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Area Militar General
Malvinas 1982
Conferencias, entrevistas y programas de Nicolás Kasanzew.-
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<blockquote data-quote="Nicolas Kasanzew" data-source="post: 1792589" data-attributes="member: 6939"><p><strong>Mi último libro está virtualmente agotado, aunque hay un proyecto de reeditarlo en este 2015. Sin embargo, no puedo evitar la tentación de reproducir una reseña del mismo, recientemente publicada por el historiador Ricardo Tabossi.</strong></p><p></p><p>EL ULTIMO LIBRO DE KASANZEW</p><p>Por Ricardo Tabossi</p><p>El Tiempo, Mercedes, Abril 2, 2015</p><p></p><p>El objetivo propuesto por Nicolás Kasanzew en su libro Malvinas a sangre y fuego de ponerle rostro al soldado desconocido, está alcanzado. El intento por rescatar del silencio a los olvidados combatientes de Malvinas, de ponerles nombre a “los sin nombre”, como llamó Leopoldo Lugones a los que hicieron la Guerra Gaucha, y demostrar que los “chicos de la guerra” estuvieron a la altura de las mejores tradiciones guerreras de la Patria, está sobradamente cumplido.</p><p></p><p>La exuberancia descriptiva del libro, que va mucho más allá de la estimable compilación de los hechos, es impresionante. El tono, el calor y movimiento de la narración, están tan bien compensados, que nos pone sin dificultad en contacto casi íntimo con los combatientes.</p><p></p><p>Para lanzar un conjuro sobre lo que ha pasado hace más de 30 años, y para que el lector vea lo que él vio, se necesita talento. Como un pintor, Kasanzew logra con su narrativa captar por un momento una escena impresionante o tierna, convirtiéndonos en espectadores. Rescato algunas escenas de las muchas, muchísimas del libro:</p><p></p><p>1. El conscripto Bordón, muerto durante el ataque del 1° de mayo. La imagen de la pelota con los colores de Boca, con la que había jugado el día anterior, al lado del cadáver, enternece y conmueve, porque nos muestra el hombre-niño, y porque nos recuerda la edad del potrero y de los sueños.</p><p></p><p>2. La perra Xuabia (única perra que volvió al continente, de 18 perros de guerra que fueron a las Islas) que abandona a sus cuidadores para correr hacia la línea de combate. La encontraron horas después dándole calor con su cuerpo a un soldado herido y aterido de frío, salvándolo del congelamiento.</p><p></p><p>3. El muchacho que en su agonía llevó el Rosario a su boca, y así fue encontrado, muerto, besando la Cruz.</p><p></p><p>4. Los cinco soldados del subteniente Reyes, hambrientos y descalcificados por un repliegue desde Darwin que duró 20 días, rodeados de ingleses y dispuestos a morir con su jefe cuando todo había terminado. La escena narrada por Kasanzew es para un cuadro, como el óleo de Ferrer-Dalmau “Rocroi. El último tercio”, donde se ve a la destrozada infantería española, esperando a pie firme el ataque final del enemigo.</p><p></p><p>Estas pequeñas historias particulares vienen acompañadas de episodios y conductas hazañosas, que desmitifican la idea de que nuestros conscriptos no estaban capacitados para pelear. He aquí algunos ejemplos:</p><p></p><p>1. El conscripto Oscar Ledesma matando en la batalla de Darwin al más alto militar inglés, el mítico teniente coronel Herbert Jones, jefe de un Regimiento de Paracaidistas.</p><p></p><p>2. El soldado Elbio Araujo, que cayó peleando en el monte Longdon, cumpliendo con su promesa escrita a su familia: “Quédense todos tranquilos, que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina, y que es fiel a su juramento”.</p><p></p><p>3. El mercedino Ismael Poltronieri deteniendo solo y aislado, con una ametralladora, el avance de un batallón de Royal Marines durante 8 horas.</p><p></p><p>4. El soldado Rodríguez Silva que llega solo a la pelea cuerpo a cuerpo y vuelve con un trofeo: la boina roja de un paracaidista británico abatido.</p><p></p><p>¡Chicos de la guerra!, expresión lacrimógena y paralizante, de industria nacional. Falacia insidiosa que los propios ingleses se encargarían de mostrarla como falsa y mentirosa. Escribió el brigadier Julián Thompson, jefe de la Brigada de Paracaidistas británica, después del combate de monte Longdon: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de allí. No podía creer que estos ADOLESCENTES DISFRAZADOS DE SOLDADOS nos estuvieran causando tantas bajas”.</p><p></p><p>Siendo Malvinas magisterio de heroísmo, es natural que las situaciones allí producidas, sean como páginas arrancadas de la historia clásica y de la épica universal, y que muchos de sus combatientes se hagan universales por la unidad de motivos religiosos, patrióticos y heroicos que entrama la historia de Occidente. Así por ejemplo:</p><p></p><p>1. La esposa del piloto de “Skyhawk” (un avión de diseño obsoleto) Pablo Carballo, diciéndole “Hacé lo que tenés que hacer. Yo me voy a encargar de criar a tus hijos”, sabiendo que las probabilidades de sobrevivencia de un ataque a las fragatas era menos del 10 %. ¿No suena esta admonición como la despedida de la madre espartana a su hijo cuando marchaba a la guerra, previniéndole contra la cobardía: “Vuelve con el escudo o sobre él” (el escudo era tan pesado que volver sin él indicaba que lo había tirado para escapar)?</p><p></p><p>2. Poltronieri rompiendo la ametralladora MAG para que no quedara en manos de los ingleses. ¿No es figura del conde Rolando, el más noble paladín del emperador Carlomagno, intentando romper a Durandarte, su espada, sobre la piedra, para que no caiga en manos de los sarracenos?</p><p></p><p>3. El teniente Vázquez rechazando en Tumbledown tres asaltos ingleses, peleando en una inferioridad numérica de uno contra diez, ¿no remeda en reducida escala la hazaña de los griegos sobre los persas en Termópilas?</p><p></p><p>4. Nuestros “halcones” diciendo que les alcanzaba ese escaso 10 % para intentar impactar una fragata erizada de misiles, ¿no siguen la misma huella de aquél jefe que dijo “combatiremos a la sombra” al comentario de que las flechas de los persas son tantas que oscurecen el sol?</p><p></p><p></p><p>Por momentos me parece que el mundo de Gesta y Romance se prolonga en Malvinas.</p><p></p><p>Una de las revelaciones más importantes del libro de Kasanzew son las Memorias del almirante Jorge Anaya, con los nombres de los argentinos que frecuentaban la oficina de la CIA en Buenos Aires durante la guerra, información obtenida gracias a los micrófonos infiltrados por el Servicio de Inteligencia Naval.</p><p></p><p>Entre nosotros, el hecho no es nuevo. Una situación análoga se presentó en 1806, durante la ocupación inglesa de Buenos Aires, cuando ciudadanos criollos pertenecientes a “familias respetables”, acudían de noche a la casa de Gillespie, lugarteniente de Beresford, para hacer el ofrecimiento de obediencia al rey Jorge III y agregar su nombre a un libro, llegando a 58 las firmas.</p><p></p><p>Las “Memorias” de Guillespie nunca fueron publicadas, para evitar que los “amigos ocultos” de Inglaterra (los 58 de la lista) sufrieran calamidad y ruina, una vez producida la Reconquista de Buenos Aires. El libro de Anaya quedó guardado, porque su publicidad hubiera sido explosiva y deletérea para el país, postergando su publicación para tiempos más apropiados.</p><p></p><p>Ambos episodios nos ayudan a descubrir una de las claves para la interpretación general de nuestra historia: la descomposición de los sectores dirigentes.</p><p></p><p>Para terminar.</p><p></p><p>La patria, además del territorio, es un ideario donde habitan hombres como nuestros veteranos de guerra, cuyo sacrificio, esfuerzo y humildad, engrandecieron el nombre de Argentina. No hay patria –se ha dicho- sin compatriotas a los que admirar.</p><p></p><p>Nadie que lea el libro de Kasanzew podrá en adelante, poner en duda la calidad excepcional del soldado argentino, y los sorprendentes resultados obtenidos, pese a su inexperiencia, contra tropas escogidas del escudo protector de la OTAN en el Rin, haciendo honor a sus cualidades morales, a los valores cristianos y a la historia de la patria.</p><p></p><p>El libro no es solamente un trenzado relato de acciones de guerra –por otra parte magníficamente conseguido- sino que va más allá, a su valoración y alcance: colonialismo trasnochado y patrimonio histórico nacional, donde el soldado argentino salva frente al mundo el honor de una gran nación, defendiendo principios y valores hace tiempo olvidados por Occidente.</p><p></p><p>Allí están las cartas del conscripto Carlos Mosto a su madre y la del teniente Roberto Estévez a su padre, condensando en sus líneas la expresión de los más altos valores del hombre: los dos hablan de la alegría de morir por la patria, de la entrega de sus vidas a Dios, de vivir en el amor.</p><p></p><p>Es que Malvinas –y tal vez Malvinas nada más en estos tiempos argentinos- abre la posibilidad de vivir con grandeza.</p><p></p><p><strong>Ricardo Tabossi es profesor de Historia. Reside en Mercedes, Bs. As</strong></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Nicolas Kasanzew, post: 1792589, member: 6939"] [B]Mi último libro está virtualmente agotado, aunque hay un proyecto de reeditarlo en este 2015. Sin embargo, no puedo evitar la tentación de reproducir una reseña del mismo, recientemente publicada por el historiador Ricardo Tabossi.[/B] EL ULTIMO LIBRO DE KASANZEW Por Ricardo Tabossi El Tiempo, Mercedes, Abril 2, 2015 El objetivo propuesto por Nicolás Kasanzew en su libro Malvinas a sangre y fuego de ponerle rostro al soldado desconocido, está alcanzado. El intento por rescatar del silencio a los olvidados combatientes de Malvinas, de ponerles nombre a “los sin nombre”, como llamó Leopoldo Lugones a los que hicieron la Guerra Gaucha, y demostrar que los “chicos de la guerra” estuvieron a la altura de las mejores tradiciones guerreras de la Patria, está sobradamente cumplido. La exuberancia descriptiva del libro, que va mucho más allá de la estimable compilación de los hechos, es impresionante. El tono, el calor y movimiento de la narración, están tan bien compensados, que nos pone sin dificultad en contacto casi íntimo con los combatientes. Para lanzar un conjuro sobre lo que ha pasado hace más de 30 años, y para que el lector vea lo que él vio, se necesita talento. Como un pintor, Kasanzew logra con su narrativa captar por un momento una escena impresionante o tierna, convirtiéndonos en espectadores. Rescato algunas escenas de las muchas, muchísimas del libro: 1. El conscripto Bordón, muerto durante el ataque del 1° de mayo. La imagen de la pelota con los colores de Boca, con la que había jugado el día anterior, al lado del cadáver, enternece y conmueve, porque nos muestra el hombre-niño, y porque nos recuerda la edad del potrero y de los sueños. 2. La perra Xuabia (única perra que volvió al continente, de 18 perros de guerra que fueron a las Islas) que abandona a sus cuidadores para correr hacia la línea de combate. La encontraron horas después dándole calor con su cuerpo a un soldado herido y aterido de frío, salvándolo del congelamiento. 3. El muchacho que en su agonía llevó el Rosario a su boca, y así fue encontrado, muerto, besando la Cruz. 4. Los cinco soldados del subteniente Reyes, hambrientos y descalcificados por un repliegue desde Darwin que duró 20 días, rodeados de ingleses y dispuestos a morir con su jefe cuando todo había terminado. La escena narrada por Kasanzew es para un cuadro, como el óleo de Ferrer-Dalmau “Rocroi. El último tercio”, donde se ve a la destrozada infantería española, esperando a pie firme el ataque final del enemigo. Estas pequeñas historias particulares vienen acompañadas de episodios y conductas hazañosas, que desmitifican la idea de que nuestros conscriptos no estaban capacitados para pelear. He aquí algunos ejemplos: 1. El conscripto Oscar Ledesma matando en la batalla de Darwin al más alto militar inglés, el mítico teniente coronel Herbert Jones, jefe de un Regimiento de Paracaidistas. 2. El soldado Elbio Araujo, que cayó peleando en el monte Longdon, cumpliendo con su promesa escrita a su familia: “Quédense todos tranquilos, que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina, y que es fiel a su juramento”. 3. El mercedino Ismael Poltronieri deteniendo solo y aislado, con una ametralladora, el avance de un batallón de Royal Marines durante 8 horas. 4. El soldado Rodríguez Silva que llega solo a la pelea cuerpo a cuerpo y vuelve con un trofeo: la boina roja de un paracaidista británico abatido. ¡Chicos de la guerra!, expresión lacrimógena y paralizante, de industria nacional. Falacia insidiosa que los propios ingleses se encargarían de mostrarla como falsa y mentirosa. Escribió el brigadier Julián Thompson, jefe de la Brigada de Paracaidistas británica, después del combate de monte Longdon: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de allí. No podía creer que estos ADOLESCENTES DISFRAZADOS DE SOLDADOS nos estuvieran causando tantas bajas”. Siendo Malvinas magisterio de heroísmo, es natural que las situaciones allí producidas, sean como páginas arrancadas de la historia clásica y de la épica universal, y que muchos de sus combatientes se hagan universales por la unidad de motivos religiosos, patrióticos y heroicos que entrama la historia de Occidente. Así por ejemplo: 1. La esposa del piloto de “Skyhawk” (un avión de diseño obsoleto) Pablo Carballo, diciéndole “Hacé lo que tenés que hacer. Yo me voy a encargar de criar a tus hijos”, sabiendo que las probabilidades de sobrevivencia de un ataque a las fragatas era menos del 10 %. ¿No suena esta admonición como la despedida de la madre espartana a su hijo cuando marchaba a la guerra, previniéndole contra la cobardía: “Vuelve con el escudo o sobre él” (el escudo era tan pesado que volver sin él indicaba que lo había tirado para escapar)? 2. Poltronieri rompiendo la ametralladora MAG para que no quedara en manos de los ingleses. ¿No es figura del conde Rolando, el más noble paladín del emperador Carlomagno, intentando romper a Durandarte, su espada, sobre la piedra, para que no caiga en manos de los sarracenos? 3. El teniente Vázquez rechazando en Tumbledown tres asaltos ingleses, peleando en una inferioridad numérica de uno contra diez, ¿no remeda en reducida escala la hazaña de los griegos sobre los persas en Termópilas? 4. Nuestros “halcones” diciendo que les alcanzaba ese escaso 10 % para intentar impactar una fragata erizada de misiles, ¿no siguen la misma huella de aquél jefe que dijo “combatiremos a la sombra” al comentario de que las flechas de los persas son tantas que oscurecen el sol? Por momentos me parece que el mundo de Gesta y Romance se prolonga en Malvinas. Una de las revelaciones más importantes del libro de Kasanzew son las Memorias del almirante Jorge Anaya, con los nombres de los argentinos que frecuentaban la oficina de la CIA en Buenos Aires durante la guerra, información obtenida gracias a los micrófonos infiltrados por el Servicio de Inteligencia Naval. Entre nosotros, el hecho no es nuevo. Una situación análoga se presentó en 1806, durante la ocupación inglesa de Buenos Aires, cuando ciudadanos criollos pertenecientes a “familias respetables”, acudían de noche a la casa de Gillespie, lugarteniente de Beresford, para hacer el ofrecimiento de obediencia al rey Jorge III y agregar su nombre a un libro, llegando a 58 las firmas. Las “Memorias” de Guillespie nunca fueron publicadas, para evitar que los “amigos ocultos” de Inglaterra (los 58 de la lista) sufrieran calamidad y ruina, una vez producida la Reconquista de Buenos Aires. El libro de Anaya quedó guardado, porque su publicidad hubiera sido explosiva y deletérea para el país, postergando su publicación para tiempos más apropiados. Ambos episodios nos ayudan a descubrir una de las claves para la interpretación general de nuestra historia: la descomposición de los sectores dirigentes. Para terminar. La patria, además del territorio, es un ideario donde habitan hombres como nuestros veteranos de guerra, cuyo sacrificio, esfuerzo y humildad, engrandecieron el nombre de Argentina. No hay patria –se ha dicho- sin compatriotas a los que admirar. Nadie que lea el libro de Kasanzew podrá en adelante, poner en duda la calidad excepcional del soldado argentino, y los sorprendentes resultados obtenidos, pese a su inexperiencia, contra tropas escogidas del escudo protector de la OTAN en el Rin, haciendo honor a sus cualidades morales, a los valores cristianos y a la historia de la patria. El libro no es solamente un trenzado relato de acciones de guerra –por otra parte magníficamente conseguido- sino que va más allá, a su valoración y alcance: colonialismo trasnochado y patrimonio histórico nacional, donde el soldado argentino salva frente al mundo el honor de una gran nación, defendiendo principios y valores hace tiempo olvidados por Occidente. Allí están las cartas del conscripto Carlos Mosto a su madre y la del teniente Roberto Estévez a su padre, condensando en sus líneas la expresión de los más altos valores del hombre: los dos hablan de la alegría de morir por la patria, de la entrega de sus vidas a Dios, de vivir en el amor. Es que Malvinas –y tal vez Malvinas nada más en estos tiempos argentinos- abre la posibilidad de vivir con grandeza. [B]Ricardo Tabossi es profesor de Historia. Reside en Mercedes, Bs. As[/B] [/QUOTE]
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