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Area Militar General
Malvinas 1982
Conferencias, entrevistas y programas de Nicolás Kasanzew.-
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<blockquote data-quote="Nicolas Kasanzew" data-source="post: 1764636" data-attributes="member: 6939"><p><em>Publicado en la edición de abril del 2015 de la revista <strong>Defensa y Seguridad</strong>, casi totalmente dedicada al combate de Monte Tumbledown:</em></p><p></p><p><strong>La reivindicación del teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez como una cuestión de Estado </strong></p><p></p><p></p><p>Por Nicolás Kasanzew</p><p></p><p></p><p>La importancia de la reivindicación del teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez, lo trasciende a él y trasciende a la Armada. Me animaría a decir que reviste la significación de un asunto de Estado. Trataré de explicar porqué.</p><p></p><p>Está muy claro que, hoy por hoy, la sociedad argentina tiene un gran déficit de vínculos espirituales. Pruebas al canto: la muy visible desunión entre padres e hijos, la incomprensión mutua aún dentro de la misma generación, la erosión y perdida de los valores morales que siempre fueron tradicionales para la Argentina. El país está inmerso en una total confusión de ideas, campea la indefinición en materia de caminos y objetivos. Y un Estado sin ideales no sólo es espiritualmente débil, sino directamente inviable. Cuales deberían ser esos ideales? Pues los valores eternos, aunque estos términos le suenen demasiado grandilocuentes al argentino medio, contaminado de cinismo y desesperanza. Sin embargo, el desprecio de los valores eternos, su olvido, trae rupturas trágicas y la incomprensión entre personas y generaciones. Como decia Shakespeare, “se interrumpe la relación de los tiempos”.</p><p></p><p>Los valores superiores son la misericordia, la bondad, la valentia, el amor abnegado a las personas y a la patria, la lealtad, el desprendimiento, la humildad, la fe en Dios. Todas estas virtudes espirituales son las que la mayoría de los padres querríamos ver en nuestros hijos. Pero, entre muchas otras carencias, tampoco tenemos una política de Estado destinada a la juventud, que eduque y cultive en esos valores. Por otra parte, cabe la pregunta ¿cómo se lograría imponerla con éxito? Desafortunadamente, ningún sermoneo, ninguna perorata moralizadora, por mas correctas que fueran, aquí no funcionarían. Por el contrario, provocarían una firme y duradera alergia a esos valores. ¿Cuál es entonces el camino acertado? ¿En que debería consistir una política de Estado focalizada en las juventudes? La Historia nos muestra el sendero. La base ética, el pilar de la sociedad griega Antigua, eran los héroes. Los míticos y los absolutamente reales. Tales como Pericles, Alejandro Magno, y también los héroes del arte, los filósofos – Homero, Fidias, Platón.</p><p></p><p>La Roma Antigua era igualmente una civilización de héroes: Tiberio y Cayo Graco, Julio César y Muzio Scevola. Para transmitirle a las generaciones jóvenes ese elevado sentimiento de amor abnegado a la patria, no hacia falta aleccionarlos con discursos. Bastaba relatarles lo que hizo el joven Scevola, tomado prisionero por el enemigo. Cuando lo estaban obligando a convertirse en traidor, Scevola dijo: “Esto es lo que puede hacer un romano libre”, y poniendo la mano en el fuego del altar, la mantuvo ahí hasta que quedó calcinada. En el sentido ético, Bizancio tambien fue una civilización de héroes. Se podia leer sobre ellos en las vidas de los santos: en esa sociedad eran requeridos en primer lugar los héroes del espíritu. Y en la Europa Medieval esos héroes eran los paladines.</p><p></p><p>Los tenemos también en nuestra Guerra de la Independencia y en la lucha contra la escuadra anglo-francesa. Y sobre todo, en nuestra reciente Gesta de Malvinas. Para contagiarles a nuestros jóvenes el sublime sentimiento de desinteresado amor a la patria, no hacen falta, ni sirven, las arengas. Basta con contarles como Carlos Daniel Vázquez, una y otra vez, pidió fuego de nuestras baterías sobre si mismo, con tal de detener a los ingleses.</p><p></p><p>Los héroes son los portadores de los valores eternos del pueblo, de la cultura, de la civilización. Pero no meramente portadores. Justamente a ellos les esta encomendada por la sociedad una misión que es imposible para cualquier otro – la eficaz transmisión de los valores principales, de generación en generación, de corazón a corazón. Ninguna arenga moralizadora, ningun sermón bien intencionado, seminario o conferencia, puede resolver este problema, sin los portadores de valores superiores. Y la función pedagógica del héroe, su forma especial de servir, continua eternamente despues de su muerte. Es una levadura que sigue actuando siempre. No en vano, durante siglos, en las escuelas secundarias se estudiaban las <em>Vidas Paralelas</em> de Plutarco, es decir las biografías de los más grandes griegos y romanos.</p><p></p><p>¿Y que pasó en la Argentina con los héroes? Pues todo lo contrario. En las últimas décadas se llevó a cabo con sumo éxito la <em>des-heroización</em> de la Argentina. En nuestro país comenzaron a revisar la historia oscuros personajes, como Felipe Pigna, y realizaron una “limpieza étnica” con saña verdaderamente bolchevique, dejándonos, si por ellos fuera, sin heroes nacionales. Todos sin excepción fueron bastardeados, incluyendo a San Martin y Belgrano. Las herramientas utilizadas fueron la calumnia, la burla mas despiadada y cínica, la tergiversación de los hechos. La nueva supuesta ciencia histórica, tendenciosa y falaz, se encargó de retratar los hechos históricos con la superficialidad de un <em>paparazzo</em>. Con ello no solo se buscaba cambiar la historia, sino también nuestra mentalidad nacional. A veces en forma oblicua, otras directamente, nos imbuían de esta idea: “Si aquellos que llamamos grandes héroes, en realidad fueron unos patéticos degenerados, ¿qué destino de grandeza puede tener este país, este pueblo, nosotros mismos? Ninguno”.</p><p></p><p>Los únicos héroes contemporáneos que nos dejan para consumo de la juventud, son los del <em>glamour</em>. Que son portadores y transmisores de valores diametralmente opuestos a los eternos: en vez de humildad, soberbia; en vez de excelencia, mediocridad; en vez de coraje, oportunismo.</p><p></p><p>Entre los valores superiores, uno de los más nobles es sin duda el agradecimiento. Solo las almas elevadas cultivan este hermoso e infrecuente sentimiento. Y es por eso, que el hábito del agradecimiento sincero debe ser enseñado pacientemente y con gran delicadeza a los niños y a los adultos. Pero no solo a las personas en forma individual, sino asimismo a la sociedad en su conjunto. Agradecer, honrar, es vitalmente indispensable.</p><p></p><p>Hay solo un mandamiento, por el cumplimiento del cual Dios promete un premio absolutamente concreto. «Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12). Lo mismo se refiere a la vida de los pueblos y las sociedades. Si agradecen, si honran a sus mayores, tendrán larga vida.</p><p></p><p>Observemos cuantos siglos y hasta milenios viven, a pesar de cualquier cataclismo, los paises donde la veneracion de los antepasados y los héroes nacionales se ha erigido en una tradicion inconmovible, una costumbre generalizada. Y como, por el contrario, si en un país se destruyen las tradiciones de los ancestros y se enloda a los mejores hijos de la nación, la degradación y disolución son inevitables.</p><p></p><p>Las personas que han encarnado en si las mejores cualidades del hombre, las mejores cualidades de su pueblo, son un enorme tesoro para cualquier país. Personas como Carlos Daniel Vázquez y tantos otros héroes conocidos y desconocidos de la Gesta de Malvinas. Ellos son el mayor bien público de la Argentina. Ningun esfuerzo del estado y la sociedad va a ser excesivo, si apunta a manifestarles agradecimiento y a que no pasen desapercibidas sus auténticas manifestaciones de grandeza.</p><p></p><p>Entre las muchas funciones que nuestros gobernantes han dejado de cumplir, está la glorificacion de los héroes. Y esa fue siempre la misión de los dirigentes de cualquier país. ¿Queremos terminar con el <em>no te metás</em>? Queremos que nuestros jovenes no se acostumbren a la cobardia? ¿Queremos combatir a la corrupción? Pues que los intendentes, los gobernadores, los presidentes levanten monumentos a nuestros héroes y convoquen para inaugurarlos a toda la población, relatándole lo que ellos – en forma desinteresada - hicieron. Y entonces nuestro país va a cambiar. Porque la memoria agradecida hacia los héroes es capaz de inspirar aún a los más tímidos y a los más egoistas.</p><p></p><p>Quienes gobiernan nos diran que tienen muy poco tiempo, como para ocuparse de cosas parecidas. Pero, ¿acaso creen que el presidente de los EEUU tiene mucho tiempo? Y sin embargo, todos los años él se reune con los bomberos que lucharon contra el fuego en las torres gemelas de Nueva York. Va a verlos personalmente, porque sabe que es una de las partes más importantes de su servicio al país.</p><p></p><p>Nos van a decir tambien, que en medio de la crisis económica, no es el momento mas conveniente para hablar de héroes. Sin embargo, en los años 20 y 30 del siglo pasado, en la época del la Gran Depresión en los EEUU, la situación en ese sentido era aún mucho peor que en la Argentina de hoy. ¿Que hicieron los estadounidenses? Al estar concientes de que, justamente en esos tiempos difìciles, los portadores de valores superiores son especialmente indispensables, encontraron a su héroe. ¿A quien? Al pastor de vacas, al <em>cowboy</em>. Lo revalorizaron, lo mitificaron y esa imagen les ayudó a atravesar los malos trances. Es que esa imagen generaba buenas asociaciones: se identificaba con libertad, responsabilidad, fuerza, maestria en el oficio, nobleza, valentía, optimismo, paciencia, bondad, sentimiento de justicia, abnegacion.Y durante muchos años esa imagen cumplió perfectamente con la función del héroe. Si un héroe de ficción, primordialmente del cine, tuvo tanto efecto, ¡cuanto más efectivos para la formación de una sociedad sana son los héroes reales! </p><p>Por esa razón, debemos reivindicar sin más demora a los hombres que encarnan las mejores cualidades espirituales de nuestra historia. A los hombres como el teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez y su puñado de valientes.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Nicolas Kasanzew, post: 1764636, member: 6939"] [I]Publicado en la edición de abril del 2015 de la revista [B]Defensa y Seguridad[/B], casi totalmente dedicada al combate de Monte Tumbledown:[/I] [B]La reivindicación del teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez como una cuestión de Estado [/B] Por Nicolás Kasanzew La importancia de la reivindicación del teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez, lo trasciende a él y trasciende a la Armada. Me animaría a decir que reviste la significación de un asunto de Estado. Trataré de explicar porqué. Está muy claro que, hoy por hoy, la sociedad argentina tiene un gran déficit de vínculos espirituales. Pruebas al canto: la muy visible desunión entre padres e hijos, la incomprensión mutua aún dentro de la misma generación, la erosión y perdida de los valores morales que siempre fueron tradicionales para la Argentina. El país está inmerso en una total confusión de ideas, campea la indefinición en materia de caminos y objetivos. Y un Estado sin ideales no sólo es espiritualmente débil, sino directamente inviable. Cuales deberían ser esos ideales? Pues los valores eternos, aunque estos términos le suenen demasiado grandilocuentes al argentino medio, contaminado de cinismo y desesperanza. Sin embargo, el desprecio de los valores eternos, su olvido, trae rupturas trágicas y la incomprensión entre personas y generaciones. Como decia Shakespeare, “se interrumpe la relación de los tiempos”. Los valores superiores son la misericordia, la bondad, la valentia, el amor abnegado a las personas y a la patria, la lealtad, el desprendimiento, la humildad, la fe en Dios. Todas estas virtudes espirituales son las que la mayoría de los padres querríamos ver en nuestros hijos. Pero, entre muchas otras carencias, tampoco tenemos una política de Estado destinada a la juventud, que eduque y cultive en esos valores. Por otra parte, cabe la pregunta ¿cómo se lograría imponerla con éxito? Desafortunadamente, ningún sermoneo, ninguna perorata moralizadora, por mas correctas que fueran, aquí no funcionarían. Por el contrario, provocarían una firme y duradera alergia a esos valores. ¿Cuál es entonces el camino acertado? ¿En que debería consistir una política de Estado focalizada en las juventudes? La Historia nos muestra el sendero. La base ética, el pilar de la sociedad griega Antigua, eran los héroes. Los míticos y los absolutamente reales. Tales como Pericles, Alejandro Magno, y también los héroes del arte, los filósofos – Homero, Fidias, Platón. La Roma Antigua era igualmente una civilización de héroes: Tiberio y Cayo Graco, Julio César y Muzio Scevola. Para transmitirle a las generaciones jóvenes ese elevado sentimiento de amor abnegado a la patria, no hacia falta aleccionarlos con discursos. Bastaba relatarles lo que hizo el joven Scevola, tomado prisionero por el enemigo. Cuando lo estaban obligando a convertirse en traidor, Scevola dijo: “Esto es lo que puede hacer un romano libre”, y poniendo la mano en el fuego del altar, la mantuvo ahí hasta que quedó calcinada. En el sentido ético, Bizancio tambien fue una civilización de héroes. Se podia leer sobre ellos en las vidas de los santos: en esa sociedad eran requeridos en primer lugar los héroes del espíritu. Y en la Europa Medieval esos héroes eran los paladines. Los tenemos también en nuestra Guerra de la Independencia y en la lucha contra la escuadra anglo-francesa. Y sobre todo, en nuestra reciente Gesta de Malvinas. Para contagiarles a nuestros jóvenes el sublime sentimiento de desinteresado amor a la patria, no hacen falta, ni sirven, las arengas. Basta con contarles como Carlos Daniel Vázquez, una y otra vez, pidió fuego de nuestras baterías sobre si mismo, con tal de detener a los ingleses. Los héroes son los portadores de los valores eternos del pueblo, de la cultura, de la civilización. Pero no meramente portadores. Justamente a ellos les esta encomendada por la sociedad una misión que es imposible para cualquier otro – la eficaz transmisión de los valores principales, de generación en generación, de corazón a corazón. Ninguna arenga moralizadora, ningun sermón bien intencionado, seminario o conferencia, puede resolver este problema, sin los portadores de valores superiores. Y la función pedagógica del héroe, su forma especial de servir, continua eternamente despues de su muerte. Es una levadura que sigue actuando siempre. No en vano, durante siglos, en las escuelas secundarias se estudiaban las [I]Vidas Paralelas[/I] de Plutarco, es decir las biografías de los más grandes griegos y romanos. ¿Y que pasó en la Argentina con los héroes? Pues todo lo contrario. En las últimas décadas se llevó a cabo con sumo éxito la [I]des-heroización[/I] de la Argentina. En nuestro país comenzaron a revisar la historia oscuros personajes, como Felipe Pigna, y realizaron una “limpieza étnica” con saña verdaderamente bolchevique, dejándonos, si por ellos fuera, sin heroes nacionales. Todos sin excepción fueron bastardeados, incluyendo a San Martin y Belgrano. Las herramientas utilizadas fueron la calumnia, la burla mas despiadada y cínica, la tergiversación de los hechos. La nueva supuesta ciencia histórica, tendenciosa y falaz, se encargó de retratar los hechos históricos con la superficialidad de un [I]paparazzo[/I]. Con ello no solo se buscaba cambiar la historia, sino también nuestra mentalidad nacional. A veces en forma oblicua, otras directamente, nos imbuían de esta idea: “Si aquellos que llamamos grandes héroes, en realidad fueron unos patéticos degenerados, ¿qué destino de grandeza puede tener este país, este pueblo, nosotros mismos? Ninguno”. Los únicos héroes contemporáneos que nos dejan para consumo de la juventud, son los del [I]glamour[/I]. Que son portadores y transmisores de valores diametralmente opuestos a los eternos: en vez de humildad, soberbia; en vez de excelencia, mediocridad; en vez de coraje, oportunismo. Entre los valores superiores, uno de los más nobles es sin duda el agradecimiento. Solo las almas elevadas cultivan este hermoso e infrecuente sentimiento. Y es por eso, que el hábito del agradecimiento sincero debe ser enseñado pacientemente y con gran delicadeza a los niños y a los adultos. Pero no solo a las personas en forma individual, sino asimismo a la sociedad en su conjunto. Agradecer, honrar, es vitalmente indispensable. Hay solo un mandamiento, por el cumplimiento del cual Dios promete un premio absolutamente concreto. «Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12). Lo mismo se refiere a la vida de los pueblos y las sociedades. Si agradecen, si honran a sus mayores, tendrán larga vida. Observemos cuantos siglos y hasta milenios viven, a pesar de cualquier cataclismo, los paises donde la veneracion de los antepasados y los héroes nacionales se ha erigido en una tradicion inconmovible, una costumbre generalizada. Y como, por el contrario, si en un país se destruyen las tradiciones de los ancestros y se enloda a los mejores hijos de la nación, la degradación y disolución son inevitables. Las personas que han encarnado en si las mejores cualidades del hombre, las mejores cualidades de su pueblo, son un enorme tesoro para cualquier país. Personas como Carlos Daniel Vázquez y tantos otros héroes conocidos y desconocidos de la Gesta de Malvinas. Ellos son el mayor bien público de la Argentina. Ningun esfuerzo del estado y la sociedad va a ser excesivo, si apunta a manifestarles agradecimiento y a que no pasen desapercibidas sus auténticas manifestaciones de grandeza. Entre las muchas funciones que nuestros gobernantes han dejado de cumplir, está la glorificacion de los héroes. Y esa fue siempre la misión de los dirigentes de cualquier país. ¿Queremos terminar con el [I]no te metás[/I]? Queremos que nuestros jovenes no se acostumbren a la cobardia? ¿Queremos combatir a la corrupción? Pues que los intendentes, los gobernadores, los presidentes levanten monumentos a nuestros héroes y convoquen para inaugurarlos a toda la población, relatándole lo que ellos – en forma desinteresada - hicieron. Y entonces nuestro país va a cambiar. Porque la memoria agradecida hacia los héroes es capaz de inspirar aún a los más tímidos y a los más egoistas. Quienes gobiernan nos diran que tienen muy poco tiempo, como para ocuparse de cosas parecidas. Pero, ¿acaso creen que el presidente de los EEUU tiene mucho tiempo? Y sin embargo, todos los años él se reune con los bomberos que lucharon contra el fuego en las torres gemelas de Nueva York. Va a verlos personalmente, porque sabe que es una de las partes más importantes de su servicio al país. Nos van a decir tambien, que en medio de la crisis económica, no es el momento mas conveniente para hablar de héroes. Sin embargo, en los años 20 y 30 del siglo pasado, en la época del la Gran Depresión en los EEUU, la situación en ese sentido era aún mucho peor que en la Argentina de hoy. ¿Que hicieron los estadounidenses? Al estar concientes de que, justamente en esos tiempos difìciles, los portadores de valores superiores son especialmente indispensables, encontraron a su héroe. ¿A quien? Al pastor de vacas, al [I]cowboy[/I]. Lo revalorizaron, lo mitificaron y esa imagen les ayudó a atravesar los malos trances. Es que esa imagen generaba buenas asociaciones: se identificaba con libertad, responsabilidad, fuerza, maestria en el oficio, nobleza, valentía, optimismo, paciencia, bondad, sentimiento de justicia, abnegacion.Y durante muchos años esa imagen cumplió perfectamente con la función del héroe. Si un héroe de ficción, primordialmente del cine, tuvo tanto efecto, ¡cuanto más efectivos para la formación de una sociedad sana son los héroes reales! Por esa razón, debemos reivindicar sin más demora a los hombres que encarnan las mejores cualidades espirituales de nuestra historia. A los hombres como el teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez y su puñado de valientes. [/QUOTE]
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