingo , confieso que por primera vez me di cuenta que en el LOGO que aparece de la AFA, al girar aparecen Nuestras Islas Malvinas...

En verdad celebro este detalle en todas las trasmisiones de Futbol del Pais...

.
 
Ayer fui a visitar a la familia de mi novia a Capilla del Señor (60 km desde Bs As). En un momento una de las sobrinas de ella se puso a cantar canciones del jardin, hasta que en un momento la escuche cantar esto, me agarro una emocion increible escuchar a una nena de 5 años hablando de nuestras islas.

UN REGALO PARA MALVINAS

Música para Jardín de Infantes

Una cinta celeste y blanca
voy a dejar en el mar
cuando baje La marea
las olitas sí la llevarán.
Y tal vez llegue flotando
hasta las Islas Malvinas
para pintar en playas
los colores de Argentina.

 
3.04.2014 | Entrevista a Rosana Guber, investigadora del CONICET
"Decir que Malvinas fue una guerra absurda es un eslogan"

La antropóloga trabaja en su tercer libro sobre el conflicto, una etnografía con pilotos de la Fuerza Aérea. Cuestiona la actitud progresista de no prestarle atención a la guerra y sostiene que los soldados no fueron actores pasivos, mera "carne de cañón".


Por:

Lucía Álvarez


Las reflexiones de Rosana Guber suelen incomodar. No por provocación o por cinismo. La molestia es producto, en general, de su apuesta por el método etnográfico. Por atreverse a preguntar a aquellos que no "merecen" ser consultados y encontrar en sus respuestas rupturas con el sentido común. Hace más de diez años, la antropóloga decidió meterse con uno de los temas más espinosos de la historia argentina, la cuestión Malvinas, un símbolo en el que se condensan contradictorios aspectos del ser nacional.
Después de ¿Por qué Malvinas? y De chicos a veteranos, libros donde explica la construcción de esa causa nacional y las paradojas que suscitó la guerra en algunos de sus protagonistas, Guber inició un trabajo etnográfico con pilotos de la Fuerza Aérea que participaron del enfrentamiento bélico, con el objetivo de discutir las interpretaciones que homologan el poder militar con el poder político, y que conciben lo sucedido en Malvinas como una extensión de la guerra antisubversiva. En La Experiencia, Guber cuestiona además la idea de que fue un suceso absurdo y la imagen del conscripto como "pura víctima". "La cuestión es qué le hacemos decir a Malvinas y qué nos puede decir", alerta en diálogo con Tiempo Argentino.
–¿Por qué estudiar la guerra?
–Por varias razones. Primero, porque la guerra es una actividad humana muy enigmática. En la historia de la antropología, la guerra recibió muchas explicaciones. La vincularon al control de poblaciones, la entendieron como una forma de producción económica, como expresión de las tensiones de una sociedad o como una exacerbación de la masculinidad. Lo cierto es que todos los pueblos hicieron la guerra, como víctimas, como victimarios o las dos cosas. La guerra es un proceso político organizado por los Estados, que involucra a toda la población, todos los recursos del aparato estatal y del sistema civil. Muchas veces se piensa que es una actitud progresista no prestarle atención a la guerra, pero es un error.
–Y en el caso argentino, ¿qué devela un análisis de este tipo?
–En la Argentina no había involucramiento en guerras desde la Triple Alianza. Está asumido que los militares lo único que sabían hacer era reprimir gente indefensa y que cuando llegaron a enfrentarse, corrieron todos despavoridos. Y eso no es verdad. Eso no quiere decir que hicieron bien las cosas. Habría que analizar en términos de armas, saberes, fuerzas, medios. Incluso las Fuerzas Armadas no son la misma cosa: tienen historias diversas, medios, conocimientos y destrezas distintos. Y hay especialidades. En la Fuerza Aérea no es lo mismo alguien que está en transporte que alguien que está en salvamento y exploración, o quien pilotea un avión de caza. Es distinto quien va equipado con misiles de quien lleva bombas convencionales. Cumplen distintas funciones. Además, el rol de las Fuerzas Armadas en la vida nacional no empezó en 1976, ni fue simplemente represivo. También sirvió para otras cosas y fue vital para el desarrollo y la integración del país.
–¿Pero rescatar su saber militar en ese período no implica un riesgo?
–¿De que sea leído como un modo de contrarrestar la crítica? ¿Por qué no puedo convivir con la complejidad, aceptar que hubo una fuerza que hizo las cosas bien, que se desempeñó muy por encima de lo previsible según su experiencia y sus recursos bélicos? ¿Por qué no puedo entender que el ser humano es capaz de las dos cosas y de muchas más en el medio? No me preocupa si lo que yo investigo es simplificado como laudatorio o promilitar. Eso ya corre por cuenta de los lectores. Yo estoy tratando de entender qué significó la guerra para los argentinos en muchos aspectos y trato de centrarme en quienes la protagonizaron. Por esa idea del riesgo, casi no se hace investigación sobre el mundo militar en América Latina. Si uno compara los estudios sobre Derechos Humanos y los estudios sobre desempeño militar en el escenario bélico internacional, es una proporción de uno a 100. La gente no quiere meterse en un tema espinoso, tiene miedo a apasionarse y a querer entender desde otro punto de vista. Pero si uno acepta que el ser humano y las sociedades son complejos, uno puede atreverse a entender quiénes somos, y de qué fuimos y somos capaces. El militar es un ser humano, es bueno recordarlo. Tiene aciertos, errores, y se maneja con una lógica con la que me puedo comunicar.
–Entonces, se lo pregunto al revés, ¿para qué hacerlo?
–Porque son una herramienta del Estado, porque involucran recursos, porque sirvieron al desarrollo argentino y porque la guerra fue protagonizada por gente, y en esa época por jóvenes de 19 y 20 años de población masculina. Porque el sistema del Servicio Militar Obligatorio funcionaba desde 1901 y fue un importante instrumento para la socialización de jóvenes que habitaban en lugares aislados o que, sin estar aislados, creían que todo el país era como las grandes ciudades. Era una forma de que muchos jóvenes conocieran al Estado y se conocieran entre sí. Y ahí estoy pensando en los jóvenes universitarios de clase media, de las grandes ciudades. Otra cosa, además, es desconocer cómo piensa el militar. ¿Por qué hacerlo? Porque hay distintas mentalidades militares. Y, finalmente, porque hubo un militar que tuvo una enorme injerencia en la vida argentina. Si no entiendo a los militares, no entiendo a Perón ni al peronismo.
–¿Por qué sostiene que no hubo una extensión de la guerra antisubversiva al escenario bélico?
–Esa idea de extensión del terrorismo de Estado se sostiene en la figura emblemática del soldado conscripto arrastrado al campo de batalla sin entrenamiento ni equipamientos necesarios y como objeto de apremios. Pero, otra vez, una guerra es un fenómeno complejo, con situaciones de caos que genera permanentemente el enemigo. Toda la cuestión logística, del hambre, del frío, son privaciones inherentes a una guerra. ¿Esas fallas fueron hechas adrede contra el soldado en tanto civil? Cuando se habla de los campos clandestinos se habla de una persecución político-ideológica. Cuando te vas a la guerra, no está claro ese pasaje. Hubo abusos de autoridad, pero hubo superiores que se sometieron a las mismas condiciones que sus soldados. La imagen del militar que lo único que sabe hacer es reprimir a gente inocente y por eso va a Malvinas y hace lo mismo con los civiles bajo bandera, es una caricatura. No te la podés pasar torturando a un soldado porque, entre otras cosas, se te viene el enemigo. Esa lógica es de una simpleza que no resiste el análisis histórico.
–¿Pero los soldados no fueron víctimas, "carne de cañón"?
–No fueron puramente pasivos. Las organizaciones de ex soldados, incluso las más antimilitaristas, ubican la memoria del soldado en una posición activa y hasta de resistencia, contra los apremios y contra los enemigos. Estamos hablando de jóvenes de 20 años que no hicieron un prolongado adiestramiento militar, que tenían un año de conscripción en tiempo de paz, y algunos con mero trabajo de oficina, pero que servían a la patria y fueron a la guerra. ¿Son puro objeto de sus superiores? Los escritos testimoniales de los ex soldados están lejos de ser unívocos o lineales. Y no me refiero a las películas sino a sus propios escritos. La jerarquía militar es dura, y en la guerra es más dura. Y hubo castigos desmedidos, pero también soldados que aman a sus ex jefes y se encuentran, aunque tengan diferencias políticas. Yo creo que no indagar qué fue Malvinas para los soldados y los suboficiales y oficiales es desterrar al sinsentido una parte muy relevante de la historia argentina. La que hizo posible 1982 y lo que pasa después. Decir que fue una guerra absurda es un eslogan, pero no una verdad histórica ni un hecho de justicia.
–¿Qué es lo que ellos tienen para decir sobre la guerra?
–Muchos pilotos, por ejemplo, y para pasar a los netos profesionales, explican: "Fui a hacer mi trabajo. Para eso me formaron y para eso el pueblo argentino pago mi carrera." Y ahí hay un dilema. Porque decir que fue un trabajo implica restarle toda su dimensión heroica, es la rutinización de la profesión militar en tiempos de paz y de guerra. Pero una persona que fue a hacer la guerra por ahí perdió una pierna, una facultad o la vida. En el caso de los pilotos, algunos se empeñaron en ir aun cuando no les correspondía. Uno de ellos cayó en combate y algunos vicecomodoros fueron en misiones de ataque pese a la reticencia de sus subalternos.
–Como fuera, el dilema inescindible de todo esto es la relación del conflicto y sus protagonistas con la dictadura. ¿Qué dicen de eso?
–La estructura militar está basada en la orden; si estás adentro, respondés. Si no, te vas. Si, además, vos ingresaste al sistema militar, lo hacés porque te interesa la estructura y la guerra, además de tener un trabajo seguro, casa y comida. No estamos hablando de una Argentina con el 30% de la población desempleada. Quienes eran militares en 1982 hubieran tenido otras opciones en el mercado laboral. Por otro lado, Malvinas, en 1982, no era una causa militar, sino una causa de todos los sectores políticos e ideológicos dentro y fuera del país. Desde 1833, escriben sobre Malvinas José Hernández, Paul Groussac, Alfredo Palacios, Atahualpa Yupanqui, José Pedroni. La marcha de Malvinas es de 1943. En 1966 está el Operativo Cóndor. Era una causa nacional y popular que el régimen aprovechó, trató de instrumentar y se fue con ella. Porque la causa lo condujo, la gente que no podía estar en la calle. El entusiasmo malvinero era también el de la concordia; después de tantos años de conflicto, la posibilidad de estar del mismo lado. Una causa que hablaba de la dignidad de la nación, una causa anticolonialista. Perú y Venezuela apoyaron activamente durante el conflicto, a pesar de que ninguno de los dos está sobre el Atlántico Sur. Los mineros bolivianos se alistaron como voluntarios. Hay mucho más que la cuestión doctrinaria nacionalista.
–¿De dónde viene ese carácter nacional y popular?
–La gente ubica esa referencia en la escuela, pero yo revisé la revista del magisterio hasta poco después del peronismo, y desde 1970 hay un solo artículo sobre las Islas Malvinas. Hoy tampoco se sabe qué decir sobre Malvinas, ni desde lo histórico ni desde lo geográfico. ¿Cómo circuló entonces la cuestión? Yo creo que en la soberanía sobre Malvinas se jugaba algo de la soberanía nuestra, interior, política y social, algo que era sustentado por distintas ideologías políticas. Hay una anécdota de unos conscriptos en el ara San Antonio que, cuando escuchan al contraalmirante Busser decir que recuperarían Malvinas, dicen: "¡Pero si las Malvinas son argentinas!" Entonces, buscan en el mapa y no las encuentran, porque buscan en la costa de Brasil. Sin embargo, sabían que eran argentinas.
–¿La causa cambia su contenido después de la guerra?
–La causa Malvinas no va a volver a ser lo que fue. A la causa le pasó lo mismo que a la gente que fue a la guerra: fue tomada y tocada por lo militar. Los grupos de ex combatientes, hasta los más antimilitares, tienen un soldado con un fusil en su emblema, no la paloma de la paz. Malvinas tiene una impronta militar ineludible porque así fue nuestra historia. Uno podría preguntarse si la historia se equivoca, pero la historia es la nuestra y es lo que es. Personalmente, no estoy de acuerdo con quienes desmerecen la importancia de Malvinas en la actualidad. Porque son un espacio colonial británico con un elemento desestabilizador, una base militar. Decir que la cuestión Malvinas depende de la decisión de los isleños oculta esta imposición militar y hasta la blanquea. ¿Es la decisión de los isleños sostener la base? No puedo expurgarla de lo militar, ni de lo colonial. «


La frontera entre lo militar y lo civil

Si la investigación de Rosana Guber ya es delicada por el tema, la complica aún más el hecho de que ella sea mujer, "civil", académica, no familiarizada con la vida y la lógica militar salvo en las ideas, generalmente negativas, que los argentinos guardan de las Fuerzas Armadas como factores de poder en la historia del país. En ese sentido, su trabajo se fue transformando en una traducción entre dos mundos que se conocen poco, y se quieren menos, un desafío que ella misma explicita en su libro La Experiencia, dirigido a los pilotos militares y a los antropólogos y científicos sociales con quienes comparte las herramientas analíticas, pero no algunas de sus visiones.
"Pensé que esas notas me podrían ayudar a comunicar a cada cual por qué puede serles útil su lectura y, sobre todo, la disposición a comprenderlo como una forma distinta de comprender Malvinas y acaso nuestro país. Pensé que esas notas podrían ser el punto de partida para que este volumen condense una perspectiva sumamente difícil en la Argentina: la mirada recíproca de dos mundos que se han vivido como ajenos y enfrentados y que, sin embargo, siguen siendo partes ineludibles de nuestro devenir nacional", reflexiona Guber, quien además llama a relativizar la frontera entre lo civil y lo militar.


¿Kamikazes o pilotos de caza?

Fueron los tripulantes de las fragatas de la Royal Task Force quienes primero se refirieron a los pilotos argentinos como kamikazes. Al recordar las misiones de ataque especial japonesas contra la flota aliada al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1944-1945), los británicos demostraban su perplejidad ante las atrevidas incursiones de los aviones de caza argentinos. ¿Cómo explicar, si no, la entrega de estos oficiales que, desde el punto de vista británico, sólo podían atacar pagando con la muerte?
La comparación es, sin embargo, engañosa.
Los aviones argentinos no eran bombas; sus cabinas no iban cargadas de explosivos para estrellarse, con avión y piloto, contra las fragatas, como sí ocurrió en Japón. Los argentinos debían lanzar sus bombas casi rozando los buques o, en sus palabras, "ponerlas con la mano" para inmediatamente hacer "el escape".
Los tokkotai (verdadero nombre de los protagonistas de las misiones de "ataque especial") tenían entre 17 y 23 años de edad y eran, en un 95%, miembros rasos de las fuerzas armadas japonesas y hombres reclutados por la fuerza con una elevada proporción de estudiantes universitarios, todos ellos entrenados apresuradamente. Los pilotos argentinos eran en su totalidad oficiales profesionales habilitados en sus sistemas de armas; tenían entre 24 y 40 años y, cuanto menos, seis años de vida aeronáutica continua y permanente.
Los jóvenes japoneses, pese a las historias desfiguradas que luego contó Occidente desde el film Tora! Tora! Tora!, no fueron a las misiones creyendo que morirían por el Emperador sino porque habían sido forzados para ello.
Los oficiales argentinos no fueron a las misiones fanatizados por la gloria eterna y el reconocimiento público. Aceptando que la muerte era posible como parte de su trabajo, fueron a cumplir las órdenes porque así lo habían aprendido cuando decidieron ser profesionales militares; fueron también porque sus compatriotas –militares y civiles bajo bandera– enfrentaban al mismo enemigo en las islas; fueron incluso porque estaban convencidos, como el resto de los argentinos, que las Islas Malvinas eran argentinas; y sobre todo, fueron porque, concluida la guerra, iban a volver a casa.

http://tiempo.infonews.com/2014/04/...inas-fue-una-guerra-absurda-es-un-eslogan.php
 
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