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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1434700" data-attributes="member: 50"><p><span style="font-size: 18px"><strong>Somalia y Eritrea, emigra o muere</strong></span></p><p><img src="http://estaticos01.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/10/11/internacional/1381499837_0.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>Refugiados somalíes en Dolo Ado, frontera con Etiopía. | Jan Grarup | Noor for Save the Children <a href="http://www.elmundo.es/albumes/2013/10/11/somalia/index.html"><u> MÁS IMÁGENES</u></a></p><ul> <li data-xf-list-type="ul">La dura existencia en estos lugares empuja a miles de jóvenes a jugarse la vida</li> <li data-xf-list-type="ul">El dictador Afewerki ha convertido Eritrea en una gigantesca y hermética prisión</li> <li data-xf-list-type="ul">El estado somalí apenas controla la zona gubernamental y el aeropuerto</li> <li data-xf-list-type="ul">El resto del país lo gestionan 'warlords' y yihadistas de Al Shabab</li> </ul><p>Aunque no disfrutan de los opulentos privilegios de las estrellas del fútbol mundial, los chicos de la selección de Eritrea de fútbol son muy afortunados: después de jugar un partido contra Ruanda en diciembre de 2012, salieron del Sky Hotel de Kampala, ciudad anfitriona del torneo, para hacer unas compras. El avión destino Asmara, la capital de su país, esperaba en la pista. <strong>El equipo técnico y 17 jugadores nunca subieron a él</strong>. La misma suerte han disfrutado varias veces los futbolistas de la selección somalí de fútbol, muchos de ellos asilados hoy en Kenia.</p><p>Para el resto de los mortales no hay billete de avión, ni asilo político, ni campeonatos internacionales de fútbol. La mayoría de los fallecidos de los dos últimos <a href="http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/09/internacional/1381337019.html"><u>trágicos naufragios</u></a> en aguas cercanas a la isla italiana de Lampedusa eran, precisamente de estos dos países: Eritrea y Somalia, <strong>los más míseros y difíciles del continente</strong>, los intocables de África.</p><p>Las restrictivas leyes migratorias de la Unión Europea o la negación de socorro de los pesqueros italianos pueden ser para estas personas el último clavo de un ataúd que comienza a construir mucho antes, en lugares como <strong>Mogadiscio, Afar, Asmara, Bossaso y otros muchos que no vienen en Google maps</strong>. Si se consigue sobrevivir a la guerra, la sequía, el hambre y los campos de desplazados hay que enfrentarse a la ruleta del desierto, la extorsión criminal de las mafias, la represión de la policía de fronteras y el pánico a la repatriación. De los más de 30.000 inmigrantes que han llegado a Lampedusa este año, la mayoría proviene de estas regiones del cuerno de África.</p><p>ACNUR revela que unos 3.000 eritreos huyen de su país cada mes por la frontera de Sudán, aunque muchos mueren en el intento.</p><p>Este año Eritrea ha celebrado sus 20 años de independencia de Etiopía. Y lo ha hecho con <strong>10.000 opositores en sus cárceles, un ejército de 250.000 esclavos</strong> (el mayor de todo el continente) y una corrupción rampante. El gobierno del dictador Isaias Afewerki, un estalinista made in África, ha convertido el país en una gigantesca y hermética prisión en la que, según denuncia Amnistía Internacional, se arresta de forma arbitraria a todo aquel sospechoso de disidencia y no se avisa a su familia de su paradero.</p><p>El preso, que puede pasar uno o dos años sin conocer los cargos que se le imputan, <strong>es torturado hasta la muerte si es necesario en contenedores metálicos</strong>, donde el calor resulta insoportable bajo el sol del desierto. Según Reporteros Sin Fronteras, <strong>es el país del mundo en el que menos se respeta la libertad de expresión</strong>. Sin un sistema de educación y sanidad que merezca tal nombre, y con niveles terribles de desnutrición, el de Eritrea puede definirse como el totalitarismo de la miseria. Según Unicef, 300.000 niños están en riesgo de morir por las miles de minas antipersonales que aún están sembradas junto a los caminos.</p><p>Joseph (pongamos que se llama Joseph) relató a Amnistía Internacional cómo fue detenido en Tenessei: "Las palizas que te dan los carceleros cuando te cogen por intentar escapar del país son brutales. Te golpean fuerte con porras de madera. Pasas días sin poder moverte". Otro detenido al que llamaremos Malick, asegura que "todos acaban confesando que han intentado irse del país, lo que les vale a los policías para acusarte de intentar enrolarte en los grupos armados disidentes. <strong>Eso te valdrá otra paliza. Y otra más</strong>". Hoy hay más de 40.000 refugiados eritreos en Israel, 87.000 en Etiopía y 125.000 en Sudán. Son náufragos en tierra de nadie, el limbo después del infierno.</p><p>La ruleta de las dunas</p><p>Con las puertas cerradas para los medios internacionales, para los que no es nada fácil entrar al país, el régimen de Afewerki mantiene un ejército de adolescentes (chicos y chicas) cuyo servicio militar obligatorio dura en teoría tres años, pero que se prolonga indefinidamente si el soldado no tiene dinero para poder sobornar a los oficiales y licenciarse. Aún pagando, nada impide a la milicia volver a llamarle a filas poco después para dedicarse a labores agrícolas, asfaltar carreteras o construir urbanizaciones para las élites del país. Hay miembros que siguen en activo con más de 60 años. Lampedusa también es el sueño de miles de jóvenes que prefieren apostarlo todo a ese viaje que quedarse en esta Corea del Norte africana, donde el entrenamiento marcial comienza a los 12 años.</p><p><img src="http://estaticos02.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/10/12/internacional/1381499837_extras_ladillos_2_0.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>Un joven eritreo toca el kraar. | Marc Silver | IA</p><p>ACNUR revela que unos <strong>3.000 eritreos huyen de su país cada mes por la frontera de Sudán</strong>, aunque muchos mueren en el intento. El gobierno nunca sella pasaportes de salida, así que adentrarse en el desierto es la única posibilidad de escapar. Muchos son devueltos por países como Egipto, que no los aceptan, para ser detenidos después. En cuanto tienen la oportunidad, vuelven a probar suerte en el cadalso de las dunas, incluso a sabiendas que miembros de su familia serán torturados en su nombre en lugares como Adi Abeto, la tenebrosa prisión militar del régimen. Aún así, miles de personas cruzan el desierto por rutas milenarias e invisibles, a veces bebiendo su propia orina, para jugarse su única carta vital. "Las mafias los captan pronto. Las mujeres pueden acabar en los burdeles de los Emiratos Árabes; los hombres, quizá reclutados por cualquier señor de la guerra", relatan fuentes humanitarias en Sudán.</p><p>Es más fácil reclamar responsabilidades de la muerte de los refugiados en barco a la todopoderosa Unión Europea que a este estado orwelliano, cuya capital, Asmara, una de las ciudades más bonitas de África hace décadas, cobija a un ejecutivo cuya política migratoria es, si acaso, saltarse todo el derecho internacional y <strong>aplicar castigos criminales a aquellos que no se someten</strong>. Por eso se arriesgan a que la hipocresía europea nacionalice a los muertos y expulse a los vivos. Es emigrar o morir.</p><p><span style="font-size: 15px"><strong>Somalia, un 'no país' sin oportunidades</strong></span></p><p>Sucede casi lo mismo Somalia. Es más sencillo denunciar a Italia porque para hacerlo con al estado somalí primero debería existir. Lo que queda de él a duras penas controla la zona gubernamental y el aeropuerto. El resto del país (o del 'no país') lo gestionan 'warlords' y yihadistas de Al Shabab, así que la política de inmigración del Gobierno Federal de Transición, un ejecutivo probeta apoyado por la UE y EEUU, es una entelequia.</p><p><img src="http://estaticos03.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/10/12/internacional/1381499837_extras_ladillos_3_0.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p>Tormenta de arena en Dolo Ado (Etiopía). | Jan Grarup | Noor for Save the Children</p><p>Mumina Ibrahim, de 32 años, vive en dos metros cuadrados de ramas y plásticos con sus siete hijos. <strong>Huyó del hambre hace tiempo y el hambre es lo único que conserva en Mogadiscio</strong>. El pasado diciembre le contó a este periodista, bajo su techo de harapos, que no sabía nada de la guerra que rugía bien cerca, pero que no recordaba ya otra cosa.</p><p>"No quiero esto para mis hijos. Si aquí no tienen una oportunidad se irán antes de que los reclute un señor de la guerra". Fuera de su casa, si es que puede llamarse casa, se extiende un océano multicolor con cientos de miles de personas apiñadas en tiendas, unas cuantas letrinas y un vertedero maloliente. Eso es Sigale Camp, un festín para las moscas. De lugares como ese, que son el cuarto de estar del 95% de la población somalí, se llenan las barcazas de llegan (o intentan llegar) a Lampedusa. Mumina Ibrahim da de comer a sus hijos gracias a los sobres que repartía Save the Children. <strong>Dos de cada tres somalíes dependen de la ayuda humanitaria</strong>.</p><p>Dahan, de 14 años, es de Jalalaqsi, un villorrio mísero por el que antes pasaba un río y hoy lo único que corre es el viento. Huyó de la guerra y lleva dos años buscando a su padre entre las ruinas de Mogadiscio porque alguien le contó que se había enrolado en una milicia. "Me dijeron que estaba aquí pero no lo encuentro. Ahora mi familia está dividida y no puedo volver a mi casa".</p><p>Sus historias se repiten en cada recodo de esta ciudad en guerra desde hace 20 años: Hamina, la pastora de Qardho a la que se le murieron sus animales en la última sequía, Esan Mohamed, profesor de primaria que no encuentra colegio en pie para poder escolarizar a los niños de estos campos. O Decqua Warsame, trabajadora social que pide a las madres que <strong>no dejen de alimentar a los niños enfermos</strong>, los den por muertos antes de tiempo y pidan ayuda. ¿Pero ayuda a quién? ¿Dónde?</p><p>elmundo.es</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1434700, member: 50"] [SIZE=5][B]Somalia y Eritrea, emigra o muere[/B][/SIZE] [IMG]http://estaticos01.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/10/11/internacional/1381499837_0.jpg[/IMG] Refugiados somalíes en Dolo Ado, frontera con Etiopía. | Jan Grarup | Noor for Save the Children [URL='http://www.elmundo.es/albumes/2013/10/11/somalia/index.html'][U] MÁS IMÁGENES[/U][/URL] [LIST] [*]La dura existencia en estos lugares empuja a miles de jóvenes a jugarse la vida [*]El dictador Afewerki ha convertido Eritrea en una gigantesca y hermética prisión [*]El estado somalí apenas controla la zona gubernamental y el aeropuerto [*]El resto del país lo gestionan 'warlords' y yihadistas de Al Shabab [/LIST] Aunque no disfrutan de los opulentos privilegios de las estrellas del fútbol mundial, los chicos de la selección de Eritrea de fútbol son muy afortunados: después de jugar un partido contra Ruanda en diciembre de 2012, salieron del Sky Hotel de Kampala, ciudad anfitriona del torneo, para hacer unas compras. El avión destino Asmara, la capital de su país, esperaba en la pista. [B]El equipo técnico y 17 jugadores nunca subieron a él[/B]. La misma suerte han disfrutado varias veces los futbolistas de la selección somalí de fútbol, muchos de ellos asilados hoy en Kenia. Para el resto de los mortales no hay billete de avión, ni asilo político, ni campeonatos internacionales de fútbol. La mayoría de los fallecidos de los dos últimos [URL='http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/09/internacional/1381337019.html'][U]trágicos naufragios[/U][/URL] en aguas cercanas a la isla italiana de Lampedusa eran, precisamente de estos dos países: Eritrea y Somalia, [B]los más míseros y difíciles del continente[/B], los intocables de África. Las restrictivas leyes migratorias de la Unión Europea o la negación de socorro de los pesqueros italianos pueden ser para estas personas el último clavo de un ataúd que comienza a construir mucho antes, en lugares como [B]Mogadiscio, Afar, Asmara, Bossaso y otros muchos que no vienen en Google maps[/B]. Si se consigue sobrevivir a la guerra, la sequía, el hambre y los campos de desplazados hay que enfrentarse a la ruleta del desierto, la extorsión criminal de las mafias, la represión de la policía de fronteras y el pánico a la repatriación. De los más de 30.000 inmigrantes que han llegado a Lampedusa este año, la mayoría proviene de estas regiones del cuerno de África. ACNUR revela que unos 3.000 eritreos huyen de su país cada mes por la frontera de Sudán, aunque muchos mueren en el intento. Este año Eritrea ha celebrado sus 20 años de independencia de Etiopía. Y lo ha hecho con [B]10.000 opositores en sus cárceles, un ejército de 250.000 esclavos[/B] (el mayor de todo el continente) y una corrupción rampante. El gobierno del dictador Isaias Afewerki, un estalinista made in África, ha convertido el país en una gigantesca y hermética prisión en la que, según denuncia Amnistía Internacional, se arresta de forma arbitraria a todo aquel sospechoso de disidencia y no se avisa a su familia de su paradero. El preso, que puede pasar uno o dos años sin conocer los cargos que se le imputan, [B]es torturado hasta la muerte si es necesario en contenedores metálicos[/B], donde el calor resulta insoportable bajo el sol del desierto. Según Reporteros Sin Fronteras, [B]es el país del mundo en el que menos se respeta la libertad de expresión[/B]. Sin un sistema de educación y sanidad que merezca tal nombre, y con niveles terribles de desnutrición, el de Eritrea puede definirse como el totalitarismo de la miseria. Según Unicef, 300.000 niños están en riesgo de morir por las miles de minas antipersonales que aún están sembradas junto a los caminos. Joseph (pongamos que se llama Joseph) relató a Amnistía Internacional cómo fue detenido en Tenessei: "Las palizas que te dan los carceleros cuando te cogen por intentar escapar del país son brutales. Te golpean fuerte con porras de madera. Pasas días sin poder moverte". Otro detenido al que llamaremos Malick, asegura que "todos acaban confesando que han intentado irse del país, lo que les vale a los policías para acusarte de intentar enrolarte en los grupos armados disidentes. [B]Eso te valdrá otra paliza. Y otra más[/B]". Hoy hay más de 40.000 refugiados eritreos en Israel, 87.000 en Etiopía y 125.000 en Sudán. Son náufragos en tierra de nadie, el limbo después del infierno. La ruleta de las dunas Con las puertas cerradas para los medios internacionales, para los que no es nada fácil entrar al país, el régimen de Afewerki mantiene un ejército de adolescentes (chicos y chicas) cuyo servicio militar obligatorio dura en teoría tres años, pero que se prolonga indefinidamente si el soldado no tiene dinero para poder sobornar a los oficiales y licenciarse. Aún pagando, nada impide a la milicia volver a llamarle a filas poco después para dedicarse a labores agrícolas, asfaltar carreteras o construir urbanizaciones para las élites del país. Hay miembros que siguen en activo con más de 60 años. Lampedusa también es el sueño de miles de jóvenes que prefieren apostarlo todo a ese viaje que quedarse en esta Corea del Norte africana, donde el entrenamiento marcial comienza a los 12 años. [IMG]http://estaticos02.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/10/12/internacional/1381499837_extras_ladillos_2_0.jpg[/IMG] Un joven eritreo toca el kraar. | Marc Silver | IA ACNUR revela que unos [B]3.000 eritreos huyen de su país cada mes por la frontera de Sudán[/B], aunque muchos mueren en el intento. El gobierno nunca sella pasaportes de salida, así que adentrarse en el desierto es la única posibilidad de escapar. Muchos son devueltos por países como Egipto, que no los aceptan, para ser detenidos después. En cuanto tienen la oportunidad, vuelven a probar suerte en el cadalso de las dunas, incluso a sabiendas que miembros de su familia serán torturados en su nombre en lugares como Adi Abeto, la tenebrosa prisión militar del régimen. Aún así, miles de personas cruzan el desierto por rutas milenarias e invisibles, a veces bebiendo su propia orina, para jugarse su única carta vital. "Las mafias los captan pronto. Las mujeres pueden acabar en los burdeles de los Emiratos Árabes; los hombres, quizá reclutados por cualquier señor de la guerra", relatan fuentes humanitarias en Sudán. Es más fácil reclamar responsabilidades de la muerte de los refugiados en barco a la todopoderosa Unión Europea que a este estado orwelliano, cuya capital, Asmara, una de las ciudades más bonitas de África hace décadas, cobija a un ejecutivo cuya política migratoria es, si acaso, saltarse todo el derecho internacional y [B]aplicar castigos criminales a aquellos que no se someten[/B]. Por eso se arriesgan a que la hipocresía europea nacionalice a los muertos y expulse a los vivos. Es emigrar o morir. [SIZE=4][B]Somalia, un 'no país' sin oportunidades[/B][/SIZE] Sucede casi lo mismo Somalia. Es más sencillo denunciar a Italia porque para hacerlo con al estado somalí primero debería existir. Lo que queda de él a duras penas controla la zona gubernamental y el aeropuerto. El resto del país (o del 'no país') lo gestionan 'warlords' y yihadistas de Al Shabab, así que la política de inmigración del Gobierno Federal de Transición, un ejecutivo probeta apoyado por la UE y EEUU, es una entelequia. [IMG]http://estaticos03.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/10/12/internacional/1381499837_extras_ladillos_3_0.jpg[/IMG] Tormenta de arena en Dolo Ado (Etiopía). | Jan Grarup | Noor for Save the Children Mumina Ibrahim, de 32 años, vive en dos metros cuadrados de ramas y plásticos con sus siete hijos. [B]Huyó del hambre hace tiempo y el hambre es lo único que conserva en Mogadiscio[/B]. El pasado diciembre le contó a este periodista, bajo su techo de harapos, que no sabía nada de la guerra que rugía bien cerca, pero que no recordaba ya otra cosa. "No quiero esto para mis hijos. Si aquí no tienen una oportunidad se irán antes de que los reclute un señor de la guerra". Fuera de su casa, si es que puede llamarse casa, se extiende un océano multicolor con cientos de miles de personas apiñadas en tiendas, unas cuantas letrinas y un vertedero maloliente. Eso es Sigale Camp, un festín para las moscas. De lugares como ese, que son el cuarto de estar del 95% de la población somalí, se llenan las barcazas de llegan (o intentan llegar) a Lampedusa. Mumina Ibrahim da de comer a sus hijos gracias a los sobres que repartía Save the Children. [B]Dos de cada tres somalíes dependen de la ayuda humanitaria[/B]. Dahan, de 14 años, es de Jalalaqsi, un villorrio mísero por el que antes pasaba un río y hoy lo único que corre es el viento. Huyó de la guerra y lleva dos años buscando a su padre entre las ruinas de Mogadiscio porque alguien le contó que se había enrolado en una milicia. "Me dijeron que estaba aquí pero no lo encuentro. Ahora mi familia está dividida y no puedo volver a mi casa". Sus historias se repiten en cada recodo de esta ciudad en guerra desde hace 20 años: Hamina, la pastora de Qardho a la que se le murieron sus animales en la última sequía, Esan Mohamed, profesor de primaria que no encuentra colegio en pie para poder escolarizar a los niños de estos campos. O Decqua Warsame, trabajadora social que pide a las madres que [B]no dejen de alimentar a los niños enfermos[/B], los den por muertos antes de tiempo y pidan ayuda. ¿Pero ayuda a quién? ¿Dónde? elmundo.es [/QUOTE]
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