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Area Militar General
Malvinas 1982
Conferencias, entrevistas y programas de Nicolás Kasanzew.-
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<blockquote data-quote="Nicolas Kasanzew" data-source="post: 2045084" data-attributes="member: 6939"><p><strong>Se llama Daniel Lombardo. Es maestro y escritor. Me emocionó mucho este cuento suyo. Me juego a que los va a emocionar también a ustedes.</strong></p><p></p><p></p><p><strong>LA BOCA DE SAN CARLOS</strong></p><p></p><p></p><p>Abre la puerta y sonríe. Cierra la puerta y barre. Abre la puerta y le acomoda a un pibe la solapa. Cierra la puerta y se sostiene la cintura con una mano, como si fuera una pared a punto de caer.</p><p></p><p>La puerta, piso viejo, áspero.</p><p></p><p>Por un agujero de la ventana cancel ingresa un rayo, que se va ensanchando hasta iluminar la calva de yeso de Sarmiento. A su lado hay una silla y una mesa.</p><p></p><p>Se levanta y abre la puerta.</p><p></p><p>Sonríe y cierra la puerta.</p><p></p><p>Hay un libro de actos. Sobre la mesa los adultos firman. El intendente, no. El intendente pasa. Los alumnos están dentro.</p><p></p><p>Se escucha la Marcha a la Bandera. La bandera de ceremonias sale.</p><p></p><p>Se para.</p><p></p><p>Los abanderados avanzan.</p><p></p><p>Se sienta.</p><p></p><p>La directora presenta a la inspectora. Usa palabras claras, pero algo en su tono molesta como el ruido de una bisagra. La inspectora presenta al intendente. El intendente deja caer dos veces su dedo sobre el micrófono y abre una pequeña carpeta celeste y blanca:</p><p></p><p><em>Autoridades del ministerio, Señores concejales, autoridades de la escuela, docentes, vecinos, alumnos: estamos reunidos, porque una mañana como hoy, allá, en el lejano sur, miles de inocentes almas de la patria fueron a pelear por una roca perdida en el medio del mar. Muchachos con frio y hambre, que debieron combatir contra la naturaleza con escasos elementos, que se enfrentaron a la irresponsabilidad, de quienes empezaron una guerra infame e inútil. Así no se hace la patria queridos vecinos y niños. La patria se hace en paz, ladrillo a ladrillo, construyendo un dialogo fructífero para establecer acuerdos duraderos con todos los países del planeta. La patria esta aquí, somos nosotros, consolidando día a día la libertad que gozamos. Aquellas hermanitas perdidas, aunque añoradas, no valen una sola gota de sangre derramada, como dijo el padre de la patria el General San Martín. </em></p><p></p><p>El hombre que barrió la vereda y abrió y cerró la puerta repetidas veces en lo que va de la mañana se levanta de la silla y escucha.</p><p></p><p><em>Mal preparados, mal entrenados, carne de cañón. Nuestros hijos de la guerra. Jamás perdonaremos a quienes jugaron a la baraja con la vida de esos soldaditos frágiles. Hermosas vidas truncadas por la violencia. Aunque esa guerra absurda, al menos nos permitió avanzar por el camino de la democracia, que aunque imperfecta, es la única manera de vivir y crecer como sociedad. Lejos han quedado las noches negras de trémulo espanto…</em></p><p></p><p>El hombre toma la silla y camina con la mano en la cintura.</p><p></p><p>El intendente sigue leyendo. Pasa por delante de la directora, de la inspectora, del petiso que hace las veces de locutor.</p><p></p><p>Coloca la silla delante del intendente y se sienta mirando a los pibes. El intendente vacila, mira a la inspectora, la inspectora mira a la directora, la directora se acerca a la silla. La directora es incapaz de correr un milímetro al hombre que está sentado por delante del intendente.</p><p></p><p>El hombre sentado en la silla habla.</p><p></p><p>Por unos segundos se confunden las voces.</p><p></p><p><em>A veces uno se cansa de oír tanta macana. Se te retuercen adentro, las tripas, la cabeza. Es como cuando te dan ganas de ir al baño y no llegas. Te caen gotas por la frente. Son gotas grandes. Te molestan cuando llegan a la nariz, pero no te podes rascar porque andas desesperado. Tenés algo adentro, un vómito atragantado desde hace tantos años, que todavía te anda dando vueltas en la panza.</em></p><p></p><p><em> ¿Este que sabe?, ¿qué sabe? Ninguno estuvo, ni cerca. La vieron por la tele. La vieron por la radio, Cuando volvimos se hicieron los giles. ¿O vos pensas? ¿Que yo no se que tu viejo se armó la inmobiliaria con los milicos? era un alcahuete de un coronel y con esa platita vos adornas concejales muertos de hambre. Yo te escuché, todos los años escucho, a vos, a los otros, a ustedes, me pasan por al lado. Ni preguntan, ni me dan la mano, ni las gracias. Veo la bandera que pasa. La rozo , ¿sabés? La toco. Cuando tenía la edad de ustedes nunca fui a la bandera, ni los días de lluvia que íbamos dos o tres me tocó, pero después me la clavaron bien clavada y me mandaron para allá, y este coso dice que las islas son un roca perdida en el océano. ¡No señor! ¿Qué perdidas? Paralelos 50°, 58’ y 52°,56´ latitud sur, meridianos 57° 42´y 61, 26´ longitud oeste de la ciudad Greenwich, señor. ¿Ven que no están perdidas? </em></p><p></p><p><em>La llamé a mi vieja a escondidas. Lloraba la vieja. Me voy a Malvinas, viejita. Cuando vuelva esperarme con milanesas. Mira que pavada le dije. Me iba a la guerra. Donde se cae el mundo. ¡Están las islas y no hay nada más, nada! Me iba para la guerra y pensaba en las milanesas, con mucho queso y jamón, con papas o arroz blanco, así no más, poca cosa. </em></p><p></p><p><em>No había viajado en avión nunca. El avión era puro hierro, se movía todo, como las burbujas de un sifón cuando le apretas la cabeza ¿vieron como sale?, así era no más. </em></p><p></p><p><em>Resulta que un fulano, que no recuerdo como se llamaba, requisando una estancia cerca de la costa, ve en la sala un cuadro enorme de un barco en San Carlos. El fulano era de inteligencia y da aviso. La armada decía que ahí no entraban buques grandes. Por un cuadro en una pared casi cambia la guerra. </em></p><p></p><p><em>Yo estaba en el grupo Subteniente Reyes. Era un poco más grande que yo. Otro pibe. </em></p><p></p><p><em>Siempre le juego al 234, todos los días, a los premios, en la nacional, en la provincia. Casi me mata, pero algún día me va a salvar el 234, ¡carajo!</em></p><p></p><p>Los chicos se van quedando en silencio. El intendente hace señas para que lo callen.</p><p></p><p><em>Hacia frio. ¡Un frio hacia! Llevábamos media carpa para no andar tan pesados. Uno los palos. Otro el techo. Una noche al pie de San Carlos me despiertan de un bife. Nos quedamos quietitos. Se escuchaban motores. La altura 234 esta en la boca de San Carlos. Los ingleses desembarcaban abajo nuestro. Las luces de los barcos estaban apagadas. No veíamos nada. Pero se escuchaban las órdenes en inglés. Entonces Reyes nos ordena tirar con proyectiles iluminantes. Hacía dos días que no teníamos mas comida. Los dedos estaban duros de frio. Diez soldados contra una veintena de fragatas. A los gringos se les hacía de día y *********** el desembarco. Pero los proyectiles estaban húmedos y no paso nada. Nos miramos. Eran barcos de guerra y nosotros diez ñatos escondidos en un monte. Teníamos municiones para combatir contra otros soldados, ¿pero contra un barco? Reyes lo mandó a Freire a que subiera un poco más y le avisara al teniente primero Esteban por radio. Esteban y sus hombres estaban a pocos kilómetros. Ahí no más le empezamos a tirar con todo lo que teníamos a los gringos. Freire estaba unos doscientos metros. Los ingleses le apuntaban a él. Cada vez que hablaba al pobre lo barrían. Nosotros con morteros y ellos con artillería naval. Nos replegamos en fila como vaquitas en el matadero. A mil metros apareció un helicóptero y nos tiro con ametralladora. ¿Escucharon alguna vez una ametralladora? Es como mil tartamudos gritándote en el oído al mismo tiempo. A Moyanito un proyectil le agujereó la mochila. </em></p><p></p><p><em>Reyes era un zorro. Los ingleses estaban en tierra y venía a cazarnos. En vez de rajar ordenó pegar la vuelta y volver al frente. Los ingleses estaban a ciento cincuenta metros, ahí no más, pero no nos veían. El tano Pasaresi les quería tirar. Reyes lo frenaba. Los aviones argentinos empezaron a llegar. Eran dardos contra la flota. Parecía imposible que llegara alguno en medio de una lluvia de cañonazos, pero ¡mierd@!, tiraban las bombas y se alejaban. Vimos un piloto eyectar. Varios aviones explotar y nosotros ahí no más. Rodeados. </em></p><p></p><p><em>Largaron más helicópteros. Un par de barcos echaban un humo gris. Todo era un espanto. No queríamos ser prisioneros, teníamos más miedo a eso que a morir. </em></p><p></p><p><em>La altura 234 en el estrecho de San Carlos. Cuando terminó la guerra los ingleses no podían creer que un puñado de soldados le hubiera hecho tanto daño. Tardaron siete días en agárranos. Estaban como locos y este coso a tras mío, habla que te habla, pero a los ingleses ni los nombra ni una vez. ¿Peleamos contra el aire nosotros?</em></p><p></p><p><em>Oírme, a vos te digo: ¡pasamos hambre, pasamos frio, nos mandaron al matadero los milicos, pero no lloramos, no corrimos! </em></p><p></p><p></p><p></p><p>El hombre se levantó. Se puso firme. La silla cayó. El ruido fue un eco que sujetó a los chicos a sus sillas. Se quedó erguido un instante. Sacó del bolsillo una medalla y se la colgó de la camisa. El hombre parado en el salón de actos saludó a un ejército fantasma. Elevó los ojos y empezó a reconocer el rostro de los chicos, los de primero sentados y en silencio, los de tercero mudos, con los brazos quietos. Los de sexto parados, inmóviles y serios.</p><p></p><p>Se agachó y levantó la silla. Se llevó las manos al pecho. Se disculpó avergonzado mientras sus ojos empezaron a drenar unas lágrimas solitarias y sin llanto. Se alejó arrastrando la silla. Pasó por delante del intendente pero no lo miró. Antes de perderse por el pasillo, la abanderada se adelantó y lo tomó de un brazo, el hombre se dejó conducir mansamente. Caminaron despacio retrocediendo hasta el centro del salón. Los chicos se pusieron de pié. Se detuvieron y la muchacha le ofreció el asta.</p><p></p><p>Entre <img src="https://www.smiley-lol.com/smiley/musique/0applaude.gif" class="smilie" loading="lazy" alt="aplausos" title="Aplausos aplausos" data-shortname="aplausos" />, el hombre se aferró a la bandera, como si fuera su viejo fusil.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Nicolas Kasanzew, post: 2045084, member: 6939"] [B]Se llama Daniel Lombardo. Es maestro y escritor. Me emocionó mucho este cuento suyo. Me juego a que los va a emocionar también a ustedes.[/B] [B]LA BOCA DE SAN CARLOS[/B] Abre la puerta y sonríe. Cierra la puerta y barre. Abre la puerta y le acomoda a un pibe la solapa. Cierra la puerta y se sostiene la cintura con una mano, como si fuera una pared a punto de caer. La puerta, piso viejo, áspero. Por un agujero de la ventana cancel ingresa un rayo, que se va ensanchando hasta iluminar la calva de yeso de Sarmiento. A su lado hay una silla y una mesa. Se levanta y abre la puerta. Sonríe y cierra la puerta. Hay un libro de actos. Sobre la mesa los adultos firman. El intendente, no. El intendente pasa. Los alumnos están dentro. Se escucha la Marcha a la Bandera. La bandera de ceremonias sale. Se para. Los abanderados avanzan. Se sienta. La directora presenta a la inspectora. Usa palabras claras, pero algo en su tono molesta como el ruido de una bisagra. La inspectora presenta al intendente. El intendente deja caer dos veces su dedo sobre el micrófono y abre una pequeña carpeta celeste y blanca: [I]Autoridades del ministerio, Señores concejales, autoridades de la escuela, docentes, vecinos, alumnos: estamos reunidos, porque una mañana como hoy, allá, en el lejano sur, miles de inocentes almas de la patria fueron a pelear por una roca perdida en el medio del mar. Muchachos con frio y hambre, que debieron combatir contra la naturaleza con escasos elementos, que se enfrentaron a la irresponsabilidad, de quienes empezaron una guerra infame e inútil. Así no se hace la patria queridos vecinos y niños. La patria se hace en paz, ladrillo a ladrillo, construyendo un dialogo fructífero para establecer acuerdos duraderos con todos los países del planeta. La patria esta aquí, somos nosotros, consolidando día a día la libertad que gozamos. Aquellas hermanitas perdidas, aunque añoradas, no valen una sola gota de sangre derramada, como dijo el padre de la patria el General San Martín. [/I] El hombre que barrió la vereda y abrió y cerró la puerta repetidas veces en lo que va de la mañana se levanta de la silla y escucha. [I]Mal preparados, mal entrenados, carne de cañón. Nuestros hijos de la guerra. Jamás perdonaremos a quienes jugaron a la baraja con la vida de esos soldaditos frágiles. Hermosas vidas truncadas por la violencia. Aunque esa guerra absurda, al menos nos permitió avanzar por el camino de la democracia, que aunque imperfecta, es la única manera de vivir y crecer como sociedad. Lejos han quedado las noches negras de trémulo espanto…[/I] El hombre toma la silla y camina con la mano en la cintura. El intendente sigue leyendo. Pasa por delante de la directora, de la inspectora, del petiso que hace las veces de locutor. Coloca la silla delante del intendente y se sienta mirando a los pibes. El intendente vacila, mira a la inspectora, la inspectora mira a la directora, la directora se acerca a la silla. La directora es incapaz de correr un milímetro al hombre que está sentado por delante del intendente. El hombre sentado en la silla habla. Por unos segundos se confunden las voces. [I]A veces uno se cansa de oír tanta macana. Se te retuercen adentro, las tripas, la cabeza. Es como cuando te dan ganas de ir al baño y no llegas. Te caen gotas por la frente. Son gotas grandes. Te molestan cuando llegan a la nariz, pero no te podes rascar porque andas desesperado. Tenés algo adentro, un vómito atragantado desde hace tantos años, que todavía te anda dando vueltas en la panza.[/I] [I] ¿Este que sabe?, ¿qué sabe? Ninguno estuvo, ni cerca. La vieron por la tele. La vieron por la radio, Cuando volvimos se hicieron los giles. ¿O vos pensas? ¿Que yo no se que tu viejo se armó la inmobiliaria con los milicos? era un alcahuete de un coronel y con esa platita vos adornas concejales muertos de hambre. Yo te escuché, todos los años escucho, a vos, a los otros, a ustedes, me pasan por al lado. Ni preguntan, ni me dan la mano, ni las gracias. Veo la bandera que pasa. La rozo , ¿sabés? La toco. Cuando tenía la edad de ustedes nunca fui a la bandera, ni los días de lluvia que íbamos dos o tres me tocó, pero después me la clavaron bien clavada y me mandaron para allá, y este coso dice que las islas son un roca perdida en el océano. ¡No señor! ¿Qué perdidas? Paralelos 50°, 58’ y 52°,56´ latitud sur, meridianos 57° 42´y 61, 26´ longitud oeste de la ciudad Greenwich, señor. ¿Ven que no están perdidas? [/I] [I]La llamé a mi vieja a escondidas. Lloraba la vieja. Me voy a Malvinas, viejita. Cuando vuelva esperarme con milanesas. Mira que pavada le dije. Me iba a la guerra. Donde se cae el mundo. ¡Están las islas y no hay nada más, nada! Me iba para la guerra y pensaba en las milanesas, con mucho queso y jamón, con papas o arroz blanco, así no más, poca cosa. [/I] [I]No había viajado en avión nunca. El avión era puro hierro, se movía todo, como las burbujas de un sifón cuando le apretas la cabeza ¿vieron como sale?, así era no más. [/I] [I]Resulta que un fulano, que no recuerdo como se llamaba, requisando una estancia cerca de la costa, ve en la sala un cuadro enorme de un barco en San Carlos. El fulano era de inteligencia y da aviso. La armada decía que ahí no entraban buques grandes. Por un cuadro en una pared casi cambia la guerra. [/I] [I]Yo estaba en el grupo Subteniente Reyes. Era un poco más grande que yo. Otro pibe. [/I] [I]Siempre le juego al 234, todos los días, a los premios, en la nacional, en la provincia. Casi me mata, pero algún día me va a salvar el 234, ¡carajo![/I] Los chicos se van quedando en silencio. El intendente hace señas para que lo callen. [I]Hacia frio. ¡Un frio hacia! Llevábamos media carpa para no andar tan pesados. Uno los palos. Otro el techo. Una noche al pie de San Carlos me despiertan de un bife. Nos quedamos quietitos. Se escuchaban motores. La altura 234 esta en la boca de San Carlos. Los ingleses desembarcaban abajo nuestro. Las luces de los barcos estaban apagadas. No veíamos nada. Pero se escuchaban las órdenes en inglés. Entonces Reyes nos ordena tirar con proyectiles iluminantes. Hacía dos días que no teníamos mas comida. Los dedos estaban duros de frio. Diez soldados contra una veintena de fragatas. A los gringos se les hacía de día y *********** el desembarco. Pero los proyectiles estaban húmedos y no paso nada. Nos miramos. Eran barcos de guerra y nosotros diez ñatos escondidos en un monte. Teníamos municiones para combatir contra otros soldados, ¿pero contra un barco? Reyes lo mandó a Freire a que subiera un poco más y le avisara al teniente primero Esteban por radio. Esteban y sus hombres estaban a pocos kilómetros. Ahí no más le empezamos a tirar con todo lo que teníamos a los gringos. Freire estaba unos doscientos metros. Los ingleses le apuntaban a él. Cada vez que hablaba al pobre lo barrían. Nosotros con morteros y ellos con artillería naval. Nos replegamos en fila como vaquitas en el matadero. A mil metros apareció un helicóptero y nos tiro con ametralladora. ¿Escucharon alguna vez una ametralladora? Es como mil tartamudos gritándote en el oído al mismo tiempo. A Moyanito un proyectil le agujereó la mochila. [/I] [I]Reyes era un zorro. Los ingleses estaban en tierra y venía a cazarnos. En vez de rajar ordenó pegar la vuelta y volver al frente. Los ingleses estaban a ciento cincuenta metros, ahí no más, pero no nos veían. El tano Pasaresi les quería tirar. Reyes lo frenaba. Los aviones argentinos empezaron a llegar. Eran dardos contra la flota. Parecía imposible que llegara alguno en medio de una lluvia de cañonazos, pero ¡mierd@!, tiraban las bombas y se alejaban. Vimos un piloto eyectar. Varios aviones explotar y nosotros ahí no más. Rodeados. [/I] [I]Largaron más helicópteros. Un par de barcos echaban un humo gris. Todo era un espanto. No queríamos ser prisioneros, teníamos más miedo a eso que a morir. [/I] [I]La altura 234 en el estrecho de San Carlos. Cuando terminó la guerra los ingleses no podían creer que un puñado de soldados le hubiera hecho tanto daño. Tardaron siete días en agárranos. Estaban como locos y este coso a tras mío, habla que te habla, pero a los ingleses ni los nombra ni una vez. ¿Peleamos contra el aire nosotros?[/I] [I]Oírme, a vos te digo: ¡pasamos hambre, pasamos frio, nos mandaron al matadero los milicos, pero no lloramos, no corrimos! [/I] El hombre se levantó. Se puso firme. La silla cayó. El ruido fue un eco que sujetó a los chicos a sus sillas. Se quedó erguido un instante. Sacó del bolsillo una medalla y se la colgó de la camisa. El hombre parado en el salón de actos saludó a un ejército fantasma. Elevó los ojos y empezó a reconocer el rostro de los chicos, los de primero sentados y en silencio, los de tercero mudos, con los brazos quietos. Los de sexto parados, inmóviles y serios. Se agachó y levantó la silla. Se llevó las manos al pecho. Se disculpó avergonzado mientras sus ojos empezaron a drenar unas lágrimas solitarias y sin llanto. Se alejó arrastrando la silla. Pasó por delante del intendente pero no lo miró. Antes de perderse por el pasillo, la abanderada se adelantó y lo tomó de un brazo, el hombre se dejó conducir mansamente. Caminaron despacio retrocediendo hasta el centro del salón. Los chicos se pusieron de pié. Se detuvieron y la muchacha le ofreció el asta. Entre aplausos, el hombre se aferró a la bandera, como si fuera su viejo fusil. [/QUOTE]
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