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Colaborador
El primer oficial separado por torturas en Malvinas
Los ex combatientes denunciaron al capitán de fragata Carlos Bianchi de haber estaqueado a soldados durante el conflicto. La ministra Garré ordenó al jefe de la Armada que lo separe.
La ministra Garré le ordenó al jefe de la Armada, Jorge Godoy, que separe al capitán Bianchi.
“Con asombro nos enteramos que en el BIM 5 (con asiento en Ushuaia) ha sido designado Comandante de Unidad el capitán de fragata Carlos Bianchi. Este señor ordenó el estaqueado en pleno combate de dos soldados, quienes fueron liberados por sus propios compañeros, en esa ocasión fue reconocido por un integrante de nuestro Centro de ex Combatientes de Río Grande, quien lamentablemente fue testigo directo.” La denuncia forma parte de la carta que un veterano de la Guerra de Malvinas envió a la cartera de Defensa a principios de marzo. Pocos días después, la ministra Nilda Garré le ordenó al jefe de la Armada, Jorge Godoy, el desplazamiento de Bianchi de la jefatura de esa unidad y la realización de una investigación para corroborar los hechos. Es el primer alto oficial separado del cargo por el desempeño en Malvinas. La decisión no pasó inadvertida para ninguna de las dos partes. Uno de los ex conscriptos que habían sido torturados en la unidad que lideraba Bianchi recibió una llamada telefónica intimidatoria para que se resguardara en el silencio. El Batallón también acusó recibo y –según explicaron los ex combatientes– se negó a desfilar en los actos de homenaje por los 25 años del desembarco en las islas.
Los testimonios de los vejámenes a los que fueron sometidos los conscriptos forman parte de la memoria de la guerra decidida por la dictadura de Leopoldo Fortunato Galtieri pero el aniversario reactualizó el horror. Los ex conscriptos combatientes de Corrientes se entrevistaron con Garré para entregarle la investigación que da cuenta de un homicidio, cuatro soldados muertos por inanición, cinco víctimas de estaqueamiento y 15 testigos. En ese trabajo de 220 páginas está el relato de Roque Zabala, compañero de uno de los soldados que fueron atados a la intemperie por orden de Bianchi. Su relato coincide con el de Pedro Morales, el ex combatiente de Tierra del Fuego que también reconoció en el ahora capitán de fragata designado en el BIM 5 al responsable de aquella tortura y motivó la carta al ministerio.
El secretario de Derechos Humanos de Corrientes, Pablo Vassel, que apoyó la investigación que ya llegó a la Justicia, comentó a Página/12 que “a cuatro mil kilómetros de distancia, Zabala en Corrientes y Morales en Río Grande coinciden en señalar a Bianchi, que a partir de esas denuncias fue destinado en comisión a Puerto Belgrano”.
“El muchacho que fue tres días estaqueado era de la tanda ’62, estaba a punto de irse de baja. Era callado, reservado. Estuvimos juntos en la Isla Soledad aunque bajo distintos jefes. Yo le decía ‘Negro’ y él me llamaba por el apellido, Zabala. Había un cabo, Lamas, que lo maltrataba todo el tiempo, lo ‘bardeaba’. Un día lo designaron para que trasladara unas latas de carne envasada, corned beef, de las grandes. Había hambre, mucha hambre, y él con otros vaciaron una de las latas para comer. A mí me dio alguna de las fetas, yo también comí”, cuenta Zabala y transmite la sensación del frío, el hambre, el miedo que padecieron a los 19 años en el confín del mundo.
“Esa misma tarde o noche –sigue–, parece que se dieron cuenta que habían vaciado una lata y lo empezaron a buscar al Negro. El se escapó y salieron a buscarlo, hasta le tiraron. Cuando lo cazaron, lo traían a las puteadas, le dieron dos culatazos y lo ataron a la intemperie. El cabo Lamas –me acuerdo la cara de odio como si fuera hoy– gritó que el que le alcanzara algo le iba a hacer compañía. Yo hice oídos sordos porque no era mi jefe. Caía nieve, piedras, bombas, puse en el casco no sé si lentejas o polenta, lo que nos dieron esa noche, y me arrastré para darle algo de comer. El ‘Michi’ Bianchi –así se los apodaba a los guardiamarinas– era el jefe del cabo Lamas.”
En 1995, Zabala había dejado registro de esa escena como coautor de “Malvinas, un largo dolor patrio”. Aparentemente tuvieron que pasar otros doce años para que las autoridades civiles y la Justicia ordenen investigar esas torturas. Muchos conscriptos enfrentaron a dos enemigos: primeros sus jefes y después los ingleses. “La meta del veterano de Malvinas no es escrachar a nadie sino buscar la verdad y la justicia. Perder el miedo, decir lo que pasamos”, repite Zabala desde Corrientes, que hace poco volvió a hablar con el Negro. Pide que se resguarde la identidad de su amigo porque con el resurgimiento de las denuncias aparecieron las amenazas.
Hubo 649 muertos en combate y otros cientos se suicidaron como secuela de la guerra que se extendió entre el 2 de abril y el 15 de junio de 1982. Zabala rememora cada detalle de esos días. “El 1º de mayo, recién habíamos llegado a la isla, eran las cuatro de la mañana y caen los primeros bombazos, me salía de la boca el corazón –dice Zabala–. Salimos corriendo y el ‘señor’ –así les decíamos a los oficiales– Bianchi nos hizo camuflar la carpa de él, nos hizo poner una red sobre su carpa para que pareciera una deformación del terreno y no fuera un blanco fácil. Primero se apuró en el. Era un rubiecito, de bigotito, tendría 23 años, no sé si no estaba más jodido que nosotros”, concede y como contracara rescata al entonces jefe del BIM 5, “el capitán Robasio –que nos decía que levantemos la frente, que no teníamos la culpa de lo que pasó”.
Los ex combatientes de Corrientes y La Plata le pidieron al Ministerio de Defensa que se cree una comisión como la Conadep y se levante el secreto militar. Ernesto Alonso, integrante de los veteranos de La Plata, contó que “al volver de Puerto Madryn, a los conscriptos del Ejército nos llevaron a Campo de Mayo. Nos daban de comer ocho veces por día, teníamos baño y ropa limpia: querían que mejoráramos nuestro aspecto. En esos días me interrogó personal de inteligencia militar, a mí y a todos los demás, con un listado de preguntas sobre lo que había pasado en las islas. Cuando terminó el cuestionario me advirtieron que no tenía que hablar, que era secreto militar y que contar lo que había pasado me podía causar inconvenientes. Esas fichas todavía existen y queremos conocerlas, porque esos hechos nunca fueron investigados”.
El caso de Bianchi abre un camino para investigar la actitud de los oficiales que siguen en actividad y que actuaron en Malvinas. La omertá que resguarda el “secreto” de la guerra parece seguir vigente en la intimidación que recibió el Negro. La Armada recibió la orden política para que no siga mirando para otro lado.
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